Hasta que seas mía...

Mis manos fueron hacia su pelo, rizado y húmedo, que tanto me gustaba acariciar, en nuestros ratitos a solas... Ahora era distinto, deseaba poseerla, deseaba que fuera mía para siempre, perderme en su cuerpo, y que nadie me encontrara, de entre tanto éxodo de placer.

HASTA QUE SEAS MIA…

“Desde mi asiento de ésta aburrida clase, la observo, a ella, sólo a ella, a María, la dulce y bella María. La chica de mis sueños, la mujer de mi vida… Y no sólo digo esto porque sea mi novia, es la típica chica que cualquier hombre (o mujer) quisiera poseer al menos una vez en la vida. Bueno, de hecho yo todavía no he tenido oportunidad de intimar con ella, y eso que llevamos casi un mes juntas. Pero la quiero, la admiro, y la deseo tanto… que no me importa esperar el tiempo que fuera”

“Pero mi deseo hacia ella crecían día a día. Eran evidentes mis ganitas de que María fuera mía, sólo mía. Hacerla el amor como nadie en su vida era el sueño que se me repetía noche tras noche y como era de esperar, me despertaba de mi cama excitada, mojadita y con la esperanza de que María estuviera a mi lado, para hacer realidad ése sueño… perderme en su cuerpo, ser dueña de todo su ser, descubrir el aroma de su sexo… Pero no era así, María no se encontraba a mi lado cuando más ganas tenía de ella. Sé que me quiere mucho, al igual que yo a ella pero… Soy la primera chica en su vida, recién había salido del armario, cuando hace unos meses, salió de una relación algo tortuosa (obviamente con un hombre) Poco a poco estaba aprendiendo cómo amar a una mujer, claro que el tema sexual… todavía no habíamos tenido nada. Yo sí tuve alguna experiencia que otra con alguna chica… nada serio a decir verdad. Ganas no me faltaban de estar con mi chica, eso lo juro por Dios, sólo que ella necesitaba tiempo, confianza, comprensión… pero sospechaba que ella tenía las mismas ganas que yo de descubrir las riquezas del sexo femenino”

“Mi corazón se aceleró de repente, María me estaba mirando desde su asiento, tres mesas por delante de la mía… Es para mí la chica más preciosa de toda la clase. María tiene mi misma edad; 20 años. De carita dulce y angelical, que inspiraba mucha confianza. De mirada limpia, alegre y penetrante, de color marrones verdosos, que cada vez que la miraba… mi corazón se salía del pecho. De pelo largo, rizado y de color castaño, algo que me encantaba acariciar como si de seda se tratara. Y su cuerpo… Es una maravillosa visión para mis ojos (y para el resto de compañeros de clase) y aunque fuera algo delgadita, tenía unos pechos muy considerables”

“María me sonreía, con algo de picardía diría yo. Sólo faltaba 1 minuto escaso para que la clase acabara y nos fuéramos todos de allí hasta el día siguiente. Sé que me dijo uncon sólo mover sus labios, ésa boquita que estoy deseando ya besar”

Fué entonces cuando la campana del instituto sonó, y toda la clase se apresuró en guardar sus cosas y marcharse de allí lo antes posible, menos nuestras chicas, María y Lyli, que iban guardando sus cosas poco a poco. Lo hicieron con una idea; quedarse solas para darse el abrazo y el beso que tanto esperaban darse desde hace horas. María se acercó a Lyli y agarraba la cintura de ella, como si nunca quisieran despegarse en la vida. La chica le encantaba la forma que tenía Lyli de demostrar que la quería. María admiraba mucho el gran corazón que tenía Lyli y también, porque no decirlo, su aspecto exterior; de pelo corto, de punta y tan moreno como la noche, de ojos negros, con mirada tranquila y desafiante. Era un poco más baja que ella, pero tenía un cuerpo que provocaba algo de morbo, que era el efecto que causaba en María. Para ella era su chica ideal, perfecta…

-Qué ganitas tenía de abrazarte mi amor –dije, abrazada a ella. Seguidamente nos besamos con ternura.

-Cómo yo, mi niña, las horas han pasado muy lentamente, y es lo malo de estar en la misma clase, que más ganas tengo de pegarme a tí.

-Pero también tiene sus ventajas, porque me encanta que te roces a mí, me pone uff… -María rió de manera dulce.

-Tú nunca te rindes ¿verdad Lyli?

-Es que no te imaginas cuánto te quiero, fea…

-Y yo también, mi niña, mucho, mucho, mucho –María se puso su chaqueta de cuero negro, se colgó su mochila, y cogió su casco de moto- ¿Te llevo algún lado, princesa?

-Sí, al paraíso –la besé de nuevo, con algo más de pasión que antes.

-Osea, te llevo junto a tus compis de piso ¿no?

-Y a tu casa –reí- Vivimos portal frente portal.

Finalmente, se dieron un beso y se apresuraron en ir hasta la salida del instituto. En frente de éste, tenía la moto de María aparcada; una Ducati de color negro. Le ofreció a Lyli otro caso, y se sentó con ella de copiloto, agarrándola fuertemente por su cintura y de paso, rozar su sexo contra el culito de su chica, que ya estaba deseando conocer y acariciar. Arrancó y se fueron calle abajo.

María aparcó su moto, en el aparcamiento de siempre, frente a sus casas. Lyli vivía con un par de chicas más, compartiendo piso, mientras que su chica vivía con sus padres. Pero la ventaja que tenían, es que eran casi vecinas y podrían verse siempre que quisieran.

-Me encanta subirme contigo en la moto, mi amor –dije, dándole el casco- Sólo que me quedo con ganas de más…

-¿De más? –preguntó, guardando mi casco dentro de su moto- ¿Quieres cogerla tu algún día?

-No me refería a eso, fea –me acerqué a ella con desafío- ¿Por qué no te pasas después por mi piso? Mis compis se van por ahí con sus ligues…

-Lyli haz memoria… -me quedé mirándola, algo confusa- Mañana tenemos examen.

-¡Mierda! Es verdad; maldita álgebra. Pues los apuntes me los dejé en tu casa eh…

-Ah, pues bueno, vamos a aprovechar ahora que no están mis padres y te los llevas.

“Cualquier momento a solas con María me vale para mí. No hay nada más  que me guste en el mundo que estar a su lado, sentirla cerca de mí… mi niña preciosa… Subimos a su casa, y al abrir la puerta, ella quiso comprobar si realmente estaban sus padres, por si acaso habrían venido antes de la hora. Y al ver que no se hallaban, se fué a su habitación, a traerme los apuntes de álgebra. Yo me quedé en el salón, esperando a mi angelito, y la verdad, es que ésa situación, me daba mucho morbo; las dos completamente solas  y yo con ganas de que fuera mía de una vez…”

“María salió de su habitación, llevando consigo los apuntes. Me los dió, se quitó su chaqueta de cuero (mmm… me encantaba ver el volumen de sus pechos, aunque fuera a través de ésa camiseta) se dirigió al sofá, se sentó y acarició con su mano el asiento que quedaba libre a su lado, para que yo  me sentara”

-Tengo la espalda molida jo… Nos ha dado mucha caña el profe de gimnasia.

-Ya te digo María –me senté a su lado- Yo tengo unas agujetas que flipas. Y no me importa tenerlas, siempre en cuando fueran por otro tipo de esfuerzos, ya me entiendes…

-Sí, ya se por dónde vas, pero éste dolor… -se tocó la espalda dolida- Me está matando.

-Te puedo dar un masaje, nunca te lo he hecho ¿verdad?

-No, ni mi ex tampoco y mira que me tiré con él 4 años vamos…

-Ah, de verdad, vaya gilipollas, de qué manera desaprovechó el tener a su lado a una chica como tú –le dije, con algo de coraje. En el fondo, estaba deseando sentir su piel en mis manos- Entonces ¿quieres que te lo haga? Verás como te sientes mejor…

-Bueno… -dudó unos segundos- Está bien, pero no tendrás las manos frías ¿no?

-Tranquila, se me calentarán enseguida. Pero debes quitarte la camiseta eh, nada de trampas…

“María se me quedó observando fijamente, con esos ojitos brillantes y alegres, que tanto me excitaba cuando me miraba. Seguidamente, me dedicó una de sus lindas sonrisas y se quitó la camiseta ajustada que llevaba, quedándose en sujetador ante mí. Por impulso propio, mis ojos se maravillaron de ver ése cuerpo femenino, aunque sólo fuera de cintura para arriba. La temperatura de mi propio cuerpo subía, al igual que el de mi conejito, de sólo imaginar como eran ése par de tesoros que escondía María tras ése sostén. No sé si mi niña notaría mi deseo hacia a ella pero seguidamente, me dió la espalda y yo conseguí salir de mi trance, pero supe de inmediato que su sensualidad me volvería a atrapar…”

“Justo en dónde su espalda acababa su nombre, en la zona lumbar, visualicé como otras veces, ése tribal que tenía por tatuaje, que a ése cuerpo tan hermoso, le daba un toque perfecto y mágico. Tragué saliva porque notaba mi boca muy seca, aparté a un lado su sedoso pelo rizado, y posé mis manos en su espalda, proporcionándole un delicado masaje, para que mi niña se sintiera mejor. Su piel era cálida, cómo sus besos y su lengua, que tan juguetona se ponía, dentro de mi boca”

“Sin dejar de posar mis manos en su espalda, noté que María se iba sintiendo mucho mejor, sobretodo porque empezaba a echar su cabeza un poco hacia atrás y daba algún suspiro placentero… Llegaba a mí ése aroma agradable que desprendía su hermoso pelo que a mí me encendía muchísimo. En ése momento me dejé llevar… Fué entonces cuando empecé a acariciar su espalda, como si fuera el terciopelo más suave de todo el universo. Dejó entrever su cuello; el punto débil de María y que sabía de sobra, que con unos besitos, ella perdería la cabeza… Seguidamente,   cuando terminé de acariciar su espalda, la agarré de su cintura, entrelazando sus manos con las mías. María solía tener las manos frías, pero en ése instante no… estaban calientes, fruto del bello momento que vivía conmigo”

“Ella se dejaba envolver por mi sensibilidad y mi ternura. Yo… estaba muy excitada con sólo un roce de su piel con la mía, era suficiente para que yo me pusiera muy caliente. En éste instante, mis labios actuaron; fueron a posar sobre su cuello, dándole primero inocentes besos, para que ella entrara en calor; podría coger frío al estar semidesnuda ante mí. Mi lengua entraba en juego, y fué cuando empezaba a darle lametones cortos y pausados. La respiración de María iba acelerando poco a poco, era muy buena señal; le iba gustando todo lo que le hacía”

-Eres mala… -me dijo, con voz entrecortada.

-Lo sé, mi niña… -comenté, sin dejar de lamer su tentador cuello- ¿Te gusta?

-Demasiado Lyli… Eso no se hace…

-Shsss… Tú sólo sienteme, mi amor…

“¡Dios! Cómo la deseaba, deseaba hacerle el amor con todas mis fuerzas. Quería descubrir las riquezas que escondía mi niña tras ése cuerpo. Era mi única prioridad, la quiero tanto… Mis manos dejaron libres las suyas e iban subiendo poco a poco, empezando por su estómago. Ví de pasada el rostro de María; mordía sus labios como si quisiera reprimir algún gemido, como si ella no supiera que oírla gemir me ponía más cachonda aún… Tal vez por eso lo hacía, no quería ponerme más a tono de lo que yo ya estaba… Yo no dejaba de besar y lamer su cuello, María no dejaba de dar suspiros, ahora eran largos y profundos. Mis manos subieron hasta sus apetitosas tetas, que todavía estaban con ese maldito sujetador puesto, pero que aún así, no impedía que mi conejito chorreara con ansia de ser tocado y lamido para tener una gran corrida, junto a mi amor…”

“Dejé a un lado su cuello, que estaba algo rojizo de tanto lametazo, y mi lengua por instinto, se fué hasta una de sus orejitas, que también era otro punto débil de ella. Mmm… cómo suspiraba mi niña, eran suspiros de excitación y deseo. Mis ganas de ella, ganaron a mi razón y a mi cabeza,  sólo me guiaba por mi corazón, por éste gran sentimiento de amor que tengo hacia ella”

“María echó hacia atrás su cabeza, con los ojos cerrados y lamiendo sus propios labios. Eso me tentó; busqué su boca, y nos empezamos a besar con mucha efusividad. Nuestras lenguas se buscaban en la calidez de nuestras bocas. Siempre me había gustado el sabor de sus besos; tan dulce, tan adictivo. Conseguía siempre que me pusiera a tono con un simple beso de los suyos y ahora yo estaba uff… Mi sexo palpitaba de deseo, notaba cómo mis flujos vaginales habían traspasado una parte de mi ropa interior. La necesitaba a ella, más que nunca, para calmar éste calor sexual que                 poseía mi cuerpo”

“Mis manos, muy juguetonas ellas, tampoco estuvieron quietas, seguían manoseando sus asombrosas tetas por encima de su sujetador. Eran de tal tamaño, que no me cabían en una sola mano. Anhelaba notar la suavidad de sus pechos y ante todo, conocer el sabor de sus pezones. Para ello, quise despojarle esa ropa interior, no aguantaba más… Pero en ése momento, María reaccionó, de una manera que no esperaba; se levantó precipitadamente del sofá, respirando con dificultad. Me miró de manera desorientada, cogió su camiseta y se la puso muy rauda”

-Será mejor… será mejor que lo dejemos –expresó, con voz entrecortada, al terminar de ponerse su camiseta.

-¿Por qué mi vida? –pregunté, poniéndome frente a ella- ¿No te estaba gustando?

-Claro que sí, pero… -desvió su mirada- Mis padres pueden venir en cualquier momento.

-Por eso no debes preocuparte, vamos a mi casa –le expuse, poniendo mi mano en su mejilla- Ya te dije que mis compis no estarán hoy.

-No, Lyli, no –negaba, pero sin mirarme a los ojos- Yo debo estudiar y… no quiero suspender, sino mis padres me quitarán la moto…

-María… -la abracé con fuerza- Tengo ganas de estar contigo ¿tú no?

-Ya sabes mi contestación a eso; dame tiempo. Estuve 4 años con un tío, y ahora… estoy con una chica. Es todo nuevo para mí…

-¿No estás a gusto conmigo?

-Claro que lo estoy. Eres dulce, cariñosa, y sé que me quieres mucho. Eres lo que siempre había buscado en alguien. Pero quiero ir despacio, no quiero cagarla contigo.

-Claro… -pude decir, a la vez que cogí mis apuntes. Quería irme de allí.

-Lyli, te quiero muchísimo, con todo mi corazón… -se sinceró.

-Yo también pero… -me paré, no quise decir lo que realmente pensaba- Me voy antes de que vengas tus padres.

-¿Estás enfadada? –preguntó, acercándose a mí, al mismo tiempo que yo me acerqué a la puerta para marcharme.

-No, tranquila…

Lyli se marchó de casa de María, sin un beso en sus labios, ni un simple adiós. Ella sabía los motivos que tenía su chica por negarse; María tenía miedo. En verdad varios miedos; miedo de no saber satisfacerla, miedo de que la abandonara después de echar un polvo, miedo de lo que opinarían sus padres ante ésa relación… Pero en el fondo María, deseaba que Lyli le hiciera el amor. Se había sentido tan bien y tan feliz en sus brazos… sus besos, sus caricias, le habían encendido de tal manera, que cuando su chica se marchó, fué directa a la ducha. Su sexo se encontraba muy húmedo y jugoso, por un instante, se dejó llevar por la pasión del momento, y podría haber tenido la mejor corrida de su vida. Incluso tuvo que hacer un gran esfuerzo en no tocarse a sí misma, porque estaba la chica que reventaba, se había excitado demasiado, como nunca antes en su vida.

Lyli regresó a su piso, algo cabizbaja y decepcionada. Quería olvidar lo que había pasado hace un momento, pero le venían a su mente sin cesar, la imagen de María excitada, entre sus brazos. Se quedó con ganas de muchos más, tanto es así, que seguía muy cachonda... e hizo lo mismo que su chica: ducharse, pero con agua casi congelada, su excitación había llegado a un límite extremo. Decidió mejor que para olvidar todo aquello, emplear toda su tarde, y parte de la noche en estudiar, que falta le hacía...

Pasaron los días, las cosas entre las chicas seguían igual. Bueno, exceptuando a Lyli, que consiguió con mucho esfuerzo, olvidar completamente lo que pasó ése día (bueno, lo que no pasó) Pero lo olvidó por una razón clara: volver a intentarlo de nuevo y si hiciera falta, morir en el intento (de nuevo, porque con estas cosas sólo ganaba un buen calentón) Pensaba que su chica sólo necesita un empujoncito sexual, para que se dejara hacer de todo, y quitar de paso, todos esos miedos e inseguridades que María tenía. Para ello, esperó con impaciencia, a que llegara la clase de gimnasia, que era justo antes del recreo...

“Ésta vez, tengo la corazonada de que no me rechazará, porque de la manera que la veré y me verá ella... caerá rendida a mis pies, no podrá hacer nada ante mi arrebato de pasión, que llevo acumulando desde que la conocí. Ahora que la veo hacer estiramientos, y las miraditas que me está echando... uff, no puedo evitar pensar lo ágil y flexible que debe ser entre sábanas. Debe ser tierna sí, pero a la vez, también me la imagino como una pantera en celo, sedienta de sexo”

“El profe de gimnasia se enrolló con todos nosotros, por una vez, dejándonos salir 10 minutos antes, y seguidamente saldríamos al recreo cuando sonara el timbre. Todos los chicos, al igual que las chicas, fueron a sus respectivos vestuarios, para ducharse y cambiarse. Y aunque a mí me daba mal rollo ducharme allí, en esos aseos, haría hoy una excepción. Observé que María entró en los vestuarios y yo esperé unos minutos para entrar; le daría la mayor sorpresa de su vida”

“Mi curiosidad y el morbo me pudieron, y entré en los vestuarios en busca   de mi angelito. Pocas chicas se quedaron para refrescarse, la mayoría ya se habían marchado. Pude ver, entre otras prendas, la ropa de María sobre los bancos. Mi niña se encontraba duchándose, tal y como sospechaba y el sonido del agua cayendo, ayudó a mis sospechas. Estaba tras ésta puerta, podía oír como tarareaba su canción favorita. Imaginaba que también estaba bailando, a la vez que el agua templada de la ducha, iba recorriendo cada parte de su linda y suave piel”

“Yo, sin demora de tiempo, miré a mi alrededor, me quité toda la ropa y la coloqué encima de la de María. Suspiré profundamente, y abrí la puerta de aquella ducha, con lentitud. Allí se encontraba ella, de espalda ante mí. Lo primero que ví fué su tatuaje, sus cabellos y su magnífico cuerpo mojado, por ése agua... En ése momento, mi conejito empezó a mojarse, producto de aquella visión tan excitante, digno de una película porno de lesbianas. No pude resistirme y la abracé, y doy por hecho que notó mis tetas en su espalda. Ella dió un brinco del susto y se percató de que era yo”

-¡Lyli! -me nombró sorprendida- ¿Que haces aquí?

-Pues que me apetecía ducharme con mi chica -le dije, mirándola de arriba a abajo- ¿No puedo?

-Claro, bueno... -no supo que decir, la ví algo desconcertada- Yo... yo ya he terminado.

-Yo todavía no he empezado...

“María tuvo la intención de irse, pero yo la detuve. No me apetecía que se fuera, quería sentirla cerca de mí, quería notar su cuerpo desnudo junto al mío, quería notar los latidos de su corazón, que seguro que ahora iba acelerado por la situación... Deseaba sentirla más mía que nunca. Yo contemplé su cuerpo, callada y asombrada; desde que nos conocemos no tuve la oportunidad de verla así, la veía más hermosa ahora que vestida incluso. Sus tetas eran grandes y perfectas, de pezones pequeños pero daban ganas de devorarlas, de perder mi cabeza dentro de sus pechos. Su sexo estaba depiladito, tal y como me gusta a mí. Tuve que hacer un gran esfuerzo para no agacharme y empezar a comérselo, pasar mi lengua por su bultito y saborearlo bien, cómo si se tratara de una delicia exquisita, digno de una divinidad”

“Aferré el cuerpo de mi niña junto al mío, busqué su boca que tanto  anhelaba y comencé a besarla, desenfrenadamente. Conseguí inmovilizarla con mis besos cálidos y profundos, transmitidos desde el mismo corazón. No hizo nada más, sólo sentirme, el cómo la besaba y cómo la deseaba. Yo jugué un poco, paseando mis manos por su espalda, muy despacio. Mis uñas entraron en juego, empezando desde su tatuaje, yendo poco a poco hacia arriba, proporcionándole un cosquilleo agradable, casi excitante... Al mismo tiempo que nuestras tetas se rozaban, notando sus pezones en los míos, que tanto gusto me daba, y al ser mi punto débil pues hacía que mi sexo no sólo se mojara, sino que brotara de mis jugos vaginales, listo para ser lamido. Mis uñas llegaron hasta su cuello, el punto débil de María, y fué cuando suspiró levemente, sin dar mucho el cante. Pero yo noté que ella, se estaba excitando. Dejé a un lado su apetitosa boca, para hacer que mi lengua diera lametazos a ése tentador cuello, con olor agradable a mujer. Y al dar el primer bocadito con mis dientes, ella suspiró algo más fuerte que antes, y sus manos se dirigieron a mi cintura, podría decir que por impulso propio. María se estaba entregando a mí, tal y como había soñado en mis tantas noches de soledad...”

“Mis manos fueron hacia su pelo, rizado y húmedo, que tanto me gustaba acariciar, en nuestros ratitos a solas... Ahora era distinto, deseaba poseerla, deseaba que fuera mía para siempre, perderme en su cuerpo, y que nadie me encontrara, de entre tanto éxodo de placer. Mis manos, casi sin querer, siguiendo el impulso de mi agitado cuerpo, bajaron hasta llegar a sus grandes senos. Empecé a tocarlas, sólo con las yemas de mis dedos, a dibujar la forma de sus tetas, sin prisas... Fué cuando empecé a recrearme con sus pezones con mis dedos, que enseguida se pusieron duritos, ésa fué la respuesta a mis caricias, por ésa peligrosa zona de su cuerpo. El cuerpo de María reaccionó; apoyó toda su espalda en la pared de la ducha, por temor a debilitarse ante tanto deleite...”

“No pude evitar la tentación de lamer uno de sus pezones, que estaba a mi merced... Y produjo en ella una sensación maravillosa, que jamás olvidaré... Sólo cerró los ojos, y de su boca salió un gemido placentero... Ni siquiera me apartó para que no lo hiciera, dejó que todo mi deseo hacia ella se dejara expresar a través de mis caricias. Yo estaba agachada ante ella, como si se tratara de una linda princesa, dándole todo el placer que pudiera existir en el mundo, yo por supuesto, no se lo negaría. Cuando observé que todo marchaba bien, lamí el otro pezón, que entonces fué cuando María dió un gemido algo largo... pero placentero. Me recreé dándole placer en ése pezón, que se iba poniendo más durito. Sentí que su cuerpo estaba preparado para algo más...”

“Dejé a un lado su rico pezón, para seguir dándole más besos, por todo su estupendo cuerpo, su estómago, tan firme, y plano, recorrí mi lengua, por un camino de besos hasta casi llegar hasta su sexo... que fué cuando me detuve unos instantes... Contemplando, fantaseando con ésa parte de su cuerpo, que era mi perdición... Ella arqueaba el cuerpo de placer... dejándose llevar... En ése momento, supe que sería mía para siempre... Seguí ese recorrido con mi lengua que tan saboreadamente degustaba, hasta llegar a su sexo, que ya vino a mí, su olor de hembra, de mujer excitada, que deseaba a más no poder probar de una vez... Cuando me dispuse a paladear ésa delicia exquisita, sonó el timbre del instituto, y fué cuando María reaccionó de manera que yo no me esperaba para nada...”

-Debemos irnos Lyli... -expresó ella, casi sin aliento.

-Déjame, por favor... -dije yo, a la altura de su sexo- Quiero probar tu coñito rico...

-Sabes de sobra que no podemos estar aquí, nos cerraran el gimnasio...

“María, sin dirigirme ninguna mirada cómplice, me dejó allí, en las duchas, sola... con éste calentón increíble, que había sufrido gracias a ella, con ése cuerpo que deseaba probar con todas mis fuerzas. Sé que se puso su ropa precipitadamente, y se marchó, sin nada más, sin una explicación. Yo no tuve otra opción que ducharme, para calmar todos mis deseos... Me daba igual que me cerraran el gimnasio por eso... Necesitaba aclarar y despejar mis ideas sobre María... ¿Realmente estaba ella enamorada de mi? O ¿sólo era una venganza para que su ex novio se diera cuenta que lo que necesita ella era más marcha sexualmente? No lo entiendo, si de verdad me quería ¿por que me hacia todo eso, de rechazarme y demás...?”

Lyli no se presentó al resto de clase, nadie sabía dónde se había metido, ni siquiera su propia novia. María se empezó a preocupar por ella, no era lógico de su chica que hiciera eso, no sería muy buena estudiante pero, siempre asistía a todas las clases, sea la excusa que fuera. Pero se imaginó el porque fué... Y ya decidió tomar medidas después de clase...

María, al finalizar las clases, cogió su moto y se puso a buscarla por todas partes, ya que en el insti no se encontraba... Había preguntado a todas sus amigas, profesores... no obtuvo respuesta... Miró en todos lados y nada... No se sabía dónde estaba Lyli. Justo ése día era llovioso, empezó la mañana con algo de nubes, pero terminó con mucha lluvia, que era ya preocupante para la gente. María pensó que con ésa lluvia, su chica cogería un resfriado del quince. Fué entonces cuando acudió a su casa, compartido con otras compañeras, para saber de su paradero.

-¿Que tal? -preguntó unas de las compañeras de piso de Lyli al abrir la puerta.

-Estoy buscando a Lyli... ¿No sabrás por casualidad dónde está?

-Eres su novia ¿no? -dió por hecho ésa chica- Pues aquí no está, pero pasa a su cuarto, y la esperas, no tardará en venir.

-No sé, llevo buscándola toda la tarde y no doy con ella...

-Tranquila, que tarde o temprano aparecerá por aquí.

Ésa compi de piso de Lyli, le dió cobijo, en ésa noche lluviosa. La muchacha se encontraba con sus ropas, al igual que sus cabellos mojados, era inevitable con ése diluvio no empaparse, y más si iba en moto. María aceptó la invitación de ésa chica, y pasó directamente a la habitación de su amada, a esperarla, el tiempo que hiciera falta...

Lyli apareció, al cabo de unas horas por su casa, totalmente empapada, que hasta su compañera de piso se sorprendió. Se mostró neutra, sin ninguna expresión en concreto en su rostro. Su compi la notó rara, y por eso intentará ayudarla en lo que fuera.

-¡Lyli! -exclamó mi amiga, al verme tan empapada- ¿Qué te ha pasado?

-Nada... Una tontería...

-¿Tontería? ¿Seguro? -preguntaba con insistencia mi amiga- Hay alguien esperando en tu habitación, y quería saber de tí...

-Pues cómo no sea el Papa... vamos... -contesté, sin darle importancia a lo que me dijo.

-Toma -me ofreció mi amiga una toalla seca- Y vete a tu habitación, mi amiga y yo nos iremos de fiesta, que hoy es Viernes -finalizó, con una larga sonrisa.

-Y ¿a mi qué? Será como un día cualquiera...

-Claro, claro... -me siguió la corriente- Me voy preciosa, que te lo pases bien.

-Sé que triunfarás, así que no te hace falta que te deseé suerte...

“Yo llegué a mi casa, deprimida, empapada de la lluvia, y sobretodo, decepcionada, por lo que pasó con mi novia. No me esperaba ésa reacción por su parte... Creí que la había puesto lo suficientemente cachonda como para no rechazarme. Y no fué así. Me fuí del instituto, a dar vueltas, sin sentido, por el barrio... Necesitaba despejarme, pensar... A María la quería mucho pero... ésa insistencia de ella, de rechazarme tanto... me daba  mucho que pensar...”

“Hice caso a mi compi de piso, y me encaminé hacia mi habitación, más que nada, necesitaba cambiarme de ropa; me pasé todo el día paseando, sin un destino fijo, bajo la tormenta. Al abrir la puerta de mi cuarto, me encontré con lo más bonito del mundo: a María, en mi cama, sentada. Al verme, velozmente se levantó y se puso frente a mí”

-¡Lyli! -exclamó, sorprendida- ¿Dónde te habías metido mi amor? Te he estado buscando por todas partes...

-Déjalo... Necesitaba despejar mi cabeza de ciertas cosas -dije yo, secándome con la toalla que me había ofrecido mi compi.

-Estaba preocupada por tí, no apareciste al resto de clases, y sé que la culpa la he tenido yo.

-¿Ah sí? ¿Por qué será que has llegado a ésa conclusión? -pregunté irónicamente, a la vez que le entregué la toalla para que se secara- Toma, tú también estás igual de empapada que yo.

-Gracias, he estado tan preocupada, que ni me había dado cuenta -se secó con ésa toalla. Al terminar, se me quedó mirando, en silencio- Anda dime ¿dónde has estado?

-La verdad, no lo sé... Estuve toda la tarde dando vueltas a las cosas en mi cabeza...

-¿Qué cosas? -me preguntó interesada, al mismo tiempo que me cogió las manos- Dime, mi niña...

-Nuestra relación, María. Hay cosas que no entiendo de tí, ni el porqué las haces. Ni si quiera sé si estás a gusto realmente a mi lado.

-Claro que sí, Lyli -me aseguró, posando una de sus manos en mi rostro- Jamás en mi vida, me había sentido tan feliz al lado de una persona, ni siquiera al lado de mi ex. Ya te conté en una ocasión, que a él le daba todo el amor del mundo, y sólo me devolvió desprecio y disgustos.

-Precisamente ése es el problema -aparté su mano de mi cara, sin ser brusca- Piensas que yo te haré lo mismo ¿verdad? Que me vas a entregar tu corazón al 100% 100 y no te voy a saber corresponder... Cómo nunca supo hacer tu ex.

-Bueno... no precisamente eso, también eres la primera chica de mi vida, y te quiero tanto, que no quiero estropear esto, que es lo más bonito que me está pasando ahora en mi existencia. Si te perdiera... sé que no lo podré superar... -me narró, mientras que observé que sus ojos se estaban humedeciendo. No pude verla así, y le dí la espalda.

-Entonces ¿por qué me rechazas cuando intento demostrarte mi amor hacia a tí?

-Tú es que... no me entiendes -la miré de reojo cuando me dijo eso, se estaba pensando la respuesta- Cuando me besas, la temperatura de mi cuerpo sube. Cuando me acaricias, me pongo muy nerviosa. Pero cuando intentas algo más... mi mente se bloquea, me quedo en blanco.

-Así que ¿es eso? -dije yo, que seguía dándole la espalda- Te pongo pero... no te ves capaz de nada más.

-No sólo me pones, me excitas demasiado. Y cuando quiero corresponderte, no puedo, porque no sé si sabré hacerlo bien. Nunca he estado con una chica.

-¿Nunca has oído eso de dejarte llevar por el corazón? Para eso no hay que ser maestra, sino demostrar lo mucho que me quieres y lo mucho que me deseas.

-Lo sé, mi niña... -me abrazó por detrás, muy fuerte, como si no quisiera dejarme escapar- No te imaginas lo bien que me siento entre tus brazos, tan protegida, tan amada...

-Eso es lo que pretendo, porque no sólo te quiero, te amo muchísimo, con toda la fuerza de mi corazón.

-Y yo también... -María empezó a darme besitos por mi nuca, que hacía que tuviera por mi cuerpo un escalofrío muy agraciado- Te puedo asegurar, que hoy en las duchas me pusiste muy cachonda. Me encantó lo que me hiciste, pero me quedé petrificada... Lo siento...

-María... -me día la vuelta, y ví que por su rostro había una lágrima- No debes ponerte así, no estoy para nada enfadada contigo.

-No, es que... no quiero que pienses que no te quiero por rechazarte...

-Tranquila, sé que me quieres -le dije, secando con mi dedo una de sus lagrimas- Ven aquí.

“Se me partió el alma de verla así, muy triste, y podría decirse que por mi culpa, por exigirla demasiado, y creer cosas que no son. La abracé, le dí cobijo y calidez entre mis brazos, para que se desahogara. Le acariciaba el pelo, mientras la calmaba con mi voz, diciéndole que todo había pasado. Le sequé nuevamente las lágrimas de su rostro, y se me quedó mirando fijamente; sus ojos estaban algo rojizos todavía. Noté como una mano suya, empezó a acariciar mi pelo, que seguía algo empapado, de ésa lluvia que me cayó encima. Intentó vocalizar algo, pero en vez de eso, me besó, con suavidad, sin premura...”

“Sus besos siempre hacían que la temperatura de mi cuerpo subiera, hasta unos limites inesperados. María para mí era una chica muy dulce, al igual que sus besos, tierna y delicada. Virtudes que hicieron enamorarme de ella, perdidamente. Noté que ése beso se iba convirtiendo en algo más ardiente, necesitábamos sentir la calidez de nuestras bocas juntas, que es cuando nos sentíamos completas, cuando todo lo que nos rodeaba en torno a nosotras, perdía su valor. Ella se pegó más a mi cuerpo, de hecho, agarró de mi cintura, para que hiciera lo mismo. No nos despegamos, de ése caluroso beso, me maravillaba y a la vez, encendía la mecha de mi deseo hacia María. A diferencia de otras veces, no hice nada, sólo sentirla, al mismo tiempo que nuestra respiración se iba acelerando. Mi chica se despegó de mí, y se quedó mirando mis labios, relamiendo su propia boca, porque le quedó algo de    mi saliva”

-Te amo mucho, mi niña... No te imaginas cuánto... -me confesó.

-Tú todavía no sabes lo mucho que te amo yo... -le respondí, admirando su boca.

-Demuéstramelo ahora, quiero saberlo... -me susurró, desafiante.

“No sé si quiera si había escuchado bien ésa frase en boca de ella, pero en ése momento, María me acorraló en la pared que tenía a mi espalda y siguió besándome, con mucha efusividad. Sentí todo su impulso en mi cuerpo, sentí que me deseaba con toda su pasión. Yo no se lo negaría, quería ser suya completamente y que ella fuera mía. Nuestras bocas no dejaban de buscarse, me encanta empaparme con toda su saliva en mis labios, y que su lengua jugara con la mía, enredándose y fusionándose. Ella respondió, regalándome un beso arrebatador, que me robaba el aire de mi cuerpo,  sólo hizo excitarme aún más, haciendo que mi frente empezara a empaparse de sudor”

“María se detuvo y me ofreció su cuello, para que se lo lamiera de lado a lado. Sé que con eso se pondría cachonda, pero creo que ése era el mensaje que me quería dejar claro. Primero sólo se lo besaba, con suavidad, y al dar ella varios suspiros de gozo, le hice unos chupetones que, en otra ocasión me confesó, le encendían muchísimo. Ella cerró los ojos, quería sentir mis besos en su cuello. Y fué cuando paré en seco, y le dí la vuelta, poniéndola de espaldas a mí. Aparté su pelo a un lado y proseguí lamiendo ésa zona que tanto le ponía, al mismo tiempo que mis manos acariciaban su cuerpo, por encima de su ropa. Ése olor de su pelo me estaba volviendo loca de deseo, y mucho más sus gemidos, pausados y placenteros. Le pedí que siguiera con los ojos cerrados, para coger una cosa que tenía dentro de mi cajón”

“Saqué de mi cajón, un pañuelo azul, que era justo su color favorito, y le tapé los ojos, de manera que no viera nada de nada. María se fiaba de mí. Me puse frente a ella, y observé que me regaló una de sus lindas sonrisas, en señal de confianza, y tranquilidad. Le agarré de sus manos, y la guié hasta mi cama, que no se encontraba lejos de nosotras. Yo me senté al borde mi cama, y a María la dejé de pie, frente a mí. Observé por unos instantes la ropa que llevaba ella, algo mojados: una camisa de color morado, que se veían considerablemente el tamaño de sus tetas y una vaqueros muy ceñidos, que le hacia un culito muy apetecible”

“Mis manos entraron en escena, y comencé a desabrochar uno a uno los botones de su camisa, mostrando así en su totalidad, su sujetador negro que llevaba debajo. Le quité la camisa y lo dejé a un lado. En mi cara se dibujó una sonrisa de admiración hacia María y hacia su cuerpo, tanto que ésa situación me parecía un sueño, del que no quería despertar jamás. La cogí de la cintura y la acerqué más a mí. Mis labios se posaron en su estómago y empecé a besarlo, con delicadeza. Creo que a María le producía cierto cosquilleo, porque tenía en su cara una sonrisita tímida, típica de niña picarona. Sus manos se colocaron en mi pelo, que me invitaba a que siguiera besando su vientre, y puede que a algo más... Su sujetador eran de los que se abrían por delante, con un pequeño imán. Yo me atreví a dar el paso de despojarle de ése sostén, para maravillarme con sus tetas, como ya hice hoy en las duchas del gimnasio”

“Separé esos imanes de su sostén, lo dejé a un lado y visualicé con todo su esplendor, esos dos tesoros, firmes y perfectos. Me quedé petrificada, observando sus pechos, se me hacía la boca agua de sólo imaginar pasando mi lengua sobre sus pezones. María, sin ver nada con ése pañuelo, buscó mis manos y al encontrarlas, me las puso sobre sus tetas. Mmm... estaban suaves y calentitas. También noté que su corazón iba a toda mecha, casi al borde de la taquicardia. He de confesar que yo estaba igual que ella; deseaba tanto éste bello momento con mi niña, que ni me lo creía todavía”

“Con mis dedos, jugué con sus pezones, que no tardaron en ponerse  duritos. ¡Que sensación más maravillosa! María exhaló de placer, era inevitable ésa emoción en su cuerpo. A la vez también su bello se puso de punta, y comenzaba a ponerse nerviosa. Yo ya estaba deseando hacerla mía, y me levanté de mi cama, para ponerme frente a ella. La abracé, su cuerpo semidesnudo rozaba mi propio cuerpo, nuestros sentimientos estaban a flor de piel. Ayy... María, eres la que hace latir fuertemente mi corazón, lleno de amor. Pasé mi lengua por sus labios, tan cálidos. Seguidamente se los mordí con suavidad. Ella quiso besarme, pero no me dejé, porque acabé sentándola en mi cama. Para que se sintiera más cómoda aún, le quité sus zapatos, y quise tumbarla pero... me tentó más pasar mi lengua por su pezones, que me estaban reclamando. No recuerdo haber estado tan excitada en mi vida, como ahora... Ésa chica me ponía muchísimo, y ni siquiera me había tocado”

“Sin habérselo pedido, María se tumbó en mi cama, y contemple ése cuerpo... Acerqué mi mano a su rostro, tan suave... No quería que estuviera nerviosa, la trataría como la reina de mi vida que es. Seguí bajando mi mano, pasando por su cuello... Un poco más abajo, notando su corazón... Descendí hasta su vientre, que fué cuando arqueó ligeramente su espalda, hasta llegar al botón de su pantalón. Se lo desabroché, haciendo que su respiración fuera algo más acelerado que hace unos segundos. Al quitárselo, se quedó ante mí, con sólo unas braguitas de color rosa oscuro, y algo mojadito de su excitación. Toqué su sexo, por encima de ésa prenda, y su cuerpo empezó a vibrar de gozo... Noté su bultito hinchado, y tanteé por ése sitio, quería preparar bien su cosita, que estuviera bien mojado para que fuera la mejor comida de mi vida y la mejor corrida de la suya. No dejaba de darle lentos masajes por su clítoris, era tan tentador para mí... Sólo hacía acelerar su orgasmo, porque María respiraba con dificultad. No podía permitir que llegara a alcanzar el cielo, aún no...”

“Le quité despacio sus braguitas, y ví su conejito depilado y bien mojado de sus flujos uff... Yo casi explotaba de verla sólo así, mi cosita estaba igual que su sexo, o incluso más... Le abrí las piernas, y me acomodé entre ellas, estaba deseando comprobar a qué sabe María y ver su reacción. Antes que nada, le dí besitos por su sexo, ya llegaba a mí ése olor a hembra que incrementaba mis ganas de ella. No pude aguantar mucho, y pasé mi lengua por su clítoris, y ella gimió de placer, no esperaba para nada ésa sensación tan maravillosa por su cosita, y mucho menos con sus ojos vendados. Era la comida más rica que había probado en mi vida, y ante todo calentita. Empecé lentamente, degustando ésa exquisitez que me había regalado María y me iba ofreciendo cada vez más porque no paraba de salir flujos apetitosos de su cuerpo. Su cuerpo empezaba a reaccionar, moviéndose al mismo compás de mi lengua, mi niña quería más y más...”

“No quería ir tan rápido todavía, ansiaba seguir bebiendo de ella, pero a la vez, también deseaba besarla, y que probara de mí sus propios flujos. Ascendí mi lengua, sin dejar de rozar su piel, hasta llegar a su boquita linda, que me estaba esperando... Acallé con mis besos sus gemidos, con pasión y arrebato, le gustaba mis besos mezclado con el sabor de su propio sexo. Creo que la encendió un poco más, porque por sorpresa, ella misma se quitó el vendaje, y me dedicó una mirada llena de fuego y pasión”

-Quiero ver cómo me lo comes cariño... -me susurró, cuando recuperó el aliento.

-No sabes lo rico que está para mí, mi amor... Voy hacer que toques el cielo con tus dedos.

-Nunca debí haberte negado esto, no sabes lo mucho que estoy disfrutando con lo que me haces...

-No pienses en eso ahora... Quiero seguir haciéndote el amor...

“La alegría que entró por mi cuerpo al confesarme eso María; le estaba encantando todo lo que le hacía. Yo sin más dilación, seguí con la que ahora se convirtió en mi comida favorita; su sexo. Pero ésta vez, aceleré mi lengua algo más que antes sobre su clítoris, no quería hacerla esperar. Los gemidos de mi niña se iban volviendo cada vez más fuertes, y profundos. Me atreví en medio de ese vorágine de placer, a meterle dos deditos dentro de su conejito. Poco a poco, se lo fuí introduciendo en su agujero de placer... ¡Que calentito se encontraba mis dedos dentro de María! Y que placer le estaba dando, sus gemidos largos me lo confirmaron”

“Al mismo tiempo que metía y sacaba mis dedos dentro de su sexo, lamía con mi lengua su clítoris, que estaba muy abultado, a punto de explotar. Por un momento, saqué mis dedos de ella, y los chupé, como si de un delicioso helado de chocolate se tratara, porque me encantaba ése sabor, más que ninguna otra cosa. Volví a introducirlos dentro de ella, y María observaba detenidamente todo lo que le hacía, clavando su mirada en la mía. Sus manos fueron a parar a mi cabeza, para que no parara de lamer su coñito rico; estaba al borde de su orgasmo. En ése instante, sus ojos se cerraron, sus gemidos eran muy pronunciados, y su cosita se iba humedeciendo aún más... María se estaba corriendo en mi boca, lo que tanto ansiaba y soñaba todas las noches”

“María seguía con los ojos cerrados, pero en su rostro había una risa muy satisfactoria, de lado a lado; se encontraba como en una nube, del que no quisiera nunca descender. Me acerqué a ella, para darle un beso tierno, y me respondió, muy dulcemente, con un mano en mi rostro, y la otra en mi cuerpo. No pasó ni dos minutos, cuando ella me volvió a besar con la misma pasión de antes: ahora me tocaba a mí disfrutar de ella”

“Mi sexo ardía por ella desde que me la encontré al entrar a mi habitación. Y desde entonces, todo fué precioso a su lado, y por supuesto, ella lo era más. No admiraba a otra mujer que no fuera María. Yo misma me quité la camiseta, para ayudar a su inexperiencia con una chica, y me quedé en sujetador ante ella, sin parar de besarnos. Acarició mi piel como con miedo, por temor a que no me gustara lo que me hiciera. Para nada era así,  me encantaba todo lo que viniera de ésa niña, para mi María lo era todo... A la primera consiguió desabrocharme el sostén, era lo que tenía el amor entre mujeres, que sabíamos nuestros secretos más íntimos. Sus manos se pasearon por mi espalda, al mismo tiempo que nuestras lenguas seguían enredándose. Hacía como dibujos en mi espalda con sus dedos, aleatorios, pero noté que uno de sus dibujos era un corazón, un gran corazón en            señal del amor que me tenía...”

“Fué María la que ésta vez se puso encima mía, sin borrar ésa sonrisita de la cara, muy cómplice conmigo. Se notaba que ya no estaba tan nerviosa como antes; estaba relajada y feliz de vivir éste bello momento conmigo. Atacó mis tetas con su lengua, muy juguetona ella. Que inmenso placer sentí recorriendo todo mi cuerpo, no pude reprimir mis gemidos; era algo que me volvía loca. Mis pezones no tardaron en ponerse duritos; estaba cómo hechizada bajo los efectos de mi amor por ésa niña. María seguía adorando mi cuerpo con su lengua, a la vez que la observaba detenidamente lo que me hacía. Era como en mi sueño, pero más bonito era vivirlo en la realidad”

“Acariciaba su pelo rizado, a la vez que ella se acercaba peligrosamente hacia mi sexo, que se encontraba a puntito de caramelo. Me desabrochó el pantalón, me lo quitó y se quedó mirando mis braguitas; estaban empapadisimas de mis propios flujos. María me echó una mirada de sorpresa, al ver mi conejito así, pero también sonrió, al comprobar que yo la deseaba muchísimo. Dudaba si ella se atrevería a probar la humedad que tenía entre mis piernas, ya que nunca lo había hecho pero... Con sus dientes me quitó las braguitas, hasta mis muslos, y acabó de quitármelas con sus manos. Ahora la sorprendida era yo, nunca me hicieron nada igual, y la verdad es que me encantó descubrirlo de ella. Mi niña primero experimentó con sus dedos mi sexo; que también lo tenía totalmente depilado. Uff... que linda sensación recorrió mi cuerpo en ése momento cuando tocó mi abultado clítoris. Con sólo ese roce sentí que iba a explotar de placer. No sentí nada más a mi alrededor, ni siquiera que afuera en la calle seguía lloviendo a mares. Sólo existíamos ella y yo, para siempre...”

“Creo que le había gustado ésa sensación de tocar mi cosita, porque siguió jugando con él con sus dedos, que me parecieron muy hábiles, siendo consciente de lo que tenía entre sus manos: me tenía a mí, como nunca y a la vez como siempre deseé desde que la conocí. Se atrevió a probar de mis jugos, llevándose sus dedos a su boca, que producía en mí mucho morbo, al ver ésa imagen de ella, probando mi sexo. Por su cara diría que le encantó ése sabor, y probó a hacer algo más... a pasar mi lengua por ése bultito. Uff... yo me sentí en el paraíso, y todavía no había llegado a él. María, todavía a merced de mi conejito, me cogió de las manos, para sentirme más cerca aún. Movía su lengua con un ritmo pausado, que a mí me fascinaba, me estaba derritiendo en su boca. Hacía temblar mi cuerpo al son de sus movimientos con la lengua, como si fuera un baile sexual, imaginada                  por nosotras dos”

“Ella aceleró la velocidad de su lengua, tan juguetona y podría decir que experta, porque a mí me encantaba lo que me estaba haciendo, me dejaba hacer por ella, yo era completamente suya. Notaba llegar mi orgasmo, y fué cuando empecé a apretar las manos de mi querida niña... María supo reaccionar ante eso, y absorbió mi clítoris como nunca me lo habían hecho... Me pareció todo fabuloso a su lado. Me fué inevitable contener mis gemidos, al llegar a mi orgasmo... Mmm... gracias a la boquita de María, que hizo que olvidara hasta de mi nombre, entre eso y otras cosas...”

“Todavía no me lo creía, no me creía nada de lo que había pasado en mi cuerpo. Sentí una corrida tan fuerte, que me quedé sin habla, satisfecha y con el corazón todavía a mil por hora... María fué la causante de mi alegría, no me esperaba nada de eso por su parte, y me encantó haberlo descubierto al fin... Mi niña se acercó a mí y se tumbó a mi lado, y nos quedamos besándonos, con más calma. Las dos totalmente desnudas, en mi cama, una bella visión ante los ojos de cualquiera. Ni siquiera nos hizo falta manta alguna para taparnos, con sólo los calores de nuestros cuerpos, nos era suficiente. Hicimos el amor, de la manera más dulce que pudiera existir, y de la manera que ella merecía, ya que la vida no le había tratado tan bien... Y sospecho que haríamos el amor más veces en ésa linda y tormentosa noche. Nos miramos, nos sonreímos, nos sentíamos muy felices juntas, nuestros corazones habían hablado, a través de nuestras caricias y besos... Yo me sentí a su lado la chica más afortunada del planeta. María es la mujer de mi vida, y hoy lo tuve muy claro, y hasta que fué mía, no me rendí, no tiré la toalla... Había merecido la pena esperar por ella”

FIN

PD. Dedicado a la mujer de mi vida, que me ha hecho ver que el amor verdadero existe, y que gracias a éso, he podido crear éste relato. Te Amo con todo mi corazón 8/10/11