Harry Potter: verano de placer 8

Ron tiene una conversación con Harry sobre su encuentro con Fleur que lo deja pensando, y descubre a su amigo en una situación impensada

8.

Ron no pudo sacarse de la cabeza durante los siguientes días lo que Victoire y Fleur habían hecho. Por más intentaba relajar su mente con otras cosas, la imagen de Fleur y Victoire dándole placer era demasiado fuerte y volvía una y otra vez a su cabeza.

Aparte de sentir que aquel recuerdo lo excitaba una y otra vez, también se sentía ofuscado. Algo de lo que había sucedido lo molestaba… y, una tarde, encontró la respuesta.

Se trasladó a casa de su amigo, donde lo encontró en la sala con Ginny. Los niños al parecer habían salido, y el matrimonio simplemente se dedicaba a descansar después de un día de trabajo.

–¡Ron! –exclamó Harry contento al verlo. Su rostro se ensombreció de golpe, al ver la mirada apagada de su amigo–. ¿Ocurre algo?

–Si –Ron fue al grano. Miró a su hermana, quien levantó la vista curiosa–. Pero hablemos en privado.

Los dos hombres fueron al despacho que Harry tenía en la casa. Cerraron la puerta tras de sí.

–Dime, ¿ha pasado algo grave? –preguntó Harry, preocupado.

–No lo sé, dímelo tú –Ron se cruzó de brazos, sentándose. De golpe, estaba enojado–. Creo que hay cosas que debería saber.

–No entiendo –Harry revoleó lo ojos, de pie junto a él–. Sé claro.

–La noche de la fiesta –comenzó Ron–, Fleur me acorraló de una manera un tanto… escandalosa, podríamos decir –dijo–. Y me dijo que quería divertirse conmigo, y que tú sueles divertirte con ella.

–Ohhh… –Harry quedó pasmado. Miró a su amigo, entendiendo–. ¿Y qué más te dijo? –preguntó, tanteando el terreno. No sabía qué podía haber dicho, o hecho Fleur.

–Bueno, algo me dice que sabes qué clase de juegos le gustan a Fleur –dijo Ron, con seriedad.

Harry lo miró. A Fleur, al parecer, no le había salido bien el juego.

–Bueno, sí lo sé –admitió, sabiendo que era mejor no mentir–. Puedo preguntar, con exactitud… ¿qué pasó?

Y, para sorpresa de Harry, Ron cambió su duro semblante y se desparramó en el sillón, tapándose la cara con las manos.

–¡Me dieron la mejor mamada de mi vida, Harry! –exclamó, con voz ronca por la emoción. Harry sonrió. Después de todo, Fleur parecía no haberse equivocado y había aflojado a Ron–. Por Merlín. ¡Deberías haberlas vista a las dos! Creí que estaba en una de esas películas porno que Hermione me mostró una vez.

Harry se sentó a su lado, el peligro había pasado de largo.

–¿De qué dos hablas? –preguntó, interesado.

–De Fleur y Victoire, por supuesto –dijo Ron–. Que Bill me perdone, pero su hija la chupa como una profesional, tu sabes.

–No, no sé –Harry estaba sorprendido.

–¿Cómo que no? –preguntó Ron, también sorprendido.

–No, sólo me he tirado a Fleur –dijo Harry, encogiéndose de hombros–. Eres un suertudo, entonces.

–Oh…

Quedaron en silencio. Ron parecía maravillado, Harry no lo culpaba. Si él hubiera recibido una mamada de Victoire… pero en cambio, se había tirado a Hermione. Y no se arrepentía.

–Me preocupa Hermione… –dijo de pronto Ron.

–¿Por? –Harry se sobre saltó.

–¿Crees que deba decirle? –preguntó Ron–. ¿Crees que se enoje?

–Mmmm… –Harry recordó cómo Hermione le pidió que le penetrara el culo–. Quizá deberías hablarlo con ella… quizá sea más abierta de mente de lo que crees.

–¿A qué te refieres? –preguntó con brusquedad Ron. Entrecerró los ojos–. ¿Sabes más cosas que yo no?

Harry se levantó, suspirando.

–Será mejor que hables con ella de frente, y comiences a hacerte la idea que la gente a tu alrededor lleva años ocultándote cosas por miedo a como reaccionarías –dijo Harry.

Y salió del despacho, sin darle tiempo a Ron para más preguntas.


Aquellas palabras quedaron resonando en la mente de Ron el resto de la tarde. Volvió a su casa, donde sus hijos retozaban sin preocupaciones con sus amigos, y con sus primos Lily, James y Albus. Hermione aún no había vuelto del Ministerio, y su mente era un torbellino de ideas y preguntas.

Lo último que Harry le había dicho le causó gran curiosidad. Fleur le había dicho otra cosa curiosa: era el único que aún no se la había tirado. Eso quería decir que todos sus hermanos por igual habían pasado por las manos de Fleur. Y Harry también. ¿Quién más estaría involucrado? ¿Ginny sabría?

Comenzaba a formarse una idea morbosa en su cabeza. Ginny sabía. Y si sabía, quizá participaría. Y si era así… ¿quién más?

Se levantó del sillón incapaz de esperar para obtener respuestas. Volvería a casa de Harry, a obtenerlas.

Apareció en el patio de los Potter y entró por la puerta de la cocina. Al instante notó que algo extraño ocurría. La casa parecía en calma por tratarse de la hora de la cena. Los chicos Potter estaban en su casa, pero sabía que Ginny y Harry debían seguir allí. Caminando con cuidado fue hasta la sala de estar, y quedó de piedra antes de entrar allí: jadeos, gemidos. Eran sonidos inconfundibles. Quedó boquiabierto. Se asomó ligeramente, sin que lo vieran.

Harry se hallaba sentado en un sillón, desnudo y con el pene erecto en una mano. Se lo acariciaba lentamente pero con ritmo. Ron se puso colorado. Jamás había visto a otro hombre desnudo, menos masturbándose. El pene erecto de Harry era considerablemente más pequeño que el suyo (Se mofó para sus adentros. En algo parecía ganarle al niño que sobrevivió por primera vez) Harry tenía la vista clavada en un punto frente a él… que era de donde provenían los gemidos. Ron casi delata su presencia del asombro.

Angelina, la mujer de George, y Ginny, se hallaban las dos completamente desnudas sobre el sillón frente a Harry. Una vez más, Ron volvió a sentirse cohibido. Y sintió culpa por mirar a su hermana. Tenía pechos de un tamaño mediano, con pezones extremadamente saltones y rosados. En su entrepierna había una fina capa de vello color pelirrojo, perfectamente cuidada y depilada. Angelina casi no tenía senos, eran muy pequeños, pero sus areolas eran grandes y negras, y tenía pezones saltones. Se imaginó a sí mismo mordiéndolos. No tenía un ápice de vello púbico.

Sin embargo, la desnudez de las dos mujeres no fue lo que lo asombró. Sino el hecho que Angelina se encontraba con sus largas piernas recogidas y completamente abiertas sobre el sofá. Se masajeaba los pechos con furia, apretándoselos junto con los pezones. Ginny estaba en el suelo, con el rostro junto al sexo de la muchacha. Ron observó que Ginny lamía en círculos el clítoris de Angelina, y esta gemía.

Y había algo más, que hizo que a Ron comenzara a ponérsele tiesa dentro del pantalón: Ginny con la mano derecha manipulaba un gran consolador de goma, de tamaño jumbo. Era el más grande que Ron alguna vez hubiera visto. Calculó que sería dos veces el tamaño de su polla. Ginny lo introducía en el coño de Angelina, del que brotaba mucho jugo. Ron notó que Ginny había colocado un botón anal en el trasero de la chica. Con su lengua seguía acariciando a Angelina.

–Mmm, Ginny… –gimió Angelina, con los ojos cerrados y la cabeza recostada sobre el respaldo del sofá–. Me encanta tu lengua.

–Harry dice lo mismo, ¿Verdad? –Ginny paró de lamer el coño para mirar a Harry, riendo. Volvió a Angelina, sacando el consolador tamaño jumbo de su vagina, y lamiendo el tronco como si fuera una polla de verdad.

–Mmm, qué rica, Angelina –Ginny recogía los jugos que la mujer había dejado en el falo de goma.

Ron se llevó una mano a su pantalón. La erección que se le estaba formando era inocultable ya. Le dolía dentro de su pantalón, pero no se animó a sacarla por si lo descubrían.

Con lo que estaba viendo, varias de sus preguntas se estaban respondiendo solas.

–Tienes la mejor lengüita de todas –dijo Harry, sonriendo con picardía. Seguía masturbándose, mirando cómo Ginny le metía un par de dedos a Angelina mientras seguía lamiendo el falso pene.

Cuando terminó de lamerlo, le pasó a Angelina la lengua por la entrada de su vagina empapada. La mujer gimió, tomándola del pelo. De pronto, Ginny se incorporó.

–Siéntate sobre la polla de mi marido, Angelina –pidió Ginny, para sorpresa de Ron.

Angelina se levantó y fue hasta Harry, quien la esperaba con una sonrisa. La chica le dio la espalda, colocó una pierna de cada lado de Harry y sin más preámbulos bajó sobre el pene erecto de Harry. Ron, boquiabierto, la observó subir y bajar sobre la polla de su amigo, mientras con una mano se fregaba furiosamente el clítoris y con la otra se aseguraba el botón que tenía en el culo. Harry la acompañaba con movimientos de caderas. Ambos jadeaban, mirando a Ginny.

Ginny se había sentado en el mismo sillón donde Angelina había estado hasta ese momento. Se colocó en la misma posición que ella, abriendo las piernas. Ron pudo ver todo su sexo, mojado por la excitación y enmarcado por vello colorado. Volviendo a sorprender a Ron, Ginnny abrió sus nalgas y se introdujo a sí misma el gran falo de goma. Comenzó a moverlo, lo entraba y sacaba de su concha, empapada en sus jugos. Ginny llevó la mano libre a su culo, por debajo de una de sus piernas, y se metió todo su dedo índice en el ano. Gemía fuertemente, mirando cómo Angelina montaba sobre Harry, sin dejar de masturbarse con el consolador. Los tres jadeaban al compás.

La erección de Ron era insoportable. Temblaba. Jamás había tenido tanta necesidad de tocarse, o de metérsela a alguien. A Angelina, como lo hacía Harry en aquel momento. O a Ginny, no le importaba que fuera su hermana. Una parte de su cerebro le decía que interrumpiera la escena, quitara a Angelina de encima de Harry y la penetrara él mismo. Pero estaba clavado allí, mirando maravillado aquella postal pornográfica.

–No paren… no paren… –pidió Ginny, mirando cómo Angelina aflojaba el ritmo sobre la polla de Harry. Ron no creía que Harry tuviera intenciones de parar, estaba muy concentrado manteniendo un ritmo estable–. Por Merlín, cómo me calienta verte Harry.

De pronto, notó cómo la respiración de Ginny comenzaba a cambiar. Los movimientos que hizo con el consolador también. Cerró los ojos, recostándose sobre el sillón.

–Aaaaggghh… aaaaggghhh… aaaaagggghhhh –Ron jamás había visto a una mujer masturbarse con tanta intensidad. Ginny movía las caderas, buscando más penetración. Seguía con el dedo metido en su culito–. Aaaghh mmm… oooohhhh… ¡¡Harry!! –gritó–. ¡Voy a correrme, Harry!

Harry seguía metiéndosela a Angelina, quien aumentó el sube y baja sobre su polla.

–¡Mmmm… aghh! –gimió Angelina, acelerando el ritmo.

–Oooh, Merlín… Ohhh… –jadeó Harry, aferrándose a las caderas de su cuñada.

–¡¡Harryyyyyyyyyyyy!! –gritó Ginny finalmente, en medio del orgasmo su cadera se levantó, y el pene de goma quedó introducido totalmente en su coño–. ¡Oooh, Harry!

Ron estaba impresionado por el orgasmo que tuvo Ginny. Quedó tendida en el sofá con las piernas abiertas y la gran verga de plástico metida aún en su concha, viendo cómo los otros dos seguían cogiendo.

Angelina y Harry no demoraron mucho más. Harry se puso de pie, Angelina colocó los brazos contra el respaldo del sofá (Ron observó que aún llevaba el botón en el ano) y Harry se la metió con brusquedad por la vagina. Los movimiento de Harry eran muchos más rápidos que en la antigua posición. Ron podía ver cómo los músculos de su trasero se contraían. Harry jadeaba por el esfuerzo y la excitación. Ginny se tocaba el clítoris de manera relajada, esperando que los otros dos llegaran al clímax.

–¡Aaaahhhh!

Con una última embestida, ambos parecieron tener un orgasmo. Harry sacó su pene del interior de Angelina justo a tiempo, y dejó que el semen cayera sobre su trasero.

A Ron le hubiera gustado seguir mirando, pero sabía que aquel era el pie para irse antes que lo descubrieran. Se marchó en puntas de pie hasta la cocina, sintiendo la gran erección en su entrepierna, y desapareció en el patio.


Se planteó si entrar o no a su casa. Sólo las luces de la cocina estaban encendidas. En su mente aún resonaban los gemidos de Harry, Ginny y Angelina. Y su cabeza no dejaba de reproducir aquella escena, junto a la de Fleur y Victoire. Era demasiada información para una sola persona. Su polla estaba por estallar. Necesitaba aliviarse pronto, como nunca antes. Y no podía entrar así a su casa, sin saber quién estaba en el interior.

–¿Ron?

Hermione salió a la puerta trasera, y Ron se llevó las manos instintivamente a su entrepierna, para ocultar su erección.

–Ahh… eres tú… –dijo, sólo un tanto más tranquilo–. ¿Quién más está en la casa? –preguntó, con voz ronca.

Hermione comenzó a caminar hacia él.

–¡No! –se sentía avergonzado. ¿Cómo le explicaba que había aparecido con la más terrible erección de su vida? –¿Quién más está en la casa? –volvió a preguntar.

–Nadie… –Hermione se había quedado en su lugar–. Sólo yo. Recién llego del trabajo y los niños ya no estaban. ¿Dónde estabas tú?

Ron decidió acercarse a su mujer, bajando las manos.

–Si te lo digo no me creerías –dijo, con voz ronca aún. Comenzaba a temblar. Sólo podía pensar en una cosa.

–Ron… –Hermione miró su entrepierna, sorprendida.

Ron, sin aguantar más, se abalanzó sobre ella y la arrinconó contra la pared de la casa.

–Sólo quiero follarte hasta que grites como una condenada, Hermione –le dijo, con ojos destellantes–. No preguntes.

–Oooh… Ron…

Hermione quedó sin aliento, sorprendida por el brusco cambio de Ron. El hombre se bajó el pantalón allí mismo, dejando su inexplicable erección a merced del aire de la noche. Y luego, volviéndola a sorprender, le desprendió con facilidad el pantalón a Hermione. Le bajó el pantalón y las bragas todo junto, y se arrodilló junto a ella.

–Ohh, Ron… Vayamos a dentro –jadeó Hermione.

Ron abrió con sus dedos los labios de Hermione, acariciándole el clítoris y dejándola sin aliento. Pasó su lengua húmeda por allí. Hermione se estremeció, gimió, y se amarró a su cabello, para no caer.

–He esperado mucho tiempo para que me folles de manera sorpresiva, Ron –dijo, con un hilo de voz.

Hermione se desprendió del pantalón y de las bragas y colocó una pierna sobre el hombro de Ron, ofreciéndole su sexo. Se apoyó contra la pared para no caer.

Ron tenía la imagen de Ginny lamiendo el coño de Angelina. Comenzó a dar lengüetazos juguetones al clítoris de Hermione y a mover la lengua en círculos sobre él, tal como le había visto ver hacer a su hermana.

–¡Oh, Ron…! –jadeó Hermione, sorprendida. Hacía tiempo que Ron no lograba arrancarle corrientes eléctricas al lamer su coño. Para su sorpresa, Ron metió dos dedos en su vagina, sin dejar de mover la lengua–. Ooohhh, no sé qué te ha pasado, pero… ¡Merín! Ooohhh… mmm…

Hermione gemía. Ron era la primera vez que la escuchaba gemir así. Siguió lamiéndola, mientras la penetraba con un dedo, dos, tres… su coño se empapaba tanto como el de Angelina.

–¡Ooohhh… oooohhhh…. Oooohhh!

Y de pronto, recordó a Fleur y a Victoire sobre su pene. Su mente estaba hecha un caos. Su cerebro sólo quería sexo y más sexo.

Se quitó la pierna de Hermione de encima y se levantó. Hermione vio que tenía los labios y el mentón mojados de saliva y fluidos. Sus ojos la miraban con lujuria. Ron la tomó por las caderas, chocándose entre sí. La obligó a abrir las piernas, Hermione pegó un gritito de asombro cuando el hombre colocó una de sus piernas alrededor de su cintura y la levantó con fuerza empujándola contra la pared.

–¡Oh!

Sintió la verga hinchada y caliente de su marido penetrándola sin piedad. Colocó la otra pierna alrededor de él, y Ron comenzó un movimiento de cadera que le impresionó.

–¡Oh, Ron… Oh, Ron! –jadeaba Hermione, sorprendida.

Hacía años que Ron no la follaba de ese modo. Es más, Hermione dudaba que alguna vez la hubiera tomado de manera tan salvaje… Era la primera vez que Ron se atrevía a follarla contra una pared, semidesnudos, al aire de la noche.

Aquello la excitaba de sobre manera. Sentía la verga de su marido en el interior de su  vagina entrar y salir. Ron jadeaba en su oreja, sin importarle nada más. Sentir su respiración tan agitada la excitaba, la hacía llegar al clímax. Sintió un primer y repentino orgasmo.

Gimió en su oído.

–¡Oh, Ron…! ¡Fóllame así más seguido! –suplicó.

–Hermione, cállate… –pidió Ron con voz ronca. Le dio una fuerte nalgada que resonó. Hermione se sorprendió y jadeó.

La mente de Ron seguía recordando a Harry montando a Angelina, y a Ginny tirada en el sofá con el consolador entre sus piernas, y a Fleur y a Victoire mamándosela…

–Vuelve a cachetearme, Ron… –gimió Hermione.

Y Ron volvió a pegarle una nalgada mientras seguía metiéndosela. Resonó otra vez en el aire de la noche.

–¡Agghh! –gritó Hermione–. ¡Hazlo de nuevo!

Y de la cabeza de Ron se fueron aquellas imágenes momentáneamente. Era la primera vez que Hermione le pedía aquello, se dio cuenta. Volvió a nalguearla, mientras la embestía contra la pared. Su mano quedó hormigueando. Hermione gimió.

A Hermione le gustaba aquel Ron salvaje. Sentía que los músculos de su vagina comenzaban a contraerse por sí solos alrededor de la polla a la que envolvían.

–¡Agghh! ¡De nuevo!

Ron la cacheteó otra vez… y otra… y otra… Sentía con fascinación cómo se movía su trasero cada vez que lo hacía. Estaba enrojeciéndose. Se dio cuenta que no aguantaría mucho más sin acabar.

–¡Ahh… ahhh… ahhh! –gemía Hermione, cada vez más fuerte. Y entonces, luego de una cachetada y una embestida especialmente salvaje que les cortó el aire a los dos, se corrieron.

–¡Aaaaaahhhhhhh!

Hermione sintió cómo los músculos de su vagina se contraían con fuerza, liberando una catarata de fluidos. Ron gimió fuertemente en su oído.

–¡Hermioneeeeeeee!

Quedaron allí, contra la pared, temblando sin saber qué había pasado realmente. La mente de Hermione estaba completamente nublada. La última persona que había esperado (y la que más había deseado por mucho tiempo) por fin la había follado como a ella le gustaba.

Ron salió de su interior, con la verga chorreando semen. Ambos jadeaban. Se miraron.

–No es que me… no es que me queje… –jadeó Hermione, con la respiración entre cortada–. Pero, ¿qué te ha ocurrido?

–Hermione… –dijo Ron–. Creo que tienes que saber algo que hice… y algo que acabo de ver también.