Hayner y Mimio, las dos mascotas de Izaak. (III)
Los deseos de Hayner son para Izaak transparentes como el cristal...
Los días habían ido pasando demasiado lentos para el gusto de Hayner. Normalmente es complicado llegar a disfrutar de una jornada en la cual te pasas la mitad del tiempo empalmado y la otra mitad recibiendo descargas por ello. Eran tantos los insufribles calambrazos que había tenido que soportar que por las noches se despertaba entre espasmos soñando que las descargas aún continuaban.
Por supuesto una vez estaba despierto su reacción era siempre la misma, debía asegurarse de que la muralla de almohadones y cojines que construía todas las noches entre él y Mimio seguía en pie. Era el modo más práctico para conseguir que la muchacha no se le echará encima por las noches, Hayner ya había intentado explicarle por activa y por pasiva que no debía abrazarse a él en la cama, ella, aunque no acababa de comprender el porque, le prometía que no lo haría, pero una vez se dormía la chiquilla era incapaz de quedarse quieta y respetar la línea imaginaria que dividía la cama en dos, así que Hayner se había visto obligado a construir una división física entre ellos.
Sin embargo todo aquel esfuerzo no aportaba mucha tranquilidad al muchacho, Izaak le ponía las cosas más difíciles cada día, siempre con la intención de provocarlo, de incitarle a caer en la tentación para luego poder castigarlo. Mimio se había convertido en una preciosa muñequita que disfrutaba a diario de las atenciones que su nuevo amo le prodigaba, como por ejemplo el ingente surtido de modelitos que la muchacha estrenaba cada día, Izaak la hacía vestirse de la forma más provocadora posible, aunque nada vulgar desde luego, eso no habría encajado con la dulzura de Mimio ni con el refinamiento de su amo.
Ya habían pasado cinco días desde que su nueva compañera había llegado y al parecer la capacidad imaginativa de Izaak no tenía límites. El viernes por la tarde aparcó un gran camión frente a las puertas de la mansión, Ernest dejo pasar a toda una cuadrilla de hombres que llevaron grandes cajas y embalajes al comedor, uno de los paquetes media al menos cinco metros de largo y en todos se leía la palabra frágil escrita en enormes letras rojas, permanecieron trabajando un par de horas a lo largo de las cuales Hayner intentó sonsacarle al criado algo de información sobre lo que hacían, pero fue por supuesto un esfuerzo vano. Finalmente cuando los trabajadores se fueron la puerta del comedor volvió a cerrarse con llave y ni Hayner ni Mimio pudieron entrar hasta que no llegó Izaak por la noche para cenar.
Cuando Ernest les dio paso al salón su amo los esperaba sentado a la mesa, pero no era la misma mesa de siempre, esta había sido sustituida por una preciosa mesa de cristal, era enorme y espectacular, las patas tenían adornos y volutas que brillaban bajo la luz de la sala con destellos negros y dorados, más que un mueble parecía una obra de arte pero aún así Hayner no entendía porque Ernest la había mantenido en secreto, no lo comprendió hasta el momento en que se acercó a la mesa para colocarse en su lugar.
Desde que se convirtió en la mascota de Izaak el muchacho había tenido que comer todos los días bajo la mesa, en un bol colocado frente a su amo de modo que si levantaba la vista de su plato lo único que podía contemplar era su entrepierna, era otra de las tantas humillaciones a las que Izaak le sometía para recordarle cual era su lugar. Aquella situación había mejorado un poco desde la llegada de Mimio que al menos podía hacerle compañía comiendo a su lado, allí abajo el muchacho podía mirarla sin que su amo se percatase y lo cierto era que la imagen de Mimio colocada a gatas comiendo de su bol era infinitamente más agradable para él que la que su amo y sus pantalones le ofrecían. Pero al parecer esos momentos de deleite se habían terminado para Hayner, cuando Mimio iba a meterse bajo la mesa a su lado Izaak la detuvo.
-No Mimio, esta noche no comerás ahí abajo.-
-¿Por qué no amo?-
-Por que has sido muy buena durante estos días, no llevas aquí ni una semana y no has dado el más mínimo problema... Hayner intentó escapar siete veces en su primer día.-
-Mimio no va a escaparse amo, le gusta estar aquí.-
-Lo se preciosa, por eso esta noche te mereces un premio, esta vez no comerás bajo la mesa, vas a comer de mi plato. Venga sube.-
En ese momento Izaak dio dos leves palmadas sobre el cristal haciéndole ver a Mimio que quería que se subiera a la mesa y la muchacha obedeció quedándose sentada junto al plato de su amo y justo encima de la cabeza de Hayner, que se quedó mirándola boquiabierto dándose cuenta en ese mismo instante de porque su amo había hecho aquel repentino cambio en el mobiliario. Izaak había querido que aquel día Mimio se pusiera un vestido de color azul marino, le daba un aspecto adorable de colegiala, y ahora Hayner podía ver gracias al cristal de la mesa las tablas de aquel vestido que caían alrededor de los muslos de la muchacha que se sentaba sobre él otorgándole una atrayente visión de sus braguitas blancas. Absorto como estaba no se había percatado de que él también estaba siendo observado por su amo que finalmente le sacó de su embelesamiento dándole un empujón con la punta de su zapato.
-¿Qué haces Hayner?-
-¿¡Qué!? Yo... nada, nada.-
-¿Seguro?- su amo insistía al tiempo que sacaba de su bolsillo el mando que provocaba las horribles descargas de su collar.
-Yo... no... no quiero más descargas, por favor, la estaba mirando, p-pero no lo volveré hacer.- Hayner se había dado cuenta de que era mejor admitirlo y mostrarse sumiso como Izaak quería que negarlo y darle motivos para apretar aquel botón.
-No, no te preocupes, no te voy a castigar con más descargas, hoy vamos a hacer algo distinto...-
-¿Qué?- Hayner notó como su columna se tensaba pensando qué tendría en mente.
Izaak se agachó recogió el bol de Hayner y metió dos dedos en la sopa vichyssoise que le habían servido aquella noche.
-¿Te gusta la vichyssoise Hayner?-
-S-si...- respondió el muchacho con cautela.
-Muy bien, pues quiero que te comas todo el plato, no dejes nada, pero acuérdate, solo estás cenando, no lo disfrutes demasiado...- entonces su amo pasó la mano bajo la mesa y extendió los dedos justo por encima de donde estaba sentada Mimio manchando el cristal bajo sus braguitas.
Hayner se quedó paralizado mirando a su amo con cara de incredulidad, mientras este se limpiaba los dedos con su servilleta y le devolvía la mirada sonriente.
-¿Quieres que...-
-Si, eso quiero, así que empieza.-
-P-pero...-
-Hayner, estoy siendo bueno contigo, no he usado tu collar, no me obligues a que lo haga.-
-Pero es que...-
-Come y calla.- Izaak le obsequió con una mirada tan amenazadora que Hayner tuvo que dejar a un lado sus dudas e hizo lo que su amo le ordenaba.
Se colocó sentado justo debajo de Mimio que le miraba con curiosidad pero aparentemente ajena a las connotaciones eróticas que pudiera tener lo que su compañero estaba apunto de hacer, Hayner volvió a mirar de nuevo a Izaak esperando ver algo de compasión en sus ojos, esperando que le dijera que no tenía porque hacerlo, pero en vez de eso se encontró con una mirada impaciente y de nuevo un suave toque con la punta del zapato que le apremiaba a comenzar, así que el muchacho obedeció y comenzó a lamer los restos de comida con los que su amo había ensuciado el cristal. Cuando lo hubo dejado limpio, sonrió aliviado por haber conseguido controlarse lo suficiente para no excitarse, no había sido para tanto, pero en cuanto Izaak se percató de que había parado volvió a hundir los dedos en el bol y de nuevo manchó la mesa, iba a obligarle a lamer el cristal hasta que hubiera vaciado el bol y ya de paso pensó que se podía ahorrar usar su servilleta si le obligaba también a lamerle los dedos cada vez que se manchaba. Al principio Hayner consiguió llevarlo bien, pero a medida que el proceso se repetía una y otra vez su autocontrol iba menguando poco a poco, Mimio ya llevaba sentada allí un buen rato comiendo de la mano de Izaak y Hayner comenzaba a notar con su lengua como el cristal se calentaba bajo su piel, decidió que sería más fácil si cerraba los ojos y no miraba lo que hacía, pero Izaak no se lo permitió, así que tuvo que continuar lamiendo el cristal y mirando las braguitas de Mimio lo cual acabó causando estragos en su entrepierna que iban a ser difíciles de ocultar.
Sin embargo a base de lamer y lamer Hayner dejó de preocuparse por que el bulto de sus pantalones lo pudiera delatar, estaba absolutamente extasiado, concentrado en su tarea hasta tal punto que siguió lamiendo el cristal hasta que Izaak tuvo que apartarlo con el pie avisándole de que ya se había acabado el plato, él ni siquiera se había dado cuenta.
-¿Te ha gustado la cena Mimio?-
-Si amo, gracias.-
-¿Y a ti Hayner, te gustó?-
-S-si, me gustó...-
-Yo diría que te ha gustado tanto que incluso te has quedado con hambre...-
-Yo, no...-Hayner se dio cuenta de que Izaak le miraba a través del cristal con una sonrisa taimada en su rostro y comenzó a ser consciente de que había disfrutado demasiado con la cena como para poder ocultarlo, el pánico se apoderó de él poco a poco solo con pensar en lo que Izaak le haría cuando le viera ponerse en pie, sin embargo la suerte estaba de su parte y entró en el salón encarnada en la figura de Ernest.
-Señor, disculpe mi intromisión pero los señores Natsuhiro han llamado, necesitan hablar con usted de un asunto urgente. He preparado todo para que pueda llevar a cabo la video-conferencia con Tokyo desde su despacho. Le están esperando.- al oír aquello el rostro divertido de Izaak se tornó en una mueca de disgusto y Hayner por su parte intentó ocultar su alivio lo mejor que pudo.
-En fin, los Natsuhiro parecen no entender el concepto de la diferencia horaria... Ernest dile a Ibritte que ya puede retirar el servicio y asegurate de que estos dos se van a dormir.-
Hayner sonrió aliviado al ver como Izaak se marchaba sin prestarle mayor atención, y en cuanto Mimio se hubo bajado con un ágil brinco de la mesa se fueron hacia su cuarto seguidos por Ernest que cerró la puerta en cuanto entraron, igual que hacia todas las noches. Pero en cuanto deshicieron la cama la chiquilla se quedó parada.
-El pijama de Mimio no está.-
-Claro, los viernes son días de colada, se lo habrán llevado para lavarlo. Igual que las sabanas, estas están limpias ¿ves?-
-¿Y por qué a Mimio no le han dejado un pijama limpio?-
-¿No tienes?-
-No.-
-Bueno, pues avisaremos a Ernest para que te traiga uno.-
-La puerta ya está cerrada.-
-Pues...¿por qué no duermes con el vestido?-
-¡No! Si el vestido se arruga el amo se enfadará con Mimio, tiene que quitárselo. Mimio dormirá desnuda.- dijo la muchacha mientras empezaba a desabrocharse los botones, en cuanto Hayner lo vio la detuvo al instante.
-¡No! No no no... de eso nada.-
-¿Por qué no?-
-Pues porque Izaak se enfadará mucho si haces eso, y tu no quieres que se enfade ¿no?-
-No.-
-Muy bien, buena chica. Mira lo que vamos a hacer es lo siguiente; yo duermo con esta ropa y tu te pones mi pijama, ¿de acuerdo?-
-Esta bien.-
Hayner recogió su pijama doblado de debajo de su almohada y se lo tendió a Mimio tras lo cual continuo recogiendo los cojines esparcidos por la habitación para poder dividir la cama, esperaba que Mimio se fuera al baño a cambiarse pero en cuanto se dio la vuelta se encontró con que al parecer la chiquilla no le veía inconveniente alguno a hacerlo allí mismo. En ese momento estaba sentada en la cama de espaldas a él desabrochándose el sujetador, lo dejó sobre las sabanas y se colocó la camisa del pijama de Hayner levantando los brazos y dejandole ver durante un segundo el contorno de su pecho. Con un movimiento rápido se puso el pantalón y en cuanto estuvo lista se dio la vuelta y se puso en pie esperando tal vez que Hayner le dijera lo guapa que estaba, pero él estaba pensando en otra cosa.
-Mimio, mira uno de los cojines se ha tumbado.- le dijo señalandole el cojín caído en medio de la cama.
Tal y como esperaba ella se giró y en seguida se arrodilló sobre la cama alargando el brazo para ponerlo bien,y por supuesto la intuición de Hayner se hizo realidad, el pantalón le iba grande e inclinada como estaba se le resbaló quedando a la altura de sus rodillas y dejando que el chico pudiera ver de nuevo aquella braguitas que tan bien se lo habían hecho pasar durante la cena. Si por él hubiera sido habría vuelto a cenar de nuevo en ese mismo instante, pero esta vez sin un cristal de por medio.
-A Mimio le queda grande este pantalón.-
-Si...eso parece,¿por qué no duermes sin él?-
-De acuerdo.-
Tal y como estaba a gatas sobre la cama se quitó el pantalón mientras Hayner luchaba contra si mismo intentando controlarse.
-¿Hayner no viene a dormir?-
-Pues... no, creo que no.-
-¿Por qué no?-
-Creo que mejor me voy a dar una ducha, no tengo sueño ahora, necesito relajarme...-
-Mimio si tiene sueño, ella se va a dormir.-
-Si, si, tu duérmete. Buenas noches Mimio.-
-Buenas noches Hayner.-
Cuando la muchacha se puso de lado y cerró los ojos Hayner se quedó mirándola durante unos segundos más, después colocó rápidamente los cojines que aún tenía en las manos, apagó la luz y se metió en el baño. La cosa, estaba clara, no podía tocar a Mimio, ni podía tan siquiera tocarse a si mismo, así que tenía que relajarse como fuera, nunca había sido muy amigo de las duchas de agua fría pero en ese momento más le valía darse una. Se desnudó, y se colocó bajo la alcachofa cuadrada que colgaba del techo, abrió la manilla del agua fría y esta salió a presión dejandole helado. No aguantó ni siquiera un minuto, su determinación se fue por el desagüe y decidió que la ducha no tenía porque ser una tortura, solo se trataba de relajarse y eso se podía conseguir también sin acabar sufriendo hipotermia, así que abrió el grifo del agua caliente y dejo que su cuerpo se relajara y que sus músculos se liberarán de la tensión provocada por el shock térmico, sin embargo al mirar hacia abajo comprobó que su erección al parecer no se había enterado de nada sobre ningún cambio brusco de temperatura, ella seguía allí dejando bien claro que el agua fría no tenía nada que hacer contra el dulce erotismo de su compañera. Cerró los ojos e intentó serenarse.
-Vamos Hayner, puedes hacerlo, tu solo calmate, deja la mente en blanco, no pienses en nada.- se decía así mismo mientras dejaba que el agua fluyera sobre su cuerpo con los brazos apoyados contra la pared.
Dejó pasar unos minutos en silencio, respirando despacio, esforzándose por no pensar en nada, pero no dio resultado, abría los ojos y su polla seguía ahí desafiándole, parecía decirle “venga, a ver quien aguanta más”. Lo volvió a intentar, cerró los ojos y se concentró en vaciar la mente. “Tienes que hacerlo, deja la mente en blanco, no hay nada más, solo blanco, la mente en blanco” se repetía para sus adentros, pero estaba claro que no iba a conseguirlo, si una voz le decía que se calmase la otra le decía “claro...la mente en blanco, en blanco, blanco como el color de las braguitas de Mimio...”.
Aquello no iba a funcionar, no podía evitarlo, cada vez que cerraba los ojos pensaba en si mismo sentado bajo la mesa y lamiendo el cristal justo por debajo de las braguitas de la gatita. Se le ocurrió que quizás si se hacia daño la erección desaparecería, pensó en darse un pellizco pero cuando estaba apunto de hacerlo con su mano junto a sus testículos cambio de opinión. ¿Para qué iba a torturarse a si mismo? Para eso ya estaba Izaak, le torturaba todo el día, era lo que pretendía hacer al obligarle a lamer la mesa, pero no había podido hacerlo, con la conferencia se había olvidado de él, lo había ignorado, ahora estaría en su despacho hablando con sus clientes, y él estaba allí solo, mojado y empalmado. No iba a enterarse de nada, era la situación perfecta, debía aprovecharlo, y así lo hizo. Casi sin darse cuenta la mano que tenía la intención de pellizcarlo ahora había pasado a masturbarlo muy lentamente, al fin y al cabo tenía todo el tiempo del mundo, así que cerró de nuevo los ojos y dio rienda suelta a sus pensamientos. Recordó a Mimio la primera vez que se metió en su cama, pensó en ella a gatas entre las sabanas pensó en sus largas piernas, y en su trasero respingón e incluso en su cola ondulando de un lado a otro. Pensó en la cena, en ella sentada sobre la mesa con su vestido de colegiala, la imagen se difuminó y apareció una nueva, aún más sugerente, Mimio inclinada sobre su cama, se estaba levantando la faldita y le pedía que se acercara a ella, quería que la lamiese, como lo hizo cenando, quería que lo hiciera de verdad, y él se acercó a ella e hizo lo que le pedía mientras la oía ronronear. Impulsado por su imaginación había ido poco a poco subiendo el ritmo de los movimientos de su mano, cada vez más rápido, presionando cada vez más, estaba apunto de correrse entre sus propios jadeos y de repente...
-¿Que estás haciendo Hayner?- la voz de su amo justo a sus espaldas lo sacó de sus ensoñaciones en un santiamén paralizandolo por completo.
-¿Ibas a correrte?-
-N-no, no, yo solo...-
-¿No? ¿Solo ibas a masturbarte sin más?-
-Yo...-
-Vaya, me parece interesante esa forma de tortura, ¿que te parece si la pruebo?-
Hayner fue a darse la vuelta intentando negarse pero no pudo hacerlo, en un abrir y cerrar de ojos Izaak volvió a darle la vuelta metiéndose bajo la ducha con él, se quitó el cinturón y le ató las manos a la espalda.
-¿Me dejas que te ayude?- le susurró al oído rodeando su cintura con sus brazos.
-Por favor... no-
-Vamos, no seas así, mirame, estoy dejando que este traje se moje solo por ti...-
Y lo que dijo era cierto, en aquella ocasión al parecer su carísima indumentaria era lo de menos, todo por tal de divertirse a su costa, Hayner intentó revolverse, movía las muñecas intentando aflojar el cinturón pero no había nada que hacer. Y para aumentar aún más la humillación su erección se negaba a desaparecer tal y como le sucedía siempre con Izaak. No alcanzaba a comprenderlo, aquel torturador no le gustaba lo más mínimo pero cada vez que le ponía una mano encima su cuerpo se tensaba y respondía de aquel modo tan incoherente, Izaak lo sabía y disfrutaba de ello como un crio.
-¿Que te ha parecido mi nueva mesa?-
-L-lo has hecho a propósito...-
-Pues claro que si, eres tan predecible, he de admitir que has tenido mucho aguante estos días, pero sabía que algo así no lo ibas a soportar.-
-Estas loco, ¿te has gastado una fortuna en una simple mesa solo para esto?-
-Uno, no es una simple mesa, es una pieza única hecha por el famoso artista Chihuly, aunque está claro que tu no sabes quién es. Y segundo, por tal de verte así cualquier fortuna merece la pena, no sabes cuanto me divierte...-
-Si, si que lo se, por desgracia.-
-Bueno entonces estamos en paz, a mi me diviertes tu, y a ti te divierte Mimio, ¿no?- mientras hablaba Izaak había empezado a masturbarle lentamente.
-M-mimio no... no me divierte, no me dejas que haga nada con ella.-
-¿No haces nada con ella? Entonces sería en mi en quién pensabas hace un minuto.-
-Más quisieras...-
-Oh, Hayner vamos, no seas hipócrita, yo no necesito que pienses en mi, yo ya consigo que te corras así, en vivo.-
-No, no es verdad.-
-¿A no? De acuerdo, recuerdalo dentro de unos segundos cuando ya no puedas más, y ya de paso recuerda también que tienes prohibido acabar sin mi permiso, y... no pienso dártelo-
-Espera, espera, n-no...-
Tarde, ya era demasiado tarde para frenar nada, Izaak ya había decido lo que iba a hacer y cuando tenía una cosa en mente nadie lo podía parar, menos aún podía hacerlo Hayner cuando la mitad inferior de su cuerpo estaba de acuerdo con su amo. Tal y como este había vaticinado el muchacho no iba a aguantar mucho más, si no fuera porque Izaak le sujetaba rodeandole por la cintura habría acabado en el suelo de rodillas, sus jadeos iban en aumento y su frente se apoyaba contra la pared intentando mantener su precario equilibro, Izaak pegado a su espalda le oprimía el cuerpo contra su pecho, su boca estaba junto a su cuello como su quisiera sorber cada uno de los suspiros que los labios de Hayner emitían y mientras tanto su mano no paraba de moverse cada vez más y más deprisa hasta que finalmente su joven esclavo ya no pudo más.
-Izaak, para... por favor.-
-¿Por qué?-
-Ya no... no puedo, joder...-
-Cielos Hayner... ¿pero que son esas palabras?- le susurró entre risas.
-P-para...-
-¿Por qué? ¿Es que vas a correrte?-preguntó al tiempo que le daba un mordisco en el cuello y aumentaba la presión de su mano sobre la polla del muchacho que estaba apunto de estallar.
-Si, si, no puedo más...-
-Sigo sin darte permiso.-aunque sus labios dijeron que no, su mano le dijo que si, todos los músculos del cuerpo de Hayner le dijeron que si, ya no lo podía controlar más y dejo que su tensión se liberase entre delirantes espasmos que mancharon de semen el mosaico de la ducha. En cuanto cayó la última gota Izaak lo soltó y cerró el grifo dejándolo desplomarse de rodillas en el suelo mojado y pegajoso.
-Si es que no me puedo fiar de ti... dijiste que no ibas a correrte, y mira que estropicio, lo has manchado todo.-le dijo fingiendo sentir una inmensa decepción.- ¿Y lo peor de todo sabes que es?-
-¿Que se ha mojado tu traje?- en el estado en que estaba a Hayner no le parecía importante medir sus palabras.
-No, no, a este no le tenía un especial aprecio, lo peor Hayner, lo peor de todo para ti, es que me has desobedecido...-
Al oír aquello el muchacho se quedó helado, de repente pareció volver a la realidad, se quedó mirando el suelo manchado, los restos de semen sobre sus muslos, se le aceleró la respiración y se giró para mirar a su amo, no quería ver aquella sonrisa de satisfacción pero allí estaba, comprendió lo que iba a suceder y desesperado empezó a suplicar.
-Izaak, por favor, yo no quería desobedecerte, es que no he podido...-
-Nada de lo que puedas decir ahora va a servir para librarte, lo hecho, hecho está, además hace mucho tiempo que no le haces una visita a mi habitación ¿no?-
-No me lleves allí, me portaré bien, pero no me lleves.-de rodillas consiguió acercarse poco a poco a su amo en un intento de que se apiadara de él.
-Oh, vamos... Hayner no seas mentiroso, sabes que no lo harás, eres incapaz de portarte bien.-
-No, no esta vez no, me portaré bien, no lo haré más, he aprendido la lección de verdad.- al oír aquello Izaak le miró con lastima, bajó la mano y acarició su pelo mojado.
-Que equivocado estás cachorrito, para que aprendas una lección, primero tengo que dártela...- y mientras decía esas palabras sacó de su bolsillo la cadena, y la enganchó al collar de su ingenuo esclavo.