Hasta el amanecer 3
Ahi le dejo el otro capitulo
HASTA EL AMANECER 3
Sus reflejos se perdían varios nudos hacia el horizonte, en las puntas de la marea picada había chispas que se confundían con estrellas que se hubieran cansado de dormir el cosmos y quisieran jugar un rato con los enamorados para regalarse compitiendo con la luna. A lo lejos se solían ver los cargueros regresando a puerto, los grandes barcos de pasajeros, con sus tres pisos de camarotes y sus enormes chimeneas, puntos luminosos en la oscuridad bañados por el haz fugaz del faro y devueltos a la realidad unos instantes, justo cuando creías saber lo que estabas viendo, como en el amor, entonces la madrugada volvía a dejar caer su velo y el candil de la imaginación volvía a encenderse. A Eva le gustaba adivinar si la barca pesquera que echaba sus redes en la claridad de la luna despejada era la de su padre. Desde pequeña había vivido allí, respirando entre pescadores, redes, aprendiendo las señales en morse de los faros y creciendo entre algas y caracolas; muchas noches miraba a Lucía preguntándose si se quedaría lo suficiente para ver si le terminaba gustando tanto como a ella, o no.
Bajaron por el camino entre las rocas, con cuidado de no resbalarse, hasta la arena. Hacía un sol cegador esa mañana, Lucía hizo una visera con las manos y gritó:
¿Es aquí?
Siii, espera, ya casi estamos, ahhh... esto está ardiendo, joer... ahh... tú te vas a quedar ciega pero yo me estoy quemando los pies...
:D...
No le veo la gracia... - los brazos puestos en jarras le daban un aire irresistible para la risa de Lucía que echó un vistazo a su alrededor tratando de contenerse -.
No parece que venga mucha gente por aquí - recogió una concha del suelo - está demasiado limpio, sin huellas ni señales del paso de vida turística.
Ven, mira, es aquí. ¿Qué te parece?
La cala se abría hasta una zona con cuevas en las rocas y aguas transparentes, tanto como Lucía nunca imaginó que pudieran existir, se perfilaban los tonos rojos que el coral daba a las zonas que no estaban cubiertas de algas, la fina arena submarina surcada de pececillos y tranquilidad.
Mmmm... es precioso. Es un sitio ideal...tranquilo, apartado, en buena compañía.
Si, yo tampoco me quejo de la compañía - guiñó un ojo al tiempo que la salpicaba de agua - Voy a dentro ¿vienes?
Si, ya voy.
Vaaale.
Lucía se empezó a quitar la camiseta mientras intentaba desabrocharse los pantalones y dar saltitos sobre la arena para no quemarse ella también los pies, todo a la vez. También pensaba, corriendo hacia el rompeolas: Hoy, aquí, es el día, es el sitio ideal. Si... ¿lo entenderá? - un escalofrío recorrió su cuerpo al entrar en contacto con el agua - ... ayy... Dios... ¿realmente lo entenderá?... en todo el tiempo que llevo aquí no he salido con ningún chico, aparte de la sonrisa de turno en la presentación de turno no he dicho palabra, incluso creo que alguna vez me ha visto mirarla... Si, no le des más vueltas Lucía, está decidido, lo decidiste ayer oyendo a Ismael, la ciudad parece un mundo cuando se ama a un habitante recuerdas?... Si, pero eso fue ayer, jeje.
Pero bueno, qué seria te has puesto - Eva la miraba divertida - ¿Sabes que estas más guapa cuando pones esa cara?
:D... qué dices. Anda, te hecho una carrera, vamos!!
Cuando volvieron a la orilla el cansancio se notaba en sus movimientos, habían dado la vuelta a toda la cala y habían buceado hasta la entrada de una cueva. Lucía tenía una caracola en la mano y le daba vueltas.
¿Sabes? en Madrid nunca vi una de éstas como no fuera de plástico, jamás pensé que esto fuera a gustarme tanto, el lugar, la gente... tú - una media sonrisa le iluminó la cara - Al principio no quería venir, era mucho lo que dejaba atrás, mis amigos, mi familia... alguien a quien no quería dejar allí y olvidar, ahora veo que habría sido un error, aquí he encontrado...
Espera, Lucía, antes de que sigas quiero contarte algo, algo que no sabes. Por eso te he traído a este lugar, es... es importante para mí, mucho. Y creo que debes saberlo.
Desconcertada, Lucía asintió con la cabeza. No puede ser que lo haya adivinado... ahora me dice que ya lo sabe y me muero, me muero aquí mismo delante de ella.
- En estas dos semanas que llevas aquí lo he pasado genial, han sido... especiales, siento que si ahora mismo te fueras de aquí, tu padre decidiera cambiar de lugar, esto, esta playa, yo... ninguno volveríamos a ser como antes. Por eso quiero ser sincera contigo, sé que vas a entender lo que te diga... y - ahogó una risita - me hace ilusión que así sea, que sea a ti a quien se lo diga.
Tragó saliva y le sonrió también, el pelo en los brazos se le había puesto de punta, el corazón le latía a cien por hora, pensaba que como no hablara pronto tendrían que reanimarla.
Claro, dime
Lucía... yo... soy lesbiana. Y estoy enamorada de alguien. Y por favor no te desmayes aquí.
Eva... - las palabras yo también luchaban por salir de su boca pero se le atragantaban en los labios -.
Bien, sigues ahí, uff... Lucía, Lucía, ¿conoces a Marta? la chica de la panadería... tal vez... tal vez empecemos a salir.
De repente supo lo que se sentía cuando se le helaba a una la sangre, así, de golpe, de hecho antes de pensar que ojalá se la tragara la tierra llegó a preguntarse si la temperatura no habría bajado al menos 20 grados.
- Lucía ¿hola?... - esa media sonrisa que le daba ese atractivo tan irresistible
¿lo entiendes, verdad? por eso los chicos del pueblo sólo querían conocerte a ti, tú eres guapa, y simpática, y conmigo lo tienen todo perdido. A Marta tampoco la dejan... es increíble que se haya fijado en mi. Bien, parece que te vas recobrando, en un par de días, con dos pastillas de esto y tres de aquello se encontrará totalmente restablecida, señorita, :D - fue un alivio reírse de nuevo - En serio, quería decírtelo porque eres mi amiga, la mejor que tengo y que he tenido.
Gracias.
Tenía un nudo en la garganta, quería escapar, llorar, tirarse encima de la cama y olvidar que allí fuera había algo llamado mundo, quería gritar al aire porqué narices se sentía tan imbécil.
- Sabes que puedes contarme lo que quieras... y lo entiendo, el amor no depende del sexo de la otra persona, es del alma de quien nos enamoramos.
Eva respiró profundamente, su cara estaba radiante de alivio.
- Siii... muacksss - le estampó un beso en la mejilla - ¿qué hora es?, tengo que ir a mi casa, ost... nos vemos esta tarde!
Y echó a correr como si le persiguiera alguien.
- Si - notaba el calor y la humedad del beso en la mejilla- si... corre, oh Dios.