Hasta donde quiera 5

Los cambios llegan, Mi Ama sabe lo que quiere, se adueña, toma lo que desea

Los sollozos de la ramera, los gemidos acelerados me sacan de la media concentración en la escritura. Me doy cuenta que me he escondido en ella para no soportar la mirada del mamón, lo denigrado que estoy en ese momento. En el fondo no entiendo cómo la ramera no se ha desecho de los consoladores, cómo no se los ha sacado dejando sus dos agujeros vacíos. Al contrario, me ha parecido oir, como en sueños, que ha tenido algún que otro orgasmo más ante la atenta mirada de la nueva visita. Es curioso cómo al final sale lo que nos motiva, lo que nos libera, aunque nos neguemos a aceptarlo.

Mientras descanso, bueno si se puede decir descanso a los minutos que pasan fugaces, pasa por mi mente lo que las pupilas han absorvido sin percatarse de ello. De cómo ante la sorpresa, el mutismo, la inmovilidad del mamón delante el espectáculo que se le ha presentado de sopetón, intervenía Mi Ama, animándole a que entrase en el despacho y se empapara del ambiente, de ese ambiente que iba a ser más frecuente, más intenso a partir de ese momento.

  • ¡Joder papá! - su mirada me desarma, me deja exhausto, perdido -. ¿Es cosa tuya? - le pregunta a Mi Ama.

  • Si y no - responde desde detrás del mamón, muy cerca de él, envolviéndole con Su cálida voz, depositándola en la entrada del oido. Cierra los ojos como hipnotizado. Se acerca más por su espalda, pegando Sus pechos envueltos en la ajustada ropa que, vistos, los ensalza. Envuelve el cuerpo del mamón con Sus brazos por la cintura -. Todo llega. No es el momento.

  • Es penoso - hace un esfuerzo por depertar de su letargo -, patético - me mira. Toma aire profundamente. Lo interpreto como un reproche, una duda.

  • ¿Seguro? ¿Por qué tu respiración no dice lo mismo? - deja un beso en el cuello. Casi puedo ver cómo se le eriza la piel. Le tiembla la respiración. Las manos de Ama Blanca se deslizan hasta el vientre, le levanta la camiseta y las cubre con la tela. Cálidas, roza su piel, se adentran por la cintura del pantalón, rozan el capullo despertándole pequeños espasmos -. Aún no cariño - le besa el cuello -. Aguanta, te espera algo mejor - le besa en la mejilla, en la comisura de los labios. Él gira la cabeza, excitado, ansioso. Mi Ama abre los labios, los junta con los del mamón y los envuelve en un apasionado beso que hace que baje la guardia. Mientras sus manos, las de Mi Ama, han desabrochado el pantalón, bajado la cremallera y los abre, sin bajarlos. Coge la potencia de la polla con una mano. Con la otra toma cálidamente los huevos en la palma. El suspiro ahogado se escapa entre los labios juntos -. Bájatelos, despacio, insinuante - los baja juntos, pantalones y boxer, hasta debajo de las nalgas. Empieza a mover la piernas hasta que se deslizan solos hasta los pies -. Bien - se coloca delante moviendo las caderas, contoneándose. Se me aceleran los latidos. Voy a expulsar el corazón. La ramera, gime, se corre oculta al otro lado del armario. Mi Ama se inclina ante mi mirada, dejando sus nalgas marcadas, redondas apuntadas por el consolador que sale de mi boca. La bilis sales por mis labios en una nueva arcada -. Depiladito, umm. Eso me gusta. Mueve la mano empujando la piel hacia abajo, descubriendo el capullo. Abre la boca con ternura, pasando la lengua por sus labios, acariciándolos. El suspiro del mamón me inunda. Me muero de celos, de envidia. La mete y la saca tres veces, succionando, amborviéndolo. La deja escapar con un beso. Está dura, muy dura -. Deliciosa, tremenda - me mira mientras lo dice. Le coge lo huevos, los presiona lo justo para detener la corrida. Se endereza, aun con ellos en la mano -. Sígueme - le ordena sin soltarlos, arrastrándolo fuera del despacho -. Desnúdate - los besos entran desde fuera -. Desnúdame - la respiración pesada, intensa, ida, llega llenando cada espacio -. ¿Qué piensas? - no oigo repuesta -. ¿Entiendes dónde te metes, lo que eres? ¿Entiendes lo que soy? - la voz de Ama blanca se corta, se llena de él, por dentro y por fuera -. Con esto te entregas a mi, te tomo para complacerme. Entras en mi dominio. Te hago mio, te hago mi mamón.

  • Sí - se oye cómo se le quiebra la voz, cómo solloza de placer, de entrega. Se corre. Ya sabe que es Suyo, que le pertenece, que se ha entregado.

Las lágrimas resbalan por mis mejilla. Toman cada suspiro y ayudan a que penetren por cada poro. Miro la pantalla, la protuberancia que sale de mi boca. Me siento feliz. Me siento triste. Soy lo que siempre he deseado. Un perro. Su perro. Soy feliz.

Presto atención a la ramera. Gime, cansada. Agotada. Sus movimientos me llegan humillados. Las microvibraciones llenan mis oidos. Se oye el silencio. El mismo que cuando cuando entraron en casa. La ramera cogida del brazo de Ama Blanca. Mi Ama rodeando la cintura de la ramera. Me miraron sonrientes.

  • Cariño, ¿te acuerdas que había conocido a alguien por la aplicación? - las miré asombrado, intentando ocultar lo que ya sabía -. Que casualidad que va al mismo gimnasio que yo - era evidente que se habían visto más de una vez -. ¿Nos preparas algo mientras le enseño la casa? - sin esperar respuesta empezaron a subir las escaleras por las que había pasado Mi Ama unos días antes.

  • Así me enseñas también esas prendas tan deliciosas que tienes - añadió Ama Blanca.

Oía cómo hablaban, cómo se reían. Dejé dos martinis en la mesa, esperando a que bajaran. Una vibración empezó a dejarse oir. No tardó mucho en llegar hasta el salón unos suspiros de la ramera.

  • No no, no pares ahora.

  • Tranquila cielo, ya terminamos luego. Ahora vamos a ver qué nos ha preparado. Ponte la faldita. Ya me hago cargo de esto.

Parecia que la ramera estaba acalorada cuando aparecieron de nuevo ante mi. Supuse por qué.

  • Ummm me encanta el martini. ¿Quieres decir que tu marido no es adivino?.

  • Uuff, si tu supieras Blanca... - me levanté para ir a la cocina y prepararme algo para mi. Mi Ama se levantó también diciendo que así veía la cocina.

  • Bien perro, no se te ocurra prepararte nada. Ve a buscar el consolador y llénate el culo. Cuando lo hayas hecho te sientas enfrente de la ramera de tu mujer - me dijo a la vez que se daba la vuelta y salía de la cocina.

Hablaban del gimnasio. De lo bien que se lo habían pasado con los ejercicios en los aparatos. De las miradas de los tios fijadas en las tetas y los culos esplendidos que lucían. Mientras me llenaba el culo en la cocina, temerosos de que la ramera entrara y me pillara. Aunque la notaba entretenida hablando con su nueva amiga.

Salí lo antes que pude y me senté delante de la ramera, mirándolas con atención. Inquieto por ver cómo se desarrollarían las cosas.

  • Tendrías que ver cómo miran tu mujer. Es realmente preciosa. Y se mantiene muy en forma. ¿Verdad? - le preguntó

  • Bueno. La verdad, me gusta cuidarme - decía la ramera -. Además yo diría que a quien se comían con la mirada era a ti. ¿No te parece preciosa cariño? - empecé a preocuparme. Me temía por dónde iban a ir las cosas

  • Sí claro, Blanca es preciosa - respondí con sinceridad, guardando lo que realmente pensaba.

  • Gracias - la sonrisa de Mi Ama me envolvía, me arrastraba hacia Su poder, Su dominio. Sabía que si me ordenaba algo lo haría -. Aunque le estás haciendo un feo a tu mujer. Mira que decir eso delante de ella. ¿No crees María? - no supe donde meterme. Bajé la mirada.

  • Yo solo...- me interrumpió levantando con delicadeza la mano.

  • ¿No te han enseñado a esperar?. A ver qué dice ella.

  • Bueno, ha dicho la verdad - miraba cohibida a Ama Blanca.

  • Pues debería pedirte perdón - Mi Ama deslizó la mano bajo la mesa. La ramera dio un pequeño respingo. Se oyó un click y a continuación la vibración del consolador -. Anda, pídele perdón, creo que se lo merece. Eso ha estado muy feo - la cara de la ramera empezó a cambiar. De la sorpresa pasó al sofoco -. ¿O no quieres que te lo pida? - dio una marcha más al consolador.

  • Perdón cariño - me anticipé a que la ramera hablase.

  • ¿Así te parece bien cielo? - otro click provocó que la ramera soltara un suspiro mordiéndose los labios -. Pues parece que no. Deberías pedírselo de rodillas. Anda, haz algo bien por ella - miré a la ramera a la espera de que dijera algo, de que parase indignada la situación. Pero no era capaz de pronunciar palabras. Me levanté, rodee la mesa y me puse de rodillas al lado de la ramera.

  • Por favor, ¿me perdonas? - tampoco me salían las palabras, casi no se me oía. La ramera abrió un momento los ojos. Sonrió, avergonzada, consciente que desde tan cerca tenía que estar oyendo la vibración del consolador metido en su coño. Movió los labios para decirme algo pero solo fue capaz de emitir un gemido. Se acaba de correr.

  • ¿Qué te ha pasado cielo? Pareces acalorada - le decía Mi Ama mientras le besaba la mejilla -. ¿Esperabas que te lo pidiera de otra forma? - y me miró. El consolador seguía haciendo de las suyas. La ramera movía las caderas despacio adelante y atrás, aguantando con una mano la de Mi Ama que sujetaba el juguete que la estaba follando.

  • ¿Qué me haces Blanca? - le preguntó con la respiración agitada -. Uuggss no soy así.

  • Siempre lo has sido. Ahora lo estas sacando ramera - oírselo decir a Mi Ama, con esa naturalidad, cándida, acogedora, hizo que se me estremeciera todo el cuerpo -. Pero no te preocupes. Aquí tu marido lo entiende, aún cuando no te ha pedido perdón adecuadamente. ¿Dile cómo quieres que lo haga?. Rápido, no pienses.

  • Que se desnude - parecía que la ramera iba a desmayarse en cualquier momento. Me miró sorprendida por lo que acaba de decir, delante de Blanca, a fin de cuenta de hacía tanto que la conocía.

  • Ummm, eso sí estaría bien. ¿No lo harías por ésta ramera? - hasta ella parecía excitarse al oir cómo lo decía Mi Ama, cómo dejaba escapar esa palabra envuelta en provocación. Me temblaba el cuerpo, me fallaban las piernas. Me levanté pensando que la ramera iba a ver en un momento u otro que tenía el culo abierto, lleno por una polla de plástico.

  • Ahh! Se me olvidaba cariño - le decía a la ramera, mientras me desnudaba -. Gracias a tu facebook he descubierto que tienes unos hijos preciosos - dejó pasar unos segundos -. He hablado con tu hija por ahí. Hasta nos hemos pasado fotos. A lo mejor te las enseño algún día.

Terminé de desnudarme, dándome cuenta en ese momento que mostraba la marca de Mi Ama. La ramera, envuelta en su excitación, no se había dado cuenta. Respiré, aunque sabía que el alivio no se prolongaría mucho. Me arrodillé de nuevo, esperando ocultar "ESTO TIENE DUEÑA". Y lo conseguí. Iba a empezar a pedirle perdón otra vez a la ramera, cuando Ama Blanca intervino de nuevo.

  • Cariño, ¿no crees que por haber sido tan torpe y por faltarte debería hacerlo de forma más sumisa? - pasó la otra mano por el interior del muslo de la ramera.

  • ¿Qué...? - su mente no estaba allí, estaba en otras cosas. Jamás la había visto así, gozando tanto, tan ausente, tan entregada a su placer -. Sí sí, como quieras Blanca - me miró ansiosa, pasando la lengua por sus labios, mordiéndolos.

  • Veo que quieres que lo decida yo por ti ramera. Pues sea. Ponte a cuatro patas y bésale los pies mientras se lo pides - ya no pensaba lo que hacía. No dependía de mi. La conciendia la manejaba Mi Ama. Y la de la ramera empezaba a tomarla -. ¿A qué dirías que se parece así, cielo? - le preguntó.

Empecé a besarle los pies que, sin saber aún cómo tenía desnudos, sin zapatos ni calzados debajo de la mesa. Le pedía perdón besando tiernamente la piel de la ramera.

  • Uuggss sí sí, es un perro - soltó sin más -. Cariño, lámelos con tu lengua. La saqué, recorriendo el empeine, pasándola por cada poro, dejándome llevar al universo del dominio de Mi Ama.

  • No dejes que pare. Voy a buscar algo -. Enseguida oí cómo volvía, cómo se colocaba junto a mi, de pie, me ordenaba ponerme de rodillas y colocaba ante la perdida mirada de la ramera el collar de metal que escondía en el maletín -. Ahora sí. Todo un perro, jejeje. ¿Quieres seguir con esto ramera?.

  • Ohhh sí. Ahora no pares - dijo entre suspiros.

Mi Ama la miraba atentamente a los ojos. Sonreía complacida. Feliz. Acariciaba cariñosa sus mejillas encendidas. Acariciaba sus parpados con Sus provocadores labios. Bajó una mano hasta el coño de la ramera. Y paró el consolador. Una queja ahogada, quizás un orgasmo reprimido. Se dejó caer sobre la mesa tomando aire.

  • Mejor descansa cariño. No queremos que tengas un infarto, ¿no es así perro? - me cogió del pelo y ordenó mirar atentamente el estado en que estaba la ramera -. ¿Alguna vez la habías visto así? - negué con la cabeza -. Claro, con esa pollita no es de extrañar. ¿O si?.

La ramera levantó la cabeza de la mesa. Me miró suplicante. Bajó la mirada a la polla. Sonrió mirando a Mi Ama, agradecida.

  • No. No es de extrañar - me quedé perplejo. Nunca hubiera esperado que dijera algo así. Siempre me había dicho que estaba encantada con mi polla, que le volvía loca lo que le hacía -. ¿Y eso? - preguntó señalando la marca de Ama Blanca.

  • ¿Eso? - era la prueba de fuego -. Eso se lo he puesto yo. Si es un perro debe tener Dueña - se miraron. Sonrieron juntas, cómplices.

  • Pues sí. Pero ¿quién...? - la interrumpió Ama Blanca. La ramera pensó unos instantes.

  • A ver, ¿quién puede serlo?. ¿Tu te ves, tal como estás ahora, como su Dueña?.

La ramera abrió la boca, quiso decir algo. Estoy seguro de ello. Pero bajó la mirada, juntó las manos en su regazo.

  • No.

  • ¿Cómo te ves ahora? - le pasó una mano por el hombro, la otra a las tetas.

Suspiraba cerrando los ojos, reprimiendo lo que sentía, lo que quería decir.

  • Una ramera - dijo moriendose los labios, esperando la confirmación de Ama Blanca.

  • Entonces, solo quedo yo. Así que es mi perro. Aunque ahí va la pregunta ¿quieres ser ramera, mi ramera? - seguía tocándole las tetas.

  • Si todo va a ser como esto, como lo de hoy, sí - dijo encendiéndose.

  • Lo sabía cielo. Sin embargo, aunque sea tu Ama, tú tendrás que pedirme que sea tu Dueña - con eso, con esas últimas palabras dejó entrever que si era Mi Dueña era porque yo se lo había pedido -. Pero otro día. ¿Qué hace una ramera vestida? - añadió.

La ramera se la quedó mirando, incrédula. Ama Blanca la cogió por la barbilla, antes de que pudiera pensar más, de que pudiera reaccionar.

  • ¿A qué esperas?.

Se levantó dejando que el consolador saliera de su coño empapado. Se quitó la blusa desabrochando lentamente los botones, con las manos temblorosas, inciertas. Se desprendió del sujetador de encaje. Desabrochó la falda y dejó que cayera al suelo, dejando el coño depilado a la vista. Miró a Ama Blanca de forma distinta a cómo lo había antes. Se mostraba sumisa, entregada, inquieta.

  • Blanca, ¿esto quiere decir que no podremos hablar como antes? - estaba preocupada. La inseguridad asomaba en cada palabra.

  • Va a ser mejor. Sólo tú puedes decidir eso. Déjate guiar y descubrirás lo que quieres. Siempre voy a estar contigo, a tu lado - la seguridad de Mi Ama provocó que la ramera se estremeciera. Cogió sus pezones con los dedos, presionándolos hasta que un gesto de dolor se reflejó en su cara -. Ahora poneros la ropa, sin ropa interior. Perro, deja tu culo lleno. La camada debe estar a punto de llegar.

Me incorporé en busca de mi ropa, dando la espalda a la ramera con la certeza de que estaba mirando lo que salía de mi culo.

  • Cuando estéis solos os quiero desnudos, con el collar puesto. Ramera, mañana tienes que tener uno como el del perro.

Estuvimos sentados en el sofá hasta que llegó la putilla. Estábamos hablando de cosas sin importancia. Bueno, es lo que estábamos aparentando. La putilla se sorprendió al ver a Ama Blanca sentada entre nosotros, aunque se alegró al verla.

  • ¡Hola!. Tu aquí - le dijo efusivamente.

  • Hola cielo. Me encanta conocerte, al fin.

  • Ya os conocéis, por lo que veo - la ramera intentaba disimular, aunque sus nervios la mostraban insegura.

  • Bueno...hemos hablado por facebook. Pero es genial. Eres más guapa que en las fotos ,- se cayó un momento-. ¿Cómo es que estás aquí?.

  • Bueno he conocido a tu madre en el gimnasio. Hemos empezado a hablar...y aquí me tienes cielo. Estás impresionante. Segura que vienes de estar con tu novio.

Estuvieron hablando un rato. De cosas que se habían dicho por la red. De lo contentas que estaban de conocerse. Hasta que llegó el mamón. Mi Ama se levantó enseguida, poniendo atención en él, atrayéndole con Su sonrisa de Diosa.

  • Vaya, es tan guapo como me habías dicho - miró a la putilla-. O más. Soy Blanca, amiga de tu hermana y ... de tus padres - se acercó hasta él, le dio un beso en cada mejilla pasando la mano por el cuello -.

El mamón abrió los ojos asombrado. Nos recorrió a todos pidiendo una explicación. Después de dársela, se sentó Ama Blanca al lado de la ramera empujándola con las caderas hasta que se pegó a mi e invitó al mamón a sentarse a Su lado. Cuando lo hizo le puso cariñosamente una mano en el muslo, deslizándola hacia arriba y abajo distraidamente mientras hablábamos de cosas triviales.

  • Tu madre dice que tu padre cocina muy bien. Me han invitado a cenar y, son tan amables, que como se hará un poco tarde hasta me han dicho que puedo quedarme a dormir - nos miramos la ramera y yo. No cabiamos de asombro. Solo esperábamos que fuera discreta.

  • Sí sí - se apresuró a confirmar la ramera, sonriendo apresuradamente,. Anda cariño, ¿preparas la cena? - me pidió con una sonrisa apurada.

  • Claro - respondí mirando a Mi Ama -. Blanca, debes tener hambre. Después del gimnasio...

  • Pues sí, la verdad. Seguro que ceno genial acompañada tan maravillosamente - sonrió envolviéndonos a todos -. Espera que te acompaño a la cocina - se levantó a la vez que yo, pasó delante mio - . Bájate la cremallera del pantalón y que no se te ocurra cerrarla. Lo de llamarme Blanca, se acabará pronto perro. Hoy será la última vez que lo hagas - terminó de decírmelo y salió dándome una bofetada que estoy seguro que se oyó en el salón. Empezaron a hablar de cosas que no entendía, aún cuando prestaba atención. Cuando salí para decir que ya estaba hecha la cena, me encontré con que la ramera estaba sentada en el sofá con las piernas abiertas. La falda le quedaba más arriba de medio muslo, con lo que si se la miraba de frente o un poco de lado se le podía ver el coño brillante por el flujo. La muy ramera seguía excitada. El mamón y la putilla se habían dado cuenta. La miraban de reojo, disimuladamente. No se creían que su madre estuviera tan salida.

Estuvimos cenando tranquilamente, conversando de temas que iban cambiando. Había sonrisas, risas de todos. Hasta que Mi Ama preguntó si no sería una molestia que durmiera con nosotros, que ya le habia dicho la ramera que tendriamos que compartir cama. Desee que Ama Blanca eligiera dormir conmigo.

  • No no - dijo la ramera -. Habiamos pensado que podrías dormir con conmigo. No podemos dejarte dormir en el sofá - qué bien pensado lo tenía la ramera. Se quedaron todos pensando. Sin duda cada cual deseábamos que durmiera con nosotros.

  • Si puedo elegir, preferiria dormir con tu hija - dijo -. Ya me encantaría dormir contigo - miraba a la ramera -, pero así nos conocemos mejor. Tenemos muchas cosas que decirnos. ¿Qué te parece? - le guiñó insinuante el ojo a la putilla.

  • Me encantaría Blanca. Así te explico lo que me habías preguntado jejeje - se veía contenta. Tendrían intimidad para decirse esas cosas -. Por cierto papá, ¿y ese collar?, parece de perro - me quedé sin habla. Quise esconderme. Hice el gesto de taparlo con la mano. Ni si quiera me había acordado de él.

  • Sí, es verdad, de perro - intervino Mi Ama -. Pero le queda bien, ¿verdad?. Además, si a al perro le gusta.... - la putilla hizo unos gestos de extrañeza de desaprobación.

  • Bueno, él verá, si le gusta y mi madre no tiene nada que decir....

  • No creo, se lo ha visto antes y no ha dicho nada, ¿no? - miró divertida a la ramera, esperando una respuesta adecuada.

  • Ya me he dado cuenta ya. A mi me gusta, aunque sí que es verdad que parece de perro, ahora que lo dices, jajaja - rieron los tres. Incluso el mamón las acompañaba.

  • Solo te hace falta ladrar- jajaja, más risas. Aunque estaba muerto de vergüenza, sentí alivio.

  • Ya practicará ya - dijo Mi Ama -. Pues si tanto nos ha gustado, ya sabes, siempre puesto jajaja - desde ese momento ya sabía que no.podría quitármelo nunca, que debería lucirlo de forma permanente. Humillado, me gustó.

  • Entonces, tu hijo es el único que va a dormir sólo - le dijo a la ramera -. No lo veo justo - temía lo qué se le pudiera estar ocurriendo. Me sentía espectador. Practicamente se dirigía a la ramera y a la putilla -. Verás cielo, como habías dicho que tu marido iba a dormir en el sofá, te queda un espacio en la cama. Invita a tu hijo a dormir contigo. Segura que hace tiempo que no lo hacéis y, como buena madre, debes estar deseándolo - no era una sugerencia, era una orden. Una vez más no dije nada.

  • No hace falta - dijo el mamón -. Ya duermo muy bien en mi cama.

Mi Ama y la putilla se miraron. Mi Ama, sonriente, le decía con esa ternura absorvente en sus ojos que lo solucionara, que los quería en la misma cama esa noche.

  • Venga, no seas así. Aprovechamos esta noche que tenemos invitada y la hacemos especial - el mamón fue a replicar, pero volvio a adelantarse Mi Ama.

  • Dale el gusto a tu madre hombre. A ella le apetece, ¿no lo ves? - mientras se lo pensaba añadió -. Hazlo por mi - se prolongaba el silencio . Lo tomo como un sí, jejeje.

Entre unas cosas y otras se había hecho tarde. La putilla hizo un amago de bostezo. Diría que de invitacion a acostarse. El mamón, dijo que iba a acostarse, a regañadientes, con su madre. Ama blanca les invitó a que se fueran a la cama, diciendo a la putilla que enseguida iba ella, pero que antes iba a hablar un poco con nosotros.

  • Bien - se dirigía a la ramera y a mi, ya acostados la putilla y el mamón -. Perro trae un cordón largo y vaciate el culo - mientras iba a buscarlo hablaba con la ramera -. Y tú, vas a esperar unos minutos a que se acueste tu hijo. Entrarás en la habitación con la luz incendida, te desnudas y te acuestas, busca el calor de él.

  • Pero Blanca... - le dio un bofetón. Desee que no lo hubieran oido. Pero sabía que no era así.

  • Ama Blanca, soy Ama Blanca. Hazlo y punto. Además, por tu impertinencia, vas a hacer que tu hijo se corra. Quiero las sábanas bien empapada de su leche. ¿Lo tienes claro, ramera?.

  • Sí Ama.

Ya estaba al lado de ellas. La mejilla de la ramera estaba roja, su mirada baja, sus ojos llorosos. Quise consolarla, pero adiviné en su expresión que estaba entregada, decidida.

  • Desnúdate - me ordenó -. Las manos en la espalda - las ató juntas, dejando que colgara una punta -. Acuéstate en el sofá, boca arriba. Ramera, ve a buscar una sábana para que no pase frío. Dobla un poco las rodillas perro, piernas juntas - cuando hice lo que ordenó, llevó el cordón hasta los huevos, les dio unas vueltas dejándolos bien apretados, estiró del cordón hasta llegar a los tobillos, atándolos unidos -. En cuanto estires los pies, lo harás también con los huevos perro. Así que tu mismo verás lo que haces, cómo quieres dormir. Las manos están atadas para evitar la tentación de desatarte y si las mueves más de la cuenta también estirarás los huevos. La sábana es para que no vean tus hijos cómo estás. No te muevas mucho si no quieres destaparte. Cubre al perro, ramera - ya había vuelto con la sábana -. Decías que es un perro. Así deben estar los perros, desnudos y atados. ¿A que está mono? jajaja -. Sin esperar respuesta ordenó a la ramera que se acostase -. Antes de que se duerma. Y ya sabes tus deberes. Que durmáis bien - entró en la habitación de la putilla, quedaba justo al lado del salón, dejando la puerta abierta.

Allí me quedé, solo, iluminado ténuemente por la luz que salía de la habitación de la putilla. Me mantenía con las piernas un poco dobladas, aunque sabía que durante la noche el estiramiento de los huevos iba a ser inevitable, por un lado o por otro. Enseguida oí cómo empezaban a hablar.

  • Tengo un pequeño problema - decía Mi Ama -. Como esto no estaba previsto, no he traido pijama - qué dulce, que insinuante me llegaba Su voz.

  • No te preocupes - respondió la putilla -. Puedo dejarte uno.

  • No quiero crearte molestias cielo. Si no te importa puedo dormir desnuda - enseguida la putilla le dijo que no era molestia, pero que si Ella prefería desnuda, ningún problema. Me llegaba el.sonido de la ropa de Mi Ama separarse de Su delicado, sensual cuerpo. Sentí enviada de la putilla.

  • ¿Te gusta? - la voz de Ama Blanca llegaba clara, nitida -. ¿Tú no lo tienes depilado?. ¿No?. Tienes que probarlo, te va a encantar lo que sientes - el ruido de la cama me permitía adivinar que Mi Ama estaba acostándose.

Aunque más flojo, me llegaba también la conversación de la habitación de matrimonio. La situación parecía algo tensa.

  • ¿Qué haces mamá?

  • Cariño, siempre duermo desnuda. No te preocupes. Ya me habías visto así - su tono pretendía ser distendido, natural -. Aún estoy de buen ver ¿no?.

  • No sé qué te pasa mamá. Ya hace tiempo que no te veo desnuda, ni tu a mi. Además, no se si te has dado cuenta, pero antes en el sofá lo enseñabas todo.

-¿A si?. Así me conoces mejor. Ahhh por lo de verte desnudo, por mi no te preocupes. Me gustaría recordarlo. Pero no te preocupes, ya me acuesto y así no me ves desnuda - se escuchó el interruptor de la luz. Supe que la habían apagado. Pensaba que la ramera iba a tener realmente difícil conseguir que el mamón se corriera -. Anda, acércate que note tu calor. Cuando te acostabas con nosotros me encantaba sentirte - solo pasó un segundo -. Mejor si pasas el brazo por encima de mi cuerpo cariño, te noto más próximo. Ummm que bien, eres un cielo - le preguntó si estaba nervioso, no paraba de mover el brazo con el que la rodeaba -. ¿Sabes?, te la noto más grande que la de tu padre, pero no le digas nada. No no, no te retires me gusta - no quiero imaginarme la tensión, cómo les estaría latiendo el corazón. A la ramera por hacer lo que hacía, al mamón por lo comprometido de la situación. Le decía que no se moviera, que le dejase comprobar el tamaño. Lo dura que la tenía, comparándola con la mia. Me humillaba, no se si conscientemente o si lo hacía para motivarle. Le dijo que se pusiera boca arriba que ahora quería abrazarlo ella. Que se dejara hacer, que le iba a gustar, al menos eso es lo que decía su polla. Pararon de hablar unos minutos. Le dijo que no había podido evitarlo. Que se quitara el boxer para no mancharlo con la corrida que había tenido, que no se preocupara porque se mojara la sábana y que se durmiera.

La ramera lo había conseguido. Había hecho que el mamón se corriera. Me había rebajado. No sabía cómo me iba a mirar desde ese momento.

En la habitación de la putilla seguían hablando. Del novio de ella, de cómo follaban, si se sentía satisfecha, de intimidades que me sorprendía por la claridad con la que hablaban.

  • Me siento cortada cielo - le dijo Mi Ama -. No me importa estar desnuda, pero me corta estarlo y tu en pijama.

  • ¿Quieres decir que me lo quite? - mi Ama le dijo que sí, que se desnudara. Cuando lo hizo se rieron cómplices. Oí algun beso, algún suspiro -.

  • ¿Te gusto? - le preguntó Mi Ama.

  • Nunca me había planteado hacerlo con otra mujer. Pero contigo, sí me gusta. Eres preciosa.

  • Tú también eres preciosa, cielo. Pero tengo que decirte una cosa, tienes que estar muy abierta para oirlo. ¿Estás dispuesta?.

  • Sí. No sé si me estás preocupando Blanca.

  • No es nada malo, cielo. Al contrario. Tú me gustas y no quiero asustarte. Solo quiero que sepas qué soy y cómo me gustan estas cosas. Así entenderás otras.

  • Vale, soy toda oidos.

  • Bien. Antes de empezar, quiero que abras las piernas y me dejes meterte esto en el coño. Así es como quiero tenerte mientras te lo digo - a los pocos segundos se escuchaba la vibración del consolador de la ramera y los gemidos de la putilla -. Ya puedo empezar. Como te decía me gustas. Pero soy Ama y me gusta hacerlo a mi manera. Eso quiere decir que yo mando, ordeno lo que me apetece. Y los demás obedecen. Si no es así, ya no empiezo. Supongo que sabes de qué hablo - solo hablaba Mi Ama. La putilla solo gemía -. Solo hay una condición, que los demás tienen que entregarse voluntariamente. Si se ofrecen, todo cambia para ellos y ellas. Nada volverá a ser igual. Lo tomo todo, lo controlo todo. Soy bisexual. Así que me da igual sumisos o sumisas. Así que tu decides. Si quieres ser mia, entregarte, hazlo, si no quieres, ni siquiera entrar en esa vida, también dilo. Si entras, todo lo ordeno y manejo a mi antojo. Todo pasa por mi - se hizo una pausa que pareció eterna. Solo rompía el silencio los suspiros, el placer de la putilla, que pronto se transformó en un intenso orgasmo, acompañado de una queja que salía de su garganta -. Antes de que te decidas tienes que saber que tu padre y tu madre ya son mios. Pronto sé que tu querido hermano también lo va a ser. Si dices que no, tendrás que empezar a aprender a vivir con ellos, en su nueva condición.

  • Siiii, claro claro que acepto - respondió la putilla entre suspiros -. Por favor, se Mi Ama.

  • uuumm muy bien putilla. Lo primero, tu familia ya no es tu familia. Tu padre es Mi perro, por eso el collar que le has visto y del que tendrás que hacerte de otro igual mañana. Tu madre es Mi ramera, de ahí que hoy la has visto enseñando el coño. Tu hermano es un mamón, Mi mamón. Y tu eres Mi putilla. Esos son vuestros nuevos nombres. Sois Mi rebaño. Y esta Mi cuadra - se aseguró que fuera absorviendo cuanto le decía -. Mañana quiero ese puto coño depilado, como el de la ramera. Te pondré Mi marca que deberás llevar siempre-aceleró la velocidad del consolador, aumentado la intensidad de los gemidos, convendido de que la ramera y el mamón también los oían -. Debes tratarme siempre de Usted, Ama, Ama Blanca o Mi Ama, que se oiga bien. Nunca, jamás, digas solo mi nombre. ¿Vale putilla?.

  • Si Ama, sí sí.

  • Ahora sacate en consolador, ve a por unas pinzas y póntelas en los pezones. Vuelves y me esperas con ellas puestas hasta que vuelva de ver a la ramera de tu madre - se oía cómo se levantaban de la cama -. ¿Qué haces?.

  • Ponerme el pijama, mi padr....- se escuchó una fobetada - ¿Qué...? - otra bofetada.

  • No es tu padre. A ver si lo aprendes. En la cuadra siempre desnuda, siempre. Fuera de la cuadra, nada de ropa interior, nada. ¿Lo tienes más claro ahora putilla?

  • Sí Ama. No pensé que esto fuera así.

  • Ya lo sé. Por eso te interesa aprender rápido. Haz lo que te he ordenado.

Salieron las dos a la vez de la habitación. Primero Mi Ama, que se dirigió a la de matrimonio con el pijama de la putilla puesto y detrás la putilla, pasando deprisa por mi lado. Y volviendo casi a la carrera con una pinza en cada pezón, quejándose y diciendo " entro en mi cuarto perro, a ver si me voy acostumbrando a esto".

Mientras, en la habitación de matrimonio, la conversación se había iniciado, ahora animada.

  • ¿Qué hace la luz apagada? - Mi Ama quería dejarlo ya todo listo, tomado. Se oyó el interruptor de la luz-. Ummm bien veo que lo has conseguido. Destápate y descubre a tu hijo - el ruido de las sábanas llegó hasta el salón -. Ugggss menuda dureza tiene el mamón. Ahhh ramera, no sé dónde guardas el consolador. La putilla ya lo ha probado y se lo he tenido que quitar de las manos. Menuda salida está hecha - se iban creando pequeños silencios que cortaba Mi Ama -. ¿En el cajón? No cielo. Esta noche lo vas a guardar en tu coño. Ábrete de piernas. Así ramera. ¿ No te da vergüenza hacer estas guarradas delante de.tu hijo? jejeje. ¿Tú que opinas?.

  • Nada.

  • ¿Seguro? Porque las sabanas no dicen lo mismo. Y tu polla menos. Seguro que te hubieras follado a tu propia madre, pervertido de mierda. Igual que el perro de tu padre. ¿A dónde vas mamón? - se quejaba diciendo a Mi Ama que parase, que le soltara el pelo -. Verás cielo, antes tengo que enseñarte y decirte unas cosas.

  • Ama, por favor... - cortó lo que quería decir la ramera.

  • Esta es una de las cosas cielo. Tu madre ya no es tu madre. Ahora es mi sumisa. Mi ramera. Así que si tienes que dirigirte a ella en mi presencia lo harás como ramera. Ella se ha entregado a mi. Y ese es su nuevo nombre. Y tú, ramera, ¿Por qué no te estás follando ya con eso? - en menos de un segundo se oian las vibraciones desde toda la casa -. Sientate que te pongo al día - le dijo lo mismo que a la ramera. Interrumpió un momento la situación para ordenarle a ella que se pusiera a cuatro patas sobre la cama, sin parar de follarse y que se comiera la polla del mamón de su hijo -. Ese es tu nuevo nombre. Siempre que aceptes lo que te he explicado y pidas ser Mi sumiso. La ramera ya lo ha hecho, hoy mismo. Hasta que me pida que además sea Su Dueña- los gemidos del mamón llegaban claros, casi apagando los de la ramera-. ¿O acaso no te gusta cómo te está mamando?. Puta ramera, hasta el fondo. Te vas a acostumbrar a tragar pollas de verdad, más de las que te imaginas. La del perro es una mierda. Pero la de tu hijo uuuggss- empezaron a oirse unos cachetes, los quejidos excitados de la ramera. Y el intenso y fuerte orgasmo del mamón que casi gritaba-. No pares ramera. Ponla dura y follate con la polla del mamón de tu hijo, que descubras lo que es estar llena - esperó a que volviera a estar dura y se la follase la ramera sentándose encima de ella -. ¿Y bien mamón....?

  • aagggsss ssiii siii acepto Ama

  • Bien, pues disfruta de la ramera. Eres parte de mi ganado. El macho de la cuadra, jajaja. Pobre perro. Y ya sabes, mañana sin un pelo en la polla y collar como el del perro.

Llegó al salón. Me miró fijamente, feliz, poderosa. Estiró de la cuerda hasta que me quejé de dolor.

  • ¿Pensabas realmente que lo ibas a perder todo?. ¿Ofreciste algo que no quisieras perder?. Porque si es así, lo has perdido todo. Lo he tomado. Todos me pertenecéis ya. Sois Mi rebaño. Haréis lo que me plazca. Os usaré como desee. Sobre todo a ti puto perro. Has perdido todos los derechos. Tu familia me ha elegido y pasas a ser lo más insignificante de mi cuadra. Espero que te sientas feliz. Es lo que querias. Es lo que tienes - iba a la habitación de putilla, decidida.

"¿Qué vas a ser?"