Hay ruido bajo la cama otra vez (3)

Alonso y Nino visitan el bosque...

~~~~~♥~~~~~

Hay ruido bajo la cama otra vez

Por Chikhlozho Nublada

♥ PARTE III

~~~~~♥~~~~~

Nino se queda dormido en la cama, no en el sofá. La mamá de Alonso no baja para impedirles que duerman juntos. Alonso se siente lleno de gratitud con ella y duerme profundamente, abrazado de Nino, incluso cuando los dos comienzan a sudar.

En algún punto alrededor de las tres de la mañana, Alonso despierta. No es de manera repentina, ni porque se sienta incómodo, simplemente rueda sobre el colchón, tratando de decidir si debe ir al baño o aguantarse hasta que amanezca.

Ve una figura negra cuando se está dando la vuelta, solamente por el rabillo del ojo, pero es suficiente para hacer que su corazón se acelere. Una pequeña lámpara en la pared, al pie de las escaleras, emite su luz en la oscuridad y le permite ver que la figura negra al pie de su cama tiene forma humana.

La mira fijamente, apoyado sobre sus codos; incapaz de moverse o apartar la mirada. Cuando sus ojos se ajustan a la oscuridad suspira de alivio e irritación cuando se da cuenta de que solamente se trata de Nino, parado al final de la cama y mirándolo fijamente.

Pero siente el calor y el cuerpo de Nino a su lado, y la otra figura tiene un brillo asesino en sus ojos, y la intersección de esas dos observaciones lo golpean como si alguien lo hubiera tirado el suelo y le hubieran arrancado todos los órganos en un rápido movimiento.

Grita tan fuerte que su voz se quiebra; sale como si fuera un cuchillo que le corta la garganta. Se mete debajo de las sábanas como si ellas pudieran protegerlo, y Nino, quien está acostado a su lado, despierta con un quejido. Alonso trata de gritar de nuevo, pero no logra articular ningún sonido, su garganta se siente seca y su mente está en blanco. Nino enciende la lámpara que está al lado de la cama tan frenéticamente que la tira y se estrella contra el suelo. Alonso escucha los pasos de su madre corriendo por las escaleras.

-¡¿Qué te pasa?!- pregunta Nino, tratando de destapar a Alonso, que tiene las sábanas apretadas en sus puños. -¿Alonso? ¿Qué te sucede?

-¿Está ahí?- Alonso no reconoce su propia voz.- ¿Sigue ahí?

-¿Quién?

La mamá de Alonso baja rápidamente la escalera del sótano justo cuando Nino le quita las sábanas para mirarlo a la cara. La lámpara brilla en el suelo y hace que sus sombras se proyecten contra la pared de una manera distorsionada. Nino observa la cara de Alonso, quien tiene los ojos abiertos como platos y sus labios tiemblan. Sabe lo que ha visto. No se encuentran a salvo, incluso ahí.

-¡¿Qué pasó?!- grita su mamá. Va del otro lado de la cama y toma a Alonso del brazo.- ¿Qué sucede? ¿Quién gritó?

-Lo vi.- Alonso rompe en lágrimas, humillado y desesperado. Esa cosa quería matarlo. Se parecía a Nino, y quería matarlos a ambos. Su deseo de verlos muertos aún cuelga del techo como una neblina. Alonso puede olerlo, lo siente en sus pulmones.

-¿Qué viste?- Su madre mira a Nino, feroz y lista para una pelea.- ¿Qué fue lo que pasó?

-No lo sé,- tartamudea Nino.- Creo que tuvo una pesadilla.

-¿Por qué no subes a la sala?- Le dice a Nino. Ya no luce muy encantadora.

-¡No!- Alonso toma la mano de Nino.- No puede. Mamá. Mamá. Algo nos sucede.- Trata de detener su llanto, sabe que los está asustando.

-Lo ví y se parecía a ti,- le dice a Nino, sus hombros saltan con los sollozos, incluso aunque trata de detenerlos.- Eras tú.

-Muy bien.- Su madre les quita las cobijas, y el juicio de Alonso comienza a reaparecer: agradece no haberse quitado la ropa antes de dormir, ni haberla dejado en un montón al lado de la cama.- Párense. Los quiero a ambos arriba. Ahora.

Nino también está llorando, pero su llanto es más silencioso, él solamente olfatea y parpadea para sacarse las lágrimas. Todos suben las escaleras, y la mamá de Alonso los lleva a la cocina. Alonso y Nino se sientan en la mesa, limpiando sus ojos y esperando por su castigo. Están malditos. Nadie les creerá. Nino enreda un pie con el de Alonso por debajo de la mesa, pero lo aparta cuando Alonso se encoge.

-Primero que nada, quiero saber si alguno de los dos ha traído drogas a esta casa.- La mamá de Alonso no los mira, está ocupada preparándose un café. Son las tres doce de la mañana.

-No, mamá,- dice Alonso. Toma un profundo suspiro y se limpia la cara con la manga de su suéter.- A Nino lo persigue un fantasma, o un espíritu o algo. Sé que no me creerás, pero no sé qué más decirte. Lo ha estado asustando y lo quiere lastimar, y ahora… ahora también quiere lastimarme a mí.

-Si esto es una broma, no es nada graciosa,- dice su madre.

-¡Mama! No lo es. No sé cómo describirlo, pero creo que es algo malo.- Alonso le lanza una miradad a Nino.- No sabemos  qué hacer.

Su mamá les sirve café y le agrega leche y azúcar. Se sienta con ellos en la mesa y los chicos envuelven sus manos alrededor de las tazas humeantes, mirando la forma en que el vapor sube en ligeras volteretas. Se miran el uno al otro y revisan las ventanas.

-Cariño,- dice finalmente la madre de Alonso, hablándole a Nino.- Creo que debes regresar a tu casa.

-¡No!- Alonso salta de su asiento.- Incluso si solamente estamos alucinando o lo que sea, mamá, por favor, él no puede regresar a esa casa.

-Moriré,- dice Nino. Lo dice tan sinceramente que Alonso no entendería si su madre no le cree.- Me va a matar.

La mamá de Alonso se frota la cara y hace un sonido que no puede interpretar, algo triste pero también exhasperado. Mira la pared por un rato, con su cabeza apoyada en su mano, y luego voltea hacia Alonso. Desearía haberle dicho a su madre que solamente había tenido una pesadilla, pero necesita su ayuda, por muy patético que suene. Ese pensamiento se le ocurre después de sentarse en silencio por dos minutos, quizás de verdad solamente había sido una pesadilla. Tal vez Nino lo estaba volviendo loco a él.

-¿Le importa si fumo?- pregunta Nino, buscando en su bolsillo trasero por sus cigarrillos.

-¿Estás demente?- pregunta la madre de Alonso. Suspira cuando Nino se queda inmóvil con la mano dentro de su bolsillo y los cigarrillos entre sus dedos.

-Dame uno,- dice. Alonso tose con incredulidad. Nino le pasa un cigarrillo cuidadosamente, como si fuera un engaño. Pero ella lo pone entre sus labios y deja que Nino lo encienda.

-¿Desde cuándo fumas?- pregunta Alonso, increíblemente molesto con ambos.

-Desde antes de que tú nacieras,- dice.- No he probado uno en diecisiete años, creo. Nunca fui una fumadora, pero tu papá y yo tomábamos un cigarrillo antes de ir a dormir. Cuando veíamos Saturday Night Live,- agrega, como si hubiera olvidado esa parte hasta hoy. Toma una profunda calada y sopla el humo hacia el techo, con un ojo cerrado.

-¿Te encuentras bien?- pregunta Nino a Alonso, con su propio cigarrillo balanceándose entre sus labios.

-Sí,- dice Alonso.- No.

Se van a la sala, los dos chicos se sientan juntos y la madre de Alonso en el sofá. Ya no hablan más de fantasmas, ni de que Nino debe regresar a su casa. Nino fuma dos cigarrillos más y miran un maratón de películas de Vincent Price. Los tres se quedan dormidos antes de final de Theater of Blood .

En la mañana, Alonso se siente adolorido y desorientado. Va al baño del pasillo y piensa en la pesadilla de la noche anterior. En su cama, había estado seguro de que lo que había visto era real, y de que él y Nino estaban malditos y se estaban quedando sin tiempo. Con la luz gris-azulada de la mañana su temor al pensar que Nino estaba loco parece más legítimo.

-¿Qué putas está pasando?- murmura, mirándose en el espejo. Sale del baño rápidamente, temeroso de que escuchará una voz contestándole desde el lavabo.

Su madre no dice mucho cuando los tres se sientan en la cocina para tomar su desayuno. Otra vez hace frío y está nublado, Alonso le presta a Nino un suéter y un abrigo, y también nuevos calzoncillos y calcetines.

-Bueno,- dice su madre antes de que los dos se vayan a la escuela.- No sé qué decirles, chicos.

-No le daré más problemas,- dice Nino.- Gracias por dejarme dormir aquí.- Lo dice como si se despidiera y jamás la fuera a volver a ver. Cuando están a unos metros de la casa, Alonso lo toma de la mano y caminan juntos.

-¿Cuál es el plan?- pregunta, esperando que Nino no vuelva a hablar acerca de quemar su propia casa. Si todo es real, claramente esa cosa no está confinada a la casa de Nino. Y si nada es real, Nino tiene suficientes problemas sin agregar un incendio provocado a la lista.

-No tengo un plan,- dice Nino.- No puede creer que también lo hayas visto. Es mi culpa. Quería que alguien me ayudara. No debí haberte involucrado.

-Cierra la boca.- Alonso le aprieta la mano.- Estoy feliz de haberme involucrado.- Es verdad, de alguna forma.

El primer periodo pasa normal, con una lectura grupal y veinte minutos de una película que está basada en uno de los libros que están leyendo. Alonso ve que Nino pasa por el pasillo para ir a su siguiente clase, por lo menos sigue en la escuela. Nino tiene Biología al otro lado del edificio.

-¿En dónde demonios te has metido?- pregunta uno de sus amigos, un chico llamado Luis, cuando se sientan en sus pupitres de la clase de Cálculo.- La semana pasada no te vi por ninguna parte,- dice, como si Alonso no lo hubiera notado.

-Es que he tenido algunos problemas, ¿vale?- dice Alonso irritado. Luis le pone una cara.

-Uh. ¿Qué tipo de problemas?

-Problemas serios, Luis. ¿Recuerdas cuando antes íbamos a los cementerios buscando fantasmas?

-Sí.

-Bueno, ese tipo de problemas.

Los ojos de Luis se abren mucho, ya sea por envidia o preocupación. La clase comienza antes de que Alonso le pueda explicar, afortunadamente. Se sienta en la parte de atrás, son matemáticas; son fáciles para él, no necesita escuchar las respuestas que el profesor hace a las interminables preguntas de sus compañeros. Saca su libreta y hace notas de lo más importante. Está escribiendo cuando alguien golpea con fuerza la puerta del salón.

Levanta la vista, como todos sus compañeros de clase, para ver que Nino se asoma por la ventana rectangular de la puerta. Tiene una expresión más allá del pánico y miedo. Nino lo mira y comienza a correr, Alonso lo puede escuchar por el pasillo y se levanta de su asiento. Deja su mochila en el suelo y corre a toda velocidad hacia la puerta.

-¿Disculpa?- ladra su profesor de Cálculo.- ¿A dónde vas, Alonso?

-¡Lo siento!- grita Alonso, antes de abrir la puerta y la cierra de golpe detrás de él. Nino está casi al final del pasillo, por los baños y los casilleros.

-¡Espera!- Alonso mira hacia atrás para asegurarse de que nadie los está siguiendo. Su profesor está parado en la puerta y lo mira, pero no lo persigue.

-¡Apúrate!- grita Nino y da la vuelta en la esquina. Da un vistazo hacia atrás para mirar a Alonso.- ¡Está detrás de ti!

Alonso no mira hacia atrás, sólo corre tan rápido como puede, hasta que Nino lo toma del brazo y lo jala hacia un lado, jadeando y mirando boquiabierto hacia el techo mientras corren. Se lanzan hacia la salida más cercana del edificio, vuelan a través del asfalto vacío donde los autobuses escolares se estacionarán después. Alonso finalmente voltea hacia atrás cuando están cerca del campo de futbol. No ve nada.

-¡Oh Dios!- Nino suena como si estuviera a punto de tener un ataque de asma, Alonso lo toma de la mano y lo sienta sobre el césped. Nino no se resiste, solamente se colapsa contra Alonso.

-Estaba sentado en clase,- comienza a decir, pero Alonso le pone un dedo sobre los labios. No quiere escucharlo. No quiere saberlo.

-Shh, guarda silencio,- dice Alonso, tratando de evitar que su voz suene temblorosa. Está enamorado de un chico demente, probablemente esquizofrénico. Había intentado creerle; las cosas habrían sido más fáciles si todo hubiera sido una broma. Y estaba dispuesto a dejar pasar el portazo en la casa de Nino y la particularmente aterradora pesadilla del fantasma al pie de su cama, pero correr de monstruos invisibles en la escuela era demasiado. Todo es claramente un invento.- Está bien.- Acaricia el cabello de Nino mientras normaliza su respiración, y Nino aprieta sus brazos alrededor del cuello de Alonso.- Todo va a estar bien.

-Creo que deberíamos ir a ver a esa bruja,- dice Nino. Levanta su cara y Alonso no puede creer que alguien tan joven luzca tan cansado.- Como tú dijiste.

Alonso asiente con la cabeza, porque no sabe qué más hacer. Era muy probable que se perdieran en el bosque si se apartaban del sendero, incluso que terminaran muertos si eso sucedía. Pero eso es mejor que hacer lo responsable, como decirle a un adulto lo que estaba pasando, aunque su madre ya debía sospechar la verdad.

Nino sería internado. Lo que queda de él – las buenas partes de su personalidad – quedarían arruinadas. Pero quizás ya no existieran las buenas partes. Quizás Alonso las había destruido al seguirle la corriente.

Caminan a la casa de Nino para ir por su auto y conducen al lago. Alonso recuerda con paralizante tristeza, el primer día que estuvieron juntos, cuando Nino lo había tocado sin permiso y Alonso lo había besado como si se lo hubiera pedido. Ese día había sido hermoso, brillante y sin nubes. Este es neblinoso, con hojas húmedas debajo de sus pies y árboles goteando sobre sus cabezas. Alonso toma la mano de Nino una vez que llegan al sendero, y Nino lo mira como si pudiera leer su mente.

-No hay que hacerlo si no quieres,- dice Nino.

-Sí quiero.- Ambos saben que es una mentira.

Caminan por un largo rato, sin hablar, pero no se sueltan de las manos. Alonso escucha sonidos extraños de veces en cuando, pero cada vez que mira sobre su hombro, no ve nada, ni siquiera una ardilla.

-¿Hueles eso?- susurra Nino cuando el cielo se ha oscurecido tanto que parece que va a llover de nuevo. Alonso está a punto de creer que es otra de sus alucinaciones, pero entonces huele algo, como humo.

-Sí,- dice.- ¿Crees que ya llegamos al otro lado del bosque?

-No.- Nino señala con su cabeza algo en la distancia.- Mira.

Alonso apenas y puede ver algo a través de la niebla; al principio piensa que se trata de una cabaña de madera, pero conforme se van acercando puede ver que la choza está hecha de piedra. Nino corre hacia ella sin miedo, y Alonso deja que lo jale por la pendiente. Hay un delgado riachuelo de humo saliendo de la chimenea torcida de la casa. Hay alguien adentro.

-Aquí es,- susurra Nino, como si sus pasos no pudieran delatar su presencia.- Este es el lugar del que me habló Gretel…

-Deténganse donde están,- alguien dice antes de que puedan continuar. La voz parece venir de todo a su alrededor, como si hubiera un sistema de sonido en los árboles, pero entonces una mujer corpulenta sale por la puerta de la pequeña choza de piedra. Sostiene un rifle y le apunta a Nino.

-¡Mierda!- Alonso agarra a Nino del brazo y lo jala hacia atrás. Ponen sus manos en alto.

-Hola,- dice él, como si la anciana les hubiera ofrecido galletas.

-Mi arma siempre está cargada las semanas previas a la Noche de Brujas,- dice la mujer.- Le pueden decir eso a sus amigos si piensan que pueden venir aquí a molestar.

-No estamos aquí para importunarla,- dice Nino.

-Nino, vámonos, - le ruega Alonso, tirando de la manga de su suéter. Nino se queda parado, sin moverse.

-Sólo necesito hacerle una pregunta,- dice Nino.- Por favor.

La mujer entrecierra sus ojos y su frente se arruga con una sorpresa descontenta. Camina hacia adelante con el arma y la va bajando lentamente con cada paso. Está despeinada y pálida, y usa un suéter y unos pantalones con zapatos deportivos mugrientos.

-¡Tú!- dice cuando se detiene a unos centímetros de ellos. Suelta el arma y da cinco pasos hacia atrás, y se cubre la boca con una mano.

-¿Qué?- Nino está temblando, aún con sus manos en alto.- ¿Qué pasa?

-¿La conoces?- pregunta Alonso. La mujer lo mira rápidamente y después voltea hacia Nino.

-¿Cómo me encontraste?- pregunta.

-Una amiga me contó de usted,- dice Nino.- Me dijeron que es una bruja.

La mujer camina hacia adelante cuidadosamente para recuperar su rifle. Lo sostiene a su lado y mira a Nino por un largo rato. Alonso le aprieta la mano. Está seguro de que los va a matar.

-¿No me reconoces?- pregunta ella. Nino se ríe, pero después frunce el ceño.

-No,- contesta.- Nunca antes la había visto.

-Oh, Dios.- Se frota la cara con una mano, como si esperara que Alonso y Nino desaparecieran cuando abriera los ojos.- Oh, mi Dios en el cielo.

-¿Cómo es que lo conoce?- brama Alonso, la fuerza de los latidos de su corazón casi lo noquean. Agarra la mano de Nino tan fuerte que teme hacerle daño, pero no lo va a soltar.

-¿Y por qué vienen a buscarme si no saben quién soy?- pregunta la mujer.

-Escuché que usted es una bruja, como dije. He tenido… he tenido algunos problemas.

-¿Qué tipo de problemas?

-Veo cosas. De color negro, como telarañas. Y Alonso… él vio a alguien que se parecía a mí, como un espíritu.

-Oh, Dios,- dice la mujer de nuevo. Se limpia la frente con la manga de su suéter y mira alrededor del bosque como si estuviera buscando ayuda.- Mi pobre pequeño.

-¿Por qué actúa como si ya me conociera?- pregunta Nino, no desagradablemente.

-Vengan adentro.- Regresa a su casa y les frunce el ceño cuando no la siguen.- ¡Vamos! Nino comienza a caminar, pero Alonso le aprieta la mano.

-¿Qué tal si es una trampa?- dice.

-¿Y qué más puedo hacer?- pregunta Nino.- Me voy a volver loco, estoy seguro de que esto empeorará cada día. Ni siquiera puedo dormir sin ver algo que me quiera comer vivo.

-¿Estás seguro de que nunca la has visto?

-Sí, Alonso.- Nino luce molesto; Alonso está seguro de que ha notado su duda creciente. Camina detrás de él, y se mete en la oscura casita de campo mientras la anciana sostiene la puerta. La cierra detrás de ellos, y utiliza una brasa para encender la lámpara de keroseno que descansa sobre la mesa de madera. La casa es de una sola habitación y huele como a una carnicería. Hay un catre empujado contra la pared y el área de la cocina está cerca de la chimenea, hay hierbas colgando cerca de una ventana que se encuentra abierta.

-La gente piensa que soy una bruja porque vivo aquí sola,- dice la mujer.- He visto suficiente del comportamiento humano en mi vida, y supongo que soy una bruja, porque ustedes están aquí.- Está mirando a Nino como si pensara que va a matarla.

-¿A qué se refiere?- Nino se sienta en la mesa de madera, como si lo hubieran invitado. Alonso se para detrás de él, con los brazos cruzados sobre su pecho.

-Mi nombre es Hilda Novoa,- dice.- Enfermera Hilda,- agrega, dedicándole a Nino una larga y oscura mirada.- ¿No te acuerdas?

-¿Enfermera? ¿Estuvo ahí cuando yo nací?

-No. Estuve ahí cuando moriste.

Las palabras corren a través de Alonso como ratones enojados, masticándolo furiosamente. Toma a Nino de los hombros como reflejo, pero aún se siente sólido y cálido. Nino se ríe.

-No estoy muerto,- dice.

-Eso ya lo sé,- dice Hilda.- Nunca pensé que mi hechizo funcionaría, pero ya veo que sí.

-¿Qué fue lo que funcionó?

Hilda suspira y se sienta del otro lado de la mesa para hablar con Nino. Tiene el cabello negro, grasiento y con ligeros mechones blancos, está desordenado, pero lo tiene sujeto con un moño sobre la nuca. A Alonso no le gusta su aspecto, y desea que Nino desistea y se echen a correr, pero está mirando a la bruja como si fuera una cuentista inofensiva.

-En los años sesenta trabajé en el Hospital Valle Verde, cerca del lago,- dice.- Lo cerraron pocos años después de que renuncié, demasiado tarde. Era un hospital de niños. Solamente admitíamos a los ‘incurables’, así llamaban a los huérfanos de ese entonces. Teníamos chicos de todo el estado, porque tratábamos los casos de la manera más barata posible, casi a los límites de la ley y la bioética. Yo venía de otro hospital y pensé que podría ayudar a esos pobres chiquillos, pero el lugar me absorbió demasiado rápido. Nadie iba a adoptar a esos niños, a pesar de que varias personas los visitaban. Ellos… bueno, no entraré en detalles. Todo lo que necesitan saber es que teníamos a un niño que había estado ahí desde que era un bebé. Su nombre era Adán. Un pequeño con una cara muy dulce.- Mira a Nino y sus ojos se humedecen, pero rápidamente se recupera.

››Lo diagnosticaron con esquizofrenia, lo cual era muy raro en un niño tan pequeño, pero no sabían cómo llamar a lo que le pasaba a ese chico. El pobre Adán vivía en una pesadilla sin fin. Veía cosas… oscuridad, les decía a los doctores que se lo comían cuando lo dejaban solo. Probaron con todo, pero era alérgico a casi todos los antipsicóticos, se ponía terriblemente enfermo cuando le dábamos los medicamentos. Era… una carga cuando tenía esos episodios, casi todas las enfermeras y los doctores lo detestaban. Hacía lucir a los doctores como incompetentes. Eran médicos públicos, mal pagados, y niñeras de casos inútiles, así que no eran las personas más caritativas del planeta. Decidieron tratarlo con electrochoques porque su caso era crítico, y uno de los doctores lo propuso como último recurso. Adán estaba sufriendo y no podíamos tratarlo. Era eso o una cirugía que le destruiría el cerebro, y tan cara que acabaría con todo nuestro presupuesto y que probablemente lo iba a matar de todas maneras, considerando que le tendrían que administrar anestesia. Estaba aterrorizado… era un niño listo y sabía que le iban a dar una muerte misericordiosa. Y bueno, funcionó. Cuando murió en la mesa, el equipo apenas y podía ocultar su alegría. Yo renuncié al hospital, a mi profesión, al mundo a la mañana siguiente.

-¿Y eso qué tiene que ver conmigo?- pregunta Nino. Hilda suspira.

-Había practicado brujería desde que era una niña,- dice.- No sabía si lo que hacía en verdad era magia o no, o simplemente eran coincidencias. Pero parecía que cuando usaba un hechizo para aprobar mis clases o para una venganza, algo malo me pasaba a mí después, normalmente me enfermaba. Lo tomé como una señal de Dios de que no debería practicarla y dejé de hacerlo por un tiempo, pero entonces comencé a trabajar en Valle Verde y estaba tan desencantada con la vida que pensé que no tenía nada que perder. A los niños que sufrían o que tenían enfermedades incurables les hacía pequeños encantos y remedios herbales, algunas veces parecían funcionar, particularmente en los niños con problemas mentales que querían creer en la magia. Lo que hacía era ilegal, por supuesto, e iría a la cárcel si me descubrían, pero debía hacer algo por esos pequeños. Adán tiró de mi corazón muy fuerte. Parecía que nunca tenía un momento de paz en su vida, y cada vez que me miraba lo hacía como rogándome que detuviera lo que sentía, cuando estaba sobre la camilla… antes de que lo sacaran de su miseria… me miró así por última vez, y utilicé un hechizo que había considerado usar en él hacía tiempo.

-¿Cuál fue?- pregunta Nino cuando se queda callada. Luce aterrorizada, no de Nino sino de algo más. Nino se inclina sobre su asiento con su espalda arqueada y su pecho recargado contra el borde de la mesa.

-Era un encanto de transferencia,- dice Hilda.- Que solamente se puede utilizar en la vida de una persona que ha sido desperdiciada. Se supone que envía su alma a otro cuerpo, y les da otra vida, les garantiza que tendrán una segunda oportunidad. Lo hice mayormente para consolarme. No pensé que de verdad funcionaría . Estábamos matando a ese niño, no sabía si dejarlo vivir sería más humano, que matarlo con electrochoques.

-Todavía no entiendo qué tiene que ver conmigo,- dice Nino.

-Nino.- Alonso lo sostiene de sus hombros y sus ojos están humedecidos. Siente que su piel pica, como si tuviera bichos arrastrándose sobre él.- Ella dice que ese niño eres tú.- Mira a Hilda, y trata de decirle a Nino a través de la presión de sus dedos vámonos, vámonos, tenemos que salir de aquí.

Nino abre su boca para contestar, pero Hilda lo mira de una manera que confirma la interpretación de Alonso.

-Eso no tiene sentido,- dice Nino.

-¿Estás viendo cosas?- dice Hilda.- De color negro, como telarañas, ¿sientes que te harán daño? ¿Tu amigo ha visto a tu doble?

-Sí, pero…- Nino replica.- Pero hizo eso en los sesenta. Yo nací en 1991.

-La transferencia no es un proceso instantáneo,- dice Hilda.- Al menos en la teoría. Un alma busca el cuerpo correcto. No es como si todos fuéramos recipientes esperando a ser poseídos. Pueden pasar cientos de años para que un alma maltratada encuentre la coyuntura del tiempo y el espacio donde se sienta cómoda para renacer. No es coincidencia que Adán se quedara cerca del único hogar que conoció.

-¿Pero por qué ahora? Apenas ha comenzado…

-Adán tenía ocho cuando murió. El hechizo dobla la edad de la persona que muere cuando es hecho… pero sólo eso. Solamente multiplica los años, no más.

-Así que… ¿voy a morir?- La voz de Nino está llena de incredulidad e indignación, como si todos su temores hubieran sido infundados.

-No,- dice Hilda.- Pero te convertirás en Adán cuando el hechizo esté completo. Sufrirás las mismas alucinaciones esquizofrénicas… parece que ya te encontraron.

Nino se levanta de su asiento y se da la vuelta para mirar a Alonso, quien solamente agita negativamente la cabeza. Esta mujer, esta puta bruja , si es así como quiere llamarse, solamente va a avivar la demencia de Nino. Claramente está más enferma que él, lo cual no es nada sorprendente considerando el lugar donde vive, pero Nino parece haberse tragado cada palabra que ha dicho.

-Espera,- dice Hilda cuando Nino comienza a hiperventilar.- Déjame deshacer el hechizo. He estado preocupada por lo que hice todos estos años. Fue precipitado intentar algo tan complejo, he investigado sobre cómo deshacer la transferencia, sólo en caso de que el afectado viniera a buscarme.

-Es que esto es imposible,- dice Nino, mirando a Alonso.- Imposible.

Alonso da un paso al frente y lo abraza ligeramente, como si pudiera quebrarse. Está temblando como un perrito; sus huesos se sienten huecos y frágiles entre sus brazos.

-No la escuches,- susurra Alonso. Nino suspira incapaz de decir nada, con sus brazos a los lados de su cuerpo.

-Tienes que resolver esto antes del Día de los Muertos,- dice Hilda. Se ha alejado de la mesa y busca algo en el estante que está al lado de su cama.- Adán, si es él el que está tratando de reclamarte, será diez veces más poderoso ese día. No podrás evitar que tome tu cuerpo a menos que encuentres una salida.

-Cállese,- ordena Alonso.- Deje de hablar. No sé quién demonios es usted, y de verdad lamento que haya asesinado a alguien y que se sienta culpable, pero es hora de irnos.

-Les juro que no estoy mintiendo,- dice Hilda afiladamente.- Todo lo que le sucede es mi culpa, y daría mi vida para arreglarlo si pudiera, pero dudo que sea así de simple.

-¿Entonces qué debo hacer?- pregunta Nino, apartándose del abrazo de Alonso.- Dígame qué tengo que hacer.

-Vámonos,- dice Alonso, jalándolo hacia la puerta.

-Espera,- dice Hilda, buscando entre sus libros.- Espera un momento. Sé que no me crees. Yo tampoco lo creería, pero de verdad es él . No se parece mucho a Adán, pero es él, su alma, lo puedo sentir.

-Señora,- ladra Alonso.- Cierre la boca.

-¿O qué?- pregunta, sus ojos de repente brillan con algo vívido y peligroso.

-¡Nino!- grita Alonso, ignorándola.- Debemos irnos. Vámonos, por favor, Nino , esto es una locura.

Nino lo mira como si hubiera dicho lo que realmente pensaba: Nino estás loco, siempre lo has estado .

-Si quieres puedes irte,- contesta Nino.

-No, es que ella…

-¡No puedo vivir así!- dice Nino.- ¿Vale? Probaré lo que sea, lo que sea , y esto es lo único que tiene algo de sentido. Ya sé que no me crees nada, así que solamente vete , Alonso, y déjame en paz.

Alonso se queda solamente porque tiene miedo de cruzar el bosque solo, e incluso si lograba llegar al auto de Nino, ¿cómo iba a regresar a casa? Eran como veinte kilómetros caminando. Se sienta pesadamente en una silla, con los ojos desenfocados y húmedos.

-Aquí está,- dice Hilda, con un libro abierto en sus manos.- La reversión del encanto de transferencia. De hecho es muy fácil, pero no te prometo que seas tú el que se salve.

-¿Qué rayos quiere decir?- pregunta Nino.

-Uno de ustedes se salvará. Son dos mitades, Adán es la mitad maldita, y tú, Nino, ¿cierto? Eres la mitad ideal, el alma que ha sido liberada. Tu cuerpo perderá la mitad maldita o la mitad libre.

-Nino…- dice Alonso. Pero él ni siquiera voltea.

-¿Y entonces qué pasará?

-No lo sé,- dice Hilda.- Tienes que regresar al lugar donde ocurrió la transferencia. Eso fue en el hospital Valle Verde, habitación 186, espero que no hayan destruido el edificio.

-¿Eso es todo?

-Eso supongo. Pero como te dije, tienes que hacerlo antes del Día de los Muertos. Adán estará medio vivo dentro de ti, pero la parte que murió te reclamará si tiene la oportunidad, si los dos mueren entonces vivirán siempre en la miseria que él vivió antes del encanto. Sólo es una teoría,- dice Hilda cuando Nino la mira con incredulidad.- Nunca lo he intentado.

-Nino,- Alonso lo llama de nuevo. Esta vez Nino si camina hacia la puerta y se va sin mirar atrás. Alonso corre detrás de él. Apenas y puede seguirle el paso. Truenos retumban sobre sus cabezas, y el cielo se ha puesto más oscuro.

-Está loca,- dice Alonso, ya sin aliento mientras corren por el camino.

-Ella, y yo también.

-No quise decir…

-¡Deja de fingir!- Nino se da la vuelta para encararlo y Alonso casi se cae para atrás.- Deja de tenerme lástima.

-No te tengo lástima. Vi esa cosa en mi cama.

-Me viste a . Creo que trataba de decirte que te alejaras.

-Bueno, pues a la mierda, porque no te dejaré solo.

-Parece que no lo entiendes, Alonso, estoy arruinando tu vida.

-Eso no es cierto.

Nino se burla.

-Te conozco lo suficiente y sé que estás mintiendo.

Caminan el resto del sendero en silencio. Comienza a llover cuando se encuentran a unos metros del coche, pero ninguno de los dos corre para protegerse. Están empapados cuando entran, y Nino conduce despacio hacia Mil Árboles.

-No vas a hacerlo, ¿verdad?- pregunta Alonso.- Ir a ese estúpido hospital. Sabes que no sucederá nada.

-Ya no sé en qué creer,- dice Nino.

continuará...