Hayner y Mimio, las dos mascotas de Izaak.(IV)

Se aconseja castrar a las mascotas, pero con Hayner, Izaak prefiere hacer una excepción.

Por fin he podido encontrar un poco de tiempo para subir este nuevo capítulo, la facultad me tiene tan absorta que no tengo tiempo de nada, solo consigo escribir un poco en los viajes de ida y vuelta en el tren mientras algún tipo me mira extrañado por las sonrisas espontaneas que surgen en mi cara cuando escribo algo medio decente. En fin, en este episodio os aviso de que no hay mucha acción, pero en él he intentado, gracias de la observación del amigo Nahum, daros a conocer algunos datos sobre el motivo de unión entre Hayner y Izaak. Prometo que en el siguiente sucederán más cosas, por ahora espero que los toques de humor generados por la inocencia de Mimio os agraden en este.

Como siempre os recuerdo que estoy deseando leer vuestros comentarios, o correos. Besos!

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-¿Hayner?... Hayner tiene que despertarse, el amo nos espera y Hayner está sucio-

-Shhh... Dejame dormir.- el muchacho solo oía una irritante vocecilla que al parecer estaba empeñada en molestarlo.

-Por favor, Hayner se tiene que levantar, el amo se enfadará.-

-Que le den por culo al amo...-

-El amo dijo que si Hayner decía palabras feas Mimio debía pulsar el botón. Ella lo siente mucho...-

De repente la electricidad recorrió su cuerpo y sus músculos se tensaron, su piel tirante y dolorida clamó pidiendo auxilio a su cerebro y este ordenó a sus ojos que se abrieran para buscar ayuda. Entonces vio a Mimio sentada a su lado mirándolo angustiada mientras presionaba el botón del diabólico mando que sostenía entre sus manitas.

-¡PARA! ¡Mimio para eso!- al ver que su compañero estaba despierto la muchacha soltó el botón y la tortura cesó, Hayner le arrancó el mando de las manos y lo estrelló contra la pared más cercana rompiéndolo en mil pedazos.

-Mimio lo siente, ella no quería, pero el amo se lo ordenó, ella tenía que obedecer.-

-No deberías ser tan obediente...- le contestó malhumorado mientras se sentaba en la cama.

-Mimio debe serlo, a ella no le gusta estar sucia como Hayner, ¿por qué tiene manchas blancas en la boca?-

-¿Qué?-Hayner se llevó la mano a la cara y notó las manchas resecas en sus mejillas y en la comisura de sus labios.

-¿Y por qué pone ahí “esto no se toca”?¿qué es lo que no se toca Hayner?- le preguntó la chiquilla señalando su vientre.

Hayner agachó la mirada y al ver su cuerpo casi le da un pasmo. Seguía vestido con la ropa, o mejor dicho, la poca ropa que Izaak le puso en su habitación. Solo llevaba un ajustado bóxer de cuero negro, de sus brazos colgaban las finas cadenas de unas muñequeras, al igual que en sus tobillos, un delgado arnés le cruzaba el pecho y la espalda, y en su vientre había un mensaje tal y como Mimio apuntaba, escrito a rotulador en letras grandes y negras “ESTO NO SE TOCA” y justo por debajo de las letras surgía una flecha que se internaba en su ropa interior. Entonces Hayner se fijó en las marcas rojas que le cruzaban el cuerpo por todas partes y de inmediato recordó la noche anterior. Las marcas eran de todos los azotes que Izaak le había dado, volvió a tocarse la boca y recordó que eran aquellas manchas, habría preferido olvidarlo, pero su cerebro decidió regalarle una nítida imagen sobre como llegaron a su boca y comenzó a enrojecer al ver que Mimio estaba a su lado mirando intrigada el espectáculo en que su amo había convertido su cuerpo.

-¿Es leche? ¿Por qué a Mimio no le han dado?-

-No, no Mimio no es leche.-le contestó Hayner con una voz repentinamente chillona mientras se tapaba con las mantas absolutamente avergonzado.

-¿Entonces que es?- al parecer la muchacha no conocía el dicho de que la curiosidad mató al gato.

-Es... es, vale si, es leche, pero a ti esta leche no te gusta.-

-¿Por qué no? ¿Es que solo es para Hayner? -

-¡No! No es para mi, a mi tampoco me gusta.- el muchacho empezó a ponerse cada vez más nervioso por el interrogatorio de su inocente compañera.

-¿Y entonces por que la toma Hayner?-

-Pues porque... porque me obligan.-

-¿Quién le obliga?-

-¡Izaak! Izaak me obliga, y por el amor de dios Mimio no me preguntes nada más.-y tras decirle aquello terminó de enrollarse la manta alrededor del cuerpo y se metió en el baño con la cara roja como un pimiento.

-El amo le dijo a Mimio que le dijera a Hayner que lo que tiene escrito no se puede borrar, que está escrito con rotulador permanente para que no se le olvide...- le advirtió la chiquilla desde el otro lado de la puerta.

-Será hijo de pu...-

-¡No! Hayner no debe decir más palabrotas...-

-Puedo decir lo que me de la gana Mimio, el mando esta roto ¿te acuerdas?-

-Si, pero es que...-

-Pero nada, tu queridisimo amo es un hijo de puta, un sádico, un pervertido...¡y el cabrón más grande que ha pisado la tierra desde el principio de los tiempos!- gritó desatado mientras se miraba en el espejo y veía la ingente cantidad de marcas con las que aquel salvaje había adornado su cuerpo.

-Menuda descripción Hayner...-

-¿I-Izaak?- el rojo de la cara de Hayner despareció y su piel pasó a un blanco más propio de un cadáver.

-Si cachorrito, soy yo, el cabrón más grande que ha pisado la tierra...-

En ese momento Hayner habría dado lo que fuera por un pestillo, por una silla con la que atrancar la puerta, por un gran armario con el que taparla, por un foso lleno de cocodrilos hambrientos que se zamparan a su amo nada más entrase, pero no, nada de eso estaba a mano así que tuvo que contemplar temblando como el picaporte giraba muy despacio y la puerta se abría.

-¿Ya no dices nada? ¿Es que te ha comido la lengua el gato?-

-No, no quería decir esas cosas, es solo que...-

-¿Qué te pasa?¿es que no te gusta la “leche” que te da tu amo? ¿estas enfadado por eso?- le preguntó Izaak sonriendo con esa mirada descarada que él tanto odiaba, Mimio mientras tanto le miraba de arriba a abajo asomada junto a la entrada del baño.

-¿Pu-puedes cerrar la puerta?- preguntó el muchacho incómodo por la inquisitiva mirada de la gatita.

-¿Por qué? ¿No quieres que Mimio te vea así vestido?-

-No es que este muy vestido la verdad...-

-Tranquilo, en el caso de que le gustes no creo que se vaya a meter aquí para hacer las guarrerías que tu hiciste anoche pensando en ella.-

-¿Qué guarrerías amo?- preguntó la chiquilla al sentirse aludida.

-Mimio, es que resulta que tu amigo Hayner es bastante cochino ¿sabes? Y anoche le pille en la ducha haciéndose...-

-Izaak, por favor no se lo digas.-

-¿Ya has pasado bastante vergüenza?-

-Si, por favor ya basta, te pido disculpas, no debería haber dicho esas cosas, pero es que me duele todo el cuerpo, y estaba enfadado, y...-

-No te dolería todo si hubieras accedido antes a tomarte la “leche” Hayner, y de todos modos eso no te da derecho a soltar esa cantidad de improperios por tu sucia boca, y lo de sucia lo digo literalmente.- al recordarlo las mejillas del muchacho cobraron vida de nuevo y volvieron a enrojecer mientras agachaba la mirada abochornado.- Encima has destrozado mi mando, tienes un despertar muy irascible Hayner, ¿como voy a castigarte ahora?-

-Amo, lo del mando no es culpa de Hayner, es que Mimio apretó demasiado fuerte...-

-Que va Mimio, tu no lo sabes pero Hayner tiene mucho aguante, la descarga que le has dado tu no ha sido nada comparado con lo que le voy a hacer yo ahora. Así que ¿por qué no te vas a buscar a Ernest y le pides que te de el desayuno? yo voy a entretenerme un poco.- le dijo mientras la instaba a salir y cerraba la puerta del baño.

-Izaak, no hay necesidad de...¿p-por qué te quitas el cinturón?-

-¿Tu qué crees?-

-No, Izaak, p-por favor, ya te he dicho que l-lo sentía, no quería decir eso, p-pero...-

-¿Sabes cuanto me gusta ese tartamudeo que te entra cuando te asustas?-

Lo cierto era que cuando Hayner se asustaba normalmente solía tener un motivo para hacerlo, al cabo de quince minutos Izaak salió del cuarto abrochándose el cinturón y bajándose las mangas de la camisa dejando a su pobre cachorro a cuatro patas en el suelo del baño con las lagrimas saltadas e intentando recomponerse tras los azotes que su amo le había propinado con el cinturón. Solo habían sido cuatro, uno por cada insulto que había proferido espoleado por la ira, pero Izaak se los había atizado con toda la fuerza con la que fue capaz dejandole el trasero al rojo vivo. Finalmente cuando consiguió ponerse en pie y quitarse las muñequeras, los amarres de los tobillos y aquellos malditos bóxer se metió en la ducha y dejó que el agua le calmase, no había conseguido quitarse el arnés porque el cierre estaba justo entre sus omóplatos y le era imposible manejarlo, así que tuvo que ducharse con él puesto pensando en que luego tendría que pedirle a Izaak que se lo quitase. Se habría quedado horas allí quieto compadeciéndose de si mismo, pero de haberlo hecho su amo se habría impacientado así que con un gran esfuerzo de voluntad salió del baño se vistió y se dirigió al despacho donde Izaak le esperaba con Mimio sentada en su regazo.

-Creía que tendría que ir a buscarte.-

-Es que, he tenido un problema, con el arnés...-

-¿No lo habrás roto también?-le preguntó Izaak disgustado.

-No, no, no lo he roto, es que no, no me lo puedo quitar yo solo.-

-¿Quieres que te lo quite?- su amo entornaba los ojos al mirarle sabiendo que necesitaba su ayuda.

-Si...-

-Pídemelo bien, y a lo mejor te ayudo.- le respondió sin mirarle, mientras acariciaba con suavidad las piernas de Mimio que se acurrucaba contra él.

-Izaak, ¿puedes quitarme el arnés por favor?- contestó el muchacho casi en un susurro.

-No, no lo has pedido bien, Mimio, dile a Hayner lo que ha hecho mal.-

-No debe llamarle Izaak, debe llamarle amo.-

-Esta bien, de acuerdo, amo, ¿puedes quitármelo por favor?-

-¿Lo ves? No es tan difícil ser educado. Anda Mimio, levantate, voy a quitarle eso. Ven aquí Hayner, siéntate.-

En cuanto la muchacha se levantó Izaak le hizo un gesto dando una palmada en sus muslos, quería que se sentará justo en su regazo como había hecho ella. Hayner se acercó pero no tenía intención alguna de sentarse allí.

-No creo que sea necesario que me...-antes de que terminara la frase Izaak le agarró por los pantalones, le dio la vuelta y tiró de él obligandole a sentarse, lo cual provocó que Hayner diera un respingo por el dolor lacerante que sentía en el trasero.- Joder...-

-Esa boca Hayner...¿es que no has tenido suficiente con los cuatro de antes?-

-Si, he tenido suficiente, mas que suficiente, l-lo siento.-

Teniéndolo allí sentado sobre sus muslos su amo le quitó la camiseta y tras pasear sus manos por la espalda del muchacho comenzó a desatarle el arnés, el cierre no era un correa si no diez, le iba a llevar un rato desatarlas estando además mojadas, así que sujetó a Hayner por las caderas y lo colocó bien obligandole a sentarse justo sobre su entrepierna provocando que el muchacho se tensara aún más si era posible.

-En fin... esto va tardar un poco Hayner, así que quedate quietecito para que pueda quitártelo mientras os cuento lo que tenía que deciros. Vamos a tener visita dentro de unos días, dos de mis mejores clientes, los Natsuhiro, van a venir a la ciudad para que cerremos un acuerdo y he decidido alojarlos aquí. Quiero que os comportéis lo mejor posible durante su estancia, no me gustaría que se llevaran una mala impresión de vosotros.-

-¿¡QUÉ?!- el muchacho no podía estar más sorprendido por las palabras de su amo.

-¿Tienes algún problema Hayner?-

-¿C-como que vas a alojarlos aquí? ¿que quieres decir con que debemos comportarnos bien? ¿acaso quieres que estemos con ellos?-

-Pues claro que quiero que esteis con ellos, les he hablado mucho de vosotros, están deseando conoceros.-

-No, no, no, no. De eso nada.- Hayner estaba tan nervioso que consiguió zafarse de las manos de su amo y se apartó de él histérico – No pienso conocer a nadie, nunca ha venido nadie en estos cuatro meses, y no tienen porque venir ahora.-

-Claro que van a venir, y los vas a conocer y serás un ejemplo de educación y buenos modales.-

-Me niego, no lo haré.- le espetó airado con toda la determinación que pudo reunir.

Al oír aquello Mimio se quedó mirándolo sentada en la alfombra con los ojos como platos y las manos en la boca presa del asombro más absoluto. Izaak sin embargo parecía estar más bien irritado por el arrebato de su esclavo y aún no terminaba de creerse lo que acababa de oír.

-Hayner, supongo que he debido entenderte mal, pero por si acaso, ¿acabas de decir que te niegas?-

-S-si, eso he di-dicho.- al ver como su amo se levantaba lentamente del gran butacón el muchacho comenzó a retroceder poco a poco.

-Entiendo... osea que tu, te niegas, te niegas y punto, ¿no es eso?- hizo una pausa esperando una respuesta, pero Hayner estaba demasiado ocupado intentando alejarse de él como para responder- Dime Hayner, ¿acaso has olvidado porque estás aquí? ¿te has olvidado de lo que te iban a hacer antes de que yo pujase por ti? ¿es que te has cansado de servirme? Porque si es así solo tienes que decírmelo y te llevaré con tus antiguos amos, así podrán seguir con lo que tenían entre manos antes de la subasta. ¿Eso quieres?-

-Yo...yo, no...- en su afán por alejarse de su amo el muchacho había acabado tropezando con un sillón y cayendo de espaldas al suelo, aunque no se quedó allí mucho tiempo. Izaak lo agarró por el arnés con ambas manos elevándolo en el aire como si se tratara de un simple fardo.

-¿No? ¿no quieres volver?... pues en ese caso dejemos algo claro cachorrito, yo soy tu dueño, me perteneces, tanto si te gusta como si no, y desde el momento en que te compré tu única preocupación en la vida debería ser agradecerme que tu hubiera salvado y complacerme en todo, así que si yo te digo que seas educado con mis huéspedes, lo serás, si te digo que les sirvas la cena, lo harás y si te digo que les limpies los zapatos, los lamerás como si te fuera la vida en ello, niégate y te devolveré a los

Fleischer

¿entendido?- Izaak había ido elevando la voz a medida que hablaba con sus ojos azules fijos en los del muchacho que ahora ya temblaba de forma descontrolada en sus manos.

-S-si, si, lo he entendi-dido.- en cuanto le respondió Izaak lo soltó dejandole caer al suelo.

-Ahora será mejor que te quites de mi vista, en lo que va de mañana ya me has crispado bastante los nervios y mucho me temo que ya no te queda un centímetro de culo por azotar, así que por tu bien más te vale que no vuelva a verte hasta la hora de cenar o vas a recibir azotes sobre azotes...- le advirtió mientras abría él mismo la puerta del despacho para que saliera.

Hayner se puso en pie aún temblando de arriba a abajo y salió de allí intentando mantener la compostura, si es que aún le quedaba algo, convertido en un amasijo de ira contenida, odiaba el modo en el que su cuerpo y su mente se aliaban para entrar en pánico cada vez que Izaak amenazaba con llevarle de vuelta con los Fleischer. Él sabía que no iba a hacerlo, que se divertía demasiado con él como para ser capaz de devolverlo, pero aún así el mero hecho de oír el nombre de los que fueron sus antiguos amos hacía que sus instintos más primarios se encendieran obligandole a aceptar todas las órdenes de Izaak con el fin de quitarle esa idea de la mente lo antes posible.

La realidad era que por más que al muchacho le molestase su reacción de supervivencia era absolutamente comprensible, normalmente cualquier individuo que haya estado apunto de perder sus gónadas a manos de otro suele mostrarse bastante reacio a volver a su lado, y eso era precisamente lo que los Fleischer pretendían hacerle antes de que Izaak levantara su mano lentamente desde el fondo de la sala en la casa de subastas para pujar por él con una cantidad absolutamente desorbitada. Todo el mundo se giró dejando de prestar atención a los esclavos que allí se exponían para observar a aquel atractivo alemán que se mostraba más que dispuesto a llevarse a casa aquella fiera salvaje.

Sin embargo pese a lo disparatado de la suma los Fleischer seguían empeñados en castrarlo, la realidad era que un eunuco se vendía mucho más caro que un esclavo como Hayner, que no daba más que problemas y que tenía la mala costumbre de morder la mano que le da de comer. De ese modo la puja tuvo que ir subiendo a un ritmo delirante debido a las negativas de aquellos avariciosos amos, hasta que al final hubieron de ceder una vez comprendieron que si seguían su pulso contra aquel obstinado caballero este acabaría perdiendo la paciencia y dejando de hacer ofertas monetarias para acabar enviándoles un asesino a sueldo con el cual pudieran discutir el precio del muchacho.

Para sorpresa de Izaak su nuevo juguete lejos de estar agradecido por su salvación se comportaba como un animal rabioso, para Hayner no había nada que agradecer, había conseguido librarse de los Fleischer y lo único que le separaba de su libertad era aquel rubiales con aires de grandeza, se escaparía en cuanto tuviera ocasión y ya nunca más tendría que agachar la cabeza ante nadie, pero él también se llevo una sorpresa con la capacidad que su nuevo amo poseía para predecir sus intentos de fuga, como bien le dijo el propio Izaak a Mimio, Hayner intentó escapar hasta siete veces en su primer día en la mansión, siete veces en las que fue interceptado por su amo quién incluso acabó atrapándolo a lazo como si de una res se tratase mientras el muchacho corría por los jardines dispuesto a saltar la verja de entrada. Hayner cayó al suelo de espaldas debido al tirón repentino de la soga en torno a su cuello, se quedó tumbado sobre el césped mientras la cabeza le daba vueltas y entonces la cara de Izaak apareció sobre él.

-Yo que tu no lo haría cachorrito, acabo de hablar con tus queridisimos torturadores, y les he dado el aviso de que si alguna vez te vieran por la ciudad sin mí pueden quedarse contigo. Así que si quieres permanecer entero con todas tus cositas en su sitio, te conviene quedarte a mi lado.-

Y esa fue la última vez que Hayner intentó huir, no le gustaba nada Izaak, pero los Fleischer y su obsesión por separarle de sus partes le gustaban menos todavía, así que desde ese día su idea de liberación se esfumó y su nuevo amo se encargó de tenerlo entretenido con un sin fin de confusos pensamientos y conjeturas que intentaban hallar una explicación al hecho de que cada vez que Izaak le ponía la mano encima una inoportuna erección hiciera acto de presencia en sus pantalones, si es que los llevaba.