Harry Potter: verano de placer 4

Fleur está decidida en colaborar para que Ron libere sus instintos, y tiene un as bajo la manga para aflojarlo. La reunión familiar de Harry y Ginny es un buen escenario para llevar a cabo su plan.

4.

Finalmente aquella mujer había conseguido lo que Ginny buscaba evitar: convertir una sencilla e íntima reunión familiar en una fiesta. Ni Harry ni Ginny habían podido impedir que Fleur invitara a todos los conocidos entre familiares y amigos, y se apoderara de la casa para expandir una decoración innecesaria y varios parlantes mágicos para que hubiera música en cada rincón de la casa.

Estaban todos invitados a la fiesta de graduación de Rose y Albus, todos literalmente: desde Arthur, Molly, y todos sus hijos y nietos, hasta Teddy, ahijado de Harry, pasando por Neville Longbottom, su mujer Hannah, y gente que Harry hacía años que no veía.

Había tantas personas que la cocina no bastó y todos se repartieron entre varios cuartos de la casa. Cuando calló la noche la música estaba en su apogeo, y los jóvenes eran los que más parecían disfrutar. Una de las más bellas de la noche era Victoire Weasley, quien era la novia oficial de Teddy Lupin. La chica de veinticuatro años era mitad vela igual que su madre, e igualmente bella. No había nadie que no cayera hipnotizado a su paso.

Fleur le había dado vueltas al asunto que Hermione tenía con Ron desde el día que escuchó la conversación que sus cuñadas mantuvieron en la cocina de la casa de los Potter. Ron parecía que se había convertido en un hombre aburrido, y eso no estaba bien. Fleur sabía cómo hacer que se diera cuenta todo lo que perdía, y Victoire era su arma secreta.

Fleur sabía que su hija había heredado un apetito sexual tan grande como el suyo, varias veces había oído a Teddy hablar sobre cómo lo sorprendía. Así que, ella sería su ayudante, y la fiesta que había armado era una mera fachada para llevar a cabo su plan.

–Menudo lío has armado –comentó Hermione negando con la cabeza cuando la vio acercarse. No se veían desde que la rubia había asaltado sexualmente su cama con Bill–. Ginny te odiará.

–Tu me lo agadecegás –sonrió con picardía Fleur, guiñándole un ojo. Se acercó a ella y fingió que estaba interesada en un trago de la mesa sobre la que se encontraban–. ¿Sigues con ganas de la polla de Haguy? –preguntó por lo bajo.

Hermione miró para todos lados escandalizada. Nadie les prestaba atención. Los señores Weasley estaban en la otra punta de la cocina, Harry conversaba con Neville animadamente, Ginny con Angelina y George, Ron con Bill y Charlie. Nadie las miraba ni andaba cerca.

–Si –se animó a musitar–, pero no será posible.

–Nada es imposible, Hegmione… –opinó Fleur–. Sólo debes econtgar… el momento…–dijo, de manera misteriosa.

–¿Qué quieres decir? –Hermione la miró con suspicacia.

–Pienso distgaeg a tu maguido paga que tú puedas saciag tu hambgue de Potteg –Fleur sonrió con astucia.

–¿Y cómo piensas hacer eso? –preguntó Hermione dudando.

–¿No confías es que puedo teneg mis tgucos? –Fleur revoleó su largo pelo rubio y sacó pecho. No llevaba sujetador, sus tetas se movieron con gracia bajo la apretada remera. Hermione comenzó a entender–. Cgeeme, cuando acabe con él, me agadecegás.

Hermione la miró con tristeza.

–Ron no se dejará seducir así de fácil –negó–. Tiene demasiado arraigado un estúpido código de honor.

–Ningún hombgue me dice que no, Hegmione –Fleur revoleó los ojos–. Si lo distgaigo, ¿Apgovechagás a tigagte a Harry?

Hermione miró hacia la otra punta de la habitación, donde se encontraba Harry. Hacía tantos años que Ginny había puesto la estúpida regla de que no podía coger con él que ya comenzaba a extrañar su verga. Además, por más que el orgasmo que le habían dado Bill y Fleur había sido espectacular, aún estaba muy caliente. La sola idea de poder conseguir más sexo de alguien que no fuera Ron aquella misma noche la volvía a mojar… podía sentir la humedad en sus bragas. Se mordió el labio. Por un segundo, se imaginó en el cuarto de lavado montanda sobre Harry y al mago jadeando sobre sus tetas.

–Sí, lo haré –dijo, decidida.

–Pegfecto –Fleur sonrió de oreja a oreja–. Cuando veas que Gon se magcha de aquí, tienes vía libre –le dijo–, pero primero déjame hablar con Haguy.

Fleur se marchó sin más, contoneando su trasero al caminar. Hermione la miró abrirse paso hasta Harry. No sabía qué buscaba con él ahora.

–Pegdon, Neville –Fleur llegó a Harry, interrumpiendo la charla entre los hombres–. ¿Puedo hablag con Harry un segundo a solas?

Harry la miró ceñudo y extrañado. Neville se despidió con un gesto de que estaba todo bien e iría por más bebida.

–Fleur –Harry fingió beber y no prestarle atención. Miró a Ginny, quien se hallaba en la otra punta de la cocina. No los observaba–. ¿Sabes por qué no quería Ginny invitarte? –preguntó.

Harry se hubiera tirado a Fleur allí mismo sin problemas, o quizá en el cuarto de lavado para más discreción, pero esa de por sí era una fiesta no planeada por su mujer y no quería hacerla enfadar aún más.

–Porque salto aguiba de tu polla cada vez que te veo –respondió Fleur con una risita, recordando las palabras de Ginny–, pero no soy yo quien quiegue eso ahoga, Haguy. Hay una mujer con las bragas humedeciéndose por ti ahora mismo.

Harry se sorprendió de sus palabras y la miró al fin. Su pulso comenzó a acelerarse

–¿De qué hablas? –preguntó.

–Hermione –respondió Fleur, encogiéndose de hombros y como si aquella conversación que mantenían por lo bajo fuera lo más natural–. De hecho, está bien caliente desde hace días. ¿Sabías que Bill se la tigó delante de mí el otro día?

La imagen de Hermione teniendo sexo con Bill mientras Fleur miraba lo asaltó. No era una imagen muy discreta para una fiesta concurrida. Su corazón comenzó a palpitar salvajemente por la idea.

–Mira… Hermione… ella era genial –reconoció Harry, quien hacía años que no había vuelto a tocar a su cuñada.

–Y ahoga quiegue tu vegga también, Haguy –dijo Fleur de manera seductora–. Está bien calentita, yo lo he compgobado…

Y entonces, Harry dirigió la mirada hacia Hermione, que se haya a metros de él, mirándolo también. Los dos sostuvieron las miradas a la distancia, y supo que Fleur no estaba bromeando cuando Hermione le guiñó un ojo con discreción.

–Está Ron aquí mismo –repuso Harry, quien no quería comenzar una batalla con su mejor amigo.

–Si ese es el pgoblema, te digué una cosa: yo lo distgaegué, y tú apgovecha a dagle a Hegmione un buen polvo –dijo Fleur con voz cantarina, como si le estuviera proponiendo una inocente partida de ajedrez–. ¿Qué dices?

Harry pensó por un segundo. Que Fleur hablara de distraer a Ron le daba curiosidad. Imaginaba las ideas perversas que podía tener la mujer, y se preguntaba si Ron podría caer ante ella también. Por otro lado, Fleur le estaba dando la excusa ideal para volver a tirarse a Hermione después de tanto tiempo. Ahora, se había fijado aquella idea en su cabeza… y en sus pantalones, y no se marcharía hasta que pudiera hacerlo.

–De acuerdo –aceptó sin titubear, con la mirada fija en Hermione, quien también clavaba los ojos en los suyos–. Has lo que tengas que hacer para librarme de Ron.

Fleur se marchó contenta, y al pasar junto a Hermione le guiñó un ojo. Parte de su plan estaba resuelto, ya había avisado a dos de sus favorecidos que tenían vía libre para actuar, y quedaba en ellos encontrar un lugar apartado para gozar libremente. Ahora sólo faltaba una parte más difícil, pero no imposible. Para ello contaría con ayuda de la magia y de su hija.

–¿Estás pgepagada? –preguntó a Victoire, interceptándola en medio de la cocina.

La muchacha asintió. Fleur sacó la varita del bolsillo y apuntó a Ron disimuladamente.

–Esa pelota no debió entrar, ese guardián es un imbécil –Ron comentaba con Bill y Charlie una jugada de Quidditch cerca de ellas. Paró de hablar en seco, con la mente confundida–. Creo que iré al baño–. Dijo, de pronto, sin saber por qué. Ni siquiera tenía ganas de orinar hasta hacía unos segundos  atrás.

Ron dejó a sus hermanos sin entender, se abrió paso entre la gente, y salió de la cocina. Fleur y Voctoire lo siguieron. Lo vieron subir las escaleras y fueron tras él. En el rellano superior la música no se escuchaba tan fuerte, y estaba desierto de gente. De pronto, Ron cambió de rumbo: había algo que le interesaría en la última habitación del pasillo. No sabía qué era, pero estaba seguro.

Entró en la habitación de Lily, que estaba vacía. Allí, su mente se aclaró. No tenía idea qué hacía allí. Pegó media vuelta para salir, pero Fleur y Victoire entraron y cerraron la puerta tras ellas.

–¡Gonald! –gorjeó alegremente Fleur, tomándolo del brazo–. Justo te buscaba –dijo Fleur, fingiendo normalidad.

–¿A mí? –preguntó Ron atontado–. ¿Por qué?

Fleur lo sujetaba por el brazo para que no escapara. No era necesario. Ron no escaparía: tenía cierta debilidad por aquella mujer, aunque intentaba ocultarlo.

–Estaba contando a Victoire de cuando nos conocimos en Hogwagts –canturreó Fleur, señalando a la muchacha, y acariciando el pecho del hombre. Ron quedó helado–. Y cómo salvaste a su tía Gabguielle…

Fleur comenzó a darle pequeños empujones hasta que lo atrapó contra el escritorio de su sobrina.

–Bueno… fue algo de suerte y toda la tarea la hizo Harry, yo no… –comenzó Ron a decirle a su Victoire, sin entender por qué Fleur quería hablar de eso.

–Bahh, no seas modesto –interrumpió Fleur, sin querer oír–. Está integuesada en oig esa histoguia, y otgas…

Ron la miró boquiabierto, con la mente nublada por su presencia, sin entender.

–¿Qué historias?

–Como que estabas enamogado de mí –dijo Fleur, coqueteando, revoleando su larga cabellera.

Ron se puso colorado al instante. Nunca había sospechado que la mujer se había percatado de eso.

–Bueno… no es tan real eso… –comenzó a decir, algo tímido.

–Es un mentigoso… –Fleur miró a su hija, y luego volvió a mirar a Ron con los ojos entrecerrados. Ron se dio cuenta que algo extraño ocurría.

–Mejor volvamos a le fiesta –se apresuró a decir, para escapar. La presencia de Fleur lo ponía nervioso. Se había percatado que sus enormes pechos parecían querer escapar del escote.

–No, no, yo quiero saber si eso es verdad –Victoire estaba demasiado juguetona también, y a Ron lo incomodó el tono de su voz, y cómo lo miró.

–¿Y qué importa eso ahora? –preguntó, sin entender.

Fleur se le acercó de manera seductora, y le habló al oído.

–Importa pog que quiego sabeg si te hubiega gustado haceg ciegtas cosas conmigo… –le mordió juguetonamente el lóbulo de la oreja.

Ron se apartó al instante, con el corazón latiéndole a mil por horas. No podía creer lo que escuchaba. Intentó no mirar los pechos de Fleur.

–Fleur, eres muy linda, pero…

Pero no entendía qué le ocurría a la mujer.

–¿Te gustaba o no, Gonald? –exigió Fleur.

Fleur lo arrinconó aún más contra el escritorio y lo obligó a apoyarse contra él para no caerse. Se sentía intimidado por el tono de la conversación, también porque Victoire estuviera allí mirándolo de manera seductora, y porque Fleur se había acercado hasta poner una mano sobre su muslo. Ron no podía dejar de mirar sus grandes pechos, cuyos pezones se trasparentaban por la fina tela de la remera.

–¿Lo niegas Gonald? –preguntó Fleur, mordiéndose el labio inferior, y subiendo la mano lentamente por la pierna de Ron hasta quedar peligrosamente en su ingle. Ron respiraba de manera entrecortada, no sabía cuánto más podría aguantar sin que su miembro reaccionara. Después de todo, él era un hombre y Fleur una muy bella y excitante mujer.

–N…no… –dijo, con un hilo de voz–. Tú me gustabas en la secundaria.

–¿Has visto? –preguntó de manera cantarina Fleur a su hija. Victoire rio coqueta y se acercó a ellos–. ¿Y te pajeabas pensando en mí, Gonald?

–S…si… muchas veces –admitió el hombre, sintiéndose obligado a decir la verdad–. No sé qué haces Fleur, pero yo tengo…

–Una mujeg a la que segugo no le impogtagá que te diviegtas, Gonald, ya te lo he dicho –dijo Fleur, y terminó de subir su mano. La colocó justo sobre el bulto de Ron, que comenzó a crecer lentamente–. Miga cómo lo deseas…

–Fleur, yo… –Ron intentó razonar, pero no pudo. Además, por más que su cerebro quería detener aquello, su cuerpo no lo dejaba. Quedó inmóvil ante la caricia que Fleur le hacía sobre el pantalón. Victoire los miraba con la cabeza ladeada y una leve sonrisa en el rostro, como si supiera lo que vendría.

–Te confesagué algo… –dijo Fleur mirándolo a los ojos, siguiendo con su caricia–. Egues el único de tus hegmanos que no se diviegte como debe –agregó, bajando el cierre del pantalón de manera tortuosa. Ron tragó saliva y bajó la vista a su entrepierna al sentir que los finos y largos dedos de Fleur se metían dentro de su calzoncillo, tomaban su pene con delicadeza y lo sacaban afuera–. Y te digué algo más… Harry también se diviegte conmigo…

Ron levantó la vista de golpe, sorprendido.

–¿Harry? –preguntó, sorprendido.

Fleur no lo oyó. Miraba el pene casi erecto de Ron con mirada científica.

–Los Weasley están bien dotados, definitivamente –dijo, contemplándolo–. Me gustan las pollas gandes y venosas ¿Y a tí, Victoire?

Victoire se acercó al pene de su tío y lo contempló.

–Claro que me gustan –dijo, sonriéndole directamente al hombre.

Ron se sentía como en un sueño surrealista o en una loca fantasía que jamás se habría atrevido a soñar: su cuñada y su sobrina se hallaban paradas junto a él, que se aferraba al escritorio para no caer, contemplando la incipiente erección de su polla.

–Victoire, muéstgale a Gon lo que se piegde –pidió Fleur, con naturalidad.

La chica de ventitres años se quitó la remera y el sostén, liberando dos prominentes pechos blancos que dejaron sin respiración a Ron. Se llevó las manos automáticamente a los pezones, y comenzó a masajearlos, endureciéndolos, mirando provocadoramente a Ron. A éste se le aflojaron las piernas.

–Ambas están locas –opinó. Sin embargo, la imagen de Victoire tocándose los pechos no le permitía tomar fuerzas, meter la polla dentro de sus pantalones, y marcharse.

–Dicen que ella se paguece a mí de joven, y sólo quiego mostgagte lo que te has pegdido, Gonald, pero puedes cambiag ahora… –dijo Fleur, y sostuvo un pecho de Victoire entre sus manos, apretándolo, para mostrar su firmeza–. Miga, figmes y jóvenes.

A Ron volvió a cortársele la respiración. De nuevo, jamás había pensado que iba a presenciar a una mujer tocándole los pechos a otra, y menos su cuñada y sobrina. Llevó una mano a su pene de manera instintiva. Su erección era innegable.

–¿Te gusta esto, verdad? –preguntó su sobrina, acerándosele. Le colocó un pecho cerca de la boca, ofreciéndole el pezón erecto. Ron lo miró con deseo, acariciando su pene con lentitud, pensando…

–Nos van a ver y tendremos problemas… –dijo, con vos ronca, y miró a Fleur.

La mujer rio.

–No, todos están muy ocupados, Gonald.

Y Ron le creyó. El joven, firme, y apetitoso pecho que Victoire le ofrecía le hizo creer que era cierto. Se lo llevó a la boca y le dio un lengüetazo. Victoire suspiró y Fleur rio contenta. Ron se dejó caer sobre el escritorio de Lily, quien sin saberlo había prestado su habitación para aquello. Ron se preguntó qué diría Harry si se enteraba que se estaba haciendo terrible paja allí, chupando los pezones de su otra sobrina.

–Hasta el más teguible mojigato se logga domag –dijo Fleur, contenta.

Mientras chupaba y mordisqueaba el duro pezón de su sobrina, Fleur quitó las manos de Ron de su pene y comenzó a acariciarlo ella misma. Madre e hija empezaron a trabajar para darle a Ron unos minutos que le costaría olvidar. Con las manos ahora libres, Ron acarició los pechos de su sobrina mayor como en un trance, lubricándolos con su saliva.

–Esto no parece real –jadeo, mirando cómo su cuñada acariciaba de arriba abajo su polla, agarrándola por el tronco pero sin olvidarse de acariciar la punta y los huevos. Con su otra mano comenzó a acariciarle el perineo. Ron volvió a jadear.

–Es gueal, Gonald –Fleur guiñó un ojo. Victoire estiró una mano, y mientras Ron seguía lamiéndole las tetas, ayudó a su madre a acariciarle el miembro–. Está bien dugo, ¿no?

–Si… –confirmó Victoire, pasando su mano por el tronco–. Me pregunto si sabe tan bien como se ve.

Ron jadeó sólo con la idea de lo que proponía la muchacha. Aquellas dos mujeres estaban locas definitivamente. Sus testículos iban a explotar de la excitación.

–¿Quiegues una mamada como nunca, Gonald? –preguntó Fleur, siguiendo con el masaje peneano–. Dicen que la lengua de mi hija es muy juguetona.

Ron respondió con un jadeo y un asentimiento de cabeza, mirándolas. Las dos mujeres cruzaron miradas sonriendo, Victoire se colocó de rodillas junto a él, Ron abrió ligeramente las piernas. La chica se aferró a una de ellas. Fleur le tomó el cabello con una mano a su hija, dejando su bello y joven rostro libre, y con la otra agarró la verga erecta de Ron.

–Bon a petit –dijo, guiñándole un ojo al hombre, y colocó el pene en los labios de Victoire.

Ron gimió al sentir los labios húmedos de la chica, y luego su lengua caliente, acariciando su glande… y después su tronco. La punta de su verga llegó hasta la garganta de la muchacha, momento en el cual la misma comenzó a introducir y sacar el pene de su boca con movimientos extremadamente habilidosos. Fleur le sostenía el cabello, por lo que Ron podía ver su rostro abocado a darle la mamada más salvaje de su vida. La punta de su polla golpeaba a cada rato con su garganta, y Victoire producía pequeñas gárgaras. La polla de Ron se hallaba empapada en su saliva.

–¿Está guica? –gorjeó Fleur, y pegó un tirón de cabellos a Victoire para que soltara la polla y respondiera. De su boca cayó bastante saliva.

–Mucho –dijo la joven, quien tenía los pechos al aire aún, haciendo que la imagen fuera aún más caliente para Ron. Se relamía los labios. Miró a su madre–. ¿Quieres probarla?

Ron estuvo por protestar. Quería que Victoire siguiera, le había gustado cómo la verga tocaba su campanilla en el fondo de la garganta, y sentir su lengua moviéndose sin control contra el tronco mientras aún tenía toda la polla dentro de su boca lo había enloquecido. Sin embargo, su protesta no se realizó, pues volvió a quedar sin aliento al ver que madre e hija se proponían a realizar otra cosa aún más interesante.

Fleur se arrodilló junto a Victoire, y sostuvo el pene de Ron para ambas: las dos mujeres comenzaron a lamerlo como si fuera un helado, una de cada lado. Victoire se encargó de la punta y Fleur del tronco. Ron volvió a jadear. Las tomó del cabello a ambas, para poder verles la mirada de viciosas que ambas le brindaban.

Entre lamidas y caricias Fleur y Victoire le estaban haciendo la mejor felación de su vida. Ron comenzó a gemir ya sin control cuando comenzaron a pasarse le polla entre ellas: primero Victoire la metía hasta la garganta, agitaba su boca y lengua alrededor de ella, y se la pasaba cubierta de saliva a su madre. Luego ella hacía lo mismo, produciendo gárgaras. Los gemidos incontrolados de Ron se mezclaban con los sonidos ahogados de las dos mujeres. El hombre colaboraba con aquella garganta profunda tomándolas del pelo y empujando sus cabezas hasta sentir que la punta de su verga tocaba el fondo de sus gargantas.

–Agghhh… ¡nunca… nunca me la… la habían mamado así…! –exclamó entre gemidos roncos. Siempre había creído que su mujer era buena mamándola, pero ahora se daba cuenta que había estado perdiendo algo mucho mejor–. ¡Sigan que quiero correrme en sus bocas!

No había necesidad de pedirlo. Todo indicaba que el objetivo de madre e hija iba a ser ese. Seguían pasándose la verga entre ellas, las dos con el rostro y las manos cubiertas de saliva. Los testículos de Ron comenzaban a doler, iban a estallar pronto, sin poder evitarlo.

Y Ron sintió venir el orgasmo, sabía que se correría, y ya había elegido en qué garganta quería acabar. Cuando Victoire se llevó el pene hasta la garganta de nuevo, Ron se aferró a su cabeza y no la dejó moverse.

–¡Aggghhhh! –la punta de su pene tocó el fondo de la garganta de la chica y liberó todo el semen repentinamente, haciéndolo gemir de placer contenido, echando la cabeza para atrás.

Victoire se alejó jadeando ligeramente, ahogada, pero igualmente lamió el semen que chorreaba por las comisuras de su boca. El pene de Ron seguía chorreando semen, cayendo un poco sobre la alfombra de Lily. Fleur rápidamente lo tomó con sus manos y comenzó a chuparlo como si se tratara de un helado derretido. No lo soltó hasta que estuvo limpio y flácido. Ron quedó derrumbado sobre el escritorio, acariciando la cabeza de su increíble cuñada.

Victoire había quedado arrodillada frente a Ron, igual que Fleur. Aún tenía los pechos al aire, con sus pezones duros. Ron, temblando por lo que acababa de ocurrir, estiró una mano y los acarició como en un trance. Su sobrina dejó que los apretara con suavidad.

–Cgeo que a tu tío Gon le ha gustado nuestga muestga –dijo Fleur, agitando el pene satisfecho del hombre de manera juguetona.

Mientras las dos mujeres aún lo miraban desde el suelo, Ron comenzó a salir del trance de a poco. Se dio cuenta que una fuerte música sonaba en el piso de abajo, y recordó que se hallaba en el cuarto de su sobrina menor, en casa de su hermana. La culpa lo invadió al ver las gotas de semen sobre la alfombra.

–Harry va a matarme –gimió.

Victoire rio, levantándose del suelo. Fleur hizo lo mismo. La primera comenzó a colocarse la ropa en su lugar, y Ron lamentó que sus pechos desaparecieran de la vista.

–Haguy festejagá de que te hayas libegado –Fleur guiñó un ojo–. Pgeúntale qué estuvo haciendo él mientgas tú estás aquí, de segugo es igual de integuesante…

Ron iba a presentar quejas, no entendía a qué se refería Fleur.

–Será mejor que bajemos o alguien vendrá a buscarnos –opinó Victoire, y señaló la entrepierna de Ron–. Y guarda eso, vicioso– dijo, guiñando un ojo. Ron bajó la vista hacia donde la chica señalaba. Aún tenía el pene fuera del pantalón, aunque ahora reposaba en paz después de una ardua batalla.

Ron guardó su miembro dentro de los calzoncillos que habían quedado cubiertos de saliva y un poco de semen (tendría que lavarlos antes que Hermione los viera, pensó) y se abrochó el pantalón.

Los tres salieron por turnos y bajaron a la fiesta nuevamente. Las dos mujeres se reintegraron a la misma como si nada hubiera pasado. Ron no pudo olvidar fácilmente la imagen de su cuñada y sobrina arrodilladas frente a él, mamándosela.