Hasta el Límite II

Día 1 Marisol comienza, lentamente, su andar por el camino de la expiación.

Esta obra contiene escenas de sexo no consensuado, sadismo, humillación, dominio y está orientada a lectores adultos. Si este tipo de cosas no son de su agrado o de algún modo hieren su sensibilidad deje de leer ahora. Todas las escenas aquí narradas son de absoluta ficción y es voluntad del autor que nunca lleguen a ser reales.

Capitulo 2

Un nuevo día en la Ciudad de México, la semana ha comenzado con una mañana especialmente fría y más húmeda de lo que cabría esperar a mediados de octubre, por todos lados se ven impermeables y paraguas, las consabidas y ridículas, pero funcionales, botas plastificadas e incluso e incluso algunos abrigos dignos del más crudo invierno. Como ya es costumbre, las vías de acceso a la ciudad se encuentran al borde del colapso, ya sea a nivel de calle o bajo esta, en el metro, la masa de humanidad en movimiento invade hasta el último rincón de espacio disponible en el afán de llegar su destino.

Hay empujones, pisotones, gritos y peleas entre muchas otras cosas, además de un ambiente de desanimo general ante la perspectiva de cinco días, en la mayoría de los casos, antes de un nuevo descanso, y es justamente en el metro, en medio de un vagón atestado en una de las líneas más antiguas, transitadas, sofocantes y lentas de la ciudad, donde viaja Marisol.

A diferencia de la mayoría de las personas a su alrededor, ella no luce descansada o hastiada, ni siquiera fatigada por un domingo de excesos, ella simplemente parece muerta; su mirada perdida en el vacío, acompañada de unas ojeras dignas del más comprometido médico residente y una palidez absoluta, hacen pensar, a quienes le prestan algo de atención, en velorios o enfermedades terminales.

Curiosamente Marisol no se siente muerta, por el contrario, si pudiera detenerse a analizar sus sentimientos, descubriría, con sorpresa, que pocas veces en su vida se había sentido tan viva, aunque, el hecho de sentirse viva no quiere decir que se sienta bien, ni de lejos; tras haber vivido dos semanas de miedo, incertidumbre y zozobra ante lo desconocido, pasó el último fin de semana sumida en el terror de la certeza.

En los dos días de “descanso” que él tuvo a bien concederle, se la pasó oscilando entre el llanto y la angustia, alternando con breves ratos de sopor y, por supuesto, la fingida actuación de normalidad ante sus seres queridos, ya que, si algo tenía claro, era que nadie, jamás y por ningún motivo, podía enterarse de lo que estaba sucediendo; así que, impulsada por el instinto de protección a su familia y la vergüenza de lo que había y estaba por hacer, consiguió forzarse a sí misma para inventar que por fin había conseguido el cambio de horario que tanto deseaba en el trabajo, allanando así el terreno para sus salidas matinales.

Y es así como una Marisol más viva que nunca, consigue completar el trayecto hasta el centro de la ciudad, como una autómata sale del metro y es, gracias al cambio radical de temperatura, que se percata por primera vez del frío y húmedo clima que la ha acompañado desde que salió de su hogar; descubre también, con sorpresa y cierta amargura, que su atuendo va perfecto con el día y lamenta que su sudadera verde limón, la blusa de manga larga, los holgados y gruesos jeans, la licra y el par de gruesas calcetas que eligió para el día, hayan sido pensados más para ocultar su piel de cualquier mirada y contacto humano, que para resguardarse del frío.

Mientras camina las pocas cuadras hasta su destino, cada vez es más consciente de lo acelerado de su respiración, del temblor de sus manos, del martilleo a la altura de su pecho y el sudor que resbala por su frente y, a causa de la muchedumbre sofocante del metro, por prácticamente la totalidad de su cuerpo; mil y un preguntas cruzan por su mente en el trayecto y aun así, ni por un instante se plantea la posibilidad de abandonar el camino que le fue trazado.

Ha llegado al edificio puntualmente, y esta vez no le es necesario esperar en el portal con la mirada perdida, en cuanto se acerca a la puerta, esta se abre con un pitido y la fría voz de su anfitrión la conmina a subir nuevamente por las escaleras, sin pausas, le ordena, y ella nuevamente se estremece al escucharlo, nuevamente siente su cuerpo sobre activarse, nuevamente obedece.

A diferencia de la ocasión anterior, Marisol sabe lo que hay al final de la escalera, por lo que reduce la marcha en el último tramo y trata de mentalizarse para lo que le espera al cruzar la puerta, toma largas bocanadas de aire en un vano intento de controlar su agitada respiración y se concentra en poner, lo que ella considera, es un rostro impasible, lentamente alcanza el último escalón y entra en el departamento con deliberada lentitud, tratando de alargar al máximo los instantes de libertad que le quedan.

En su mente, Marisol había visualizado este temido encuentro como una calca del anterior, el mismo hombre atemorizante sentado en el mismo sillón, bebiendo de la misma copa y fumando el mismo cigarro, y se había visto a sí misma, no asustada, sino resignada, serena y tranquila ante la situación, tratando de manejarla con la mayor dignidad posible y siempre manteniendo la compostura.

Se equivocó.

Esta vez al entrar descubre que no hay nada, no hay hombre, no hay sillón, no hay mesa, ni vasos, ni vino, ni nada; la habitación está completamente vacía y Marisol, sin poder evitarlo avanza hacia el centro de la estancia con una mueca de desconcierto en el rostro, mueca que pasa al horror y la vergüenza en un instante, cuando al mirar a su alrededor descubre, que la blanca pared a su costado, a diferencia de la habitación, no está vacía en lo absoluto.

En ella, hay cinco fotos de gran tamaño, enmarcadas en lo que parece madera y colocadas en una especie de mosaico, todas muestran a la misma chica, todas la muestran a ella, son las cuatro fotos con las que empezó toda la locura que le ha caído encima y la quinta, por alguna extraña razón, es la que le hace sentir más vulnerable, ya que, aunque no aparece desnuda, puede ver y recordar todo lo que sentía en el momento en que fue tomada.

-Buenos días Solecita, me da gusto que estés puntual ¿Qué te parece la nueva decoración? Yo sé que está sosa, pero todavía tiene margen de mejora.

Ella respinga al escuchar el susurro en su oído, no lo ha sentido acercarse y automáticamente gira y retrocede hasta tocar con la espalda la pared de las fotografías, desea responder, reclamar y oponerse a la exhibición de su cuerpo y sus emociones, pero su mirada topa con la imponente presencia de Emilio, que, al encontrarse de pie, hace evidente la diferencia de tamaño y peso entre ambos, por lo que Marisol no puede más que enrojecer y mirarlo con temor.

-Pero bueno Sol, que es muy temprano para las lágrimas, el día no ha hecho más que comenzar y tenemos muchas cosas que hacer, así que te repito ¡Buenos días!

Las últimas palabras son pronunciadas en un tono más bien amenazante y acompañadas por una mirada a juego, por lo que la prudencia invita a Marisol a responder el saludo con un débil balbuceo.

-Mejor, así que comencemos, bueno, veo que fiel a tu costumbre, parece que elegiste la ropa con los ojos cerrados, aunque más tapada que de costumbre ¿No?

Marisol enrojece un poco más y recuerda las críticas que siempre ha recibido con respecto a su atuendo, que si descuidado, que si viejo, que si de monja, por lo que no puede evitar el leve tono de reproche en su réplica.

-Es que hace frío.

-Si, seguro te preocupaba el frío cuando lo escogiste.

Emilio sonríe socarronamente mirándola a los ojos, haciéndole saber que conoce perfectamente el motivo de su atuendo.

-Bueno, como sea, igual no la vas a necesitar, sígueme.

Sin decir más, arranca a caminar sin mirar atrás y Marisol, después de un instante de titubeo, le sigue, temiendo que sus peores expectativas estén por cumplirse; avanza detrás de él, pasan de largo el comedor, entrando a un pasillo con varias puertas adyacentes y entran en una pequeña habitación que tiene toda la pinta de un consultorio médico, con camilla, báscula y anaqueles incluidos, sin ventanas ni ningún tipo de ventilación.

-Cierra la puerta y desnúdate.

Ella desea correr, pero sabe que no tiene a donde ir y que, al fin y al cabo, las consecuencias de una huida serían insoportables, por lo que, con un sentimiento de claustrofobia cierra la puerta y procede a desnudarse lo más lentamente que puede; de pronto es consciente de todo lo que ha sudado desde que salió de casa y no puede evitar preguntarse si a Emilio, que no le quita la vista de encima, le resultará desagradable.

-No tengo todo el día Sol.

Emilio disfruta viéndola temblar a cada paso del camino, como se despoja de la sudadera intentando que la blusa no se levante con ella, como se quita los viejos tenis y las calcetas de futbolista, para después titubear al darse cuenta de que tiene elegir entre los jeans y la blusa, optando finalmente por los primeros, dejando al descubierto una licra bajo ellos y como, con un suspiro resignado se deshace de la blusa tapando el brasier al cruzar los brazos sobre su pecho.

-No bueno, si me extraña que no traigas cinturón de castidad y con toda esa ropa, no es de extrañar que estés empapada en sudor ¿Por qué te detienes? Dije desnuda Sol.

Marisol sabe que no tiene sentido negarse, pero, aun así, no va con su naturaleza mostrarse desnuda ante nadie, si había sido difícil en fotografía, en vivo es mil veces peor para ella, incluso en la intimidad con David, siempre había insistido en mantener la luz apagada, por lo que mira a Emilio con ojos suplicantes.

-No me gusta repetir las cosas Sol, te desnudas tú, o te desnudo yo.

Finalmente, con manos aún más torpes, Marisol se despoja del brasier, y aun abrazándose a sí misma, consigue despojarse de la licra y las bragas blancas que se ocultaban bajo ella, tratando en todo momento de cubrir su desnudez.

-A la báscula y manos a los lados, párate derecha.

Ella hace un esfuerzo por bajar los brazos y se coloca en el lugar indicado, sin embargo, instintivamente vuelve a subirlos cuando Emilio se acerca a la báscula, lo que le acarrea una mirada tan fría que le hace recomponerse y pedir perdón en un instante.

-1.58 de estatura y 60 kg, mmm algo pasada de peso.

Marisol respinga al escuchar puya y sus ojos se humedecen, Emilio se sonríe interiormente y continúa como si nada, sacando una cinta métrica del bolsillo.

-Bájate, vamos a medirte... son 84 de busto, 65 de cintura y 91 cadera.

Emilio desliza suavemente los dedos por la piel desnuda, casualmente, pero con habilidad, solo rosando y, consiguiendo así, arrancarle algunos escalofríos que nada tienen que ver con el miedo o la vergüenza.

-Bueno, pues de pecho no hay mucho y empiezas a tener llantitas, pero, al menos, tienes un buen par de nalgas, aunque algo más blandas de lo debido eso sí, súbete a la camilla y ponte en cuatro.

Emilio continúa picándola, lo cierto es que Marisol tiene un cuerpo joven, sano y bien distribuido, incluso el pecho, que es un poco escaso, tiene una forma incitante y que se encuentra en perfecta armonía con su figura, sin embargo, él disfruta jugando con los complejos de la chica, sabiendo que esos pequeños detalles son exactamente los que ella considera sus grandes defectos.

Marisol está abrumada, se encuentra en la situación más humillante que jamás ha vivido y escucha en su cabeza la voz de Emilio resaltando todo aquello que le avergüenza de su cuerpo, está tan atribulada que sin darse cuenta se ha subido a la camilla y espera mansamente en la posición indicada.

Sale de su abstracción en el momento que ve los ojos de Emilio a la altura de los suyos, de pronto nota dos grandes manos a ambos costados de su cara y siente como los pulgares levantan su labio superior, le abren la boca y le giran la cabeza en lo que parece un examen bucal; los ojos desaparecen de su campo de visión y las manos se retiran para posarse en sus hombros desde un costado, recorriendo suavemente sus brazos uno después de otro, deslizándose como buscando algo por medio del tacto hasta llegar a sus muñecas, emprendiendo el camino de regreso a los hombros solo para descender nuevamente, esta vez, a lo largo de su espalda hasta llegar al final de la misma.

-Tienes demasiado vello y hace falta tonificar esos brazos.

Emilio está muy cerca, lo que le permite a ella percibir su aroma, una mezcla de humo y colonia que, por algún motivo, le hacen evocar su niñez.

De pronto Marisol siente mucho calor, las grandes y ligeramente ásperas manos alcanzan a abarcar el ancho de su espalda y parecen dejar ardiendo todo el lugar por el que pasan, esta vez han vuelto a sus hombros y, antes de que ella pueda darse cuenta y reaccionar, descienden hábil y simétricamente hacía sus pechos, rozando sus pezones y continuando por su abdomen, provocándole un escalofrío de antología y un gemido del que ni siquiera ella conoce el significado.

-Baja los brazos y abre las piernas.

Marisol no reacciona, ha escuchado y ha entendido, pero se niega a moverse, de pronto es consciente de lo vulnerable de su posición y lo enrevesado de sus sensaciones, por lo que no se ve capaz de obligarse a obedecer.

-Baja los brazos y abre las piernas Marisol.

Emilio se escucha molesto y eso la asusta, pero le asusta aún más lo que sabe que viene, por lo que muy a su pesar, se mantiene en la misma posición.

Un solo azote basta para arrasar con su parálisis y mandar al diablo los límites, el golpe es duro, seco y llega sin previo aviso, es tan fuerte que la palma de Emilio arde y parece impresa en el cachete, Marisol obedece.

-Ay ay, por favor no me pegues, perdón.

Con las lágrimas corriendo por el rostro, Marisol siente cómo, sin una palabra, las manos continúan con el recorrido por su cuerpo, pasando de largo sus nalgas, bajando por sus muslos y continuando por sus pantorrillas hasta llegar a sus pies, las manos se van.

Esta vez Emilio se coloca tras ella y, desde esa posición, comienza a examinar el hermoso culito que tiene frente a sí, sin demasiados miramientos palpa, amasa y estruja ambos glúteos, los separa todo lo que puede, dejando a la vista el pequeño y apretado esfínter y después, sin darle a su víctima oportunidad de reaccionar, desliza sus pulgares para abrir los labios externos de su rosada y tierna vagina, encontrando con algo de sorpresa, una considerable humedad.

-Pero bueno Sol, ahora si me sorprendes, yo pensando que tenía aquí a una recatada y pudorosa candidata a monja y tú vas y te mojas en un simple chequeo.

Marisol retrae su cuerpo en el acto, alejándose todo lo que le permite su comprometida posición de las manos que invaden la intimidad de su cuerpo.

-No es cierto, yo no...

No consigue terminar la frase, se ve interrumpida por la sensación de un par de dedos recorriendo de arriba abajo toda la raja de su vagina; Emilio se coloca frente a ella y le muestra muy de cerca el mismo par de dedos con evidentes rastros de humedad.

-¿Decías Sol?

Ella enrojece y de pronto se ve invadida por un sentimiento de culpa, no puede evitar sentir que ha hecho algo indebido y no consigue más que desviar su rostro hacia un costado, tratando de ocultar su vergüenza.

Emilio no lo permite, de pronto sujeta su rostro con una sola mano, estrujando sus mejillas con los dedos, haciéndole girar dolorosamente la cabeza hasta encontrar sus ojos.

-Mírame cuando te hablo, zorra.

Él mantiene la presión sobre su rostro y aprieta un poco más, disfrutando con el pánico y el dolor que ve en los hermosos ojos que tiene solamente a centímetros, para sacudirla un poco hacia los lados y finalmente soltarla mientras retrocede hasta recargarse en la pared a su costado.

-Ya te puedes levantar.

Esta vez el llanto de Marisol no es silencioso, ha roto en convulsos sollozos y ni siquiera se atreve a sobar su adolorida mandíbula mientras se levanta y se pone, sin que nadie se lo ordene frente a él.

-Bueno Sol, como ya te había dicho, estás algo gordita y fofa, tu figura no es lo que yo diría estética y apestas a sudor, pero lo que verdaderamente me molesta es la excesiva cantidad de pelos que tienes en el cuerpo, así que lo primero que vas a hacer, cuando te levantes, es ir al baño, la primera puerta a la izquierda saliendo de esta habitación, y te vas a depilar completamente, el único vello que puedes tener es el de tus cejas, ahí está todo lo que puedes necesitar. Obviamente te vas a bañar y, cuando termines, te voy a estar esperando en la habitación frente al baño. ¿Entendido?

Marisol, que empezaba a recuperar la compostura, vuelve a llorar a moco tendido al escuchar el resumen de sus defectos, pero aun así ha escuchado y entendido claramente las instrucciones dadas, y ya se dispone a asentir y acatarlas mansamente cuando una duda la interrumpe.

-Si entendí, pero ¿Por qué cuando me leva...

No ve venir el golpe, aún está hablando cuando, de pronto, Emilio deja su lugar frente a la pared y cruza en un par de pasos el espacio que los separa, se mueve tan rápido que ella no tiene tiempo de recular, de encogerse o reaccionar de alguna forma; Marisol no lo ve, pero lo siente, un puño clavándose de forma ascendente en la boca de su estómago con tanta fuerza que levanta todo su cuerpo por un instante, permaneciendo un momento cargando con todo su peso muerto, para, finalmente, desaparecer permitiéndole desplomarse como una marioneta a la que le han cortado los hilos de pronto.

El dolor es indescriptible para Marisol, va más allá de cualquier sensación que haya experimentado anteriormente y parece aumentar a cada momento; por más que trata no consigue inhalar aire, su mirada se nubla y su cuerpo se retuerce convulsivamente en el piso sin que ella pueda siquiera pensar en controlarlo, mientras poco a poco va haciéndose un ovillo.

Los segundos se alargan y el dolor no cede, de pronto Marisol no siente miedo ni preocupación alguna, solo el dolor está presente, y es tan rotundo y absoluto que ni siquiera nota cuando Emilio, como si nada hubiera pasado, saca su teléfono y se pone a capturar imagen tras imagen de su sufrimiento.

Después de varias fotografías y, una vez que Marisol parece ser consciente del mundo a su alrededor nuevamente, Emilio guarda su teléfono y se dispone a abandonar la habitación.

-Tienes una hora, si me haces venir a buscarte vas a recibir diez más como ese.

Emilio sale de la habitación sin dedicarle otra mirada y, completamente seguro de que Sol cumplirá sus órdenes, se dirige a la cocina del apartamento, en donde comienza a buscar los ingredientes para un almuerzo en forma; se ha decantado por un plato de chilaquiles y carne asada, una comida sencilla, cuya preparación, le ayudará a matar el tiempo hasta que su invitada esté lista.

Como casi siempre sucede mientras cocina, su mente comienza a volar hacía los recuerdos de los grandes días que pasó con Lidia, recuerda la gracia que le causó descubrir que, la mujer que siempre había creído perfecta en todos los sentidos, era completamente incapaz de alimentarse a sí misma con nada más complicado que cereales, yogures o sopas instantáneas; sonríe al rememorar los desastres de sus breves e infructuosas clases de cocina y, por un momento, casi puede volver a sentir el dolor de aquel fatídico intento de repostería que terminó con una quemadura de segundo grado en su antebrazo y que los convenció de que algunas personas no nacieron para cocinar,

Mientras la salsa está cociéndose y él se dispone a freír las tortillas, se sorprende al darse cuenta de que es la primera vez en dos años, que se ve capaz de evocar sus recuerdos sin verse invadido por la ira o la amargura y se pregunta, no por primera vez, si en algún punto podrá volver a ser el hombre que era y si, su nuevo pasatiempo, tendrá algo que ver con el cambio en el tono de sus recuerdos.

Y así, sin darse cuenta, termina de cocinar y ya se encuentra sentado a la mesa dispuesto a disfrutar de una buena comida cuando su invitada, envuelta en una toalla y temblando de frío aparece precipitadamente en el comedor.

-Mmm, si te digo que te desnudes, te mantienes desnuda hasta que te ordene lo contrario.

Esta vez Marisol no duda, el dolor aún está fresco en su memoria y, al no saber qué fue lo que provocó el golpe, he llegado a la conclusión de que todo lo que puede hacer, es obedecer lo más rápido que pueda, por lo que deja caer la toalla en el acto.

-Bueno, al parecer no hiciste un mal trabajo y al menos ya no apestas, de ahora en adelante quiero que te mantengas bien aseada y completamente depilada, ya después decidiré si te depilamos permanentemente ¿Desayunaste antes de venir?

-No.

Marisol responde en un susurro mientras en su mente la palabra permanente resuena una y otra vez.

-¿Tienes hambre?

La chica se detiene un momento a pensar, de pronto se da cuenta de que no recuerda cuándo fue la última vez que comió algo más que unos cuantos bocados para guardar las apariencias frente a su familia.

-Un poco.

-Bueno, pues en esta casa siempre hay comida y agua, que no quiero que pienses que te voy a matar de hambre, pero siempre que desees hacer o tomar algo, me vas a preguntar si puedes hacerlo así que...

Después de una breve pausa y una elocuente mirada por parte de Emilio, Marisol cae en cuenta de lo que se espera de ella y se apresura a responder.

-¿Puedo comer algo?

-Ah sí, sobre las formas, a partir de ahora te vas a referir a mí como señor, amo, dueño, o cualquier otro semejante, porque al final del día, eso es lo que soy ¿No?

Esto es algo que Marisol se esperaba, por lo que no duda un momento en corregir.

-Señor ¿Puedo comer algo?

-Mucho mejor Solecita, y ya andas más viva que cuando llegaste, si bien, hasta el momento tu desempeño ha dejado mucho que desear, por ser hoy tu primer día, voy a permitir que comas a placer, ponte de rodillas y espera a que yo termine.

Y así, con la chica de rodillas frente a él, Emilio disfruta de una buena comida de manera lenta y mesurada, felicitándose a sí mismo por el excelente platillo que logró, para una vez terminados los alimentos, ponerse de pie y dirigirse lentamente hacia su víctima, quien al notar que se acerca y recordar el golpe sufrido hace apenas un par de horas, no puede evitar encogerse un poco.

-Bueno Sol, antes que nada, necesito que te recojas el cabello, de ahora en adelante, y a menos que recibas otra instrucción, vas a usar cola de caballo o moños altos, eso lo dejo a tu elección, toma esta liga.

Marisol toma la liga que le es ofrecida y recoge su cabello sin apretar el nudo en demasía, para posteriormente quedar petrificada ante el objeto que Emilio saca del bolsillo de su pantalón.

-Bueno Solecita, ya que en el pasado has demostrado que te encanta llevar collares, decidí regalarte este bonito ejemplar que yo mismo diseñé.

Ella está tan sorprendida que ni siquiera es capaz de reaccionar o resistirse mientras le es colocado un rosa collar de perro que parece llevar una placa en forma de hueso con su nombre y que ya está enganchado a una correa del mismo color.

-Perfecto, te queda muy bien, ven, vamos a que comas.

Marisol se mueve torpemente gateando tras Emilio y casi ni se sorprende al entrar en la cocina y encontrar un par de charolas para perro marcadas con su nombre.

-Bueno Sol, aquí están tus alimentos, dado tu sobrepeso me permití prepararte unas cuantas verduras al vapor y puedes tomar toda el agua que desees, así que come para que podamos continuar el día, obviamente no puedes usar las manos.

Marisol lo mira enojada, a pesar del miedo y los constantes abusos, la situación del personaje de perro le ha calado hondo y por primera vez su genio sale a flote para defenderla de la humillación.

-No.

-¿No qué Sol?

-No soy un perro, no soy tu mascota y no voy a comer en el puto suelo.

Mientras habla, la suave voz de Marisol gana volumen poco a poco, pasando de ser un patético murmullo a un graznido resentido y lleno de ira.

-Y ahí está, ya empezaba yo a pensar que tenías atole en las venas y que esto iba a ser bastante aburrido, me da gusto que hagas las cosas interesantes.

-¿Las cosas interesantes? ¿Para ti esto es un pinche juego cabrón? ¿Es que acaso crees que puedes tratarme como una basura?

El graznido gana potencia y adquiere seguridad, por primera vez en su vida Marisol no tiene miedo de quedar mal, no piensa en las consecuencias de sus actos y se ve invadida por una ira que le hace querer dañar al hombre que la martiriza, se pone en pie de un salto y su mirada encuentra un sartén a solo un par de metros de su mano.

No lo piensa, ni siquiera lo decide, de pronto ya dio el par de pasos necesarios y está estirándose para alcanzarlo; sabe que Emilio viene detrás, pero también sabe que ella lleva la ventaja... con un suspiro de alivio toma el mango del sartén y en un movimiento fluido gira con toda su fuerza apuntando a la altura de la cabeza de su agresor.

Suelta un grito de antología, en un instante revive todos los momentos de miedo, frustración y humillación vividos durante las últimas semanas, concentra toda su angustia, su amargura e incluso la culpa en una masa de ira que convierte su golpe en una fuerza asesina.

Y golpea al vacío.

Emilio, contrario a su creencia, no fue tras ella para evitar que tomara el sartén, de hecho, se mantuvo mirando con diversión el torpe, lento y vano intento de resistencia que la chica llevó a cabo con todo su esfuerzo.

-Bueno Sol, espero que hayas disfrutado tu numerito, porque te va a salir caro.

Marisol, que por poco pierde el equilibrio después de no encontrar el objetivo de su golpe, apenas alcanza a recomponerse y posar la mirada sobre él, solo logra ver, por un instante, una sonrisa de triunfo en su rostro mientras manipula un objeto desconocido con su mano derecha.

De pronto, el cuerpo de la joven parece adquirir vida propia y comienza a sacudirse en espasmos incontrolables, una pausa, está tirada en el suelo, más espasmos, esta vez un lacerante dolor en su cuello acompaña los espasmos, otra pausa, el dolor permanece, más espasmos, no puede respirar, más espasmos, siente miedo, más espasmos, comienza a ver puntos brillantes en el aire, más espasmos, esta vez la pausa dura lo suficiente como para permitirle pensar y la cara de Emilio aparece en su campo de visión, a pesar de no entender todo el mensaje, las palabras collar, eléctrico y castigo le aclaran todo lo que necesita saber.

-Por...ahhhh....por favooooor.....paraaaa.........

Finalmente, después de varios minutos de gritos de súplica y lágrimas, Marisol pierde el sentido preguntándose si acaso este será el final de su vida.


Estimado lector, por el motivo que sea llegaste al final del capitulo y por ello te dedico mi más sincero agradecimiento, deseo que el comienzo de esta historia haya sido de tu agrado y te invito a compartir conmigo tus impresiones, críticas y sugerencias para el futuro de Sol.

jcarlosescape@outlook.com