Hay que ejercitarse (2)

La segunda parte de las aventuras sexuales con mi compañera de ginmasio.

HAY QUE EJERCITARSE II

Nuevamente les voy a comentar lo que me pasó con Martha, mi compañera de gimnasio, La siguiente vez que nos encontramos nos fuimos a un hotel muy discreto para poder hacer de todo sin que nada ni nadie nos interrumpiera, ella al principio se sintió un poco incómoda, ya que jamás había entrado a un hotel para dar rienda suelta a sus deseos carnales:

  • No me siento muy a gusto y me dio mucha pena que la chica encargada me viera - dijo en cuanto llegamos al la habitación.

Mi respuesta no se hizo esperar:

  • No tienes nada de qué preocuparte, solo piensa en lo que vamos a hacer y tus temores desaparecerán - dije para que se relajara.

  • Ojalá tengas razón, no quisiera que alguien conocido me viera - respondió con aire de pena.

Como no quería que siguiera pensando el lo mismo, comencé a besarla apasionadamente en la boca y el cuello, mis manos recorrían su cuerpo aún cubierto por su ropa, su respiración comenzó a agitarse, sentí un leve temblor en sus labios, pero yo sabia que era por la excitación, poco a poco nuestros cuerpos se pegaron el uno al otro y sentí como sus deliciosas tetas se apachurraban contra mi pecho, mi tranca comenzó a tratar de escapar se su prisión y ella, al notarlo la buscó para acariciarla sobre mi pantalón, en cuanto sentí su mano, hice lo mismo en su monte ve Venus, y comencé a frotarlo con mis dedos para sentir la reacción que deseaba, poco a poco las prendas fueron dejando su lugar a la delicada piel que ansiaba besar y acariciar, ella estaba haciendo lo mismo conmigo y solo nos detuvimos hasta que la última prenda llegó a la alfombra.

  • Hazme lo mismo de la vez pasada por favor – dijo con la voz entrecortada por el placer.

Baje hasta su sexo, e hincándome como si fuera su esclavo, comencé a chuparlo con lentitud, poco a poco fui aumentando la velocidad y al sentir que se humedecía, le metí la lengua lo más hondo que pude, en cuanto sintió mi ataque, se arqueó para que mi lengua llegara hasta lo más hondo de su ardiente panocha, mis manos acariciaban y pellizcaban sus preciosas y redondas nalgas, mi dedo buscaba con avidez su culito para tratar de aumentar el deleite que Martha estaba sintiendo, en cuanto sintió esa caricia extraña para ella, me dijo:

  • ¿Qué tratas de hacer?

  • Trato de que conozcas nuevas formas de gozar, la vez anterior gozaste mucho, ¿deseas que hoy te de otras formas de placer? – dije, esperando que su respuesta fuera afirmativa.

  • ¡Haz de mi lo que quieras!, estoy dispuesta a experimentar todo para disfrutar el sexo plenamente - fue su respuesta.

Al ver que quería placer, le chupé con fuerza el clítoris, lo mordí suavemente y al escuchar jadeos y gemidos, supe que iba por buen camino, y retomé el ataque a su culo,, humedecí mi dedo con sus jugos vaginales, que para ese momento ya comenzaban a salir de su apetitosa cueva, comencé por darle un masaje circular con mi dedo, poco a poco aumenté la presión para que se fuera relajando y ver si podía meterlo, ella continuaba retorciéndose de gozo, sus manos aprisionaron mi cabeza y la hundieron más y más en su sexo, mi dedo continuaba su labor buscando abrir aquella entrada que nunca había sido penetrada, de pronto sentí un temblor en todo su cuerpo, un leve grito salió de su garganta, después cayó sobre mi y suspirando comentó:

  • Amor, me haces gozar muchísimo, no como el idiota de mi novio.

Como no quería que se olvidara del placer anal, la acosté boca abajo en la cama y retomé las caricias que había dejado unos instantes antes, mientras lo hacía mi boca y lengua buscaron su espalda, nuca y nalgas, recorrí toda su parte posterior, haciendo lo mejor sobre sus muslos y nalgas,, ella solo acertaba a temblar y gemir por el placer que sentía, lubriqué son saliva su estrecho orificio y, sin dejar de besar y lamerla, empujé pare ir venciendo la resistencia de su ano, al principio pensé que estaba demasiado estrecha, que la iba a lastimar pero, para mi sorpresa, mi dedo se deslizó hacia dentro de su apretada cueva, solo escuché un leve quejido, seguido de jadeos y estremecimientos de su cuerpo, continué metiéndolo y la oí decir:

  • Despacito papacito, despacito

Para no lastimarla y que la sesión fuera placentera, dejé mi dedo hasta la mitad y seguí con las caricias hasta donde podía alcanzarla, ella se dio la vuelta para corresponderme de igual forma y me dijo con voz entrecortada:

  • Quiero sentirte dentro de mí, ¡cógeme ya!

Me acosté sobre la cama y ella se montó sobre mi tranca, se la metió de un solo golpe y comenzó a cabalgar como si en ello le fuera la vida, el ritmo era frenético, solo se detuvo un momento para decirme:

  • Méteme el dedo por atrás, quiero sentirte por los dos lados.

Reaccioné en automático, mi mano buscó su sexo para lubricar el dedo, luego buscó su estrecha cueva dispuesto a vencer la resistencia, Martha sintió que mi dedo estaba ansioso por entrar y aflojó el ritmo de su cabalgata, se acostó sobre mi y aflojó su cuerpo, sin resistencia para vencer, mi dedo entró nuevamente en ella, su cara estaba roja de excitación, en cuanto sintió que la penetré totalmente por la puerta trasera, comenzó nuevamente con sus movimientos de cabalgata, me metí uno de sus enormes pechos en la boca y le mordí el pezón, lo chupé hasta hacerla gritar de dolor y con la mano libre le di unas nalgadas sobre su hermoso trasero.

Su reacción no se hizo esperar, cerrando los ojos y con la respiración entrecortada, me entregó una abundante cascada de pasión, se vino tanto que sentí mis huevos húmedos por el torrente que salía de ella, yo estaba casi al borde del orgasmo y le pedí que se pusiera en cuatro patas, se desmontó y ofreciéndome sus dos cuevas me dijo:

  • Clávamela de golpe hasta adentro, quiero que te vengas en mi.

Complaciéndola, se la metí de golpe en aquella cueva abundantemente lubricada por sus propios jugos, sentí que mi explosión de leche estaba próxima y pensé en dársela en la boca como en nuestro anterior encuentro, no tuve tiempo para reaccionar cuando la escuché pedir:

  • Métela en mi culo, hazlo despacio para que no me lastimes y vente adentro, hazlo papi, hazlo.

Creo que nadie se puede negar a una petición como esa. Aguantando las ganas de venirme, me salí y coloqué la cabeza de mi lanza sobre aquél anillo rosado, empujé hasta que sentí como la cabeza había abierto la puerta y comencé con leves movimientos de adentro a afuera; mi placer era inmenso, estaba estrenando un culo delicioso, apretado y caliente, ella gemía, no se si de placer o dolor pero no me detuve hasta sentir como la inundaba de leche por dentro.

Al terminar de vaciarme, me salí, y pude ver un leve hilillo se sangre en mi pene, la voltee y comencé a besar, ella solo me dijo:

  • Ahora te pertenezco por completo, te acabo de dar la virginidad de mi culo, lo disfruté al máximo y no quiero que me dejes nunca.

  • Eso dalo por hecho, nunca te voy a dejar solo quiero que dejes de ver a tu novio, no quiero compartirte con nadie amor.

Te tengo otra sorpresa, la primera la acabas de tener, mi culo; la segunda es que ayer terminé con él, ahora solo estamos tú y yo.

Me quedé sin palabras, solo acerté a abrazarla y así nos quedamos por largos minutos, cuando pasó el momento sentimental, la escuché pedir:

¿Ya te repusiste?, necesito la segunda vuelta, pero ahora me la metes toda por el culo.

La siguiente cogida es tema para otro relato

Don Pato

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