Hasta el último aliento
Un puente festivo en un a aislada casa rural sirve para retomar tórridamente una intermitente relación prolongada durante muchos años
El ansiado momento por fin había llegado, mi auto encaraba el carril que me llevaría hasta la casita rural aislada que había alquilado para el corto puente festivo. Dentro del coche había cuidado de llevar todos los víveres y elementos para no tener que salir de la casa hasta el momento de la vuelta, todo lo necesario, hasta la imprescindible mujer que me acompañaba en el asiento del copiloto, relajada, sonriente, dejándose acariciar por el sol que entraba por su ventanilla, no podía ver sus ojos, protegidos por unas gafas de sol ahumadas que le daban un sugerente aire de lolita, pero adivinaba que estaban cerrados, pues se concentraba en disfrutar de las caricias circulares de mi mano derecha sobre su gordezuela y carnosa rodilla, a la que había llegado recogiéndole un poco el vaporoso vestido blanco que se había puesto aquella mañana a petición mía, muy similar al de una despedida de soltera a la que ella había asistido hace unos años como invitada y que me envió por mail en uno de esos períodos en los que la vida nos mantenía alejados el uno del otro.
Antes de continuar deseo hacer una advertencia a los sufridos lectores: sí, he dicho “gordezuela y carnosa rodilla”, si buscan en este relato esculturales mujeres con medidas de infarto, tetas operadas, rabos de 23 ctms que permanecen enhiestos durante horas antes de verter ríos de leche.. ahórrense la espera y el esfuerzo de la lectura, pues tanto ella como yo somos dos personas maduras, con algunos kilos de màs y energías limitadas por la edad y las heridas de la vida.
Conducía lento por el estrecho carril, en primera, sin apartar mi mano de su pierna, pero sin subir un milímetro más arriba de su rodilla, todo a su momento. No dejaba de mirar de reojo su cara de satisfacción, su sonrisa voluptuosa fruto de mis caricias, del sol que jugueteaba con su melena rubia, algo oscurecida por los años, de la relajación de estar de minivacaciones, del gozo que a ambos nos producía reencontrarnos después de unos años separados por los avatares de nuestras respectivas vidas, aunque no importaba, yo sabía que el destino siempre volvía a reunirnos tarde o temprano, así iba ocurriéndonos desde hacía varias décadas (yo tengo ahora 51 y ella 41).
Aproveché un ensanche del carril para orillar el coche, detenerme y lanzarme a besar su voluptuosa boca, que tras el primer contacto con la mía se abrió para humedecerse los labios y así volverse aún mas jugosa. En segundos nuestras lenguas jugueteaban entrelazándose, aún sin verdadero apasionamiento, acariciando la una a la otra, entrelazándose.. hasta que la de ella se retiró para permitirle darme un mordisquito en el labio inferior, seguido de un suspiro por parte de ella, señal inequívoca de subida de temperatura.
- Mmmmmm.. no sigas y conduce hasta donde sea, porque si seguimos no me hago responsable..
Sonreí, volví a darle un piquito y reanudé la marcha. Tras recorrer un kilómetro llegué a la cancela de entrada a la finca: “Valdehelechos”. Me bajé del vehículo, avancé hasta la entrada y tecleé el código de acceso en el porterillo electrónico, tras lo cual el mecanismo de apertura se activó y la cancela quedó abierta. Regresé al vehcículo, tome asiento, avancé un metro hasta que el coche se interpuso ante el sensor de la entrada, me detuve, eché el freno de mano y miré en silencio a Mimi. Estaba hermosa, había cogido algunos kilitos, pero seguía siendo esa mujer atractiva que desviaba la vista de muchos hombres a su paso, primero hacia su cara de mujer guapa, para acabar, invariablemente, perdiéndose en la contemplación de su imperial culo.
- ¿Qué te pasa, qué me miras? Anda, conduce y entra de una vez.
Volví a besarla, sin prisas, con medida pasión. Saboreándola, pasando de su boca a su mejilla y luego a su cuello, acariciando su rostro con el envés de mi mano, lentamente, devorando con mi mirada cada gesto de su cara.
- Mimi, antes de traspasar esa cancela quiero que sepas que he soñado con esto durante varios años, desde nuestra última separación, cientos de veces he alimentado la ilusión de estar aquí contigo, pero de una manera distinta de las anteriores.
- ¿A qué te refieres?
- A que esta vez quiero que vayas más allá. Sé que en muchas ocasiones te has dado a mí, que pusiste más que yo la mayoría de veces, hasta hacerte daño incluso, pero siempre percibí que ponías un techo de cristal, que incluso cuando la pasión te enloquecía dejabas algún dique, alguna barrera que impedía que fueras mía en cuerpo y alma..
Ella me miró silenciosa, no podía ver sus ojos, pero adivinaba que me escudriñaban, estaba indecisa entre sentirse molesta, culpable, sorprendida en su secreto.. hizo con su boca uno de esos mohínes que tanto me encantaban y que me dejaban indefenso y rendido, sin posibiliad de reacción.
- Sí, puede que sea cierto eso que dices.
- Lo es, pero no quiero que lo tomes como un reproche, sólo como algo que anhelo, que al menos estos tres días te me entregues en cuerpo y alma, sin dejarte nada dentro, sin pudor, sin cortapisas, sin reservas, como nunca antes, quiero que seas mi esclava y mi ama, mi señora y mi puta, que ni tu carne ni tu espíritu tengan secretos, barrreras o tabúes mientras permanezcamos aquí. Luego, una vez que salgamos de regreso respetaré lo que decidas, pero mientras permanezcamos ahí dentro quiero que seas TODA MÍA y pertenecerte.
Volvió a quedarse en silencio, pensativa, estudiándome detrás de sus gafas de sol, jugando a rizar su melena mientras pensaba en su veredicto, como una madre cuando tira del saber milenario acumulado en su interior para decidir si abofetear a su amado hijo por su conducta o decirle cuánto le quiere.. o ambas cosas a la vez. Su respuesta fue tomar mi cara con sus manos, invadir mi asiento,, echarse sobre mí y besarme de una forma distinta, nunca antes me había besado así, era distinto a cualquiera de los besos que nos habíamos dado durante más de 20 años, aquella boca estaba tomando posesión de mí, al tiempo que se me ofrecía abierta y generosa como nunca antes, ni en nuestros más tórridos encuentros, que habían sido numerosos a lo largo de los años.
Mimi volvió a separarse de mí, me miró, se recompuso un poco y respondió:
- De acuerdo, soy tuya, a partir de ahora soy tu mujer.
Me abalancé sobre ella y volví a disfrutar de la sensación de besarla, de constatar que no había ya la mas mínima barrera entre mi mujer y yo, era algo inexplicable, una delgada y casi imperceptible línea, pero que existía hasta hacía un momento y que acababa de desaparecer, su boca me sabía distinta, incluso cuando era una niña apasionada y entregadísima a mí, dispuesta a todo por ser mi mujer, no me lo había entregado todo como en ese preciso momento.
Podría haber estado disfrutando de sus nuevos besos toda la mañana, pero tenía que avanzar y disfrutar de mi nueva Mimi, de la mujer que acababa de entregárseme sin reservas.
- Mimi, la casa está justo detrás de los árboles de ahí delante, al trasponer esa pequeña loma, son apenas cien metros, pero no es visible desde el camino, lo cual es uno de los motivos para haber venido aquí. Quiero que bajes del coche, que te desnudes, déjate sólo las sandalias para no lastimarte al andar descalza. Quiero que permanezcas desnuda para mí todo el tiempo, sólo podrás vestirte por la noche si refresca. Camina desnuda delante del coche hasta la casa.
En otras ocasiones había intentado juegos similares con ella, pero incluso en sus momentos de más calentura surgía un soplo de frialdad que le ponía cortapisas a desmelenarse completamente, a perder el control de sí misma sin marcha atrás, pero ahora era una mujer madura que había decidido entregarse a su hombre, me sonreía entre coqueta y satisfecha de poder satisfacer con tan poco a su hombre.
- De acuerdo.
Mientras hablaba esto con ella había observado que a un centenar de metros se acercaban a buen paso hacia nosotros un par de senderistas, lo que me hizo pensar que tendríamos que esperar unos minutos a que avanzaran y se perdieran en el carril. Mimi, al bajar por su lado del coche también los advirtió, ya a unos 60 metros de nosotros, pero se puso de pie junto al coche, se giró, me sonrió serena y lentamente dejó caer el vestido hasta sus pies, tras deslizar las tirantas por sus brazos, generosas caderas y piernas, hasta quedar enrollado en sus tobillos. Mi boca estaba seca, imagino que como la de los dos senderistas, que se habían quedado congelados a 20 metros nuestra, con la vista fija en el espectacular trasero de Mimi ofrecido a su disfrute, pues debajo del vestido solo llevaba un sujetador y un tanga de hilo que se perdía entre sus opulentas y carnosas nalgas de mujer madura.
Sin que la sonrisa de hembra sabia y empoderada abandonara su boca Mimi se despojó tranquilamente del sujetador, mostrándome sus tetas medianas, muy blancas y un poco más caídas que la última vez que las gocé, pero bellísimas en su perfecta imperfección, de grandes areolas rosadas, una levemente más enhiesta que la otra, como ES en una MUJER. Sin dejar de sonreir dejó caer el sujetador sobre su asiento, levantó alternamente sus pies para salir del círculo de su vestido arrollado en el suelo y se agachó a recogerlo, ofreciendo un maravilloso espectáculo a los dos senderistas, que asombrados contemplaban a aquella hembra que abría su formidable culo ante ellos al agacharse a recoger la prenda, que igualmente tiró sobre su asiento, tras lo que cerró su puerta, se giró, saludó con un gesto de su cabeza a los dos estupefactos jóvenes y, sonriente, se puso a caminar delante del coche.
Yo estaba disfrutando el momento. Los dos senderistas habían caminado rápidamente hasta la altura de la cancela y allí podía verles por el espejo retrovisor, inmóviles como estatuas, aferrando fuertemente sus bastones con ambas manos, uno de ellos boquiabierto y el otro relamiéndose gustoso los labios, saboreando imaginariamente a aquella hembra cuya aparición el dios del bosque les había regalado aquella soleada mañana de junio.
Cuando Mimi se había situado delante del coche y se encaminaba hacia la casa toqué el claxon, indicándole que se acercara nuevamente hacia mí. Lo hizo por mi ventana, lentamente, sin perder la sonrisa, sabedora de que reinaba absolutamente sobre 3 hombres.
- Dime.
- Hay que introducir nuevamnete el código de seguridad en la cancela para bloquearla y que nadie pueda entrar, está junto al pilar de acceso ¿Vas tú o voy yo?
Me miró con aire de suficiencia, lanzó una mirada a los dos senderistas, cuyas ajustadas mallas ya denotaban que el espectáculo les estaba motivando sobremanera, volvió a sonreírme y preguntó.
- ¿Cuál es el código, cerdito? Espero que no me vayas a pedir que haga a entrar a esos dos mirones, creo que ya estoy un poco mayor para poder con los tres.
Mi boca estaba seca, pastosa ante la imagen de Mimi combatiendo contra los 3, lucha de la que sin duda saldría victoriosa, pero que no se produciría, al menos de momento.
- El código es 1-3-5-7 y no, por hoy sólo vas a ser mi cerdita, no quiero compartirte con esos 2 jóvenes mirones y correr el riesgo de que te enamores de alguno de ellos y de su veinteañera polla.
- Eres tonto y sordo, acabo de decirte que soy TUYA; esos dos podrían follarme durante horas, pero me estarían follando si ese fuera tu deseo y porque te pertenezco, lo mismo que tú a mí desde ahora. Anda, espérame, que cierro y les caliento un poco más.
Mimi, ataviada sólo con sus sandalias, el tanga y las gafas de sol se encaminó lentamente hacia la cancela, tecleó el código en el porterillo, inclinándose mas de lo necesario hacia adelante para ofrecer una espectacular visicón de su grupa a los dos jóvenes, que permanecían inmóviles y ojipláticos ante aquel mujerón en pelota picada. Tras teclear el código la oí lanzarles un “Bueno chavales, hasta luego, que tenemos tarea pendiente, os dejo, aunque sé que la alegría bajo vuestras mallas os va a durar un rato, lo que sí os ruego es que no os aliviéis sobre la cancela, no me agradaría ver vuestra lefa sobre lo que tenga que tocar más tarde, ciao”.
Hizo un simpñatico mohín y se giró despacio hacia mi, caminando lentamente hasta llegar junto a mi ventanilla.
- Amor ¿He sido suficientemente cerdita, o deseas aún más?
- Creo que ya es suficiente. Le respondí mientras observaba por el retrovisor que uno de los dos jóvenes se había introducido la mano bajo la malla y se pajeaba lenta y parsimoniosamente mientras no le quitaba ojo al inconmensurable trasero de Mimi, que bamboleando sus caderas se puso a caminar delante del coche, mientras sus nalgas oscilantes, con la dosis exacta de celulitis para permitir que siguieran turgentes pero muy acogedoras me hipnotizaban y me enviaban señales de que durante el puente aquella casa iba a ser nuestro particular Jardín de las Delicias.
Tras rebasar la pequeña loma la casa se descrubrió a los ojos de Mimi, que se deshizo de sus gafas de sol, que lanzó una satisfecha mirada al pequeño pero coqueto edificio, así como a la piscina, que se encontraba a escasos metros del mismo. Miró en derredor, comprobando que ni la casa ni la piscina eran visibles desde la entrada de la finca, que estábamos a salvo de miradas indiscretas, tras lo que se dirigió hacia el coche, me besó metiendo su cabeza y pechos por la ventanilla y me preguntó:
- ¿Y bien, amor, qué deseas ahora de tu mujer?
- Solo que te sientes en el porche, bajo el sombrajo, no te vayas a quemar, que estás muy blanquita aún. Pon un cojín en el sillón, no quiero que el asiento castigue tu culo, eso queda reservado a mí durante todo el puente, pienso dedicame a adorarlo y a castigarlo sin descanso.
Mimi sonrió pícara, subió los cuatro escalones hasta el porche, tomó un cojín y, agachádose hasta ponerse en escuadra, lo puso lentamente sobre el sillón, abriendo las piernas y demorándose para que yo pudiera recrearme en la visión de la raja de su culo, del hilo del tanga que desaparecía entre sus poderosísimas nalgas incluso con las piernas entreabiertas. Se giró, verificó que su movimiento había surtido efecto en mí, se sentó, poniéndose nuevamente las gafas de sol, cruzó su maravilloso muslo digno de un jamón de bellota premium sobre la otra pierna y me dijo:
- Bueno, cerdito mirón, deja de exhibirme delante de pajilleros y de remolonear ahí sentado y descarga el coche, ¿O quieres que te ayude?
- Para nada, estás ahí muy bien, Descansa mientras yo acomodo los bártulos.
- ¿Pero qué has comprado, piensas tenerme aquí secuestrada 15 días? ¡Tienes el maletero lleno de bolsas de supermercado y de maletas!
- Claro, mi plan es que sólo volvamos a salir para regresar a casa o para que me lleves al hospital comarcal en caso de que me dé un infarto si me fallan las fuerzas.
- Menos lobos, caperucito. Mimi sonreía nerviosa, saboreando mi promesa de follarla hasta mi último aliento.
Al pasar de vuelta hacia el coche tras el primer viaje de equipajes, le susurré al oído, mientras besuqueaba su cuello y el lóbulo de su orejita.
- Mimi, ya no soy el de hace 10 años, para bien y para mal. Aquellas noches en que nos volvíamos locos el uno por el otro y echabamos 3 ó 4 polvos hasta que me temblaban las piernas pasaron y, al menos para mí, no volverán, soy ya un hombre de 51 años que, eso sí, luchará hasta el final, hasta que no pueda darte más de mí, hasta que mi virilidad diga basta, hasta que mis artríticas rodillas digan que no pueden estar más tiempo sosteniéndome ante ti, hasta que mi lengua se niegue a seguir lamiendo tu cuerpo, reseca como la tierra en verano, hasta que mi anquilosada espalda diga que no puede soportar más golpes de riñones contra tu vientre, hasta que mis manos me duelan de acariciarte.. hasta el último aliento.
Mi mano izquierda ya acariciaba su muslo derecho, comprobando satisfecho que su piel se erizaba al contacto, igual que su cuello bajo mis labios, volví a subir hasta su oreja y mi lengua se apoderó de su lóbulo, humedeciéndolo con mi saliva, titilándolo mientras imaginaba que el juguete con el que me deleitaba era uno de los cada vez más enhiestos pezones de Mimi, que comenzaba a gemir y a excitarse visiblemente ante mis caricias, por lo que consideré que era llegado el momento de retornar a mis tareas de mozo de cuerda antes de que el juego se pusiese más serio, porque Mimi ya estaba frotando un muslo contra otro, signo inequívoco de que su coñito estaba despertando y se negaría a detenerse una vez disparada, así que me incorporé y me dirigí hacia el coche para seguir descargándolo.
-¿Pero me vas a dejar a medias? Aunque tú seas un veterano cerdito yo aún puedo aguantar bastante guerra, así que deja de cargar bultos y ven a acabar lo que has empezado.
La ignoré y seguí metiendo bolsas del súper, sobre todo acomodando en el frigorífico todos los alimentos perecederos y las bebidas. Tomé hielo de la cubitera, lo puse en un vaso hasta arriba, serví una cola zero con pajita y se lo acerqué a Mimi en mi siguiente viaje al coche. Puse el vaso alternamente en contacto con sus pezones, que se erizaron de momento ante la frialdad del vaso helado.
- He creído más conveniente que el frío actúe.. con los alimentos, con tus pezones.. y con tu entrepierna, así le bajamos la temperatura a todo el conjunto, pero no te preocupes, que todo lo que baja volverá a subir.
Mimi se retorcía en el sillón, con los pezones como dos timbres y las piernas abiertas, mostrándome el triángulo de tela que tapaba su coño con una ostensible mancha de humedad que denotaba su calentura.
- Ven aquí, que me voy a beber tu polla mejor que la cola, eso me va a bajar mejor la temepratura.
Me deshice de su abrazo y de sus besos húmedos y volví a dirigirme al coche para dar el último viaje.
- No tengas prisa amorcito, termina el refresco y en breve acabo lo que he empezado.
Mimi me miró con un gesto a medio camino entre el enfado fingido y real, con uno de aquellos mohínes fruto de los nervios que años después seguían embelesándome como el primer día. Dejó el vaso en la mesita junto a ella, abrió un poco más las piernas y puso los pies sobre el asiento, pasándose el dedo corazón sobre la telita del tanga, dibujando el contorno de su vulva, quedando el tejido, producto de la creciente humedad, pegado al centro, ligeramente introducido entre sus labios mayores.
- ¿Te importa que me toque un poco mientras tú acabas eso tan importante que estás haciendo..?
- Para nada, amor, lo único que te pido es que no finalices, ponte a punto y déjame rematar la faena, en 5 minutos seré todo tuyo.
- Mmmmm.. pero date prisa, no puedo prometerte nada.
Mimi echó a un lado la tela del tanga y se metió dos dedos en su encharcado coño sin dificultad aparente, emitiendo un hondo gemido, tras lo que inició un movimeinto arriba y abajo sobre toda su raja y clítoris, al tiempo que la mano izquierda se apoderaba alternamente de sus dos pezones, pellizcandolos con suavidad.
Me apresuré a dejar las maletas en el dormitorio, me cercioré de que todo lo que necesitaba frío estaba en el frigorífico o en el congelador, tomé el pequeño maletín negro que había preparado concienzudamente y desplegué todos los enseres de su interior sobre la mesa del salón, tras lo que rápidamente me dirigí al porche, donde Mimi estaba ya castigándose abierta y furiosamente su caliente coño, pareciendome que estaba peligrosamente cerca del disparadero de la rampa de salida de su orgasmo, por lo que besándola al mismo tiempo aparté su mano de su entrepierna, la cual dirigió rápidamente al bulto de mi pantalón, frotándolo con cierta vehemencia.
- ¡Dámela, sácatela, quiero tu polla en mi boca!
Hurgaba en la cremallera de mi pantalón, pugnando por bajarla y liberar el objeto de su deseo, dificultando mi barriguita su empeño. Nuevamente corté su inciativa, retirando su mano de mi entrepierna, incorporándome y tomandola de la mano, invitándola a ponerse en pie. La besé, abrazándola, pasando mi mano desde su cuello hasta su espalda, sin llegar hasta su culo, porque deseaba prolongar su excitación y la mía todo lo posible. Mientras nos devorábamos a besos le confesaba con aliento entrecortado y tomando su cara entre mis manos,
- ¿Sabes? Ahora mismo soy feliz, tengo todo lo que quería, una casa que sólo es mía durante 3 días y la mujer que siempre he deseado entregada a mí y yo a ella, podría tener muchas más cosas, pero nada ni nadie más deseado que tú, amor.
Tomé dos cojines del sofá y los deposité a los pies de Mimi, entre nosotros, tras lo que me arrodillé ante ella como si fuera un altar, con devoción, mirándole a los ojos, húmedos de deseo pero serenos ante mi muestra de adoración, me abracé a sus muslos y deposité mi mejilla en su vientre, con la ternura de un hijo que lo hace con su madre deseando regresar a su seno años despues de haber sido alumbrado. En ese momento estaba adorando al eterno y milenario femenino, al dador de vida, al alter ego sin el cual estamos incompletos, desubicados y en contínua búsqueda, fundiéndome con su ser tras años de encuentros y extrañamientos, seguros el uno del otro, sellando la mutua pertenencia.
Nuevamente despegué mi cara de su vientre, nos miramos sonriendo con ternura y lascivia a los ojos y, mientras besaba sus rollizos muslos tomé las tiras de su tanga y lentamente las deslicé desde sus caderas hasta los tobillos, tras lo que le indiqué que tomase asiento. Hizo un ademán de descalzarse de las bonitas sandalias que se enredaban con tiras de cuero en sus tobillos, pero detuve su gesto.
- Amor, ya sabes que me encanta follarte mientras conservas sólo tus zapatos.
- Pero eso es de putita de burdel bajuno.. -Me replicó divertida y sugerente, ya que recordaba aquella frase de la primera vez que follamos con aquellas botas altas de tacón de aguja que tan caliente me ponían cuando la contemplaba desnuda a excepción de aquel calzado que se clavaba en mis riñones y muslos cuando ella me espoleaba, completamente caliente y desatada en consecución de un orgasmo tras otro mientras yo percutía con mi entonces enhiesto y joven rabo hasta las entrañas de su coño-.
- Claro que sí, es que desde que entraste desnuda por esa cancela te convertiste en mi putita de burdel bajuno, por eso te voy a comer enterita, pero con tus sandalias puestas.
Una vez que la tuve desnuda ante y sobre mí, arrodillado como estaba, me incliné ceremonioso como un samurái japonés, hasta tocar con mis labios aquel tatuaje en su pie derecho, una luna entrelazada a un ancla. Cuántas veces había pasado horas muertas sentados en alguna terraza, tomando café como dos amigos -eran mis circunstancias personales las que me impedían mayores efusiones públicas-, mientras mi mano se dejaba caer distraidamente hasta su pie, acariciando la piel tatuada suave y delicadamente, imaginando que era cualquier rincón mucho más recóndito de su cuerpo, mientras que ella pasaba al rubor, de ahí al encarnado, a los mohínes y alguna vez me confesaba “Vámonos a otro sitio, necesito que acabes esto o me voy a correr en esta terraza sólo con que me acaricies un rato más el pie”.
Besé delicadamente la piel tatuada una, dos, tres veces, tras lo que volví a incorporarme un poco, la miré a los ojos y tomé una decisión: tomé los dos cojines que protegían mis castigadas rodillas y los hice a un lado, cuando estaba a punto de inclinarme de nuevo Mimi me preguntó:
- ¿Pero qué haces? Tontito, no ves que te vas a destrozar una rodilla? Además de viejito y gordito no te querre si encima te quedas cojo.
- Mimi, ahora mismo eres mi diosa, después de todos estos años no sólo no me has mandado al infierno para siempre después de tantas veces que lo merecí, sino que hace un rato te has entregado a mí sin reservas. No sólo voy a adorarte, también quiero que cada agujita de dolor en mis rodillas me recuerde lo imbécil que he sido durante todos estos años, las veces que he estado a punto de perderte para siempre, las que te he perdido durante demasiado tiempo, años, meses.. esto es una pequeña penitencia por todas las ocasiones en que no fui tu hombre cuando tú estabas dispesta a ser mi mujer.
A Mimi le temblaban los labios y una lágrima bailaba en su pupila, pugnando en el filo de sus pestañas por no verterse hacia su cara. Decidí ahorrarle la contemplación de su emoción y continuar con mi ceremonial de adoración a mi Mujer. Me incliné nuevamente hasta su pie, lamí, besé su tatuaje, mi lengua recorrió como el lápiz de color de un niño aplicado el contorno de las tiras de sus sandalias, dejando un brillante y húmedo reguero de saliva sobre la piel de ambos pies, recreándome en la contemplación de sus cuidadas y exquisitamente pintadas uñas, besándolas una a una, hasta el minúsculo triángulo que apenas cubría la de sus dedos meñiques. No dejaba ni un solo centímetro de piel descubierta de sus pies sin besar, aspirando el olor del cuero de sus sandalias, comprobando que Mimi había cuidado hasta el menos de los detalles de su cuidado personal, pues sus pies estaban rosados y suaves hasta en aquellos puntos donde es habitual que el trajín diario los castiguen y formen durezas y callosidades. Mi diosa estaba tan perfecta en su madurez que se merecía la adoración en todos los puntos de su piel, por lo que metódicamente me entretuve en introducir la punta de mi lengua en todos los intersticios de sus dedos, hasta donde las sandalias me dejaban, chupando uno por uno sus dedos como si fueran clítoris multiplicados por diez y yo una hidra con igual número de cabezas. En otras ocasiones Mimi me había reñido cuando intentaba chupar sus pies, me decía que era muy antihigiénico y que no volvería a besarme en toda la noche si le chupaba sus pies, pero ahora se dejaba hacer, éramos un solo ser, no había barreras ni tabúes, ni remilgos entre nosotros, ella era una diosa y tan sólo se dejaba adorar como algo natural, en el altar que era aquel porche en una casa perdida en mitad de un bosque de castaños centenarios de la sierra.
Sus gemidos eran cada vez más audibles, su respiración cada vez más profunda y agitada, ver a su esclavo, a su adorador alli arrodillado ante ella, idolatrando cada milímetro de piel de sus pies, olvidando el punzante dolor que el duro suelo le causaba a mis maltrechas rodillas, todo aquello la estaba emocionando y excitando más que cualquier otra práctica sexual que nuestras calenturientas mentes hubieran podido maquinar.
Interrumpí mi adoración a sus pies, me incorporé un poco, con un gesto de dolor por el castigo a mis maltrechas rodillas, merecidísimo por otra parte. Besé sus tobillos, rodillas, muslos, comprobando que la humedad de su coño ya empezaba a humedecer la cara interna de ambas piernas, tomé sus manos y con un gesto le indiqué que tomase asiento. Sabiendo lo que se le venía lo hizo, pero haciendo resbalar su prominente trasero hasta dejarlo al filo mismo del asiento, separando sus piernas y dejando sitio entre ellas para mí, tomádome de los brazos y atrayéndome hacia ella.
- Hazme tuya, te necesito dentro de mí, quiero que me folles ya.
Mimi era muy impaciente en su primer polvo tras nuestros numerosos reencuentros, pasaba por alto los prolegómenos, el sexo oral, las caricias.. pedía y demandaba ser follada cuanto antes, tomaba la inciativa en cualquier postura que comenzásemos, levantando sus caderas, cabalgándome si era yo el que estaba tendido de espaldas, o reculando con su magnífico trasero hasta empalarse hasta lo más hondo si empezábamos a cuatro patas. Ella pedía, exigía ser follada como primer paso, para ya luego acceder gustosa y pausadamente a todas tus pretensiones, o demandarte con tu cabeza entre sus piernas para practicarle sexo oral, pero todo a posteriori de haber sido inicial y convenientemente follada en primer lugar.
Pero ese día la liturgia iba a cambiar, no me deshice de mi ropa, sino que volví a colmarla de besos al tiempo que acariciaba sus tetas, sus muslos, sus caderas, mientras ella volvía a pedirme que la follara.
- No amor, hoy no puedo empezar follándote, nos quedan aquí tres días, no puedo empezar disparando sin ton ni son, acabaría con toda mi munición hoy mismo. Además, quiero comerte el coño igual que lo he hecho con tus pies, ahora eres mi diosa, mi mujer, necesito tratarte así.. -Todo esto se lo decía de forma entrecortada, mientras alternaba besos en su boca, cuello, mordisquitos en sus labios, chupaba su lengua. Nuevamente me arrodillé entre sus piernas, besándole la cara interna de sus muslos, aspirando el olor familiar y nunca olvidado de su coño, que se ofrecía húmedo y depilado ante mis ojos.
Me detuve a admirar la intimidad de Mimi; sigue siendo el coño más bello que he disfrutado, grande, estilizado, carnoso en su justa medida y, como colofón, en su labio mayor derecho el lunar mejor puesto y más bello que una mujer jamás haya poseído. No me cansaba de admirarlo, siempre he pensado que cuando el Maestro Cortázar escribió su “Flor y cronopio” tuvo que sentir algo similar a lo que yo experimentaba ante el lunar de Mimi:
“
Un cronopio encuentra una flor solitaria en medio de los campos. Primero la va a arrancar, pero piensa que es una crueldad inútil y se pone de rodillas a su lado y juega alegremente con la flor, a saber: le acaricia los pétalos, la sopla para que baile, zumba como una abeja, huele su perfume, y finalmente se acuesta debajo de la flor y se duerme envuelto en una gran paz.
La flor piensa:
Es como una flor.”
Yo comenceé a jugar con mi amado lunar como si fuese la flor del cronopio, lo besaba, le soplaba, ponía mi mejilla sobre él y aspiraba hondo el más intimo olor de Mimi que, conocedora de mi devoción por su recóndito lunar jugueteaba con mi pelo a la vez que suspiraba, deseosa de que mi boca entrase en contacto con su humedad. Finalmente decidí no hacerla sufrir más, le entregúe mi último tributo en forma de beso a mi admirado lunar, puse los pies de Mimi sobre mis hombros y hundí mi boca entre sus labios mayores, pasando mi lengua arriba y abajo lentamente, inundando mis papilas y mi olfato con el delicado olor y sabor de su flujo vaginal, teniendo cuidado de no castigar demasiado su clítoris en mis pasadas, circundándolo con la lengua, pero cuando llegaba a la entrada dde su vagina no dudaba en introducirla hasta el límite, girándola en su interior, tratando de que sus flujos abundantísimos y mi saliva se fundieran en su interior y en mi boca. Ella sólo suspiraba, gemía y se dejaba hacer, acelerando su respiración y agitando cada vez más su pequeña barriguita, tributo de madurez que la embellecía aún más. Su orgasmo iba a llegar en poco tiempo, pero no se merecía postergarlo más, quería que se corriera por primera vez después de tanto tiempo en mi boca, que se derritiera su vagina en mi lengua, el salobre jugo vaginal inundaba mis fosas nasales y mi garganta, era un verdadero disfrute para nuestros sentidos, pero improrrogable, Mimi se estremeció, se tensó sobre el sillón, aupándose sobre mis hombros y se corrió majestuosamente en mi boca, con un pequeño torrente de flujo que humedeció mi cara y que no dejaba de recoger con mi lengua, provocándole ligeros temblores hasta que terminó de correrse y me apartó delicadamente tomándome del pelo.
- Eres un auténtico cerdito ibérico buscador de trufas, has hozado mi coñito como si te fuera la vida en ello, Enhorabuena amor, pero ahora quiero que me folles sin perder ni un minuto, tengo ganas de que me llenes de tu leche.
- Pues siento volver a decepcionarte -le dije mientras acariciaba su cara, su pelo, su pecho-, pero ahora vamos a entrar en la casa y hacer los deberes.
Ella me miró entre contrariada y curiosa, pero me dejó hacer y me tomó de la mano, entrando ambos a la casa. Miró el mobiliario con satisfacción, deteniéndose en la superficie de la mesa, donde yo había desplegado un rato antes toda la panoplia de juguetes sexuales que pensaba usar ese fin de semana. Me lanzó una mirada un tanto sorprendida, y comenzó a examinar todo lo que allí había, alternando gestos de sorpresa, duda, enfado fingido..
- Y bien, ¿Me puede decir mi cerdito trufero cuál de estos instrumentos de depravación es el que piensa usar en primer lugar?
- Será el plugg anal
- ¿¡El qué!?
- Esto -le dije al tiempo que sacaba el plugg de su cajita. Me tenía obsesionado desde que lo vi en un video porno en el que dos zorritas playeras lo llevaban insertado, dejando ver entre sus nalgas el corazoncito brillante que le hacía de tope. Desde que lo ví sólo pensaba en verlo insertado en el maravilloso culo de Mimi-. Es un dilatador anal, este no es demasiado ancho, es sólo por el fetichismo de verlo insertado en tu culo.
- Pero amor, ya hace años que me follaste el culo, fui tuya por primera vez por ahí, no necesitaste ningún dilatador entonces ni tampoco creo que haga falta ahora.
- No, no haría falta, pero quiero volver a follarte el culo al menos una vez este fin de semana, pero también disfrutar de ver tu culo de zorrita con este brillante corazón indicando que lo estás preparando para mi.
- Está bien, pásame el lubricante y dime si me dejarás que me lo ponga en el baño o, como buen cerdito querrás que lo haga delante tuya.
- Pues te equivocas de nuevo, será en mi presencia, naturalmente, pero no te lo vas a introducir tú, lo haré yo, así que apóyate sobre la mesa, separa tus piernas, colabora conmigo un poco, ábrete las nalgas y déjame operar.
- Eres un auténtico guarro depravado -me dijo sonriendo satisfecha, mientras se daba la vuelta, apoyoba sus pechos sobre la mesa y con sus manos abría sus nalgas para mí.
Me arrodillé detrás de ella, venerando aquel trasero con el que tanto soñé, disfruté y me quedaba por disfrutar y, sin preámbulos, comencé a lamer toda la raja de su culo, sin evitar su ojete pardo y cerrado en forma de asterisco.
- Aaaaayyy amor, no, por favor, eso no.. no estoy limpia, deja que vaya al baño y me lave un poco.
Mi respuesta fue asirla por las caderas y evitar que se incorporase, lamiendo aún con más ahínco su culo, llegando hasta su perineo y vagina, mezclando sus flujos vaginales con mi saliva y extendiéndolo hacia su cada vez más húmedo ojete, que palpitaba nervioso ante el cúmulo de sensaciones que llegaban a sus terminaciones nerviosas. El sabor de su culo era acre, fruto del sudor de haber estado sentada más de una hora en el coche, el calor, el majestuoso volumen de aquellas dos espléndidas nalgas guardando calor y olores, pero nada importaba, el olor del más íntimo rincón de Mimi era un verdadero maná divino para mí, le chupaba y besaba el culo, ensalivando todo lo que podía su ojete, subiendo flujos con mi lengua y dedos, haciéndola suspirar, porque aunque nunca lo admitía a ella le encanta que le coma el culo casi tanto como el coño. Poco a poco le iba dando estocadas con mi lengua erecta, introduciendo la punta un milímetro más en cada intento. En otras ocasiones sólo había conseguido tímidos intentos de introducirle más la lengua, pues ella se sentía incómoda con esta práctica, era uno de esos techos de cristal de los que hablé antes, pero en esta ocasión Mimi se abrió aún más las nalgas para facilitar espacio para mi cara y que mi lengua la penetrara aún más en su culo, que se me estaba abriendo como su dueña, sin restricciones ni tabúes. Tras un rato follándole el culo con la lengua no daba más de mí, era imposible meter mi lengua más profundamente, por lo que ensalivé todo lo que pude su ya algo dilatado ojete, acompañándolo de sus copiosos flujos vaginales, tomando el plugg y presionando levemente contra su orificio trasero.
Mimi suspiró profundamente y empujó hacia atrás, ayudando con ello a que el plugg se introdujera sin demasiada dificultad en su culazo. Lo giré un poco hasta que el corazón brillante del tope quedó perfectamente alineado y en la posición correcta, tras lo que le dije.
- No te muevas, déjame hacerte una foto de tu culo con el plugg puesto.
- Ya sabes que no me gusta hacerme fotos ni vídeos follando.
- No te preocupes, sólo será de tu culo. Más tarde te haré otra cuando acabe de follártelo y estés expulsando mi leche, sólo te haré esas, no saldrá tu cara en ningún momento, sólo tu culo.
- Está bien cerdito, dispara y hazlo pronto, esta sensación es muy extraña, no sé si lo aguantaré demasiado tiempo ahí, parece como si me estuviera... ya sabes.
Le hice varias fotos y me dí por satisfecho, su culo estaba aún más bello y apetecible con ese brillante enterrado en su ojete, no me había equivocado en mi fantasía.
- Tienes que aguantar con él bastante, eh? No temas, es sólo la sensación, pero no pasará nada, aguanta con él hasta más tarde, pero no sé si será peor sacarlo para que te meta mi polla, la tengo que va a estallar.
- Mira, eso será luego, pero ahora quiero comerte la polla, tengo el culo ardiendo, el coño como si no me lo hubieras comido hace cinco minutos y estoy caliente como una perra, quiero tragar leche, luego ya veremos lo que hacemos, me follas el culo, el coño, los dos.. lo que te apetezca, pero ahora quiero mamar polla y tragar leche, como no me la des soy capaz de salirme al carril y mamársela al primer senderista que pase por ahí.
Se puso en cuclillas ante mí, me desabrochó los pantalones, me bajó esta prenda y los calzones hasta los tobillos y, sin esperar a que me acabara de desvestir se amorró a mi polla como si no hubiera un mañana y sin preámbulos, comenzando a mamar como una ternera con una semana de vida.
Con los años Mimi había mejorado mucho como felatriz, al principio era terrible, ni le gustaba chupar polla ni se aplicaba en hacerlo bien, despellejándotela literalmente con sus dientes a pesar de mis reiteradas advertencias. Y de correrme en su boca ni hablar, a lo sumo me permitía correrme sobre sus tetas, pero no era devota del semen en ninguna parte de su cuerpo que no fuera el coño. El paso del tiempo, la experiencia y la madurez la habían convertido en una razonablemente buena comedora de pollas, no sobresaliente pero sí notable.
Todo esto lo pensaba mientras disfrutaba de que se había tranquilizado y ahora ya no sólo me la chupaba, sino que la sacaba de su boca y metía alternamente cada uno de mis testículos en su boca, lamiéndolos y ensalivándolos con delicadeza, como si careciera de dientes, era un goce comprobar lo que había mejorado Mimi comiendo pollas. Decidí dar un paso más:
- Cariño, espera un segundo, deja que me desvista del todo y que me siente en ese sillón, delante del espejo.
Ella miró al espejo de cuerpo entero situado junto a la entrada y comprendió al instante lo que maquinaba mi calenturienta mente, gateando se situó justo de espaldas al mismo, entre mis piernas con las piernas muy separadas y el culo bien levantado, dejando ver en el reflejo del cristal el brillante plugg insertado en su culazo. Siguió mamando mi polla sin ayudarse de las manos, retardando así mi orgasmo, pero unos minutos después me tenía al borde de desbordarme, así que le hice una nueva petición.
-Cariño, déjame follarte un poco la boca, quiero ver si consigues que mis huevos te golpeen en la barbilla.
No contestó, dócilmente dejó inmóvil su cabeza con mi polla dentro de su boca, la tomé con las manos por ambos lados de la cabeza y cada vez a mayor ritmo y profundidad comencé a follarle la boca, mientras ella la mantenía lo más jugosa y prieta posible para aumentar el roce y mi goce. Entusiasmado le envié varios pollazos más profundos, que le produjeron arcadas que soportó sin el menor atisbo de retirarse. Mis hinchados huevos ya habían golpeado un par de veces su barbilla, por lo que me dí por satisfecho y, antes de provocarle el vómito decidí detener la irrumación de mi adorable Mimi.
- Cariño, sigue chupándomela tú a partir de ahora, ha sido maravilloso, me ha encantado follarte la boca, pero estoy a punto de correrme, te aviso cuando vaya a hacerlo.
Ella no respondió, simplemente metió de nuevo su polla en la boca tras recuperar el aliento y, ayudándose de una deliciosa paja siguió chupando como si no hubiera un mañana, lo que provocó que en un par de minutos la avisase para que se retirase a tiempo.
- Oooohhhh yaaaaaaaa. Me corrooooo, apártate, qué gustooooooo
Ella continuó sin inmutarse, moviendo diabólicamente su lengua en mi prepucio, metiéndose mi polla hasta más de la mitad, acompañando todo ello del delicadísimo pajeo de su mano derecha. Decidí abandonarme y disparé mi primer golpe de leche, había cumplido y la había avisado, además ella sabía que mi primera corrida siempre era un generoso flujo de semen, pero ni pestañeó, sólo levantó su mirada, cruzándola y manteniéndola sobre la mía mientras seguía chupando y ordeñando mi rabo y sonoramente tragaba cada disparo que lanzaba contra su garganta. Aquello me estaba matando y volviendo loco de placer, Mimi me había dejado correrme en su boca y, no contenta con ello, se estaba tragando mi copiosísima lefada, inusual para mi edad.
Siguió chupando mi polla, recogiendo cada gota que soltaba en los estertores de mi corrida, saboreando mi leche, recorriendo con su lengüita de gata sedienta desde mis huevos hasta la punta de la polla, dejándola limpia y resplandeciente.
-Y bien, ¿Ha quedado mi cerdito satisfecho de la mamada natural, sin y completa hasta el final de su putita de burdel barato?
No le respondí, simplemente tome su carita arrebolada entre mis manos, la acerqué hasta mi boca y la besé apasionadamente, saboreando con mi lengua la suya aún impregnada de mi semen, algo que siempre me había repugnado, pero que ahora disfrutaba, como antes lo había hecho al saborear sus pies o su rincón más secreto impregnado de sus flujos y olores naturales, nada había en aquella mujer que no me pareciera mágico, excitante, sugerente y delicioso de ser compartido.
- Te amo, me estás volviendo loco, no quiero volver a separarme de ti nunca, ni de tu boca, ni de tu coño, ni de tu.. -Acaricié libidinoso el brillante corazoncito que obturaba el eterno objeto de mi deseo, ese culo maravilloso y superlativo sobre el que invariablemente acababa corriéndome tras cabalgarlo hipnotizado por su volumen, la carnosidad de sus nalgas, la textura sedosa de su piel, la textura firme pero razonablemente grasa, una combinación perfecta que volvería loco a cualquiera que se precie de llamarse hombre-.
- Por cierto, el dichoso plugg es un poco molesto ¿Tienes planeado tenerme mucho tiempo con esto dentro de mí y la constante sensación de que tengo que ir al baño?
Estaba preciosa, putísima con aquella imagen arrodillada ante mí, ofreciendo conscientemente la imagen de su culo abierto ante el espejo, jugueteando distraída con mi cada vez más flácida polla mientrasa conversaba conmigo, con una naturalidad que la hubiera hecho la reina del más elevado y exlusivo burdel, besando de vez en cuando mi glande, incluso recogiendo y tragando sin atisbo de pudor o desagrado alguna gota postrera que mi miembro aún expulsaba como lágrimas de felicidad ante el goce disfrutado.
-Pues la idea era que en estos momentos mi polla estuviese en tu culo, follándolo ayudado por la dilatación que ya debes tener, pero me has sorprendido con tu espectacular mamada y ahora me temo que tardaré en recuperarme y tener una erección lo bastante poderosa como para horadar ese ojete tan prieto que tienes, es más, sin duda tendré que ayudarme de la química para lograrlo -le dije mientras desviaba mi mirada hacia una tableta de pastillas azules que había dejado junto al resto de juguetitos sexuales sobre la mesa. Aún perduraba en mí la frustación que experimenté en uno de nuestros últimos encuentros, cuando no pude lograr penetrar su culo, a pesar de su colaboración, de que estaba bien dilatada y lubricada y de que ambos estábamos calientes como monos, deseando de darnos una buena sesión anal, pero yo no conseguía ese estado óptimo de erección necesario para follar un culo delicada pero firmemente, sin violencias innecesarias que producen daño indeseado en la mujer.
- Siendo así, soportaré el castigo de tener este molesto metal en mi culo, pero no te demores demasiado en poner tu polla como un viergo, porque si no sólo follarás mi coño y mi boca, que tampoco es mala ni poca cosa.
- No te preocupes, que la química acudirá en mi rescate, ese culo volverá el lunes bien follado a casa, si puedo al menos te lo follaré una vez al día, sabes que adoro correrme en tu culo.
- ¡¿Una vez por día!? No sé si mi culo soportará ese maltrato, ten en cuenta que lo necesito para sentarme y para alguna necesidad fisiológica más.
- Lo sé, pero también sabías lo que le pasaría a tu culo al traspasar esa cancela, así que no te hagas la remolona y relájalo, deja que el plugg siga facilitándome la tarea y en un rato puede que lo tengas lleno de mi leche.
- Eres un cerdito obseso, creo que mi culo será el único que se arrepienta de haber venido hasta aquí a encerrarme con un depravado a pasar el puente.
- Por cierto, hablando de obsesiones, ¿Como ha surgido esa idea de tomarte un biberón de leche como una autentica campeona? -En un par de ocasiones tuve el capricho de correrme en su boca, aunque sólo fuera el primer disparo de leche, pero las regañinas de ella por no avisarla y el respeto que siempre le tuve me disuadieron de volver a intentarlo, sabía que le desagradaba bastante el tema de la leche en su boca, por eso me tenía tan sorprendido esa espectacular mamada con limpieza absoluta de polla y sin desfallecer hasta el final que me había regalado-.
Ahora fue ella la que se incorporó de rodillas, espectacular en su madura desnudez, elevando sus tetas casi hasta mi cara, tomándola entre sus manos y besándome con tranquilo apasionamiento.
- Me sorprende que me preguntes eso. Desde que he traspasado desnuda esa cancela esta mañana todo ha cambiado entre nosotros, desde ese momento soy tu mujer, también he comprobado que me amas y que eres mi hombre, que no hay nada en mí que te cause rechazo. Te he visto hace un rato arrodillado ante mi adorándome, lamiendo y chupando mis pies, luego me has comido el culo sin permitir que antes me lavara.. no eran simples actos sexuales, era entrega pura al ser amado, todo eso ha acabado de abrirme, de vencer cualquier tipo de resistencia o de tabú que me pudiera quedar esta mañana al entrar desnuda en esta finca. Si ahora me paro a pensarlo me disgusta la idea de que te corras en mi boca, del sabor agridulce de tu semen, de la textura grumosa que tiene en mi garganta.. pero cuando te la estaba chupando eso estaba fuera de lugar, porque ahora somos uno y esa leche ya era parte de mí cuando aún estaba en tus huevos, ni siquiera me paré a considerar si me gusta o no, lo natural era mamártela hasta el final, sin pensar en otra cosa que no fuera fundirme contigo a través de mi boca y de tu polla, hasta el final, hasta la última gota, eso será así a partir de ahora, igual que en un rato estarás follándome el culo porque soy completamente tuya y puedes hacer conmigo lo que quieras, ya no hay ninguna barrera entre nosotros.
La besé como si supiera que no iba a volver a verla nunca más, sabedor de que todo había cambiado en ambos para mejor, que mis sensaciones y expectativas eran idénticas a las suyas.. y que en un rato ese culo tenía que ser mío, ya lo era, de hecho.
Continuará...