Hechiceras: el reto de las zapatillas rojas.

Una joven y poderosa hechicera es secuestrada para ser sometida al dominio de un sensual artefacto mágico.

HECHICERAS: EL RETO DE LAS ZAPATILLAS ROJAS.

Un consejo: es conveniente, aunque no forzoso leer Cazatesoros: Sydney y las zapatillas rojas , Expedientes X: el regreso de las zapatillas rojas, Alias: La invasión de las zapatillas rojas, Crónicas de las zapatillas rojas: la camarera,  Ivanka Trump: El imperio de las zapatillas rojas y Crónicas de las zapatillas rojas: World Wide Web, antes de leer esta historia.

Estoy consciente de que he tardado demasiado en escribir esta continuación pero mi vida se ha vuelto muy complicada y a eso hay que añadir el trabajo, dedico este cuento a aquellos que han sido pacientes.

Por Sigma

Phoebe Halliwell dio vuelta en la esquina del callejón preparada para enfrentarse con alguna fuerza siniestra al escuchar los gritos de la mujer pidiendo auxilio. Había estado haciendo ejercicio más temprano y aún vestía su cómoda ropa deportiva de color azul celeste con líneas blancas, iba de regreso a casa cuando escuchó los gritos. En efecto dos individuos mal encarados y vestidos de negro arrastraban a una jovencita pelirroja a un gran auto gris y con su poder de empatía de inmediato percibió que tenían muy malas intenciones.

Phoebe sabía que se arriesgaba pero no podía esperar por sus hermanas pues la chica desaparecería en segundos, quizás para siempre, debía actuar ya.

  • ¡Suelten a la señorita de inmediato...! -gritó tratando de sonar agresiva pero con poco éxito.

  • ¡Fuera de aquí estúpida o también vendrás con nosotros! -dijo uno de los atacantes mientras cerraba la puerta del auto tras meter a la joven, al parecer ya desmayada, en el asiento trasero.

  • Esta ya tiene dueño pero tú puedes ser nuestro premio extra -dijo el otro criminal, mientras comenzaba a acercarse a la hechicera.

El segundo criminal ya se acercaba también y se puso detrás de la chica, luego al unísono, con la rapidez de los que saben que tienen poco tiempo, se lanzaron contra Phoebe.

Obviamente veían a la esbelta mujer como una presa fácil, pero con las Encantadas nada lo era, en particular Phoebe se había entrenado extensamente en combate físico para compensar sus poderes de carácter pasivo con habilidades marciales. Entre sus maestros estaba Cole Turner, mejor conocido como el demonio Balthazar, que por años la entrenó y enseñó mientras fueron pareja.

Al acercarse sus agresores Phoebe dio un salto mortal al frente aprovechando su poder de levitación para controlar su movimiento con una suavidad sobrenatural, con los pies golpeó en la mandíbula al criminal a su espalda y al completar el giro golpeó justo a tiempo al sujeto frente a ella con ambos talones en el hombro... en menos de 3 segundos la pelea había terminado y los secuestradores yacían inconscientes.

Calmadamente se acomodó el cabello y sonrió mientras se enderezaba.

  • Ojalá todo fuera tan fácil como eso, si hubieran sido demonios o brujos hubiera estado preocupada -pensó la joven al acercarse al automóvil. Al asomarse al interior vio a la joven desmayada en el asiento trasero, estaba vestida de forma común con unos jeans, una camiseta negra y zapatillas deportivas.

  • Debo sacarla de aquí... -susurró al abrir la puerta y se inclinó sobre la joven para tratar de arrastrarla fuera, usando su levitación debería ser fácil...

  • ¡Te equivocas Phoebe no me sacarás, y de hecho tú tampoco saldrás de aquí, ahora nos perteneces! - dijo la joven pelirroja que había fingido estar inconsciente a la vez que se colgaba del cuello de la hechicera y cruzaba sus piernas para atraparla- No sabes cuánto me costó controlar mis emociones para que no pudieras detectar mi verdadero propósito. ¡Pero valió la pena… ahora nos obedecerás!

  • ¡Es una trampa! Debí suponerlo, con lo fácil que fue eso -pensó molesta la chica mientras un gesto sombrío se mostraba en su bello rostro, pero sonrió sabiendo que con su levitación podría levantarse fácilmente.

Pero no... ¡No podía superar el peso de la joven, su levitación había desaparecido!

  • ¡Te dije que no saldrías, este auto será tu entrada a la esclavitud! -dijo la joven pelirroja sonriendo.

  • ¡Es el automóvil! Si bloquea mis poderes mágicos estoy aislada, es una celda... ¡Dios, mis hermanas no podrán encontrarme! -pensó la asustada joven y empezó a forcejear con la chica- no importa, con mi habilidad marcial la dejaré sin sentido y entonces... ¡Auuuch!

Phoebe sintió un pinchazo en el trasero y al instante logró girar brevemente la cabeza para encontrarse con un pequeño dardo clavado en la nalga y pocos segundos después empezó a sentirse mareada...

  • No... No... Eso no. -pensó desesperada mientras empezaba a forcejear de nuevo con todas sus fuerzas antes de que le fuera imposible, cuando estuviera muy débil o inconsciente.

Pero muñequita estaba preparada y de inmediato apretó aún más sus brazos alrededor del cuello de la chica y sus piernas alrededor de sus caderas mientras que sonreía con malicia.

  • Eso es... Lucha... Resiste... Así aceleras el efecto de la droga en tu cuerpo que ya debe estar afectándote, pronto perderás el sentido y a partir de ahí todo será más... Placentero -le empezó a susurrar Muñequita al oído mientras paulatinamente el movimiento de Phoebe se iba volviendo más lento y pausado.

  • No... No... Suéltame... -gimió la joven hechicera, mientras sentía que su cuerpo pesaba una tonelada. En ese momento una mujer vestida con un ajustadísimo uniforme de chófer y con una pistola de dardos en la mano cerró la puerta por dónde Phoebe había subido, luego se sentó en el asiento del conductor del auto gris y arrancó el motor para luego, lentamente alejarse por la calle y perderse en el tráfico, dejando a los dos criminales inconscientes en la calle.

  • Uuumm... Ayuda... Por favor... Paige... Piper... -susurraba ya sin fuerzas la mujer, cuando finalmente sus brazos le fallaron y se desplomó sobre Muñequita totalmente inconsciente.

  • Mmm... Eso es bebé... Duerme... -susurró Muñequita mientras se embriagaba suavemente con el aroma del cabello de Phoebe- Pronto podremos conocernos de forma más íntima.

Con una sonrisa la pelirroja giró sobre el asiento del auto dejando a la hechicera de lado en el respaldo y de un movimiento se arrancó la ropa que llevaba, ya se sentía casi asfixiada, quedando únicamente vestida con una lencería color azul cielo, pequeña y adornada con femeninos encajes, su ropa unida con velcro cayó a un lado en una madeja.

  • Aaaahhh... Si, eso es mejor -gruñó mientras se quitaba las zapatillas y se ponía unos altos tacones azules- Mmm... Ahora pasaremos un buen rato tú y yo... brujita sexy.

Rápidamente, frenética, excitada, la pelirroja se acercó a la chica inconsciente y con habilidad le quitó la chaqueta deportiva y los pantalones, luego sus zapatillas deportivas, dejándola en ropa interior: unas pantaletas y un brassier deportivo negro. Nada extraordinario pero sin duda ideales para deporte.

  • Mmm... Nada atractivo, pero eso se puede arreglar -gruñó la sonrojada pelirroja- lo que importa es lo que hay debajo.

Phoebe yacía desmayada, con los brazos a los costados, a pesar de ya no ser una jovencita su cuerpo seguía esbelto sin ser flaco y firme sin ser musculoso, estaba perfectamente bien proporcionada para su complexión y estatura, su busto mediano lucía delicioso y firme, sus piernas tonificadas prometían noches interminables de placer. Llevaba su cabello corto casi como un chico, pero eso solamente acentuaba la belleza y feminidad de su rostro.

  • Siii... Cuando seas mi hermanita pasaremos noches deliciosas, apenas puedo esperar para cogerte... -susurró Muñequita mientras acariciaba suavemente el escote y piernas de la mujer.

Mientras tanto Bombón avanzaba con el auto a una velocidad más bien baja por la avenida, sobre todo para no llamar la atención de las fuerzas del orden, lo último que necesitaban era que un patrullero los detuviera y los encontrara con una mujer inconsciente y semidesnuda en el asiento trasero; pero Bombón también conducía a baja velocidad para poder observar por el espejo retrovisor lo que hacía la pelirroja, de vez en cuando daba un vistazo sin poder controlarse, le gustaba la nueva adquisición de su amo y ver a la pelirroja aprovechándose de ella así la estaba excitando demasiado.

  • ¡Ooohhh... Que rico! Que mal que yo tengo mi misión... -pensaba la chófer mientras observaba brevemente cómo Muñequita acariciaba los sensuales labios de Phoebe con la yema de su dedo pulgar- Pero quizás después pueda tener un rato a solas con la nueva, quizás pueda convencer a mi señor de otorgármela. Mmm... Pronto, muy pronto.

Sin poder controlarse, la trigueña metió su mano izquierda entre sus lindas piernas y empezó a acariciarse lentamente.

Minutos después el automóvil se detuvo y X subió al vehículo, llevaba su largo cabello en una cola de caballo, vestía jeans azules y una cazadora negra, Muñequita le sonrió mientras le mostraba el precioso cuerpo de la hechicera.

  • Excelente trabajo esclavas... Lo hicieron muy bien, gran idea contratar a esos dos matones para utilizar el instinto heroico de la hechicera en su contra -felicitó X a sus esclavas ya sentado y con la cabeza de la linda mujer inconsciente en su regazo.

  • Fue muy fácil amo, de haberlo sabido la hubiéramos tomado antes -le dijo la pelirroja a su dominador con seguridad.

  • No. No la subestimes Muñequita, eso podría ser tu último error, la captura fue fácil, pero sospecho que doblegarla será el verdadero reto, recuerda que Halliwell es una poderosa hechicera y que además no me sirve inconsciente, la necesito despierta y esclavizada para que me ayude a crear más zapatillas rojas, y eso no será nada fácil. Mejor empecemos a probarla. ¡Esclava, ponle sus zapatillas! -ordenó X a la pelirroja.

  • Si amo... -respondió sumisa la chica, de inmediato sacó una caja de debajo del asiento del copiloto y tras quitar la tapa tomó unas zapatillas de esclava color gris satinado, punta abierta y altísimo tacón de aguja color plateado, cuidadosamente se las calzó a Phoebe, aunque eran sorprendentemente cómodas y aterciopeladas estaban fabricadas de un metal extraordinariamente duro y resistente para que la nueva aspirante a esclava no pudiera quitárselas, finalmente la jovencita le abrochó las gruesas y anchas pulseras alrededor de los tobillos, que se cerraron con un siniestro sonido metálico que las delataba como lo que eran: grilletes de esclava. Ahora solamente la llave de X podría abrirlos y liberarla.

Eso era muy importante pues esas zapatillas estaban marcadas por un poderoso hechizo, al hombre conocido como Scorpius le había costado una fortuna pero esas zapatillas no solamente ayudarían a dominar a Phoebe con la música, sino que además eran capaces de bloquear la potente magia blanca de la hechicera, sin interferir con el obscuro poder de Baal, el mismo poder que había dejado indefensa a la mujer en el automóvil y que impediría que pudiera ser localizada por sus igualmente poderosas y peligrosas hermanas.

  • Veamos que tal reacciona -dijo X sonriente mientras activaba su teléfono celular y una alegre melodía empezaba a sonar en el auto, la música llevaba un tono muy específico para afectar únicamente a las zapatillas de Phoebe y así no interferir con las otras esclavas.

Complacido X pudo percibir como una vibración empezaba a surgir de las zapatillas, extendiéndose rápidamente por las piernas y el cuerpo de la mujer, lentamente sus piernas se fueron tensando hasta quedar perfectamente derechas, firmes y con los pies en punta, como bailarina de ballet, luego los objetos encantados empezaron a familiarizarse con el cuerpo de su anfitrión, para poder someterla y controlarla mejor, primero sus piernas subían y bajaban alternadas como si nadara, luego se flexionaron y se cruzaron a la altura de la rodilla de forma provocativa, primero la derecha sobre la izquierda, luego al revés, y así varias veces, luego las zapatillas empezaron a darle placer a Phoebe enviando deliciosos pulsos a sus zonas erógenas, primero a sus piernas haciéndola deslizar sus pies entaconados suavemente sobre el asiento del auto para placer de Muñequita que estaba acariciando las piernas de la hechicera con descaro.

  • Mmm... -gruñó la mujer suavemente a pesar de estar inconsciente.

Luego las zapatillas se concentraron en las tiernas tetas de Phoebe, parecían exquisitos medios melones creados de carne mientras pulsaban bajo el hechizo de las prendas embrujadas.

  • Nnnhhh... -gruñó de nuevo la hechicera, mientras sus labios se retraía levemente mostrando unos dientes blancos y perfectos, su boca formó entonces un curioso gesto que parecía en parte de placer y en parte de rechazo, su cabeza se giró de un lado a otro...Pero no podía despertar.

  • Delicioso mi hechicera -dijo X complacido al ver la reacción del cuerpo de la mujer y excitándose con ello, en segundos había metido su mano en las pantaletas de Phoebe y empezó a acariciar su clítoris y los húmedos pliegues de su sexo- vas muy bien.

Con la boca ligeramente abierta la pelirroja ya había empezado a acariciarse bajo el vestido y dentro de sus delicadas pantaletas.

  • Uuufff... Si... Amo... Si...

Precisamente en ese instante el poder de las zapatillas empezó a danzar sobre el sexo de la mujer, ella apretó los ojos, su boca se abrió formando una O y una de sus manos empezó a acariciar sus pezones inconscientemente a la vez que sus piernas se abrían y encogían levemente mientras la música alcanzaba su clímax.

  • Vamos bruja, eso es... ¡Hazlo, vente para mí, vente, vente...! -le ordenaba X a la mujer en su poder mientras aceleraba el movimiento de su mano en la entrepierna de ella- ¡Vamos maldición!

  • Aaaahhh... Aaahh... Oooohhhh... -Ya gemía suavemente la mujer bajo el poder de las zapatillas y el delicioso ataque del hombre conocido como Scorpius.

Bombón ante ese espectáculo ya se acariciaba vigorosamente y aunque de vez en cuando miraba por el retrovisor procuraba mantener la vista fija en la avenida, volviéndose loca solamente con escuchar los débiles sollozos de la hechicera.

  • Ooohh... Por favor amo... Tómala... Aaahh... Hazla tuya... -le pedía impaciente la pelirroja.

Finalmente, de golpe, las tonificadas piernas de Phoebe se tensaron al máximo, bien rectas y en punta al alcanzar un poderoso orgasmo que la hizo arquear su espalda y dar un gruñido.

  • ¡Nnnggggrr...! -fue el sonido que salió de su garganta antes de caer sobre el asiento del auto agotada y todavía inconsciente. Mientras que la pelirroja y la chófer rápidamente la seguían con poderosos orgasmos al verla forzada a venirse por primera vez para su amo.

  • Aaaahhh... -gimió entre dientes Bombón sin soltar el volante con una mano.

  • ¡Siiiii... Oooohhhh! -casi gritó Muñequita mientras se dejaba caer contra el respaldo del asiento.

  • Mmm... Si, muy bien mi hechicera, sin duda tu sexualidad es muuuy saludable, disfrutas maravillosamente, es un gran primer paso... –le dijo X a la bella mujer mientras le acariciaba los labios y el cabello- Vamos a probar si ya pueden afectarte las zapatillas.

Lentamente el hombre se inclinó para hablarle a Phoebe suavemente al oído mientras la jadeante y sonriente pelirroja los miraba lánguidamente.

-Eres muy bella Phoebe, eres joven y hermosa... dilo -le dijo el hombre con seguridad.

Pero la trigueña de rostro angelical  no respondió.

  • ¿Me oyes hechicera? Es hora de cambiar tus deseos y apetitos...

De nuevo la mujer no hizo caso, solamente giró levemente la cabeza a un lado.

  • ¡Maldición! Pero que... -dijo molesto X ante la falta de respuesta de la mujer- Vas a obsesionarte con tu cuerpo...

Phoebe seguía inmóvil, respirando ya más lentamente.

Durante más de media hora el hombre conocido como Scorpius trato de alterarla, pero sin el más mínimo éxito, ni siquiera le respondía verbalmente, mucho menos repetía sus frases de condicionamiento.

-Demonios... No funciona... -dijo ya molestó X.

  • ¿Amo, que pasa? -preguntó confundida la pelirroja ante su actitud.

  • No responde al dominio estando inconsciente... en absoluto, debe ser resultado de su fuerte voluntad como hechicera –dijo el hombre apretando los puños y con un gesto de impaciencia-Años de controlar fuerzas sobrenaturales le han dado una resistencia al poder de la magia. Al menos dormida.

Esperaba que dormida fuera más vulnerable... Pero no... Al parecer no podré dominarla de forma subconsciente como a ustedes mis esclavas. Esperaba poder someterla paulatinamente estando dormida o inconsciente, pero al parecer tendré que intentarlo estando despierta... -X hizo un gesto de preocupación evidente- justamente lo que trataba de evitar, pues sigue siendo una hechicera, y ni siquiera estoy seguro de si funcionará, lo peor que podría pasar es que sea totalmente inmune al poder de las zapatillas rojas... Pero no tengo opción, debemos intentarlo.

  • Si Amo... -dijeron al unísono las esclavas que alguna vez se llamaron Sydney y Patricia, preocupadas por la aparente falta de seguridad de su dueño.

Justo entonces llegaron al aeropuerto de San Francisco, rápidamente el automóvil llegó a una caseta donde una mujer de seguridad le dio un vistazo al interior antes de levantar la barrera que llevaba a los hangares, vio a la chófer, al hombre, a la pelirroja y a la mujer desmayada, ambas semidesnudas, luego miró de nuevo a X, ahora fijamente.

  • Todo bien señor Scorpius? -preguntó muy seria la agente. Era bonita, esbelta, de ojos verdes y cabello rubio muy corto.

  • Todo perfecto Amber, ya vamos a casa, ¿tienes algo para mí? -le respondió este simulando ingenuidad.

La mujer miró a ambos lados de la caseta, asegurándose de que no hubiera nadie, luego le sonrió coqueta a X, se bajó el cierre de su uniforme hasta la cintura y se abrió la parte superior con ambas manos, dejando ver dos grandes senos, firmes y respingados de pezones rosados.

  • Ya sabe que esto es para usted Amo... Siempre... -respondió la chica sin dejar de mirar fijamente al hombre.

Este le hizo un guiño, lo que  hizo que Amber bajará la vista tímidamente y sonriera complacida. La barrera se levantó suavemente.

  • Me encantaría Amber, pero hoy tengo prisa, sin embargo apuesto que tu lujuria te debe tener desesperada, así que ¿por qué no te masturbas para mí? –le dijo X a la chica a la vez que activaba un programa de su celular, generando una frecuencia ultrasónica solamente para ella -Estoy seguro que lo deseas de forma incontrolable, es más, tómate todo el día para darte placer, te lo mereces...

Al momento X le dio una señal a Bombón y el automóvil gris arrancó hacia los hangares, mientras en la caseta la dulce agente rubia estaba acostada boca arriba en el piso, masturbándose desesperadamente con una mano metida en el cierre abierto de su uniforme, sus gemidos de gozo se perdieron en el ruido del aeropuerto, mientas en sus pies sus botas azules al tobillo de altísimo tacón parecían pulsar al ritmo de los gemidos de Amber.

Finalmente llegaron a los hangares, donde el automóvil se detuvo ya cerca de un jet privado que esperaba listo para despegar, apenas minutos después bajaron del auto, primero Bombón luego Muñequita, que se había puesto una gabardina de color negro solamente para evitar llamar la atención entrando al avión luciéndose como modelo de lencería, las dos se pusieron a lado de la escalera que llegaba a la puerta del avión, dentro del auto X activó un botón de su teléfono inteligente y al instante el cuerpo de Phoebe se tensó, luego ella salió del auto aún inconsciente, ya le habían puesto también un corta gabardina color gris a juego con sus altos tacones de esclava y unos anteojos obscuros, luego, siguiendo la música que el hombre había activado para las zapatillas, empezó a caminar hacia su perdición mientras bailaba levemente siguiendo el ritmo, ondulaba sus caderas, daba un par de saltitos, luego movía sus hombros con la melodía y seguía caminando. Muñequita ya se relamía, humedeciendo sus labios al ver a la esbelta mujer de cabello corto bailando sensualmente. Bombón tuvo más disciplina pero le atraía igualmente la hechicera, a la que miró sutilmente cuando pasó junto a ellas al empezar a subir las escaleras del avión mientras seguía moviéndose                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                           de forma provocativa.

Luego X subió a la escalera detrás de la inconsciente bailarina, mirándola de forma penetrante, anticipando el placer y el poder que obtendría cuando lograra dominar a esa linda mujercita que balanceaba sus caderas mientras llegaba casi a la cima, su gabardina era tan corta que mientras Phoebe se movía el hombre podía ver perfectamente sus cremosas piernas calzadas con zapatillas de esclava, incluso la redondez de sus nalgas cuando se inclinaba demasiado. El hombre apenas podía esperar, le abrumaban las ansias de poseerla...

Ya dentro del avión, X apagó la música, las chicas sentaron a la hechicera y le pusieron el cinturón de seguridad antes de reclinar el respaldo, aún estaría inmovilizada un par de horas.

Las dos azafatas vestidas de minifaldas y escotados sacos azul                                                                                                                                                                                        marino, medias y altas zapatillas a juego les sonrieron de forma encantadora mientras se sentaban, para luego acercarse y ofrecerles bebidas, alimentos o cualquier otro "servicio" que pudiera complacerles.

X sabía perfectamente que los gestos de esas esclavas eran sinceros: sus sonrientes labios rojos presentaban un ligero temblor, en sus alegres miradas de largas pestañas se notaba un dejo de desesperación y con cada roce y postura trataban de provocar a su amo o al menos a sus sirvientes cercanos. Como muchas esclavas de segundo orden (como Amber) las azafatas habían sido condicionadas para excitarse con facilidad, al ver o escuchar a su señor, o a otras chicas e incluso al ver sus propios cuerpos, pero tenían negada la liberación del orgasmo sin permiso de X, lo que les causaba un estado de permanente frustración sexual, podían masturbarse durante horas sin jamás poder desahogarse, a menos que su dueño se apiadara de ellas y les otorgara un éxtasis explosivo.

Y debido al poder de las zapatillas rojas cada uno de esos turbadores y debilitantes orgasmos les parecía más y más poderoso que el anterior, fueran de forma física y compartida o de forma remota y solitaria por medio de las redes digitales, generándoles una vergonzosa aunque exquisita adicción a X y su malévola organización.

A su manipulador amo le encantaba tenerlas así: permanentemente fogosas, provocativas, ansiosas, avergonzadas de su propio comportamiento e incapaces de evitarlo; tal como estaba planeado... no solamente eran esclavas de ese hombre, sino también de su propia y abrumadora lujuria insatisfecha.

  • ¿Alguna otra cosa en la que pueda servirles? -les dijo una última vez una de las chicas después de servirles vino y canapés y justo antes de retirarse- lo que sea... Será un placer.

En la muy amable voz de la azafata de largo y rizado cabello castaño, X pudo saborear al final de la frase un ligero tono ronco de deseo que al hombre le encantó, la miró un momento de arriba abajo y le sonrió.

  • Bueno, ya que lo mencionas... ¿Jeannette?

El dominador se preciaba de tener una memoria eidética y poder recordar todos los nombres, rostros... y cuerpos de todas sus esclavas, sin duda la prodigiosa memoria de X era una de sus más valiosas herramientas para triunfar, siempre lo sería. Aunque a veces el hombre les ponía a las esclavas algún apodo humillante, sobre su cuerpo o su sexualidad, era un "privilegio" destinado a las más cercanas a él, las marcaba como especiales y favoritas de sus atenciones. A las demás simplemente las llamaba esclavas, o cuando sus propios nombres le complacían los utilizaba fascinado. Como era el caso con la azafata o con la agente de seguridad Amber.

  • Si señor, a sus órdenes... Lo que sea... -respondió la joven de 23 años al instante, con una enorme sonrisa y fuego en la mirada.

  • Ahora se me antojan unos canapés dulces ¿Puedes traerlos esclava?

  • ¿Qué? Pero yo... -empezó a responder la chica entre incrédula y frustrada.

  • ¿Algún problema esclava? -la interrumpió X, mirándola fijamente, haciendo que la chica callara, que se pusiera en postura militar de firmes y pasara saliva nerviosa.

  • No amo... -respondió en un susurro la joven, bajando la mirada y sintiendo como volvía a humedecerse su vagina por la intensa mirada de X y la humillación recibida, para de inmediato darse vuelta para ir a la zona de servicio del avión.

  • ¡Entonces muévete! - le gruño el hombre a la vez que le daba una fuerte nalgada, que la hizo trastabillar, dar un pequeño chillido... Y alcanzar un debilitador orgasmo que por reflejo la hizo poner una mano en la base de su esbelto cuello y la otra en su bajo vientre.

  • ¡Aaaayyy... aaaahhh...! -gimió, tras lo cual, muy apenada, corrió lo más que pudo en sus altos tacones azul marino y al entrar en la sección de alimentos cerró la cortina, se apoyó con ambas manos en la mesita con ruedas del avión y sin poder controlarse empezó a llorar.

  • ¡Oh Amo, que cruel eres...me encanta! -le dijo Muñequita mientras sonreía divertida.

  • Lo sé Muñequita, recuerdo que tú misma disfrutas estos juegos -le respondió X complacido.

Jeannette se sentía horriblemente tensa y desesperada, llevaba casi seis meses sin un desahogo, sin una buena y salvaje cogida, y lo que acaba de ocurrir solamente lo había empeorado, ese pequeño orgasmo que acababa de tener simplemente la había dejado aún más deseosa y caliente.

  • ¿Dios como me metí en esto? -pensaba la chica mientras empezaba a preparar los alimentos que le habían pedido. Apenas un año atrás era una prometedora pasante de medicina, pero se había encontrado con Scorpius en un restaurante, al principio lo había rechazado cuando intentó hablarle, pero la convenció de llevarse unas lindas zapatillas negras de su exclusiva marca y a partir de ahí su vida entera había dado vueltas en espiral y fuera de control.

  • Estoy harta -pensó molesta mientras acomodaba los canapés y tensaba una pierna y flexionaba la otra alternativamente, provocativamente- tengo que renunciar... Tengo que salir de esta trampa.

De algún modo ese hombre la había seducido y ahora la tenía sometida, ya no podía vivir sin él y sin el placer que le podía dar, de algún modo la había empujado a obsesionarse con su propio cuerpo, con su sexualidad, entonces había empezado a vestirse de forma sensual y casi exhibicionista, luego bajo sus instrucciones y aprovechando su vulnerabilidad en un momento de gran placer la había iniciado en el éxtasis del lesbianismo, al principio se resistió pero después de unas semanas se había vuelto adicta, ahora lo único que le atraía más que sus preciosas compañeras era el sexo con Scorpius, abrumador, exquisito y salvaje sexo...

Jeannette entrecerró los ojos brevemente al recordar el las sensaciones que disfrutaba al coger con ese individuo.

  • Ooohh... Siento que lo he perdido todo por nada -susurró mientras se limpiaba las lágrimas cuidando de no arruinar su perfecto maquillaje resistente al agua.

Después, sin entender bien como, ella había aceptado dejar la facultad e irse a trabajar para él como azafata en su jet privado… ¡pero sin paga! Solamente le daban exquisitas comidas y toda la ropa (sexy) que pudiera desear (en especial altísimas y sofisticadas zapatillas de tacón alto) pero ya no podía manejar dinero, en sus bolsillos no tenía una sola moneda o tarjeta de ningún tipo, se había vuelto totalmente dependiente de ese diseñador de modas para sobrevivir.

  • Debe haber un modo, quizás si huyo... -pensó confundida de su propia debilidad mientras se inclinaba sensualmente para guardar los alimentos que ya no necesitaba en un estante bajo- No... No sé... ¿Qué hago?

A la pobre joven X le había arrebatado por medio de sus condicionamientos todo trazo de seguridad, de niveles superiores de raciocinio, de resistencia. Ahora la prometedora y decidida pasante de medicina era solamente una muñeca con dos únicas ideas dominando su vida: la obediencia y el sexo... con su amo.

Peor aún, desde hacía seis meses ya no podía alcanzar el orgasmo sin Scorpius o sin su permiso explícito, y aún así requería siempre de una pequeña sesión de azotes para lograrlo, pero era tan maravilloso, tan salvaje y placentero que sentía que se moría de placer y a menudo perdía el sentido al conseguirlo.

Y justo ese día pensó que al fin alcanzaría la ansiada liberación, tan deseada y necesitada, pero no, en su lugar el empresario de modas había jugado con ella, la había rechazado, y luego con uno de sus maravillosos azotes la había dejado saborear el placer absoluto por un breve instante para después arrebatárselo despiadadamente al no cogérsela como ella esperaba.

  • Tal vez pueda... -pensó mientras se daba vuelta para recoger la charola ya lista. Pero entonces, de la nada, sintió como la empujaban desde atrás poniéndola de frente contra la pared, el primer movimiento la confundió e inmovilizó, dejándola sin aire- ¡Aaaayy...!

Un instante después sus muñecas estaban fijadas en la espalda por medio de unos grilletes negros que Jeannette no recordaba llevar puestos.

  • Hola encanto, vengo por mis bocadillos dulces... -escuchó la asustada joven que le susurraban al oído, trató de recuperar el equilibrio, pero en sus altos tacones y con las manos fijas tras ella tuvo que seguir atrapada contra la pared y casi parada de puntitas.

  • Oooohhhh... -gimió suavemente la azafata, estaba avergonzada, asustada y excitada a partes iguales- ¿Pero qué...?

Sintió entonces como le subían la falda hasta la cintura y con un movimiento rápido la obligaban a abrir las piernas a la altura de los hombros. Como indicaba el reglamento, llevaba unas sexys medias azules al muslo con ligueros que se sujetaban de un delicado cintillo de encaje azul en la cintura de Jeannette, así como una pequeña tanga azul elástica que prácticamente dejaba expuestas sus nalgas.

  • Muy bien Jeannette, veo que mis bocadillos dulces ya están listos... Muy lindos. -le dijo roncamente X mientras acariciaba con lujuria los muslos y pompas expuestos de la mujer, su mano se movía suavemente sobre el sedoso muslo cubierto de medias casi hasta la entrepierna, luego sentía el excitante cambio al deslizarse sobre la cremosa y sensible piel de sus carnosas nalgas, se sentían levemente frías... De momento. Empezó a frotar gentilmente el clítoris de ella desde atrás con dos dedos sobre la tela de las delgadas pantaletas, luego con el dedo índice trazó lentamente la temblorosa grieta que dividía el primoroso trasero de la chica que tanto le gustaba al hombre.

  • Mmm... -gimió la azafata entrecerrándolos ojos, incapaz ya de pensar en su enojo, en su humillación, en su esclavitud, ya solamente podía sentir, disfrutar, desear... inconscientemente se puso de puntas sobre sus tacones azules y arqueó suavemente su espalda esperando aquello con lo que soñaba y la obsesionaba desde hacía meses- Por... Por favor... Amo... Ooohh...

En un instante el hombre ya se había bajado los pantalones, luego, sin soltar las muñecas de la joven, la hizo girar y la obligó a recostarse de espaldas sobre la mesita con ruedas, con una mano apartó hacia un lado el elástico de la tanga que cubría su vagina y con la otra guió su miembro ya duro y caliente directamente entre las lindas piernas de Jeannette, penetrándola hasta el fondo con facilidad pues estaba tremendamente húmeda y lubricada.

  • ¡Aaaaaaaahhhh...! -gritó ella sin poder contenerse al fin, luego X empezó a embestirla una y otra vez con un rápido ritmo, que hizo que el mundo se disolviera en nada y que su raciocinio se desdibujara, convirtiéndola en un animalito salvaje encantado de copular con su macho sin pensar en nada más- ¡Aaaahhh... Siii... Oooohhhh...!

  • Mmm... Eso es... -gruñía el hombre a la vez que la sujetaba de las caderas para controlarla y penetrarla más profundamente- Te extrañaba... esclava...

El tiempo pareció detenerse mientras ella simplemente disfrutaba el placer que tanto la había eludido, dejándose llevar y cooperando encantada con su dominador, empujaba sus caderas contra él a cada penetración y le rogaba por más.

  • Por favor amo... Tómame... Tómame... Una vez... Más... Hazme... Tuya... Aaahh... -sollozaba Jeannette extasiada mientras su amo seguía embistiéndola a la vez que besaba sus esbeltas y entaconadas piernas sobre las suaves medias. La chica había empezado a llorar de nuevo, pero esta vez, eran lagrimas de puro gozo, de incontenible alegría, era un llanto de puro placer…

Finalmente X la obligó a darse vuelta, quedando inclinada sobre el carrito, con sus redondos senos ya expuestos y aplastados contra la dura superficie, sus piernas extendidas y sus nalgas bien levantadas y temblorosas de anticipación...

El hombre retomó el ritmo pero esta vez le daba un maravilloso azote con cada penetración, cada golpe aturdía y estimulaba a la excitada azafata cada vez más.

  • ¡Siii... Aaayyy... Ohhh... Amo... Házme... Tuya... Aaaahhh... Tómameee...! -empezó a gritar la joven a punto de liberar de forma explosiva meses de tensión y lujuria insatisfechas- ¡Siii... Soy tu... Putitaaa...!

  • Aaahh... Pero eres... algo más... Dilo... ¡Diloooo! -gruñó al fin su dominador al darle un último azote/embestida y venirse profundamente dentro de ella llenándola de su cálido semen- ¡Nnnggggaaaahh!

Al mismo instante la vulnerable y sometida joven alcanzó al fin su largamente esperado y anhelado orgasmo, haciéndola sentir que estallaba en cien fragmentos exquisitos de placer y delicia.

  • ¡Tu... esclavaaaa... soy tu... Esclavaaaaaaaa..! -gritó Jeannette para luego desplomarse desmayada y sonriente sobre el carro de servicio, luego X se separó de ella, le acomodó la ropa interior y le acarició amorosamente las nalgas un momento. En las bocinas del avión se escuchó la voz de la piloto.

  • Señor Scorpius, estamos llegando al aeropuerto, en breve empezaremos el descenso.

X sonrió, luego levantó a Jeannette como si fuera una niña, la sentó en su puesto de azafata para el aterrizaje y le abrochó el cinturón de seguridad.

  • No puedo esperar para tener a Phoebe tan dominada y complaciente como tú esclava, las ansias me consumen, ya quiero someterla… será todo un reto. –le susurró a la joven azafata, luego le dio un beso en la frente y se fue a su asiento, ya estaban llegando a su destino…

CONTINUARÁ