Harem escolar

Roxana se ha quedado tarde estudiando en la biblioteca de la universidad y eso la pone en la posición perfecta para ser “invitada” a un grupo muy especial.

El fin del semestre apesta. Es ese bonito periodo del año escolar donde los profesores te dejan montañas de trabajo, siempre operando bajo la aparente idea de que ellos son los únicos profesores a los que los alumnos deben cumplirles. Y Roxana, una chica morena que compensaba su baja estatura con unas enormes tetas que llamaban la atención de todos los hombres en el campus, no era la excepción a esta situación.

En ese momento Roxana se encontraba en la biblioteca de la escuela, oculta tras una montaña de libros, tratando de terminar los múltiples reportes y ensayos que sus profesores le habían pedido para esa semana mientras que al mismo tiempo trataba de estudiar para los exámenes de la siguiente.

De repente, su cerebro hizo “kapoot” y se negó a seguir recibiendo información.

—Suficiente —exclamó Roxana ya hastiada mientras arrojaba su bolígrafo sobre la mesa y se pasaba la mano por su corto cabello castaño.

Se quedó un momento con la cabeza agachada, tratando de juntar fuerzas para continuar con su estudio, pero sin éxito. Levantó la mirada para distraerse con la vista de otros alumnos tan atareados como ella, pero se sorprendió por lo que vio: no había nadie más ahí.

El primer pensamiento que le pasó por la cabeza fue miedo al no comprender qué había ocurrido, pero un vistazo por la ventana bastó para comprender la situación: ya había oscurecido, así que de seguro los demás alumnos ya se habían ido a su casa y ella había estado tan concentrada en su trabajo, que no lo había notado.

Suspiró y se sobó el hueso entre los ojos, esto tenía que ser una señal de que ya era suficiente por ese día.

Guardó sus cosas en su mochila y se puso de pie con la intención de salir de ahí y regresar a su casa a prepararse algo de cenar.

Con la mochila al hombro, Roxana comenzó a transitar los estantes llenos de libros, constatando que no había nadie más ahí que ella… y las dos personas que estaban cerca de la entrada. Y no le gustó lo que veía.

Reconoció a esas dos chicas, el top escotado, las mini faldas y las botas hasta las rodillas las delataban como Jessica y Ana, dos chicas de su mismo semestre pero que estaban en otra carrera y a lo que sabía ella, eran más bobas que un ladrillo y era un secreto a voces que sí se mantenían en la universidad era porque le ofrecían sus servicios sexuales a los profesores indicados, lo que alzaba la duda de qué diablos estarían haciendo esas dos bimbos en la biblioteca y más a esas horas del día.

Suspiró y torció la boca, ni lo sabía ni le importaba, así que pasaría de largo y continuaría con su vida, de cualquier manera ni ellas ni ella tenían algo de que hablar.

O eso creía.

—¡Roxana! ¡Que bueno que te vemos! —dijo Jessica, la chica flaquita y rubia con el cabello atado en una cola de caballo.

—Justo te estábamos esperando —dijo Ana, una chica morena con el busto más grande que su amiga y el cabello teñido de un brillante color rojo.

Roxana se detuvo junto a ellas, con la confusión reflejada en su cara.

—¿Me esperaban? —preguntó.

—¡Sí! —exclamó Jesica emocionada—. Es que hay alguien a quien queremos presentarte.

Un leve “eh…” de desconcierto salió de la boca de Roxana antes de contestar:

—Gracias chicas… pero no estoy interesada. Fue un día largo y sólo quiero llegar a mi casa.

—¡Pero insistimos! —dijo Ana tomando a Roxana del brazo.

—¡Oye! ¡¿Qué haces?! —exclamó Roxana sorprendida por el acto, pero acto seguido Jessica tomándola por el otro brazo.

—¡Oigan, suéltenme! —gritó Roxana, pero ni las chicas le obedecieron y no había nadie más a la vista para pedir ayuda.

Las dos bimbos comenzaron a arrastrar a Roxana por la biblioteca mientras esta luchaba por liberarse, pero era inútil: las dos muchachas eran muy fuertes, de hecho, bastante para el físico que aparentaban.

Llegaron hasta el fondo de la biblioteca, a la puerta del almacén. Jessica abrió la puerta, entraron y arrojaron a Roxana al suelo mientras que Ana cerraba la puerta.

Roxana se puso de pie e iba a exigir que le explicaran qué diablos estaba pasando… pero no pudo, ya que lo que vio le cortó toda el habla. No estaban solas.

Con ellas pudo reconocer a Josefina, una chica flaquita de cabello corto y de lentes que dirigía el club de teatro, a Cintia, una rubia de grandes tetas que era la capitana de del equipo de Voleibol femenil de la universidad y a Karla, una chica alta, morena y de cabello corto, parte de la escolta de la escuela.

Tres de las chicas más deseadas de la escuela estaban ahí, con la particularidad de que estaban desnudas y de rodillas, y pronto Jesica y Ana no tardaron en unírseles, mientras se iban quitando la ropa y se arrodillaban también al lado de una silla en la que estaba un muchacho alto, flaco y con el cabello negro alborotado. Ella lo conocía: era Alberto, un chico de un par de semestres arriba de ella.

—Bienvenida Roxana —le saludó Alberto.

—¡¿Qué carajos está pasando aquí?! —rugió Roxana.

Alberto no se dejó intimidar por la actitud de la muchacha, en lugar de eso rió y procedió a explicar con calma la situación:

—¿No es obvio? Estoy armando mi propio harem escolar con las chicas más lindas de la escuela. Y para que mi harem esté completo, sólo me falta poner a mi servicio las tetas de la chica más tetona del campus.

Roxana apretó los dientes. Lo que acababa de escuchar le sonaba a la pendejada más grande de la vida… pero el hecho de que hubiera ahí con ellos otras cinco chicas, desnudas y además mirando a Alberto como si fuera la segunda venida de Cristo, le daba a la chica una sensación de que algo de verdad había en esas palabras, y la verdad no quería quedarse a averiguarlo si era cierto.

Alberto notó que Roxana se preparaba para escapar, así que decidió hacer su movimiento: estiró el brazo y algo cayó de su mano: un cuarzo de color rosa que estaba atado a un lazo de cuero negro. El cuarzo pronto comenzó a brillar, inundando la estancia con un tono rosado.

Los ojos de Roxana fueron bañados por ese brillo y el efecto fue inmediato: la muchacha perdió todas las ganas de huir, había algo en ese cristal que instaba a que lo mirara como lo más importante del mundo, era un brillo tan bello, tan mágico, tan… magnético.

Y mientras Roxana se perdía en ese brillo rosa, una voz surgió desde detrás de su cerebro:

—Estudiar es tan aburrido. Mejor ser la esclava del amo. El amo cuidará de mí.

Roxana fue consciente de esa voz, trató de negarla, pero esa voz volvió a hablar, esta vez un poco más fuerte:

—El amo cuidará de mí y lo único que el amo me pide a cambio es obediencia. Debo obedecer al amo, obedecerlo es placer y el placer es felicidad, por lo que obedecer al amo es felicidad.

La voz continuaba repitiendo esas frases de sumisión mientras que la propia voz de Roxana luchaba por acallarla, pero era imposible: la voz no sólo seguía hablando, sino que incluso el volumen de esta poco aumentaba al punto de que comenzó a opacar la voz que gritaba que era una estupidez someterse a ese chico, pero la voz que hablaba de la sumisión se oía tan alto y tan clara, que poco a poco Roxana comenzaba a dudar si es voz sumisa no sería su verdadera voz y la otra era la falsa.

Y mientras Roxana luchaba para decidir cuál de las dos voces era la verdadera, Alberto se deleitaba con la vista: como los ojos de la muchacha hacían viscos, su cabeza dibujaba círculos y un hilo de baba escapaba de su boca, cayendo sobre sus enormes tetas y empapando el pecho de su blusa.

Y pronto llegó la señal de que el lavado de cerebro había tenido éxito, porque de la boca de Roxana comenzó a salir una letanía:

—Obedecer… obedecer al amo… obedecer es igual a felicidad…

Alberto sonrió al saber que ahora la chica más tetona de la escuela se había unido a su harem, pero aunque ya estaba seguro, quería pruebas más palpables. Guardó el cristal en su bolsillo, con lo que la luz rosa desapareció, se levantó de la silla y se acercó a Roxana, la tomó de la mandíbula, levantó su cabeza para hacer que le mirara y le preguntó:

—¿Eres mi esclava?

Como si fuera un examen, Roxana se emocionó porque sabía la respuesta a esa pregunta:

—¡Soy su esclava amó! —exclamó emocionada—. ¡Existo para obedecerlo!

—Muy bien —dijo Alberto sonriendo—. Eres una buena esclava, pero todavía no eres una buena esclava. Las buenas esclavas están desnudas en presencia de su amo.

Roxana no necesitó escuchar la orden explicita, pues nada más escuchar eso, comenzó a quitarse la ropa: se levantó la blusa, se quitó el bra que liberó esas enormes tetas de grandes aureolas marrones aunque de pezones chicos. Luego se quitó los tenis, los jeans y al final las bragas, revelando en su pubis un arbusto de vello castaño; esa última semana de exámenes había sido tan demandante, que Roxana ni siquiera había tenido chance de depilarse ahí abajo.

Pero ese arbusto no pareció molestar a Alberto, a él lo único que parecía importarle era que ese cuerpo le pertenecía.

—Ahora sí, buena esclava —le elogió Alberto y un golpe de alegría le golpeó el corazón a Roxana.

Alberto se acercó y sin ninguna ceremonia tomó esas grandes tetas entre sus manos, sintiendo su textura y su peso. Unas ubres tan grandes sólo servirían para una cosa.

—De rodillas —ordenó Alberto.

Nada más escuchar la orden, Roxana la obedeció y cayó de rodillas, mientras que frente a ella, Alberto comenzó a desabrocharse el pantalón para liberar su verga, ya erecta por el espectáculo que había sido romper la voluntad de Roxana y reducirla a una puta obediente. El olor de ese pedazo de carne era tan penetrante, que no sólo provocó que el coño de Roxana comenzara a chorrear babas, sino que también servía para acallar todavía más la voz de la “Roxana libre” que gritaba desesperada que debían huir de ahí y pedir ayuda.

—Pon a trabajar esas enormes tetas, esclava —ordenó Alberto.

—¡Sí! —gimió Roxana deseosa y de inmediato atrapó la polla de Alberto entre sus enormes tetas y comenzó a masajearla con sus dos bolas de carne—. ¡Las tetas de esta esclava sólo sirven para masturbar el pene del amo!

Roxana ponía ímpetu a masturbar ese glorioso pene que se había convertido en el centro de su universo. El olor de esta, ahora que la tenía más cerca, continuaba debilitando su ya maltrecha fuerza de voluntad y todavía más cuando de tanto en tanto Roxana le daba un par de lengüetazos a la cabeza de esa polla que se asomaba por sus tetas, con ese sabor saldo mermando todavía más su resistencia, haciéndola adicta a él.

Alberto mientras tanto disfrutaba de ese servicio acariciando la cabellera de Roxana, sonriendo. Era el momento.

—Roxana es el nombre de una mujer libre, tú necesitas de un nombre de esclava. A partir de este momento, tu nombre será Prinsexa.

Nada más escuchar que su amo acababa de bautizarla, todo un evento ocurrió: su mente terminó de ponerse en blanco, sus ojos rodaron casi hasta el interior de su cabeza, una enorme sonrisa se dibujó en su rostro pero lo más importante, un orgasmo sacudió su babeante coño. Pero no era un orgasmo común como cualquier otro que Roxana hubiera experimentado: fue un orgasmo tan poderoso que no sólo bastó para terminar de romper su resistencia, también provocó que un chorro de fluido transparente fuera expulsado de su vagina a gran velocidad.

Roxana nunca había tenido un “squirt”, pero Prinsexa había experimentado el primero de muchos que le provocaría su amo.

El orgasmo había sido tan devastador, que Prinsexa no pudo mantener la posición que su amo le había ordenado, y cayó de espaldas sobre ese charco de sus propios fluidos, con una enorme sonrisa en los labios y riendo como una boba, como la mente totalmente en blanco.

Alberto miró con una sonrisa de satisfacción el lamentable espectáculo que era Prinsexa y luego se giró a ver a sus demás esclavas, las cuales se veían un poco envidiosas de no ser ellas las que estaban teniendo su psique destruida por un poderoso orgasmo. Pero a Alberto no le importó, ellas sólo eran objetos para complacerlo.

Soltó una carcajada. Ahora que tenía su harem completo, su vida universitaria iba a ser bastante divertida.

Nota del autor 1: Dedicado para Roxana, espero que te haya gustado

Nota del autor 2: Estimados lectores, les aviso que después de mucho pensarlo, decidí abrirme una cuenta de Patreon. Si quieren ver cómo afectará a la publicación de los relatos o también los beneficios que pueden obtener si deciden patrocinarme, los invito a que vayan a mi página con este link: https://www.patreon.com/charliesteelehypno