Hayner y Mimio, las dos mascotas de Izaak. (II)
Según parece las adorables gatitas no están al mismo nivel que los perros problemáticos.
Hola de nuevo! Pues aquí me teneis otra vez con la continuación de lo que sucede tras la breve presentación que os ofrecí. Aquí os podreis hacer una idea de como es la relación que Hayner tiene con su amo, y también se puede vislumbrar como será la forma de actuar de Izaak con Mimio. La base esta aquí, tengo algunas ideas que me gustaría redactar, y por supuesto no creais que esta historia no va a tener escenas más explicitas, pero por ahora prefiero esperar y ver que es lo que a vosotros os gustaría que sucediera, así que de nuevo os animo, participad no seais tímidos y contadme vuestras ideas, haced preguntas, lo que querais, estoy abierta a todo. Os espero!!
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Cuando Hayner salió del despacho de su amo llevaba puesto el collar eléctrico de castigo, Izaak le dijo que se lo había ganado, en primer lugar por ser un insolente y por haberse atrevido a discutir con él, y en segundo porque consideró que sería de ayuda para recordarle lo que podía y lo que no podía hacer con Mimio, cada vez que le pillase mirándola más de la cuenta recibiría una buena descarga, su amo no creía mucho en el adiestramiento mediante refuerzos positivos.
El muchacho entró a su cuarto concentrado en intentar aflojar aquel collar de tortura, pero por supuesto era imposible , cuando finalmente desistió en sus intentos y levantó la mirada se dio cuenta de que ya no estaba solo. Mimio estaba echada en su cama, la muchacha estaba arrodillada, de espaldas a él e inclinada sobre las mantas de cashmere que cubrían el colchón, poco parecía importarle estar ofreciéndole a su nuevo compañero una magnifica vista de su bonito trasero, la chiquilla simplemente estaba fascinada con la suavidad de las mantas, evidentemente su antiguo dueño no era un afortunado ricachón como Izaak, por lo que todos los lujos que formaban parte de la vida cotidiana de Hayner eran una gran novedad para ella.
Por mucho que Hayner se empeñara en negarlo la realidad era que su amo tenía razón, había tenido mucha suerte de haber acabado en lugar como ese, solo había que observar su habitación, como su amo lo trataba como a un perro su habitación debía ser la de un perro, pero eso si, un perro cuyo dueño estaba podrido de dinero,el suelo estaba completamente cubierto por una moqueta plumosa de color negro, las paredes estaban forradas de papel rojo estampado, su cama se situaba en una hondonada en el suelo, era enorme y circular, repleta de almohadones, cojines bordados y edredones de plumas de ganso, junto a ella había dos enormes cuencos, tenían la misma forma que un comedero para perros, pero no eran de metal si no de cristal de murano, incluso la hebilla del collar que debía llevar siempre al cuello era de oro blanco, en fin, todo un derroche de lujos que parecían tener a su nueva compañera encantada hasta tal punto que la muchacha ronroneaba mientras daba vueltas y más vueltas entre los edredones y las mantas.
-Veo que te gusta mi cama...- en cuanto la chiquilla se dio cuenta de que no estaba sola se bajo de la cama y se quedó de rodillas en el suelo con la cabeza baja.
-Mimio siente haberse subido a la cama de Hayner, ella no lo hará más.-
-No pasa nada Mimio, ya has oído a Izaak, ahora es nuestra cama.-
-¿A Hayner no lo importa que Mimio toque las mantas?-
-No, claro que no, ¿por qué me iba a importar?-
-El antiguo amo no quería que Mimio subiera a los sofás ni a las camas porque decía que lo dejaba todo lleno de pelo...-
-¿De pelo? Vamos... no puede ser que esas orejitas y esa cola suelten tanto pelo, aquí esa norma no existe, te puedes revolcar por las mantas todo lo que quieras.-
Al oír aquello Mimio se puso tan contenta que de un brinco se abrazó a Hayner absolutamente feliz y agradecida.
-Hayner es muy bueno con Mimio.- dijo la chiquilla estrechándose contra su pecho.
-Mimio no debería...-
El muchacho no pudo terminar la frase, de repente una descarga nació en su nuca recorriéndole toda la columna y obligandole a separarse inmediatamente de Mimio. Su amo había llegado a la habitación en el momento más inoportuno.
-No dirás que no te advertí...-
-¡No ha sido culpa mía, no era yo quién la abrazaba!-
-Tampoco has hecho nada para impedir que ella lo hiciera.-
-¿Como voy a hacerlo si no me dejas que la toque?-
De nuevo otra descarga volvió a pinzarle todos los músculos del cuerpo dejando al muchacho hecho un ovillo en el suelo.
-¿P-por qué?-
-Por intentar replicarme, tienes que aprender a admitir tus errores Hayner.-
-¡P-pero si yo no he hecho nada!-
-¿Quieres otra?-
-No, no, no, no, Izaak por favor...- Hayner empezó a suplicar aceleradamente al ver como el pulgar de aquel demonio se acercaba peligrosamente al botón.
-¿Izaak? Uy...que mal vas.-
Esta vez su amo dejó el botón pulsado mucho más tiempo, la descarga fue más fuerte y más larga que las dos anteriores juntas, Hayner se retorcía de dolor en el suelo mientras Izaak sonreía con un brillo de diversión en sus gélidos ojos y Mimio le miraba nerviosa sin saber que hacer.
-Basta, por favor... ya bas-basta.-
-¿No quieres más?-
-No, por favor, he... he aprendido la lección.-
-¿A sí? ¿Entonces que dirás a partir de ahora cuando te diga que has hecho algo malo?-
-L-Lo siento amo.-
-Así me gusta, yo se que en el fondo eres un perrito muy bueno Hayner.-
En ese momento Izaak dejó de pulsar el botón y tras acariciar los cabellos pelirrojos del muchacho que aún estaba acurrucado en el suelo se dirigió hacia la puerta para marcharse, pero algo le interrumpió. Mimio le había agarrado del borde de su chaqueta reteniendole.
-¿Amo?-
-¿Si Mimio?-
-¿No va el amo a castigar a Mimio? Ella fue quién abrazó a Hayner.- la chiquilla estaba temblando de arriba abajo, pero al parecer la culpabilidad que sentía la obligaba a hablar.
-No preciosa, tu no has hecho nada malo, pero a partir de ahora acuérdate de esto.- le dijo mientras desprendía con delicadeza la mano de Mimio de su chaqueta.- Lo trajes de Armani no se tocan, ¿entendido?-
-Si amo, Mimio lo siente.-
Izaak pareció incluso enternecerse con el sincero arrepentimiento que los ojos de la gatita demostraban y tras darle un suave beso en la frente salió de la habitación sin mostrar el menor signo de compasión por su perro. Hayner se quedó boquiabierto al ver como su amo se negaba a castigar a Mimio, al parecer ella no podía ser objetivo de sus ataques de ira vengativa, le había dicho que no había hecho nada malo, incluso habiéndole arrugado el traje, uno de sus carisimos y sagrados trajes y no le había pasado nada por ello. Hayner aún recordaba el día en que aprendió lo importante que era para su amo mostrar una imagen pulcra y elegante en todo momento, aquella vez Izaak le obligó a servirle la comida, por su puesto aquello no habría sido tan malo si no fuera porque tuvo que hacerlo llevando únicamente unos boxers negros diminutos, un delantal de criada y las muñecas y los tobillos encadenados. Por culpa de las cadenas que arrastraba Hayner acabó tropezando y una minúscula gota de salsa de naranja cayó sobre la corbata de su amo, Izaak no dijo nada, lo miró con sus fríos ojos se levantó muy lentamente, se cambió y se fue al trabajo sin comer. Cuando llegó por la noche Hayner le esperaba junto a la puerta como todas las noches para recoger su abrigo y su maletín, pero en aquella ocasión no tuvo que hacer nada, Izaak colgó su propio abrigo en el armario, llamó a Ernest para que le llevará el maletín a su despacho y agarró al pobre ingenuo de Hayner por el pelo arrastrándolo hasta su habitación escaleras arriba donde le propino exactamente doscientos cincuenta y siete azotes puesto que ese fue el precio de la corbata que había manchado.
Hayner estuvo durante dos semanas sin poder sentarse, pero Mimio iba a irse a la cama con un durísimo “No preciosa, tu no has hecho nada malo”.