Hasta el amanecer 6

Y sigo

HASTA EL AMANECER 6

  • No te entiendo, de verdad que no te entiendo ¿y sabes qué? no me gusta nada no entenderte. Marta la miraba echando chispas por los ojos, la voz quebrada por los nervios; tenía en la mano derecha un cigarro, el penúltimo del paquete, al que no paraba de dar vueltas sin decidirse a encenderlo.
  • No me quieres.
  • Marta, déjame exp...
  • No, Eva, déjame que te lo explique yo a ti, desde que llegó has cambiado, no me preguntes cómo pero lo has hecho, y yo me enamoré de alguien que no le tiraba los tejos a ninguna madrileña.
  • De qué me estás hablando.
  • Ya te lo he dicho no me quieres, y ahora creo que nunca lo hiciste, si me quisieras ni siquiera te habrías planteado la respuesta.
  • Marta por favor, sabes que ha sido un mes genial, lo sabes; pero... no, no puedes pedirme eso, no... y si, esa es mi respuesta, este no es el momento de que me vaya a vivir contigo. Lo siento.
  • ¿Por qué? ¿eh? Dime por qué... se supone que lo soy todo para ti, se supone que sólo piensas en mi, se supone que yo soy tu novia y no ella, joder, y a veces piensas más en ella que en mi. Si no es ahora el momento dime entonces cuál es, no tienes obligaciones, no tienes nada que te ate aquí que no puedas tener allí, en la capital, conmigo... ¿no te importa estar allí conmigo? ¿dormir junto a mí?... Manuel ahora la tiene a ella pero creo que eso es precisamente lo que no quieres perder.
  • Tal vez... tal vez haya más cosas que me aten de las que yo creía, ¿y tu? ¿por qué no esperas?
  • ¿Qué espere a qué? ¿a que te declares y te diga que si y me dejes?
  • ¿Y si crees eso por qué no me dejas tú? Porque Marta, me haces preguntas que no sé contestar.
  • Por qué no te dices a ti misma la verdad de una vez, por qué no me la dices a mi.
  • ¿Qué verdad? Siempre te he dicho la verdad.
  • Que la quieres, que estás enamorada de ella, que no te atreves a estarlo porque ella no es lesbiana, que no tienes el valor suficiente para aceptarlo. Eva no sabía qué decir, tal vez todo lo que se podía haber dicho lo acababa de decir ella. Porqué no acababa de aceptar que su amor por Lucía era imposible... quizás lo mejor fuera acabar con esa situación, al menos así nadie sufriría mas que ella... pero no podía, no podía dejar de pensar en ella.
  • Dímelo Eva, dímelo, dime que no la quieres. La miró a los ojos, la miró largamente y hizo un gesto de asentimiento para sí misma con la cabeza.
  • No puedo.
  • Lo sabía.
  • Es mejor que lo dejemos, es mejor... era eso lo que querías oír ¿verdad?... lo siento, lo siento Marta, lo siento. Es mi puta manía de perseguir imposibles... lo siento.
  • Eres la persona por la que hubiera dado todo, pero como tú dices ya lo he oído. Ahora sólo me queda una cosa por hacer antes de irme. Y dicho esto se dirigió a la playa.
  • Marta!!... Lucía estaba en el sitio donde esperaba encontrarla.
  • Hola Marta, ¿qu... Paf!! sin mediar palabra le pegó un tortazo en la cara.
  • ¿Te has vuelto loca? - dijo llevándose una mano a la mejilla dolorida - ¿se puede saber que coño te pasa?
  • Pregúntaselo a ella, seguro que te lo sabe explicar muy bien.
  • Lucía! ¿estás bien?
  • Si, ¿qué ha pasado? ¿por qué narices me pegas? - volvió a girarse hacia Marta.
  • Mañana me voy, me voy a la capital, me voy y ella se queda, aquí, contigo.
  • ¿Quéee...?
  • Según ella tiene la puta manía de ir detrás de imposibles... y también la puta manía de olvidarse de decirlo.
  • Mira, no sé de qué me estás hablando pero no le hables así ¿me oyes?, y menos tú.
  • Ja... no sabes lo que dices.
  • Sé lo que digo, no tienes derecho.
  • Te duele que sea yo quien controle la situación por primera vez desde que llegaste.
  • Me duele que te escondas en ella para pegarme a mí. Hazlo, repítelo, vamos, pero no la metas.
  • Lucía, tu no entiendes... - Eva no sabía si seguir hablando o quedarse callada, no sabía cuánto tiempo soportaría aquella situación, la que hasta hace 10 minutos era su novia frente a su amor imposible y ella en medio. Hubiera querido gritar, apartar a la una y besar a la otra; pero de momento seguía de pie, mirando la escena que nunca pudo imaginar -.
  • Claro, precisamente ése es el problema, que no entiendes. Pero yo me voy, aquí os quedáis. Agur. Empezó a dar media vuelta pero la sujetó por un brazo.- Déjame.
  • No.
  • Suéltame.
  • No.
  • ¿Por qué, por qué lo haces? ¿por qué coño la defiendes? si no fuera por ella yo no habría venido aquí esta tarde.
  • Si, es verdad Lucía, toda la culpa de lo que os pasa a las dos es mía, toda... yo... ojalá pudiera explicártelo. Lucía soltó a Marta, se apartó ligeramente de las dos y después de echar un vistazo a su derecha miró fijamente a los ojos de Eva.
  • Porque te quiero. Porque te quiero con toda mi alma. Y se fue por el camino que salía de la playa hacia la carretera. Eva echó a correr detrás suyo dejando a Marta cruzada de brazos, totalmente ausente; era como si aquellas palabras acabaran de despertarla de un sueño.
  • Lucía!!!... Lucía! Casi al borde de caerse la alcanzó y con fuerza la hizo darse la vuelta comprobando que lloraba igual que ella.
  • Lucía... oh Dios, Lucía... - empezó a tocarle los brazos, a acariciarle la cara en una mezcla de pasión desesperada y infinita ternura, a acercarse hasta que sus respiraciones fueron la misma al compás de sus dos cuerpos pegados - Te quiero, te quiero, te quiero... Lucía le pasó los brazos por las espalda hasta la cintura y empezó a cubrirle el cuello de besos, breves, apasionados, intensos... subiendo por su piel como la lluvia encendida por el fuego, llenando su mejilla, sus ojos, la comisura de su boca de cálidos besos en torrente... cerró los ojos y cuando unió sus labios a los suyos sintió que algo de su alma subía hasta el cielo, interminablemente profundo, interminablemente azul, sujeto por esa magia que sólo tiene los sueños cuando al fin se cumplen, su lengua, sus labios, su saliva, dejaron de pertenecer a sus propios cuerpos para llegarles en un único deseo a un único corazón. En aquel momento sólo existió el amor, Eva y Lucía.