HdeD (4) - La cacería de Dacil (3 de 4)
Rodeada por un oceano de cardos y plantas silvestres punzantes, Dacil intenta salvar su vida, huyendo por senderos agresivos, hasta que al final es capturada por los cazadores....... Espero que os agraden estas escenas de supervivencia.... Un beso..........Sandra Raquel.
Historia de Dacil
La cacería de Dacil (3 de 4)
Me sentía tan abrumada, sola y aterrada, que mis pensamientos provocaban fantasmas en cada lugar entre esa maleza pérfida. Poco a poco, el amanecer llegaba y ya acostumbrada a la oscuridad, podía distinguir algo mejor en donde me encontraba. Los cardos eran de todos los tamaños. Los mas enormes, debían tener mi altura, si no mas. Pero los tenía por todos lados, por lo que el roce de sus maléficas púas incordiaban mi cuerpo desnudo constantemente.
Los primeros rayos de luz ya comenzaban a filtarse por entre la maleza y me quedé embobada mirando como la luz se colaba entre la misma para incidir sobre mis ojos. Solo fueron unos segundos de un mundo mágico. Enseguida supe que debería levantarme e intentar salir de aquel mar de terror. A pesar de mis cuidados, no pude evitar que las púas aguijoneran mis pechos y otras partes del cuerpo. Una vez en pie, pude distinguir mejor aquella infernal alfombra punzante.
Intenté averiguar en donde podría haber un camino, pero desde donde me encontraba no era capaz de apreciar separación entre las mismas plantas. Pensando que las plantas siempre se quedan hacia el lugar de la ultima luz del sol, pensé que lo mejor era caminar de espaldas al sol, así si me daba prisa no se volvería contra mi.
Caminé lentamente, sintiendo el perverso roce de las púas sobre mis pechos, vientre y muslos. Pensé que era mucho mas acogedor un castigo con los látigos que aquellas sensaciones desiguales, pero muy agresivas.
Había conseguido caminar unos 12 metros, cuando me di cuenta que el sol ya se elevaba sobre mi cabeza y producía menos sombras. Analicé lo que pude con la mirada, sin ser capaz de apreciar un sendero por el que escapar. Al mirar al lugar de donde venía, aprecié que si parecía que hubiera un sendero algo mas allá. Pero el sol al darme de frente me había impedido apreciar.
Por tanto, me giré lentamente y desandé lo andado. Y en efecto, había un sendero unos 20 metros en dirección al sol, pero por donde llegar al mismo.....Allí, la densidad de la maleza era brutal. Miré en varias direcciones, pero en todas partes era igual.
Me tranquilicé cuanto pude y pensé que algún sendero debía haber. Si me habían depositado en aquel lugar era porque tenía alguna posibilidad de poder moverme. Al final deduje, que el camino que debía seguir era el primero tomado y dar un amplio rodeo. Parecía que los cardos allí eran de menor densidad y tamaño.
Llevaba perdida ya, calculé que media hora por el sol y seguía en el mismo lugar de partida. Tenía que hacer un esfuerzo y salir de allí cuanto antes, o sería cazada allí mismo. Volví a retomar mi primer camino, sin importarme ya tanto el roce de las enormes púas sobre mis pechos y mi vientre. Llegué hasta donde todo parecía terminar, sin embargo al fijarme con mayor detalle, observé que a mi izquierda se habría un estrecho sendero que podría llevarme a alguna salida.
Me decidí a tomarlo, pero el roce fue mas perverso en en ocasiones anteriores. Además las púas me esperaban orientadas hacia mi cuerpo, por lo que mas que rozar me pinchaban en todas partes sin excepción. Las sentía hurgar mi vientre y acercarse peligrosamente a mi pubis y la zona genital. Pero ya no tenía forma de dar la vuelta sin correr el riesgo de caerme, por la pendiente del terreno.
Mi empeño tuvo su recompensa, ya que encontré una vereda algo mas ancha por la que recorrí muchos metros en pocos minutos. Al llegar a un punto determinado de aquella maraña, me senti desconcertada. De dicho punto salían 3 senderos minúsculos que llevaban a sitios distantes los unos de los otros.
El sol en ese momento estaba casi en su cenit y el calor era sofocante, máxime cuando no tenía sombra alguna en donde guarecerme y además los constantes roces y pinchazos, me tenían al borde la locura.
Me decidí, después de analizar todo el terreno tirar por el de en medio. Y tras hacer pasar mis tetas entre un entramado muy cruel, que me hizo llorar en múltiples ocasiones conseguí llegar hasta un espacio mas abierto. Una vez allí, aunque no podía socorrer mis lastimados pechos y vientre, respiré mas aliviada y proseguí el sendero intentando escapar lo antes posible de aquel infierno.
Ya veía el final del campo de cardos, cuando un ruido me hizo quedar rigida y alerta. Mi mirada recorrió con precisión cada cm de lo que tenía delante, pero nada conseguí descubrir. Ya iba a comenzar a seguir, cuando sentí una picadura en mi costado. Intenté llevar mis manos al lugar, pero al estar atadas todo quedó en nada. Miré la zona agredida y observé una mancha roja, a la vez que una picazón muy fuerte se apoderaba de esa zona.
Me di cuenta de que los cazadores estaban muy cerca. Y el que me había disparado, volvía a hacer diana, ahora sobre mi pecho izquierdo, algo por encima del pezón. Observaba entre los rigores del primer acierto, como una nueva mancha roja aparecía en mi pecho.
Y a pesar de sentirme morir de picores, di media vuelta, rozando tetas, vientre y piernas contras las púas malditas. Y ya comenzaba a ascender, cuando un nuevo impacto acertó en mi nalga derecha.
No grité, pero deseé hacerlo hasta haber quedado afónica. Y antes de que me asaetasen mas, me hundí en la espesura, para esperar a que se me pasaran los tres efectos urticantes.
Al cabo de unos 5 minutos y aunque el ardor en mi cuerpo era aún fuerte, decidí emprender la huída de un modo mas silencioso y rápido. Nada mas incorporarme ligeramente, recibía 2 impactos mas en mi espalda. Con sumo cuidado, miré hacia atrás y pude ver los dardos disparados. Los dos últimos eran amarillo y azul, pero de que color sería el impacto en mi nalga........no lo sabía, aunque tampoco me importaba. Ahora la idea fija era salir de allí sin que volvieran a atinarme, pero al tener mis manos atadas a la nuca, mis movimientos se hacían mas imprecisos, aparte de no permitirme ver hacia atrás.
Intenté avanzar sobre mis rodillas, pero las púas de los cardos mas pequeños se apoderaban de mi vagina y principalmente de mis pechos. Desistí de la idea y miré un camino por donde correr y huir de aquella encerrona.
Me erguí y salí corriendo sin preocuparme de nada de lo que pudiese suceder detrás de mí. Atravesé una maraña de cardos gigantescos que me hicieron temblar de mil modos distintos, pero una a vez al otro lado y tras tomar aliento, seguí corriendo lo mas silenciosamente posible.
Tuve que pararme a los pocos metros, debido a los terribles sufrimientos recibidos y el sofocante calor. Al menos hasta el momento, no había recibido descarga alguna. Cuando conseguí serenarme un poco, pensé que era una suerte que Zell no me hubiese atinado aún. Rezaba, a mi modo, de que no tuviese que irme con él. Había algo que me aterrorizaba con solo pensar en su sonriente mirada.
Seguí avanzando y me detuve en seco, acuclíyandome sobre el terreno, pues había escuchado unos pasos cerca de mí. En efecto, a menos de 5 metros míos otro de los cazadores caminaba despacio mirando en todas direcciones. Pasó de largo, sin percatarse que a pocos metros estaba yo agazapada entre la maleza.
Cuando se hubo retirado lo suficiente, avancé mas aún pero intentando adentrarme de nuevo en la espesura. Por aquel lado ya había visto a tres o cuatro de los cinco cazadores. ¿Dónde estaría Zell?. Era una pregunta que me recomía por dentro.
Mi caminar era ya muy cansino y las magulladuras en pechos y costados eran mas que exageradas. El calor hacía lo suyo y mi cuerpo sudoroso comenzaba a despedir un fuerte olor......el olor del miedo y el cansancio, unidos.
Me adentré mas y mas en la espesura, pero cuando ya me creía protegida de poder ser vista, sentí una picadura en mi nalga izquierda. Me agaché y vi el dardo blanco. Se me hundió toda mi fe en no ser vista por Zell. Ya me había localizado. Sin moverme, sentí una nueva picadura en mi axila izquierda, cuando la anterior comenzaba a picar de un modo irresistible. Intenté mirar en donde podría estar, pero al girar mi cuerpo, senti dos picaduras mas, casi al mismo tiempo. Una en mi axila derecha y la otra en el mismo pezón. Y el picor subió y subió hasta tal extremo, que me hundí sobre mis rodillas, sin importarme las púas de los cardos.
Sin poder apenas moverme, por los espasmos producidos por el picor tan intenso, sentí una nueva picadura mas en mi costado derecho. Y deduje que estaba entre dos fuegos. Y que debía salir de allí o ser cazada en aquel mismo punto.
Me levanté y aún a pesar de recibir otra picadura mas en mi nalga, sali corriendo hacia el interior, sin importarme los cardos que se clavaban en todo mi cuerpo, tras mi frenética carrera. Pero no volví a sentir nuevas descargas.
Al llegar a una zona bastante segura, según creía recapacité y decidí irme hacia el cazador de mi derecha, para dejarme cazar por él. Así evitaría a Zell. Giré a mi derecha y avancé sigilosamente hacia el lugar por el que habían llegado los disparos de mi derecha.
Sentí el movimiento de los cardos gigantes ante mí, pero aunque presté atención, no fui capaz de apreciar a nadie cerca de mí. Y me decidí por dejar menos guarnecido mi cuerpo y ponerme en un claro orientado en esa dirección.
Y una nueva picadura, asedió mi cuerpo. Mi mirada bajó instintivamente hacia mi pubis impactado y pude ver una marca blanca. Y un nuevo impacto mas en mi pecho.......y otra mancha blanca mas. Pensé que debía ser un sueño. Alli no podía haber llegado Zell, rodeando todo el campo, ni siquiera aunque hubiese atajado.
Los criminales picores, me hicieron sacar de aquella reflexión, para jadear y debatirme ante los efectos tan brutales de aquellos dardos. Y mientras resoplaba, sin poder ayudarme en modo alguno, un nuevo impacto en la parte alta de mi pecho me hizo mirar hacia delante..........y el horror se apoderó de todo mi ser. Ante mí a pocos metros estaba Zell, sonriente y apuntándome ya con el arma para un nuevo disparo.
Se acercó hasta mí y mientras me cogía del pelo, me dijo :
Zorra, te he cazado. Me quedan 3 dardos, pero deseo verte sufrir antes de cada impacto nuevo. Primero, te vas a sentar sobre ese cardo. Pondrás las rodillas a ambos lados del cardo y dejarás reposar tu vagina y ano de zorra, sobre esa planta tan cálida. Y cuando lo crea conveniente te dispararé este dardo ya cargado.
Ni siquiera rechisté. Me dejé llevar por él y me coloqué en la posición que el ordenaba. Y comencé a bajar lentamente mis caderas, hasta sentir los primeros y mortificantes contantos en mis partes abiertas y sensibles. Mis lágrimas saltaron de mis ojos, cuando las púas traspasaron las finas capas de piel y me hicieron sentir todo el horror.
Me dejó que sufriera en aquella situación durante mas de un minuto, antes de descargar el disparo en el pubis. Y sonrió mientras cargaba un nuevo dardo. Me hacía indicaciones de que me elevara y volviera a sentarme lentamente. Los horrores eran los mas crueles que había vivido. Apuntó y acertó sobre mi pezón derecho. Cargó rápido y disparó sin mas sobre el izquierdo.
Entonces pulsó un botón de su reloj y un timbré tronó en mis oídos, mientras me debatía ferozmente entre las sensaciones de los cardos y el urticante de los últimos dardos.
Se levantó y llegando hasta mí, me cogió del cabello y me hizo levantar y avanzar por entre la espesura, sirviéndole de escudo, hasta que salimos fuera de aquella selva mortificante.Una vez fuera, me arrojó contra el suelo, mientras aplastaba su bota contra mi pecho como señal de haber cazado la pieza.
Mi cuerpo era un infierno de picores, pero mis fuerzas me habían ya abandonado y tan solo jadeaba ante los terribles efectos de los dardos.
Escuché tenuemente las pisadas fuertes de los otros 4 cazadores, mientras la suela de la bota de Zell hería cada vez mas mis pechos ya muy mortificados.
Amigos, he cazado a la zorra. Nos ha hecho sudar esta puta del demonio, pero ahora es nuestra revancha. Ella también sudará para nosotros, pero de un modo mas agradable a nuestras miradas, verdad?...jajajajajaja
Esa risa me mortificaba mas que cualquier castigo. Las risas del resto le hicieron coro, mientras me pateaba en los costados y pisoteaba mis tetas, sin la menor pasión.
He pensado en un modo que nos sea placentero y al mismo tiempo vengarnos de los sofocos que nos ha hecho pasar esta ramera, pero si alguien tiene una idea mejor, que la indique.
Escuchemos tu idea Zell.
Es muy sencilla, hace ya mucho calor para trastear a esta puta en este momento. Mejor comamos tranquilamente en la sombra mientras ella toma su sol sin molestias por parte nuestra. Y creo que aquellos árboles serán ideales para acampar y refrigerarnos, además mirad que hermosa explanada. Es como si estuviera preparada especialmente para esta zorra.
Las risas me atronaron, mientras la mano de Zell, tiraba de mis cabellos haciendo incorporarme del suelo. Entre grandes dolores y gemidos por mi parte, me llevaron a base de manotazos y patadas hasta el lugar elegido. El lugar era árido totalmente y surcado por pequeños insectos.
Sólo de pensar en que me fueran a tumbar en semejante lugar me hizo temblar de terror.
La rugosa tierra debía estar ardiendo del tiempo que llevaba al sol.
Amigos, agradezco que mi idea os haya complacido, ¡¡pero claro!!, cómo dejar a esta criatura suelta....Será conveniente dejarla bien sujeta, ¿verdad?.
Nuevas risas descaradas ante mi cara. Seguía con mis muñecas atadas a la nuca, mientras lloraba de impotencia, dolor y miedo.
Haremos que trabaje esta zorra, para su sesión de sol. ¡Es lo justo!.
Mientras Zell manipulaba los enganches de mis pulseras en la parte trasera del collarín, los demás se afanaban por toquetearme las tetas descaradamente, con pellizcos no muy fuertes, pero si muy molestos.
Cuando mis brazos quedaron libres, sentí un peso horrible en los mismos, después de tantas horas de tenerlos sujetos en la misma postura. Los demás agredían mi cuerpo una y otra vez, a pesar de la libertad de mis brazos, pero yo no los rechazaba. No hubiera servido de nada mas que enervarles mas aún. Máxime cuando los tenía muy doloridos de la postura anterior.
Amigos, nuestra zorra recién cazada será la que se encargué de preparar su lugar de descanso. Que sea ella la que instale las estacas en donde la ataremos, para que pueda disfrutar de los maravillosos rayos de vida enviados por nuestro Sol.
Escuchar esas palabras y sentirme desfallecida y ya casi muerta, fue todo casi en el mismo tiempo. Zell se mofaba de mí, descaradamente y a cada frase suya, me hacía palidecer de terror.
Fui obligada a cortar finísimos tallos de bambú desde sus puntas vírgenes hasta un metro mas abajo, un total de 5 unidades. Ya suponía para que fines serían destinados. Estaba claro que me aporrearían el cuerpo con los mismos.
Eligieron 4 tallos de bambú, para sacar las 4 estacas, que cortaron de dos simples cortes cada uno. Un corte inclinado en la mitad de cada tallo y otro transversal, medio metro mas abajo. Quedando preparadas las 4 estacas de fuerte bambú con puntas que hasta llegaban a pinchar.
Mientras recogían las estacas de bambú, mis tobillos y manos se vieron anillados con argollas cilindricas y forradas de cuero. Me colocaron una cadena, de unos 60 cm, con un aro en el centro, entre mis dos tobillos, mediante dos pinzas que que se anclaron en las argollas. Por ese aro, pasaron una cadena de la misma longitud, que unieron mediante el mismo sistema de pinzas, a las dos argollas de mis muñecas.
Teniendo mis pies juntos, podía elevar las manos hasta la altura de mi pubis, pero el fin de semejante aritulugio era otro.
Cuando tuve, entre mi brazo izquierdo y mi costado, las 4 estacas de bambú y un mazo en mi muñeca derecha, me hicieron caminar hasta la explanada. Y ya los primeros molestos insectos nos incordiaron a todos, especialmente a mí que no podía apartarlos de mi cuerpo.
El calor era axfisiante y debido a mi debilidad, aunque mantenida por las inyecciones de ellos, me sentía morir de angustia. Sólo Zell y otro de los cazadores, me acompañaban, aunque ellos iban tapados en su cabeza con un gorro especial, mientras yo sufría cada maldito rayo del Sol, que me abrasaba. Sentía el cuerpo impregnado en una capa de sudor permanente.
A ellos les agradaba, al parecer, verme en semejante estado. Cuando llegamos al lugar elegido de la explanada, me sentí literalmente aterrada. No había protección alguna contra el inclemente Sol. Además, los insectos eran un incordio constantemente. Pero lo peor, era una zona de tránsito de hormigas y otros pequeños seres articulados.
En aquel instante si hubiese podido correr para despeñarme y dejar esta vida cruel, lo hubiera hecho. Pero estaba a merced de los caprichos de aquellos seres. Nada podía hacer para huir o abandonar la vida, solo podía obedecerles para no hacer mas penosa mi situación.
Zell, mandó detenerme en un punto de la explanada y cogiendo una de las estacas, la dejó allí tirada ante mí, mientras decía :
Puta, ahora comienza tu faena. Esta será la última estaca que claves. Ahora seguiremos visitando el lugar de las siguientes.
Caminé varios pasos mas, sin decir palabra alguna y siendo comida por las moscas mientras caminaba jadeante. Cuando se detuvo, cogió otra de las estacas de bambú y la arrojó al suelo. Yo me fijé en la distancia con la anterior y calculé unos 3 metros. Y así una tras otra, hasta llegar a la última estaca que portaba. Entonces Zell, dijo :
Comenzarás por clavar esta última estaca y las demás las clavarás en sentido inverso a como las he ido dejando. Verás que es muy sencillo el método, aunque al principio te cueste un poco buscar las mañas para poder conseguir que se claven en este terreno, pero no tenemos prisa alguna. Cuanto mas tardes, mas sudarás y mas mortificada estarás, así que lo dejamos a tu entera libertad. Como única regla : la estaca deberá ser clavada sobre la tierra, pero pasando por dentro de la anilla de la cadena de tus pies. Y se considerará clavada suficientemente, cuando puedas sacar esa anilla de la estaca. Cuando hayas clavado las 4 estacas, pasarás tus cadenas detrás de tu cuerpo y manteniéndote de rodillas, ladrarás hasta que nos demos por aludidos.
Se separaron de mí, después que Zell me hiciera tragar una pastilla de algo con un poco de agua fresquita y en pocos segundos me vi sola en la explanada, sudando y llena de horribles temores. Tan sólo me hacía sentir la realidad de mi ser, la cantidad de molestos insectos, que una y otra vez se posaban en las variadas partes de mi cuerpo y que me hacían resoplar de sensaciones desagradables.
Para clavar la primera estaca, tuve que adoptar diversas formas de mi cuerpo, ya que los 30 + 30 cm de las dos cadenas cruzadas no me permitían poder sujetar y martillear sobre el terminal romo de la estaca.
Determiné que la mejor postura para comenzar a clavar, consistía en estar en cuclillas al comienzo. Y así pude progresar en los primeros golpes de la maza con mi mano derecha, mientras la izquierda sujetaba el tallo de bambú.
Hasta que conseguí encontrar el ritmo y la maña suficiente para que la primera estaca se clavara en la dura tierra, sudé bastante y me sentí morir de calor. Pero cuando se quedó sujeta en la tierra, comencé a progresar mas y mas con mis golpes y ver como poco a poco se hundía en la tierra. Poco después, ya me ayudaba con ambas manos para martillear sobre la parte roma de la estaca, hasta que por fin se enterró lo suficiente en la tierra como para permitirme liberar la anilla de mi cadena.
Respiré aliviada al conseguirlo, sudando a chorros por cada poro de mi piel. Al intentar erguirme para respirar, sentí un fuerte tirón en mis muñecas hacia abajo. Comprendí rápidamente que seguía estando atada y no podía erguirme libremente.
Medio encorvada llegué hasta la siguiente estaca y tras colocar la agresiva punta sobre la anilla de la cadena, me acuclillé y sujetando la estaca con mi mano izquierda golpeé en la parte roma de la misma, hasta que entró en la tierra. Esta me costó mucho menos esfuerzo, pero el sudor seguía haciéndome sufrir mas y mas, a cada instante.
Terminé con esa estaca y con las dos que me quedaban, sin poder apenas respirar. Mis jadeos eran constantes y me sentía agotada completamente. Quedé de rodillas durante unos segundos, intentando serenarme y coger el aire que me faltaba. Sabía que el momento había llegado ya. Pasé mis pies por encima de la cadena que los unían y me arrodillé de nuevo, mientras comenzaba a lanzar nimios sonidos de perro, que casi yo misma no llegaba a escuchar.
Poco a poco, mis ladridos salieron mas contundentes y al fin capté la atención de Zell, que se levantó perezosamente y se acercó hacia mi con paso tranquilo, haciendo silvar el fino tallo de bambú en el aire. Cuando estuvo a un metro de mí, dijo :
Muy bien zorra, abre bien esos muslos y iergue tu pecho para que pueda azotarte como mereces. Y pobre de ti como se te ocurra juntar las piernas o moverte lo mas mínimo.
Me sentí desesperada y aterrada, pero erguí mi cuerpo, separando mis muslos cuanto pude y aguardé con los ojos encharcados en lágrimas a la ferocidad de aquel monstruo.
Con la punta de la vara cubierta de restos del propio bambú, jugueteó con mis pezones haciéndome sentir mil estremecimientos, mientras él sonreía maliciosamente. Después de unos segundos horribles se colocó a mi derecha y bajó la vara hasta dejarla apoyada sobre mis dos pechos. Antes no había sido consciente, pero ahora me daba cuenta que las manchas de los dardos ya casi habían desaparecido de mi piel.