Hasta el Límite III

Continúa el camino de Marisol.

Capitulo 3

Marisol recupera la conciencia en una habitación completamente oscura, se encuentra desorientada y confundida, no entiende como ha llegado ahí y apenas está intentando comprender lo que sucede cuando los últimos momentos de su fatídico primer día con Emilio asaltan su memoria de improviso; en un instante pasa de la somnolencia a la alerta total, la angustia y el dolor sufridos antes de perder la conciencia ocupan todo el espacio en su mente.

El miedo le da fuerza suficiente para sentarse, pero dicha fuerza desaparece en el momento en que todos sus músculos protestan de dolor, y es que le duele todo, desde la cabeza hasta la punta de los pies, pasando por el cuello e incluso la boca, que además le sabe cómo a papel viejo, sin poder evitarlo, suelta un bajo y lastimoso gemido mientras cae desmadejada sobre la cama (porque ahora se da cuenta de que está en una cama), y siente, cómo una inmensa debilidad se apodera de todo su ser.

Su respiración es agitada y, a pesar de que sabe que debe ponerse en movimiento lo antes posible, no se ve capaz de moverse más allá de un par de centímetros cada vez que lo intenta.

Aún está intentando reunir energía para moverse cuando escucha pasos acercándose hacia su posición y no puede evitar sucumbir al pánico de lo que se avecina, porque si algo ha aprendido a estas alturas, es que las cosas siempre pueden ir a peor; intenta, con la poca fuerza que le queda, alejarse todo lo que puede de la puerta que ve un poco más allá de sus pies y nota, ya casi dominada por la histeria, que su cuerpo tiembla incontrolablemente.

La puerta se abre bañándola con la con la amarilla luz de un foco que brilla alegremente fuera de la habitación y ella está apunto de soltar el más potente grito de angustia y desesperación que jamás haya emitido, cuando una familiar voz, que no tendría por qué estar presente, la deja completamente atónita.

-Tía, gracias a dios que estás despierta, nos tenías muy preocupados a todos.

La luz del cuarto se enciende y Marisol reconoce su propia habitación mientras contempla a una adolescente que, a su vez, la mira con unos grandes ojos llenos de alivio y un ademan extrañamente maternal.

-¿Mary Carmen? ¿Qué haces aquí? ¿Dónde está él? Tenemos que sal......

Marisol está en pánico, incluso el dolor y la debilidad han abandonado su cuerpo y solamente puede pensar en alejar a la mayor de sus sobrinas del peligro inminente en el que se encuentra, se pone en pie de un salto y ni siquiera se da cuenta de que camina completamente desnuda hacía la chica.

-Tía, cálmate, no pasa nada y tienes que volver a acostarte, te desmayaste en el trabajo y el doctor dijo que era muy importante que descansaras y no hicieras esfuerzos.

La joven, que aun lleva la falda gris y el chaleco verde de la escuela pública a la que asiste, coloca con firmeza sus suaves y pequeñas manos en los desnudos hombros de su tía; a lo largo de los últimos meses ha crecido lo suficiente para alcanzar y superar, por poco, la baja estatura de Marisol e incluso, pese a encontrarse todavía en pleno desarrollo, su cuerpo ya deja entrever unas pronunciadas curvas que anuncian volverse rotundas en un futuro próximo.

Al contrario de la esbelta Marisol, Mary Carmen posee una complexión más robusta, por lo que no es sorpresa que esta sea capaz de controlar físicamente a su semi histérica y balbuceante tía, haciéndola retroceder paso a paso hasta la cama de la que tan precipitadamente se ha levantado.

Lo que sí resulta sorprendente es la calma con la que afronta una situación que superaría a muchas personas con el doble de su edad; la manera en que transmite serenidad a través de sus ojos castaños, las tranquilizadoras palabras que surgen de sus tiernos y rosados labios como un instintivo y maternal arrullo, el gesto experto con el que ayuda a su tía a volver al lecho e incluso las inconscientes caricias en el rostro que le regala antes de arroparla con una delgada sabana rosa y que continua mientras comienza a hablar.

-Ya ya, tranquila tía, nos dijeron que ibas a estar un poco confundida cuando despertaras, creo que se te bajó la presión en el trabajo y por eso te desmayaste.

Sin darse cuenta, Marisol ha caído en el tranquilizador y extrañamente maternal influjo que ejerce su sobrina y poco a poco se relaja, por lo que nuevamente se ve invadida por el malestar generalizado de su cuerpo, sin embargo, su cerebro comienza a funcionar con mayor normalidad y su mente se llena de mil y un preguntas y temores con respecto al tiempo que pasó inconsciente; preguntas que no se ve capaz de realizar y cuyas respuestas ni siquiera está segura de querer conocer, pero, al final y alentada por las suaves caricias de Mary Carmen, no puede evitar preguntar.

-¿Cómo llegué aquí? ¿Qué pasó? ¿En dónde...

Nuevamente su respiración se acelera, las palabras se atropellan y el miedo comienza a avanzar, pero Mary Carmen no lo permite, comienza nuevamente los arrullos y en un fluido movimiento, sin dejar de acariciar el rostro y la cabeza de Marisol, consigue acostarse junto a ella y serenarla nuevamente con su cercanía, para después, dejar asentar el silencio antes de comenzar a hablar.

-Bueno, pues lo que pasó es que últimamente te has descuidado mucho, trabajas demasiado, casi no duermes, comes mal y desde que metieron al tío Toño a la cárcel ya ni siquiera hablas con nadie, así no es de extrañarse que te hayas descompensado.

Aún a pesar de tratar de evitarlo, Mary Carmen no consigue ocultar del todo el tono de regaño en sus palabras, le molesta bastante que todos en su familia la traten como a una niña a la que hay que ocultarle las cosas, después de todo, ella ya ha crecido y es responsable de sí misma e incluso de su hermana en los lapsos en que su mamá anda de novia con su padre.

Por su parte, Marisol recibe el regaño con bastante inquietud, ella creía estar actuando con normalidad ante su familia y el hecho de que su sobrina, que en teoría tendría además que haber desconocido la situación de Antonio, haya notado las fallas en su comportamiento, le genera una desazón que se suma a las mil cosas que ya le abruman; sin darse cuenta se encoje un poco a la vez que busca aumentar el tranquilizador contacto con el cuerpo de Mary Carmen.

-¿Sabes lo de tu tío?

-Tampoco es que se pudiera ocultar ¿No? Digo, si entraron cinco policías a la casa para arrestarlo y después de eso todos ustedes han andado corriendo para todos lados sin descanso, no esperaban que me tragara la historia de que había sido un error y que ahora anda trabajando en Guadalajara ¿Verdad? Si el tío Toño no sabe más que robar y drogarse.

-¿También sabes lo de las drogas? Yo... lo siento, solo no queríamos...

La mirada de Mary Carmen, que había adquirido cierta dureza en el transcurso de la conversación, se dulcifica al ver el gesto acongojado de su tía, por lo que reanuda las brevemente interrumpidas caricias a su cabeza y retoma la plática con suavidad.

-Ya ya, no importa, igual sé que no querían preocuparnos, y supongo que con mi hermana funcionó, pero ya pasó, lo importante es que te desmayaste en el trabajo y le diste un buen susto a todo el mundo por no cuidarte, así que quiero que me prometas que vas a empezar a comer como se debe y a dejar las desveladas.

Marisol se sonroja y no puede evitar sonreír ante la perspectiva de verse regañada por su sobrina, que hasta hace poco jugaba con muñecas y era fanática de Bob Esponja, por un breve instante olvida todos sus miedos y molestias y se ve invadida por la satisfacción de saber que hay alguien que se preocupa por ella, por un momento se siente a salvo.

-Está bien, ya no me regañes, te prometo que me voy a cuidar más, pero todavía no me dices cómo llegué aquí.

-Ah bueno, pues resulta que en la mañana te desmayaste a la mitad de una junta en tu trabajo y te atendieron hasta que reaccionaste, pero de todos modos te veías bastante mal, por lo que tu jefe decidió llevarte al hospital y ahí estuviste toda la tarde. El señor Emilio nos dijo que quería avisarnos, pero no pudo desbloquear tu teléfono, entonces se quedó contigo y te trajo hasta acá en cuanto te dieron de alta. ¿No te acuerdas de nada?

Marisol hace lo imposible para reprimir las ganas de vomitar que le asaltan al enterarse de que él estuvo en su casa y con su familia, desea gritar de desesperación, pero su instinto protector la empuja a tratar de mantener las apariencias con su sobrina, por lo que solo atina a abrazarla un poco más fuerte, ocultando su propio rostro en el pecho de la joven sin saber muy bien si lo hace por necesidad o para ocultar la angustia en su expresión.

Por su parte, Mary Carmen recibe el nuevo abrazo con sorpresa, si bien, su tía siempre ha sido muy cariñosa con ella, el ímpetu de esta ocasión y la manera en que se aferra a su cuerpo le hace pensar que algo raro está sucediendo; sin darse cuenta comienza nuevamente con los arrullos y prolonga la zona de sus caricias hacía la delicada espalda de Marisol en un intento por regresarla a la calma, titubea un poco al sentir en sus dedos el inesperado y suave el contacto de la piel desnuda, recordando repentinamente que bajo la sábana, su tía no lleva ninguna prenda encima.

Mary Carmen se ruboriza y comienza a sentir que el cuarto está demasiado caliente, en el momento en que recuerda la fugaz visión Marisol sin ropa avanzando hacia ella, su propio cuerpo le envía sensaciones que hasta el momento le habían pasado desapercibidas; la presión de un delgado brazo que la rodea por debajo de sus senos, la pierna que presiona a la altura de su cadera, el peso de la cabeza que descansa a la altura de su corazón, el frutal aroma que desprende la cabellera negra a un par de centímetros de su nariz, todo en un instante y ella solo es capaz de continuar acariciando, con mucha menos seguridad, una pequeña porción de la desnuda espalda.

Sin percatarse de nada más allá de su propia angustia, Marisol continúa ahondando en los eventos ocurridos durante su inconsciencia.

-¿Ah sí? Y... ¿Y qué más te dijo?...

-Bueno, la verdad es que no habló conmigo, el abuelo acababa de llegar del trabajo cuando el señor Emilio tocó la puerta, le explicó lo que te había pasado, lo calmó diciéndole que estabas bien y después fuimos por ti al carro. El abuelo te quería cargar, pero el señor Emilio insistió y al final fue él quien te trajo hasta acá.

Marisol aprieta un poco más el abrazo con su sobrina y hace lo imposible por mantener un tono neutro en su voz.

-¿Entonces él me... me desnu... él me vio...

Mary Carmen atrapa al vuelo la pregunta y de golpe comprende el extraño comportamiento de su tía, por lo que no puede evitar adelantar una respuesta entre risas.

-Ay tía ¿Cómo crees? ¿Te preocupa que haya visto de más? No nono, la ropa te la quite yo, obviamente después de que él se fuera a la sala con el abuelo. Pero ¿Por qué te preocupa? Te gusta ¿Verdad? Si ya se me hacía raro que el dueño de la empresa te trajera cargando hasta acá. ¿Andas con él? ¿Desde cuándo? ¿Tiene mucho dinero? ¿Te lleva a lugares super finos? ¡Es tan guapo! ¡Cuéntamelo todo!

Marisol no sabe cómo reaccionar ante la errónea conclusión de su sobrina, por una parte, desea con toda su alma gritarle que está loca, que el hombre la chantajea para que haga cosas horribles, pero también se siente aliviada porque la niña no esté siquiera cercana a la verdad; comprende también que es una conclusión plausible ante el grado de atención de Emilio, que bien pudo dejarla tirada en la calle, y no puede evitar sentir un pellizco de tristeza al pensar que un hombre de su posición, psicópata o no, jamás se fijaría en ella.

Al final decide no ahondar más en el asunto.

-No, no es eso, no sé de dónde sacas esas ideas, estás bien loca chamaca... el señor Emilio es solo mi jefe y pues sí, me preocupaba que me hubiera visto así.

Mary Carmen, aún entre risas continúa su perorata.

-Ay ajá, si estás toda roja y emocionada, a mí se me hace que lo que te preocupa es que no haya sido él el que te encueró, pero está bien, si no me quieres contar allá tú, nada más que entonces no te voy a dar el mensaje que me dejó a mí, y nada más a mí para ti.

-¿Qué? ¿Qué mensaje? ¿Hablaste con él? ¿Qué te dijo?

-Nada, si tu no me quieres contar ¿Por qué yo sí?

-Mary Carmen, es muy importante, podría ser... bueno, es muy importante, del trabajo, me tienes que decir.

De pronto los papeles vuelven a ser los naturales entre tía y sobrina, Marisol levanta la vista y se encuentra con el brillo de una mirada desafiante, una mirada que pocas veces ha sido capaz de vencer.

-No, si no me cuentas yo no digo nada.

-Mary Carmen, dime...

-No.

Pero Marisol nunca ha sido una mujer firme, por lo que no puede mantener la postura.

-Por favor.

-No.

-No hay nada que contar.

-Eso que te lo crea el abuelo.

-En serio.

-Mmm no, no te creo, pero cómo soy muy buena onda te voy a dar chance, cuéntame un solo detalle y te digo.

-Ay contigo niña, eres imposible... pero está bien ¿Qué quieres saber?

-¿Te gusta verdad?

-…...... Sí.

Marisol enrojece y baja la mirada de golpe, ahora se encuentra más confundida que nunca, su intención era contestar que no, su respuesta es no definitivamente, él hombre le ha hecho vivir un infierno, ha amenazado su vida, la ha humillado, la golpeó y la electrocutó hasta la inconsciencia, y aun así la palabra que escapó de su boca fue sí; en un momento, a su mente acude el recuerdo de su aroma, su imponencia, el rudo contacto de sus manos y sin saber cómo, su cuerpo se eriza por completo.

Entre carcajadas Mary Carmen responde.

-Lo sabía, si de mensa nomás tienes la cara.

-¿Qué tengo cara de mensa? Ahorita vas a ver quién es la mensa escuincla.

Sin darle oportunidad a reaccionar, Marisol comienza el ataque y aprovechando su posición de ventaja encaja sus dedos en las costillas de la chiquilla, que comienza a retorcerse y alejarse entre carcajadas, solo para notar que la otra mano de su tía ya está atacando el hueso de su cadera.

-No no, cosquillas no por favor, no seas mala tía.

-¿Quién dijiste que tiene cara de mensa?

-No yo no dije nada, para para.

Pero Marisol, que momentáneamente ha olvidado sus dolores y preocupaciones, no se detiene, por lo que Mary Carmen decide pasar a la ofensiva, iniciando así una batalla encarnizada en la que ambas se alternan el dominio, retorciendo sus cuerpos y empujándose mutuamente para ganar la ventaja; sin embargo, en cierto momento, el tono del enfrentamiento comienza a cambiar ligeramente, un roce fortuito sobre un pezón desnudo, una mano estrujando accidentalmente el pecho oculto bajo un suéter escolar, un muslo recorriendo la notable humedad de una pantaleta blanca, jadeos, suspiros.

Al final es Mary Carmen quien impone condiciones, utilizando el peso de su cuerpo consigue inmovilizar a su delgada tía, le sujeta las manos por encima de la cabeza, sus rostros están a la misma altura, dos miradas brillantes de anhelo se encuentran, Marisol puede oler el dulce aliento de su sobrina y sabe lo que se aproxima, lo desea.

-Mary... no.

Su voz es apenas un dulce e incitante susurro, su mirada una súplica que nadie podría descifrar, sus rosados y suaves labios tiemblan ligeramente separados, Mary Carmen avanza.

El beso es tímido, casi como si la chiquilla esperara ser rechazada, es torpe y titubeante, pero es correspondido con dulzura, con paciencia, con maestría, Marisol se recrea en los suaves y jóvenes labios, atrapándolos poco a poco, moldeándolos, abriendo camino para después utilizar su lengua, que es recibida con entusiasmo y une tenue y enervante gemido de sorpresa.

Y así pasan los minutos, uno tras otro, entre suspiros y leves gemidos de deseo, con una Marisol abandonada al placer de lo prohibido, queriendo más, pero plegándose al ritmo y deseos de una chiquilla que apenas comienza a descubrir los placeres de la carne y que teme ir más allá, sin saber que su tía estaría dispuesta a llegar hasta donde ella la llevara.

Finalmente, después de mucho tiempo, Mary Carmen termina la unión entre un torbellino de sensaciones nuevas y sentimientos encontrados, pero sin poder quitarse un sentimiento de culpabilidad que no hace más que aumentar a cada momento, con reticencia levanta su cuerpo y busca la mirada de su tía.

Marisol se encuentra tremendamente excitada y utiliza todo su autocontrol para no abalanzarse sobre su sobrina y arrancarle la ropa, y aunque sus manos tiemblan y el deseo es claramente visible en cada fibra de su cuerpo, consigue engañar a Mary Carmen, que le sonríe tímidamente.

Marisol responde con una sonrisa cómplice y un suave murmullo que apenas es capaz de disimular el calentón que trae encima.

-Ya es hora de dormir, apaga la luz y pásate a tu cama.

-¿Me... me puedo dormir contigo hoy?

Marisol se ve tentada, pero no sabe hasta dónde será capaz de contenerse, por lo que utiliza la pizca que le queda de prudencia para responder.

-No Mary, hoy no, todavía me siento un poco rara por el desmayo.

-¿Y mañana?

-Tal vez mañana.

-Ok, hasta mañana.

Mary Carmen se levanta, apaga la luz sin notar que su tía la devora con la mirada, se pone el pijama de siempre y finalmente se acuesta a dormir.

-Mary.

-Mande.

-¿Qué fue lo que te dijo Emilio?

-Ah sí, me dijo que mañana no tienes que ir a trabajar, que viene a medio día para checar unos pendientes y que estés atenta a tu teléfono.

Y sin decir más, la chica da por terminada la noche, dejando a una confundida, aterrada y exhausta Marisol sumida un poco más en la desesperación.


08:43, mañana de un martes cualquiera, la temperatura continúa a la baja y la lluvia parece tener por objetivo rellenar el ya desahuciado lago de Texcoco; los atascos en el tráfico a causa de las inundaciones mantienen el centro de la ciudad colapsado, el ambiente general es de molestia y son pocos los transeúntes que deambulan por las calles.

En sentido contrario al tránsito circula una Lincoln Navigator último modelo, completamente negra, impoluta y equipada con sistemas de seguridad que hacen parecer a los vehículos del narco como simples Tsurus venidos a menos; en el asiento trasero, Emilio Román observa con curiosidad como el estado de decadencia de los barrios aumenta un poco más concada cuadra que avanzan, se mantiene sereno, calculando, analizando, planeando.

A unos pocos kilómetros de Emilio, Marisol recorre su propia casa como un huracán, con la particularidad de que, en vez de ir causando destrucción, a su paso va dejando una estela de orden y limpieza que no se había visto en el hogar desde antes de su nacimiento.

La joven está preocupada y aturdida, la noche anterior apenas fue capaz de conciliar el sueño y cuando sus pesadillas finalmente estaban atenuándose, la vibración de su teléfono la despertó solamente para recordarle que dichas pesadillas bien podían ser sueños premonitorios.

Llego a las nueve.

Para fortuna o desgracia de la chica, el día laboral en su casa empieza temprano, por lo que a las seis de la mañana ya se encontraba completamente sola, lo que le dio oportunidad de asearse y dedicarse a limpiar obsesivamente su hogar, lamentando a cada paso el basto espacio y las malas condiciones en que su padre lo había dejado caer.

Como pudo limpió el patio de hojas y desperdicios naturales, aunque poco pudo hacer con la chatarra acumulada, por lo que se conformó con moverla hacia los costados y ocultarla bajo bolsas de plástico negras; se esmeró especialmente en la sala de estar y el comedor, sacudiendo a consciencia los desgastados sillones, escombrando los montones de baratijas que pululaban en cada superficie plana disponible, dejó la mesa vacía por primera vez en meses e incluso se dio tiempo de lavar el baño y ordenar un poco la habitación que compartía con Mary Carmen, ocultando el desorden en las habitaciones restantes.

Ahora, faltando escasos diez minutos para la llegada de su verdugo, Marisol se ve en la compleja disyuntiva de elegir un atuendo adecuado, la falta de instrucciones le deja mucho margen que cubrir a su penosa imaginación, por lo que se queda en blanco y al final, faltando solo cinco minutos para la hora, decide ponerse un pantalón beige ajustado que mucha gente le ha halagado y una blusa negra que deja sus delgados hombros al descubierto; sujeta su cabello en una cola de caballo y al mirarse en el espejo no puede evitar reparar en lo demacrado de su semblante, por lo que sin saber muy bien el motivo, se apresura a colocarse un poco de rubor y finalmente, después de dudarlo un instante, termina pintando sus delicados labios de un tenue rosa.

Emilio baja de la camioneta, en la parte más decadente del recorrido, justo frente al portón, ya está a punto de llegar a la puerta cuando esta se abre y aparece Marisol agitada, como si hubiera corrido todo el camino hasta la puerta.

-Buenos días Sol, me da gusto ver que ya estás entendiendo el concepto de puntualidad.

La chica nuevamente se ve intimidada ante la imponente presencia del hombre por lo que se limita a balbucear y se mueve hacia un costado para permitirle el acceso a su hogar.

Emilio cruza el patio y avanza al interior de la casa, se detiene en la sala y mira alrededor con cierto aburrimiento.

-Bueno, hoy estamos empezando bastante bien Sol, es bueno que al menos hayas intentado limpiar un poco, ayer esto parecía zona de desastre, quizás te electrocute más seguido.

Marisol, que ha seguido a Emilio todo el trayecto, se estremece ante el recuerdo y no puede evitar bajar la mirada entre avergonzada y asustada mientras él se sienta plácidamente en el sillón principal.

-Sobre eso Sol, creo que cuanto antes lo hablemos será mejor, me parece que me debes una disculpa.

Ella no puede evitar mirarlo con indignación ¿Disculparse? ¿Después de todo lo que le había hecho pasar? ¿Después de casi matarla?

-¿Una qué?

Emilio sonríe.

-Y ahí está de nuevo, esa vena de rebeldía que me hace pensar que al final no eres una zombi, me gusta, lamentaré cuando se haya ido para siempre, pero no nos distraigamos, te dije que me debes una disculpa y es en serio, es cierto que he sido duro contigo, sin embargo, sabes por qué lo he hecho y en todo momento has tenido opciones, alguien menos compasivo que yo se habría limitado a exterminarte junto con toda tu familia y tú me pagas intentando matarme ¿Te parece justo?

Marisol enrojece y en un instante el coraje abandona su cuerpo.

-Yo no quería matarte.

-A otro perro con ese hueso Sol, ambos sabemos que tu torpe golpe iba dirigido a mi cabeza con la fuerza suficiente para matar, tienes suerte de ser tan estúpidamente predecible, porque has de saber que he tomado muchas precauciones, en caso de que algo llegara a pasarme dejé claras instrucciones de lo que se le hará a tu familia y créeme, harían que lo del Blue pareciera una muerte tranquila y pacífica.

Marisol se pone amarilla, siente la bilis subiendo por su garganta y hace lo que puede por no vomitar.

-...Yo, lo siento, de verdad, perdón perdónperdón, en serio no quería matarte, solo estaba enojada y...

Plaf, la cachetada es de antología, con el dorso de la mano y de milagro no la envía al suelo.

-Ya te dije zorra cómo debes dirigirte a mí y si me haces repetirlo una vez más te vas a arrepentir en serio.

Nuevamente Marisol estalla en llanto mientras continúa disculpándose y balbuceando suplicas inconexas.

-Bueno ya estuvo bueno de tanto lloriqueo, ponte de rodillas, respira y cálmate de una vez.

La chica obedece mansamente y, una vez de rodillas comienza a respirar pausadamente hasta que, después de unos cuantos minutos consigue recobrar la compostura.

-Eso está mejor, ahora, como te iba diciendo, me debes una disculpa.

-Yo... lo lamento mucho señor, no era mi intención causarle algún daño y prometo que no se va a repetir.

-Mmm eso está bien, pero no sé si quiero disculparte ¿Sabes? He estado pensando largo y tendido sobre ti y la verdad no estoy seguro de que valga la pena seguir perdiendo mi tiempo contigo, sobre todo porque con una sola llamada podría dar por terminado este asunto y dejar mi venganza en el pasado.

-¡No! No por favor, yo sé que me equivoqué, pero por favor deme otra oportunidad,

-Ok, verte suplicar como dios manda es un avance, pero siento como que falta algo, no sé, ¿Qué me ofreces para no mandar todo esto a la mierda?

-¿Ofrecer? Lo que sea, de verdad, voy a hacer lo que usted me pida, lo que quiera, hágame lo que sea, no me importa.

-No Sol, no entendiste la pregunta, es cierto, yo puedo hacer contigo lo que quiera, ya sea que estés dispuesta o no, pero eso no es lo que deseo en este momento. Hoy vas a compensarme por lo que pasó ayer, pero quiero que esa compensación salga de ti así que ¿Qué vas a hacer para que te perdone?

Marisol permanece en silencio, pero esta vez no por una mente en blanco o un shock repentino, ha entendido muy bien la pregunta y se detiene a considerar qué es lo que podría ella ofrecerle a un hombre que lo tiene todo; por su mente pasan mil y una ideas, pero sabe que no tiene nada, por lo que al final, repentinamente sonrojada, ofrece lo único que cree que él podría desear.

-Yo... bueno, tal vez, no sé, usted, yo, eh ¿Quiere coger conmigo?

Emilio estalla en sonoras carcajadas.

-¿Coger contigo Sol? ¿Eso es lo que me ofreces? Por favor, yo me he tirado a las mujeres más bellas que puedas imaginar ¿Tú crees que querría coger contigo? ¿Que lo estoy deseando? El chiste es que tú me compenses a mí, no que yo te haga el favor a ti.

Marisol enrojece hasta más no poder, la humillación y el rechazo le crean una opresión en el pecho que nunca antes había sentido, las lágrimas vuelven y con cada una de ellas el sentimiento de vergüenza aumenta un poco más.

-Entonces no sé qué puedo hacer, lo... lo siento.

Ya no es capaz de mirarlo a los ojos y su voz es apenas un susurro.

-Ay Solecita, eres tan patética que hasta das lástima, por esta ocasión te voy a echar la mano y te voy a dar la solución, aunque salgas ganando, pero tienes que esforzarte más en el futuro ¿Entendido?

-Si señor.

-Bueno, pues te voy a disculpar y dejaremos el asunto de ayer en el olvido a cambio de que me hagas una buena mamada, igual, es importante asegurarme de que lo sepas hacer bien, pero vete quitando esas garras que así la verdad es que no inspiras nada.

Entre un torbellino de sentimientos encontrados en el que la humillación y el alivio luchan por predominar, Marisol se despoja de sus ropas, aun tiembla, pero sin darse cuenta se mueve con más soltura que el día anterior, y a pesar de que no puede reprimir el instinto de cubrir su desnudez con las manos, al darse cuenta de que lo hace consigue obligarse a sí misma a bajar los brazos; lo que no nota es que se arrodilla nuevamente sin que nadie se lo pida.

-Muy bien Sol, eso está muy bien.

Emilio avanza hasta ella y le dedica un par de cariñosas palmadas en la cabeza, como felicitando a un cachorro que ha aprendido un nuevo truco, siente el elevado calor corporal de la joven, quien se estremece al contacto y sin ser consciente de ello cierra brevemente los ojos; él la rodea hasta posarse a su espalda y sin darle tiempo a reaccionar le coloca el collar de perro que ya llevaba preparado en la bolsa del pantalón.

A pesar de no ver el artefacto que rodea le rodea el cuello, a su mente le lleva un instante comprender de qué se trata y abre los ojos dispuesta a protestar, sin embargo, la primera imagen que captan sus ojos hace que se olvide por completo de todo pensamiento; como sucede habitualmente con los objetos en el hogar, uno está tan acostumbrado a ellos que incluso llega a olvidar que están ahí, aun estando a plena vista, es por ello que Marisol se ve sorprendida al toparse de frente con el desgastado espejo en el que toda la familia se echa un último vistazo antes de salir a la calle.

La imagen la impresiona no por lo sorpresivo de su aparición, sino por la irrealidad de lo que ve, ella tendría que estar viendo a una mujer aterrada, llorando y rehuyendo al acoso del horrible monstruo que la tortura, pero, la mujer en el reflejo no parece estar sufriendo, su expresión no es de terror e incluso está inclinando ligeramente su cuerpo en busca de aumentar el contacto con la mano que acaricia su cabeza, son sus ojos, sin embargo, lo que más le impresiona, ya que ve en ellos un brillo completamente desconocido que bien podría ser producto de del deseo o algún sentimiento más profundo que no consigue identificar.

Ella todavía está tratando de darle sentido a lo que ven sus ojos cuando la cara de Emilio aparece a la altura de su propio rostro, él está sonriendo y recorre la mano hasta acariciar su mejilla, por primera vez Marisol no se ve invadida por el miedo ante su cercanía.

-¿Te gusta lo que ves Sol? Si, claro que te gusta, esta eres tú, de verdad tú, sin miedo, sin pena, solamente deseo, apuesto a que no te has dado cuenta, pero si tocas entre tus piernas vas a encontrar tu vagina encharcada como jamás la habías tenido. Anda, no seas tímida y compruébalo tú misma.

Marisol enrojece otro poco, siente el corazón revoloteando dentro de su pecho y quiere negar lo que acaba de escuchar, pero las palabras se atoran en su reseca garganta y apenas atina a tragar saliva, trata de luchar con el impulso, pero al final no es capaz de resistirse a los suaves susurros de Emilio; con un suspiro resignado y cerrando los ojos, pues no se ve capaz de mirarse a sí misma al hacerlo, levanta su mano y la lleva temblorosamente hasta su entrepierna.

No necesita dar confirmaciones, el estremecimiento que la recorre y el gemido gutural que escapa de su boca hablan por sí mismos, no puede identificar el origen de su placer, pero el solo roce de su dedo la pone a volar y aún está tratando de recomponerse cuando siente a Emilio alejarse y abre los ojos para buscarlo.

Él está a su costado, tuvo cuidado de no tapar la vista del espejo y ya está abriendo el botón de su pantalón cuando sus miradas se encuentran, una mirada tranquila contra otra que abraza, no hacen falta palabras o instrucciones, sin más Marisol termina de abrir el pantalón y baja el bóxer para encontrar de frente un miembro a medio erguir, no se para a pensar y se abalanza a chupar como si su vida dependiera de ello.

Lo hace torpe y precipitadamente, con premura y cierta desesperación, sin saber por qué y solo guiándose con el instinto mientras en su cabeza una pequeña vocecilla no para de repetirle que “eso” no es algo que las muchachas decentes deban hacer, que “eso” es asqueroso, que ni siquiera a David se lo había querido hacer.

Aún se encuentra luchando contra la vocecilla cuando nota que el pedazo de carne que aloja en su boca ha crecido tanto que apenas le permite respirar y no para de crecer, por lo que se ve en la necesidad de retroceder para tomar aire y es así como ve, por primera vez y a todo detalle, el miembro de Emilio en todo su esplendor.

Lo que ve la deja sin habla, ella no tiene mucha experiencia, su única pareja sexual fue David y ha visto una que otra película pornográfica, pero aun así se da cuenta de que lo que tiene enfrente es, por lo menos, fuera de lo común; el miembro tiene un tacto suave y no presenta ningún vello, el glande está brillante de la saliva que ella misma dejó, aunque nota que, pese a haberse llenado la boca, apenas fue capaz de cubrir la mitad del órgano y que, ahora que este se encuentra completamente erguido, le sería muy difícil rodearlo con sus labios... o con su mano, no puede evitar dirigir una mirada de sorpresa y desconcierto a los ojos que la vigilan con detalle.

-Vega Sol ¿Por qué esa cara? ¿Es que nunca habías visto una de estas? ¿O es que necesitas un mapa?

Ella comienza nuevamente en su afán y poco a poco recupera el entusiasmo que la sorpresa le había arrebatado, su sangre hierve y entretenida entre lamidas y vanos intentos de engullir, apenas es consciente del mundo a su alrededor, cuando se da cuenta Emilio ya está sentado en el sillón en el que su padre se sienta a mirar la televisión y dirige su entusiasmo con breves instrucciones y jalones en el cabello.

Emilio, por su lado, saborea la labor de Marisol mientras considera sus opciones; es cierto que no es el mejor trabajo que ha recibido, pero el saberse amo y señor de la chica lo estimula bastante y ya está pensando en cuál sería la mejor forma de llevarla al límite cuando un fugaz movimiento en la periferia de su visión llama su atención.

Es en el espejo que ahora le queda a un costado, por un momento le ha parecido ver que la puerta de la casa se estaba cerrando, por lo que mantiene la mirada fija por unos segundos, aguardando, y entonces la ve, semioculta en la entrada de la cocina, agachada a la altura de Marisol, la sobrina mayor espiando sin darse cuenta de que ha sido descubierta.

Él no puede evitar una enorme sonrisa.

-Bueno Sol, la verdad es que no estás haciendo un gran trabajo, es cierto que me gusta mucho tu entusiasmo, pero es innegable que te hace falta mucha práctica así que por hoy aceptaré tu sugerencia de coger ¿Qué te parece?

Marisol, ajena a todo lo demás, no puede evitar estremecerse ante dichas palabras, desde hace unos minutos su excitación no deja de crecer y el solo hecho de imaginarse siendo penetrada en este momento casi la lleva al orgasmo.

-S... si es lo que usted desea.

-Claro, porque tú no lo estás deseando zorra.

Y así, sin más, Emilio la sujeta por las axilas y la sube a su regazo.

-Anda perrita, por ser la primera vez voy a dejar que te la claves sola, así que a montar.

Después de dudar un instante, con una mano temblorosa la joven sujeta el miembro, que ahora le parece descomunal, y lo dirige a su tierna abertura, ya está muy ensalivado y su vagina está tan mojada que el glande la penetra casi por accidente y es en ese momento que Emilio la rodea por la cintura con sus poderosas manos y le clava la mitad del miembro en un solo embate.

-Aghhhh!

El gemido es prácticamente una oración completa que expresa sorpresa, dicha, dolor y satisfacción simultáneamente, las pupilas de Marisol giran hacia la parte posterior de su cabeza y su cuerpo entero convulsiona a causa del demoledor orgasmo que la invade.

Los segundos parecen eternos en su mente y, cuando finalmente parece estar recuperando el control de su cuerpo, Emilio, que ha seguido el espectáculo sin perder detalle, afianza sus brazos alrededor de la delicada cintura y comienza a bombear a un ritmo frenético.

Marisol abre los ojos y lo mira directamente, intenta pedirle que pare, o que cómo mínimo reduzca el ritmo, sin embargo, lo único que sale, de lo más profundo de su garganta, es un lamento continuo que no hace más que aumentar con cada nueva embestida, las sensaciones en su cuerpo son tan intensas que difuminan hasta casi desaparecer la delgada línea entre placer y dolor.

No es capaz de pensar, solo sabe que cada vez le cuesta más trabajo respirar y que el calor es un cuerpo no deja de aumentar a la par de una desconocida presión en lo más profundo de su cuerpo que parece pedirle a gritos ser liberada.

No es capaz de decir cuánto tiempo ha pasado, segundos, minutos, horas, el tiempo no parece tener sentido y ni siquiera nota las lágrimas que corren abundantemente por su rostro desde hace un rato, cuando de pronto las embestidas a su cuerpo parecen perder velocidad a cambio de fuerza y profundidad y, justo cuando parece a punto de desfallecer, nota descarga de calor en lo más profundo de su vagina.

Uno, dos, tres grandes chorros que la inundan por completo y que, a su vez, parecen dar la campanada de arranque al fin del mundo, su cuerpo parece explotar por completo mientras todo a su alrededor parece derrumbarse y brillar al mismo tiempo, para, después de llegado el momento más tormentoso y brillante, precipitarse inevitablemente a la abrupta obscuridad.

Y por segunda vez en menos de veinticuatro horas pierde el sentido preguntándose si acaso este será su final.

Continuara...