Heaven
Una tiene ojos en la espalda, querida. Aún así, amo a las dos. A vos y a tu hermana, mi novia.
Basado en hechos reales.
Para ustedes, de mi más sincera consideración.
Heaven
El día que te conocí, te mostraste como una fiera. Apenas podías siquiera nombrar mi nombre que querías ir a matarme, donde fuera que viviera. Todo porque estaba enganchada con la persona que vos querías tener. Todo porque deseabas a quien luego se convirtió en mi pareja.
Pasaron tantos meses para que volvamos a encontrarnos. Te mostraste como una persona que demostraba estar débil y bajo amenaza de que no harías nada que “atentara contra mi vida”. Te acepté en mi vida, porque ¿Qué tendría de malo hablar con mi “cuñadita”? descubrí que eras dos años más que yo, con una imperiosa fortuna a cuestas, que desdeñabas, pero, a pesar de eso, tu mentalidad parecía la de una chica menor. Pasaron muchos segundos, minutos, horas, días, semanas y meses, para que la confianza entre nosotras comenzara a afianzarse hasta un extremo bastante alarmante.
No entendía tus insinuaciones, mas las contestaba de la forma más inocente que podía. De verdad, eran un misterio, cómo de un mes a otro, cambiaste radicalmente conmigo. Las insinuaciones se tornaban cada vez más descaradas. Que caricias, que abrazos, que besos… Poco a poco, fui cayendo en tu red, en tu trampa, enamorándome infaliblemente. Y entonces, me enteré de las cosas que hacías mientras me contabas y me pintabas un mundo de fantasía donde vos eras la niña buena y yo era la desgraciada que “quería algo más”. Te acostabas con todas las chicas que podías, en un afán de olvidar a tu antigua ex, que había vuelto con una ex de ella, luego de cortar con vos. Te acostaste con la chica que más le gustaba a la mejor amiga de mi novia. Si bien, al principio fue inocentemente, la cosa se volvió turbia y no te importó los sentimientos de ambas chicas, sólo querías sacarte las ganas de una forma bestial y hasta se podría decir que machista.
No pasó demasiado tiempo hasta que me enteré que vos, sí, vos, estabas perdidamente enamorada de mi novia, tu “hermanita” que me juraste que jamás estarías detrás de ella y sin embargo, vamos, somos grandes, querida. Y no me chupo el dedo. Puedo parecer estúpida detrás de una pantalla, con emoticones y demás tonterías, pero la verdad es que no soy ninguna tarada. Sabía que estabas enamorada de mi novia, apenas te conocí. Ese afán de conocerme, en plan de guardabosques celoso hasta la médula, hizo que sospechara de vos, desde la primera cruzada que tuvimos.
Para que sepas, en ese momento, no era el “ligue de tu hermanita”. Era su amiga que estaba enamorada de ella.
Mi, en ese entonces, “amiga con derecho” no se decidía qué hacer conmigo y vos tomabas ventaja sobre las dos. Tratabas de enamorarme y tratabas de enamorarla, de una forma tan enfermiza que me pone los pelos de punta. Y entonces, tu hermanita te traicionó. Me pidió ser su novia, con toda la ilusión de una niña pequeña. Yo no sabía cómo reaccionarías ante nuestra felicidad inmensa. A pesar de que, necesitaba dejar de hablarte de la forma amorosa con la que hablábamos, me era imposible ¿Por qué?
Una amiga tuvo la solución: Te enamoraste de tu cuñada, me dijo. Amás a tu novia y a tu cuñada a la vez.
Recuerdo que dejé de hablarle por meses, semejante injuria había dicho.
Te recuerdo que viniste a Argentina a visitar a tu familia, me prometiste pasar por Buenos Aires para ir a verme en una obra de comedia musical que estaba haciendo, pero inventaste cualquier excusa para no ir. Te esperaba ansiosamente, tenía ganas de conocerte, hacías que mi corazón palpitara. Miraba en ese entonces, la multitud desde el escenario, deseando que tanto mi novia como vos estuvieran mirándome, pero nada. No había nadie. Te fuiste a España. Y ahí la cosa se fue al carajo.
Y entonces, cuando menos quise darme cuenta, las cosas comenzaron a subirse de tono. Hasta que un mes en particular, mi novia, tu hermana; decidió hacerme una visita en Buenos Aires. No hace falta explicar qué fue lo que hicimos; con decir que me sentía en el cielo, que me sentía la mujer más amada y feliz del mundo creo que basta. Volvió a su provincia y yo quedé con el corazón destrozado porque quería más estar a su lado.
No pasó tiempo para que las cosas comenzaran a volverse más frías entre vos y yo, querida cuñada. Tus celos y envidia, bronca porque finalmente tu hermanita había cedido ante mi “poder”, te delataban. Mi novia te concertó una cita con una mujer. Ese nombre lo tengo grabado como fuego en mi memoria. Psicóloga, había dicho. ¡JA! Heterosexual, había dicho. ¡LAS PELOTAS! Te acostaste con ella, después de jurarme sobre lo jurado que no la verías con otros ojos. No confío en los psicólogos y ella había traicionado mi confianza. Dijiste que era la primera vez en tu vida que habías hecho el amor con una mujer, que no te podía culpar. Estuvimos peleadas por mucho tiempo y encima de eso, casi pierdo a mi novia por tu culpa. No fue el tema de una “traición” sino el mentirme descaradamente en la cara. El pensar que me vas a pasar por encima una y otra vez.
Tengo ojos en la espalda, querida.
Tocamos otro tema delicado. A sabiendas que yo necesitaba irme del país por la situación familiar, me comentaste que tu plan era desaparecer de la faz de la tierra con tu nombre original. Inventarías otro, te irías a un lugar muy lejano y apenas me escribirías. Me rompiste otra vez el corazón. ¿Por qué? Porque me dijiste “deja a tu novia y vení conmigo. De la otra forma, no te acepto”. Decidí quedarme a regañadientes en Argentina, mientras vos, tenías todos los preparativos para marcharte de España. Me había deprimido y a mi novia finalmente le cayeron las fichas de la realidad. Estaba enamorada de las dos.
Se disputaban por mi, por un trozo de mi o lo que sea, hasta que me defendí. Dije algo que no debía decir, algo que las lastimó fuertemente y dejaron casi de hablarme al instante. Me odiaban, pero todo lo que me habían dicho hasta ese entonces, me lo comí y jamás dije nada. Una tiene un límite.
Las cosas poco a poco, comenzaron a ubicarse en su lugar. Aplicamos la ley de “nadie sabe nada”, pero siempre sale. La verdad siempre sale. Los renconres también. Porque por más que me dijeran lo mucho que me querían, me tenían rencor. Y, la verdad, no lo merecía. Jugaron demasiado con mi mente, enterándome de tantas cosas una de la otra que ya no sabía qué creer. Resulta que también mi novia te amó en su momento. Y después la culpa la tengo yo, de haberme enamorado de vos.
Pasaron meses, te hiciste la superada, que no amabas a mi novia, que no me amabas, cuando se nota a la legua lo que sentís por nosotras. Estuviste demasiado tiempo sin estar con nadie, sin sexo, sin salidas casuales. Sin nada. Trabajando y la verdad, es que me di cuenta cuando comenzaste a mentirme en la cara.
Te dije, no soy pelotuda.
De golpe, mi novia comenzó a tratarme como si fuera una extraña. No más te amo, no más “caricias”, muchas recriminaciones, mucho odio encarcelado con una máscara de felicidad aparente. Y todo encastró.
Sabía que te veías con alguien más. Sabía que no era tu novia, pero que era tu amante con la cual te sacabas las ganas. No pasó demasiado tiempo, para que finalmente lo largaras. Vomitaras toda esa verdad que ya estaba pudriéndote. Te dije mi punto de vista y me diste un punto de vista hasta ridículo. ¿Te pensás que tu “hermanita” puede llegar a dejar tu novio con el que es muy feliz por vos? Decís que tenés mujeres, que no vas a enamorarte. Eso no es más que un ataque de rebeldía, un ataque de QUIERO TENER EL CONTROL, un ataque de ME IMPORTAN UN CARAJO VOS Y TODO EL MUNDO QUE ME RODEA Y SE DESVIVE PARA CUIDARME.
Desde ese entonces, me dejaste de hablar. Me dijiste cosas fuertes que terminaron destruyéndome cuando sólo quise exponer un punto de vista realista. Querida, sos divina, especial… pero nadie dejaría una vida y un futuro por tu capricho. Ahora sólo querés arruinar la vida de los demás porque “no fuimos buenas” al parecer. ¿Qué podía hacer? Tengo el maldito corazón dividido. Te dije muchas veces lo que sentía, mi novia también lo sabe. El problema es que jamás se habló entre las tres, como personas adultas.
Pero seamos sinceras.
Ninguna de ustedes, queridas novia y cuñada, tienen los ovarios que tuve para enfrentar la verdad.
Tres es multitud…
Y lo será siempre y cuando todo sea apariencias y engaños.
Vamos a ver hasta cuánto voy a durar.
Porque ya no tengo más fuerzas.