Harry Potter y los coñitos de Hogwarts 5
Capítulo especial. En él veremos como comenzó Hermione a comportarse de una manera tan impropia de ella, la clave para resolver el misterio.
Capítulo 1: http://todorelatos.com/relato/88142/
Capítulo 2: http://todorelatos.com/relato/88147/
Capítulo 3: http://todorelatos.com/relato/88229/
Capítulo 4: http://todorelatos.com/relato/88530/
Capitulo 5: Primera parte del verano de Hermione
¿Cuál era la causa del extraño comportamiento de Hermione, que hasta entonces había sido la inocente y aplicada muchacha que conocían sus amigos? Todo comenzó aquel día de verano.
Hermione se despertó con mucho calor entre sus finas sábanas. Envuelta en su cama se giró para darle la cara al nuevo día que comenzaba. El sol atravesaba la ventana de marcos blancos de su habitación iluminando la estancia. Se desperezó y se estiró, incorporándose. No comprendía por qué tenía tanto calor. Llevaba un pequeño pijama blanco, con unos pequeños pantalones y una camiseta diminuta, casi trasparente. Se lo ponía cada vez que llegaba Agosto, pues en su pueblo la temperatura permanecía alta durante todo el mes. Aun así, aquel día el calor se había superado a sí mismo. “Eso significa que va a ser un día especial” pensó ella con optimismo, sin saber lo que le esperaba. Cuando bajó a desayunar, se encontró sola en casa. Sus padres habían ido a pasar unos días en el lago a las afueras de la ciudad, en plan romántico, y habrían salido de madrugada. Le daba un poco de miedo quedarse sola, pero pensó que podría invitar a Ron y a Harry algunos días para no sufrir la soledad. Aún no había enviado la carta, tendría que hacerlo pronto. Tenía suficiente tiempo para todo y ya había terminado los deberes obligatorios de verano, además de los voluntarios. “Buf... Parece que me voy a aburrir bastante” pensó ella, tras acabar de desayunar. “Tengo unas ganas locas de ver a Ron. Espero que pueda venir”. Le avergonzaban un poco estos pensamientos que le provocaban por su pelirrojo amigo pero no podía evitarlo. Se peleaban mucho, pero por cada palabra que se decían, una chispa saltaba en el aire. Ella sabía que él tampoco había podido ignorarla. Era incluso mejor que la magia. Cuando se dirigió de nuevo hacia su habitación, descubrió una caja embalada al lado de la puerta de entrada. Entre tantas cosas no se había dado cuenta la primera vez que había pasado por ahí. Se acercó a ella y abrió el sobrecito que venía en la parte superior. Dentro había una nota en la que se podía leer:
“Para mi vecina favorita, de un amigo”
Hermione desconfió enseguida de aquel paquete anónimo. Podía ser cualquier cosa, y podría ser de cualquiera. Decidió que primero debía hacerlo pasar por algunas pruebas. Generalmente se hubiera desecho del regalo de inmediato, pero le había picado la curiosidad. Afortunadamente, conocía algunas pociones rápidas y fáciles de hacer que le permitían saber si las intenciones de aquel obsequio eran buenas o malas, dado que estaba prohibido hacer magia con la varita fuera de Hogwarts, y la chica siempre seguía las reglas. Subió rauda a su cuarto, con el embalado en las manos.
-Veamos… Que suerte que tenga esto por aquí… -murmuró mientras sacaba de su baúl su caldero de cobre y todos los ingredientes- Sí, esto servirá… Perfecto…
Siguió las instrucciones de su tratado de pociones hasta conseguir el color que necesitaba: azul casi purpúreo. Según su libro, al verter la pócima sobre el objeto recibido, ésta crearía una capa invisible sobre él, rodeándolo y protegiéndolo. Analizaría sus intenciones exhaustivamente y según la intencionalidad real del anónimo, daría un resultado u otro. Si el emisor buscaba el mal para el receptor, la poción se tornaría de un azul eléctrico y desaparecería la lámina invisible que lo cubría, por lo que se mojaría. Si, al contrario, quería el bien para el receptor, el líquido se volvería invisible y se consumiría poco a poco hasta desaparecer imperceptiblemente. Hermione era consciente de esto cuando vertió el jugo sobre la caja embalada. “Me ha salido bien” se felicitó interiormente, al verla rodearlo con su lámina invisible. Esperó durante un tiempo hasta que, de repente, el azul desapareció. Las intenciones de aquel regalo eran auténticamente fiables, así que Hermione, confiada y curiosa, lo abrió rápidamente. Dentro había una simpática figurita envuelta en papel de burbujas que tiró al suelo con impaciencia. Representaba una escoba voladora mágica, una Nimbus 2000. Aquello decepcionó sobremanera a la muchacha. Aunque el objeto era bonito, ella no era una gran fan de los deportes, y las expectativas que le había causado el paquete habían sido mayores. “En fin…” pensó resignada. Colocó la maqueta en su mesita de noche junto a la cama, con la intención de regalársela a Harry o a Ron la próxima vez que los viera y se dispuso a hacer cosas.
Pasó todo el día atareada limpiando la casa, leyendo libros, yendo al mercado a por provisiones… No tuvo tiempo de plantearse cosas sobre su misterioso regalo. Era media tarde, volvía andando de las tiendas del centro cargada con varias bolsas llenas de comida para varios días y centrada en sus pensamientos. “Necesito encontrar algo para no aburrirme… Me he leído mil veces los libros que tengo aquí, y no puedo ir a Londres a comprar más en el Callejón Diagón… Debo buscar un hobby nuevo con el que entretenerme…”. Pero por más que cavilaba, no encontraba ninguna actividad que le llamara la atención.
-¡Eh, cuidado!
-¡Oh! Perdona…
Se había chocado con su vecino de calle. No sabía su nombre, pero lo había visto algunas veces entrando en su casa. Era solo un poco mayor que ella pero debido a la introversión de ambos, nunca habían mediado palabra.
-¿Pesa mucho? Deja que te ayude- se ofreció el muchacho amablemente y Hermione cedió, solo porque ya se le habían cansado los brazos. Cargaron la mitad de las bolsas cada uno y siguieron con su camino.
-Gracias- dijo ella con una sonrisa.
-No tienes que dármelas, mujer. Además, vives aquí al lado, ¿no?
-Sí, claro, y tú vives a un par de casas, ¿me equivoco?
-En absoluto.
Hablaron de cosas banales hasta que llegaron al portal de Hermione y el chico dejó las bolsas que cargaba en el mismo felpudo.
-¿Puedes desde aquí o paso y te ayudo a descargarlas?- preguntó el chico.
De buena gana le hubiera dejado hacerlo, pero recordó que apenas lo conocía, y que, aunque se había mostrado afable, podría estar pensando cualquier cosa. Que pena no poder echarle un poco de poción de la de aquella mañana por encima, sería mucho más fácil…
-No, gracias, ya lo hago yo- repuso ella, y se despidieron amablemente.
-Si algún día te aburres o no sabes qué hacer, ya sabes donde vivo- señaló él la casa donde residía-. Tengo mucho tiempo libre.
-¡Claro, me encantaría! Tú también puedes visitarme cuando quieras.
-Venga, ya nos vemos, Hermione- se despidió el chico y se alejó a grandes zancadas.
-Hasta luego, emmm…- la chica se dio cuenta de que no sabía su nombre. Daba igual, ya lo averiguaría. De todos modos, él ya no podía oírla.
Metió toda la comida en la despensa, y en la nevera en un plis plas, y para entonces ya había anochecido. Hermione estaba muy cansada. Subió a su habitación y se encontró con la figurita. No había vuelto a pensar en ella ni en su emisor. Pensó por un momento en el vecino que le había ayudado, pero descartó la idea. Aquel lugar estaba plagado de muggles. Agradables, pero no mágicos. Era imposible que un vecino suyo le hubiera enviado una maqueta de una Nimbus 2000, así que decidió que “vecino” era un pseudónimo que había usado el anónimo. Decidió no darle más vueltas y se fue a dormir. Dulces sueños, Hermione…
Estaba en su habitación, y era de día. Hermione, sentada en la cama, se hallaba pensando en como realizar un hechizo que no recordaba. Aquello era impropio de ella. Sostenía la varita en sus manos temblorosas y se mordía el labio, nerviosa. ¿Por qué no recordaba las palabras? Ni siquiera la primera letra. Y era vital que lo recordase porque si pasaba un minuto más sin pronunciar el hechizo adecuado, algo terrible pasaría. No se levantó, pero comenzó a revolverse, asustada. El sudor comenzó a caer por su piel tersa. La adrenalina subía, a la vez que su pulso. “¡Tengo que acordarme!” se repetía, pero cuanto más lo intentaba, menos progresos hacía, y más crecía la exasperante sensación de tenerlo en la punta de la lengua. Nada, no había manera. Le costaba respirar, se recostó contra la pared, aún sobre la cama. Dejó caer las manos sin soltar la varita y se rindió. Su habitación parecía empequeñecer por momentos y el Sol había desaparecido tras unas nubes negras como la pez que anunciaban tormenta. Había algo que pudiera hacer para dejar de sentir aquel malestar. Pero entonces el minuto terminó, y Hermione empezó a escuchar ruidos detrás de su puerta. Se acurrucó en la esquina y temió lo peor. Entonces se abrió de un golpe.
Lejos de su mundo onírico, en la realidad, Hermione descansaba en su cama. Sudaba y respiraba rápido, aquella pesadilla la estaba agobiando. Entonces, algo en su mesita de noche comenzó a vibrar lentamente y a parpadear. La Nimbus 2000 soltaba una tenue luz dorada que iba cobrando más y más potencia con cada vibración. Había algo en su interior que clamaba ser liberado. Hermione seguía dormida, sin notar nada, sin sospechar nada. La luz que emanaba la figura se dirigió a ella como un lazo dorado y brillante y comenzó a rozar su cuerpo, dejando en ella rastros de la magia que contenía. Al contacto con su piel, la luz se volvía más y más brillante, y los lazos, más consistentes. Al final, Hermione, en su total desconocimiento, se hallaba envuelta por miles de tiras mágicas que la abrazaban como si la necesitasen para subsistir. Entonces, una de ellas, se dirigió traviesa a la entrepierna de la muchacha y la acarició con suavidad. Hermione gimió suavemente.
En el sueño, gritó de miedo al ver al hombre entrar en su cuarto con tanta ferocidad y detenerse en mitad de la estancia. Hermione se intentó abrazar a su misma, en un tonto intento de hacerse más pequeña, cuando se dio cuenta de que su ropa había desaparecido. Estaba totalmente desnuda y desprotegida ante el peligro. Confusa, intentó recordar cuando se había quitado la ropa, pero no consiguió siquiera acordarse de si había llevado aquel día. El hombre se la había quedado mirando con interés, pero no se acercó, como si estuviera esperando algo. Cuando Hermione dedujo que no había peligro, desapareció la tensión de su cuerpo, y fue relajándose poco a poco. Sus largas piernas se separaron de sus pechos teñidos de sudor. La chica se sorprendió al comprobar que sus pezones estaban erectos. Nunca los había visto tan duros. Sin poder evitarlo, los tocó con curiosidad y gimió. El contacto de ambas partes de su cuerpo le había proporcionado un momento de placer que jamás había conocido. Repitió su gesto y recibió la misma sensación. Le gustaba. Comenzó a hacerlo con más avidez, aprendiendo pronto qué le proporcionaba más placer. Aquel cúmulo de sensaciones estaba haciéndole algo más: notaba la humedad que comenzaba a formarse en su entrepierna. Los estiró, los aplastó con sus dedos humedecidos, y los acarició levemente. Entonces se dio cuenta de que había olvidado al desconocido. Lo miró sin miedo, él no había cambiado la expresión de su cara, pero entonces Hermione deseó algo que nunca antes había deseado, y el hombre, como movido por su voluntad se empezó a acercar a ella.
En la realidad, Hermione brillaba como una estrella al estar envuelta por los tentáculos brillantes. Éstos se movían con libertad por su cuerpo, y sobre todo el que se revolvía en su entrepierna húmeda, le proporcionaban lo que soñaba. Por primera vez aquella noche, la chica gimió en sueños. En ese momento, la figura de la Nimbus 2000 comenzó a cambiar de forma. Se alargó, se endureció… cambió totalmente de aspecto con la seguridad de que pronto sería utilizado.
Se había arrodillado ante ella y le había abierto las piernas sin decir nada. Ella, tan caliente como estaba, no se lo había impedido. Aquel desconocido le iba a dar lo que ella necesitaba de una manera o de otra. No hubo necesidad de pedirle nada. Como si leyera los pensamientos de Hermione, el hombre utilizó un dedo para acariciar el suave y depiladito clítoris de la muchacha. En ese momento ella sintió que no podía haber más placer en el mundo que aquel. Como se equivocaba… Se acercó más al hombre, que sabía qué tenía que hacer. Tomó el trasero de la chica con sus manos e inclinó su cabeza hacia su vagina. Lamió la parte de arriba lentamente con parsimonia, pero algunas veces aceleraba sin avisar, provocándole gemidos de éxtasis. Repasó su entrepierna con la lengua varias veces, hasta que ella ya no podía más.
-Oh, Dios… ¿Qué ocurre? Quiero llegar ya…
-¿Ya?-preguntó el hombre, hablando por primera vez.
-Sí…- murmuró ella. Entonces el hombre se chupó los dedos y los introdujo en el orificio de la muchacha, metiéndolos y sacándolos-. Ooh… Ooh… Como me gusta…
Ella misma volvió a acariciarse los pezones, provocándose así una doble sesión de placer. Aunque nada se comparaba a la habilidad del desconocido, que alternaba sus dedos y su lengua en el coñito de Hermione. Ella gemía, totalmente desinhibida.
-Te gusta, ¿eh? ¿Qué te parece? Nunca lo habías probado y ahora ya no vas a querer vivir sin ello, ¿verdad?
-No… Mmmh… -respondía ella, sin saber que con aquellas palabras sellaba un trato.
-Quiero ver hasta donde puedes llegar- dijo el hombre, y se detuvo. Se subió a la cama con Hermione sin tocarla.
Ella casi enloqueció. Necesitaba el tacto de aquel hombre. Quería su orgasmo, su corrida, haría lo que fuera para conseguirla.
-No, no pares ahora, por favor…- suplicó, acercándose ella a él.
-¿Por qué? ¿Mi putita quiere correrse?- preguntó él, descaradamente, pero a Hermione no le importó el calificativo.
-Sí, por favor, no pares…- gimió.
-Entonces asumes que eres mi putita, ¿verdad?
-Sí, sí, soy tu putita. Haré lo que sea.
-Por supuesto que sí- accedió el hombre, y la colocó a cuatro patas. Se bajó los pantalones. Hermione contempló su verga. Era larga y gruesa. Se alzaba poderosa entre las dos piernas y ella, con la mente nublada, no quiso más que metérsela en la boca para darle placer al desconocido. Pero él la apartó y la colocó en la posición de nuevo. Le azotó las nalgas con dureza.
-¿Te he dicho que me la comas? No. A partir de ahora harás lo que yo diga, putita.
-Sí, sí… -asumió ella, que solo quería una cosa en el mundo.
-¿Qué te parece si desvirgamos este culito prieto? ¿Mmmh?- dijo él, y ella deseó que lo hiciera más que nada. El hombre acarició su entrada anal con su pene, sin introducirlo. Azotó a la chica con él y ella no pudo más que gemir ante el doloroso y placentero contacto. Entonces noto como la gruesa verga se comenzó a colar decidida en su cada vez más grande orificio. La llenó por dentro y sintió como la penetraba hasta el fondo. Quiso más, y así lo pidió.
-Quieres más, ¿no es cierto, putita?
-Sí, sí. Fóllame. Fóllame ya- el pene del hombre seguía dentro de ella.
-Promete que me obedecerás siempre. Que a partir de ahora eres mi zorra y yo soy tu amo.
-Sí, así será- contestó ella sin dudar, sellando así su destino.
-Bien, zorrita. Ahora despiértate y haz lo que creas oportuno con lo que encuentres en tu mesita de noche- contestó él, sacando su polla de su ano y desvaneciéndose en el aire.
Hermione dio un bote al despertarse. Todo había sido un sueño. Pero había algo que fallaba. Seguía tan caliente como antes, y su sexo pedía a gritos la tremenda verga del hombre. Recordando aquel momento, Hermione miró su mesita de noche y lo que vio la sorprendió. Un consolador enorme la esperaba allí como diciendo “Estoy aquí, es lo que necesitas”, en el lugar donde había estado la Nimbus 2000. Algo en la cabeza de la chica se accionó. Sin cuestionarse nada, tomó el consolador en sus manos y lo lamió como la polla que había deseado meterse. Lo restregó contra sus grandes pechos y así endureció al máximo sus pezones y acarició todo su cuerpo con él, como si se estuviera preparando así para el gran final. Entonces lo presionó contra su coñito, y comenzó a penetrarse con él, mientras recordaba al desconocido.
-Oooh… Sí… Así me gusta… ¿Me oyes, amo? Tu putita te obedece- murmuraba casi sin darse cuenta, entre el torrente de placer que se estaba proporcionando, y en su cabeza oía al hombre decirle que continuara-… Uuuh… Oooh…
Aceleró sus movimientos. El juguetito sexual entraba y salía con facilidad de su orificio empapado y de repente, comenzó a vibrar con furia. Aquello fue lo que terminó de hacer que la excitada Hermione se corriese allí mismo, como tanto deseaba hacer. Pero aún quería más. En su cabeza había nacido algo nuevo. Se puso a cuatro patas, imaginándose a su amo sobre ella y se palpó el ano. Lo descubrió tan lubricado como si siguiera en su sueño y así se folló el consolador analmente también.
-Por mi culito prieto, amo. Como querías… Así… Oh…
Se masturbó también con la otra mano. Por una parte, se penetraba el culo con el vibrante consolador que parecía haberse vuelto loco, por otra, sus tres dedos centrales de la otra mano se introducían insistentes en su vagina mojada, mientras que su pulgar movía el clítoris con rapidez.
-Oh… Sí… Ya llego… Pero qué puta soy… ¡OOOH! –y se corrió, empapando su cama con sus jugos, gimiendo y llamando a su amo, diciéndole que había sido una buena zorra. Y así, murmurando incoherencias se durmió.
Soñó con su voz que solamente le repetía una cosa: “Ya sabes donde encontrarme… Ya sabes donde encontrarme”
Así, por la mañana, sabía perfectamente a donde tenía que ir. Como un autómata, se vistió lo más sexy posible y se dirigió a casa de su vecino. Cuando llegó, llamó al timbre. Mientras esperaba, se preguntó qué hacía allí. Todo aquello le parecía extraño, como si estuviera en un sueño. Iba a marcharse a cavilar sobre lo que le había pasado cuando su amable vecino le abrió la puerta.
-Hola- saludó Hermione, confundida-. Yo… ehh… No sé por qué…
-Tranquila- dijo él-. Ven, hay gente que quiero que conozcas.
Y ella, al oír una orden directa, no pudo negarse sin saber por qué. Se internó en el umbral de la casa, y su vecino cerró la puerta con llave.