Harry Potter: verano de placer 2

Harry espera que sus hijos vuelvan del colegio para pasar el verano en casa. Mientras se hace la hora de ir a recogerlos, recibe la interesante visita de una de sus cuñadas.

ACLARACIÓN: Relato con alto contenido sexual explícito. Si no se tolera, no lean. Continuación de Harry Potter: verano de placer

2.

Ser Harry Potter nunca había sido nada fácil. En aquellos momentos de su vida las cosas seguían prácticamente igual: en el mundo mágico se seguían peleando entre los magos de sangre pura y los de sangre mestiza. No daban tregua. Para peor, él, Potter, lideraba la oficina de Aurors. De nuevo, ser Harry Potter no era nada fácil.

Harry se recostó en el sillón de su oficina con los ojos cerrados, para descansar un poco. Había armado hacía años un despacho en su casa, para poder trabajar y estar con su familia a la misma vez. Sus hijos (quienes estaban regresando de Hogwarts aquella misma tarde para pasar el verano en familia) eran lo más importante para él, seguido de su mujer, a quien adoraba. Ginny siempre había sido una mujer extraordinaria. Desde que había terminado la guerra, lo había acompañado en todo. Se tenían plena confianza, y no había ningún secreto entre ellos. Ninguno.

Alguien golpeó la puerta del despacho.

–Adelante –dijo Harry, abriendo los ojos, y preguntándose quién sería. No era normal que alguien lo visitara en su despacho personal.

Una mujer rubia de cabellos largos, alta y delgada entró a la habitación como si flotara. Fleur parecía no haber envejecido ni un año desde su casamiento, quizá era por su sangre de Vela. Seguía siendo una mujer guapa que llamaba la atención de todos los hombres, sobre todo porque había tomado la costumbre de usar pronunciados escotes que resaltaban sus firmes pechos, con remeras que transparentaban sus areolas y pezones. Rara vez llevaba sujetador. Harry no pudo evitar notar que, otra vez, no traía uno. Cuando hacía aquello, era muy difícil mirarla directamente a los ojos y no fijar su mirada en el escote.

–¡Haguy! –exclamó. Jamás había logrado cambiar su acento francés–. Te he estado buscando  todo el día.

–Fleur… –Harry bostezó sin querer–. ¿Por qué eso?

La mujer se sentó junto a él y se cruzó de brazos. La vista de Harry se dirigió directamente a su pronunciado escote.

–He oído que la semana que viene tú y Ginny dagán una fiesta y no estoy invitada –Fleur fingió un puchero, acercándose a Harry–. ¿Acaso no era tu cuñada favorita?

–Y lo sigues siendo –respondió Harry sin aliento, no podía dejar de contemplar el escote. Se obligó a subir la vista y mirarla a los ojos–. Y no es una fiesta, es una cena con Ron y su familia, nada más… de bienvenida a Albus y a Rose que terminaron su estudios en…

–Abuguido –Fleur sacudió su cabeza, agitando su cuerpo. Sus grandes pechos se movieron al compás, quitando el poco aire que quedaba en Harry–. Sabes que sin mí ninguna cena es divegtida…

Harry y Fleur tenían una pequeña aventura, de la que Harry no se arrepentía en absoluto. Era una mujer muy bella, y creativa. Sin embargo, también era muy intensa y celosa.

–Quizá…–Harry tragó saliva–, la próxima.

Fleur lo miró de mala manera.

–De acuegdo –aceptó más rápidamente de lo que Harry había esperado, y el hombre suspiró–. Pero quiero algo a cambio…–dijo, entrecerrando los ojos de manera peligrosa.

–¿Qué…? –la pregunta se perdió en la boca de Harry.

Sabía lo que quería.

–Tu mujeg no está –le dijo Fleur, acariciando una rodilla de Harry lentamente, subiendo por su pierna con la yema de los dedos–. Y con todos tus hijos en casa no será posible… veg la vaguita del niño que sobgevivió muy a menudo –Fleur llegó hasta su entrepierna y apretó el paquete–. Déjame usag esta vaguita.

Harry quedó con la boca abierta. Fleur tenía un efecto sedante en su cerebro y siempre, siempre, lograba lo que quería. Asintió con la cabeza ante sus palabras. La chica rio. Desprendió el cinto del pantalón, bajó el cierre y sacó el pene de Harry fuera de su ropa. Aún estaba pequeño y flácido, pero eso cambiaría.

–Muéstrame tus tetas –pidió Harry con voz ronca. Seguía sin poder dejar de mirar cómo se transparentaban sus areolas.

Fleur obedeció. Se sentó sobre sus piernas, se quitó la remera, y colocó sus grandes pechos, tan grandes que no se los podía agarrar con las dos manos, frente al rostro de su cuñado. Harry acarició un pezón con sus dedos, que se erizó enseguida, y el otro se lo llevó a la boca. Lo mordisqueó y lamió sin reparo. Fleur gimió en respuesta. Llevó su mano al pene de Harry y comenzó a acariciarlo.

Harry no tardó en tener una erección. Su pene creció rápidamente con las caricias de aquellas manos expertas. Cubrió de saliva y mordiscos los dos pechos de Fleur, totalmente extasiado. La mujer gemía y jadeaba de manera bastante audible. Aquellos pequeños gritos excitaban a Harry.

–Te hago una paja con mis tetas si me lames el coño, Potteg –dijo, excitada.

Harry asintió. Ambos se levantaron del sofá. Harry se desprendió de su ropa y Fleur se quitó el ajustado pantalón que llevaba, revelando una tanga que se perdía en su trasero. La mujer se colocó en cuatro patas sobre la alfombra, apoyando sus brazos en el sofá. Sus pechos gigantes quedaron colgando, balanceándose. Harry se agachó junto a ella, y comenzó a morderle el trasero mientras que jugaba con los hilos de su tanga. Le gustaba morderle el trasero a las mujeres. Había algo excitante en aquello. Bajó de a poco la tanga, y se encontró con unos labios vaginales carnosos y rasurados, preparados para ser besados. Llevó su mano al clítoris, y Fleur tembló y gimió de placer al sentir que sus dedos sacudían aquel punto. Cargó de saliva la lengua y la pasó por su ano, humedeciéndolo.

–Mete un dedo en mi culo–pidió Fleur moviendo el trasero al compás de la lengua.

Harry obedeció y metió un dedo en su ano mientras con su lengua recorría la abertura de su vagina. Con su mano libre, y aún arrodillado en la alfombra, comenzó a masturbarse a sí mismo. Tenía el pene como una roca. Su otra mano se ocupó de introducir y sacar un dedo del recto de Fleur con suficiente ritmo, y su lengua hizo lo propio con la vagina. La mujer tenía el coño muy húmedo. Los fluídos resbalaban por sus piernas, y la lengua de Harry iba desde el clítoris (donde se quedaba un buen rato dando lengüetazos juguetones) hasta la entrada de su vagina donde recogía toda su humedad.

Fleur gemía muy fuerte. Harry jamás había visto una mujer que gritara como ella en la cama.

–¡Ahhhhhh! ¡Sigue Potteg! ¡Tu lengua me excita!

Y movía las caderas de tal manera que a Harry le era difícil seguirle el ritmo.

Entonces, en un momento, mientras Harry volvía a introducir la lengua en su orificio y su dedo se movía como loco en su recto, Fleur emitió un fuerte grito, la lengua de Harry recibió un intenso chorro, y sus piernas enloquecieron con el primer orgasmo.

Harry quedó arrodillado con el pene erecto en la alfombra, viendo cómo Fleur se incorporaba temblando y jadeando. La chica fue hasta el bolsillo del pantalón que había quedado tirado y sacó de allí un paquetito. Se arrodilló junto a Harry, y le colocó el condón con la boca, mirándolo de manera seductora. Harry jadeó al sentir sus labios.  La mujer se detuvo. Se acomodó entre las piernas de Harry, y tomando su pene, lo dirigió hacia la entrada de su vagina. Frotó su clítoris con él.

–Quiego sentig tu vaguita adentgo mío –gimió. Ambos jadearon cuando su vagina envolvió su pene.

Fleur comenzó a moverse sobre Harry adelante y hacia atrás con los ojos cerrados, disfrutando el momento. Gemía y jadeaba cada vez que el pene de Harry golpeaba las paredes del interior de su coño.

–¡Gegálame otgo oggasmo, Potteg! –exclamó, excitada, aunque era ella quien tenía dominada la situación.

Harry observó con asombro las enormes tetas balancearse de un lado al otro y de arriba abajo. Producían un excitante sonido al chocar entre ellas. Harry también jadeaba fuerte, Fleur tenía un ritmo bastante enérgico, y sentía sus terminaciones nerviosas a punto de estallar de dolor y placer. Y entonces, con bruscos movimientos sobre su pene, Fleur tuvo el segundo anhelado orgasmo, y quedó casi inmóvil, disfrutándolo.

–Me voy a correr también –advirtió Harry.

–Oh, no, eso no –Fleur se levantó del suelo–. Te has pogtado bien conmigo. Cumpligué con mi palabga.

Harry se levantó del suelo y volvió al sillón por orden de la mujer. Ésta se arrodilló junto a él, le quitó el condón y colocó sus enormes tetas alrededor de su pene. Comenzó a fregarlas arriba y abajo alrededor del miembro del hombre. Fue Harry quien gimió de placer genuino aquella oportunidad. Fleur y sus grandes tetas le hacían siempre las mejores pajas del mundo. Estaba tan excitado que no duró mucho. Tuvo su orgasmo y su pene escupió el semen en el hueco que habían armado las tetas de Fleur.

–Vacíala toda, Potteg –rio Fleur, agitando sus tetas sobre la verga. Harry aún jadeaba–. Y ven a buscagme dugante el vegano.

–Eso… eso… tenlo por seguro –tartamudeó él.

Fleur se limpió el semen y se visitó lentamente. Harry hizo lo propio, e hizo desaparecer el condón con un movimiento de varita, lamentando que la mujer se fuera.

Salieron juntos al pasillo, y comenzaron a caminar en dirección a la sala.

–¿Me invitagás a la fiesta ahoga? –preguntó coquetamente Fleur.

–No es una fiesta –volvió a repetir Harry.

–Seguro ella la convierte en una, ¿verdad? –al llegar a la sala Harry casi tropieza al ver que Ginny estaba allí. Su mujer se hallaba sentada en el sofá, leyendo un documento muy largo. Inmediatamente vino a la cabeza de Harry todo el ruido que acababan de hacer.

–¡Hola Ginny! –Fleur, como si no hubiera pasado nada, se acercó a Ginny y le dio dos besos en las mejillas.

Las miradas de Harry y Ginny se cruzaron.

–Bueno, cgeo que me marcho –. Fleur se acercó a Harry y lo saludó con dos besos –. Búscame, me gusta tu vaguita, Potteg –le repitió al oído.

Harry rio nervioso, sin sacar la vista de su mujer. Fleur se marchó como si nada hubiera pasado. Un silencio cortante quedó en la sala.

–Entonces… –Ginny rompió el silencio–. ¿Sintió tu varita o no?

Cuando Ginny sonrió, burlona, Harry suspiró tranquilo y se sentó en una butaca junto a su mujer.

–Oh, sí lo hizo –comentó, tomando un panecillo que había sobre la mesa ratona.

–Esa mujer está cada vez peor –Ginny negó con la cabeza.

Entre ellos no había secretos. Ni siquiera uno como aquel. Ginny estaba de acuerdo con que Harry tuviera una vida sexual con otras mujeres… siempre y cuando ella pudiera hacer lo suyo por ahí también.

–Harry, lo único que tengo para decirte… –comenzó Ginny.

–Lo sé, lo sé –Harry entendía lo que iba a decir su mujer–. ¿Has escuchado todo, verdad?

–Fuerte y claro –Ginny asintió–. A mí no me molesta –dijo, con honestidad–. Es más… me dan ganas de jugar luego con… tu vaguita… –Harry se atragantó con el panecillo por la risa–. Pero los niños regresan pronto, ¿imaginas lo raro que sería si escuchan a su padre y a su tía tener sexo de semejante manera?

–Entiendo, entiendo –Harry se encogió de hombros–. Pondré un encantamiento la próxima.

–Perfecto –dijo Ginny–. Y la próxima, intenta que no sea Fleur… es tan “gaga” –rio Ginny.

–¡Oye! –Harry se quejó–. Ya has vetado a Hermione… ¿Ahora a Fleur también?

Ginny pensó un poco, mirándolo ceñuda.

–Tienes razón –confirió–. Mejor ella aunque sea rara a que sea Hermione.

Durante una fiesta familiar (y sí había sido una fiesta aquella vez) muchos años atrás Ginny había encontrado a Harry y a Hermione en el armario de la limpieza. Harry tenía los pantalones bajos, Hermione  la blusa abierta y Harry lamía sus tetas con entusiasmo mientras la mujer lo pajeaba. Ginny se había molestado, pero porque sabía que Ron mataría a Harry si los encontraba así: Ginny, Fleur (y hasta Bill) tenían una concepción distinta del sexo. Ron podría reaccionar fatal si encontraba a Harry metiéndole los dedos (u otra cosa) a su mujer.

Ginny miró la hora.

–Creo que es hora de ir a la estación, o los niños llegarán antes que nosotros.

Ginny tenía razón. La hora había pasado rápido, y el expreso de Hogwarts llegaría en cualquier momento con sus hijos, quienes esperaban ansiosos unas vacaciones de verano inolvidables.