Harry Potter: El despertar (Sexo en Hogwarts 1)

Harry Potter y Ronald Weasley, en su 3er año en Hogwarts, deben preparar una poción que, debido a su ignoracia frente a clase de pociones, crea en ellos una especie de aroma afrodisíaco extremo que despierta sus deseos más ocultos.

Harry Potter: El despertar (Aventura sexual en Hogwarts I).

Era su tercer año en el Colegio de Magia y Hechicería Hogwarts. Harry Potter, el niño que sobrevivió, el único que consiguió escapar de las fauces asesinas del Avada Kedavra de Lord Voldemort, se encontraba en una aburrida clase de pociones.

-¡Potter! –gritó el profesor Severus Snape.- Si usted comienza a desatender sus clases, la nota media podría descender hasta niveles extremadamente bajos; y tengo entendido que para aquello que quiere usted ser, auror, se necesita una muy buena nota en los exámenes finales.

Harry Potter odiaba profundamente a Snape. ¿Qué coño le pasaba? No hacía otra cosa que humillarle delante de todos, y ya estaba acostumbrado, pero últimamente era insoportable.

La tarea de esa clase consistía en crear una poción contra venenos aturdidores. Harry y Ron se pusieron en pareja, mientras que Hermione no tuvo otra que ponerse con Neville, el cual estaba tan asustado por Snape que no ayudaría nada en la realización de la poción.

Después de media hora cortando ingredientes, añadiéndolos con sumo cuidado, midiendo las cantidades exactas, Hermione tenía una poción perfecta, con un suave olor a azahar. En cambio, la poción de Harry y Ron exhumaba un aroma salado, agrio al mismo tiempo.

-¡10 puntos menos para Gryffindor por esta bazofia de poción! –vociferó Snape sin ni siquiera acercarse a comprobarla.

Pero... realmente, poco le importaban a aquellos dos amigos. La poción estaba teniendo un efecto realmente sorprendente en ellos dos. Sus pulsaciones comenzaban a multiplicarse, sus músculos se tensaban y entre ellos se mantenía un silencio nervioso y tenso.

-Harry, no sé qué me pasa, creo que me estoy mareando. –Ron no entendía qué habían hecho mal en la poción. Realmente, era una poción muy fácil a pesar de la gran exigencia de Snape.

Harry no tenía ni la más remota idea de qué ocurría, y preguntarle a Hermione sólo habría provocado un sermón sobre por qué hay que seguir detalladamente las instrucciones del libro de pociones y no dejar las medidas a la intuición. Ya por eso, decidieron fugarse de las siguientes clases (transformaciones y adivinación), para descansar en la sala común de Gryffindor.

Ron pronunció como pudo la contraseña para poder entrar a la sala y subió rápidamente a su cama, sin pronunciar más palabras. Harry le siguió con la mirada, sin saber qué hacer. ¿Descansaría en el sillón de al lado de la chimenea, o por el contrario, seguiría a Ron a la habitación? Un impulso oculto le incitaba a seguir a su amigo, pero no sabía el qué.

Ya arriba, en los dormitorios, Ron daba vueltas en la cama mientras suspiraba incansablemente.

-Harry, de verdad, no sé qué me pasa. Por favor... puedes... venir. –la voz de Ron denotaba un cierto temor a pronunciar aquella invitación, pero algo dentro de él le hacía decirla.

-No, no... claro que no. –Harry tampoco era para menos. Ya desde su cama, había estado fijándose (por primera vez) en los músculos, ahora tensos, de su amigo pelirrojo. Y ya cuando se acerco, pudo comprobar, no sin cierta admiración, la considerable erección que Ron marcaba en sus pantalones de tela.

Harry no sabía qué hacer, sentía que aquello le llamaba, quería tocarla, pero, ¡por el amor de Dios!, era su amigo.

-Harry, -suspiró Ron a duras penas- necesito que me hagas un favor. Necesito... abrazarte. De verdad, no pienses mal (Harry ya llevaba un rato pensando mal), pero lo necesito.

-Ron, creo que esto no está bien; no podemos hacer esto. –Harry sentía como las palabras sonaban falsas, mientras se acercaba lentamente al colchón de Ron, apoyándose lentamente hasta que al final sus rostros quedaron tan próximos que podían sentir la respiración del otro.

Fue Ronald Weasley quien tomó la iniciativa. Se lanzó a Harry con tal ansía que, robándole un beso, le lanzó a la cama mientras su lengua rebuscaba incansablemente cualquier resto de saliva que hubiera en la lengua de Harry. Este, por su parte, notaba cómo la ya de por sí gran erección de su amigo crecía considerablemente, todavía más, y se acercaba a su, también considerable, erección.

Esta vez Harry fue quien, alejando a Ron de sus labios, comenzó a besar con frenesí el cuello de este, bajando poco a poco hasta llegar a la entrepierna.

Desabrochó el botón lo más rápido que pudo, liberando por fin aquella bestia de carne de unos 23 centímetros que aguardaba, recta y firme, la lengua de Harry Potter.

Esta no tardó en llegar, comenzando primeramente por el capullo rosado con suaves lengüetazos, humedeciéndolo todo cuanto podía, notando con exuberante excitación el delicioso precum que corría por la polla de su amigo. Finalmente, y entre jadeos de Ron, Harry comenzó a comerse toda la polla, notando como no podía tragarla entera, pero intentándolo.

-Harry, sigue, sigue, ¡trágatela toda, joder! –Ron gemía y gritaba mientras cogía la cabeza de Harry, empujando fuerte contra su enorme polla que estaba a punto de reventar.

Harry no podía más; notaba como la polla de su amigo, avanzaba tan ricamente por su garganta, abriéndose paso a la fuerza. Pero daba igual, quería más, y si por él hubiera sido, le hubiera encantado que su amigo la tuviera más grande. Harry seguía comiéndosela toda, entera, notando como el precum de Ron le satisfacía, pero no del todo. Quería su lefa, la quería en su lengua, quería notarla y saborearla. En un arrebato de fuerza, pudo zafarse de la fuerza de su amigo para, a duras penas, musitar:

-Ron, joder, ¡córrete ya en mi boca!

-Oh, no, Harry. No quiero correrme ya. No pienso correrme ya. –Ron miraba a Harry con una mirada de deseo, lujuria, algo que nunca había notado pero que ahora le eclipsaba todos los pensamientos.

Ron alzo el rostro de Harry y, besándolo, comenzó a desabrochar su pantalón, bajándolo junto con los calzoncillos, dejando a la vista una polla que, aunque no fuera tan grande como la suya, tenía sus buenos 18 centímetros. Pero... a Ron eso le daba igual; él sólo quería notar el culo de Harry. Haciendo acopio de su fuerza, Ron lanzó a Harry de espaldas hacía la cama. Harry, sin más espera, abrió las piernas esperando la sabrosa polla que le penetrara. Ron, por su parte, abrió las nalgas de Harry e incrustó su lengua en su pequeño agujero, salivándolo y abriéndolo con el fin de que su enorme polla entrara mucho mejor. Comenzó con un dedo, otro, y hasta tres dedos mientras Harry no paraba de gritar lo mucho que quería que se la metiera ya. A Ron le encantaba hacer esperar a su amigo, pero ya no podía más. Cogió el culo de Harry y, levantándolo para ponerle a cuatro patas, le embistió con tanta fuerza que un dolor agudo y persistente recorrió todo el cuerpo de Harry, que siguió gritando que quería más y más.

Ron no se hizo de rogar y comenzó a sacarla y meterla con tal brusquedad que las lágrimas de dolor recorrían el rostro de Harry. Un dolor que a cada embestida, que llegaba hasta sus mismísimas entrañas, se convertía poco a poco en uno de los mayores placeres que nunca había notado.

Harry se pajeaba para paliar el dolor de la grandiosidad del pene de Ron, pero a cada momento lo soltaba un poco más; ya no le hacía falta, disfrutaba únicamente sintiendo como su amigo gemía de placer al estar dentro de él, mientras él gemía al notar su enorme trozo de carne, duro, caliente, a punto de estallar dentro de él.

Algo que hizo a los pocos minutos; los dos chicos estaban tan calientes y drogados por la poción que comenzaron a tener pequeños espasmos debido al orgasmo. Los trallazos de la polla de Harry mancharon todas las sábanas de la cama de Ron; mientras que la polla de Ron comenzó a soltar tales lefazos que inundaron a Harry, haciendo que este, notando ese formidable calor que desprendía la lefa, uniera más el culo a la polla de Ron, sintiéndola toda dentro de él.

Finalmente, los dos amigos cayeron exhaustos en la cama, sin saber qué habían hecho.

Fue hasta que se volvieron a mirar cuando se dieron cuenta del terrible error que habían cometido, pero también de lo mucho que habían disfrutado y de la cantidad de veces que Harry iba a ser fuertemente penetrado por la grandiosidad de la polla de Ron.