Hasta que te vuelva a ver...

Hasta que volvamos a ser uno.

Con la esperanza de que mis palabras te consuelen aunque sea un poco, me siento frente a la computadora y comienzo a relatar un mail. Hace un par de horas que colgaste, y no hay  manera de llamarte pues tu celular no bajó con nosotros de aquel taxi. Me dijiste que ese tipo de accidentes son cosa común en tu vida, pero ¿sabes? No dejo de pensar que fue mi propia mala suerte la que contagió a la tuya. Justo a mi llegada lo perdiste… ¡Bonita forma de empezar! Y no es que el viaje fuera malo, ¡no!, sabes bien que esos tres días alcanzamos una y otra vez la gloria, es sólo que… No sé, creo que a fin de cuentas nada puede ser perfecto ni… ¡¿Qué rayos estoy diciendo?! Tú con tus problemas, y yo quejándome por pequeñeces, porque en medio de ese cielo que representó estar a tu lado apareció una nube. ¿Cómo es que me amas, siendo yo tan tonto? ¿Cómo es que no estás aquí para abrazarte?

¡Ay, mi niño! Cuando me contaste del problema entre tus padres, cuando me dijiste en ese tono que por más que no querías delataba tu tristeza, que muy probablemente esa familia que por disfuncional no dejaba de serlo ya no lo sería… ¡Dios! Mi corazón se hizo chiquito. Y no me quiero imaginar lo que sentías, porque me ganan la rabia y la impotencia. Una parte de tu mundo partiéndose en pedazos, y yo que sólo te escuchaba, que más nada podía hacer… ¡Maldita geografía! ¡Maldita la distancia que me separa de tus labios, y maldito yo que no puedo alcanzarlos! No sabes cuánto me gustaría estar a tu lado… No, ¡claro que lo sabes! Te invaden las mismas ansias, y eso es lo que más me duele, eso es lo que no soporto: que tú sufras. Como si no fuera suficiente con lo de tus padres, ahí estoy yo para ponerle sal a tus heridas… ¿Cómo es que me amas? ¿Cómo es que me conecté buscando consolarte, y hasta ahora sólo quejas?

¡Ay, chamaco! En verdad espero que te encuentres bien, que las amenazas no hayan ido más allá y que mientras trato de escribir algo sensato tú te rías en medio de tus padres, con tu hermana, en familia. No podemos estar juntos aunque lo deseemos, pero al menos de mi pensamiento no te vas. Y aunque no he parado de quejarme, aunque como tú mismo dijiste: duele, no quiero sacarte de mi mente, y mucho menos de mi corazón. No estoy seguro de cuando volveré a escucharte, ni de cuando volveremos a dormirnos juntos, abrazados, con mi nariz en tu mejilla, tu respiración en la mía, nuestras manos en un nudo y nuestras piernas en un lazo, pero hasta que las sábanas ya no sean necesarias, hasta que tu piel contagié a la mía con su calor y la mañana nos sorprenda vueltos uno, guardaré para ti y sólo para ti mi amor. Sólo espero que hagas tú lo mismo, porque si algo dolería más que la distancia, con seguridad sería el olvido. Tu olvido.

¡Qué mensaje tan estúpido! ¿Espero? ¿Olvido? ¿Distancia? Creo que todo eso es basura, que no puedo mandarlo. Mejor será borrarlo todo y escribirte sólo dos palabras: te amo.


Para ti, aunque muy probablemente te lo diga antes de que tú lo leas.