HdeD (3) - La cacería (1 de 3)

Esta primera parte contempla el prólogo de lo que acontecerá. Es una historia profunda y fantasiosa, pero llena de morbo total. Es una SadoMaso pura..........y espero que os agrade. Un beso...........Sandra Raquel.

Historia de Dacil

LA CACERIA ( 1 de 3 )

La puerta de la celda se abrió de repente y ví ante mí a unos hombres, medio desnudos y sonrientes. Yo seguía desnuda y aterida de frío, pero eso a ellos no les importaba.

Me sacaron de los pelos, fuera de mi celda. Ví a varios hombres mas, que maniobraban con chicas como yo. Como nota curiosa, pude observar que todas las chicas tenían los cabellos rubios. Yo era la única excepción, al ser de pelo moreno/castaño. Y lo común entre todas, era la ausencia de marcas de latigazos o de otros tormentos.

Fuimos trasladadas al patio. Y noté al fin la luz del sol y el calor.

Me fijé también, en que todas teniamos anillos en los labios vaginales. Yo llevaba con ellos, mas de una semana. Busqué entre todas las chicas, intentando localizar a Julia. Todas parecían iguales, al ser rubias y estar desnudas.

Por fin vi a Julia, estaba temblando y las lágrimas se vinieron de nuevo a mis ojos. Estábamos en el patio. El sol llenaba y gratificaba nuestros cuerpos, con su luz y calor. Pero todas estábamos aún desconcertadas y sobre todo hundidas.

Yo, particularmente, había pasado una semana monstruosa. Llena de castigos y humillaciones. Pero ahora, necesitaba vivir, deseaba vivir y respirar la libertad, aunque fuera de aquel modo.

El conjunto de chicas en el patio, lo formábamos 20. Todas aún palpitando de frío y aún con nuestras mentes frescas, de los últimos castigos.

A mí, acababan de azotarme en esa madrugada, después de una terrible fiesta de hombres asquerosos y feroces. Hacía dos horas que me habían aplicado un ungüento, que habían hecho desaparecer las señales de violencia sobre mi cuerpo.

Me habían violado mas de 20 hombres. Y mi condición de lesbiana, me lo había hecho pasar peor de lo que realmente para otras fue. Aunque ninguna, creo, que llegara a disfrutar con ese tipo de tratos vejatorios.

Una vez en el patio, nos hicieron alinearnos, unas al lado de las otras, codo con codo.

Ante nosotras teníamos a un grupo de hombres que nos miraban llenos de lujuria y que nos humillaban con sus gestos y risotadas.

Pero todas éramos conscientes, que aquello era una forma mas de proceder. Y a pesar de mostrarles nuestra desnudez, inténtabamos mantener nuestra dignidad, lo mas alta posible.

De reojo, miré al lugar que ocupaba Julia. Estaba tan atemorizada como yo.

Todas volvimos nuestras miradas a nuestra derecha, cuando entró un mujer vestida y con aire de dama agresiva. La acompañaban dos esclavas con unas bolsas.

Las esclavas, a una orden de su ama, vaciaron las bolsas en la arena y todas pudimos ver candados y pesas.

Como yo era la mas cercana a aquella mujer, fui la primera en la que fuera probado un candadado, que colocaron en mis anillos vaginales, dejándomelos prohibidos, tras el cierre del candado.

La mujer dio su aprobación y las esclavas me pusieron una pesa enganchada al candado. Lo que hizo que mis labios vaginales, se estiraran y me molestara aquella presión.

Las demás chicas fueron tratadas del mismo modo, hasta quedar todas con un candado que cerraba nuestro acceso vaginal y las pesas que provocaban sensaciones extrañas en nosotras.

Nos tuvieron formadas así y a pleno sol, por espacio de 1 hora. Transcurrido ese tiempo, las esclavas se encargaron de quitar las pesas de nuestros candados y abrir éstos, dejándolos unidos a uno de nuestros dos anillos.

Entonces aparecieron mas hombres. Bien vestidos y se situaron en una tribuna cubierta, protegidos del sol. Les acompañaban varias esclavas, que les sirvieron bebidas y aperitivos, mientras a nosotras se nos hacía la boca agua de verles comer y beber.

Pasada una media hora más y habiendo soportado el aguijoneante sol y el calor del medio día, aquellos nuevos visitantes procedieron a tomar posiciones.

El que parecía tener mas autoridad, alzó la voz y dijo :

  • Esclavas. Estáis aquí para hacer agradable nuestras veladas. Habéis sido elegidas para participar en un juego que ya es rutinario entre nosotros. Vosotras, esclavas, seréis las piezas a ser capturadas en una cacería. Se trata de una partida de caza "no cruenta". Es la mejor manera de conservar a nuestras esclavas.

  • Cada una tenéis un candado en uno de los anillos de vuestros labios vaginales. Ahora, los tomaréis en vuestra mano derecha y leeréis el número que aparece grabado. Y cuando se nombre ese número, os acercaréis a esta tribuna, para colocaros un apósito especial.

  • Ni que decir tiene, que esperamos lo mejor de vosotras. Es una pena, que haya un garbanzo negro en el lote. Y me refiero a ti, morena. Sin embargo, por esta vez te admitiremos en las mismas condiciones que a las demás.

  • Antes de terminar os anunciaré los premios y castigos. Para las que sean cazadas las 4 últimas, habrá un regalo gratificante. Si alguna consiguiera aguantar mas de 24 horas, desde que de comienzo la cacería, esa o esas esclavas, pasarían directamente a mis cuadras de pony-girls.

  • Pero las 4 primeras cazadas, serán entregadas en la casa de un buen amigo mío. Y las intermedias, solo sufrirán los castigos medios y cotidianos.

Al escuchar aquellas palabras, sentí que la sangre se me helaba de terror. Un castigo de tipo medio podia significar unos 500 latigazos y ser violada durante un día completo.

Evidentemente, las perdedoras lo pasarían mucho peor y en lugares horribles. Creo bien, al decir que todas estábamos angustiadas al escuchar aquellas palabras.

El hombre, entonces se retiró y su puesto lo cogió otro de los hombres bien vestidos. Nosotras, al tener que permanecer a pleno sol, estábamos algo angustiadas pero soportábamos las inclemencias, por miedo a ser condenadas a algún suplicio.

Desde nuestras celdas enrejadas, habíamos podido ver innumerables tormentos de compañeras nuestras. Y ninguna, estábamos por soportar eso.

Cogí el candado y leí el número que tenía grabado. Era el número 13.

Nada mas nombrar el número uno y salir la chica portadora del mismo, los hombres y verdugos que teníamos cerca, comenzaron a acariciar nuestros cuerpos ardientes y sensiblizados por el sol, con sus látigos de cueros. Y aunque los golpes no marcaban, nos hacían vibrar de sensaciones molestas, debido a la sensibilización de nuestra piel.

Cuando la chica, llegó arriba todas quedamos espectantes y con ganas de saber que sucedía. Ignorábamos los azotes suaves y nos concentramos en ver que sucedía allí arriba.

La chica fue obligada a separar las piernas y la introdujeron algo en su vagina. Parecía una especie de dildo de unas dimensiones de 100 x 30 mm.

Pudimos observar como antes de que se lo introdujeran en la vagina, lo lamió durante unos segundos, hasta llenarlo completamente con su saliva. Luego se lo colocaron de un par de empujones. Y todas pudimos ver, como se lo dejaban dentro y los anillos que tenía en sus labios vaginales, quedaban cerrados por el candado.

La chica bajó por el otro lado de la tribuna, con lágrimas en los ojos, hasta ocupar su puesto original en la hilera de esclavas.

Todas volvimos nuestras miradas hacia ella, ignorando los roces de los cueros en nuestra piel desnuda. Llegué a distinguir como quedaba hundido y no visible, dentro de su cuerpo. Parecía que no la hubieran puesto nada.

Así una tras otra, fueron saliendo esclavas y siendo armadas con ese trasto dentro de sus cuerpos. Aún desconocíamos el alcance del mismo. Yo, al menos, era incapaz de imaginar que fin podría tener.

Cuando salió Julia, la presté toda mi atención.

La vi llorar arriba y bajar por el otro lado incómoda y dolorida.

Siguieron saliendo, esclava tras esclava, hasta que me llegó el turno a mí. Levanté mi mano mostrando el candado y subí hasta la tribuna.

Una vez allí, me mostraron un dildo que era bastante superior a las medidas de los demás. El portavoz, solo me dijo :

  • Ya que eres el garbanzo negro, lo lógico es que tu vayas mejor armada. Chupa este dildo y babéalo todo cuanto puedas, porque lo vas a llevar dentro de tí.

Lo cogí en mis manos y me asusté. Debía de medir unos 12 cm de largo por 4 de ancho. Era enorme, pero lo chupé cuanto pude, porque sabía que mi vagina reseca lo agradecería.

En cuanto lo tuve suficientemente lubricado, uno de los verdugos, lo retiró de mi mano y me lo implantó de un solo golpe.

Creí morirme de dolor, pero lo soporté como mejor pude y dejé que cerrasen el candado con el dildo dentro. Lo peor fue cuando me vi obligada a caminar. El dildo, se clavaba dentro de mí y me imposibilitaba casi el andar.

Aún así, bajé hasta mi puesto en la hilera y soporté los pequeños latigazos, que los verdugos soltaban contra mí.

En cuanto las 20 chicas, estuvimos ataviadas con el dildo en nuestro interior, el hombre que había hablado al principio, dijo :

  • Bien esclavas. Ahora todas disponéis de un aparato de control. No os podréis separar de él. Además de teneros controladas, os enviaremos una ligerísima descarga cada 30 minutos, desde ahora hasta que seáis liberadas de la cacería. Y para probarlo, comenzaremos por orden de implantación.

Y en efecto, la primera chica a la que le habían implantado semejante aparato, se encogió de repente en una contracción poco natural. Mas o menos, como un retortijón de tripas. Duró muy poco, pero la observamos todas retorcerse de sensaciones.

Cuando me tocó el turno a mí, sentí la descarga que me hizo casi aullar de dolor. Me reprimí a tiempo. Pero fue una sensación de lo mas cruel.

La prueba pasó con todas las demás, hasta que el hombre, viéndonos con una sonrisa y las carcajadas de todos los asistentes, dijo :

  • Bien esclavas. Ha llegado el momento de embarque. Cada una sabéis vuestro número. Allí abajo en la esplanada, os esperan unas jaulas con dichos números. Bajad allí y os metéis destro de las mismas. Se cerrarán solas y se abrirán a la hora que de comienzo la cacería.

Según bajábamos a nuestras jaulas, a mas de una les volvió la descarga. Y no tuvieron mas remedio que hincar sus rodillas en tierra y retorcerse de dolor.

Cuando me llegó a mí, creí morirme de dolor, pero me contuve unos segundos en silencio y al final, avance los pocos metros que faltaban y entré en mi jaula.

Los barrotes ardían de calor, por lo que el que el único medio de soportarlo, era tumbada sobre la superficie de tierra, o permaneciendo en pie. Las jaulas tenían un techo de plancha de chapa, por lo que desprendían mucho calor, que junto al que soportabamos en ese día caluroso, era casi un infierno.

Una vez que cada una estuvo en su jaula y los verdugos se aseguraron, que las jaulas estaban bien cerradas, nos estuvieron incordiando, a todas las que nos tumbábamos sobre la arena de la jaula.

Incluso, a las que permanecían en pie, las achuchaban con palos y látigos.

Podía ver como a alguna de las chicas, les estaba llegando la descarga y como los hombres se reían de ellas, mientras se retorcían de dolor.

Y mientras veía esas cosas, me vino mi descarga y sentí como mi cuerpo se doblaba por la mitad, debido a la descarga. Los verdugos cercanos se fijaron en mí y me agredieron con los palos, mientras me retorcía de dolor.

Era tan horrible, que las puntas de los palos, casi no las sentía clavarse en mis pechos. La descarga, duró muy poco tiempo y en pocos segundos, estaba de nuevo intentando esquivar las picaduras de las varas.

Aún era mediodía y el sol nos angustiaba mas de lo que se podía soportar. Estábamos sedientas, pero nadie venía a auxiliarnos. Y para colmo, siempre había alguien que nos incordiaba con los palos.

Pasados unos minutos, se fueron para el almuerzo y quedamos tendidas en la arena de la jaula, respirando con algo de dificultad.

Y cuando ya conseguíamos serenarnos, una nueva descarga me sacudió y me retorcí llena de espanto, mientras mis pies golpeaban los barrotes ardientes.

Tuve la fuerza de voluntad de mirar a mis compañeras y las vi tan angustiadas como yo estaba. No podíamos aislarnos de aquello tan maligno introducido en nuestros cuerpos.

Deseaba que la carería comenzara cuanto antes y así poder estirar mis piernas, que mantenía encogidas para no quemarme con los barrotes de la jaula.

Después de 6 descargas mas, aparecieron varios hombres con esclavas desnudas. Los hombres venían con rifles.

Y un poco mas atrás aparecieron los hombres trajeados. El de mas nivel, nos anunció una desmostración sobre las esclavas que les acompañaban, aunque advirtió que las agujas iban sin carga. Que era simplemente para que viéramos a lo que nos exponíamos.

Dispararon dos rifles contra dos esclavas y las dieron de lleno en los pechos y en las nalgas. Dejándolas una marca de tinta en cada acierto.

Mientras disparaban sobre las esclavas, nuevas descargas nos invadieron a varias de nosotras, puede ser que a todas. Pero nos mantuvimos firmes y no dimos muestras de dolor, al menos de forma aparente.

Pasados unos minutos mas y mientras se alejaban, volvimos a sentir nuevas descargas en nuestras partes ya tan sensibilizadas. Y en esa ocasión nos retorcimos dentro de la jaula y mas de una aulló de dolor.

Pude ver como alguno de los hombres, se volvía para contemplar como nos debatíamos y escuchar los quejidos y lamentos, de la mayor parte de nosotras.

Uno de los verdugos se volvió hacia nosotras y despues de pinchar nuestras tetas con su palo, nos dijo que seríamos presas fáciles en la cacería. Nuestros gritos, nos delatarían rápidamente.

Eso, me dio que pensar y me imagino que a mas de una.

A la media hora siguiente, casi ninguna de nosotras gritó, aunque todas nos revolcamos en la arena caliente, mientras nuestros cuerpos impregnados en sudor, se contraían de dolores.

Pasó una hora mas y a cada descarga, nuestros gritos se escapaban de nuestras gargantas enronquecidas. El calor era tan elevado, que debíamos estar soportando una temperatura de unos 45º.

A todo esto sumado, que no teníamos protección y tampoco bebida, nuestros cuerpos flaqueaban de fuerzas.

Yo me sentía muy débil y por esa razón me mantenía tumbada sobre la arena caliente, en posición fetal. Además, así podía soportar mejor las descargas en mi vagina.

Estábamos al borde de un ataque de insolación, cuando vimos aparecer un camión pequeño. Hacía mucho ruido y soltaba mucho polvo bajo sus ruedas. Se acercó estruendoso, hasta la proximidad de las jaulas y con una manguera fueron regando cada una de las jaulas.

El agua no salía con mucha presión, por lo que nos permitió disfrutar de una lluvia maravillosa y poder calmar nuestros ardores solares. Comprobé que mas de una bebía el agua que caía sobre ellas. Y yo, hice lo propio.

La verdad es que el riego, nos sentó de maravilla. El tormento era tan cruel hasta minutos antes, que posiblemente hubiéramos fallecido de calor la mayor parte de nosotras.

A mí, no me importó que los hombres me miraban mientras el agua resbalaba por mis carnes desnudas y abrasadas por el sol.

Después de la ducha general, la arena de las jaulas se quedó embarrada, aunque la temperatura hizo que se evaporara agua rápidamente.

Y pasamos otra hora mas, con las descargas correspondientes. Pasado ese tiempo, aparecieron dos camiones más. Eran menos ruidosos y mas potentes. Y estaban provistos de un brazo articulado para elevar pesos hasta la caja.

A medida que los hombres anclaban el gancho en la parte alta de nuestras jaulas, varias esclavas nos distribuían agua, dándonosla a beber en un cazo.

Bebí como una posesa, hasta saciarme. Y me sentí renacer. Estaba floja y muy cansada, pero sentí que la vida volvía a correr por dentro de mi cuerpo.

Antes de que tocara el turno a mi jaula, pude contemplar, como el primer camión cargaba las 10 primeras jaulas en su caja. En una de ellas iba Julia. Y sentí pena por ella. No podía soportar que estuviera pasando todo este calvario.

Cuando las 10 jaulas estuvieron cargadas en el primer camión, éste inició la marcha y lo vi alejarse, con mi amiga encerrada e indefensa.

Y procedieron a montar el resto de las jaulas en el otro camión. A mí, me tocó en tercer lugar y sentí como mi cuerpo se zarandeaba, golpeando mis brazos y nalgas, contra los ardientes barrotes. Y lo peor de todo fue, que tuve una descarga, según me izaban a la caja del camión.

Y grité, grité como una loca, ante el horrible dolor. La verdad es que todas gritábamos ya. Nadie podía contenerse, cuando llegaba el calambrazo.

Me quedé acurrucada contra la tierra mojada, respirando profundamente y temblando aún de sensaciones.

Cuando terminaron de recoger la última jaula, aseguraron la caja del camión y éste, con leves movimientos inició la marcha.

El sol, ya comenzaba a declinar y aunque hacía mucho calor aún, el aire al moverse nos produjo una sensación de alivio. Pude apreciar que las 10 chicas que íbamos en el camión estábamos en pie, agarradas en los barrotes de las jaulas, que aunque muy calientes, permitían mantenernos agarradas a los mismos, tragando el polvo y la brisa caliente.

A poco mas de un km. pude descubrir el primer camión en donde iba Julia.

Cuando llegamos a la carretera, el polvo del ambiente disminuyó y ya el sol, se estaba poniendo. Empezamos a respirar aliviadas, pero nuevos calambrazos nos hicieron recordar que estábamos en una posición miserable y fatal.

Cerré los ojos y grité con mis compañeras, como una loca. Cuando de nuevo abrí los ojos, el camión que nos precedía había desaparecido de mi vista. Y fui incapaz de localizarlo. Para colmo, comenzaba a anochecer y ya se veía poco en la distancia.

Tuve que conformarme con sentir la brisa que ya era mas fresca y que refrigeraba nuestros cuerpos mortificados por el extenuante calor del sol.

A poco menos de 1 km. el camión se detuvo al lado de un poste, circundado por zarzas de un metro de altura y de un diámetro de 3 metros. Dentro del círculo de las zarzas, cardos silvestres y ortigas,. Del brazo del poste, caía una larga cadena. La grúa actuó y la jaula que estaba delante de la mía, ascendió en el aire con la chica dentro aterrorizada.

Todas las demás pudimos ver la maniobra y comprobamos que la jaula quedaba colgada de la cadena, menteniendo la base de la misma una altura de 1 metro sobre los cardos y próxima al anillo que formaban las zarzas. El camión se puso en movimiento de nuevo y nos alejamos de la chica que se quedaba allí sola, llorando desconsoladamente.

Volvió a hacer una nueva parada al lado de otro poste y rodeado de mas zarzas y cardos silvestres. Y la segunda jaula quedó suspendida por la cadena. Nos alejamos de nuevo y supe, que la siguiente era yo. Me fijé en la soledad en la que se quedaban las compañeras encerradas en las jaulas. Ya era noche cerrada y a los pocos metros de alejarnos, ya no podíamos ver a la última.

Esto hizo, que un nuevo terror se apoderara de todas nosotras.

El camión se volvió a detener al lado de un nuevo poste. Pude ver el conjunto de zarzas como en los postes anteriores. Me agarré fuertemente a los barrotes, para no caer, cuando la jaula comenzó a moverse y separarse de la plataforma del camión.

La jaula quedó anclada en el gancho y me sentí algo mareada al notar el movimiento pendular de la jaula. Arrimé mi cara a los barrotes y pude ver los cardos y ortigas, bajo mi jaula, circundados por el anillo de zarzas.

En ese instante, sentí el calambrazo y mientras me retorcía de dolor en la tierra aún humedecida de la jaula, dejé fluir mis gritos, mas de angustia que de dolor y las lágrimas de mis ojos me impidieron ver a mis compañeras, que también gritaban y se debatían en espasmos brutales, ante sus correspondientes descargas.

Para cuando pasó el efecto, estaba sola y aislada. No escuchaba sonido alguno. Y todo era negro y tenebroso a mi alrededor.

Miré a todos lados, pero no veía mas que el negro de la noche que me rodeaba y debajo, mis zarzas protectoras. Razoné para mí, que estaban puestas para que no pudiéramos ser atacadas por depredadores.

Me sentí sola....demasiado sola. Y me embargó una tristeza tan brutal, que lloré amargamente durante mucho rato, quedándome dormida poco después. Pero el sufrimiento debía ser nuestro destino y un calambrazo en mi interior me hizo estirar las piernas y retorcerme sobre la tierra húmeda, mientras de mi garganta se escapaba un agudo y desgarrador grito de dolor.

Cuando me calmé, me sentí mas sola aún y todas mis fobias me invadieron. Creí morirme de terror. Pero cuando estaba mas entregada a dejarme dominar por los fantasmas de la noche, me pareció escuchar un ruido en unas matas cercanas. Me quedé como paralizada y acurrucada en posición fetal, sobre la tierra de la jaula.

Y agucé mis oídos para intentar descubrir de donde había procedido aquel sonido. Y lo escuché de nuevo, sin llegar a descubrir que era lo que lo provocaba.

Me sentía tensa y presta a fijar mi vista en el lugar en donde apareciera mi demonio para llevarme. Pero, no conseguía ver nada.

Al cabo de unos minutos, volví a escuchar el sonido de unas matas que quedaban en mi ángulo de visión. Me mantuve muy quieta y atenta. Y forzando mi vista, pude ver como 2 puntos de luz en aquel lugar.

No me atrevía a respirar y pestañeé varias veces, para que mis ojos no se irritasen. Los dos puntos de luz, parecían moverse ligeramente, cuando......de repente una nueva descarga, me hizo enloquecer y removerme dentro de la jaula y soltar un grito desgarrador.

Me revolqué angustiada por la tierra y pataleé durante algo mas de 15 segundos, hasta que los efectos quedaron amortiguados.

Cuando conseguí calmarme y miré de nuevo en donde había visto los dos puntos de luz, allí no había nada de nada.

Estaba ya desesperando de angustia, cuando volví a escuchar un nuevo ruido, a mi izquierda. Miré y vi una liebre, que avanzaba sigilosamente hacia la zarza. La veía moverse nerviosa. Debía de estar captando el peligro, al igual que yo.

Y antes de que pudiese siquiera exclamar y sorprenderme, algo enorme, salió de las matas que tenía frente a mí y se abalanzó sobre el animalillo, capturándolo por el cuello.

Me quedé aterrorizada y mi grito salió mucho tiempo después, por la sorpresa producida.

Cuando aquella bestia, consiguió dominar a su presa, miró con sus ojos brillantes hacia mí y me horrorizó su mirada, fría y brillante. Eran los dos mismos puntos de luz, que hubiera visto minutos atrás.

Se trataba de una especie de gato grande, posiblemente de un lince. Agarró a su presa de nuevo entre sus fauces y comprimió las mandíbulas, hasta quitarla la vida.

Y como intentando torturarme con las escenas, la desgarró el vientre y la sacó las tripas, para después comenzar a dar dentelladas sobre su carne aún caliente. Comió sin dejar de mirarme.

Yo me sentía tan aterrorizada que no sabía que hacer mas que llorar. Pero un nuevo calambrazo en mi vagina, me hizo gritar de dolor y retorcerme como un animal herido.

Cuando de nuevo, fui consciente de la situación, no había ni rastro del cazador y el cazado. Solo pude distinguir algo oscuro, que debía ser la sangre del animalillo.

Me sentía tan simple y sobre todo tan indefensa, que mis lágrimas fluyeron con suavidad y lloré como no lo había hecho antes. Me sentía muerta en vida y sometida a todos mis miedos y fantasmas.

Nada podía hacer para aislarme de aquel injerto en mi vagina, que me hacía padecer hasta términos inhumanos. Y para colmo de males, aquella soledad en la jaula, en una noche negra y espectral. Mi cuerpo comenzaba a temblar ya, un poco por el frío de la noche y otro poco por el estado de ansiedad y terror que tenía dentro de mí.

La pesadez de mis ojos, junto con el efecto de mis lágrimas, hacían pesados mis párpados, que poco a poco caían para permitirme entrar en un fortalecedor sueño. Pero casi cuando llegaba a dormirme, el aguijoneo de nuevas descargas dentro de mi vientre, me hacían despertar y aullar de dolor.

Afortunadamente, duraba muy poco cada una de esas descargas, aunque los efectos nos mortificaran durante cerca de medio minuto. Después caíamos en una especie de letargo, incapaces de reaccionar. Pero los silencios de la noche, alterados por extraños sonidos, impedían que nuestras mentes pudieran relajarse y descansar.

El frío de la noche erizaba mi vello y me sentía cada vez peor. En la jaula no existia lugar alguno para protegerse, así que opté por adoptar la posición fetal y soportar las descargas y el rigor de la noche. Pero no pude estar en esa posición mas de 5 minutos. Mi cuerpo se quedaba helado en mi espalda. Debía moverme, sino quería quedarme agarrotada al día siguiente.

Me levanté con grandes esfuerzos y anduve por la jaula, tocando los barrotes con mis manos y masajeándome la espalda y el vientre con las mismas, para dar calor a mi cuerpo.

Pensé en mis compañeras, pero sobre todo en Julia. Debía de estar igual que yo. Y sentía una gran tristeza por las penalidades que debería estar pasando.

Para conseguir vencer la crueldad de la noche, me dediqué a descubrir los seres que habitan la oscuridad. La verdad es que me costaba mucho concentrarme, sobre todo porque en cuanto me descuidaba, un nuevo calambrazo venía a alterar mi paz.

Descubrí a una familia de roedores, que me olisqueaban. Imaginé que desconocían si era un depredador para ellos o no. Los ví corretear por debajo de las zarzas y eso hizo que me distrajeran durante un par de horas. Di los gritos correspondientes, pero mis amigos solo me miraban confundidos y seguían haciéndome compañía.

La noche fue un calvario, que no me gustaría repetir. Mis ojos estaban pesados y mi cuerpo ajado por los asiduos rigores del tormento.

Unos minutos después, pude presenciar como en el horizonte inmediato que era capaz de distinguir, la luz del sol iba comiéndose la oscuridad brutal y fría de la noche. Y pocos minutos después, podía contemplar el conjunto de plantas espinosas y ortigas que había bajo mi jaula, así como las feroces zarzas que me servían de fortaleza.