He tenido un sueño

He tenido un sueño, compañero. Un sueño en el que moría en combate, y me ha hecho pensar.

I had got a dream

Martin Luther King

  • He tenido un sueño, compañero. No era un sueño bonito, por lo menos para mí. Aunque creo que en estos tiempos que corren, más de uno hubiera disfrutando soñando lo mismo que yo.

He visto mi muerte a través de otros ojos. He visto a la parca avanzar sobre un campo de cadáveres, guadaña en mano, con una mirada roja semioculta en su manto negro, llevándose vidas que empezaban a florecer. He visto cómo mi cuerpo solitario era abatido por balas que no entendían de bandos ni alianzas. Balas que iban y que eran idénticas a las que venían. Balas gemelas entre dos bandos enemigos. Las mismas balas, la misma Muerte, pero diferentes intereses. He visto mi muerte, compañero. Y lo peor, he visto mi mirada un momento antes de morir. Ese no era yo, compañero, te lo aseguro. Dime que yo no soy así cuando entro en combate. Dime que no sonrío y me regocijo cuando un enemigo cae al suelo. Dime que cuando salgo ahí fuera a luchar por lo que creo, mi mirada aún posee rastros de cordura y no pertenece a dos ojos vacíos, que se pierden en el infinito. Dime que cuando entro en combate, no me gusta matar. Dímelo, compañero.

Quizá es que ver mi muerte me ha hecho pensar. Quizá es que ya iba siendo hora de que por una puta vez en mi vida empezara a pensar. No sé. Lo que sí que sé es que como se te ocurra caer en la cuenta que los que mueren al otro lado del tiroteo, además de enemigos, son personas… si se te ocurre caer en la cuenta de eso, estás acabado. No valdrás una mierda como soldado. Si tus órdenes son disparar, tú disparas; si tus órdenes son matar, tú matas; y si tus órdenes son morir, y se te ocurre sobrevivir, eres un traidor a la causa.

También he pensado en lo que pasaría si mi sueño se volviera realidad. Sí, ¿Qué pasaría si ahora, al salir ahí fuera, un disparo me atravesara el pecho? ¿Qué quedaría de mí? ¿Qué pasaría si yo, o tú, cayéramos ahora mismo, al salir a defender los valores que nos han inculcado? ¿Qué pasaría si tú o yo muriésemos aquí y ahora? ¿En qué nos convertiríamos? Un nombre en un muro, una foto amarilla en lo alto de la chimenea del hogar de la familia, una noticia en el periódico… y el mundo seguiría girando, continuaría a su bola y nos olvidaría en una semana. A lo mejor nuestras familias siempre nos recordarían, pero nos recordarían como el hijo, el hermano, el nieto, el familiar aquél que murió en la guerra, luchando por su país. No sé tú, pero yo preferiría ser recordado como el niño aquél que hacía figuras de plastilina y montaba un zoológico, un hotel, un campo de fútbol… preferiría ser recordado como el chaval aquél que tenía catorce puntos en la cabeza desde el día aquél que intentó batir el guiness de velocidad en una pendiente con la bicicleta. No quiero ser recordado como un soldado. Yo quiero ser recordado como hijo, como repartidor de periódicos, como hermano, como novio, como un joven más, pero no como soldado, por que no soy un soldado. No quiero que los niños me miren y me consideren un héroe sólo por haber muerto en la guerra. Por que en esta jodida vida, si quieres ser un héroe, tienes que morir. Pero morir en la guerra, luchando y con el arma cargada. Morir como un héroe. Esa es nuestra elección: morir como héroes o volver a casa sanos y salvos como heraldos de las hazañas de los que eligieron la primera opción.

Lo malo, es que ellos, los que nos saludan con disparos todas las mañanas, los que tiran a dar igual que nosotros, los que viven y mueren como nosotros… Ellos, también pueden pensar lo mismo. También quieren vivir, no quieren morir en una guerra que luchamos nosotros pero de la que se aprovecharán otros. Otros que no están aquí, dando su pecho a las balas enemigas, al contrario que nosotros. Y ese nosotros nos incluye a nosotros, a ti y a mí, a todos los que llevan nuestro mismo uniforme, y a los que están allá, disparándonos, y siendo disparados por nosotros.

¿Te das cuenta que cada tiro que lanzas en esta tierra agujereada por el fuego se puede llevar a alguien? ¿A alguien que tiene una vida como nosotros? ¿Te das cuenta que cada uno de esos ‘enemigos’ tiene una vida anterior, una familia que lo espera en casa, mordiéndose las uñas, esperando verlo atravesar la puerta? ¿Te das cuenta que los enemigos son personas? ¿Te das cuenta, compañero?

Y todo esto ha venido por el sueño que he tenido, o quizá ya lo venía pensando desde que el primer disparo sobrevoló esta tierra enferma, enferma de humanos. Humanos codiciosos y egoístas, humanos que ven la guerra muy fácil por que están a kilómetros de aquí, bien resguardados en sus búnkers y sus palacios, viendo los avances de los ejércitos e ideando la mejor estrategia como si esto fuera un viedeojuego de esos a los que jugaba antes de embarcarme en esta empresa desquiciada que es la necesidad de disparar al otro. Aunque bueno, parece que eso es lo que somos para ellos, un videojuego. Un videojuego en el que cada batalla es una partida y si la pierdes, simplemente tienes que meter otra moneda y seguir jugando con otros soldados.

No somos una mierda para ellos. No somos muertos, sino bajas. No somos personas, sino soldados. No somos humanos, sino efectivos. No bombardeamos al enemigo, usamos técnicas disuasorias. Y al batallón de aquí al lado, al que iba mi hermano, no lo mandaron en una misión suicida, sino que usaban estrategia militar.

He tenido un sueño, compañero. Un sueño en el que moría. ¿Y sabes qué? Si no fuera por que en casa me esperan todos, sentados alrededor de una mesa, oyendo las noticias en la radio, por que no creo que puedan soportar las imágenes de la tele, si no fuera por los que me esperan, preferiría que se hiciera verdad antes que seguir luchando en una guerra en la que ya no creo y en la que estoy dudando de si algún día creí.

Dedicado a todos los que luchan en guerras teledirigidas desde los palacios y los centros monetarios.