Hay ruido bajo la cama otra vez (1)

Historia que se desarrolla en el pueblo ficticio de Mil Árboles, cuando un chico llamado Nino comienza a ver fantasmas. Hecho que le hará descubrir secretos de su pasado. ADVERTENCIA: Contiene escenas eróticas.

N.A.: Esta historia es un producto de la imaginación del autor. Es una fantasía. Por lo tanto es completamente ficción. Nunca pasó.

N.E. Vieja historia que ya fue publicada aquí, desapareció por un tiempo y decidí editarla y volver a compartirla. :)

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Hay ruido bajo la cama otra vez

Editada por NinoCloudz

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Alonso va caminando por un pasillo de la escuela cuando Nino Nusser interrumpe sus pasos, le quita los audífonos de las orejas y le dice que ha empezado a alucinar sombras con forma de murciélagos.

-Bueno,- dice Nino.- Es sólo un murciélago que vuela por la esquina del techo del salón de Arte.

-¿Es un murciélago normal, o tiene alguna forma extraña?- pregunta Alonso. Nino camina a su lado, pero lo tiene agarrado del brazo y lo arrastra por el pasillo.

-No, era uno normal. Pero sus alas eran gigantes.

Ambos se detienen ante la puerta que da hacia el patio de la escuela, y Nino lo observa fijamente, como esperando que tuviera una respuesta a lo que le pasa. Alonso no puede creer que Nino le esté dirigiendo la palabra. Es decir, Nino no es la gran cosa, ni popular, pero fuma cigarrillos y a veces juega basquetbol, o futbol o alguno de esos malditos deportes.

-Um,- dice Alonso.- ¿Y te sentiste amenazado?

-No realmente.- Finalmente Nino abre la puerta que da al patio y la sostiene abierta indicando que debe seguirlo.

Alonso obedece. No es lo suficientemente popular como para rechazar a Nino, aunque es muy seguro que solamente le está hablando porque piensa que Alonso es como una autoridad en actividad paranormal. En su primer año de preparatoria había anunciado ante su clase de orientación vocacional que en la universidad iba a estudiar Ciencias Paranormales. A la mañana siguiente toda la escuela lo sabía, y comenzaron a llamarlo el Niño Cazafantasmas, eso había sido suficiente para destruir su sueño y lo había dejado por las buenas. Nino cree que su casa está encantada. Alonso planea decirle que busque ayuda psicológica si sus historias se vuelven demasiado extravagantes, pero eso no sucede. De hecho, Nino es algo gracioso, pero verosímil.

Nino saca sus cigarrillos en cuanto llegan debajo de las gradas del campo de futbol, las ventanas de la escuela se pierden detrás de las ramas de los árboles. Se sienta en el césped y mira arriba hacia Alonso, con un ojo cerrado contra la luz del sol. Es un día fresco de octubre, brillante y con olor a hojas secas.

-Quizás sólo era el moho del techo,- dice Nino.- Tal vez sólo era una pequeña mancha negra, pero creí que era un murciélago… ¿crees que el fantasma trata de volverme loco?

-Si fuera un fantasma utilizaría métodos más directos.- Alonso saca un Snickers de su mochila y se come la mitad mientras Nino fuma. Le ofrece una mordida, pero Nino sólo mira el dulce como si no supiera qué hacer con él. Nino es muy alto para ser un chico de dieciséis años, lo cual Alonso no comprende, porque parece que nunca come nada.

-He estado investigando,- dice Nino.- Creo que deberíamos ir al cementerio después de clases.

-Vale.- Alonso tenía que estudiar para su examen de química, pero al carajo. Había olvidado lo divertido que era perseguir fantasmas. Cuando tenía catorce, tenía un grupo de amigos que se reunía los fines de semana para hacer rituales en el cementerio, pero la mayoría de ellos no se lo tomaban en serio, así que Alonso siempre se sentía frustrado cuando comenzaban a reírse y arruinaban el ambiente. Parece que Nino habla en serio. Las expresiones de su cara son de emoción cuando habla del fantasma.

-¿No vas comer tu almuerzo?- pregunta Alonso. Nino apaga su cigarrillo contra el césped.

-Comí hace rato durante la clase de historia,- dice.- No puedo esperar hasta la una treinta para comer, ¿no crees que es un poco cruel?

-Sí. Tener un descanso tan tarde es jodido.

Nino mira hacia el cielo, donde unas nubes grandísimas comienzan a opacar el cielo azul.

-Entonces, ¿si irás conmigo al cementerio?

-Ya te dije que sí.

-Oh, perfecto.- Nino sonríe, y Alonso lo estudia, tratando de averiguar qué demonios está pasando.- Genial.

Después de su última clase Alonso mete sus libros en su mochila y camina hacia el estacionamiento para encontrarse con Nino. Su automóvil es fácil de localizar, es un Mustang amarillo de 1973, con unas líneas negras sobre el capó. Es el mejor carro de todos, a pesar del hecho de que Nino vive en el peor vecindario de Mil Árboles, en Nublada. Su padre trabaja en el banco durante el día, y en la noche hace de contador en un Sam’s Club. Había conservado el auto desde su adolescencia y se lo había regalado el día que obtuvo su licencia. Alonso había escuchado por ahí toda la historia. Nino está obsesionado con su auto, ni siquiera fuma dentro de él.

Nino está sentado en el asiento del conductor y Alonso cree que está dormido hasta que se acerca lo suficiente para ver que está sonriendo. Sus ojos están entrecerrados ante la luz brillante que entra a través del parabrisas.

-¿Cuánto tiempo llevas esperando?- pregunta Alonso cuando se sienta del lado del copiloto.

-Me salté la última clase.

-Lo siento,- dice, pensando que también debió haberse saltado su último periodo.

-No te preocupes, ¿estás listo?

Viajan hasta el Cementerio Lacrimoso, el más grande del pueblo. Nino tiene encendida la radio, pero el volumen está tan bajo que Alonso apenas y puede escuchar la música. No le da mucha importancia, recarga su cabeza sobre el asiento y deja que el viento le revuelva el cabello. Nino tiene todas las ventanas bajadas y el aire hace que la conversación sea imposible, y está bien.

-He estado leyendo,- dice Nino cuando llegan al cementerio. Parece saber a dónde quiere ir, así que Alonso lo sigue, pisando el césped húmedo mientras los cuervos los observan entre las ramas de los árboles.- Acerca de los asesinatos en Mil Árboles. Dos de ellos sucedieron en mi vecindario.

El vecindario de Nino se llama Pinos Secos. Alonso vive en otro llamado Bosque de Castañas. Solía ser el vecindario más prestigioso de Mil Árboles.

-Pero ninguno sucedió en tu casa, ¿o sí?- pregunta Alonso.

-La verdad no lo sé. Las direcciones no eran mencionadas, ¿sabes?

-Vale.

Parece que Nino desea que su casa esté encantada; esa es la conclusión de Alonso. Recuerda que cuando era niño anhelaba que algo similar le pasara, pero era porque se sentía muy aburrido y quería que el mundo le presentara un misterio macabro para resolver, pero Nino tiene una buena vida. Al menos eso era lo que asumía Alonso. Cada vez que están juntos el teléfono de Nino permanece siempre en silencio, y los chicos de la escuela lo pasan sin una segunda mirada.

-Hubo un suicidio,- dice Nino sin mucha convicción, como si fuera una decepción que un suicida fuera su fantasma.- Y también un abogado que encontró a su esposa y su hijo muertos, los asesino un tipo al que había condenado a la cárcel.

-¿Eso pasó en tu vecindario?

-Sí,- dice Nino orgullosamente.- Estoy muy seguro de que no fue en mi casa, pero tal vez sí.

-¿Le preguntaste a tus padres si el vendedor les dijo que había ocurrido un asesinato en tu casa? Deben de revelar ese tipo de detalles, sabes, antes de venderla.

-No, pero es una buena idea,- dice. Nino mira algo en la distancia y Alonso sigue su mirada. Es una estatua muy grande de un ángel, posada sobre la tumba de un hombre que había muerto en 1920, cuando Mil Árboles sólo era la granja de alguien.

-Los ojos del ángel te siguen si caminas a su lado,- dice Alonso.- ¿Alguna vez lo has intentado? Es aterrador.

Nino no dice nada. Se muerde el labio como si pensara que algo está a punto de suceder.

-Encontré el nombre del abogado,- dice.- Se llamaba Juan Pereda. Sólo hay dos Pereda enterrados aquí, la primera es una mujer que murió a los cuarenta y tres años y el otro es un chico que falleció a los quince, eso es todo.

-¿Y entonces qué hacemos?

-No lo sé.- Nino mira a Alonso como si esta fuera la parte en la que él debía dar las ideas. Alonso suspira.

-Creo que debemos hacer contacto con él… contacto físico.- Alonso se saca la idea de la manga, no quiere que Nino pierda la fe en él.- Si lo convocamos tendremos un punto de referencia, ¿sabes? En caso de que aún no se te haya presentado.

-Sí.- Nino sonríe como si eso fuera exactamente lo que quería oír.- Tienes toda la razón.

La cara de Alonso se sonroja porque sabe que le ha dicho una mentira. Sigue a Nino entre las tumbas, buscando Peredas. El aire comienza a enfriarse conforme el sol va descendiendo, y Alonso se arrepiente de no haber llevado un suéter a la escuela, tal como su madre le había pedido. Nino solamente usa una playera, la parte trasera de ella está atorada con el elástico de sus bóxers. Alonso le diría algo pero no quiere admitir que ha estado mirando el trasero de Nino, lo cual es difícil de evitar porque el chico va caminando frente a él y se agacha de vez en cuando.

-Ok, esto es una pérdida de tiempo,- dice Nino cuando pasa una hora y no encuentran nada.- Ya casi anochece. ¿Quieres venir a mi casa? Te mostraré lo que te dije, que la puerta de mi habitación se abre sola.

-Seguro.- Alonso sabe que su madre debe estar preocupada, pero no piensa interrumpir esta pequeña aventura para hablar con ella. Nino le palmea el hombro como si lo felicitara por algo y caminan de nuevo hacia el auto.

-¿Alguna vez has visto un fantasma?- pregunta Nino.

-No.

-Yo sí.

-¿De verdad?- Alonso no había esperado esa confesión.

-Sí, pero no estoy seguro de lo que vi. El fantasma de mi casa, es más negro que la oscuridad, ¿sabes a lo que me refiero? Como un negro sólido, no oscuro, sino negro .

Llegan a la casa a las seis en punto. Es de madera y tiene dos pisos, está pintada con un azul desteñido y tiene una ventana octagonal en la puerta de entrada. Nino aparca en la calle y abre la puerta con una llave que esconde debajo de una maceta. Parece el tipo de chico al que le desagrada traer cosas en sus bolsillos, a menos de que sea realmente necesario, solamente lleva la llave de su auto en un brazalete que parece que perteneció a una chica, y sus cigarrillos, que forman un rectángulo sobre su nalga derecha. No es que Alonso lo haya notado.

La casa es brillante y llena de vida, lo cual desconcierta a Alonso. La hermana menor de Nino está sentada al estilo indio en el suelo, mirando caricaturas. Voltea a verlos con desinterés y vuelve la mirada a la televisión. Nino hace el sonido de un pedo y le da un golpecito con su pie mientras pasa a su lado. Ella lo mira enojada y le saca la lengua. Tiene como diez años.

-¿Eres tú, Nino?- pregunta su madre cuando Nino y Alonso entran a la cocina. Está calurosa y huele a cebollas y mantequilla. Nino besa a su madre en la mejilla. La mujer es delgada y muy bonita, pero tiene un aspecto cansado.

-Traje a un amigo,- dice Nino cuando su madre se queda mirando a Alonso con curiosidad y algo incómoda.

-Hola, amigo de Nino.- La madre lo saluda y sonríe tímidamente.- ¿Se va a quedar a cenar?- le pregunta a Nino.

-No lo sé.- Su hijo busca en la alacena y se llena la boca con uvas. Arranca un manojo y se lo ofrece a Alonso.- ¿Quieres cenar con nosotros?

-Claro, gracias. Si no es mucha molestia.

La madre de Nino agita su mano mientras mueve algo en la olla y Alonso no sabe cómo interpretar eso. Nino se encoge de hombros y salen de la cocina. Se dirigen a la habitación de Nino, donde afirma haber escuchado al fantasma arrastrarse por las noches. A Alonso se le cerró la garganta la primera vez que se lo contó. Pero le cuesta creerlo.

-¿Estás listo? Mira esto.- Nino cierra la puerta de su habitación y se sienta sobre su cama, la cual es pequeña y tiene las sábanas desordenadas. Alonso está de pie a la mitad de la habitación hasta que Nino da golpecitos al colchón indicándole que se siente a su lado. Están demasiado juntos y miran fijamente la puerta, por la abertura se logran colar los sonidos amortiguados de la televisión y de las cacerolas chocando en la cocina.

-Tal vez deba apagar las luces,- dice Nino. Da un salto y presiona el interruptor antes de que Alonso se pueda ofrecer a hacerlo, y piensa: tu madre va a pensar mal si nos encuentra sentados muy juntos con las luces apagadas y la puerta cerrada . Traga saliva fuerte cuando Nino rebota a su lado y espera que sus ojos se ajusten a la oscuridad.

-Escucha,- dice Nino. Alonso no puede escuchar nada, excepto el latir de su corazón como una pieza enorme de maquinaria que está a punto de explotar. Pero entonces. Un clic. Algo en ese sonido le congela la sangre.

La puerta gime mientras las bisagras se deslizan para abrirse solamente en una grieta de luz que se cuela hacia el interior. Nino ríe desde el fondo de su garganta y toma la mano de Alonso para asegurarse de que ambos están mirando lo mismo. Alonso voltea su cara hacia él, sorprendido.

Una línea de luz se desliza a través de su ojo izquierdo como si estuvieran en el recuadro de una historieta.

-¿Viste eso?- susurra Nino, como si temiera que alguien más lo pudiera oír.

-Mierda,- exhala Alonso con asombro. Nino pone su brazo alrededor de sus hombros y lo agita, riendo, como si estuvieran en el mismo equipo y hubieran metido un gol.

Dos días después del incidente en la casa se saltan su tercera clase y van a Pizza Hut para almorzar. Nino se come tres cuartos de la pizza y bebe una combinación de Mountain Dew, Fanta y una limonada rosa de la fuente. Hace que Alonso la pruebe, y sorprendentemente su sabor no es tan asqueroso.

-Deberíamos ir al bosque, hay una casa cerca del lago,- dice Nino.- He escuchado que ahí vive una bruja.

Alonso rueda los ojos con incredulidad. Nino le lanza el envoltorio de su pajita.

-Necesito una limpia,- dice Nino.- No quiero hablar con ese maldito sin algún hechizo de protección, ¿sabes? Esa cosa me sacó un susto de muerte anoche.

Nino tiene ojeras. Alonso no iba a preguntarle nada, pero endereza la espalda y lo mira expectante.

-¿Qué pasó?

Nino se frota la cara con su mano y suspira. Alonso nunca lo había visto expresar su reticencia al hablar del fantasma.

-Se acostó sobre mí,- dice. Alonso suelta una risita estrangulada antes de poder detenerse. Nino le da una patada debajo de la mesa.

-Es en serio, no me dejaba despertar o moverme. Fue muy raro. Sentía que no podía respirar.

-Mierda.- Alonso no sabe qué más decir. Puede fingir hacerle una limpia, ¿pero qué tal si algo de verdad estaba pasando en la casa de Nino? Los fantasmas no eran reales, pero al parecer había algo malévolo en el lugar. El día anterior habían estado jugando Nintendo cuando una música como la del camión de los helados comenzó a sonar levemente afuera de la casa. La hermana de Nino salió corriendo para comprar uno, pero cuando abrió la puerta la música se detuvo y no había nada. Algo en la inocencia de la melodía le agregaba un toque particularmente siniestro, y por primera vez Nino se mostró muy asustado, a pesar de que trató de disimularlo.

Más tarde conducen hasta el bosque y Nino estaciona su auto en un pequeño claro al lado del lago. Hay una choza en la que antes vendían pescado fresco. Un letrero torcido con la palabra CERRADO cuelga sobre la ventana rota de la puerta principal. La pasan de largo y toman un sendero que comienza detrás de la choza, el sonido de los pájaros carpinteros golpeando árboles secos hace eco a través de la quietud. Las hojas del suelo crujen satisfactoriamente debajo de sus pies. No ha llovido desde que comenzaron a caer.

-No vamos a buscar la casa de una bruja, ¿verdad?- pregunta Alonso, temeroso de que Nino haya pasado de ser un loco divertido a un loco de verdad.

-No,- dice Nino.- Necesito pensar. Mi mente se siente borrosa.

-Es por el cansancio.- Alonso quiere darse una bofetada. Suena como su madre.

-No crees que un fantasma te pueda hacer perder la razón, ¿verdad?- pregunta Nino. Se detiene y voltea esperando por la respuesta de Alonso.

-Solamente si lo dejas,- dice Alonso. Nino sonríe burlonamente.

-No creo que el fantasma sea Juan Pereda,- dice.- Creo que es otra cosa. ¿Recuerdas la noticia de una niñera que fue arrestada cuando uno de los niños que cuidaba desapareció?

-Sí… más o menos. Pero después la soltaron, ¿no? Nino asiente con la cabeza.

-Porque no tuvieron suficientes evidencias en su contra. De todas formas se deschavetó. Ella decía que los niños se habían quedado dormidos desde temprano, pero cuando fue a la cocina por un vaso de leche la puerta trasera estaba abierta y había agua por todo el piso. Uno de los niños estaba perdido, así que se llevó al otro dentro del bosque para buscarlo. No lo encontraron, no encontraron nada.

-Lo más seguro es que alguien lo secuestró.

-¡Pero ella lo empezó a ver por todas partes!- Los ojos de Nino se agrandan con la emoción.- Y también el otro niño. Sus papás encontraron unas huellas muy raras en el patio trasero, huellas grandes de pezuñas y otras pequeñas de un niño descalzo.

-¿Y eso qué tiene que ver con lo que pasa en tu casa?

-Ayer escuchamos esa música rara.- Nino agita su cabeza.- No lo sé, Alonso. Necesito pensar. Siento que estoy a punto de descubrirlo, ¿tú no?

-Sí.- Alonso no sabe qué contestarle. Sigue los pasos de Nino por el sendero y también cuando se desvía del camino hacia un pequeño prado lleno de rocas y césped. Nino se deja caer sobre el césped con un gemido y se acuesta sobre la hierba seca. Cubre sus ojos con las manos y entonces echa un vistazo a través de sus dedos para mirar a Alonso.

-¿Podemos acostarnos aquí por un minuto?- le pide. Alonso se arrodilla a su lado. Después de un rato también se acuesta y entrelaza sus manos sobre su abdomen. Es un día fresco, y se siente bien estar debajo del sol, es muy cálido.

-Quiero hacer contacto con el fantasma,- dice Nino.- Pero primero debemos averiguar quién es. Si fue un asesino serial, no sé lo que haré.

-¿Y nunca encontraron al niño?- pregunta Alonso cambiando de tema.- ¿Ni siquiera sus huesos?

-Ni uno de sus cabellos,- contesta Nino.- Simplemente desapareció.

-Mierda,- dice Alonso. Cierra sus ojos contra la luz del sol.- ¿Crees que debamos preocuparnos?

-Sí. Un poquito.

La voz de Nino se escucha demasiado cerca y cuando Alonso abre los ojos se da cuenta de que el otro chico está hablando por encima de su cara. Luce soñoliento e inocente, con su flequillo colgando a través de su frente, bloqueando el sol que le lastima los ojos.

-¿Tienes miedo?- pregunta Nino.

-No,- dice Alonso, aunque de repente si tiene mucho miedo. Aguanta la respiración cuando Nino le pone una mano en el pecho. Hay una protesta atorada en su garganta cuando la mano de Nino comienza a arrastrarse sobre su estómago y llega a la entrepierna, pero no logra decirla. Nino le aguanta la mirada tan intensamente que tiene miedo de que ambos mueran si parpadea.

Nino no dice nada, sólo respira lento y su aliento es cálido. El pecho de Alonso está subiendo y bajando rápidamente y de repente el sol es demasiado brillante. Abre los muslos involuntariamente cuando Nino aprieta su polla a través de sus pantalones, y Nino lo toma como una señal para bajar la mano y acunarle los testículos. Alonso suelta un gemido y vuelve a cerrar los ojos. No tiene idea de lo que está pasando. Seguro que sólo es un sueño, seguro que se había quedado dormido. Los dedos de Nino son torpes, pero firmes, frotando a Alonso hasta que su polla está dura y llena y pulsante contra los pantalones. Nunca nadie lo había tocado de esa forma. Ni siquiera había considerado hacerlo con otro chico. Tal vez era algo normal entre dos amigos, como fumar y jugar videojuegos.

-Detente,- suspira Alonso, y entonces se viene dentro de sus pantalones, dejando escapar un gemido que suena tan fuerte que parece haberlo estado guardando en su garganta por horas. Sus labios se separan y mira hacia el cielo, su mente da vueltas hasta que las cosas vuelven a tener sentido. Nino lo está observando fijamente, pero Alonso tiene miedo de mirarlo a los ojos. Siente que acaba de despertar en la vida de alguien más.

-No tienes que hacérmelo a mí,- dice Nino. Es muy obvio que si quiere que le devuelva el favor, pero Alonso sólo se queda quieto, pensando en sus bóxers mojados y en el desastre que haría al caminar de nuevo al auto. Sus ojos se dirigen hacia la entrepierna de Nino y observa cómo se baja los pantalones hasta la mitad de las piernas y mete una mano dentro de sus calzoncillos. Estudia la forma de su polla dentro de la tela. Su cara está sonrojada; siente como si estuviera espiando. Nino se está acariciando rápido, como si quisiera acabar con todo de una vez por todas, su aliento choca en pequeñas bocanadas contra la frente de Alonso. Alonso se atreve a mirar a Nino a la cara, y se ve demasiado desnudo y solitario, acariciándose mientras Alonso está tendido a su lado como si su sangre hubiera sido drenada de su cuerpo. Parece que quiere que lo bese. Es tan absurdo que parece ser lo más adecuado, así que Alonso se apoya sobre sus codos y choca sus labios contra los de Nino con sus ojos cerrados fuertemente. Nino le lame los labios como si se disculpara.

Sus dientes chocan violentamente cuando Nino se viene. Alonso besa la punta de su nariz y se desploma sobre el césped como si estuviera agotado. Se siente ingrávido y humillado, y espera un puñetazo. Nino suspira fuertemente y cae a su lado como si fuera un saco de huesos. Su camisa está un poco levantada revelando la suave piel de su estómago. Alonso trata de articular las palabras adecuadas, pero sabe que nunca lo logrará.

-Lo siento,- dice Nino.- No sé por qué lo hice.

-Tal vez fue un hechizo de la bruja.

Y esa parece ser la respuesta adecuada, porque Nino sonríe y cierra un ojo contra la luz del sol, y la humedad fresca dentro de los bóxers de Alonso ahora parece menos apocalíptica. Nunca se había percatado de que una de las razones de que le gustara tanto Nino era su cara. Tenía una cara muy bonita.

continuará...