Hasta siempre y gracias.

Me despido de vosotros. Gracias por haberme acompañado en esta aventura. Hasta siempre.

Hola a todos y todas.

Tiene gracia que, para despedirme, lo haga de esta forma. Me hubiera gustado dar un abrazo a las personas detrás de los apodos, de tomar un café y charlar sobre cualquier cosa. Tranquilidad, sosiego, conversación amena. En cambio, debo conformarme con este escueto escrito (sí, suena cacofónico, ¿y qué?)

Han sido casi dos años de publicación en esta web. El resultado no son los 53 relatos publicados (que son muchos más; algunos los he eliminado y otros aún están inéditos), ni tampoco la media de valoraciones conseguida (la cual he denostado casi desde el principio). El resultado son las centenas y centenas de comentarios. Cada uno de ellos ha sido una palmada en la espalda —tanto de críticas como de ánimos— que, uno a uno, conseguían motivarme a escribir un nuevo relato, a buscar nuevas ideas, a obtener nuevas sensaciones al crear un nuevo mundo.

Yo considero la escritura como eso, como un mundo inexplorado en el que la única forma que conozco de poder internarse en él es zambullirte de cabeza y mostrar asombro, perplejidad y curiosidad por cada detalle con el que te vas encontrando.

Cada día que me sentaba delante de la hoja en blanco dibujada en la pantalla del ordenador me preguntaba cómo podía contarse, de una forma nueva y distinta, una historia que ya estaba contada cientos, miles de veces antes.

A veces lo conseguía y otras no.

Muchos relatos se quedaron en el tintero, durmiendo el sueño de los justos, inacabados. Cada uno de ellos representaba un mundo por explorar en el que, hastiado, sin saber cómo seguir, lamentando mi poca pericia, los abandonaba y los enterraba en alguna carpeta olvidada, dentro de otra carpeta y ésta dentro de otra (hay tantas que aquello parece el inmenso almacén de las maravillas recluidas de Indiana Jones).

Solía conseguir un buen relato —claro, lo de bueno es muy subjetivo— por cada tres o cuatro mediocres o inacabados. Era una buena media. Me conformaba con aquel ratio y era feliz.

Pero, de un tiempo a esta parte, las cosas han cambiado. En mi forma de pensar, en mi forma de actuar. Ya no soy el Ginés Linares ilusionado con el que empecé esta aventura el año pasado.

Me siento, quizá, un poco desanimado, desencantado, triste. El ratio de decentes/mediocres ha aumentado mucho desde hace unos meses y los relatos inacabados o mediocres se expanden y amenazan con reventar la carpeta que los contiene. Quizá he agotado las ideas, quizá he perdido aquella mirada de niño ilusionado. Casi ninguno decente ha visto la luz desde entonces.

Supongo que es el fin.

Os doy a todos las gracias por haberos tomado un tiempo precioso de vuestras vidas en acompañarme en el descubrimiento de los mundos que pergeñaba. Creo que eso es lo que más agradezco, por encima de todo. Puedes ser el mejor artesano del mundo y fabricar las más exquisitas manufacturas pero, si nadie se interesa por tu obra, ¿qué sentido tiene?

No voy a seguir escribiendo bajo otro seudónimo. Soy Ginés Linares, de principio a fin.

Es una despedida triste —al menos para mí—. Me hubiera gustado continuar pero, como el elefante que se siente enfermo, anciano, acabado, desdentado, prefiero apartarme del grupo y morir en paz.

Salve a todos y todas y buena suerte.

Un abrazo.

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Gustavo (Ginés Linares)

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P. D.

Los relatos publicados se quedan aquí, hasta que la web deje de existir o un meteorito errante acabe con la existencia humana, lo que ocurra antes.