Hasta la última gota
Un relato de sexo amoroso y tierno.
Al observarla se sintió impresionado por su belleza. Ella se inclinó para recoger agua con las manos y mojarse el cuerpo, Aquel gesto acentuó la redonda plenitud de sus caderas y mostró la pile más pálida del interior del muslo, esta visión provocó en él una oleada de calor y deseo y comenzó a pensar en algo más que en la posibilidad de un baño.
Ella le miró cuando comenzó a internarse en el agua, vio su sonrisa y la expresión apremiante en sus ojos verdes, después vio la forma de su virilidad que comenzaba a cambiar. Experimentó una agitación profunda como respuesta, se le acercó y le echó los brazos al cuello, él se inclinó para besarla, deslizó las manos por la espalda y sintió la piel calentada por el sol. A ella le encantaba la caricia y respondió con un ansia instantánea y sorprendente.
El bajó más las manos, hasta las nalgas suaves y la estrechó aún más. Ella sintió toda la longitud de su tibia dureza contra el estómago pero el movimiento le hizo perder el equilibrio y cayeron ruidosamente al agua, después se incorporaron riendo.
¿no te habrás lastimado, verdad?
No, pero el agua está fría y yo pretendía entrar poco a poco, ahora estoy mojada que creo que iré a nadar, ¿no es lo que hemos venido a hacer?
Sí, pero eso no significa que no podamos hacer también otras cosas.
Vio que el agua llegaba exactamente bajo los bazos de ella y que sus pechos llenos flotaban, se inclinó y lamió un pezón, sintiendo su tibieza en el agua fría.
Ella respondió estremecida y echó la cabeza hacia atrás para permitir que la sensación la colmase. Él buscó el otro pecho, lo encerró en la mano; después deslizó la otra mano por el costado y la acercó más. Lú sentía intensamente y la presión de la mano que le rozaba el pezón duro enviaba nuevos ramalazos de placer a través de su cuerpo. Él succionó el otro pezón y después lo frotó y besó el resto del pecho y ascendió a la garganta y el cuello. Le sopló suavemente al oído y después buscó los labios, ella entreabrió levemente su boca y sintió el contacto de la lengua del hombre y a continuación su beso. Él la acostó al mismo tiempo que la besaba y enseguida, sin más preliminares, se movió para cubrirla. Deslizándose le abrió las piernas y le pasó la lengua por los pliegues húmedos y frescos. Los ojos de Lú se abrieron de una forma desmesurada y se estremeció ante la súbita y palpitante oleada que la invadió en lo más profundo de su ser. Después sintió una dulce y casi insoportable comezón cuando él la succionó en el nódulo de los placeres femeninos.
Él deseaba saborearla, bebérsela y sabía que ella estaba preparada. Su propia excitación se acentuó cuando percibió la respuesta de ella y las entrañas le dolían de deseo en el instante mismo en que su virilidad, poderosa y levemente curva, alcanzaba su máxima proporción. La frotó con la Nariz, la mordisqueó, la sorbió manipulándola con la lengua y después se inclinó para saborear el interior y la degustó. Pese a toda su ansiedad deseaba continuar así eternamente...
Lú sintió que el frenesí se acentuaba en su interior, gimió, después gritó cuando percibió que se aproximaba a la cima. Extendió la manos hacia su hombre y se alzó para ir a su encuentro mientras el clamoroso torbellino que se desataba en su interior se acentuaba, entonces, casi sin darse cuenta, de pronto, se produjo la erupción. Él sintió la humedad y la tibieza en su boca, entonces se acomodó y al acercarse con su miembro a punto de estallar, encontró la deliciosa entrada; con un movimiento enérgico e impetuoso, la llenó por completo. Su desesperado pene estaba tan dispuesto que no sabía cuanto tiempo podía esperar, sin embargo seguía deseando que este instante fuese eterno.
Ella pronunció su nombre, le buscó con las manos, ansiaba tenerle, y se arqueaba para corresponder al ímpetu del hombre en ese natural e inconsciente deseó de recibirlo en el último rincón de sus cálidas profundidades. Él se zambulló otra vez y sintió la totalidad del abrazo vaginal en una correspondencia perfecta, y entonces, estremeciéndose y gimiendo, se retiró un poco y sintió la exquisita presión en su entrañas cuando su órgano sensible provocó sensaciones profundas e indescriptibles en su cuerpo. Y, de pronto, estaba allí, no podía espera más; cuando atacó de nuevo, sintió que toda al tierra se conmocionaba y con ella todo su ser y sintió intensamente que su estallido magmático lo transportaba, lo sumergía, le impedía la respiración y le dejaba por unos instantes suspendido en el tiempo, fuera de este mundo, con una nítida sensación de ser todo y al mismo tiempo ser la nada. En el mismo momento, con una sincronía perfecta, Lú inició un susurro que fue subiendo de volumen convirtiéndose en un gemido sostenido y vibrante que estalló en crescendo en un desinhibido aullido que parecía no tener fin, zambulléndose en la más pura sinfonía del deleite.
Él desencadenó unos pocos impulsos más; después se derrumbó sobre ella y ambos descansaron de la estimulante excitación y la tempestuosa liberación. Al cabo de un rato, él alzó la cabeza y ella se movió apenas para besarle, consciente del olor y el sabor a sí misma que barnizaba los labios masculinos y que siempre le recordaba los increíbles sentimientos y sensaciones que él podía evocar en ella.
Volvieron al río y nadaron la corta distancia del estanque y continuaron aguas arriba, atravesando el lecho poco profundo y fangoso de juncos; al otro lado el agua de pronto se tornó más fría y enseguida el lecho se hundió bajo sus pies y se encontraron en un canal abierto muy propicio para nadar. Después de jugar y corretearse un rato en el agua, regresaron a la rivera tendiéndose en la playa temblando cuando el aire frió soplaba sobre sus cuerpos mojados.
Lú apoyó la cabeza en el hueco bajo el hombro de su compañero y descansó el brazo sobre el pecho masculino; cerró los ojos, absorbió el olor del hombre y sintió que él la rodeaba con el brazo y que su mano se deslizaba hacia la cadera que ella le ofrecía, en una caricia gentil e inconsciente.
Lú volvió la cabeza y besó la piel tibia; después sopló en dirección al cuello de su compañero, quien experimentó un ligero estremecimiento y cerró los ojos. Ella lo besó de nuevo y a continuación se incorporó a medias y depositó una serie de besos leves sobre el hombro y el cuello. Los besos lo conmovieron más de lo esperaba, pero al mismo tiempo le excitaron con tal intensidad que tuvo que hacer un gran esfuerzo para obligarse a permanecer inmóvil. Ella le besó el cuello, la garganta, el mentón y se elevó un poco para acariciarle los labios de un extremo a otro con sus enhiestos y frescos pezones. Seguidamente se retiró y le miró. Él tenía los ojos cerrados pero en su cara había una expresión de expectativa y complacencia, quiso apresarla, aplastarla contra su cuerpo, fundirse con ella en un solo ser, pero se limitó a responder con una sonrisa.
Lú se inclinó tocándole con la lengua la boca, con movimientos tan leves que él apenas podía sentirlos, pero la brisa que corría a través de la humedad le provocaba increíbles estremecimientos. Ella echó la cabeza hacia atrás y le sonrió perversamente; ansiaba jugar e innovar, una oleada de sensaciones le recorrió le cuerpo de solo pensarlo, era una perspectiva, una promesa interesante.
Ella se inclinó y le besó de nuevo en la boca, el cuello, los hombros y el pecho y a continuación las tetillas. Luego, en un súbito cambio se arrodilló a un costado y se agachó sobre él, deslizándose hacia abajo hasta aferrar el órgano dilatado pero frío por el reciente baño. Mientras tomaba todo cuanto podía en su boca cálida, él sintió como la cálida tibieza de la boca femenina encerraba el extremo sensible de su pene y llegaba aún más lejos. Ella retrocedió lentamente provocando la succión y él sintió un brote de placer que parecía surgir de un lugar interno muy profundo y extenderse a todos los rincones de su cuerpo. Cerró los ojos y se dejó llevar por este torbellino cada vez más intenso, mientras ella movía las manos y la boca tibia y exigente ascendía y descendía por su ansioso eje.
Ella extendió su mano para sostener el blando escroto y suavemente palpó su contenido. Cuando las tibias manos femeninas abarcaron el blando saco, él experimentó una sensación distinta, grata pero con un toque de inquietud por ese lugar sensible que parecía estimularle de otro modo.
Ella se apartó y le miró. El placer intenso que sentía con ella se reflejaba en su cara y en sus ojos al sonreír alentándola. Ella disfrutaba proporcionándole placer; eso la estimulaba de un modo diferente, complementario y sugestivo. Le besó de nuevo y sin previo aviso, en un solo e instantáneo movimiento se abarcó de él todo cuanto pudo albergar en su boca y garganta para luego, milímetro a milímetro ir retrocediendo hasta dejarlo sorprendido, expuesto a la brisa. Entonces retrocedió un poco y pasó una pierna sobre el cuerpo masculino, sentándose a horcajadas sobre su pecho, de cara a sus pies.
En esta posición se inclinó y tomó entre sus manos el miembro duro y palpitante. Aunque estaba duro y dilatado su piel era suave y móvil y cuando ella lo sostuvo en su boca lo sintió liso y tibio; cubrió toda su extensión con besos suaves y coquetos mordiscos, cuando llegó a la base, continuó un poco más en busca del saco blando, lo introdujo en su boca y sintió las firmes redondeces interiores. Él se estremeció cuando una nueva llamarada de placer le recorrió el cuerpo. Casi era demasiado. No solo las sensaciones tumultuosas que experimentaba sino la visión de Lú desde esa perspectiva. Ella se había elevado un poco para alcanzarle y como tenía las piernas abiertas a ambos lados del cuerpo del hombre, él podía ver los pétalos y los pliegues húmedos, intensamente rosados e incluso la delicada abertura que parecía hablarle, que quería besarle, que ansiaba participar de alguna manera en este sibarítico festín de caricias. Él no podía permanecer indolente ante esta muda súplica y cuando ella soltó el saco blando y retrocedió un poco, para introducir de nuevo en su boca el objeto principal de sus atenciones, sintió que él la obligaba a retroceder un poco más. Entonces en un inesperado arrebato de excitación y aún con la boca llena, aulló cuando sintió la tibia lengua del hombre buscando suavemente entre sus pliegues la protuberancia centro de los placeres femeninos.
La exploró ansioso, totalmente, en un diálogo táctil de labios, sorbiendo y manipulando, sintiendo y compartiendo la alegría del contacto, mientras que por le otro extremo, ella , gimiendo un tanto enajenada, avanzaba y retrocedía, cobijando y descubriendo su miembro mientras lo succionaba enloquecedoramente.
Ella legó muy pronto la límite, estaba preparada y no podía soportar más, pero él intentaba contenerse y se esforzaba por prolongar la situación. Le hubiera sido muy fácil capitular, pero deseaba más, de forma que cuando ella se interrumpió, porque sus sentidos abrumados se lo impusieron, y arqueó hacia atrás el cuerpo y gritó, él se alegró, sintió la humedad que manaba sobre sus labios y boca y rechinó los dientes en un esfuerzo por controlarse queriendo que este momento glorioso no terminara aún. Con voz ronca y profunda le dijo:
-amor, ¡vuélvete!, te quiero toda.
Y como ella también lo deseaba todo, retrocedió y volvió a ponerse a horcajadas sobre él una vez que invirtió la posición del cuerpo. Se alzó un poco orientó hacia su interior la cabeza aterciopelada del codiciado miembro y después bajó el cuerpo instantáneamente mientras profería un largo ¡Ahhhhh!. Él gimió y pronunció su nombre cuando sintió que esa gruta lubricada y tibia lo tragaba todo. Ella percibió placenteras presiones en lugares sensibles diferentes y mientras se elevaba y descendía guiando la dura plenitud que estaba en su interior, pensaba nebulosamente que no tenía un punto "G" sino una abecedario completo.
Ella se inclinó hacia delante, en una posición algo distinta. Él la apretó contra su cuerpo, para alcanzar los pechos seductores, se llevó uno a la boca y chupó con fuerza, luego hizo lo mismo con el otro y continuó allí, sintiendo... sintiendo, Como sucedía siempre que le succionaba los pechos, sintió la agitación estremecida en los más profundo del cuerpo de la mujer.
Ella sintió que su agitación aumentaba más y más, a medida que se elevaba y descendía, se adelantaba y retrocedía encima de él. Entretanto él estaba cada vez más en el pináculo y sentía que sus apremios más intensos se repetían, Entonces, sin abandonar su propósito de innovar, Lu se elevó más sacándolo por completo y aprovechando la abundante lubricación de concurrencia mutua, guió el pene hacia atrás, hacia la estrecha entrada posterior, lo acomodó y presionó su cuerpo hacia abajo lentamente una y otra vez para prepara el camino ayudando a la dilatación y así, despacio, suavemente lo fue introduciendo, soportando el dolor, ganando terreno milímetro a milímetro, hasta que lo hizo desaparecer completamente en su interior.
A partir de allí, renovó sus movimientos, subiendo y bajado y él al sentirse cobijado más estrechamente no pudo soportar más y cuando el cuerpo de ella descendía, la aferró por las caderas halándola más hacia abajo, para penetrar más profundamente y arqueando su cuerpo se quedó extáticamente quieto, sintiendo cómo esa avalancha que se había acumulado por estarla conteniendo durante tanto tiempo, rompía con ímpetu los diques impuestos por su voluntad y se precipitaba en un cataclismo de placer como jamás había sentido mientras temblaba y murmuraba convulsivamente. Entretanto ella, acariciándose el nódulo sensible, se abandonó a un borrascoso orgasmo que la hizo gritar, aullar y rugir durante un largo tiempo alcanzando casi el doble de duración que él. Después, temblorosa, se quedó allí por unos momentos más, calvada y desfallecida, pero aún encontró aliento para sacarlo lentamente y entonces se derrumbó sobre él... Permanecieron inmóviles, jadeantes, esperando recobrar el aliento con una expresión compartida de absoluta satisfacción.