HdeD (1) - La institución (3 de 3)

En esta tercera parte se imponen los recados, con enormes y graves consecuencias para nuestra protagonista. Dacil sufrirá desde una nueva humillación, hasta un calvario incipiente. Espero que os agrade............Un Beso.......Sandra Raquel.

Historia de Dacil

La Institución (3 de 3)

Cuando quise incorporarme, el Rector, también estaba a mi lado tocándome el pelo suavemente, mientras decía .......:

  • Habrá que averiguar mas sobre esta gentuza. Y creo Dacil, que serás tu la encargada de hacerlo, pero antes interrogarás a Julia. Luego lo haremos nosotros con algún pretexto y finalmente tú, deberás sonsacarla lo suficiente para que conozcamos algo. Además, la semana próxima hay dos fiestas seguidas. Creo que sería buena idea que fueras con Julia, a ver a sus amigos, pero ya lo hablaremos mas adelante. Ahora levántate que debemos volver al centro de estudios, se está haciendo tarde.

Sus palabras me asustaban casi mas que ser castigada en los sótanos, pero a la vez me reconfortaban. Era todo tan extraño, que no sabía como actuar o que decir en momento alguno. Me levanté, aún con lágrimas en los ojos, que secaba la Directora, mientras intentaba serenarme. El Rector, me dio una par de palmetadas en el culo y dijo, que había que ir al coche, que se hacia tarde.

No tuvimos que recoger nada mas de la casa y salí al exterior. Hacía un día maravilloso y respiré el aire puro de la mañana, mientras caminaba desnuda hacia el coche. Ni siquiera el suelo estaba ya mojado. Aguardé desnuda, ante la puerta izquierda trasera, hasta que ellos llegasen.

No tardaron mas de un minuto mas que yo en salir. Y cuando estuvieron ante mí, al lado del coche, la Directora me hizo entrar en la parte de atrás, con un par de palmetadas de su manos en mi nalgas. Entré sin rechistar y me quedé sentada, con mis brazos apoyados sobre los asientos delanteros. Sabía que mis pechos quedaban a su vista, si me miraban, pero eso no me importó. Con ellos, ya no sentía ese tipo de vergüenza.

El Rector se montó en su asiento y mientras arrancaba, La Directora dijo :

  • Dacil, puedes tumbarte en el asiento y taparte con la manta, tardaremos en llegar.....así que puedes dormir un poco si lo deseas.

  • Gracias Directora, la verdad es que me siento muy cansada.

  • No me llames Directora, mientras estés a solas con cualquiera de nosotros. Me puedes llamar Elena. Y a él puedes llamarle Juan, pero sólo cuando estemos a solas y no te indiquemos otra cosa.

  • Si.....Elena.....gracias........

Me debí de quedar dormida, nada mas taparme con la manta, porque no recuerdo nada mas del viaje. Sólo, que algo me achuchaba y me hacía despertar. Era la Directora, que me sacaba de mi sueño celestial. Antes de incorporarme, ya me sentí desnuda. Ella se encargó de sacarme del coche tirando de mi mano izquierda.

Me sentía aún confusa y adormilada, pero la voz del Rector, me hizo espabilar rápidamente, al decirme :

  • Dacil, ¿te parecería adecuado que por cada minuto que tu mente se aislara de nosotros, te diéramos un azote con una caña como ésta?

Y me mostró una de bambú muy fina y elástica que hacia cimbrear en el aire ante mi. Y simplemente, le dije que sí.

  • Muy bien, eres una chica muy ordenada....por cierto, Dacil....¿cuánto tiempo crees que has dormido en el viaje?.

  • Pues no estoy segura, Rector. Quizás una hora o dos.

  • Dacil, no nos llames Rector y Directora. El se llama Juan y yo Elena. Realmente han sido 94 minutos los que has dormido, alejada de nosotros. ¿Sabes lo que eso significa, Dacil?

  • Pues no, Elena........Es que me siento un poco atontada de dormir aún.

  • No te preocupes preciosa, Juan te lo va a hacer recordar, casi de por vida. Pero yo te ayudaré un poco........A un azote por minuto de falta de atención, te vamos a azotar aquí mismo con 100 golpes con esa vara. Mas o menos a uno por minuto, cielo.

  • Elena.....noooooooo, por favor, no soporto el dolor y además no quise ofenderos. Por favor, no me peguéis...no me despistaré mas, ¡ lo juro !.

  • No hagas caso a Elena, la gusta exagerar, Dacil. Pero es cierto que nos has dejado aislados, pero por ser esta la primera vez, tu cuerpo quedará sin castigo.

  • Elena, lo he pensado mejor. Tenemos con nosotros a la que será nuestra esclava por un tiempo, pero a la vez es la mas maravillosa diseñadora de circuitos electrónicos. ¡Dacil!, por esta vez te perdono personalmente, pero en cada renuncio que te pille 10 azotes. ¿Te parece bien pequeña?.

  • Si....si, señor......Perdón, quise decir Juan.......si, Juan.

Fui desatada y conducida hasta el despacho del Rector. Recordaba el camino del día anterior, pero no puse obstáculo alguno ante ellos. Elena, podía llegar a ser odiosa, pero yo sentía un respeto y algo parecido a la ansiedad o amor hacia ella, que me hacía obedecer ciegamente a cualquier cosa que surgiera estando ella presente.

Una vez en el despacho, pude ver el reloj de pared. Era la una del mediodía. Me sentía excitada y nerviosa, por la llegada de Julia y por mi permanencia desnuda ante ellos.

Fue el Rector, quien tras atender el teléfono, me anunció algo que me resultó extraño. Se acercó a mí con su caña de bambú y me dijo :

  • Dacil, que pena que haya surgido esto. Me hubiera gustado darte unos azotes ahora y después haberte llevado a tu nuevo puesto de trabajo. ¡En fin!, el deber es el deber. Y tienes suerte pequeña. Lo que es el destino, te libras de los azotes a cambio de llevar tan solo un paquete a una dirección. ¿Serás capaz de llevarlo, Dacil?.

  • Pues.....claro.....Juan. Ya soy una adulta, puedo entregar un paquete.

  • Muy bien, pero ha de ser "en mano" al propio destinatario. A nadie mas debes entregarlo. ¿Queda claro, pequeña?.

  • Si Juan. Lo entregaré a la persona señalada en mano.

  • Muy bien, saldrás ahora mismo. Quizás estés aquí antes de que vuelva tu amiguita Julia. Pero sea cuando sea, te dejaremos estar a solas con ella para que retocéis a vuestro antojo.

  • Gracias Juan. Entregaré el paquete y volveré en cuanto pueda.

  • En el paquete está el nombre de la persona a quien debes entregarlo. Dacil, es muy importante que sólo se lo entregues a la persona señalada. ¿Comprendido?.

  • No te preocupes Juan, haré lo que deba hacer para entregarlo a la persona indicada.

  • Muy bien, vístete de sport en tu habitación y vuelve lo antes que puedas, mientras yo rellenaré algunos datos y lo prepararé. ¡Vamos, date prisa!.

Salí a la carrera hacia mi habitación y me puse mi conjunto vaquero. No reparé en mi ropa interior, pues no lo pensé necesario. El conjunto estaba formado por una camiseta de tirantes, pantalón vaquero, cazadora vaquera y unas zapatillas de deporte.

Bajé corriendo hasta el despacho del Rector y no habían pasado ni 5 minutos. Y nada mas entrar, dije :

  • Ya estoy aquí Juan. Lo llevaré inmediatamente. Pero ¿cómo puedo llegar hasta la dirección apropiada?.

  • Dacil, no seas tan chiquilla. Un chófer del centro te llevará. Es lo mas rápido y cómodo para ti, pequeña.

  • ¡Oh gracias Juan!.

El Rector, pasó su mano por mi hombro, mientras ma entregaba el paquete que debía llevar. Se trataba de un paquete quequeño, bastante ligero, por lo que pensé que era un cdrom y alguna carta en el interior. Me acompañó hasta la puerta en donde pude ver un coche estacionado. Me indicó que para la vuelta cogiera un taxi a pagar en destino.

Me sentía algo alborozada, no sólo de haberme librado del castigo, sino por poder ser útil para el Rector. Me despedí de él y bajé la escalinata corriendo hasta llegar al coche. Entré por la puerta trasera y el coche arrancó.

El viaje fue tranquilo, aunque algo mas largo de lo que había pensado. Y lo peor, me separaba una mampara del conductor y no pudimos hablar en todo el camino.

Por fin el coche se detuvo ante una casa enorme, aunque muy alejada de poblaciones. Tenía un aspecto extraño, pero no le di mayor importancia. El chofer me abrió la puerta y me dijo que para la vuelta, desde la misma casa pedirían un taxi para mi regreso.

Cerró mi puerta, después de salir yo y montando en el vehículo, se alejó lentamente.

Me acerqué hasta la casa y subí los 22 peldaños de escalera. Y al llegar a la puerta, pulsé una aldaba, que me impresionó del ruido que produjo. A los pocos segundos, la puerta se abrió y apareció un monje con una túnica hasta los pies y éstos, descalzos. A su pregunta de cual era el motivo de mi visita, le dije que tenía un paquete para el Rector de esa comunidad.

El, con cara animosa y modales exquisitos, me dijo que podía dejárselo a él. Que lo entregaría a su Santidad. Pero yo le contesté :

  • Lo siento padre, pero debo entregarlo yo personalmente en mano. Así me lo han exigido.

  • Muy bien, hija mía. Entonces pasa a esta casa de Dios y acompáñame.

Entré en la casa, siguiéndole y mirando su forma de caminar. Me hizo entrar en una salita, poco acogedora, pero lo que había visto del pasillo y alguna sala abierta, eran aun peores. Esta sala, al menos tenía un banco para sentarse y una mesa con una silla, en donde se sentaría quien me fuera a atender. Sentí paz al estar en aquel lugar.

Estuve aguardando, sentada en le banco por espacio de una media hora, sin que apareciera nadie. Hasta que al final, entró otra especie de fraile y con una dulzura en su voz muy especial me solicitó, si en realidad era tan importante que lo entregara en mano personalmente. Cuando quedó convencido, de que mis órdenes por mi Rector eran las que exponía, me dijo :

  • Hija mía. Comunicaré a una hermana que te acompañe hasta los reservados de su Santidad. Pero he de advertirte, que en esta casa no se permite ir calzado y mucho menos ir vestidos como vas tú, criatura. No obstante, la hermana te indicará que hacer. Mi misión llega solo hasta aquí. Hija mía, te deseo paz y bienestar.

Salió de la habitación y permanecí sola otra nedia hora mas, según el reloj que había en la pared de la puerta. Al poco, por una puerta paralela, entró alguien encapuchado completamente. Su túnica le cubría completamente, aunque pude ver que sus laterales estaban abiertos desde los hombros, por lo que pude saber que se trataba de una mujer.

Se acercó hasta mí y saludándome me dijo :

  • Hola, soy la hermana Inés. La encargada de esta zona. Tengo entendido que traes un paquete para nuestra Santidad. A mí puedes dármelo, como si lo hicieras a él mismo.

  • Lo siento hermana, pero es que las órdenes que traigo, son para entregarlo en mano, personalmente.

  • Si, lo comprendo pequeña, pero es que para llegar a nuestra Santidad, no se puede llegar así como así. Aquí tenemos unas reglas, que podrían resultarte un tanto extrañas. Por eso pienso, que lo mejor será que me lo des a mí y yo te aseguro que nuestra Santidad, lo recibirá de inmediato y sin intermediarios.

  • Gracias hermana, pero no puedo delegar en nadie. Tengo encomendada la misión de entregarlo en mano y debo hacerlo, cueste lo que cueste.

  • De acuerdo, no deseo en momento alguno abusar de tus órdenes, pero debo advertirte, que tendrás que vestir nuestras ropas e ir descalza en todo momento. Ahora tu debes decidir, pequeña.

  • Hermana, sé que las reglas de un convento o similar, son muy distintas a las del mundo exterior, pero me someteré a sus reglas, con el fin de poder realizar lo que se me ha encomendado.

  • Muy bien, sígueme y te explicaré como funciona todo esto, pequeña.

Me levanté del banco de madera y la seguí. Pasamos por diversos corredores, en donde no vi a nadie, ni oí el mas leve ruido. Hasta llegar a una antesala en donde la hermana, me pidió que me desnudara completamente. La obedecí sin decir palabra alguna y cuando estuve desnuda, me entregó una especie de túnica, pero abierta por delante.

A pesar de mi extrañeza, me la coloqué y entonces la hermana me dijo, que por ser la primera vez, debería llevar cubiertos los ojos y también la capucha puesta.

Me sentí un poco extraña al estar desnuda debajo de aquella túnica que se habría por delante. Sentía el frío en mis pies y en mi vientre, pero estaba decidida a llevar a cabo mi misión. La hermana, me cubrió los ojos con una gran venda negra y dejé de percibir las sensaciones, como hasta hacía pocos segundos. Era como si me hubiera sumergido en otra dimensión. Apreté el paquete contra mi vientre desnudo, bajo la túnica y entonces la hermana, tras haberme colocado la capucha y abotonarla hasta cubrirme la nariz, me dijo :

  • Pequeña, ahora iremos hasta las proximidades de las habitaciones de nuestra Santidad. Por favor, no hables en momento alguno. Está rigurosamente prohibido. ¿Podrás hacerlo?.

  • Si, permaneceré callada en todo momento, hermana.

  • Muy bien, sólo podrás responder a lo que se te pregunte. Camina, yo te conduciré hasta nuestra Santidad. No hay obstáculos en el camino, tan solo la frialdad de los corredores y el suelo que pisamos.

Caminaba en silencio, algo aterida de frío y nerviosa también. Me sentía muy extraña al caminar casi desnuda y descalza. Y lo peor de todo era carecer de visión. Pero la hermana que me acompañaba me dirigía siempre con suaves toques hacia donde debía encaminar mis pasos.

Pasé por suelos de todos los tipos, lisos, rugosos, de tierra, de nuevo lisos y por último, algo que debía ser tarima de madera o similar. Además allí el ambiente era mas cálido y sentía menos sensación de frialdad.

  • Dacil, ante ti hay dos reposa rodillas, separados medio metro entre si. Baja despacio y deja una rodilla en cada uno de ellos. Yo te guiaré pequeña.

Y ayudada por sus manos, que me sujetaban las piernas y el cuerpo, conseguí arrodillarme en los reclinatorios. Sentía mis piernas muy separadas, pero no dije palabra alguna. Y aguardé a que la hermana me dijera algo nuevo.

  • Dacil, no te muevas de donde estás. Voy a buscar a nuestra Santidad. Estarás siendo vigilada en todo instante, si incumples en algo, serás expulsada directamente de aquí, ¿está todo claro, pequeña?.

  • Sí, está todo claro, no me moveré hermana.

  • Muy bien, no creo que tarde nuestra Santidad en poder atenderte.

La postura no era muy incómoda, aunque si algo humillante, sobre todo al tener mi cuerpo desnudo, bajo la túnica capa. Mis manos cubrían mi vientre con el paquete que debía entregar. No sabía porqué todo debía ser tan misterioso. Desconocía el porqué, pero me sentía con una extraña sensación de haber pasado por este lugar en alguna ocasión. Pensamiento que deseché de inmediato. Jamás había estado en un lugar semejante.

A los pocos minutos, escuché ruido de pisadas de pies desnudos, sobre la tarima. Y se acercaban hacia mí. Y entonces escuché la voz de la hermana, a la vez que alguien parecía que se sentaba unos metros ante mí.

  • Pequeña, nuestra Santidad está aquí. Ella te atenderá a partir de este instante, yo no puedo permanecer mas tiempo aquí. Haz todo cuanto te indique.

Me sentí mas nerviosa aún, escuchando sus pasos desnudos alejarse de mí, hasta que el ruido de una enorme puerta al cerrarse, llegó a mis oídos.

  • Muy bien, pequeña. Parece que tienes un paquete para entregármelo personalmente. Veamos ese paquete. Extiende tus dos manos hacia mí, ofreciéndomelo. ¡Hazlo ahora!.

Y extendí los dos brazos con el paquete sujeto por mis dedos. Sabía que la túnica se me abría y que le mostraba mi desnudez, pero no me importó en modo alguno.

Noté como unas manos rozaban las mías y cogían el paquete. Y ya estaba bajando las manos al interior de mi túnica, cuando aquel ser, me dijo :

  • Pequeña, permanece con los brazos en cruz y ligeramente elevados, mientras superviso el material que me traes.

Mi mente galopó y supe que estaría desnuda completamente ante él si hacía lo que ordenaba, pero no quise importunarle y le obedecí, separando mis brazos lateralmente y subiéndolos un poco después. Supe que todo mi cuerpo quedaba expuesto a sus miradas, pero no hice gesto de angustia.

Le escuché como rasgaba el papel y como procedía a darle vueltas al paquete.

  • Interesante.....muy interesante. Una película y una carta. ¿Qué dirá esta carta?......Uhhmmmm, veamos......oh, pero si es de nuestro hermano Juan. Pequeña, ¿tu sabes lo que pone en esta carta?.

  • Pues no, señor. Sólo me dijeron que la entregara a ud. señor.

  • ¿Cómo te llamas, pequeña?.

  • Mi nombre es Dacil, señor.

  • Exactamente el nombre que figura en la carta. No sé, no sé. Veremos que dice el Gran Padre. Dacil, levántate manteniendo tus brazos en la misma postura, yo te guiaré hasta la presencia apropiada.

Me levanté nerviosa y muy angustiada. ¿Qué habría en aquella carta?. Y porqué no estaba ante el jefe máximo de aquella orden. La hermana, me engañó o sólo tenía acceso hasta este hombre. Caminé con paso inseguro, hasta entrar en una estancia en donde había mucha mas gente. Me sentí fatal y un rubor, me recorrió todo el cuerpo.

  • Dacil, tranquila, arrodíllate sobre el suelo, pero sin mover tus brazos. ¡Gran Padre!, fijáos que carta mas extraña nos trae esta jovencita. Su nombre es Dacil y coincide curiosamente con el expuesto en la carta por el hermano Juan.

  • ¿Dacil?. ¿Decís que se llama Dacil?. Oh, ésto es un bien del cielo. Déjame ver esa carta, hermano.

  • Tomadla Padre.

Estaba a cada segundo mas y mas angustiada, aquella voz me sonaba conocida, pero no era capaz de ubicarla. Mi mente se negaba a aceptarla como la voz del web, pero todo coincidía. Sin embargo había algo que no cuadraba. El Rector, no conocía al hombre que aparecía en el web, luego no podía estar en el mismo lugar. Pero la voz aquella y todo el misterio alrededor me hacía temblar de miedo. Y de repente, sentí unas manos rozar mis pechos, a la vez que una voz muy próxima me decía :

  • Así que tu eres Dacil. Agradable sorpresa la mía. La verdad es que no te esperaba tan pronto. Y estás mucho mas apetecible al natural que por los vídeos que tengo de tí. ¡Hermanas!, lleváos a esta jovencita y preparadla para la recepción inicial.

Varios pares de manos me cogieron y me llevaron, arrastrando mis piernas hasta una sala distinta. Noté el frío en mi cuerpo, cuando me quitaron la túnica. Me hicieron quedar en pie y con las piernas muy abiertas. Sentí que colocaban cosas en mis tobillos y muñecas. Y de repente, quedé atada y tensa.

Y supe, que iba a ser maltratada. Me quitaron la venda que cubría mis ojos, pero antes de que fuese capaz de adaptarme a la luz que me cegaba, me colocaron una especie de casco y quedé a oscuras de nuevo. Podía escuchar todo cuanto sucedía a mi alrededor, pero mi visión era nula. También escuchaba mi respiración jadeante y me llegaba mucho mas fuerte de lo normal, lo cual me hacía enloquecer a mi misma.

A los pocos segundos, escuché una especie de chasquido dentro de mi casco y pude escuchar la voz del interlocutor...........

  • Dacil, eres bonita y apetitosa. Me alegro que hayas venido a mí. Solo podrás escucharme a mí, aunque también oirás todo cuanto se diga. Sin embargo, tu voz quedará apagada por el casco y sólo podré escucharla yo. Ahora tu casco, está apagado.....pero dispones de un dispositivo de inteligencia artificial, con el que podrás observar toda la realidad virtual que suceda en esta sala. En cuanto lo actives, según muevas los ojos a un lugar u otro, podrás ver tu cuerpo desde diversos ángulos.

Era verdad lo que me decía, cuando activé aquel dispositivo, pude verme desnuda ante todos ellos.

Y también a ellos, aunque distorsionados, como si fueran figuras de comic, pero provistos de palas, látigos y otros objetos hirientes.

Fui azotada y atormentada, sin cesar hasta que me derrumbé, siendo reanimada constantemente, por unos bebedizos que me hacían tomar.

Después de innumerables tormentos, me aplicaron una especie de bálsamo, al tiempo que perdía la noción del tiempo y del espacio.

Cuando desperté, estaba vestida y alguien me entregaba un paquete que debía llevar a la institución.

Me sentía fatal. Me levanté con grandes problemas de movilidad y salí al exterior en donde me aguardaba un coche, ya en marcha.

El chófer, ni siquiera me ayudó a subir al mismo. Y una vez estuve dentro, partió a gran velocidad.

El viaje no fue muy largo, pero yo aún no era capaz de percibir los cambios de dolor en mi cuerpo............