Harry y la calentura del sexto curso (1)

En el verano entre el quinto y el sexto curso de Hogwarts, Harry descubre en la Madriguera que tiene un nuevo poder y con la ayuda de sus amigos explorará todo un nuevo mundo de sensaciones.

Atención: Aunque esté basado en la saga, solo los personajes serán canon, no sus relaciones. Esta serie está pensada para ser a largo plazo y explorar todo lo que pueden ofrecer los personajes. Con esto quiero decir que habrá casi de todo a lo largo de todos los capítulos y para no tener la historia repartida en varias categorías los pondré todos en la de Parodias. El correo está abierto para sugerencias para poder mejorar la experiencia lectora, las propuesta sobre relaciones se tendrán en cuenta, lo cual no quiere decir que vayan a salir. Se estudiarán y si me convencen cómo encajaría en la trama las meteré. La trama principal ya está ideada y las relaciones entre los personajes iran surgiendo poco a poco. Ante todo, esto es un 'fanfiction' que no solo va a ir sobre sexo, aunque obviamente será un tema principal. Teneis abierto mi correo para las sugerencias que tengais y espero que paseis un buen rato.


UNA NUEVA FUGA

El verano entre el quinto y sexto año estaba siendo más largo que de costumbre para Harry. Dejar atrás todo lo que había sucedido en el Ministerio de Magia, en un nuevo enfrentamiento con Voldemort, le había dejado exhausto. Tampoco ayudaba el hecho de que Dumbledore le hubiera revelado todo lo referente a la profecía. Aun así, Harry se obligaba a ver el lado positivo de las cosas y haber conseguido que su mentor fuese restituido como director de Hogwarts era un premio bastante bueno, sobre todo al tener la seguridad de que no tendría que volver a lidiar con la arpía de Umbridge. Sin duda, el año había sido largo… pero más lo estaba siendo estar de vuelta en casa de los Dursley. Estar lejos de Ron y Hermione siempre se hacía duro, sobre todo en el periodo estival y Harry solo podría pensar en poder pasar lo que quedaban de las vacaciones en la Madriguera de los Weasley. La noche ya había caído sobre Privet Drive y el niño que sobrevivió ya se había puesto el pijama para irse a dormir. Como cada noche, antes de cerrar los ojos volvió a mirar la foto de sus padres que tenía sobre la mesita de noche y sonrió débilmente cuando ellos le miraron desde dentro del marco. Un recuerdo que a veces dolía, pero que era mejor que nada.

Cuando ya finalmente estaba cerrando los ojos, un ruido proveniente de la calle le alertó. Como si de un platillo volante se tratase, un gran haz de luz inundó la habitación desde el otro lado se tratase. Pero Harry sabía que no se trataba de ningún ovni. Como ya hubieran hecho unos años atrás, sus amigos habían vuelto para hacerle más llevadero lo que quedaba de verano. El coche volador de los Weasley se materializó frente a su ventana, no era el antiguo, claro, pues ese quedó destruido por el Sauce Boxeador. Ni corto ni perezoso, Ron se asomó por la ventanilla de atrás del auto hasta que casi medio cuerpo quedó fuera del mismo y sin ningún tipo de cuidado comenzó a aporrear la ventana de su amigo. Harry trató de darse prisa para abrir la ventana, antes de que ningún vecino reparase en la presencia de un coche volador en la calle.

—Ron, ¿qué estás haciendo aquí? —preguntó Harry asomándose por la ventana.

—Suponía que te estabas aburriendo, así que convencí a Fred y George de tomar prestado el coche de papá para venir a por ti una vez más.

A Harry ni le había dado tiempo a sonreír cuando la puerta de su habitación se abrió de forma violenta y la silueta de su tío Vernon apareció tras ella con una evidente cara de enfado. Ni siquiera se sorprendió de ver un coche flotando fuera de la ventana, pues los desvaríos mágicos que siempre rondaban a su sobrino habían comenzado a ser demasiado comunes.

—¿¡Otra vez te vas a escapar en mitad de la noche!? —Bramó mientras se acercaba a la ventana.— Bueno, ¿sabes una cosa? Que ya me da igual todo. Vete, si quieres irte, mientras no me vuelvas a romper la ventana. Sera mejor para todos, tú estarás más contento y nosotros no tendremos que lidiar con tus locuras y además tendremos una boca menos que alimentar.

Harry casi no se lo podía creer y mucho menos Ron, que parecía que estaba más que listo para romper alguna que otra norma mágica si no dejaban marchar a su amigo. Tras salir de su sorpresa, Harry comenzó a preparar todas las cosas. Llenó la maleta de toda la ropa que necesitaría durante el curso en Hogwarts, recopiló todos los libros necesarios y, por último, le pasó a Ron la jaula de Hedwig, que la metió en el coche con sumo cuidado. Tras lanzar una última mirada a su tío Vernon, el niño que sobrevivió pasó del alfeizar de la ventana al coche y saludó a Fred y George.

—Bueno, esto ha resultado mucho más fácil de lo que habíamos esperado— comentó el primero.

—Menos mal. Ahora, de vuelta a casa y conduce con cuidado, hermanito —añadió el segundo.

El coche se volvió invisible una vez más y comenzó su ascensión hacia los cielos de Londres.

—Por cierto, cuando lleguemos a casa te espera una sorpresa —comentó Ron dejando a su amigo con la intriga.


CÁLIDA BIENVENIDA

La visión de la Madriguera era inconfundible. Una torre sobre otra, sobre otra, sobre otra… parecía que en cualquier momento se podía venir abajo, pero la magia hacía bien su trabajo y mantenía todo unido. El encontrarse en la puerta de la casa le hizo sentirse como si de verdad hubiera vuelto a su hogar, pues los Weasley siempre le habían tratado mucho mejor que su familia sanguínea y eso es algo que nunca iba a poder olvidar. Casi no le había dado tiempo a poner los dos pies dentro de la casa cuando la señora Weasley se lanzó a por él. Harry sintió como el fuerte abrazo le aprisionaba contra los grandes senos de la madre de su amigo. Con el paso de los años había conseguido dejar de sentirse incómodo ante tal contacto, pero al principio no sabía muy bien cómo reaccionar y sus hormonas de preadolescente no ayudaban en absoluto. El siguiente en saludarlo fue el padre de su amigo, que le estrechó la mano con su característica sonrisa. Por suerte para Harry, antes de que pudiese hacerle ninguna pregunta sobre el último artilugio muggle de moda, por la escalera del fondo de la habitación apareció Hermione.

—Aquí está la sorpresa —comentó Ron.

Harry y Hermione corrieron el uno al otro hasta fundirse en un emotivo abrazo. No habían pasado ni dos meses desde la última vez que se vieron pero a Harry le dio la sensación de que Hermione había vuelto a cambiar una vez más. Tanto él como su amigo Ron habían sido testigos de la transformación que ella había sufrido a lo largo de los años, cómo había pasado de ser una niña a toda una mujer y, a pesar de todo, se seguía desarrollando día tras día. Aun así, Harry no veía a su amiga con ojos de deseo. La amistad que tenía que con ella era demasiado importante como para arruinarla con algún tipo de amorío. Además, cuando terminó el último curso, Ron le confesó que quería dar un paso más allá con Hermione, pero no sabía si ella le correspondería y también tenía miedo que su confesión acabase con todo.

—Pero, ¿a qué esa no es la única sorpresa, Ron? —comentó desde el otro lado de la habitación Fred, lo que hizo que el abrazo entre Harry y Hermione se terminara.

—¿Qué más hay, Ron? —inquirió el chico de las gafas.

—Bueno, la verdad es que… yo… esto… lo cierto es que… —comenzó a tartamudear su amigo mientras la cara se le ponía de un color similar al del pelo.

—Desde luego que no puedes ser más tonto —comentó Hermione con una fingida desesperación y algo de gracia en su tono mientras se ponía junto al pelirrojo. Le agarró la mano y le plantó un suave beso en los labios.

Harry se quedó con la boca abierta, mientras su mirada iba pasando de uno a otro de sus amigos. Su cerebro tardó varios segundos en unir todas las piezas del rompecabezas. Cuando salió de su trance se lanzó a abrazar a sus dos amigos.

—¡Por fin! Sabía que en algún momento llegaría este día —comentó Harry con emoción.

—Pues nosotros no lo sabíamos —comentó Fred.

—Y vaya sorpresa que nos llevamos —terminó George.

—Sobre todo tu George, que aún recuerdo la cara que se te quedó cuando lo descubriste.

—Sí, sí. Imagínate que entro al cuarto de Ron y me lo encuentro enrollándose con una de las chavalas más guapas y más listas de Hogwarts. Si llego a entrar diez minutos más tarde quién sabe lo que me hubiera encontrado —relató George haciendo que ahora fuera Hermione la que se puso más colorada que un tomate.

—¡Cuidado con lo que dices de mi novia! —bramó Ron, que cogió una cuchara y se la lanzó a la cara a su hermano. Sin embargo, Fred estuvo rápido y protegió a su gemelo con un rápido movimiento de varita.

—¡Ya está bien! George no seas guarro y tú, Ron, la próxima vez ya sabes que tendrás que poner una corbata o un calcetín en el pomo de la puerta. —Tras haber puesto orden en la casa la señora Weasley se giró a Harry— Cariño seguro que estás cansado, ¿por qué no subes las maletas al dormitorio de Ron? Lo tendrás entero para ti, pues ahora que se ha descubierto todo el pastel los enamorados se han mudado a la habitación de Bill, que está vacía desde que se fue a vivir con Fleur.

Harry agradeció el orden que puso Molly, pues estaba deseando darse una buena ducha antes de cenar e irse a dormir. Había sido un día muy largo, lleno de altibajos, pero ahora todo comenzaba a ir mejor que bien. Mientras subía las escaleras hasta el segundo piso, donde estaba la habitación de Ron, pensaba en lo que le iba a deparar el final del verano. Tan absorto iba en sus pensamientos que a punto estuvo de chocarse con Ginny.

—Oh, hola Ginny —dijo Harry antes de darse cuenta de la situación. Y es que la pequeña de los Weasley había salido del baño y solo se cubría con una toalla que casi no le daba para taparse los pechos y que le quedaba muy por encima de la rodilla.

Ginny abrió mucho los ojos. De pronto, le invadió la vergüenza a la pequeña y la cara se le tornó de color rojo. Sin decir nada, bajó la mirada, se dio media vuelta y echó a correr a su habitación, que se encontraba al otro lado del rellano del segundo piso, dejando a Harry con tres palmos de narices. El joven se ajustó las gafas y prosiguió su camino hasta la habitación de Ron. Nada más entrar dejó la maleta sobre el escritorio y se dispuso a sacar la ropa. Esta vez sería raro no tener que compartir la habitación. Se había acostumbrado a quedarse hasta las tantas de la madrugada hablando con Ron sobre alguna tontería o sobre las chicas de Hogwarts. Claro está, su amigo casi solo tenía palabras para Hermione y Harry ahora se alegraba de que todo hubiese salido bien. De la maleta sacó la toalla y una muda de ropa limpia. Como era tradición en la Madriguera, Harry se asomó a la escalera y gritó que iba a ducharse, para que nadie entrase en el baño. Por supuesto el baño tenía un cerrojo, pero existiendo el Alohomora en el mundo de la magia de poco servía.

Tras cerrar la puerta Harry comenzó a desvestirse, dejó la toalla sobre el lavabo y entró en la tina. Como era habitual, el agua salió a la temperatura perfecta, como si fuera cosa de magia, pensó con sorna. Llegó el momento del jabón y una imagen asaltó su cabeza en el mismo momento en el que comenzaba a enjabonarse sus partes más nobles. “¿Desde cuándo a Ginny le habían salido tantas tetas?”, se preguntó Harry. La menor de la familia había terminado cuarto curso con unas notas excelentes y ya apuntaba maneras de ser una gran jugadora del quidditch y, a pesar de que pasaron bastante tiempo juntos en los campos de entrenamiento y mientras preparaban en Ejercito de Dumbledore, había pasado por alto el desarrollo físico que había tenido en cuestión de solo unos meses. Quizás solo lo había obviado por ser la hermana pequeña de su mejor amigo, pues para él casi también era como una hermana. Pero esa niña pequeña ya se había convertido en toda una mujer. Sus pechos se habían desarrollado mucho, quizás eran más grandes ya que los de Hermione. “Para, Harry, es la hermana pequeña de tu amigo, no puedes pensar en ella así”, pensó él, pero la realidad es que su cuerpo ya se había desconectado de su mente hacía unos minutos. Su mano recorría con suavidad toda la longitud de su miembro, marcando un ritmo lento pero seguro. Se dejó llevar por la imagen de Ginny y mentalmente le quitó la toalla con la que la había visto hacía unos minutos. Su imaginación iba desbocada y su mano siguió el ritmo. Cada vez se aceleraba más y más. Tuvo que contener unos gemidos, pues la excitación era tal que alguien podría haberle escuchado. Tras varios minutos, tres potentes chorros emanaron de su miembro y cayeron sobre la bañera. Jadeando del esfuerzo y por tener que contenerse, Harry volvió a abrir el agua y los restos se diluyeron por el desagüe. Agarró la toalla y cuando comenzó a secarse la vergüenza le atenazo. Lo que había hecho estaba mal. No debía haberse masturbado pensando en la hermana de su mejor amigo pero, al mismo tiempo, se sentía tan bien en el momento… Con la cabeza hecha un lío se vistió y bajó al salón.

La cena ya estaba preparada y servida. Una gran olla de estofado ocupaba el centro de la mesa. Todos estaban ya sentados y preparados. Harry se sentó en el hueco libre que quedaba, entre Ron y su padre. La cena transcurrió sin mucha historia. Arthur trataba de atosigar a Harry con sus preguntas sobre muggles, Molly estaba atenta a que no faltase nada, Fred y George se reían de Ron, que le prestaba más atención a Hermione a la comida, mientras que esta le daba tema de conversación a Ginny. Solo un par de veces Ginny y Harry cruzaron miradas durante la cena. Ella estaba nerviosa después de que Harry la hubiese visto solo con una toalla, mientras que él se avergonzaba de los que había hecho en la bañera, aunque ella no lo supiera. Por suerte para ambos, ninguno de los otros notó la tensión que se palpaba entre ellos. Tras la cena, cada uno se fue a su habitación, pues había sido un día bastante largo y era bastante tarde. Harry se despidió de Ron y Hermione en la segunda planta, mientras que ellos dos subieron hasta la tercera, donde estaba la habitación de Bill. Aunque estaba u poco cansado, Harry decidió que necesitaba un poco de tiempo para pensar. Así que en lugar de ordenar la ropa y los libros con magia lo hizo a mano. Era una técnica que le ayudaba a relajarse y a despejar la mente. Lo hizo con parsimonia, como queriendo que tiempo se alargase todo lo posible. Sin darse cuenta ya había pasado más de media hora y la Madriguera entera ya estaba en silencio. Tras ponerse el pijama, se metió en la cama dispuesto a dormir.

Pero entonces escuchó un ruido de nuevo. Era casi imperceptible. Trató de prestar atención y lo identificó. Se trataba como de un golpeo rítmico, como si alguien tratase de no hacer ruido con un martillo, pero sin poder conseguirlo del todo. Alguien con un martillo o… el ruido venía de la planta de arriba. Justo encima de su habitación estaba la de Bill, que ahora ocupaban Ron y Hermione. Harry trató de afinar más su oído y pronto se dio cuenta de que el golpeteo iba acompañado de otros sonidos aún menores y que seguía el ritmo principal. “Vaya con Ron, parece que no pierde el tiempo”, pensó Harry con ironía al mismo tiempo que se alegraba por sus dos amigos. Pero él no era el único que estaba alegre. Como si de un detector de ruidos se tratase su miembro le traicionó y ya apuntaba firme al techo de la habitación, justo desde donde provenían los sonidos. “¿No has tenido suficiente con lo de antes?”, le preguntó Harry a su pene. Ya se había hecho una paja pensando en la hermana de su amigo, ¿se haría otra con imaginando a sus amigos follando? ¿Cuál de las dos cosas era peor? En el silencio de la noche los sonidos se hicieron más fuertes y el cerebro de Harry no pudo más y sucumbió a la presión que ejercían sus órganos genitales y su libido. Se quitó los pantalones del pijama y comenzó a mover su mano sobre su falo. Sin darse cuenta había acompasado el ritmo al golpeteo que la cama de Ron y Hermione hacía en el piso de arriba.

Su imaginación una vez más se desbordó y comenzó mezclar en su mente imágenes. Se imaginó como si él estuviera en la habitación de arriba, siendo un observador privilegiado. Vio a Ron tumbado en la cama, mientras que Hermione saltaba sobre su miembro y movía las caderas a un ritmo demencial. La imaginación de Harry iba desbocada, pero… ¿era solo su imaginación? Todo parecía tan real, demasiado real. Si era su imaginación, ¿Por qué sus dos amigos trataban de no hacer ruido? Harry abrió los ojos y volvía a estar en su habitación, machacándose la polla con frenesí. Los sonidos volvían a escucharse lejanos… ¿seguro que había sido solo su imaginación? Volvió a cerrar los ojos y de nuevo pudo ver con claridad a sus dos amigos. Ahora habían cambiado de posición y era Ron el que introducía su miembro salvaje a una Hermione que se había puesto a cuatro sobre la cama. El pelirrojo cada vez iba cogiendo más y más ritmo. Hermione trataba de reprimir los gemidos, pero alguno se le escapaba. Mordió la almohada, tratando de hacer el menor ruido posible. Harry, tratando de imitar el ritmo con el que Ron entraba y salía de su novia, aumentó la velocidad de su mano sobre su miembro. Estaba a punto de correrse cuando un ruido le llevó de vuelta a su habitación.

Tras un primer susto inicial se dio cuenta de que nadie había entrado. El nuevo ruido no venía desde arriba, donde estaba la habitación de Ron y Hermione, por lo que Harry volvió a aguzar el oído. Cerró los ojos y notó que el sonido llegaba desde una habitación a la derecha de la suya. Era la habitación de Ginny. ¿Pudiera ser que la pequeña de los Weasley también hubiera notado la fiesta que su hermano y su amiga tenían en el piso de arriba? Harry trató de concentrarse una vez más, pero esta vez en lugar de seguir los sonidos del piso de arriba se lanzó tras los de la habitación contigua. Casi se asustó cuando ante sus ojos apareció Ginny tumbada en la cama, con el perlo alborotado, su mano izquierda sobre uno de sus pezones y la derecha acariciando su vagina con rapidez. De alguna forma Harry tenía la capacidad de ver en tiempo real lo que estaba cerca suyo, aunque se tratase de otra habitación. No era solo su imaginación. Estaba viendo todo en vivo, aunque sin estar presente. ¿Pudiera ser una habilidad heredada de su enfrentamiento con Voldemort, al igual que sucedía con el parsel? Todos esos pensamientos recorrieron fugazmente la mente de Harry, antes de volver a centrarse en el cuerpo desnudo de Ginny. Seguía escuchando a lo lejos los ruidos que hacían Ron y Hermione, pero la belleza de Ginny le robó toda la atención. Su cuerpo no era muy distinto a como él lo había imaginado unas horas atrás mientras se duchaba.

Si bien sus pechos eran un poquito más pequeños de lo que había supuesto seguían siendo más grandes que los de Hermione. Sus pezones, con una areola no muy grandes, estaban totalmente duros debido a la excitación que sentida. Su mano derecha masajeaba su clítoris cada vez más rápido. Ver a Ginny jugando con su coño encendió aún más a Harry, que notó como cada vez se acercaba más y más el momento cumbre. Se dejó llevar por los suaves jadeos de la pelirroja y tratando de contener un gran gemido eyaculó sobre su propio vientre cuatro grandes trallazos de su semen. Cuando abrió los ojos volvió a encontrarse en su habitación. Los ruidos seguían llegando amortiguados tanto de la habitación lateral como de la superior. Trató de volver a concentrarse en ellos. Primero lo intentó con los que llegaban desde la alcoba de Ginny, pero no sucedió nada. Tampoco logró volver a la habitación de Ron y Hermione. Por algún motivo ahora no funcionaba su “nuevo poder”. El sueño poco a poco se hizo presente en él. Después de haber liberado toda la energía en uno de los orgasmos más intensos que recordaba la dopamina llegó en tromba a su cerebro. Con un último esfuerzo alcanzó un paquete de pañuelos desechables que tenía sobre la mesa, se limpió la abundante corrida y lo tiró a la papelera. Lo último que escuchó antes de quedarse dormido fue un gemido ahogado de una mujer. Si fue Ginny o Hermione, le era imposible saberlo.