Harry Potter y los coñitos de Hogwarts 4.
Harry, Ron y Luna visitan al misterioso vendedor ambulante, que les hace una oferta que no podrán rechazar.
Capitulo 4: Badger
La noche del domingo se reunieron bajo el cuadro de El Bosque Encantado, que se encontraba en uno de los pasillos más sinuosos del castillo, en la segunda planta. Luna ya estaba allí cuando Harry y Ron llegaron.
-Hola, chicos- saludó Luna con una sonrisa, y Harry no pudo evitar recordar el sueño que había tenido con ella la noche anterior. Expulsó aquellos pensamientos de su mente. Tenían una misión, y no había tiempo de pensar en ello. No tenía ni idea de lo que iba a pasar esa misma noche.
-¿Dónde podemos encontrar a ese vendedor?- preguntó Ron, que había mostrado algo de escepticismo en los últimos días. Había llegado a pensar que era todo una invención de la mente de la estrambótica Luna.
-Según Charlie, atraviesa los escudos mágicos de la escuela por el aire y se esconde en la sala de los menesteres durante varias horas- contestó ella, con firmeza.
-¿Charlie?
-Sí, Charlie Carmankey, de Hufflepuff. ¿Lo conocéis?
-Sí… De oídas…- gruñó Ron, y Harry supo en lo que estaba pensando.
Recorrieron todo el camino hacia la sala de los menesteres en silencio sin apenas obstáculos (de vez en cuando aparecía algún prefecto, pero usando la capa de invisibilidad de Harry, despistarlos era pan comido). Una vez allí, en el pasillo del cuarto piso, pensaron todos con intensidad: “Queremos ver al mercader ambulante, queremos ver al mercader ambulante”. Al cabo de un rato, una puerta apareció de la nada en la larga pared. Al abrir la puerta y entrar se encontraron con una sala de tamaño mediano, los muros estaban cubiertos por tapices, que en algunos puntos tenían algo de obsceno. El inmobiliario era elegante, propio del siglo XVIII o XIX y de aspecto cómodo. Había sofás y otra serie de puertas, que aparentemente llevaban a dormitorios. Harry se imaginaba qué estarían haciendo dentro de las salas, ya que en los sofás había algún que otro estudiante tirándose a una prostituta, sin ningún tipo de pudor. En el centro de la sala se encontraba el vendedor, sentado en un sillón y rodeado de toda clase de mercancía. Estaba hablando con una serie de potenciales clientes mientras pasaba la mano por la cabeza de un perro. Harry, Ron y Luna se acercaron a él. Ciertamente, el ambiente invitaba al sexo, con su aura de sensualidad, calor y lujuria.
-Vaya, vaya- dijo el vendedor al reconocerlo-. El niño que sobrevivió viene a pedir consejo a un pobre hombre como yo.
-Es normal, Badger, eres un genio sin duda- comentó el alumno que había a su lado. Alto, atractivo, de pelo negro y ojos achispados, escondía celosamente su compra recién adquirida bajo los brazos. Era Charlie Carmankey, el chico con el que habían visto a Hermione en la biblioteca hacía unos días, y al parecer ella no era su única amante, pues iba bien acompañado por una muchacha pelirroja cuya boca descansaba cerca de su oreja, buscando provocarle.
-Sí, Carmankey, tú en concreto me debes mucho a mí- admitió Badger, el vendedor-. ¿Requieres algo más antes de que atienda al señor Potter?
-¿Ves esta belleza con la que voy?-preguntó él, retóricamente. Usó su brazo izquierdo para rodear la cintura de ella, y la acercó con un leve empujón a ellos. Su mano izquierda revoloteaba peligrosamente por la entrepierna de la chica, que se mordía el labio inferior-. Lleva unos días diciendo que está deseando enseñarme unos truquitos que solo ella sabe hacer, y que me harán llegar al séptimo cielo. ¿Entiendes lo que digo?
-Perfectamente, muchacho- rio Badger-. Te conozco como si fuera tu padre, aunque gracias a Dios que no lo soy. Casualmente me quedan dos salas libres, usa la catorce.
Carmankey se despidió con una sonrisa y un asentimiento para todos, sin olvidar echarle una mirada a Luna de arriba a abajo.
-Os veré por el colegio- dijo, y desapareció por una puerta. Harry no podía creer que en trece salas más hubiera estudiantes desfogándose sin peligro.
-¿Y bien, caballeros y señorita, en qué puedo ayudarlos? Tengo entendido que es su primera vez- adivinó-. ¿Por qué no ojeáis estos catálogos? Seguro que os interesan.
Lo aceptaron sin dudar y lo abrieron. Para ser un catálogo de vendedor ambulante, era bastante grueso. Lo tuvieron que sujetar entre los tres con cuidado y fueron pasando páginas. Habían cosas que Harry jamás se hubiera imaginado: Consoladores efecto real (“¡Disfruta durante una hora entera de la visión de un auténtico maromo entre tus piernas!”), Cápsulas de desaparición (“Sólo tienes que meterte en una de ellas con tu pareja, y disfrutar de horas y horas de placer sin interrupción. Puedes elegir el tema: Hawaii, una oficina muggle, el Wizengamot… ¡Cualquier lugar para tus caprichos!”), Condones Bertie Bott de todos los sabores (“Versión adulta de nuestras grageas de siempre. ¿Por qué el falo de mi novio no puede saber a bacon? ¡Cada cual tiene sus gustos!”), juguetes sexuales de todo tipo, libros de hechizos con fines lujuriosos, manuscritos de pociones afrodisíacas…
-Hay cosas que no podría venderos ahora mismo- habló de repente Badger, sacándolos de su ávida sed de conocimiento por sus productos-. Tendríais que pedirlos y os los traería seguro en mi próxima visita.
Harry levantó la cabeza hacia él. Dejó a sus amigos con sus descubrimientos y decidió indagar por su cuenta:
-¿Sabe de algún tipo de hechizo que provoque excitación?- preguntó.
-Oh, muchacho- sonrió enigmáticamente-. Conozco miles, con todas sus variantes. Es lo que tiene el empleo. Pero si lo que quieres son hechizos, éste es el mejor libro que conozco. Siempre llevo un ejemplar encima por si a algún avispado estudiante se le ocurre hacer la mejor compra de su vida.
Harry tenía que reconocerlo: aquel hombre sabía vender un producto. Había hecho que le picara la curiosidad fervientemente. Quizá fuera el ambiente, quizá la preocupación por su amiga Hermione, o quizá el mundo de posibilidades que le abría el tener un libro como aquél. Fuera la razón que fuera, quería leerlo. Intentó parecer despreocupado, pero le tembló la voz cuando pidió echarle un vistazo:
-¿Me deja verlo?
-Por supuesto, hijo. Déjame proponerte un trato- comenzó Badger, mientras sacaba un libro grueso de la bolsa que el perro custodiaba fielmente-. Tú y tus amigos os metéis en la sala que me queda a inspeccionarlo. Probad los hechizos que queráis para convenceros. Si sales satisfecho, lo compras, y si no, pues no pasa nada. Algún otro de mis queridos clientes lo querrá- concluyó señalando la fila de estudiantes que se había formado desde que Harry y sus amigos habían entrado.
-Me parece bien- contestó él. El vendedor le tendió el libro como si fuera un tesoro, y él se lo explicó a sus amigos. Los tres se internaron en la sala número quince sin saber lo que les depararía aquel misterio.
Badger los vio cerrar la puerta y murmuró:
-Me parece que ya me he ganado otros tres clientes- se giró para saludar al primero de la cola y sonrió.
-No está mal el sitio- comentó Luna, tendiéndose en la ancha cama que ocupaba la mitad de la habitación-. Mirad vosotros el libro, yo estoy cansada.
Harry y Ron se sentaron en el suelo, apoyando sus espaldas en la pared, y colocaron el libro entre los dos. Le dedicaron cierto tiempo a leer la formulación de los hechizos, la colocación y el movimiento exacto de la varita, y el efecto deseado de cada uno, hasta que se aburrieron.
-Esto no es divertido sin poder hacer una clase práctica- bromeó Ron, pero entonces miró a Luna, dormida en la cama, y se calló.
-Sé lo que estás pensando, Ron- dijo Harry enseguida- y no creo que esté bien.
-¿A quién podemos hacerle daño? Sólo será un momento y buscaremos el contrahechizo- suplicó su amigo.
-No creo que sea bueno utilizar para mal todos estos hechizos.
-Uf…-gruñó Ron- Odio que tengas razón. Mira- se inclinó sobre un hechizo al azar y leyó- “Hechizo de excitación. Comienza como una pequeña semilla, pero se hace grande como una onda. Por esta razón, usar una sola vez y en cuerpos en reposo.” Y dice así… ¡Gexoer!- pronunció en voz alta y clara, agitando la varita con suavidad, como era explicado en el tratado.
-¡Ron!- advirtió Harry, pero se tranquilizó cuando solo salieron un par de chispas de la varita de su amigo-. ¿No te has dado cuenta de que apuntaba a Luna?
-Mmmmh… Quizás sí, quizás no…
-Menos mal que has hecho mal el movimiento, que si no, la habríamos armado…
-¿Mal? No lo he hecho mal- contestó Ron, herido en su orgullo-. ¡Gexoer!
Pero de la varita solo salieron un par de chispas de nuevo.
-¿Ves? Es algo así… ¡Gexoer!
-No, no y no, Harry. Lo pone aquí, léelo: ¡Gexoer!
-¿Pero no ves que no funciona? ¡Gexoer! – prácticamente se habían olvidado ya de dónde estaban y por qué mantenían aquella riña.
-No veo que a ti te funcione tampoco. Una vez más: ¡Gexoer!
-Puede que lo estés pronunciando mal. La x hay que acentuarla más, lo pone aquí… ¡Gexoer!
-Pareces Hermione… ¡Gexoer!
-Ya te gustaría a ti que Hermione estuviera aquí contigo- rio- ¡Gexoer!
Y en medio de sus risas, no percibieron el leve movimiento de un cuerpo en reposo que empezaba a despertar con un apetito que saciar.
-Está bien, está bien- se rindió Ron, entre risas-. Vamos a olvidarlo, no vayamos a hacerlo correctamente y armemos una buena. Voy a despertar a Luna, y nos vamos.
-Vale, yo voy a mirar esto un poco más y decido si lo compro o no- contestó Harry, hundiendo su cabeza en el libro mientras Ron se levantaba.
-Eh, eh… Luna, despierta…
Harry solamente escuchaba murmullos entre toda la concentración que apuntaba a su lectura. El hechizo Gexoer parecía ser más o menos lo que buscaba para resolver el enigma de Hermione. Sin embargo, no decía demasiado de su duración, y a Harry le parecía que un estado como el de su amiga era digno de mención en un hechizo, francamente. “El hechizo Gexoer es ideal para parejas que creen haber perdido la pasión. No es necesario lanzarlo a todos los miembros del acto, pues se extiende por vía salival. Con un poco de Gexoer y el beso de la persona encantada, tendrá pasión para rato. Atención: el creador no se hace responsable de la irracionalidad al usar este encantamiento. Usarlo más de una vez puede causar resultados opuestos a los deseados, o, en la minoría de los casos, una potenciación de la magia, pero no es recomendable para nada, pues el hechizo se va haciendo más poderoso a medida que el tiempo avanza, hasta perder su efecto. Cuando se hace el hechizo, de la varita salen dos chispas tímidas y un chorro de magia invisible, prácticamente imperceptible, que no erra en el blanco jamás”. Harry tuvo que leer esto último varias veces. ¿QUÉ? Eso significaba que todos los hechizos que habían estado lanzando…
-¡Ron! No te lo vas a cre…- Harry se calló al levantar la cabeza y contemplar la escena. Ron se hallaba tumbado en la cama con los pantalones bajados hasta las rodillas, mientras Luna le practicaba una felación rápida y desesperada. Subía y bajaba como si su vida dependiera de que el pelirrojo sintiera el mayor placer posible. De su miembro chorreaba saliva que lo lubricaba aún más para el deleite de ambos.
-Mmmh… Oh… Lunita… Vaya… Oh…- Harry reconoció de inmediato los murmullos que había escuchado de fondo mientras no le prestaba atención. Sin querer, se empezó a dar cuenta de que su pene se empezaba a endurecer, viendo semejante escena. Se levantó, dejando el libro en el suelo y se acercó a ellos-. ¡Oh, oh, Luna! Me voy a correr. ¿Quieres que lo haga en tu boca, eh?
Luna agitó la cabeza, asintiendo y aplicando más ferocidad en sus movimientos, provocando la pronta venida de Ron.
-Oh, sí, así me gusta. Ahí tienes mi leche. Ahí… Ahí…- gemía en su corrida bestial-… La quieres toda, ¿eh putita? Te gusta… Mmmmh…
La boca de la chica chorreaba semen. Se pasó la lengua sensualmente por los labios, tragándoselo entero, disfrutando con aquellos fluidos, por culpa de aquellos hechizos no malintencionados. Cuando terminó, lamió el miembro desnudo de Ron para limpiarlo, activándolo de nuevo.
-La has besado, Ron, ¿verdad?- preguntó Harry, aunque sabía la respuesta.
-Sí, Harry, y deberías hacerlo tú también- contestó él. Los dos se habían puesto de rodillas en la cama, Ron le comía el cuello a Luna mientras agitaba sus pechos redondos.
-Vamos, Harry. Únete- invitó Luna, sensualmente, y Harry supo que lo haría. Pensó en el culito de Luna, recordó su sueño, y una parte de él, aún un poco racional, le dijo que iban a pasar en ese cuarto hasta que los efectos del hechizo se desvanecieran, así que… ¿Por qué no pasar un buen rato mientras tanto?
Se arrodilló en la cama con ellos, frente a Luna, y se besaron con aquella tenue luz. Harry pronto comenzó a sentir la excitación corriendo por sus venas, y llegando hasta su polla, que, si ya había empezado a endurecerse, enseguida estaría como una piedra. Cuando acabó aquel beso lujurioso, vio de otra manera la habitación. De pronto, lo único que importaba era lo que había encima de aquel catre, y de qué manera podía darle placer y proporcionárselo a él mismo con ello. Comenzaron a desnudarla entre los dos, mientras ella les suplicaba que fueran más rápido. No podía esperar a ser follada y ellos tenían que complacerla. Pronto los tres estuvieron desnudos y empezaron a tocarse. Luna frotó sus miembros cada vez más duros y erectos con sus manos, mientras Ron le lamía sus pechos blancos, haciendo hincapié en los pezoncitos que eran realmente apetecibles, y Harry le frotaba su sexo, buscando su clítoris.
-Cada vez estás más mojada, Lunita- le dijo, provocándola.
-Es culpa tuya, Potter, y de tu amigo. Que bien me las come, así da gusto- gimió ella ante el tacto de la lengua de Ron en sus tetas.
-Ponte a cuatro patas que vas a enseñarme tú ahora qué tal comes- ordenó el pelirrojo. Esperó a que la chica se colocara obedientemente para clavarle su polla entre sus labios finos y carnosos. Harry azotó el culito de Luna una y otra vez. Le gustaba ver como se iba poniendo rojo en su piel blanca poco a poco, y ella gemía de placer con el miembro de Ron en la boca. Los dos mostraban su placer mediante sonidos. Harry se inclinó y frotó el clítoris de Luna. Estaba tan húmeda… Un impulso en su interior obligó a su lengua a frotar ese lugar divino. Ella movió las caderas a su ritmo también, complacida, y él no se olvidó de azotarla de vez en cuando.
-Has sido una perra mala, Lunita- le decía Harry, y ella asentía, con la polla de Ron en la boca de nuevo, y pedía más. Y más…
Cambiaron de posición por comodidad, casi sin darse cuenta. Luna estaba sentada, comiéndosela al pelirrojo casi de pie en la cama, mientras Harry lamía con avidez aquel coñito rubio. Pasaba la lengua de arriba a abajo tan rápido como podía, inspirado por los gemidos insaciables de Luna. Le comió la concha hasta que se corrió en su boca, liberando líquidos que sabían a gloria en la boca del chico.
-Oh, Harry, oh, Harry- gemía-. Dame más, dámelo todo. Como me follas con la boca…
Harry se liberó de lo que manaba su sexo cuando Ron se corría por segunda vez, en la cara de la chica esta vez, que lo recibió como lluvia en sequía. Excitado hasta límites insospechados, Harry apartó a Ron levemente, y se acercó a la cara de Luna.
-Te ha gustado, ¿eh, putita?- ella asentía ante su autoridad como una perrilla-. Eres una puta egoísta, Luna. Eres una puta muy egoísta. Repítelo.
-Soy una puta egoísta. Soy una puta muy egoísta.
-¿Sabes qué pasa? Que tú ya te has corrido una vez, y Ron dos. ¿Y yo cuantas? Ninguna, putilla- dijo, azotando sus pechos hasta dejarlos rojos, y después lamiéndolos y mordisqueando los pezones-. Mereces un castigo severo, Lunita. ¿Sabes que vamos a hacer? Vamos a desvirgarte ese culito que tienes. Llevo mirándotelo unos cuantos días y me apetece follármelo todas las veces que yo quiera, ¿qué te parece?
-Hazlo, ya- suplicó ella, y Harry no se hizo de rogar. La puso de costado, la abrió de piernas para tener una buena visión de aquel coño empapadito en toda clase de fluidos y localizó el ano. Obligó a Luna a chuparle los dedos para tenerlos lubricados y los introdujo en el culo de la chica. Al principio se quejó tímidamente, pero pronto el dolor pasó a ser placer y Harry supo cuando podía clavarle su manubrio, mucho más lubricado que sus dedos y que la hizo gemir mucho más. La balanceó como quiso, dándose placer a los dos, corriéndose varias veces dentro de su culito. Azotándolo, pues había cogido el gusto de hacerlo, y susurrándole lo mucho que le gustaba tirársela por su agujerito, que parecía haber estado esperándolo a él durante mucho tiempo. Cuando se volvió a correr dentro por enésima vez, y Luna rozaba ya el éxtasis, se dio cuenta de que necesitaba aún más. Un gran final. Ron estaba en el otro lado de la cama. Había estado masturbándose él solo un rato, y otro rato entre las tetas de la chica, lo que explicaba el semen del cuello.
-Ron, ven, prueba su culito.
Intercambiaron lugares y comenzó lo mejor de la noche. Ron, ávido del interior de Luna, la bombeó por detrás con ganas, dejando espacio para que Harry obrara con facilidad. Introdujo la polla en su coño, y, por el grito triunfal que soltó Luna, supo que era lo que había estado esperando todo el tiempo.
-Era eso lo que querías, ¿eh, Lunita? Que te folláramos tu coñito de guarra. Era eso, ¿verdad?
-Sí, sí, Harry. Folladme por los dos agujeros… Son vuestros… Soy vuestra… Como me gusta…
Y así la cabalgaron por los dos lados hasta que se corrió, inundándose de placer y gimiendo que quería más. Sacaron sus miembros de ella y prepararon el gran final casi telepáticamente. Cada uno a un lado de la cama se comenzó a masturbar para terminar el trabajo comenzado en el dulce coñito de la rubia. Ella se revolvía en la cama de placer.
-Dádmelo, dádmelo todo. Quiero vuestra lefa en mi cuerpo. Ron, quiero tu semen en mis tetas y pasar mis manos para tragármelo. Lo quiero ya…
No tardaron en dárselo entero. Sus miembros se convulsionaron casi al unísono (Ron lo hizo un poco antes) y soltaron un ingente manantial de leche sobre el cuerpo de Luna desnuda, que lo lamía, y lo restregaba más por su cuerpo.
-Tómalo todo, zorrita- le gritó Harry en su último momento, antes de caer en la cama exhausto. Los efectos del hechizo comenzaban a desvanecerse, y solamente sentía los muchos orgasmos que aquella relación le había proporcionado. Jadeó hasta recuperar la respiración, y abrió los ojos, esperando encontrarse a dos personas en su mismo estado. Pero no. Los efectos del encantamiento aún eran permanentes en sus amigos, quienes se habían colocado otra vez en su, al parecer, postura favorita: Luna le felaba el miembro a Ron de nuevo, de vez en cuando con suavidad, y de vez en cuando mucho más ferozmente. Él agitaba sus tetas enrojecidas y se excitaba aún más. Harry se quedó tumbado en la cama, incapaz de volver a tener una erección, a pesar de la pornográfica escena que contemplaba, hasta que los fieros gemidos cesaron, y se encontraron en la misma situación que él.
Los tres se tumbaron en la cama y suspiraron.
Cuando salieron de allí, no habría pasado más de una hora para lo que a Harry le había parecido una noche entera y los clientes de Badger seguían esperando su turno. Se acercaron a él, bastante cansados por el esfuerzo físico, y algunos de ellos los observaron, reconociéndolos. El vendedor les habló jovialmente:
-¿Y bien, joven Potter?- lo miró primero a él y luego a sus amigos, deteniéndose en Luna- ¿Qué me dices, jovencita? ¿Funcionan los hechizos del tratado?
-Creo… parece… puede ser que sí- tartamudeó Luna, intentando no transparentar lo que sabía que había ocurrido en aquella habitación, pero en vano. Badger inclinó una mano hacia ella y sacó de su pelo algo que contempló por un momento y lo desechó de inmediato: semen seco.
-Claro… Parece… Así que, ¿lo compras, Harry Potter?- preguntó Badger mirando de nuevo a Harry.
-Sí, me lo llevo.
-Son diez galeones- sonrió el vendedor- ¿te parece bien?
-Sí- respondió Harry, y le tendió las monedas en la mano. Badger las contó hasta quedar tan satisfecho como Luna hacía un rato.
-Úsalo bien, Potter, confío en tu responsabilidad- dijo a modo de despedida, y los muchachos se alejaron de él y salieron de la sala de los menesteres con sus adquisiciones.
El vendedor ambulante despachó al último cliente de la noche cuando Charlie Carmankey salió de la otra sala con su pelirroja juguetona, y se arrimó a él.
-Parece que lo han utilizado bien durante ese rato, ¿eh, Badg?- rio.
-No te rías así, Charlie, que hace un par de años tuvo los mismos efectos en ti el mismo libro.
Carmankey dejó de reír, pero la sonrisa no abandonó su rostro mientras su pelirroja lo abrazaba y volvían juntos a la sala.
Harry y Ron se despidieron de Luna en el mismo sitio donde habían quedado al principio de la noche. Harry se sintió un poco raro de repente, así que se giró rápidamente para salir de allí cuanto antes. Entonces escuchó como Luna le susurraba a Ron: “Cuando quieras repetimos tú y yo”. Ella se fue corriendo, dejando a su amigo con tres palmos de narices. No hablaron durante todo el camino a la torre de Gryffindor. Ron pensaba en los pezones de Luna hipnotizándolo con su polla entre medias. Harry pensaba en el libro que acababa de adquirir, el cual pensaba aprenderse de pe a pa, para un fin o para otro.