Harry Potter y los presentes de la Muerte II

La guerra esta comenzando y los ataques se hacen frecuentes. Ron y Ginny van a visitar a Luna, pero su casa es atacada quedando en ruinas. Ante el frio y la desesperación de los dementores, Ron tendrá que tener sexo la rubia. Mientras Molly y Dumbledore deliveran sobre los atacantes. Algo raro pasa

Ron Weasley dormía plácidamente en su cuarto ajeno a lo que estaba pasando a su alrededor. Su cuarto situado en el penúltimo piso de la Madriguera se encontraba tapizado de naranja y con innumerables fotografías de equipos de quidditch, de su familia y de Harry y Hermione en Hogwarts.

El pelirrojo siempre había sido opacado, tanto por su familia como por sus dos amigos en el colegio, pero eso no había conseguido ennegrecer su corazón. Sin embargo, tras lo sucedido en el torneo de los tres magos todo se había acentuado más. El año pasado había estado peleado con Harry durante meses y después se había peleado con Hermione por no contemplarlo como una opción viable para el baile. Durante esos meses había conseguido hacer otros amigos, pero había sido agredido y amenazado diariamente por los Slytherins. Su ira hacía que su magia fuese más fuerte y durante ese tiempo había superado a Hermione en Encantamientos.

Pero eso poco importaba, era vacaciones. Faltaba alrededor de dos semanas para volver al colegio. En los periódicos no había ninguna noticia del regreso de Voldemort. Se podía permitir tomar ese tiempo para practicar quidditch y vaguear. Aunque también intentaba mantenerse informado de los asuntos de la orden del fénix. Desde que el señor tenebroso regresó habían estado pasando por su casa un montón de magos incluidos el propio Dumbledore.

A Ron le importaba poco que otros magos viniesen a su casa, pero gracias a las visitas de la orden había podido observar a un sinfín de brujas de diferentes edades desfilar por su casa. La masturbación se había vuelto su alivio durante ese verano. Un alivio recurrente y placentero. Pero tras probar su mano estaba deseoso de probar las delicias de una mujer.

Cuando los cantos de los gallos sonaron y el sol inundó su ventana, el pelirrojo de quince años seguía durmiendo. A las horas se escuchó la voz enfadada de Molly Weasley.

  • ¡Ron Levanta!

El pelirrojo se levantó a duras penas y en pijama descendió las escaleras hasta llegar al comedor, donde en una mesa se concentraban comiendo varias personas. Para empezar, veía a su madre. La madura pelirroja utilizaba su varita con agilidad para freír el desayuno mientras con sus manos limpiaba los platos. La mujer mecía sus caderas mientras fregaba con fruición. El agua salpicaba y mojaba el canalillo interminable que la mujer poseía. A su lado se encontraba su padre que leía con atención el periódico. Su mirada era de preocupación mientras leía las noticias. A su lado, se encontraban los gemelos que charlaban entre sí con alegría ajenos a los demás. En frente de ellos se sentó junto a la pequeña Ginny que utilizaba magia para peinarse.

Tras un rato comiendo la comida que Molly iba trayendo, Ron dijo.

-Papa que lees.

Arthur con preocupación y mirada seria dijo- Lucius Malfoy a convencido a Fudge para aprobar una nueva ley. Se supone que es para democratizar el sistema político del Wizengamot, pero parece más una excusa para excarcelar presidiarios.

Ron pensó rápidamente que cualquier cosa que hiciese Malfoy era por alguna orden de su amo resurgido, pero no encontró la conexión.

Su padre continuó y dijo- Con esta nueva ley, las familias de sangre pura tendrán voto en las leyes del Ministerio. La mayoría de esas familias son afines a quien no debe ser nombrado. Prácticamente el ministerio está en sus manos. Además, Malfoy exige la liberación de aquellos presos que no cometiesen crímenes contra la sociedad mágica por lo que una gran variedad de mortifagos serán liberados.

Padre e hijo se enzarzaron en una discusión hasta que Ginny dijo en tono dulce.

-Papa puedo ir a ver a Luna.

La mirada de Arthur se volvió a su hija y dijo- Ginny puede ser peligroso. No es prudente que salgas sola de casa.

La pelirroja dijo- Luna vive en la colina siguiente vamos. No es peligroso. Si algo me pasara enviaría chispas verdes y vendríais a por mí- declaró la joven.

Molly lo meditó y dijo- Ve con Ron.

La pelirroja sonrió mientras veía como su hermano la miraba con un ligero desprecio. Ron pretendía pasar el día tumbado en la cama roncando y leyendo ocasionalmente algún libro de encantamientos de sus hermanos. Estaba mostrando dotes increíbles para esa magia. Pero por culpa de su hermana iba a tener que acompañarla a ver a una amiga a la colina de al lado. Se levantó del asiento y fue un momento a agarrar su varita. En estos tiempos era mejor ir armado siempre. Su hermana lo esperaba en la puerta.

Ambos caminaron por la colina atravesando el pasto. Ron seguía a su hermana que conocía el camino. Ginny caminaba rápido mientras charlaba y observaba toda flor o criatura inusual. Ron por el contrario caminaba lentamente mientras observaba disimuladamente el trasero de su hermana. Ginny vestía una túnica antigua de la época escolar de su madre, pero había sido transmutada para ser más ajustada a su delgado cuerpo y más lustrosa de lo que debería.

La pelirroja mecía las caderas sin saberlo y eso hacía que la tela se ciñera a su culo. Un culo del que afortunadamente podía estar orgullosa. El ejercicio físico había hecho que el culo de Ginny fuera un placer visual para cualquiera y que además tuviese el suficiente musculo para que al andar levantase el ánimo de las personas alrededor. Prendado de la visión, Ron deseaba ver ese trasero sin ninguna ropa puesta. Por desgracia esta era su hermana y eso era demasiado.

La pelirroja giró la cabeza y viendo la mirada agachada de su hermano dijo en tono gracioso.

-Ron, debes dejar de mirar a todo el mundo con cara de querer partirles el culo. Así nunca conseguirás nada con ninguna chica. Si es que eres patético, hermanito. Hermione que va de mojigata le hizo una cubana a Krum en el torneo.

Indignado por la acusación, el pelirrojo dijo- Cállate Ginny. Hablas de mí cuando tú todavía no has conseguido nada con Harry. Ni siquiera un beso.

Su hermana calló mientras Ron veía asustado como su tez se volvía de un tono más rojo que su cabello. Enfurecida se dirigió a su hermano y alzando su varita le amenazó para luego decir con voz seria.

-No le he podido dar ni un beso. Pero este año, Harry se merece un premio por haber luchado contra Voldemort y haber sobrevivido varias veces- la pelirroja intentando fastidiar a su hermano se dedicó a decir en voz alta- Solo imagínate, Ron. Harry tendrá lo que tú nunca cataras. Solo imagina a Harry desnudo, en el sofá de al lado de la chimenea de la sala común. Su pene enorme apuntando al techo mientras yo le beso. Debajo nuestra estará Hermione con sus melones al aire, envolviéndolos alrededor de ese falo. Y a nuestro lado todas las chicas de Gryffindor que Harry conozca. Desnudas y lamiendo su pecho, sus abdominales, sus testículos. Espero que disfrute llenando los coños de todas esas chicas- se lamió los labios con anticipación.

Ron se sonrojo totalmente furioso con lo que su hermana había dicho- Ginny no digas tonterías. A Harry le das igual, está demasiado preocupado por Voldemort. Además, con la campaña de desprestigio del ministerio será difícil que alguna chica intente algo con él. Se arriesga a mucho.

Ginny caminó y dijo- Bueno. Harry no necesita un harem. Solo necesita dos cosas. Una esposa pelirroja y una zorra tetona. Adivina, ¿quién es quién?

Ron no aguantaba mucho más, pero decidió callarse. No era bueno amenazar a su hermana. Todavía tenía miedo suficiente de su madre y su hermana había sacado varios de sus genes. Se contentó con esperar y ver si los Lovegood tenían algo interesante en su libro.

Pronto llegaron a la casa de los Lovegood. La vivienda impresiono a Ron. Era una torre circular formada por piedra oscura. Desde el monte se veían los campos de la Madriguera y la destartalada vivienda. Por el contrario, la casa parecía un faro en mitad del monte. Ginny se apoyó en la puerta y gritando dijo.

  • ¡Luna!

De una ventana salió una chica con el pelo rubio platino que con un movimiento de varita hizo abrir la puerta de entrada y dijo con voz soñadora.

-Ginny ten cuidado. Los escalones están llenos de semen de centauro. Es un buen desinfectante.

Ron miró a su hermana y en voz baja dijo- ¿Le ha extraído semen a un centauro?

Su hermana negó y dijo- Es una bromista.

Ron miró a la rubia y luego a su hermana y supo para sus adentros que esa niña estaba mal de la cabeza. La contestación ya le había hecho ver que su hermana no escogía bien a sus amigos. Entró en la vivienda detrás de su hermana, pero Ron caminaba con dificultad por la escalera. Miraba los escalones con curiosidad y cada vez que resbalaba un poco miraba asustado lo que tenía en frente. Al rato llegaron al cuarto de Luna.

El lugar estaba en la primera planta de la torre. Estaba decorado de manera extraña. Las paredes estaban cubiertas por retratos antiguos de magos medievales, había cuernos de animales y plantas por todo el cuarto. Ron miró el lugar y vio como su hermana miraba las plantas con asombro como si supiese cuales eran.

Intrigado, Ron dijo- ¿Qué plantas son?

Ginny miró y dijo- Ni idea, pero mira esos colores. Son hermosas.

Decepcionado Ron miró las plantas y entonces recordó como una de esas plantas casi lo había estrangulado con once años. Alzó la varita con temor, pero vio que la planta se retorció de miedo, como si sintiese lo que pasaba. Intrigado pero aburrido supuso que era parte de las propiedades mágicas de la planta. Podía sentir el peligro. Miró a su alrededor y pudo ver que el padre de Lovegood cultivaba esas plantas, pero no alcanzaban el tamaño de la que vio en Hogwarts.

Ginny y Luna subieron la escalera y se dispusieron a conversar en la terraza mientras observaban la Madriguera a lo lejos. Ron se quedó en el cuarto de Luna y estudio las plantas. Una pena no tener a Neville, él podría decirle mucho sobre la utilidad de esos seres. Al rato, se dispuso a investigar la habitación.

Miró los armarios y vio la ropa de la joven rubia. Luna era más baja que Ginny y menos musculosa. La belleza que poseía se debía a sus características exóticas. El pelo largo y platinado, la cara de ensueño, los ojos con largas pestañas y mirada soñadora. Su cuerpo no era para tanto tampoco, tenía un culo delgado y apretado y unos pechos modestos. No merecía la pena el intento de follarsela, pensó Ron. Su mente divagó a los enormes pechos de Hermione, los culos enormes y firmes de las jugadoras de quidditch, la belleza veela de las alumnas de Beauxbatons.

Mientras sus pensamientos se volvían más oscuros, una luz plateada irrumpió en la terraza de los Lovegood. Una comadreja irradiando luz se movía por todo el cuarto, la verlo la criatura abrió la boca y la voz de Arthur Weasley habló.

  • ¡Ron están atacando la ciudad! Intentan dar con la Madriguera. Nosotros protegeremos la casa. Cuida a Ginny, avisa al padre de Luna. No te separes de ella.

La luz desapareció. Asustado, Ron corrió a la terraza donde vio como el padre de Luna usaba el mismo encantamiento y una liebre blanca protegió la casa de las sombras negras que se acercaban. De pronto, Ron sintió frio, tristeza. Sabía lo que eran esos seres y no vendrían solos.

Sacó la varita preparada para luchar, pero de repente la casa se derrumbó. Lo último que Ron vio fue como unas figuras negras disparaban a la casa. A los pocos minutos, la luz de su varita iluminó la estancia y pudo ver que se hallaba sepultado por escombros. Se detuvo para mirar y observó como los escombros se reorganizaban formando una especie de iglú para amortiguar el daño. Asombrado se arrastró hasta llegar al lugar donde una pensativa Luna respiraba entrecortadamente mientras usaba su poder para intentar no morir aplastada.

Al ver eso, Ron entendió porque su casa no se había caído. La destartalada Madriguera era inestable pero la magia de la familia Weasley hacia que se mantuviese en su posición y aguantase. Ahora, Luna estaba intentando hacer lo mismo. Usar su magia para intentar que la casa no se viniese más abajo y los matase.

Asombrado, Ron miró a Luna y le dijo.

-Luna detente. Si sigues así, abrirás una salida y los mortifagos podrán entrar y matarnos a todos.

La joven seguía impasible, lucía asustada pero no prestaba atención a las demandas de Ron. La magia de Luna y la de su padre que estaría en algún lado sepultado provocó que una entrada se abriese y al rato pudo ver como la sensación se tristeza volvía al ambiente. Los dementores estaban buscando entre las ruinas, las emociones de desolación los alimentaban y buscaban la fuente de estas. Ron temblaba mientras a su mente solo venían recuerdos turbios.

Asustado dijo- ¿Cómo neutralizamos esto? No sé el hechizo que usó tu padre y no tenemos chocolate.

Luna dijo concentrada- Si los dementores se alimentan de la desolación entonces debemos hacer que perciban placer. Es lógico.

Ron intentó pensar en algo placentero pero el poder oscuro era demasiado. Luna al ver que su compañero iba a desfallecer, alargó el brazo y le bajó los pantalones. Agarró el pene del pelirrojo y lo masturbó sin prestar atención. Los pensamientos regresaron a Ron que vio como su pene se hinchaba mientras iba alcanzando su máximo esplendor. El pene de Ron era un bate de golpeador. De longitud decente pero increíblemente grueso. Luna al ver esto unió su otra mano al lugar.

La joven rubia era bastante habilidosa con su trabajo y parecía que se dedicaba en cuerpo y alma a producir placer. Ron comprendió de pronto el pensamiento de la rubia, el placer podía expulsar a los dementores. Así que sin avisar se lanzó encima de la joven rubia. Esta asombrada abrió las piernas para recibirle y amortiguó el golpe con las caderas. De no haber llevado la túnica eso se habría convertido en una penetración muy brusca.

Ron comenzó a besar los labios de la rubia. Ella correspondía los besos mientras usaba su lengua como ariete para pelear contra la suya. Los labios eran finos, pero la lengua era sumamente peleona y hacía que la saliva corriese por la boca, barbilla y ropa de los jóvenes. El beso fue volviéndose más agresivo, Ron pretendía dominar a la joven y Luna aceptaba ese dominio, pero pugnaba para recibir más.

Mientras Luna chupaba la lengua de Ron, el pelirrojo usaba sus manos para ir abriendo la tela de la túnica de la rubia. Con sus manos separó la tela y metió sus manos de forma tosca en su pecho tapado por un sujetador azul. Arrancó el sujetador y sus manos magrearon esos pechos. Ron sintió que la temperatura subía y el olor a sudor también, pero el efecto dementor no cesaba. La oscuridad de esos seres pugnaba por entrar, pero la actividad frenética de Luna los mantenía a raya. La rubia era multitarea.

Mientras besaba con fuerza su boca y jugaba con su lengua con maestría, sus manos aceleraban el ritmo bajo el vientre de Ron. El pene pugnaba entre los pliegues de ropa de la rubia, pero no conseguía llegar al centro del placer que deseaba. Luna empezó a respirar agitada para que sus pequeños pechos tocaran más las manos de Ron, el roce hizo que sus pezones se erizaran y le diesen algo de placer a la rubia. Esta gemía, pero Ron no parecía sentir placer tan intensamente.

La rubia intentaba atacar por múltiples zonas, pero el efecto no era lo suficientemente fuerte. La joven lo atrapó con sus largas piernas blancas. Ansiaba la penetración, pero la ropa se interponía. Ron usó su fuerza para bajar la ropa a la fuerza y alejase la ropa interior de él. Lo único que se interponía en su camino ahora era entrar ahí.

El pelirrojo echó las caderas atrás para coger impulso, pero las piernas de Luna hicieron de muelle y con un movimiento inesperado por parte de Ron este se ensartó en un agujero de la joven. Luna aulló de dolor. Probablemente la virginidad, pensó el chico mientras sus caderas seguían un ritmo aleatorio.

Luna se removía con una mueca de dolor en su cara. Pero Ron seguía insertándolo sin prestar atención a la cara de la muchacha. La joven se zarandeaba sin sentido, de vez en cuando lanzaba gemidos ocasionales, pero normalmente eran aullidos de dolor. Luna quitó las piernas y las dejó en el suelo, preparada para quitarse del camino del pene de Ron. Por desgracia las piernas fueron agarradas y llevadas al hombro del pelirrojo mientras su pene seguía metiéndose. Tartamudeando, la rubia increpo.

-Roooooonn

Ron le siguió el rollo y gimiendo dijo- Luna. Ahhh. Que bien. Que bien se siente. Eres muy seca. He tenido que hacer mucha fuerza, pero al final todo fluye. Todo fluye- dijo entre gemidos.

Luna se movía y gemía, pero Ron se limitaba a follarla con la misma fuerza que siempre, sin oír nada de lo que la chica rubia decía. La penetración hizo que el pelirrojo gozase como nunca y dejo de preocuparse por el bienestar de la chica, solo se concentró en el placer que le daban las paredes al contraerse. Lo sentía demasiado seco, pero eso no era suficiente para amedrentar a un hombre como él. Si su pene no entraba bien entonces entraría duro.

Los golpes se volvieron continuos y cada vez las nalgas de Luna se teñían de granate. Los aullidos de dolor se iban volviendo más esporádicos y breves, poco apoco iba ganado el placer. Los gemidos de Luna se volvían más fuertes conforme pasaba el tiempo, Ron por otra parte golpeaba repetidamente mientras su boca y su lengua se cernían sobre los pies de la joven. Luna movía los pies y los mantenía en tensión porque la lengua le hacía cosquillas.

Muy pronto, Luna sintió que dentro de su ano se hinchaba algo. Ron estaba a punto de estallar. El pelirrojo aceleraba su traqueteo mientras que usaba su cadera para invadir las profundidades de la cavidad de su joven amante. Su pene se hinchó y la chica gimió al ver como su ano se expandía. Ron gimió por el gran placer y descargó dentro todo lo que tenía.

El ano de la rubia empezó a contraerse a medida que el pene perdía grosor. La chica gemía de placer y bajaba sus piernas de los anchos hombros del pelirrojo. Ron por el contrario sacó su pene y admiró su obra. Podía ver los pelos pálidos de Luna desordenados y sudados arrastrándose por su cara y sus tetas. Su ropa había sido apartada dejando ver sus pechos y su entrepierna. Los pechos estaban fuera dejando ver todo su esplendor mientras veía como los pezones se mantenían todavía erizados y con signos de haber sido lamidos. El sujetador se arrastraba por uno de los hombros medio roto. Lo mejor vino cuando Ron vio las piernas sudadas y por su entrepierna chorreando iba corriendo todo el semen que había vertido dentro de la chica.

Al ver la fuente de semen salir de su entrepierna. Ron sonrío orgulloso, pero luego se atemorizó y dijo- ¿Sabes hacer algún hechizo o poción anticonceptiva?

La rubia iba arreglándose su ropa con su varita y al escuchar eso le miró a los ojos y dijo- ¿Para qué? No es necesario.

Ron miró a la joven y frunció el ceño- Luna ahora mismo tienes toda la entrepierna y las nalgas manchadas de mi leche. Tu útero estará lleno. Sino haces nada, estarás amamantando a un bebe a finales de año.

La chica sonrió mientras se ponía el sujetador y dijo rápidamente- Si es verdad eso que dices, entonces me crecerán las tetas.

Ron se rindió y empezó a arreglarse la ropa sin prestar atención a la chica. Luna se levantó para ponerse las bragas nuevamente y dejó ver toda su entrepierna que aun goteaba algo de semen. Excitado por la visión Ron miró a un punto fijo y se fijó en que el semen no goteaba de su coño, sino de su ano. Ese agujero rosado se había ensanchado y seguía soltando leche. Ron miró su pene con aprensión, aunque podía recordar lo bien que se había sentido hacer eso.

Luna ronroneó y dijo con voz aguda- La próxima vez gozaremos más sino te equivocas de agujero- rio como nunca.

Ron miró a la chica y comprendió que, a pesar de su excentricidad, no estaba tan loca como pensaba. Luego miró a la chica y dijo.

-Parece que se han ido ya?

Luna miró y dijo- Si. No se sienten dementores cerca.

Ron alzó la varita y Luna hizo lo mismo. Ambos conjuraron un fuerte hechizo Bombarda para hacer estallar los escombros y abrir un hueco por el que salir. Los dos chicos salieron y vieron como la casa estaba parcialmente derruida. El esfuerzo mágico de Luna había conseguido que la estructura no colapsara, pero los daños eran inmensos. La chica miró las ruinas de su hogar y una lagrima silenciosa salió de su ojo.

De pronto un grito se escuchó entre las piedras. Ron corrió dejando a Luna sumergida en su mente. Usó la varita como pudo quitando los escombros solo para ver como su hermana Ginny había gritado al ver la cabeza sangrando del padre de Luna. Ron miró a su hermana y esta dijo.

-Respira.

Ambos sonrieron aliviados mientras veían como la casa de Luna estaba desmoronándose. Ginny le miró a los ojos y Ron miró al horizonte solo para ver como una gran humareda envolvía la Madriguera hasta consumirla. Desde lejos, Ron podía distinguir a varias personas intentar apagar las llamas sin éxito. Ambos aguardaron hasta que un grupo de magos llegaron seguidos de cerca por Dumbledore y el resto de los Weasley.

Los magos se encargaron de curar las heridas que los Lovegood, Ginny y él habían sufrido. Dumbledore por el contrario miró la destrucción con rostro sereno y se acercó a Ron para decirle.

  • ¿Quién hizo esto, Señor Weasley?

Ron dijo- Dementores y Mortifagos. Cuatro o cinco, señor.

Dumbledore usó su dedo para subirse las gafas mientras se alisaba la barba y decía- Primero atacaron a los Lovegood, luego a los Weasley. Ningún fallecido, gracias a Merlín- se giró para confrontar a Arthur y Molly y dijo- Reuniros en el viejo lugar. Molly es el único lugar seguro.

Arthur fue a decirle a sus hijos mayores lo que debían de hacer. Dumbledore fue a hablar con los Lovegood antes de que las autoridades se lo llevasen al hospital. Tras esto, todos los hijos de los Weasley fueron marchándose por aparición hasta que tan solo quedaron Ron y Molly.

Dumbledore miró a la mujer y dijo en tono amable- Molly. ¿Sabes algo que quieras contarme?

La pelirroja retrocedió recordando la autoridad de ese hombre durante sus años de estudio. Luego miró a los ojos al director y dijo.

-Reconocí a algunos de los atacantes de la Madriguera.

Dumbledore sonrió como si ya supiese la respuesta y dijo- Nombres, querida.

La mujer dijo- Lucius Malfoy.

Dumbledore sonrió y se anticipó diciendo- Lucius odia a tu esposo no se perdería este festival nunca. Aunque esto no parece iniciativa suya. No se expondría a ser atrapado o vencido.

Molly miró y dijo- Iba acompañado por su esposa y por otra mujer.

Dumbledore miró a la mujer y apuntó a su varita a Ron- Desmaius -Ron calló inconsciente al suelo. Luego el director dijo a la mujer- Narcissa Malfoy fue juzgada y no tuvo relación con Voldemort la vez pasada. Toda persona merece un voto de confianza. ¿Cómo era la otra mujer?

Molly dijo- Se parecía a la Señora Malfoy. Pero era más alta con muslos más gruesos y tetas más grandes. La túnica negra se ceñía a ella perfectamente, lucía elegante, pero al mismo tiempo sonreía. Se veía muy saludable.

Dumbledore dijo- Su hermana está en Azkaban. Nadie saldría de ese lugar tan saludable, sino mira a Sirius.

Molly dijo- Y si es su otra hermana.