Hasta donde quiera 4

Continúa la sumisión, la entrega. Continúa el dominio, la posesión.

  • Pásame un rotulador grueso, perro - Mi Ama se asomó un momento por el lateral del armario -. Ui, si no puedes jajaja - vino hacia la mesa y cogió uno negro que había en el lapicero - ¿Sabes para qué es verdad? - respondí con un asentimiento de cabeza, moviendo arriba y abajo el consolador que salía de mi boca y que me dificultaba la visión de lo que escribía. Y por supuesto un par de arcadas que me hicieron babear bilis de nuevo. Ama Blanca desapareció detrás del armario con el rotulador entre sus dedos.

  • Acércate ramera - su voz sonó sensual, atrayente -. Te voy a marcar para que te enteres de quién eres y de lo que eres. Aunque tienes que saber que hasta que no te ofrezcas es provisional - el silencio duró unos segundos, los suficientes como para escribir lo que fuera donde fuera en la ramera, o eso supuse -. ¿Has traido tu consolador? - le preguntó.

  • Sí - fue su escueta respuesta.

  • Sí qué - se escuchó un nuevo azote.

  • Aaggg, sí Ama.

  • Ve a buscarlo - la ramera pasó unos instantes ante mi hasta desaparecer por la puerta. Tenía las nalgas rojas, muy roja. Caminaba deprisa, no sé si por no hacer esperar a Mi Ama o por estar lejos de la ventana. Cuando volvía, intrigado, la miré. "RAMERA CON DUEÑA". Lo tenía escrito en las ubres, letras negras, grandes -. Fóllate con él, hasta el fondo. Ponlo en marcha a velocidad media - había tanto silencio que pude oir el tenue zumbido. Se activaba con un con botón que aceleraba el ritmo si lo presionabas repetidas veces. Se encendía una lucecita roja cuando estaba en funcionamiento -. Perfecto ramera. Date la vuelta. Ya sabes, las tetas bien pegadas a la ventana, que lean desde la calle qué eres. Pega el coño al cristal, que aguante el consolador y junta las piernas que no se salga - imaginaba la situación de la ramera, marcando sobre el cristal la marca de Mi Ama. La lucecita del consolador que se vería desde la calle, iluminando su coño, dejando clara muestra de que lo tenía bien metido.

  • Por favor Ama, se lo suplico, no me obligue a hacerlo, bastante humillante es mostrar las tetas aplastadas y lo mojado que deja el coño el cristal. Por favor...

  • Mira ramera, no es una obligación. Es una orden. Muy clara. No estas obligada. Lo haces o no lo haces. Tuya es la decisión - sabía que Su voz, Sus palabras estaban tomándola, haciéndose con ella. Si no fuera así habría salido hace rato -. Tu misma lo has dicho, estás empapando la ventana. Así que no me vengas con tonterías. Eres tan ramera que quieres que todos lo sepan. Y lo van a saber. Así que decídete o vete - fue dulce, contundente, casi pareció discreta.

Para mi, en mi posición, era evidente que la ramera lo iba a hacer. Aunque en el fondo temía que se fuera, que empezase a caminar de nuevo hacia la puerta el despacho y dejarlo todo, que la situación la estuviera superando.

  • Mejor ahora ramera. Sabía que lo harías. Ahora estate quieta. No te muevas - escuchaba a la ramera respirar hondamente por la nariz. Lo curioso es que parecía una respiración de placer. Y no me extrañaba, con ese consolador en marcha, haciendo su trabajo, seguro que estaba gozando.

Ama Blanca apareció otra vez, dejando el armario atrás. Se oía claramente la vibración del consolador contra el cristal, golpecitos muy rápidos que se transmitían a toda la venta. Parecía un reclamo a la gente de la calle, para que levantase la mirada y pudieran observar el espectáculo. Se dirigió hacia mi, pasos cortos, contoneándose. Pasó por detrás mio, abrió un cajón y saco mi consolador, negro, con la ventosa en el extremo opuesto al que llena el culo del perro de Mi Ama. Con él en la mano, desapareció detrás del armario.

  • Vamos a llenar éste otro agujero - la respiración nasal volvió a escucharse, sustituida inmediatamente por otra bucal también profunda, algo ronca, forzada. Supongo por el dolor de sentir cómo Mi Ama le estaba llenando el culo. La ramera respiró profundamente, reprimiendo un grito, que enseguida se transformó en un gemido prolongado, casi sordo. ¿Se estaría corriendo? -. ¡Mira que eres zorra!. Menuda corrida. Ya decía que eres como el perro - siguieron unos azotes que hacían que la vibraciones se oyeran más fuertes contra el cristal. Hasta que justo volvieron a llamar a la puerta de la calle -. Date la vuelta. Estás preciosa cielo - oí un beso -. ¿Quién te lo iba a decir?. Saca un poco el culo. Más inclinada. No tanto. Ahora camina hacia atrás hasta que se enganche el consolador del culo en el cristal - menos mal que era resistente -. Uummmm ahora también verán lo ramero que es tu culo jajaja. Fóllalo mientras voy a abrir - esperó un momento hasta ver que la ramera hiciera lo que le había ordenado -. Así no, más profundo, despacio - oí sus tacones caminando hacía fuera del despacho. Adoraba Su culo. La adoraba toda.

Seguí escribiendo, escuchando los gemidos de la ramera. Su respiración. Pensaba quién sería ahora. Deseando que no fuese nadie que había visto a la ramera desde la calle, alguien que se hubiera calentado tanto que hubiera decidido intentar aprovecharse. Estaba lleno de vergüenza, sumido en tal humillación que deseaba que fuera alguien que se hubiera equivocado. Hasta que Mi Ama abrió la puerta.

  • Pasa. Has sido puntual, gracias - esa voz tan melosa, tan dulce, profunda, me derretía -. Hay alguien que te está esperando.

  • ¿Quién, mi padre? - quién si no. Estaba en mi trabajo -.

Quise fundirme, enterrarme, que la mesa creciera y me cubriese, que me tragase.

  • Entra y lo verás cariño - oía los pasos de los tacones de Mi Ama y las bambas del mamón chirriando la suela de caucho al caminar.

Empecé a verle aparecer despacio, intrigado. Aunque antes de verse plenamente cesaron los pasos.

  • ¡Mamá! - la vió antes de llegar a la puerta. La ramera quedaba justo enfrente. Un sollozo de ella se escuchó en todo el despacho. Lloraba sonoramente. No se esperaba algo así. No quise ni pensar en la reacción del mamón cuando también me viera. Ni en lo que pensaría. Ni mucho menos en lo que podía pasar.

Seguí escribiendo. Haciendo repaso de cómo se habían desarrollado las cosas. De cómo después de esa noche convencí a la ramera para que añadiera "sumisa" a su nick y de cómo le dije el gimnasio que frecuenta a Mi Ama.

  • Ya está perro. Ya he hablado con la ramera - lo sabía. De hecho le informé a Mi Ama de ello. Una tarde, al volver del trabajo, me encontré a la ramera escribiendo con el móvil. Sólo me dijo que había conocido a una persona por la aplicación. Supuse que se trataba de Ama Blanca, aunque ni Mi Ama ni la ramera me dijeron nada -. Parece simpática, aunque al principio estaba muy en guardia. Pronto voy a conocerla. Pero primero quiero hacerle una visita al gimnasio - me miraba fijamente, apoyada su deslumbrante cara sobre sus manos que apoyaban los codos en la mesa. Estábamos en casa de Su amiga Isa, esperando a que llegara. Mi Ama tenía llaves que le había dejado en una ocasión y que aún no se la había devuelto -. Pronto también tendré las de la cuadra - dijo mientras abría la puerta -. Escuchaba atentamente lo que me decía, esperando que me dijera más sobre lo que había hablado con la ramera. Sentado frente a ella, desnudo, solo con el collar puesto -. Trae el maletín que has traido, a ver qué escondes dentro - me levanté como con un resorte, fui hasta el recibidor y se le entregué -. Déjalo en el suelo, ábrelo y vacíalo - fui a agacharme pero enseguida me cogió fuerte por los huevos estirándolos hacia abajo -. De rodillas perro - lo hice enseguida, casi soltando un gemido. Por fin los soltó y esperó que empezara a hacer lo que me habia ordenado.

Tenía varias prendas en el interior. Nunca he sabido cómo se llaman. Las tenía para ponérmelas, excitarme con su tacto e intentar adivinar cómo se sienten las mujeres y sobre todo sacar mi lado femenino. Ya que estamos, sentirme puta. Nunca las había lucido delante de nadie. Seguía siendo un reprimido. Y por supuesto, con ellas pretendía resaltar mi sumisión, que siempre iba conmigo. De alguna manera anulaba mi masculinidad y me ayudaba a sentir más inútil, poca cosa.

Me encontraba que tenía la oportunidad de vivir lo que tantas veces me había imaginado. Mostrarme dispuesto a cualquier deseo de una Ama. Y en esos momentos podría hacerlo nada menos que delante de Ama Blanca.

Con el maletín abierto, empece a sacar una a una. Un mono negro, elástico, de encaje, otro rojo, medias blancas y negras de rejilla, ligueros, blanco, negro, beig, rojo. Dos bodys negros de encaje que se cerraban entre las piernas con corchetes. Un picardía blanco, transparente y encaje por delante, tan corto que ni siquiera llegaba a cubrir las nalgas, ceñido y elástico. Solo recordarlo me sube la líbido. Me siento sumiso, puta, maricón.

  • Vaya una colección putón. Pero te he dicho que lo saques todo.

Terminé por sacar el consolador negro, unas anillas unidas en una tira de piel de unos dos centímetros de ancho y que me había ordenado usar en más de una ocasión, reprimiendo la erección de la polla durante largos ratos, y un tanga negro.

  • El tanga ya no lo necesitas. Asi que guárdalo en el cajón de la putilla, bien visible - era evidente que la prohibición de usar ropa interior iba a ser prolongada, si no eternea. Y más la femenina, que era la que me encantaba -. Ponte el body rojo. A ver cómo te queda - no puedo decir que me diera vergüenza. Era lo que esta deseando. Aunque sí que me invadia una humillación placentera. En ese momento llego la Señora Isa. Nos miró sorprendida. Primero a Mi Ama. Luego a mi. Después otra vez a Mi Ama.

  • ¿Pero qué es ésto?.

  • ¿Qué opinas?.

  • Ufffss, que parece un putón. Y mira qué caderas de puta tan preciosa. Le queda bien al cabrón - se estaba excitando -. Me la tiraría aquí mismo, jajaja.

  • Menuda sorpresa, ¿verdad? - Ama Blanca la miraba, divertida, provocadora -. Ni yo me esperaba este espectáculo. Le voy a sacar buen provecho a este perro maricón - hizo una pausa -. Pero tu no tienes polla Isa, jejeje - le dio un apasionado beso, intenso -. Ahhh!!! Que te referias a que te follara el perro, con esa mierda polla. ¿No ves que ni se ve?. Ni siquiera sé cómo ha podido tener dos cachorros con la ramera de su mujer. Porque, ¿seguro que son tuyos perro? - sonreía, sin mirarme, sin mirar tampoco a su amiga. Bajé más la mirada. No me atrevía a responder. Hasta que una bofetada me ladeó la cabeza y me obligó a reaccionar -. ¿No contestas?. Te he hecho una pregunta.

  • Es lo que siempre me ha dicho la ramera Mi Ama.

  • ¿Que eres un pichafloja? - ahora reían las dos -.

  • Mi Ama, perdón - no quería otra bofetada -. Me refería a que siempre me ha dicho la ramera que son míos.

  • Inocente. Pero ¿qué le vamos a hacer?. Quítatelo y ponte el negro. A ver si te ves tan puta - la Señora Isa salió del salón a la vez que me cambiaba.

  • ¿Quién ha dicho que no tengo polla, eh? - volvió cuando estaba terminando de ponerme el body negro, mostrando el arnés colocado que había usado unas noches antes -.

  • Isa, no seas verdulera. Además sabes que no te queda bien encima de la ropa - volvió a dirigirse a mi -. Bueno perro. Ya veo que no ha tenido el mismo efecto, así que fuera - me dio la espalda para dirigirse a su amiga -. Cielo, esta polla - la cogió con la mano - te queda horrible vestida. Deberías tener más clase - y se giró para ordenarme que me pusiera el liguero blanco, medias blancas y el picardía blanco -. Uummm precioso putón. ¿No crees Isa?.

Me miró de arriba a abajo, diciéndo que me diera la vuelta mientras se quitaba el arnés.

  • Con ese culito, esas caderas y lo puta que la tienes, queda rompedora Blanca - empezó a desabrocharse el pantalón. Lo bajó hasta justo debajo de las nalgas, bajando también la braguita roja, hasta que Mi Ama le pregunto:

  • ¿Qué haces cielo?. Hoy no va a poder ser.

  • Blanca, por favor....

  • No Isa. Verás cariño, tengo tareas para él - se acercó hasta ella, le subió la braguita y el pantaló, depositó un beso cariñoso en la mejilla y le dijo en el oido -. Estás hecha una salida. ¿Qué va a pensar mi perro de ti?.

  • Perro, ponte solo el pantalón y la americana. Vas a ir al sex shop así, a por el vibrador para la ramera de tu mujer - Ama Blanca caminaba por el salón, recogía Su bolso, dejando el asa cogido por mis dientes mientras Ella se ponía Su abrigo ceñido.

  • ¿ No me invitas Blanca? - preguntó la Señora Isa, desprendiendo frustración, diría que algo de vergüenza.

  • Cariño, lo siento. Esto es entre mi perro y yo. Y la ramera, aunque aún no lo sepa - le guiñó un ojo, abrió la puerta, salió y yo semi vestido detrás de Ella.

  • Mi Ama - intentaba pedirle que no me hiciera pasar por eso -. Por favor, permítame al menos abrochar la americana.

  • Mira perro, es lo que has querido siempre. Es lo que eres. Es lo que tienes. Además, estas cosas nada dependen ya de ti. Si quiero que pases vergüenza la pasas, si te quiero humillado lo estás, si te quiero como se me antoje lo estás y...si es que estás muy mono maricón. Verás como no es para tanto - iba un paso detrás de Ella. No porque me lo hubiera ordenado, si no porque estaba viviendo tan intensamente cuanto me acababa de decir que prefería no sentir la vergüenza de las miradas que me parecía esperar en primer plano.

  • Ya hemos llegado. Vas a entrar tu primero. Quítate la americana antes de hacerlo - mi mirada de súplica lo decía todo -. Tan solo vean tu pinta van a saber que eres sumiso, espero, jejeje. Te diriges al depentiente o dependienta y le dices que tu Ama te ha ordenado comprar un vibrador y que si te puede indicar dónde están. Así saldrán de dudas - me miró a los ojos levantándome la cara por la barbilla. Estaba temblando, cogiendo aire, suplicando que no tuviera que vivir eso. Me dio un beso en la mejilla que me llenó de vida -. Mira a quien te atienda, a quien te mire a los ojos. Quiero que te empapes de su mirada para que notes lo que piensan. Hasta que esté a tu lado grábalo con el móvil. Querré saber que lo has hecho... Voy a tomar un café y vengo.

Me quité la americana y entré en el sex shop rápidamente. Prefería que me vieran dentro con el picardías de cintura para arriba que estar pensando en la calle lo que iba a hacer. Empecé a caminar franqueado a izquierda y derecha por lencería femenina muy sexy. Humillado, rebajado, casi sin respirar, consciente de la pinta que llevaba, con el collar bien a la vista, con los pezones que aparecían desnudos por el encaje, el móvil con la grabadora de video en funcionamiento en la mano. Hasta que llegué a la altura del dependiente que me estaba observando desde que había entrado. Estaba sorprendido, con cierta mirada de desprecio, de asombro.

  • Disculpa, tengo que comprar un vibrador por orden de Mi Ama - esperaba que la vergüenza me estuviera permitiendo hablar con el tono justo de voz como para que se oyera y grabara -. ¿Me puedes indicar dónde los tenéis? - me costaba mantener la mirada fija en la suya. Me indicó la sección donde estaban expuestos.

  • Si necesitas algo, ya sabes - me dijo algo serio y pasó detrás del mostrador.

Miraba los vibradores, los dildos, los consoladores. Como es lógico, había de diferentes colores, formas y tamaños. Incluso me imaginaba alguno de ellos llenándome el culo. Otros follando a la ramera. Y con todos pensando cuál elegiría Mi Ama.

En aquellos momentos estaba sólo. Por lo que empecé a relajarme, aún sabiendo que el dependiente no perdía detalle.

A los pocos minutos entró una mujer, buscando aceites de masaje que estaban al lado de los vibradores. Sentí su mirada alucinada. Se cruzaron nuestras miradas a la vez que se giraba buscando al dependiente, como para pedirle explicaciones o para quejarse.

  • No te preocupes - le dijo -. Es un sumiso.

La chica se volvió hacia mi, interrogante con su mirada.

  • Mi Ama me ha ordenado comprar un vibrador - no supe ni por qué lo dije.

  • Ahhh. ¿Y ya sabes cuál vas a elegir? - ya tenía media sonrisa.

No me dió tiempo a decir nada más. Mi Ama venía directamente hacia mi. Segura, contoneando las caderas, desabrochándose el abrigo.

  • Estoy buscando a mi perro - le dijo al dependiente, señalándome con un gesto de cabeza -. Espero que no esté incordiando - terminó de decirle avanzando hacia mi, dejando al dependiente atrás, sin esperar respuesta.

  • ¿Es tuyo? - le preguntó la chica.

  • Sí.

  • ¡Qué pasada! ¿Quién iba a esperarse esto...?.

  • ¿A sí? - se interpuso entre la chica y yo -. Pues ya ves que esto existe cielo.

  • ¿Y no se siente humillado así? - señaló el picardía -.

  • Contesta tu, perro - se apartó y me dejó ante la atenta mirada de la chica.

  • Sí, estoy humillado - no sabía donde meterme qué hacer, si cubrirme el cuerpo con los brazos, ponerme la americana...

  • Oye, ¿te molesta? - le preguntó Mi Ama.

  • No no, curiosidad - se le notaba cortada -. ¿Por qué lo tienes así?.

  • Porque es como le quiero tener cuando está comprando un consolador para la ramera de su mujer - la cara de asombro de la chica hablaba por sí sola -. Está como quiero... y a él le gusta - recorrió a la chica con la mirada, la retuvo delante de sus ojos -. ¿Me dices tu nombre?.

  • Sonia, soy Sonia - me miró y miró los ojos de Mi Ama.

  • Yo soy Blanca, Sonia - algo me decía que una vez hechas las presentaciones habría algo más. Se dirigió al dependiente y le preguntó -. ¿Te importa si lo muestro más? Creo que Sonia lo está pidiendo a gritos.

  • Sí claro, adelante - su sonrisa le llegaba de oreja a oreja, aún sin saber a qué se refería concretamente.

  • Perro, descalzo y pantalones fuera - Su dulce voz recorrió la tienda haciéndome estremecer. Mi Ama me observaba fíjamente. Sabía que no iba a decepcionarla. Sonia estaba embelesada, incrédula. Intenté decir algo, algo coherente. Sin embargo, la mirada, el dominio que ejercía Mi Ama sobre mi, en el ambiente, en el local hicieron que las manos desabotonaran el pantalón, que empezada a bajarlo empezando a mostrar el filo del liguero cubierto por el picardías ceñido a las caderas. No quise mirar hacia arriba, quise evitarlo, pero mis ojos se cruzaron con los de Sonia que estaban abiertos, espectantes, excitados, como lo estaba su respiración. Ya con los zapatos fuera, terminé de quitarme el pantalón dejando al descubierto las gomas que unían el liguero con las medias, blancos, resaltado sobre la tenue luz del sex shop.

Allí estaba, ante la mirada de Sonia, absorta en no sé que pensamientos. Con el dependiente ya con nosotros haciendo un grupo. Luciendo ese cuerpo de sumiso, de perro de Ama Blanca. El picardía se ceñia perfectamente al cuerpo, sujeto al cuello por una banda elástica también de encaje. Quedaba por encima del culo. Sonia se acercó, lo estiró hasta que quedo donde debía estar, justo al final de.las nalgas resaltando el culo. "Así mejor" dijo. Volvió a retirarse para recorrerme mejor con la mirada. La detuvo en el pubis y la polla flácida, sonrió levantando medio labio. "Vaya" añadió cuando leyó "ESTO TIENE DUEÑA", la marca de Mi Ama. Continúo analizando hasta los pies y soltó un suspiro.

  • ¿Ahora entiendes por qué la ramera de su mujer necesita algo más grandre? - preguntó Mi Ama -. ¿A quién puede complacer con eso? jajaja.

Sonia la acompañó en la carcajada, aunque sonrojada.

  • A mi me parece patético - se atrevió a apuntar el dependiente.

  • Y lo es - apuntó Mi Ama, provocando nuevas risas y mi humillación -. ¿Tu eres?.

  • Ramón, el dueño de esto - señaló el local.

  • ¿De ésto? Será mejor que concretes, ¿no perro? - respiré hondo -. Levanta la mirada inútil. ¿Qué te dije que tenías que hacer con la mirada?.

  • Mirar fijamente a quien me observase para leer en sus ojos lo que piensan, Mi Ama - y la levanté para encontrarme fijamente con la de Ramón, que desprendían desprecio, y la de Sonia que estaba asombrada, contenta, excitada. Pensé que las mujeres que hasta ahora me habían visto así, de alguna forma se habían excitado, animado.

  • Entonces Ramón, ¿piensas que ésto te pertenece?.

Lo pensó un segundo hasta que se dió cuenta del significado de Sus palabras.

  • El perro no desde luego, jejeje - me señaló quitándome valor.

  • Seguro que te gustaría que te la mamase, ¿verdad? - me entró pánico pensando que Mi Ama me ordenase hacerlo -. Anda inútil date un paseo hasta la entrada. A ver cómo mueves ese culo - y me dió un cachete en el culo.

Caminaba hacia la entrada, ridiculizado, observado por Mi Ama, Sonia y Ramón. Los tres personas de pleno derecho. Era consciente de que me había ofrecido a una vida que me privaba de tenerlos, los anulaba.

  • Segura que mirado desde aquí no piensas igual. Mira esas caderas, ese culito. Si te lo comerías - cómo era posible que me estuviera excitando.

  • Joder, si es un putón - la voz de Ramón me llegó clara, alterada.

  • Eso mismo es lo que dice el bulto de tu pantalón -.

Se abrió la puerta entraron dos hombres. Me miraron de reojo, aunque pude observar que su mirada desprendía diversión. Me paré, más por vejación que por toparme con ellos. Pasaron junto a mi, dejándome en el centro. Como si se hubieran puesto de acuerdo, cada uno magreó una nalga continuando su paso.

  • Ramón, parece que por fin te has decidido a animar esto - dijo uno de ellos. Evidentemente se conocían. Risas por la tienda.

  • Es el nuevo maniquí - dijo Mi Ama -. A ver perro, ponte al lado del que hay. Hazte notar, jejeje. Veremos si desde la calle te hacen más caso a ti o al que hay -. Deseé que pasara cualquier cosa, que me ordenase hacer lo que fuera que me librase de aquello. Pero no fue así. Me giré para mirar a Ama Blanca, para acopiar valor y decirle que me no podía. Pero Su mira, Su sonrisa, todos los ojos clavados en mi, la excitación que emanaban, lo impidió. Me puse al lado del maniquí, esforzándome en hacerme invisible -. Pon la mano en el hombro de tu nueva amiga y ponte sexy, maricón.

Hablaban entre ellos, se oían risas. No acertaba a escuchar nada. Aguantaba la mirada de la gente que pasaba por la calle. Alguna divertida, de sorna. Me señalaban o llamaban a alguien para que me viera, para que se divirtieran con ellos. Notaba fuego en la cara. Me rabajaban cuando señalaban la polla y sonreían. Me hablaban obscenamente, dejaban besos en el cristal. Les sonreía a todos, devolvía algunos besos, a chicas y chicos. Pensaba que así lo llevaría mejor.

Hasta que Mi Ama me ordenó ir hasta ellos.

  • Parece que has calentado el ambiente - empezó a decirme -. Vas a comer pollas, pero de verdad. Como siempre has deseado. Ponte ahí - dijo señalando un rincón escondido incluso de la gente que pudiera entrar en la tienda -. Vas a hacer y te vas a dejar hacer. Hasta Sonia quiere que le hagas algo. Mientras yo atenderé si entra alguien. Desde aquí puedo verte, perro.

Fui al rincón donde me había ordenado Mi Ama. Sin esperar, me hicieron poner de rodillas metiendo la primera polla en la boca, obligándome a follármela aguantando la cabeza para que no la retirase o empujándola en un folleteo constante. Cuando se corrió, tragándome parte de la leche, saliendo el resto de la boca, callendo en suelo, me pusieron a cuatro patas. Era lo que Ramón quería, llenarme el culo. Sonia se había desnudado de cintura para abajo, se sentó en el suelo abriendo las piernas, mostrando un delicioso coño empapado de flujo. Sin que me dijera nada, acerqué la lengua para lamérselo. Se lo abrió con los dedos para que la lengua entrara más, lo recorriera entero. Una polla se puso a la altura de sus labios, pero la rechazó. "Solo quiero la lengua del maricón en el coño" dijo entre suspiros y jadeos. Las embestidias de Ramón me empujaban al coño de Sonia, metiendo más la lengua en su raja. No sabría decir cómo me la metió, pero allí estaba, llenándome el culo, abriéndolo. Movía las caderas para que sintiera más placer, para que notara la puta que se estaba follando. Sonia movia el culo, jadeando, cogiéndome de la cabeza, moviéndola para que llegara con la lengua a cualquier rincón. "Es como si me comiese el coño una ramera" estaba a punto de correrse. Me levantó la cabeza para dejar la lengua en el clitoris que empece a presionar con la punta de la lengua provocándole un orgasmo intenso mientras intentaba decir que lo mordiera. Lo cogí entre los dientes, pasando la lengua por él hasta que estalló en otro orgasmo, dejando caer la espalda hasta el suelo, tomaba aire y se apartaba levantando una pierna por encima de mi cuerpo y retirándose a cuatro patas hasta llegar a los pies de Mi Ama, donde se puso de pie, jadeando todavía.

  • Uffff menudo mariconazo perro que tienes Blanca.

El que faltaba, que aún no habia tenido su ración de placer, tomó el relevo de Sonia, metiendo su dura polla hasta el fondo, provocándome arcadas, que se intensificaban con la follada de Ramón que daba fuertes arremetidas cogiendome por la caderas, bufando del esfuerzo que hacía por reventarme. Estaban tan excitados que se corrieron enseguida, apretando el pubis con tanta fuerza que sentía los latidos de la corrida abrirse paso dentro de mi. A la vez, el otro, se derramaba en la boca, combinando la bilis con la leche que llenaba toda la cabidad, dejando en el suelo la mezcla de los dos líquidos. Cuando terminaron de vaciarse me dejaron en el suelo, tomando aire, recuperándome a cuatro patas.

  • Bien perro. Ahora tu premio. Ramón tiene una habitación trasera. Hay algún juguete interesante con el que te lo vas a pasar muy bien. Mientras, voy a dar un paseo con Sonia. Nos vamos de compras y a divertirnos. ¿Verdad Sonia?.

-Uuummm, claro Blanca. A donde quieras.

  • Ahhh perro, éste es el consolador seleccionado para la ramera de tu mujer - me lo mostró con Su dulce sonrisa, con Su mirada penetrante, cristalina, poderosa. Era cuervado, rojo, con dos botones. Uno para aumentar la vibración y el otro para disminuirla-. Ramón, trátalo bien, como tu sabes, jejejeje. Antes de que cierres estoy de vuelta - me dio un beso en la frente, miró a Sonia, se encaminaron hacia la puerta y desaparecieron.

Me quedé solo, perdido. Sabía que tenía que dejarme llevar hasta esa habitación. Tenía miedo. No sabía qué había allí ni lo que haría Ramón. Tenía claro que no era Amo. Pero desconocía si estaba descubriendo algo oculto. Aunque lo más importante era la soledad en la que me encontraba.

  • Bueno, mirad lo que tenemos aquí. Un juguete humano. Lo vamos a pasar bien - decía a sus amigos -. Perro, he asegurado a tu Ama que vamos a cuidarte. Solo quiero probar algo que tengo en el almacén. Tu Ama dice que te gustará. Lo vamos a grabar en video y se llevará una copia cuando venga a por ti. Asi que vamos, levanta y sígueme.

Me puse de pie, la cabeza gacha, los hombros caidos. Suplicando que fuera soportable.

La habitación era el almacén, lleno de estanterías y cajas. En el centro un espacio vacío con una mesa vieja. Encendieron las luces que iluminaron toda estancia. Me hicieron poner a cuatro patas. Ataron una cuerda alrededor de los muslos. Otra en los tibillos. Hicieron lo mismo con las muñecas y codos. Envolvieron la cintura con un cinturón ancho, bien apretado. Una bola de goma en la boca, roja que ataron en la nuca. Pasaron una cuerda por los bajos de la estanteria que quedaba detrás de mi culo. Otra por la que estaba enfrente. Y una por cada estantería que quedaba a cada lado de mi cuerpo. La que daba detrás la pasaron por debajo mio, igual hicieron con la que estaba en la de enfrente, atando cada una en los extremos opuestos de donde salian, obligandome a encoger piernas y brazos hasta quedar casi debajo del cuerpo. Las de las estanterías de los lados las ataron en cada costado del cinturón, dejándome totalmente inmóvil, con las postura forzada, hecho casi una bola. Ya sentía la incomodidad, el dolor de las cuerdas y las articulaciones.

  • Es por tu seguridad maricón. Así no te caerás, jajaja - los demás no hablaban, solo colacoraban, excitados.

Aunque hubiera querido quejarme no hubiera podido hacerlo. Solo gimoteaba. Lloraba.

Oí que arrastraban algo detrás mio, que manejaban algo. Giraba la cabeza pero no podía ver nada. Hasta que noté algo blando que tocaba mojado la entrada del culo. Se escuchó un click y el mecanismo de algo que noté enseguida qué era. Cuando se me llenaba el culo, a la vez que salía y entraba, adiviné que se trataba de una de esas máquinas que había visto en algún video sado. De esas que follan lo que convenga hasta que se vaya la luz o alguien lo pare. Aspiré algo, bufé. Fue inútil intentar escaparme. Intenté relajarme, suplicando, rezando que Mi Ama volviera enseguida. Puse mi fuerza mental a prueba, llamándola, pero fue en vano.

  • Para que lo sepas, está programado para que acelere y disminuya el ritmo ella sola. Así lo vas a disfrutar más. Cuando quede casi parado querrás que aumente el ritmo. No te preocupes, llegará, jajaja.

Apagaron la luz, cerraron la puerta del almacén y me dejaron solo con el tormento.

Estuve follado, lleno, durante dos horas. Todo me daba igual. Todo estaba perdido.

Entró Mi Ama, me recogió.

  • ¿Qué vas a perder?