He tenido un sueño húmedo contigo, papá.

Le pellizcó los pezones, luego la cogió por los pelos, tiró hacia atrás y le dio a mazo.

Espagueti con pepinos, calabaza y olivas, eso se estaban comiendo Eugenio, su esposa Clara y su hija Dulce. Era el primer día que comía juntos desde que regresara de la cabaña. Clara le dijo a su sirvienta Matilde, una mexicana de veintiocho años, rellenita, con buenas tetas y buen culo que estaba reponiendo servilletas en la mesa:

-Cada día te superas cocinando, Matilde.

-Gracias, señora, pero a mí esta comida...

-¿Qué le pasa a la comida?

-¿Puedo hablar con franqueza?

-Claro, habla.

-Cómo que no, señora, cómo que no.

-¿Cómo que no, qué?

-Que para mí es bazofia.

-¿No te gustan los espaguetis hechos de esta manera?

-No me gusta ninguna de las comidas que les hago.

-¿Cómo definirías lo que nos cocinas?

-Nomas se lo diga se va a enojar.

-¿Cómo la definirías?

-Pura mierda.

Clara se puso cómo una fiera.

-¡Estás despedida!

-Me vale madre. Aquí no estaba bien.

-¡Puerta!

Dulce le dijo a su madre:

-¿La has despedido por decir la verdad?

-¡La despedí por ser una descarada!

-Mira, mamá, llevamos más de un año comiendo porquerías por tu culpa y antes de casarte comías de todo. ¿Es que tienes miedo a engordar?

Clara no conocía a su hija.

-¡¿Cómo puedes hablarle así tu madre?!

-Porque estoy hasta el coño de comer porquería. Manda hacer un buen cocido gallego...

La sirvienta que salía por la puerta, se giró y le dijo:

-Eso, o mande hacer una buena barbacoa.

Clara tenía el genio subido.

-¡Falta te haría, vaca!

Matilde se arremangó, tiró cara a ella y le dijo:

-Ni modo de irme sin calentarla.

Eugenio se levantó y se puso entre Matilde y su mujer.

-No te pierdas, Matilde, acabarías en la cárcel.

Dulce le dijo a su padre:

-Deja que Matilde le dé una buena manda de hostias.

Clara estaba entre anonadada e incrédula. No podía creer que estuvieran todos contra ella. La mujer años atrás había practicado Tai Chi. Así que se levantó de la mesa, se puso en posición defensiva y le dijo a su marido:

-Deja que venga.

-¿Seguro? Mira que te puede meter las del pulpo.

-Quítate de en medio.

Se apartó, la mexicana fue con las dos manos directas a los pelos de Clara, pero sin saber cómo acabó con su cabeza entre las piernas de su señora, con su coño en la boca (bajo las  bragas) y oyendo cómo le decía:

-¿Quieres carne? -le frotó el coño en la boca-. ¡Toma carne!

Dulce se levantó para salir de allí pitando. Clara dejó a la mexicana y le puso una mano en el hombro.

-¿A dónde vas, ratita?

-Iba a hacer pis.

Clara miró para su marido y le preguntó:

-¿La castigas tú o la castigo yo, Eugenio?

-No creo que merezca ningún castigo.

-Quería que me pegara la sirvienta. ¿Te parece normal?

-Le daría un aire.

-¡No la defiendas! ¿La castigas tú o la castigo yo?

Dulce le había cogido miedo a su madre.

-Prefiero que me castigue él.

Por llevarle la contraria le dijo:

-En ese caso te castigo yo.

Matilde se iba del comedor. Clara le dijo:

-Si quieres quedarte a servir, quédate, Matilde. Creo que fui injusta contigo.

Matilde, cómo si nada hubiese ocurrido, le preguntó:

-¿Recojo la mesa?

-Recoge.

Dulce se escaqueaba caminando en las puntas de los pies.

-¿Adónde piensas que vas, ratita?

La miró de lado y con cara de tener muchas ganas de orinar

-¿A hacer pis?

Clara separó la silla de la mesa y se sentó en ella.

-Échate sobre mi regazo.

Dulce se echó sobre su regazo, le levantó la falda, le bajó las bragas y le dio con la palma de su mano derecha.

-¡¡Pumba, pumba, pumba, pumba!!

Dulce se rebotó.

-¡La madre que te parió!

-Esa es tu abuela.

-¡No hacía falta que me humillaras!

-¡¡Pumba, pumba, pumba, pumba, pumba!!

-Seguro que papá y Matilde me están viendo la raja y los pelos del coño.

-¡¡Qué manera de hablar es esa!!

-¡¡Pumba, pumba, pumba, pumba...!!

Cuando dejó de darle tenía las nalgas al rojo vivo y el coño mojado.

Al ponerse en pie y luego de subir las bragas, le dijo a su madre:

-Sentía cierto remordimiento. Ahora me alegro de haberlo hecho.

-¿De qué me estás hablando?

Eugenio pensó que le iba a hablar de ellos y casi le da un infarto. Respiró cuando le respondió:

-De comer carne a tus espaldas.

-¿Eso haces?

-Sí, yo no puedo pasar sin mi chuletón semanal ni sin mis hamburguesas, y diría que tú tampoco.

-¿Te  crees que cómo carne a escondidas?

-Sí, y papá también lo hace. Estamos viviendo una farsa.

Clara miró para su marido.

-¿Es verdad eso Eugenio?

El hombre vio la oportunidad de que las cosas cambiaran en aquella casa y se sinceró.

-A ver, Clara, cuando te conocí me dijiste que eras vegetariana, yo nunca te dije a ti que lo fuera.

Matilde se metió en la conversación.

-¡Mire que la quiere, señora! El señor ha estado comiendo bazofia todo este tiempo para complacerla.

Siguieron hablando, pero lo importante es que en el palacete se empezó a comer de todo, incluidos frijoles y carnes a la barbacoa, barbacoa que tuvieron que comprar.

La primera experiencia lésbica de Dulce.

Una tarde que Eugenio estaba en el bufete, que Clara se fuera de peluquería y que Dulce no tenía clases por la tarde, pero sí ganas de follar, llamó por teléfono a su amiga Tamara, que era una jovencita de su edad, lesbiana, morena como ella, con un cuerpazo y que más de una vez le había echado los tejos, le preguntó:

-¿Cómo estás, Tamara?

-Quien me probó me dijo que estaba buena.

-Dime de que presumes...

-Y te diré cómo te follaría.

-¿Cómo me follarías?

-Dime de que presumes.

-De tener las tetas duras y  el coño pequeño.

-Te daría un repaso...

-A lo mejor me gustaría que me lo dieses.

-Mucha lengua, pero por teléfono. La última vez que me arrimé a ti en el lavabo del instituto saliste corriendo.

-Y al llegar a casa me hice una paja en mi cama pensando en ti.

-¡Hija de puta! ¿Me estás calentando para reírte de mí?

-Ven a mi casa y compruébalo.

-¿Tenes ganas?

-¿Qué sí tengo ganas? Tengo unas ganas locas de correrme en tu boca y de que tú te corras en la mía.

Media hora más tarde Matilde acompañaba a Tamara hasta la puerta de a habitación de Dulce.

Tamara entró en la habitación y cerró la puerta. Vestía con un abrigo de piel de color marrón. Lo abrió y Dulce vio que debajo llevaba solamente una lencería blanca. Tamara sonriendo le preguntó:

-¿Te apetece algo de esto?

Dulce, que estaba tapada con una sábana, se destapo. Tamara la vio desnuda y oyó cómo le decía:

-¿Y a ti te apetece algo de lo que ves?

-¡¡Joder qué buena estás!! ¡Todo, me apetece todo!

Tamara caminando sensualmente sobre sus tacones altos se acercó a la cama, quitó el abrigo. Con la piel hacia abajo se lo echó encima y le dijo:

-Tápate que te puede coger el frio.

Se quitó los zapatos y se metió en cama. Puso su cabeza entre las piernas, y debajo del abrigo le pasó la lengua por el coño.

-Huele de maravilla y está muy mojado. Hace poco que te has corrido.

Dulce se había hecho dos pajas mientras esperaba por ella.

-Me corrí dos veces pensando en ti.

Tamara le quitó el abrigo de encima y fue besando y lamiendo su vientre. Al llegar a las tetas su lengua aplastó los pezones, luego lamió las areolas haciendo círculos sobre ellas, a continuación chupó los pezones y le dio pequeños mordiscos y después le chupó las tetas al tiempo que las amasaba... De las tetas fue a su boca. Le pasó la punta de la lengua entre los labios desde una comisura hasta la otra y luego se la metió dentro. Dulce se la acarició con la suya y comenzó un beso de esos que duran una eternidad y que dejan los coños tan encharcados que parecen bebederos de patos.

Al acabar el beso le dijo Dulce:

-Quiero que me enseñes a comer un coño.

-¿Comiéndotelo o dándote instrucciones?

-Tu sabrás cómo es mejor.

-Con un 69 lateral podrás hacer lo mismo que yo te haga.

Se pusieron de lado. Tamara con la boca en el coño de Dulce  fue lamiendo, chupando, metiendo dedos en el coño y jugando con el ojete. Acariciando el clítoris con ellos... Dulce hacía en el coño y el ojete de Tamara lo mismo que Tamara le hacía a ella. Al final se corrieron devorándose los coños y gimieron como dos putas. Dulce fue la primera.

-¡Me corro!

Tamara le cogió la cabeza, le volvió a poner la boca en su coño, y frotándose contra la lengua le llenó la boca de jugos con una corrida brutal, aunque no era menos la que se estaba tragando ella.

La paja.

Eugenio estaba en su despacho cuando le sonó el tono del WhatsApp. Miro el mensaje y leyó:

-Adivina que estoy haciendo, papá.

Le respondió:

-¿Una paja?

-¿Quieres ver cómo me corro?

-Quiero.

-Pon la cámara.

Eugenio puso la cámara y vio los pies de su hija con las uñas pintadas de rojo. La cámara fue subiendo y llegó al coño. Tenía dos dedos dentro. Los dedos salieron, se separaron y sus jugos fueron de un lado al otro. Separando y juntando los dedos le preguntó:

-¿Te gustaría que metiera mis dedos en tu boca?

Eugenio sacando la polla le dijo:

-Sabes que sí. La cámara siguió subiendo. Vio el ombligo primero y después sus tetas.

-Cómemelas.

-Si pudiera...

-Puedes. Cierra los ojos e imagina que estás aquí conmigo.

Eugenio cerró los ojos y meneando la polla, le dijo:

-Ya estoy.

Al rato Eugenio escuchó.

-Imagina que estoy follando con otra chica.

-¿Cómo es la chica?

-Así.

Eugenio vio otros pies. Las uñas estaban pintadas de rosa. La cámara fue subiendo y llegó a un coño totalmente depilado y mojado. Apareció la cara de su hija, luego su lengua lamía la raja y salía cubierta de jugos. La cámara continuó subiendo. Vio unas tetas más grandes que las de su hija, tetas que tenían pequeños pezones y areolas rosadas, luego vio la cara de Tamara sonriéndole. Eugenio sabía quien era, era la hija de uno de sus abogados. Dulce le preguntó:

-¿Te gusta, papá?

Eugenio machacando la polla, le dijo:

-Está muy rica.

-¿Quieres que la haga correr para ti?

-Quiero.

Tamara debía haber cogido el móvil, ya que lo único que se veía era su preciosa cara. Eugenio oyó cómo gemía y vio cómo fue cambiando su cara hasta que los ojos se le abrieron cómo platos, se cerraron de golpe... Y ya no vio más, solamente sintió los gemidos al correrse, pues el teléfono había ido a tomar por culo. Sintiendo los gemidos se corrió agarrado la cabeza de la polla. Parte de la leche le iba a servir cómo lubricante para volver a masturbarse, ya que al ratito, Dulce, le preguntó:

-¿Te has corrido, papa?

-Sí.

-¿Tienes leche en la mano?

-Sí.

-Quiero ver cómo la lames.

Dejo ver cómo la lamía.

-Ese es mi padre.

Oyó a Tamara decir:

-Tu padre es un cerdo de cojones.

Y a su hija contestarle:

-¡Al pilón!

Eugenio vio la hermosa cara de su hija. Le sonreía.

-¿Te gustaría estar aquí comiendo mi coño mano a mano con Tamara?

-Me encantaría.

-¿Te la follarías?

-Os follaría las dos.

Tamara estaba a lo suyo e iba a pasar de la conversación... Quien no pudo pasar de Tamara fue Dulce.

-¡Coño!

-¿Qué te pasa, hija?

-Me voy, me voy... ¡Me corro, papá, me corro!

Ni tres minutos le había durado. Eugenio sintiendo los gemidos de su hija se corrió de nuevo, y digo sintiendo los gemidos porque el teléfono había ido a tomar por culo de nuevo.

Al lado de la puerta de la habitación, la espalda de Matilde resbalaba por la pared hasta que quedo sentada en el piso del pasillo con los ojos vidriosos y convulsionándose. La corrida había sido brutal.

En el despacho de Eugenio entró su secretaria. Había entrado sin llamar, y esa era mucha confianza junta. Ya me entendéis. El caso es que no se despidió de su hija.

El polvo en la ducha.

Eugenio se estaba duchando, su esposa y su hija ya se habían ido para cama. Estaba de espaldas a la puerta bajo el chorro de la alcachofa de la ducha y no vio entrar a Dulce ni pasarle el cerrojo a la puerta. Lo que sintió fue sus brazos rodear su cintura, sus tetas apretarse a su espalda y luego sus labios besar su cuello, su lengua lamerlo e ir bajando por su espalda hasta lamer su ojete y después follárselo al tiempo que le echaba la mano a la polla. Se la estiró y después se la meneó. Al levantarse besó a su padre con lengua, y luego éste le dijo:

-Es muy peligroso hacerlo en casa, Dulce.

-Ya lo sé. ¿Te gustó vernos esta tarde?

-Sí, mucho, pero te repito que es muy peligroso que follemos en casa.

-Es muy peligroso y por eso es morboso.

Le puso las manos en los hombros, empujó hacia abajo y le llevó la cabeza a las tetas. Eugenio se las magreó y se las mamó. Luego le llevó la cabeza al coño. Se lo lamió y se lo folló con la lengua, poco tiempo, ya que Dulce se dio la vuelta para que le comiera el culo. La lengua de Eugenio lamió el ojete y luego entró y salió de él hasta que Dulce se volvió a dar la vuelta... Rodeó su cuello con los brazos y lo volvió a besar con lengua, esta vez largo rato. Luego se colgó de él y le dijo:

-Métemela.

Eugenio se la clavó hasta el fondo y Dulce colgándose de él lo folló a todo trapo.  El culo, que sujetaba su padre con las dos manos, subía y bajaba a una velocidad de vértigo... Poco después se corrió con la polla metida hasta el fondo del coño. Lo hizo sacudiéndose y chupando la lengua de su padre con fuerza. Eugenio se corrió dentro del coño su hija.

Al acabar de gozar. Eugenio se agachó y le lamió el coño.

-¡Cómo me gusta que seas tan cerdo!

Luego de limpiarle el coño de jugos y leche le dio la vuelta y le volvió a follar el ojete con la lengua, Dulce no tardó en decirle.

-Méteme la polla en el culo.

-Luego.

Descolgó la ducha y le puso el chorro en el coño. Ni tres minutos tardó Dulce en correrse cómo una fiera. Tardó casi tanto tiempo en recuperarse como en correrse. Cuando lo hizo le dijo:

-Te voy a hacer una mamada que vas a echar leche hasta por las orejas.

Quiso ponerse en cuclillas, pero Eugenio la puso contra los azulejos de la pared de la ducha, y le dijo:

-Leche vas a echar tú por el ojete.

Dulce se abrió de piernas... Con las manos apoyadas en los azulejos y sintiendo cómo la polla le entraba y salía del culo, le dijo:

-Te eché de menos.

-Y yo a ti.

Dulce bajo una mano al coño y metió un dedo dentro. Eugenio la folló con suavidad. La muchacha pasado un tiempo le dijo:

-Más fuerte, papá, más fuerte.

Le dio a romper y se rompió él. Le llenó el culo de leche antes de tiempo. Dulce sin para de masturbarse, le dijo:

-Ven y pon tu boca debajo de mi coño.

Hizo lo que le había dicho. Dulce se corrió acariciando su clítoris con las yemas de tres dedos y a la leche que caía de su culo la acompañó un reguero de jugos que saliendo del coño cayeron dentro de la boca de su padre. Cuando dejaron de caer jugos le lamió el coño, le dio un beso en el clítoris, se levantó, le dio un pico y le dijo:

-Vuelve a tu habitación que tu madre tiene el sueño ligero.

-Si mi madre toma somníferos.

Al verse pillado se tuvo que confesar.

-Y mi polla. ¿No ves que se quedó dormida?

La polla estaba durmiendo el sueño de los justos. Se la cogió y le dijo:

-Te la despierto yo.

-¿Te tengo que volver a repetir que ya no tengo veinte años?

-Ya lo has hecho. Ya te volveré a pillar y cuando lo haga te vas a acordar.

-Miedo me das.

-Debías tenerlo, debías.

Dulce cogió la bata de casa que había dejado en el piso del aseo, la puso y volvió a su habitación. Eugenio acabó de ducharse.

Regresó el hombre a su habitación más contento que un cuco después de poner los huevos en el nido de otro pájaro. La luz estaba apagada. Se metió en cama sin hacer ruido. Aún no se había tapado cuando se encendió la luz de la mesita de noche de su mujer. Clara se destapó, Eugenio vio que estaba desnuda y exclamó:

-¡Coño!

-Hace mucho tiempo que no lo veías. ¿Qué le vas a hacer?

Eugenio tenía que cumplir. ¿Pero cómo? Solo había una manera que a ella le gustara.

-Me lo voy a comer todito.

-Tuyo es.

Clara tenía unas tetas cómo las de su hija, calcadas, aunque al calcarlas le habían quedado un poco decaídas. Eugenio besó a su esposa, luego le comió las tetas y al final se lio con su coño peludo. Se lo lamió de abajo a arriba muy lentamente. Al llegar a la vagina le enterró la lengua dentro. Luego le dio mordisquitos sin fuerza en el clítoris antes de lamerlo. A continuación abrió el coño con dos dedos y lamió de abajo a arriba hasta que Clara se corrió. Corriéndose le dijo:

-Traga, bandido.

El bandido tragó y después siguió lamiendo. Sabía que su mujer encadenaba cuatro o cinco orgasmos. Así fue, en menos de dos minutos se corrió cinco veces. La dejó sin ganas, lo malo es que él estaba empalmado y su mujer después de descargar todo lo que tenía dentro no tenía ganas de más fiesta.

El polvo en el pasillo.

Eugenio iba al baño para sacudirla y se encontró con su hija que volvía de la cocina de tomar un vaso de agua. Empalmado cómo un burro le dijo en bajito:

-Te voy a romper el coño, Dulce.

A Dulce le dio la risa.

-Si ya no te queda polla.

Eugenio se abrió la bata y Dulce vio su polla empalmada.

-¡¿Y eso?!

No le respondió le metió un morreo que la dejó sin respiración.

Al acabar de besarla le dijo su hija:

-Te huele la boca a coño. ¿Le estuviste comiendo el coño a mi madre?

-Sí, perdona, se me había olvidado.

Dulce, se excitó al saber que acababa de probar el coño de su madre. Se quitó la bata y le dijo:

-No hay nada que perdonar. Fóllame.

La cogió en alto en peso, la arrimó a la pared y comiéndole la boca le dio a reventar. Dulce estaba viendo que su padre se iba a correr y la iba a dejar a medias, así que le dijo:

-Más despacio, papá, más despacio que yo también me quiero correr.

El hombre las pasó putas para aguantar, pero aguantó hasta que su hija le dijo:

-¡Ahora, papá, corrámonos juntos!

Le volvió a dar a mazo y se corrieron juntos.

Clara oyó la voz de su hija, pero cómo no entendió lo que había dicho, le pregunto:

-¡¿Te pasó algo, Dulce?!

Dulce no le pudo contestar, pues al oír la voz de su madre el placer aún le aumentó más.

Cuando Eugenio volvió a la habitación le preguntó Clara:

-¿Te encontraste con mi hija en el pasillo?

Eugenio dijo lo que le vino a la boca.

-Sí, había tropezado con el dedo meñique del pie en el mueble del pasillo...

-Y estaba viendo las estrellas.

-Algo así, sí. Apaga la luz.

Clara apagó la luz de su mesita de noche.

-Hasta mañana, Eugenio.

-Hasta mañana, Clara.

El polvo en la habitación de invitados.

Clara y Eugenio habían discutido por el cuento de siempre. Dulce fue a la habitación de su madre a hablar con ella. Sentada a su lado en el borde de la cama, le dijo:

-No te preocupes, mamá, seguro que no hay ninguna mujer en su vida, y si la hubiera no la quiere tanto cómo a ti, pues siempre vuelve.

Clara limpiándose las lagrimas con un pañuelo, le dijo:

-Me preocupa que sea una mujer, pero me preocupa más otra cosa.

-¿Qué cosa?

-Hay algo que nunca te conté.

-¿Qué es?

-A Eugenio lo conocí en un bar de ambiente.

-¿Y qué hacías tú en un bar de ambiente?

-Curiosear.

-¿Y que pasó?

-Pues que allí vi a Eugenio besándose con un chico muy guapo.

-Ó sea, que papá es bisexual.

-A tu padre le gusta tanto dar cómo que le den.

-Y tú sabiéndolo....

-Yo también tengo lo mío.

Dulce se levantó y dio por terminada la conversación.

-No quiero saber más, mamá, no quiero saber más.

Eugenio esa noche dormía en la habitación de invitados. Eran las tres y algo de la madrugada cuando Dulce entró en la habitación en la que dormía su padre. Eugenio estaba boca arriba. Lo destapó y le metió la mano dentro de los calzoncillos. Encontró la polla caliente y encogida. Eugenio abrió los ojos. Dulce le puso un dedo en los labios, después se sentó a horcajadas sobre él y le dijo:

-He tenido un sueño húmedo contigo, papá.

Eugenio le dijo:

-Hazte un dedo.

-Ya lo he hecho, pero necesito más.

Le puso el coño en la boca. Eugenio la cogió por la cintura y le metió la lengua en el coño. Dulce movió su pelvis muy, muy despacito. En menos de cinco minutos se corrió en la boca de su padre tapando la boca con una mano y entre fuertes convulsiones.

Cuando su respiración le dejó hablar con soltura se apeó de su montura, lo besó y después le dijo:

-Quiero hacerle a tu culo lo que tú le haces al mío.

-Este no es el momento, Dulce.

-A mamá sabes que le duran los enfados por lo menos dos días. No va venir por más ruido que sienta.

-Para todo hay una primera vez, hija.

-También calibré ese pequeño riesgo, por eso cerré la puerta con llave.

Clara no iba a molestarlos, en aquel momento se corría en la boca de Matilde, y lo hacía por cuarta vez. Ya llevaban media hora follando e iban a seguir un par de horas más, esa noche, ya que su aventura ya duraba seis meses, aunque ese día hiciera el paripé para comer cómo era debido... Pero volvamos al cuarto de invitados.

Eugenio estaba a cuatro patas sobre la cama. Dulce tenía puesto un arnés con una polla de goma de unos nueve centímetros, negra y delgada y le echaba lubricante. Subió a la cama, le abrió las nalgas, le echó lubricante en el ojete y le frotó la polla en él.

-Pídeme que te la meta.

-Mete, cariño, mete.

Se la metió hasta mitad.

-¿La quieres toda?

-Sí, métela todo y fóllame duro.

Le cogió la polla empalmada y le metió la de goma hasta el fondo del culo... Le masturbó su polla y le dio duro con la de goma hasta que se corrió en su mano.

Al acabar de pringarle la mano, se la puso delante de la boca le dijo:

-Lame.

Sintiendo la lengua lamer la leche de su mano el coño le comenzó a latir.

-Joder, aún me voy correr yo sola.

Cuando se quitó el arnés con la polla tenía el coño empapado y los pezones duros y tiesos.

A Eugenio se le bajara la polla. Le metió dos dedos dentro del coño y le dijo:

-¡Qué bella eres, hija, que bella eres!

Besándola y comiéndole las tetas la masturbó y cuando sus gemidos le anunciaron que se iba a correr, le dijo:

-¿Quieres acabar en mi boca?

-Sí.

Eugenio metió la cabeza entre las piernas de su hija, lamió apretándo la lengua contra el coño y la muchacha se corrió como una bendita.

Dulce al acabar de correrse quedó espatarrada sobre la cama.  Parecía que quedara sin fuerzas, pero era un espejismo. Se puso de lado, y de un salto, como si fuese una gata, subió encima de su padre.

Eugenio, le dijo:

-Eres insaciable.

Le cogió la polla, que estaba a media asta, y frotándola entre sus labios vaginales le dijo:

-Soy una bestia sexual. Te voy a exprimir, te voy a quitar hasta la última gota de leche. Te voy a dejar seco...

Eugenio la vaciló.

-Tienes mucha lengua, pero poco repertorio.

Dulce se sintió retada.

-¡¿Qué tengo poco repertorio?! ¡Ahora verás!

Deslizó su cuerpo por el de su padre. Eugenio sintió como las tetas bajaban por su pecho. Después le cogió la polla, la metió entre sus tetas, las apretó una contra la otra y lo masturbó con ellas. La polla en segundos se puso dura. Con ella apuntando al techo lo montó, puso la polla en la entrada de coño y le dijo:

-Ahora le va a dar un besito mi coño -metió la punta de la polla dentro del coño- Ahora le va a dar un besito mi ojete -metió la punta de la polla en el ojete- ¿Te gustan los besitos que dan mi coño y mi ojete?

-Sí.

-Ahora te la va a comer mi coño -la metió toda dentro del coño-. ¿Queres que la coma mi culo?

-Sí.

La metió toda dentro del culo y le dijo:

-Y va a a marearla -movió el culo hacia los lados y alrededor.

Eugenio la volvió a vacilar.

-¿Tienes una batidora en el culo?

A Dulce no le gustó que la vacilara. La sacó y la metió dentro del coño.

-En el culo una batidora y en el coño una trituradora.

Apoyó sus manos en la cabecera de la cama y bajando y subiendo el culo metió y sacó a toda hostia hasta que vio cómo su padre se le ponían los ojos en blanco mientras le llenaba el coño de leche. En su vida había visto a un hombre sintiendo tanto placer. Comenzó a correrse ella y derrumbándose sobre él, le dijo:

-¡Te riego, papá!

Al acabar de gozar y aún con su polla dentro del coño de su hija, le dijo:

-Por hoy ya estuvo bien, Dulce.

Dulce le dio un pico.

-¿Solo bien?

-Muy bien. Anda, ponte la bata y vuelve a tu cama que tanto jugar con el fuego acabaremos quemándonos.

El polvo en la cabaña.

Eugenio estaba pescando en un río que pasaba cerca de la cabaña. Ya caía la tarde cuando sintió el ruido de una moto. No podía ser más que su hija. Limpió las cuatro truchas que había pescado abriéndolas con una navaja, las lavó, las volvió a meter en el cesto y se fue para la cabaña. Desde fuera olió el chorizo frito. Entró en casa y la vio en la cocina, de espaldas, vestida con su mono negro y sus botas negras de media caña. Le preguntó:

-¿Hay hambre, Dulce?

La muchacha giró la cabeza, le sonrió y dijo:

-El monte da hambre, papa.

Se giró con un chorizo ensartado en un tenedor y vio a su padre con la caña y con la cesta.

-¿Pescaste algo?

-Cuatro truchas.

-Ya tenemos cena.

Metió el chorizo en un bollo que había traído ella y después fue a buscar el vino a la alacena.

-¿Pero tú mañana no ibas de dama de honor de una de tus amigas?

-Y voy. No tengo pensado dormir aquí.

Eugenio aparcando a un lado la caña de pecar, le preguntó:

-¿Entonces a que has venido?

-A follar contigo, hasta las once o doce me puedo quedar.

-Hiciste bien. Voy a vender la cabaña. Será nuestro último polvo aquí.

-¡¿Por qué?!

-Ya no hay motivo para tenerla.

Con la boca llena le dijo:

-¿No soy yo un buen motivo?

-Un motivo maleducado.

-Solamente aquí puedo ser así. Además, solo aquí puedo sentirte mío, solo mío. Solo aquí me siento completa.

-¿Y en casa que te sientes?

-Puta, muy puta.

Cogiendo un plato para poner en él las las truchas, le dijo:

-Vale, no la vendo, pero con una condición.

-Acepto, sea la condición que sea.

-La condición es que follemos solo aquí.

-Eres un cielo.

Tiempo después, dulce, sentada en una silla y descalza tenía un pie encima  de una pierna de su padre, que sentado enfrente de ella y con un pincel le pintaba las uñas. Dulce bajó la cremallera de mono hasta el ombligo, sacó sus preciosas tetas y comenzó a magrearlas. Con una sonrisa en los labios le dijo:

-No te salgas, papa.

-Serás cabrona.

-Mira para la uña.

Eugenio se estaba poniendo nervioso.

-¡Cómo coño quieres que mire para la uña con lo que tengo delante!

-Un poquito de educación.

Cogió la teta derecha, la llevó a la boca y lamió el pezón.

-Mala persona.

Dulce rompió a reír.

-¡Jajajajajajaja! ¿Eso es todo lo que se te ocurre decir?

-Dame un poquito.

Dulce estiró la otra pierna y le puso el dedo pulga en los labios.

-Chupa.

Le chupó el dedo pulgar. Cerró el pintauñas y le chupo y lamió y acaricio todos los dedos, lamió entre ellos, lamió la planta, los tobillos, los talones... Dulce con la cabeza echada hacia atrás y los ojos cerrados disfrutaba del doble masaje, del que se daba ella en las tetas y del que le daba su padre en el pie. Cuando estaba bien cachonda, retiró el pie y le dijo:

-Necesito tu legua en otro sitio.

Se levantó, quitó el mono, se arrimó a la pared, justo al lado de donde colgaba el jamón, y le dijo:

-Ven, arrodíllate ante mí y demuéstrame cuanto me quieres.

Dulce se había depilado el coño. Sin pelos parecía aún más pequeño. Eugenio le echó las manos al culo. Dulce le echó una pierna sobre el hombro y le puso el coño delante. Eugenio lo metió todo en la boca y le dio lengua hasta que que Dulce magreando sus tetas se corrió cómo una tigresa.

Eugenio estaba empalmado a más no poder. Dulce vio el bulto en el pantalón y le dijo:

-Ahora te voy a demostrar yo cuanto te quiero.

Se puso en cuclillas, le quitó la polla, la metió en la boca, mamó un par de veces y su padre ya se corrió. Dulce se tragó toda la leche.

Al terminar de tragar se levantó y le preguntó:

-¡¿Qué te paso para correrte tan rápido?!

-¿Qué me iba a pasar? Que de verte jugar con las tetas, de comerte los pies y de comerte el coño estaba caliente cómo un perro. Y ahora tengo hambre.

-Pues come algo. Yo voy a poner una bata y a acabar de pintarme las uñas mientras lo haces.

-Comiendo lonchas de jamón, queso, pan y bebiendo vino tinto le decía Eugenio:

-... Por cierto. ¿Has hecho algún trío con dos hombres?

Dulce, que acabara de pintar las uñas de los pies y pintaba las de las manos, le dijo:

-¿A que viene esa pregunta?

-¿Lo has hecho?

A Dulce no le gustaba lo que estaba oyendo.

-Ni con dos hombres ni con dos mujeres. ¡¿No me querrás compartir?!

-¿Nunca fantaseaste con una doble penetración?

-Sí, pero una cosa es la fantasía y otra muy distinta la realidad. No me contestaste a la pregunta. ¿Me quieres compartir con otro hombre?

-No, era simple curiosidad.

-Me alegro de que solo fuera eso.

Al acabar de comer ya Dulce se había sentado en el borde de la cama. Tenía el lubricante y el arnés al lado. Eugenio fue a la cama, vestido y con las manos en la espalda.

-¿Qué traes ahí?

Al llegar junto a ella, Dulce, se levantó, se acercó a su padre y le echó los brazos alrededor del culo. Eugenio le dio la vuelta, la quitó la bata, la echó boca abajo sobre la cama y le puso las esposas que llevaba agachadas. Dulce sonriendo le preguntó:

-¿Quién te dio permiso para esposarme?

-Calla o te amordazo, ratita.

-Iba a mamar yo...

Le dio dos azotes en el culo.

-¡Pumba, pumba!

-¡Qué te calles, ratita!

-¡Pumba, pumba, pumba, pumba, pumba!

-A mi no me hacen callar ni los GEO.

Le dio otras dos veces.

-¡¡Pumba, pumba!!

-Azotándome no me voy a callar, y lo sabes.

-Te vas a callar de un modo o del otro.

Fue a buscar dos vendas, la amordazó y le vendó los ojos. Dulce protestaba, pero ya no se entendía lo que decía. Eugenio besó su hueso palomo. y después le hizo cosquillas en las costillas . Dulce riéndose se retorció, se puso boca arriba, boca abajo de nuevo, boca arriba... Cuando su padre se compadeció de ella estaba boca arriba. Le besó el pie derecho, fue besando la pierna hasta la rodilla. Le separó las piernas. Dulce flexionó las rodillas y esperó acontecimientos. Lo siguiente que sintió fue la lengua de su padre en su pezón derecho, luego dos dedos retirando el capuchón del clítoris hacia atrás y la lengua lamer el glande. A continuación sintió los huevos frotarse contra sus pezones. Después sintió la polla dura golpear sus pezones y sus tetas. Segundos después la sintió en su boca. Si pudiera le metía una buena mamada. Sintió cómo un dedo entraba en su coño, se retorció de nuevo, pero esta vez no era con las cosquillas. El dedo volvió a salir y entró en su culo. Al salir del culo fue a sus fosas nasales. Dulce olió y aún la excitó más el olor. Lo siguiente que sintió fue la lengua lamiendo su coño de abajo a arriba, una vez, dos, tres, cuatro, cinco seis, la lengua tardaba unos segundos de lamida en lamida y  Dulce desesperaba. De repente comenzó a lamer a todo gas y Duce se corrió retorciéndose de nuevo.

Al acabar de disfrutar le acarició las tetas dulcemente, le quitó la mordaza y le dijo:

-Voy a hacer...

Dulce se puso sentimental.

-Dime que vas a hacer conmigo lo que hace la primavera con los cerezos.

Eugenio no estaba para sensiblerías.

-Voy a hacer con tu culo lo que hiciste tú con el mío.

Se enfadó.

-¡Con dos cojones! Neruda a tu lado... Un aprendiz de poeta.

La amenazó.

-Habla bien que te te tengo a mi merced.

Sacudió las tetas y le dijo:

-Mira cómo tiemblo.

Dejó de sentir a su padre y le preguntó:

-¿Qué haces?

-Desnudarme.

Eugenio se desnudó y luego cogió un arnés que le había comprado su secretaria para que le hiciera dobles penetraciones, lo puso, le echó lubricante y subió a la cama con su polla tiesa por debajo y con la del arnés por encima. La puso a cuatro patas, la agarró por la cintura y le lamió desde el coño al ojete repetidas veces. Dulce le dijo:

-Eres un cerdo encantador.

La lenga siguió lamiendo coño y ojete con la novedad que al lamer el coño le enterraba la lengua dentro, luego la sacaba, subía cargada de jugos lamiendo el periné, lamía el ojete y se enterraba en él... Así estuvo un tiempo sintiendo gemir a su hija y viendo cómo echaba el culo hacia atrás cada vez que la lengua entraba en sus orificios. Llegó un momento en que necesito que la follara y de lo dijo:

-Fóllame, papá.

Eugenio le metió la punta de la polla dentro de coño. La del arnés era más pequeña y quedo a milímetros del ojete. Le dijo a su hija:

-Métela toda, poquito a poco, deja que sienta cómo se desliza por tu vagina.

Dulce echó el culo hacia atrás y las pollas entraron en su culo y en su coño.

-¡Que sorpresa! ¡¡Me encanta!!

Dulce fue empujando hasta que las metió totalmente.

-¡Hostia que sensación más cojonuda!

Se folló culo y coño mientras su padre le magreaba las tetas.

-¡Pellizca mis pezones!

Le pellizcó los pezones, luego la cogió por los pelos, tiró hacia atrás y le dio a mazo. A Dulce le encantaba.

-¡No pares, no pares, no pares, no pares. Me corro, me corro me corro. ¡¡Me corroooo!!

Eugenio sintiendo las contracciones del coño de su hija al correrse le volvió pellizcar los pezones.

Después de correrse le siguió dando y Dulce se volvió a correr justo cuando Eugenio le llenaba el coño de leche.

-¡Me muero de gusto!

No se murió, pero le debió de llegar, ya que cuando le quitó las esposas y la venda de los ojos le dijo:

-Tengo tanta hambre que me comería las truchas crudas.

-Mejor las cocino, hija, mejor las cocino.

En fin, aquí acabo el relato. Solo decir que siguieron follando muchos años, tantos que Eugenio la folló más veces de casada de lo que la folló su marido.

Quique.