Hasta donde quiera1

Les pido disculpas: repetí el título en el anterior

La espalda se está entumeciendo. Un fino dolor de aguja empieza a sentirse a sentirse en la columna. Las extremidades lleevan el mismo camino. Me cuesta alcanzarovlas teclas con los dedos. Oigo pasos de Mi Ama fuera del despacho. Cajones abriéndose y cerrándose. Hasta que pasa por delante de mi y desaparece enseguida por el lateral de mi vista limitada. Sigo escribiendo, quizás he vuelto a coger ritmo al verla, aunque me cuesta darme cuenta de las cosas. Gira el asiento del taburete. El vibrador entra más en mi culo. Tiene no sé qué mecanismo que con ese gesto hace que tenga el culo más profundamente lleno. Tomo aire pesadamente. Quedo un poco más bajo. Un poco más lleno.

  • ¿No irás a decirme que estás casado perro? - sonrie ante mi mirada cansada, sumisa. No me atrevo a mirarle a los ojos. Tampoco puedo. Me lo tiene prohibido. Con la cabeza un poco levantada aún, fuerzo la vista hacia abajo, no baja más que hasta la algura de su pecho, la parte alta de la barriga. Cuando parpadeo veo fugazmente sus labios, dulces, complacidos - ¿ Por qué me miras las testas cerdo? - sabe que que por la postura es inevitable. Sabe que es una provocación para mi que me hable así, de ella, de sus tetas. Sabe que la adoro, que me humilla cuando lo hace. Siempre que lo desea. Y me da una bofetada que me hace ladear la cabeza, haciendo saltar unas gotas de babas sobre la mesa. Vuelve a girar el asiento, volviéndolo a dejar en su posición inicial. Respiro aliviado, el vibrador ha salido un poco del culo.

Empiezo a escribir de nuevo. Se sitúa detras de mi, juntando su cuerpo a mi espalda. Me invade el alivio, el premio de sentirla sobre la ropa que lleva puesta. Desde atrás mete algo largo en mi boca, justo hasta tocar el inicio de la campanilla. Es blando. Un dildo. Me provoca una leve arcada. Inconscientemente levanto lo que puedo la cabeza,.unos milímetros, aliviando la arcada. Mis ojos se cruzan con los suyos. Me da otra bofetada diciéndome que no lo vuelvaa hacer. Sujeta el dildo con un cordón que ata detrás de la cabeza.

  • Así estarás más cómodo - se ríe. Me acaricia el pelo -. No te distraigas y date pris - se separa de mi espalda y sale del despacho.

El cansancio hace que se me baje la cabeza, solo lo que permite la cuerda que la une a la cintura. Pero ese gesto hace que el dildo entre en la garganta y esté a punto de bomitar. La bilis me llena la boca, una parte sale por los labios, resbalando por la barbilla, la barriga y unas gotas calientes lleguen hasta la polla marcada. Continúo escribiendo, recordando esos días que ya han pasado y que me han traido hasta aqui. Aquella últimas palabras en la cafetería, unas palabras que ya anticipaban lo que iba a ser mi ofrecimiento, mientras Blanca me decía que mi vida iba a cambiar mucho.

  • Más de lo que te imaginas. No acepto cosas a medias. Ya que te has ofrecido vas a serlo 24/7. Irás aprendiento. Irás cediendo. Me irás dando - me miraba fijamente, segura, clara, desafiante. Creo que ya sabía que no iba a negarme, que de alguna forma había aceptado. Había asumido lo que iba a pasar a ser.

La miraba también ojos (aún no me había dicho que no podia mirarla a los ojos) cristalinos, penetrantes, dulces. Estaba alterado. Temblaba, temía que en cualquier momento dijera que me largase, perder esa oportunidad que se me había presentado de ser su sumiso.

Le dije que lo aceptaba, sí a todo, aunque temía por mi entorno, mi trabajo, la familia. Me respondió que eso era lo único que iba a respetar, pero que todo llegaría. Y que volviera a mi trabajo

  • Cuando llegues a la oficina, te quitas lo que lleves puesto de ropa interior. Haces una foto y me la envías - se giró y mientras se iba añadió -. Ya ha empezado.

Me quedé mirándola unos segundos, asombrado por su grandeza, su hermosura, el porte de reina que desprendía. Pensé que no era real. Que iba a chocar con alguien y me despertaría.

Fui hasta la oficina como en una nube, reviviendo ese rato tan rápidoñido que había pasado, esa sensación de dominio que se habia apoderado de mi.

Al llegar a la oficina, deje las cosas en el despacho y fui de inmediato a los aseos. Estaba ansiosa. Quería ser merecedor de Blanca.

Después de quitarme los zapatos y los.pantalones, retiré en tanga de encaje granate que llevaba, le hice una foto y se la envié. Estuve esperando unos minutos su respuesta y un poco decepcionado me dirigía mi mesa. Empecé a darle vueltas a si habría cambiado de opinión, si todo había sido un principio y un fin. A fin de cuentas, ¿cómo iba a merecerme una Ama tan maravillosa, tan intensa?.

Pasado noté la vibración del móvil sobre la mesa. Miré nervioso, alterado y vi que era Blanca. Piensen cómo se sentirían si estuvieran esperando unos de los mensajes más deseados de su vida.

"Ponlo sobre el teclado y envíame la foto".

Después de pensarlo unos segundos le respondí que era arriesgado.

"Hazlo"

No sabía qué iba a pasar, qué podía decirle. En ese momento viví que solo deseaba obedecerla. Le envié la foto.

"No cuesta tanto"

"Cuando te orden algo lo haces y punto"

"Si tengo que repetir las cosas será más comprometido"

"Quitate los pantalones"

Cómo iba a decirle lo que me estaba jugando. Cómo podía explicarle que deseaba complacerla pero que debía tener cuidado.

"¿Puedo decirle algo?" - le pregunté convencido de que podía conseguirlo.

"No"

Durante unos momentos pensé que me estaba superando. Y cómo no iba a superarme. Blanca era Ama. Me había costado darme cuenta. En ese momento vi que si quería tener la vida que tanto había esperado debía ser consciente de dónde estaba y de quién me estaba hablando.

"Ya" le dije cuando los pantalones estaban detrás de la mesa. Yo temblando, debajo del tablero. Incluso había bajado el asiento de la silla por si entraba alguien inesperadamente.

"¿Qué esperas para enviarme la foto?"

Ya no sabía dónde estaba. Qué estaba haciendo. Y le envié la foto.

Estaba pesando en lo que podría pasar, en si alguien entraba en mi despacho, en si sería capaz de disimular, en el supuesto de que no se diera cuenta de mi semidesnudez. Cuando una compañera se.asomó para decirme que había una persona, Blanca, preguntando por mi. Antes de que pudiera darle una respuesta, se asomó detrás de mi compañera, imponente, firme, decidida.

  • Gracias - le dije -. Ya la atiendo - se aparto para dejar paso a Blanca.

Me quedé helado. Bueno, realmente estaba ardiendo, aunque no se cuál de las dos condiciones era más humilantes.

  • ¿ Así me recibes ? -. No me importó cómo sabía dónde trabaja ni cómo habia legado hasta mi oficina. Sí quería complacerla, que fuese lo que fuese me tomara bajo su dominio, me hiciera suyo pasara lo que pasara. Cerró la puerta del despacho cuando entró y me ordenó desnudarme.

Allí estaba, desnudo, mirando la perfección ante mi. Esa mirada risueña, poderosa, esa sonrisa cálida, embriagante, esos gestos dulces, suaves dominarme, coger incluso mi respiración.

Cogió un rotulador de la.mesa, se acercó hasta mi. Tomó la polla con una de sus manos, la agitó.

"Cierra los ojos" me ordenó. Dejé que Su proximidad me embriagase con Su aroma. Noté cómo algo se deslizaba por la polla, despacio, firme. Después por el pubis.

  • Ya puedes abrirlos. Así es como te quiero siempre, marcado - miré hacia abajo y vi lo que había escrito en la polla: "ESTO TIENE DUEÑA". No podía creermelo. Me sentí feliz, dichoso, tomado, sometido -. Es provisional - añadió. Empecé a pensar en mi mujer en los problemas que podría tener si lo veía. Aunque pudiera estar acostumbrada a verme con braguita o tan, aunque en alguna ocasión le hubiera dicho que tengo tendencias sumisas, ir marcado podría ocasionar problemas. Y se lo hice saber a Blanca.

  • ¿Qué quieres decir? - me preguntó.

  • Veras Blanca, esto puede ser demasiado si lo ve mi mujer - justo terminé de hablar, se acerco a mi, a menos de un palma, teniendo sus deslumbrantes ojos ante mi, sintiendo Su mirada, divertida, segura, penetrar la mia y hacerme ver que no iba bien.

  • Me importa una mierda tu mujer - su voz era suave, tranquila, poderosa. Me cogió de los huevos firmemente, empezando con una presión suave que me excitaba. La fue subiendo hasta que un agudo y penetrante dolor me recorrió todo el cuerpo. Cuando empezaba a doblar las rodillas me cogió del pelo con dureza -. No te muevas, aún no he.terminado de dejarte claro qué eres. Jamás vuelvas a.dirigirte a mi por mi nombre. Siempre, desde ya, soy tu Ama, por si no te habias dsdo cuenta. Siempre, siempre, me llamas Ama, Mi Ama o si tanto te pone mi nombre, Ama Blanca, pero no abuses de él. ¿Lo has entendido? - a la vez apretó más los huevos, dejándome sin aliento. Asentí con la cabeza, apunto de gritar y que todos entrasen en el despacho -. Tienes que asentir más claro perro - seguía presionando los huevos - volví a asentir, moviendo la cabeza desesperadamente. Lo último que necesitaba era gritar y que me pillasen tan dominado. Soltó los huevos -. Da un paso atrás - sin hacerla esperar, antes incluso de recuperarme, ya lo había dado -. Ponte lo que has comprado - la miré suplicante, aunque sabía que no servía de nada. Cogí la bolsa que había guardado en el cajón, saqué las prendas y empecé con el tanga, a deslizarlo primero por una pierna,.luego la otra hasta situarlo cubiendo la polla y los doloridos ojos -. Así no, ponte la polla entre las piernas, bien sujeta por el tanga - lo hice de inmediato. Estaba abochornado, lleno de vergüenza, humillado. Nunca me había puedto prendas femeninas delante de nadie, menos de una mujer, menos ante la presencia de una Ama. Cogí la primera media, la recogí y empecé a meterla por un pie, estirando de ella mientras la hacía resbalar por la pierna y dejar el elástico justo en el muslo. Hice lo mismo con la otra media y la otra pierna. Cuando tenía el liguero en la mano, me Ama blanc me dijo que parase, que me diera la vuelta y que caminase un poco por el despacho -. Quiero verte bien -. Fui de un extremo al otro del despacho, sintiéndome ridiculo, torpe, con la cabeza gacha, mirando al suelo -. Sigue -. Cogí de nuevo el liguero, lo abroche en la espalda y enganché primero los elásticos delanteros de cada una de las medias y luego los traseros. Mi Ama se sentó, ordenándome poner recto, me miró de abajo hasta los ojos -. Si hasta casi pareces una novia, jajaja -. Miré a puerta pensando que alguien entraría al oir su risa -. Ponte de rodillas, delante de mis piernas - cuando lo hice añadió -. Ahora háblame de tu mujer.

La describí fisicamente. Preciosa, un cuerpo, unas facciones que hacían que los hombres se girasen. Después le hablé de su caracter, más bien fuerte, comprensiva. Terminé diciéndole que lo que ansiaba era que me dominase como Ella quisiera, que tomase cuanto deseara de mi.

Se quedó callada unos segundos, mirándome fijamente, levantando mi cara desde la barbilla. Sonreía.

  • ¿Estás seguro?

  • Sí Mi Ama.

  • Si qué. No estás siendo claro.

  • Mi Ama, quiero decir que si es Su deseo haré lo que le plazca, incluido lo que afecte a mi mujer.

  • Quiero oírtelo más claro.

Pensé unos segundos, no sabía cómo podía decírselo. Me sentía anulado, ansiosa porque tuviera todo el poder sobre mi.

  • Ama Blanca, si es Su deseo ofrezco que Usted decida lo que debo o no hacer a mi mujer, cuando puedo o no tener sexo con ella, que tenga Usted todo el derecho y poder sobre el trato que quiera darle y cuando y cómo debe tener placer.

  • A ver, perro, ¿me estás diciendo que quieres que de alguna forma también la domine a ella?.

  • Sí Mi Ama - deseaba que se apoderase, que tomara lo que quisera, que me hiciera totalmente suyo.

  • ¿Es sumisa?.

No supe responde. Me miraba fijamente. Retiró la mano de mi barbilla.

  • ¿Cuándo la has follado la última vez? - nunca había hablado en esos términos de mi mujer. Algo me hizo notar que poco le importaba eso y que de alguna forma me estaba quitando el privilegio de considerarla mi pareja, mi esposa -. Y qué trato quieres que le de cuando la mencione.

  • El que desee Usted, Mi Ama, el que sepa que me humille más y rebaje, si es lo que quiere intenté decirle lo que pensaba que quería oir, lo que me hiciera sentir más sumiso, mas Suyo.

  • No te he preguntado eso. ¿Qué nombre quieres ponerle?. Si intentas volver a decir algo que espero te vas a ver muy muy compretido.

Le miré a los ojos, perdido. Estaba a punto de dar un paso que me iba a privar de lo que había tenido siempre. No creo que haga falta decir de qué hablo.

  • Ramera - esperé su reacción. Esperaba que me dijera que toda mujer es superior a mi, mucho. Qué equivocado estaba.

  • Bien. Lo has elegido tú, la has entregado tú. Con ese gesto, ese nombre, te irás dando cuenta - estaba tranquila, relajada. Era como.si fuera del despacho no hubiera nadie para Ella -. Esta noche la vas a follar, pero como te ordene yo. Voy a saber si es suisa y decidir sobre la ramera de tu mujer. ¿Alguna vez se ha tragado tu le leche?. Porque cuento que sí que la ha mamado.

  • Nunca se ha tragado mi leche, Mi Ama.

  • Pues eso va a cambiar. Le vas a follar la boca, te vas a correr dentro y se la va a tener que tragar toda - sabía que me iba a ser imposible, aunque también sabía que quería complacer a Ama Blanca -. Antes la vas a calentar tanto que la vas a marcar para mi. Quiero fotos de todo. Quiero pruebas. Ahora ponte la camisa, siéntate en la silla y quédate así hasta que tengas que irte - se levantó, dejó un cálido beso en mi frente y se giró para salir del despacho -. Vas a perdelo todo, dejarás de ser lo que ha sido.

Me senté en mi silla, incrédulo, esperando que se fueran todos menos Mi Ama. Cuando estaba con la puerta abierta, a punto de desaparecer, se giró, con esa sonrisa, ese brillo en su mirada y se despidió diciendo:

  • ¿Qué quieres ser?