Hay ruido bajo la cama otra vez (2)
Alonso no dejará que Nino pierda la cabeza. No lo va a permitir. Quiere que Nino sea su novio y tomarlo de la mano, quiere llevarlo al baile de la escuela y casarse con él y hacer todas las estúpidas cosas cursis que antes lo asqueaban.
Gracias por leer :)
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Hay ruido bajo la cama otra vez
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Ediatada por NinoCloudz
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PARTE II
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La noche del viernes Nino y Alonso se reúnen en un cine embrujado para obtener un poco de perspectiva. Han estado inseparables desde lo pasado en el bosque, incluso se saltan muchas de sus clases. Alonso no sabe mucho acerca de Nino, porque en realidad no hablan mucho, pero siente que si pasan demasiado tiempo separados terminarán por despertar de este sueño. Y no quiere despertar. Besa a Nino en la boca entre cada clase, presionándolo contra la pared despintada de un pasillo abandonado, su piel se siente tan caliente contra la de él. Nino utiliza suéteres Old Navy y su aliento huele a sándwich de pavo. Alonso se viene cuando Nino lo besa. Es así de fácil, aunque no es lo suficientemente tonto para creer que cosas como esta duran mucho.
-Dame dos boletos para la función que tengas en la sala siete,- dice Nino, agachándose para hablar a través del vidrio de la taquilla. La cajera, una chica con el cabello aclarado con agua oxigenada y peinada con dos coletas les dedica una mirada juiciosa. No es una petición poco común.
-Esa sería Deporte Sangriento IV ,- contesta. Nino voltea a mirar a Alonso con una sonrisa de oreja a oreja.
-Perfecto,- le dice a la chica. También paga el boleto de Alonso. A Alonso no le importa lo que la gente piense. En los últimos días ha estado viviendo como si esperara la fecha del fin del mundo: pronto.
-Así que, los asesinatos dobles,- dice Nino cuando están en la fila para comprar palomitas. Alonso ha escuchado la historia como un millón de veces, como todos los que viven en Mil Árboles, pero se mete las manos en los bolsillos traseros y escucha atentamente. Al igual que toda la gente del pueblo, ama esa historia.
-Va sobre una mujer aburrida de su matrimonio que se enamora de un… ¿qué era?
-Un mecánico.- Alonso también ha escuchado una versión en la que la mujer se enamora de un maestro, pero se rehúsa a creer en ella.
-Correcto. Y su esposo es el dueño del autolavado del pueblo. Eso fue hace mucho tiempo.
-¿Sabes en qué se convirtió?- pregunta Alonso.
-En una tienda de mascotas,- dice Nino. Ordenan sus palomitas y dos Icees de Coca Cola. Nino le da todo lo que necesita sin preguntar, y parece saber todo lo que Alonso quiere incluso antes de que él lo sepa.
-Bueno, se enamora de un mecánico,- dice Nino mientras caminan hacia la sala siete del cine, la escena del crimen.- Y mientras su esposo se mata trabajando en el autolavado, ella lo engaña con su amante en este cine. Es muy conveniente porque siempre ponen las peores películas y casi siempre está vacío… o estaba, antes de lo que pasó, así que tenían mucha privacidad para tontear en los asientos traseros. Pero su esposo no es tan tonto como ella cree, se entera de su amorío y un día la sigue hasta aquí. La siguiente vez que los amantes se encuentran, él tiene un arma. Dos tiros, uno en cada nuca. ¡Sin silenciador! No lo vieron venir, y nadie se asustó con los disparos porque es un cine. El esposo camina hacia la salida y se va…- Nino hace una pausa para asentir con la cabeza.- Y eso es todo. Se escapa. Y nunca más lo vuelven a ver.
-Todos asumen que fue el esposo,- dice Alonso.- Tal vez fue algo aleatorio.
-Sí, claro.- Nino abre la puerta con su cadera, sus manos están llenas de comida chatarra.- Fue él. Desapareció el día del asesinato. Alonso, fue él.
Alonso agradece que las luces estén apagadas. Sonríe como un tonto mientras buscan sus asientos. Nino jamás lo había llamado por su nombre. No lo había notado hasta que por fin lo escuchó.
-Deberían hacer una película sobre los asesinatos,- susurra Alonso cuando se sientan a la mitad de la cuarta fila.- Y proyectarla en este cine.
Nino lo mira como si fuera un genio.
La película es un asco, pero en algunas partes es muy graciosa inintencionadamente. Solamente hay otras tres personas en la sala; un hombre gordo, una mujer en el fondo, y un niño en la fila delantera que parece estar muy nervioso, ya sea porque se coló en la sala o por la historia del asesinato. Alonso y Nino se acaban la bolsa entera de palomitas y se tocan el uno al otro por encima de los pantalones hasta que sus braguetas están llenas de mantequilla y sal.
Cuando la película termina, prácticamente corren al auto. Nino conduce rápido y aparca frente a una casa abandonada. Es algo siniestra, tiene barrotes oxidados en la puerta de entrada. Nino empuja a Alonso sobre el asiento trasero, se bajan los calzoncillos y frotan sus entrepiernas duro, porque se siente aterradoramente bien y los hace venirse tan rápido y tan duro que no se pueden imaginar ir más allá. Cuando terminan, Nino se cuela entre los dos asientos delanteros y enciende la radio para escuchar una estación de la FM; platican por encima de la música hasta que comienza a hacer frío. Son las tres de la mañana cuando por fin parten de la casa abandonada. Alonso se queda dormido en el asiento del copiloto.
Está bastante seguro de que Nino ha inventado lo del fantasma para seducirlo, y, a decir verdad, le parece algo lindo y romántico, y se siente un poco enamorado de él por hacer una cosa así. Era una bonita historia para contar a sus nietos.
Nino le aprieta la mano para despertarlo cuando llegan a su casa. Alonso se levanta con un gemido y su mente se llena del temor que siempre experimenta cuando se separan.
-Mañana vamos a investigar las desapariciones de los niños,- dice Nino.- Apuesto que el responsable vivió en mi casa. Tengo ese presentimiento.
-No digas eso,- murmura Alonso, todavía medio dormido. Le quiere decir a Nino que puede dejar de fingir, pero eso podría romper el hechizo que los mantiene juntos.
-Vale, espero estar equivocado,- dice Nino. Suena verdaderamente asustado y Alonso se inclina para darle un beso húmedo en la mejilla.
-Estás equivocado,- le dice y sale del auto.
Antes de entrar se despide de Nino agitando su mano.
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Al día siguiente tiene un presentimiento desde el amanecer. Algo en la luz de sol está mal, es afilada y amarga. Alonso toma una ducha para deshacerse de esa sensación y conduce el auto de su madre hasta la casa de Nino, todavía tiene el pelo mojado cuando aparca su auto.
Nino está sentado en los escalones delanteros, que son de madera y están un poco agrietados. Está fumando, con la cajetilla y el encendedor a su lado, tirados sobre el escalón más alto. Alonso camina hacia él con las manos en sus bolsillos. Nino luce terrible.
-¿Estás bien?- pregunta Alonso. Nino niega con la cabeza. Alonso aparta la cajetilla y el encendedor y se sienta a su lado.
-Pasó algo malo.- La voz de Nino es casi irreconocible, no es tímida, sino temblorosa.
-¿Tu madre no se enoja si te ve fumando?- Alonso no se siente listo para escuchar malas noticias. No había pensado que todo terminaría tan pronto. No es justo porque sabía que tarde o temprano iba a acabar. No es justo que por fin llegara el fin.
-Se llevó a Paula a un partido de futbol,- dice Nino.- Mi papá está trabajando.
-Vamos adentro.- Alonso tiene ganas de abrazarlo. Está temblando.
-No voy a regresar allí.- Nino lo mira a los ojos y, por un momento, Alonso siente miedo.
-¿Qué demonios te pasó?
-Te lo diré.- Nino se levanta. Estira su mano hasta que Alonso le pone los cigarrillos y el encendedor en ella.- Te lo diré cuando estemos en el auto.
Nino fuma dos cigarros mientras Alonso conduce. Su mamá lo va a matar si descubre el olor, pero no tiene el corazón para pedirle que se detenga. Está muy nervioso, algo lo ha puesto así. Alonso se traga un sollozo cuando lo piensa de esa manera. Ni siquiera sabe a dónde van. Algún lugar en el que puedan estar solos, pero es de día y todo el mundo está afuera, especialmente en un sábado soleado donde todos los parques están llenos de gente. Finalmente aparca en el estacionamiento que está atrás de la biblioteca pública. Está desierto como siempre. Apaga el auto y mira a Nino, quien no ha dicho ni una sola palabra desde que habían partido de su casa.
-Puedes contarme,- dice Alonso desesperado. Levanta su mano para acariciar la nuca de Nino y se siente aliviado al notar que su piel está cálida, a pesar del hecho de que luce medio muerto.
-Alonso,- Nino no lo mira. Cuando traga saliva, Alonso lo puede sentir debajo de su mano.- Algo malo me pasa.
-No, Nino… ¿de qué estás hablando?
-Anoche. Asusté a todos. A mis papás, a mi hermana. Creo que vi algo y pensé que iba a matarme.
-¿Qué viste?
Nino se aprieta los ojos y agita negativamente su cabeza, como si no quisiera recordar. El corazón de Alonso palpita con fuerza dentro de su pecho. Quiere decirle que ya es hora de dejar de fingir, que ambos se rian de lo sucedido y dejarlo como un recuerdo fascinante, y después hacer bromas acerca de brujas que viven en el bosque. Acaricia el cuello de Nino con su pulgar y su índice. Sus músculos se sienten tensos y tiemblan.
-Anoche sentí que había algo en mi habitación y encendí la luz,- dice.- Encendí la luz y esa cosa estaba ahí. Era negra, como telarañas que colgaban de las esquinas del techo… mierda, Alonso, estoy volviéndome loco, ¿verdad?
Alonso sale del auto. Está temblando también. Tal vez Nino solamente está diciendo mentiras. Tal vez explotará en carcajadas en cualquier momento y le dirá que todo es una broma, pero se está encogiendo en el asiento del copiloto como si creyera que sigue en peligro. Alonso le abre la puerta y lo saca tomándolo de la mano, lo envuelve entre sus brazos. Ni siquiera mira alrededor para ver si alguien los está mirando, y tampoco le importa. Nino hunde su cara en uno de los hombros de Alonso y comienza a sollozar.
-Tranquilo,- dice Alonso. Le frota la espalda y besa sus mejillas húmedas. Pueden encontrar la solución, sea lo que sea. No hay problema.
-Cuando comencé a gritar, mi familia entró en mi habitación y no podían verlo,- dice Nino, llorando amortiguadamente contra el cuello de Alonso.- Mis papás y mi hermana. Estaban ahí y no podían verlo.
-Quizás fue sólo un sueño.
-Pero también lo sentí. Quería matarme.
-Ni digas eso.- Alonso aprieta su abrazo. Nino huele a cigarrillos y se siente más delgado que anoche.
-No sé qué debo hacer,- dice Nino, como si quisiera un consejo.- No quiero que me internen. No quiero que me droguen. Debiste ver la manera en que me miraba mi madre esta mañana. Incluso mi hermana…- Ahí se rompe y llora más fuerte. Alonso no deja de abrazarlo y le acaricia el cabello con una mano.
-No estás loco,- contesta Alonso, aunque no lo dice con seguridad.- Vi como se abría tu puerta y el otro día escuché esa música. Hay algo en tu casa. Tal vez se esconde de tu familia. Quizás trata de apoderarse de tu mente.
-¿De verdad me crees?- Nino se aparta para mirarlo, y Alonso tiene miedo de que note su duda. Pone la expresión más serena y segura que puede.
-Sí,- dice.- Te creo. Yo te ayudaré. Estarás bien.
Conducen a una tienda para que Nino pueda comprar más cigarrillos, la luz del sol se afila a su alrededor. Nino no necesita una identificación falsa porque uno de sus amigos es el cajero de la tienda. El chico es muy apuesto y tiene tatuajes y Alonso lo odia de inmediato. Compran una Coca Cola y una bolsa de Ruffles y llena el tanque de gasolina. Normalmente deja que el tanque se vacíe antes de gastar dinero en el auto de su madre, pero necesita tener sus manos ocupadas porque no sabe qué hacer.
-Come un poco,- dice cuando arranca el coche. Lanza los Ruffles sobre el regazo de Nino. Nino está fumando de nuevo, da una última calada antes de lanzar el cigarrillo por la ventana y abre la bolsa de papas fritas con una determinación débil.
-No he dormido nada,- dice, mirando dentro de la bolsa como si fuera un abismo intimidante.
-Puedes quedarte en mi casa,- dice Alonso.
-¿Lo dices en serio?
-Sí.- Alonso vive en el sótano y tiene su propia puerta que da al patio trasero. Sus amigos le habían dicho que era un lugar muy conveniente para colarse con chicas. Hasta hace poco no sabía por qué esa idea le parecía tan triste. Las chicas para él eran como los deportes, nunca había sido muy bueno con ellas.
Se pasan el resto del día en la biblioteca, donde la luz del sol está atenuada por las ventanas. Alonso hojea libros sobre espíritus malignos atrapados en casas y manuales sobre como atrapar fantasmas, los libros que leía una y otra vez cuando estaba obsesionado con esas cosas. Se sienten como viejos amigos entre sus dedos, las hojas de papel lo calman y le aseguran que todo lo que le sucede a Nino es posible, está documentado y es racional a su manera. Nino está agachado detrás de él y lee por encima de su hombro mientras él hace notas. Alonso lo besa cuando nadie los mira, rápido y dulce sólo para asegurarse de que se encuentra bien. Nino parece estar recuperándose lentamente y señala varios párrafos con preocupación, más que miedo. Alonso escucha que su estómago gruñe. Cuando la biblioteca cierra a las siete conduce hasta una cafetería y paga por su Coca Cola de cereza y una hamburguesa de queso con tocino.
Nino le sonríe desde el otro lado de la mesa.
-Tal vez sólo tuviste una pesadilla,- dice Alonso.
Alonso se siente tranquilo de nuevo, en medio del ruido cálido del restaurante. Los ojos de Nino vuelven a verse traviesos, menos grises y más azules. Caso cerrado.
Conduce a casa y le dice a Nino cómo entrar al sótano y hace una rápida aparición en la sala para saludar a su madre, quien está viendo viejas películas de terror en la televisión. La noche de brujas está a una semana de distancia y están dando Eso y Los Pajaros , todos los clásicos. Alonso se quedaría con ella si no tuviera que ir con Nino. Desea poder contarle sobre él, y tal vez lo haga, tal vez hasta puedan mirar las películas de terror juntos y le diría que Nino se iba a quedar a dormir. No es como si alguno de los dos pudiera quedar embarazado.
-Últimamente has pasado mucho tiempo afuera,- dice su madre mientras él se sienta en el reposabrazos del sofá.- ¿Quieres contarme algo?
-No, nada. He pasado mucho tiempo con un amigo. Con mis amigos.
Su madre sonríe como si lo hubiera descubierto y Alonso se despide y corre a la puerta del sótano, le dice que se va a ver Evil Dead en su habitación.
Nino ha encendido todas las luces y está sentado sobre la cama de Alonso, que consiste en dos colchones gruesos tirados sobre el suelo. Está abrazando sus rodillas. Luce muy pálido de nuevo, pero tal vez sólo eran las sombras.
-Creo que viene cuando estoy solo,- dice.
-¿Está aquí ahora?
-No.
Alonso teme que esté mintiendo. Mira alrededor de su habitación, pero luce bastante normal, sólo hay un póster del Señor de los Anillos que debió haber quitado hace mucho tiempo.
-Hay que ver una película,- dice, tratando de no darle mucha importancia a lo que acaba de pasar. Nino está cansado, eso es todo. Cuando Alonso busca entre su colección de DVDs descarta Evil Dead y mejor pone Amélie . Nino se acuesta a su lado sobre la cama y Alonso lo abraza desde atrás, absorbiendo sus risas alegremente. Se quedan dormidos sin hacer nada más. No es una de esas noches.
En la mañana despierta bostezando perezosamente contra la cara de Nino, escapando del sueño lentamente. Alonso sabe que más tarde su madre bajará a buscar su ropa sucia, así que a las once despierta a Nino. Alonso se levanta y frota su cara y deja que Nino lo jale de nuevo entre las sábanas.
-¿Dormiste bien?- pregunta Alonso. Sus ojos se cierran de nuevo una vez que su cabeza descansa sobre la almohada, acuna la nuca de Nino y le peina el cabello delicadamente.
-Ajá.- Nino se acerca más y le muerde la punta de la nariz.- Eres… yo…- No puede articular palabras y Alonso se siente aliviado, deja que Nino le baje los calzoncillos. Alonso tiene una erección matutina, que se siente caliente y sensible contra la palma de Nino. Trata de no hacer ningún sonido vergonzoso y lo besa cuando ya no puede aguantarse, empujando los gemidos dentro de su boca. Nino mueve una de sus manos y toca su trasero desnudo, ligero como una pluma como si temiera lastimarlo. Le pasa los dedos entre la hendidura de las nalgas y eso provoca el orgasmo de Alonso. Bombea su semen manchando las sábanas de su cama y la mano de Nino, quien lo observa con sus labios húmedos y abiertos.
-Calma,- dice suavemente, como si Alonso necesitara consuelo.
Alonso salta por encima del charco que ha dejado en su cama, sus brazos y sus piernas tiemblan y apenas las puede mover. Le baja los bóxers a Nino un poquito y mira fijamente su polla, gruesa y palpitante, y por primera vez cree que entiende el sexo oral. Quiere lamer a Nino hasta que esté estremeciéndose de placer, y que sus dedos tiren de su cabello. Lo quiere dentro de su boca y quiere sentirlo duro contra su garganta, pero apenas y sabe cómo usar su mano y utiliza sus trucos en alguien más, así que no se atreve. Se imagina que aún tienen tiempo para llegar a esa parte, para llegar a todo.
Masturbarlo es fenomenal. Aprieta su mano alrededor de la polla y puede sentir cómo palpita cuando se viene, y eso es suficiente para ponerlo medio duro de nuevo. Las costillas de Nino se marcan cuando suelta varios suspiros, sus ojos pestañean y su verga pulsa entre los dedos de Alonso, quien lo suelta poco a poco.
Nino se acuesta sobre Alonso con la ropa interior medio bajada, porque se siente muy bien presionarse contra tanta piel, incluso aunque están pegajosos. Alonso se vuelve a dormir ligeramente, y despierta intermitentemente cuando escucha que su madre se mueve en el piso de arriba, pone algo en la estufa y abre y cierra la puerta delantera. Levanta su cabeza para mirar a Nino. Le gusta que puedan mirarse el uno al otro sin hablar sin que se sienta raro.
-¿Yo te gustaba antes de esto?- pregunta Alonso. Se siente mal al sacar el tema, pero se lo había estado preguntando.
-Un poquito,- dice Nino.- El año pasado estabas en mi clase de Física, ¿recuerdas? Tenías que hacer una presentación y creo que olvidaste las notas que habías escrito.
-Oh, Dios.- Se estremece ante el recuerdo.
- Tu cara estaba toda roja y tu voz estaba temblando y yo…- Nino lo besa.- Sí.
Se bañan a turnos, y Alonso siente una extraña emoción al prestarle ropa limpia a Nino, calzoncillos, tines y una playera despintada de Joy Division que había pertenecido a su padre.
La mamá de Alonso se ha llevado el auto, así que caminan hasta la casa de Nino, comiéndose unas Pop Tarts frías en el camino. Es otro día brillante, lo árboles al lado de la vereda tapan los rayos del sol así que los rodean las sombras, hay calabazas en los porches de casi todas las casas que pasan. Los pasos de Nino son lentos, pero Alonso insiste.
-Esta noche tendrás que dormir ahí,- dice.- Tenemos que hablar con el espíritu, o lo que sea, para saber qué es lo que quiere.
-¿Crees que conteste?
-Pues… sí, eso supongo.
Nino detiene sus pasos y aprieta sus labios.
-No quiero hacerlo,- dice. Alonso engancha un dedo en su cinturón. Están parados entre los árboles que separan a Pinos Secos de Bosque de Castañas. A lo lejos sólo pueden ver el techo de la casa de Nino, inocuo y cubierto con hojas.
-Lo sé,- dice Alonso.- Pero tienes que hacerlo. Es tu casa. Desearía que pudieras vivir en mi habitación, pero no puedes.
-¿Por qué no?- pregunta Nino, y suena tan patético que Alonso casi se rinde ante él. Pone su mano sobre la espalda de Nino y lo empuja poco a poco hasta que está caminando hacia su casa con un ritmo constante. Necesita un final. Sólo había sido una pesadilla, una de las feas.
No hay nadie en casa. Nino camina a través de la sala cautelosamente, llamando a su madre incluso aunque es obvio que no se encuentra ahí, su auto no estaba en la entrada. Caminan al cuarto de Nino, que está tan oscuro y silencioso como el resto de la casa. La habitación se siente como abandonada, como si la hubieran dejado con apuro y nadie fuera a regresar. Alonso permanece al lado de Nino, quien mira las esquinas de su cuarto y se abraza los codos.
-No va a venir si tú estás aquí,- dice.
-¿Por qué no?- pregunta Alonso.- Abrió la puerta cuando yo estaba contigo. Y tocó esa música.
-Quizás era algo más,- dice Nino.- Un fantasma diferente. La otra cosa espera hasta que yo esté solo.
Alonso pone sus manos sobre las caderas de Nino y le besa la oreja. Le quiere decir que lo ama, para que su amor sea como un amuleto que tenga consigo cuando se encuentre a solas, pero no quiere que la presencia , sea lo que sea, lo utilice en su contra.
-Ok,- dice Alonso.- Voy a estar en la sala y tú vas a cerrar la puerta. Si algo pasa, grita y vendré corriendo.
-No va a funcionar. Sabe que estarás allá afuera.
-Hay que intentarlo.- Alonso no dejará que se vuelva loco. No lo va a permitir. Quiere que Nino sea su novio y tomarlo de la mano, quiere llevarlo al baile de la escuela y casarse con él y hacer todas las estúpidas cosas cursis que antes lo asqueaban. Por fin ha comenzado a sentirse como él mismo, y es más fácil de lo que se pudo haber imaginado, y no dejará que ninguna telaraña negra se lo quite.
Nino accede a hacer el experimento, y Alonso se despide sombríamente antes de encerrarlo en la habitación. Se entretiene por medio minuto en el pasillo, escuchando, pero solamente oye como Nino se sienta en su cama con ligeros brincos rechinantes. Deja escapar su aliento y camina hacia la sala, se para frente a la chimenea y mira las fotos familiares que está alineadas en una repisa. Hay una de cuando Nino era un niño, sin un diente y con un bate de beisbol colgado en su hombro, detrás de él se ve la forma de un murciélago. Alonso lo mira hasta que sus ojos arden, y corre de nuevo por el pasillo y abre la puerta con un golpe. Nino está sentado sobre la cama y trata de sonreír cuando Alonso entra.
-¿Estás bien?- Alonso se sienta detrás de él, lo abraza por encima de sus hombros y lo envuelve con sus piernas.
-Sí.- Nino pone sus manos sobre las de Alonso. No suena muy convencido.
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La mañana del lunes es nublada y fría, el cielo es gris y las ventanas de la cocina están escarchadas con delicados cristales de hielo. Alonso se prepara un chocolate caliente, mientras su madre está recargada sobre el fregadero con su taza de café acunada contra su pecho.
-La señora Alvarado me llamó,- dice ella. Alonso mete una taza llena de leche en el microondas.
-¿Quién?
-La mujer que vive en la casa de al lado, sabes, ¿la vecina? La mamá de Luna.
-Ah, ya.- Luna había sido la perdición en la infancia de Alonso, una chica muy atlética que organizaba a todos los niños del vecindario en juegos que involucraban muchas carreras. Alonso finalmente la había cambiado por los videojuegos.
-Me dijo que la otra noche trajiste a alguien a la casa. A un chico.
Alonso mantiene sus ojos pegados a la taza que gira dentro del microondas. No le queda mucho tiempo para evadir las preguntas de su madre. Ambos se habían quedado solos desde la muerte de su padre, cuando él tenía apenas trece años. Siempre le ha contado todo, pero teme su reacción hacia Nino.
-Mi auto huele a cigarro,- dice.- ¿Le gusta fumar?
El microondas comienza a sonar y Alonso salta. No sabe cómo contestar a esa pregunta. Sí, Nino fuma, ¿pero le gusta ?
-Haré que lo deje,- dice Alonso. Su cara se siente muy caliente y de repente el chocolate parece innecesario. De todas formas vierte el polvo en la taza y lo revuelve vigorosamente. Su madre le toca la nuca y lo acaricia con su mano a través de su hombro.
-Le pregunté a la señora Alvarado si era lindo,- dice.- Me miró como si estuviera loca. Es una perra chismosa, además ya lo sabía.
-Ok,- Alonso sonríe hacia su chocolate y sopla un poco.
-¿Y si es lindo?
-Jesús, mamá. No lo sé. Sí.
Su madre lo lleva a la escuela. Normalmente va caminando, pero hace demasiado frío, y en ese momento ama a su madre y a su casa no-encantada tanto que no le importa pasar tiempo extra con ella. Escuchan el horrible Top 40 en la estación ‘número uno’ de la ciudad. Los conductores del programa están hablando de historias de terror y ponen grabaciones de las voces de supuestos fantasmas.
-A ti te gustaba mucho eso,- dice su madre.
-Todavía me gusta,- admite Alonso.
Durante su primer y segunda clase se la pasa ansioso, con su pie temblando debajo de su pupitre. Cuando termina su segundo periodo espera junto al casillero de Nino, pero no se aparece. Su tercera clase parece durar una eternidad y cuando termina va corriendo al baño abandonado detrás del auditorio, donde siempre se reúnen. Tampoco está, no está por ningúna parte. Alonso espera tanto como puede y llega tarde a su salón. Por primera vez en su vida desea tener un teléfono celular.
Cuando Nino no se aparece debajo de las gradas del campo de futbol para almorzar juntos, decide caminar hacia el estacionamiento, con su corazón palpitando. Un rápido vistazo le indica que el auto de Nino no está. La vista de los autos grises amontonados en el estacionamiento le parece muy depresiva sin el Mustang amarillo iluminando un poco el panorama. Cuando suena la campana para regresar a clases, Alonso se aleja de la escuela y entra en el bosque.
El pequeño bosque entre la escuela y Pino Secos está más sereno de lo habitual, no se escuchan los gritos del entrenador Eduardo que normalmente llegan desde el campo de futbol. El sol aún sigue oculto detrás de una pared oscura de nubes, y el día se siente demasiado frío para ser otoño. Alonso camina rápido por encima de las hojas secas, inquieto por la sensación de que está siendo observado. Piensa en el niño que habían secuestrado frente a la nariz de su niñera, y se imagina como ella había corrido por este mismo bosque gritando su nombre. Una ardilla escala frenéticamente un árbol detrás de él y entonces comienza a correr, sobresaltado por el sonido. Voltea su mirada solamente para observar que el animal lo mira con el mismo terror.
El auto de Nino está aparcado frente a su casa. Alonso golpea con fuerza la puerta delantera, pero nadie le contesta. Teme que Nino esté adentro, atrapado por el fantasma o incluso herido, toma la llave que está debajo de la maceta y abre la puerta.
-¡¿Hola?!- llama con un grito.- ¡¿Nino?! ¡¿Hay alguien aquí?!
Corre por el pasillo hasta el cuarto de Nino cuando no obtiene respuesta. La puerta de la habitación está abierta y no hay nadie adentro. Alonso entra, su respiración está agitada y es ruidosa, tiene la llave de la puerta frontal apretada tan fuerte que corta su palma.
-¿Nino?- dice débilmente, aunque sabe que no está ahí. Se queda parado en medio de la habitación y trata de calmarse. El aire zumba a su alrededor, como luces fluorescentes, a pesar de que toda la casa está a oscuras. Sabe que tiene que irse, pero su mente quiere comprobar que no hay nada en la casa o que definitivamente hay algo. No puede decidir. Si no hay nada entonces Nino de verdad se está volviendo loco, y aceptaría cualquier realidad excepto esa. Se da la vuelta con la terrible sensación de que verá a alguien parado en el pasillo mirándolo con los ojos bien abiertos y suelta un jadeo cuando ve que no hay nada.
De repente una puerta se cierra de golpe. No la que está frente a él, o la del otro lado del pasillo, pero viene de alguna parte de la casa, la agudeza del sonido es inconfundible. Lo que sea que azotó la puerta está enojado.
Alonso sale corriendo, con un gimoteo asustado construyéndose en el fondo de su garganta. En el pasillo no hay nada, y tiene miedo de que cuando trate de abrir la puerta principal lo que sea que haya ahí no lo deje salir. Cuando la puerta se abre sin resistencia se lanza hacia afuera y casi se tropieza en los escalones. Su cuerpo está inundado con la sensación de que si se hubiera quedado cinco segundos más dentro de la casa, habría muerto. Corre por el bosque con la llave aún lastimando su mano. Su corazón late tan rápido que siente que se le saldrá del pecho.
Corre todo el camino hasta su casa, como si algo lo estuviera persiguiendo. Y por lo que sabe, sí lo están persiguiendo. La satisfacción al descubrir que Nino no estaba demente había sido eclipsada por un pensamiento podrido y pálido: hay cosas malas en este mundo y tratan de hacernos daño. Estar solo en esa casa no le había dejado dudas. Rodea su casa y se dirige hacia el patio trasero; grita cuando ve que alguien está sentado en su viejo columpio. Es Nino, sin chaqueta y muy pálido, mirándolo con los ojos muy abiertos.
-¡Nino!- dice jadeante y apoya sus manos sobre sus rodillas, su agotamiento se mezcla con la adrenalina.- ¿Qué estás…? Te he estado buscando.
-Esa cosa estaba ahí, en la escuela.- La voz de Nino se escucha atenuada y tiene una mirada desenfocada mientras se columpia lentamente.- La vi en mi segunda clase. Extendiéndose por el techo. No lo sé. Sólo corrí.
-Mierda,- exhala Alonso. Se arrodilla junto a Nino y lo abraza. Está rígido y frío, sin respuesta, como si no supiera dónde se encuentra.
-Fui a tu casa, a buscarte,- dice Alonso.- Estaba en tu habitación y yo… yo no lo sé, pero sé que eso estaba ahí. Y quería hacerme daño, oh, joder, Nino, pero no estás loco, no te preocupes, sí existe.
-Lo sé,- dice Nino. Su expresión es distraída, casi irreconocible.- Ya no tengo miedo. Sé que es real y que me va a matar, Alonso. Ya viene.
La forma en que lo dice hace que Alonso mire sobre su hombro, pero sólo ve los árboles y los arbustos en el patio trasero, balanceándose contra la brisa que es tan delicada que parece inofensiva. Camina rápido hacia la puerta trasera, tratando de abrirla, y se maldice cuando se percata de que está usando la llave de la casa de Nino. Encuentra la correcta en uno de sus bolsillos y abre la puerta.
Su madre trabaja hasta las cinco, pero no puede decidir si debe sentirse feliz o triste por ello. Lleva a Nino a la cocina y le calienta un poco de lasagna. Nino se sienta en silencio, el único sonido es el del microondas.
Alonso camina de un lado al otro, jalando su cabello con sus manos.
-Mierda,- dice.- Mierda.- No sabe cómo continuar.
-Creo que debo quemar mi casa,- dice Nino.- Tuve un sueño en el que lo hacía.
Alonso espera por alguna señal que le indique que está bromeado, pero no hay nada. El microondas comienza a sonar y ambos maldicen con sorpresa.
-No,- dice Alonso. Le pone el plato a Nino y le pasa un tenedor.- No vas a quemar tu casa. Come algo, pareces enfermo.
Nino agarra el tenedor como si no supiera para qué sirve. Alonso mira por las ventanas de la cocina, como esperando que una fuerza invisible se manifieste en cualquier momento.
-Creo que debemos ir a buscar a esa bruja,- dice. Nino lo mira como si esa idea fuera más descabellada que quemar su casa.
-¿Y ella qué hará?
-No lo sé, pero tengo miedo… tengo mucho miedo. Podríamos regresar a tu casa, tú y yo solos y tratar de deshacernos de esa cosa, pero no creo que funcione. Y creo que terminaría muy mal.
Nino asiente con la cabeza. Se come el plato entero de lasagna y después algunos de los dulces que la madre de Alonso ha comprado para los niños de dulce o truco. Se van a la sala y Alonso enciende la televisión; ambos necesitan un descanso de toda esta situación. Miran Cheaters y Dr. House sin poner atención realmente, Nino se acuesta perezosamente sobre el pecho de Alonso. Mira a las esquinas del techo a cada rato, levantando la mirada lentamente y suelta un escalofrío incluso aunque no ve nada.
-Dime si lo ves,- susurra Alonso, como si temiera que alguien lo pudiera escuchar.
-No vendrá si estoy contigo.- Nino suena seguro. Empuja su cara contra el cuello de Alonso, y Alonso puede sentir que sus pestañas le hacen cosquillas en la piel cuando cierra sus ojos.
-Trata de descansar un poco,- dice Alonso. Nino suspira como si esa fuera una sugerencia absurda, pero se queda dormido inmediatamente; su cuerpo cae lentamente hasta el regazo de Alonso y cada diez minutos, más o menos, suelta uno que otro suspiro. Alonso le acaricia el cabello como si estuvieran en una pintura trágica, su mano con manchas de sangre descansa sobre el abdomen de Nino. No puede apartar la mirada de las ventanas, por afuera de ellas observa a las ramas de los árboles balanceándose con el aire, siguiendo su dirección.
Unas horas después se desenreda de Nino cuando escucha el auto de su madre entrando al garaje, y lo deja dormido en el sofá. Ha tenido mucho tiempo para pensar en lo que le diría a su madre, pero no se le ha ocurrido nada. Se queda parado cerca de la puerta del sótano y escucha sus pasos, lentos y pesados como si hubiera tenido un largo día. Abre la puerta y jadea cuando lo ve parado ahí, pone una mano sobre su corazón.
-Alonso, por el amor de…- Frunce el ceño cuando su hijo pone un dedo sobre sus labios. Apunta hacia el sofá y ella hace una mueca de sorpresa cuando ve a Nino cubierto con la mantita roja que utiliza en las noches para ver televisión.
-Ok,- dice su madre.- ¿Y ese quién es?
-Ven aquí.- Alonso la dirige dentro del sótano. No tiene ni la más mínima idea de cómo demonios iba a explicarle, pero está feliz de que Nino esté a salvo; la estaba pasando muy mal, y no lo dejaría regresar a su casa. Alonso está demasiado preocupado por él como para ser objetivo. Pero, sabe que su madre no cree en fantasmas, y también está la amenaza de que los padres de Nino llamen a la policía o a servicios infantiles o alguna de esas organizaciones contra el secuestro de niños.
-¿Quién es ese chico?- pregunta cuando la puerta de la habitación de Alonso se cierra.- ¿Ese es tu chico?
-Sí, mamá. Tiene problemas. Pero no te asustes.
-Qué tipo de… oh, Dios, fuiste un adolescente fácil por mucho tiempo. Sabía que estos problemas iban a llegar tarde o temprano.
-¡No es para tanto!- grita Alonso, aunque no es cierto.- No es tan grave. Es que tiene problemas en su casa. Sus papás, uh. Descubrieron que es, ya sabes, y lo corrieron.
-Pobre pequeño.- Su madre frunce el ceño como si supiera que está mintiendo, pero Alonso tiene un nuevo nivel de confianza con ella, y parece que su madre está dispuesta a ayudarlo, tal vez.- ¿Quieres que hable con su madre?
-No. Dios no. Sus papás no son tan malos. Probablemente estarán bien, pero necesitan algo de tiempo. ¿Sabes? ¿Para pensarlo? Uh, bueno. De todas formas, ya está aquí. Déjalo quedarse por favor.
Su madre toma un profundo suspiro y lo observa fijamente, aguantándole la mirada, y después suelta el aire. Alonso le dedica una mirada de súplica. Habían tenido muchas conversaciones sin hablarse desde que su padre había muerto; había muchas cosas que no hacía falta decir en voz alta. Alonso siempre se ha sentido afortunado de tener una de las pocas madres que entiende a su hijo.
-¿Y sus padres saben dónde está?- pregunta.
-No.
-Bueno, asegúrate de que sepan que se encuentra a salvo. Puede dormir en el sofá, pero voy a ver Dancing with the Stars a las ocho, así que mantenlo ocupado por una hora. Y por el amor de Dios, Alonso, dime que están usando preservativos.
-¡Mamá!
-¿Disculpa? No me veas así, te lo digo muy en serio. Saldré a la farmacia en medio de este horrible clima y te compraré unos si no tienes…
-¡No es como si fuéramos unos niños!- Alonso levanta las manos y cierra los ojos, con una mueca de incomodidad.- Y como sea, no te preocupes. No soy estúpido.
Su mamá le dedica otra mirada considerada, y entonces mira hacia el techo con una cara exasperada. Es su forma de consultar a su padre cuando Alonso la vuelve loca. Siempre ha sentido celos de su habilidad para hacer eso, si es que él contesta.
-Me voy a dar un baño,- dice su madre.- Empieza a cocinar la cena y despierta a tu amiguito. Me gustaría conocerlo.
-Mamá. Dios. No lo llames así.
Alonso regresa a la sala y se sienta al lado de Nino en el sofá. Oye el rechinido del grifo en la regadera de su madre y luego el sonido del agua fría repiqueteando contra el piso del baño. El viento ha arreciado afuera. Alonso frota la espalda de Nino hasta que se da la vuelta y le parpadea desde abajo. Tiene los ojos cansados y su cabello desordenado por todos lados, pero por fin ha recuperado el color en sus mejillas.
-Jamás dejaré que nadie te lastime,- dice Alonso, tan bajo y suave que cree que Nino no lo ha escuchado. Nino se levanta con un gemido y choca sus labios contra los de Alonso. Sus mejillas están calientes y suaves; y huele como a sueño.
-Ya estaría muerto si no estuvieras a mi lado,- dice Nino.
-No hables de la muerte.
-Vale. Lo siento.
Cenan con la madre de Alonso en la mesa de la cocina. Normalmente lo hacen en el sofá para ver la televisión, así que se siente como si fuera una ocasión especial; su madre incluso enciende unas velas. Comen arroz frito, y Nino finge que le gusta el brócoli. Es sorprendentemente encantador con la madre de Alonso, todo sonrisas, y sólo salta una vez, cuando una rama golpea la ventana del comedor.
-Allá afuera se está poniendo peligroso,- dice la mamá de Alonso.- Nino, ¿tus padres saben dónde te encuentras?
-Sí,- dice, mintiendo.- Gracias por dejarme estar aquí.
-No hay problema. Me alegra ayudarte.
Nino le sonríe como si supiera la verdad, como si ella fuera la bruja que le va a salvar la vida.
-¿Dónde está tu papá?- pregunta Nino más tarde, cuando él y Alonso están acostados en el sótano, la mamá de Alonso está arriba viendo su programa. Están cubiertos con tres capas de cobijas, presionados nariz contra nariz, con la televisión encendida en MTv, pero sin volumen. El sótano se siente congelado, y esta es la primera vez que Alonso tiene a alguien debajo de las sábanas con él.
-Murió hace tres años,- dice Alonso. Ha ido mejorando al decirlo, antes se ponía a llorar.
-Oh.- La mano de Nino aprieta la suya con fuerza.- Lo siento mucho.
-No pasa nada. Fue en un accidente del trabajo. Estuvo feo.
Deja que Nino le de un abrazo y acerque sus cuerpos, como si de repente fuera un inválido. Ese tipo de gestos antes le hacía querer romper las cosas, pero ahora no le importa. Nino respira contra su cabello, su aliento es cálido y huele a dulces, y por un segundo Alonso cree que pueden derrotar a lo que sea que los está persiguiendo así, enganchados debajo de las sábanas, sin viento frío que les lastime los ojos.
-¿Crees en Dios?- pregunta Nino. Suena como si temiera que alguien lo pudiera escuchar. Alonso lo besa en la mejilla, donde es cálido y suave y huele muy bien.
-No lo sé,- contesta.- A veces.
♥
continuará...