Haré lo que me pidas 7
Tamara y su mejor amiga siguen compitiendo por el favor de aquellos dos hombres. Ambas piensan que están próximas a perder su amistad. Lo que no sospechan es lo unidas que pueden acabarán gracias a esa noche.
Haré lo que me pidas. Capítulo 7.
No espere contestación. Alisé mi falda sobre mi ardiente trasero y salí de la habitación de Laura, haciendo sonar mis tacones por todo el pasillo. Quería que aquellos dos hombres esperaran mi entrada en el salón. Que supieran que las dos jovencitas volvían al juego, dispuestas a darlo todo por demostrar cual era la más zorra. Sintiendo el roce de la tela en mi nalga a cada paso, llegué a la puerta.
- ¿Dan su permiso para entrar, señores? – les dije feliz.
- Por supuesto morena. Pasa, pasa, que te veamos bien. – dijo Rafa.
Alejandro no contestó, solo me miraba con una sonrisa. Supuse que era su forma de aprobación a mi nueva vestimenta. Entré y caminé sensual, aguantando el picor que me producía a cada paso mi falda. Rafa insistió en que desfilara para ellos. Ante la no oposición de mi Amo y la cara de envidia de Laura, lo hice de mil amores. Aparté la mesa de centro que tenían frente al sofá, agachándome descaradamente. Mostrando mis pechos a los hombres, y mi culo desnudo a Laura. Después desfilé por todo lo largo del salón, llegando hasta la encimera de la cocina americana y volviendo tras mis pasos. Notando como mis pechos botaban y mi culo se asomaba con cada uno. Di una vuelta a la mesa, dejando que mi desnudez quedara visible ante aquellos hombres sentados. Y, para terminar, volví hasta donde había sido mi lugar desde que entramos, de pie, detrás de la mesa, frente a ellos.
Laura se colocó a mi lado. Su rostro dibujaba una sonrisa falsa. Nunca le había gustado ser la segundona. A ninguna mujer le gusta, pero a ella menos. Conmigo siempre había sido distinto, no había competición entre nosotras nunca. Quizás por eso, en esta ocasión, todo se había descontrolado. Acababa de ser humillada y azotada por ella, pero le había demostrado que no me había vencido por ello. La notaba herida en su orgullo, al igual que yo lo estaba en mi culo. Pero cuando Alejandro hablo, fue ella la que recibió un azote brutal en su trasero.
- Tamara, siéntate aquí con nosotros y descansa un poco esos pies. Al menos mientras nos terminamos nuestras copas.
- Tú, Laura, puedes servirle una a tu amiga, que tendrá mucha sed después de este rato. – añadió mi Amo.
Mi alegría contrastaba con la rabia de Laura. Corrí hacia el sofá,casi saltando. Cosa que hizo que mis pechos botaran exageradamente y mi falda volara, mostrando casi seguro toda mi intimidad. Me senté en el hueco que hicieron entre ellos los chicos para mí, dejando allí a Laura, de pie, con cara de seta. Alejandro tuvo que echarle una mirada para que ella despertara e hiciera lo que le había ordenado. Mi comportamiento resultaba extraño para mi mejor amiga, pero es que el suyo no era mucho más normal. Ella no se dejaba vacilar por nadie. Y menos por un hombre que la había ninguneado frente a otra mujer. Pero allí estaba, peleando con los hielos para servirme una copa.
Viendo sus manos mojadas y frías por los cubitos, pensé en tenerlas ahora mismo en mi culo. Como me ardía. Empezaba a pensar que la invitación a sentarme, no era más que una excusa para que no olvidara que había sido azotada, dos veces. Aun así, aguanté mi sonrisa, pues de verdad que estaba feliz al sentarme junto a ellos. Y más cuando pude ver como Laura dejaba colgando sus pechos frente a nosotros para servirme la copa.
Disfruté de ese momento de victoria como una niña pequeña. Dando pequeños sorbos, viendo el sexy cuerpo de mi amiga de pie, a sabiendas de lo cansados y doloridos que los tendría. Los tacones que llevábamos eran muy sexys, pero nada cómodos. Y yo estaba disfrutando de su dolor como ella antes había disfrutado del mío.
Buscando más la satisfacción psicológica que la física, imite a mis compañeros de sofá. Subí mis piernas a la mesa y me recosté sobre el mullido respaldo. Lo ojos de rabia de Laura al ver descansar mis piernas y mi espalda, a sabiendas que ambas estábamos muy cansadas de toda la noche, eran mayor satisfacción incluso que la comodísima postura que ahora tenía. Además, ello me hacia quedar en una posición de altura menor a aquellos dos hombres. Sintiéndome más vulnerable, con mis pechos bien ceñidos en el vestido, desafiantes a sus miradas. Y mi falda subida por la inclinación de mis piernas.
La mano de Rafa acabó sutilmente en mi muslo, producto quizás de ese ofrecimiento descarado de mi vestido. Lo podría entender como un ataque a mi sexualidad. Más aún, estando está completamente al descubierto tan cerca de su mano. Pero no fue así. Lo tome como un cumplido. El amigo de mi Amo quería notar el calor de mi sexo. Y había comprendido que, si Alejandro no decía nada, era porque lo autorizaba. Por lo tanto, ¿Quién era yo para privarle a ese hombre de su capricho? Abrí mis piernas, bastante más de lo decente, y dejé que esa mano se fuera acercando milímetro a milímetro a mi humedad. Los ojos de Laura echaban fuego, casi tanto como lo que tenía yo entre mis muslos. Estaba segura que ella podía ver como mi depiladito chochito brillaba desde su posición. Saber que mi amiga estaba viendo como me mojaba por el contacto de aquel hombre, aumentaba aún más mi calentura. Sin pensarlo, abrí más aún mis piernas. Desafiando a mi amiga e invitando a aquel hombre. Esta noche era jornada de piernas abiertas. Podía disfrutar de entrada libre a mi cuerpo cuando quisiera.
Rafa ya había estado dentro de mí con sus dedos cuando me metió el tanga. Y mi cuerpo deseaba que volviera a explorar aquella zona. Hasta ese punto me estaba volviendo una zorra. Ya no solo deseaba a mi Amo. También a su amigo. Y seguramente a cualquier hombre que quisiera usarme aquella noche.
- Bueno, se hace tarde. ¿ No creéis que ya es hora de que nos saquéis lo que tenemos en nuestros coños? ¿O es que ya no queréis saber cuál está más cachonda de nosotras? – dijo Laura, interrumpiendo el camino de aquella atrevida mano.
- Pues sí. Tienes razón. Ya es tarde. Es la hora de comprobarlo. – dictaminó Alejandro.
Rafa aparto su mano de mí, cuando casi estaba rozando mi ingle. No pude aguantar un suspiro de decepción al notar la desaparición de aquel intruso. Pero mi amiga tenía razón, cuanto antes termináramos con esta pantomima, antes estaría a solas con mi Amo. Le miré y con un gesto entendí que debía levantarme como Laura. Ella lo tomo como una victoria, pero aún quedaba la última batalla.
Mis nervios se dispararon. Era el momento en el que nos sacaríamos los tangas de nuestras vaginas y ellos sopesarían cual estaba más manchado. Una tontería colosal. Pero el saber que tendría que hacerlo delante de mi amiga y aquellos dos hombres, para luego mostrar lo que mi coño había mojado en todo aquel tiempo… Era humillante. Una vejación total para cualquier mujer. Nos trataban como una mercancía, como ganado. Como una prueba de fertilidad, pero ni eso. Simplemente, y sin rodeos por su parte, era una prueba para ver cuál era más zorra. Y ambas estábamos dispuestas a ello. No solo dispuestas, completamente entregadas para ser la ganadora de tal deshonroso título.
- ¿Y quién me va a sacar esto ahora? Porque alguien se preocupó de meterlo bien adentro. ¿Será el culpable de ello? ¿o quizás su apuesto amigo con dedos largos? – dijo mi amiga, con la voz de puta barata más inconfundible que pudo imitar.
Era una buena pregunta. No lo había pensado. Mi Amo quiso que fuera Rafa quien nos lo metiera a ambas. ¿Sería ahora él quien metería sus dedos dentro de nosotras? La sola idea de volver a tener una parte de él dentro de mí hizo que volviera a mojarme. No sé cómo saldría mi tanga, pero si ya no era capaz de retener más flujos, debía ser un completo desastre.
- Eso Ale. ¿Vas a ser tú? Yo me ofrezco voluntario si no te apetece ¡eh! – dijo su amigo.
- No. Vamos a ser justos con estas señoritas. Y creo que, si lo hacemos alguno de nosotros, puede que cada una se excite diferente. Lo más justo es que lo hagan ellas mismas. – dijo Alejandro, decepcionándonos a todos.
- La una a la otra. – añadió.
Con aquella última frase todos nos quedamos alucinados. Pensándolo bien, era muy raro que ahora decidiera algo tan “habitual”, como que cada una metiera sus propios dedos y sacara el tanga chorreando de su vagina. Pero nunca hubiera imaginado que tuviéramos que hacerlo la una a la otra. Nos miramos instintivamente. A pesar de todo lo que había acontecido entre nosotras, la vergüenza nos invadió a ambas. No pusimos ninguna pega a la idea de Alejandro, como venía siendo costumbre. Pero esta vez no lo teníamos tan claro. No sabíamos que hacer. Estábamos paralizadas, mirándonos entre nosotras. Por primera vez vi a mi amiga dudar. Por lo que tuve que ser yo quien tomara la iniciativa.
- Lo que tú quieras, Alejandro. ¿ Quieres que empiece yo o ella? – le pregunté.
- Hacerlo a la vez. Así será mucho más justo y no habrá peleas entre vosotras. Así ambas sentiréis lo que es penetrar y ser penetradas a la vez. – contestó.
Miré a mi amiga y pude ver como tomaba saliva. Afirmó con la cabeza, en señal de que acataba las órdenes de aquel hombre. Seguidamente abrió sus piernas, dejando claro que se entregaba a ser invadida por mis dedos. Yo hice lo mismo. Allí estábamos, dos amigas desde la infancia, con nuestras piernas abiertas y esperando a ver cuál era la primera en meter sus dedos en la vagina de la otra.
Sus manos fueron las primeras en tocar mi piel. Entrando por debajo de mi falda, acariciaron el exterior de mis muslos. Yo hice lo propio, pero llevando solo una al interior de los suyos. Nuestros cuerpos estaban muy cerca, pero no tanto como la acción requería. Por lo que, con medio paso de cada una, quedamos de nuevo rozando nuestros pechos. Mi mano subió por su muslo hasta que noté el calor típico de la zona. A pesar de tener las piernas abiertas todo lo que el ceñido vestido le permitía, no era lo suficiente para jugar allí con soltura. Por lo que antes de llegar a tocar con mi mano diestra, use la zurda para levantar su vestido y dejar a la vista de todos como su coño y mis dedos se hacían amigos.
Laura hizo lo mismo con mi falda, usando su mano no dominante para mantener subida a la altura de mi ombligo, dejando mi intimidad al descubierto. Espere que ella estuviera tan cerca de mi calor como yo lo estaba del suyo. Y cuando así fue, cerré los ojos y di el primer paso. Estaba mojada. Caliente y mojada. Solo rozaba sus labios con mis dedos, pero lo noté claramente. Tuve que contenerme para no retirar mi mano en un efecto involuntario. Como si fuese un error tocar el húmedo coño de mi mejor amiga. Pero no lo era. No era un toque involuntario en los vestuarios del gimnasio, donde ambas nos avergonzaríamos por un segundo y luego nos reiríamos sin darle importancia. Estábamos allí, con nuestras tetas aplastando las de la otra, para meternos los dedos y sacarnos lo que un hombre había dejado dentro, hacia ya bastante tiempo.
Noté como ella se acerco lo mismo que yo lo había hecho. Las puntas de sus dedos jugaban tímidamente sobre mis labios mayores. Una oleada de excitación y vergüenza me recorrió desde aquella zona al interior de mi estómago. Estaba segurísima de mi humedad. Y que mi amiga la pudiera tocar con ese suave roce, me avergonzaba. Pero estábamos allí para comprobar quien estaba más cachonda, quien era más zorra. Miré a Alejandro y me sonrió. Lo estaba haciendo bien, estaba contento porque yo tocaba y me dejaba tocar por mi amiga. Sin deshacerme del todo de la vergüenza, pero envalentonada por complacer a mi Amo.
Mire a mi amiga sin apartar la vista de sus preciosos ojos, dos de mis dedos iniciaron un recorrido por la vertical línea que formaba sus labios más rugosos. Recorrí el camino un par de veces, de abajo a arriba, llegando a rozar por un segundo su botoncito. Lo note hinchado y descubierto. Laura estaba muy excitada. Estaba cachonda de que yo le acariciara el chocho.
Ella imitó mis caricias, con un movimiento lento, pero más agresivo que el mío. Haciendo que sus dedos profundizaran más hacia mi interior. No quise dejar que tomase la delantera, por lo que, después de acariciar unos segundos su parte más hinchada, mi índice fue el explorador que descubrió el interior de la cueva de mi amiga. Laura no pudo evitar cerrar los ojos por unos segundos y dejar escapar un suspiro al ser penetrada por mi fino dedo. Solo era un centímetro, mi primera falange, lo que entro dentro de mi amiga. Pero al ver como aquella mínima intrusión ya provocaba un gesto de placer en su rostro, no paré. Mi dedo continúo entrando, de primeras solo recto, sin detenerse a observar. Cuando tuve la totalidad de mi índice en el húmedo y caliente hoyo de Laura, ella abrió los ojos. Estaban abiertos como un comic manga cuando el personaje es golpeado o sorprendido. Era tal su tamaño que podía ver mis labios reflejados en ellos. Mire entonces los suyos y se los estaba mordiendo. Estando allí, con ella jugando a entrar en mi y yo ya dentro de ella, deseé besarla. Entre abrí los labios instintivamente. No puedo confirmar si de verdad mi cabeza se ladeo hacia ella o solo lo imaginé. Pero así me recuerdo yo cuando noté como ahora eran los suyos los que penetraban mi cuerpo.
Entonces fueron mis ojos los que se abrieron al máximo para después cerrarse con los primeros movimientos circulares dentro de mí. No tenía claro si mi amiga me estaba masturbando o simplemente buscando el tanga en el interior de mi vagina. Pero yo disfruté de sus dedos en su tarea, con mis ojos cerrados. El mío comenzó su exploración, aunque realmente solo imitaba a su amigo en dar placer a la dueña de esa cueva. Entonces me di cuenta que estaba en desventaja, ella tenia dos dentro de mí y yo solo uno. No tardé en acompañar al solitario explorador con mi dedo corazón, consiguiendo que Laura soltara otro suspiro. Ahora ambas estábamos siendo empaladas por los mismos dedos. Abrí mis ojos y pude ver su cara de lujuria.
Animada por mi propia excitación, hundí mis dedos todo lo profundo que pude. E hicieron tope con lo que buscaba. Allí tenia su tanga, aun hecho una bola. Recorrí la cavidad de mi amiga, rodeando el tesoro que acababa de encontrar. Estaba haciéndola disfrutar y ella a mí. Y lo necesitaba. Mi excitación aquella noche era máxima. Pero no había llegado a culminar desde que lo hice delante de Alejandro en el baño. Y esta vez, no solo lo tenía de público a él. Tanto mi Amo como su amigo eran espectadores de primera línea de como dos preciosas jovencitas se metían los dedos en el coño de la otra dándose placer.
Laura en su imparable búsqueda en mi interior, dio con el intruso que Rafa había abandonado allí. Noté como ella si lo movía, haciendo que mis piernas temblaran. Su respiración era muy agitada, por lo que supuse que yo misma estaba complicando su tarea. De nuevo la rivalidad afloró en mí. Comencé a intentar retirar la bola de tela de su bolsillo vaginal, pero sin olvidarme de hacerla disfrutar. Mis dedos intentaban sacar la prenda, hasta cuando notaba que ella conseguía lo propio conmigo. Entonces recorría las paredes de su interior, palpando la rugosidad de mi querida Laura, esa que solo unos cuantos hombres conocían. Haciendo que ella gimiera y perdiera fuerza en sus dedos.
Pronto mi compañera de juegos descubrió mi estrategia. Con sus dedos en forma de garfio, me atrajo hacia ella tirando desde mi interior. Nuestros pechos quedaron obscenamente oprimidos entre ellos. No se que fue lo que hizo, pero con sus dedos en esa posición, comenzó a mover y presionar dentro de mí. Ahora era yo la que jadeaba y gemía. Perdí el sentido de lo que estaba haciendo. Mis piernas temblaban y comencé a pensar en el orgasmo que podría llegar de sus manos.
No podía olvidar mi tarea, ni mi lucha con ella. Casi sin poder mantenerme en pie, volví a la carga. Intente sacar del todo la tela, pero ella redobló sus movimientos. Haciendo que mi boca soltara un grito de placer y mis piernas fallasen. Tuve que apoyarme con mi mano libre, rodeando sus hombros y dejando mi cara apoyada también en uno de ellos. Quede con mis labios acariciando su cuello y perdiendo de vista sus ojos, para pasar a ver su desnudo trasero. Me tenía rendida sobre ella, estaba tan necesitada de un orgasmo que casi deseaba cederle esta victoria y que hiciera que me corriera en sus brazos. Entonces noté como tiraba de mi tanga y casi retiraba sus dedos de mi interior. No se si fue porque no consiguiera sacar la prenda de mi coño antes que yo. O porque no quería que parase de masturbarme, pero no podía consentir que eso sucediera tan pronto.
Ahora era yo quien comenzó un movimiento similar al que ella había hecho en mi interior. Yo nunca me masturbaba de esa manera, siempre lo hacía acariciando el clítoris. Por lo que no tenia ni idea de como dar placer penetrando con mis dedos. Más si cabe, si quería evitar que su bola de tela quedara en la profundidad de su vagina. Por lo que mi única opción era aprender de lo que ella hacía en mí. Moviendo mis dedos en pequeños círculos, presionando en lo más profundo que mis dedos llegaban. Y parece que funcionaba. Sus dedos dejaron de salir de mi interior. La mano que sostenía mi vestido paso a mi cintura, presionando aún más mi cuerpo hacia el suyo. Sabedora de que lo estaba haciendo bien, aumenté mi velocidad y conseguí que quedara en la misma posición que yo. Apoyada con su cara en mi hombro y gimiendo en mi oído.
Al tenerla fuera de sí, tire de mi objetivo hacia el exterior. Ahora ambas estábamos casi listas para terminar. Podíamos sacarlo de una, pero no. Ambas queríamos seguir. Laura volvió a introducir sus dedos en mi interior, dejando que una pequeña parte de la tela quedara fuera de mi agujero. Sintiendo de nuevo sus dedos jugando conmigo, copie lo que había hecho con mi tanga con el esfuerzo añadido de aguantar de pie la excitación. Cuando dejé parte fuera de ella, volví al juego imitando sus movimientos. Me olvide de todo. De que dos hombres nos miraban esperando que nos sacáramos los tangas. De que la mujer que tenía masturbándome era mi mejor amiga. Solo quería correrme y hacer que ella lo hiciera conmigo. Estaba fuera de control. Mis dedos se movían dentro de aquel caliente sexo como si fuera lo que habían hecho toda la vida. Los suyos aun eran más hábiles, consiguiendo que mis gemidos se escucharan en toda la vivienda. ¡Pobres vecinos! Me iba a correr sobre la mano de mi amiga. Y deseaba más que nada que ella hiciera lo mismo en la mía.
Mi mente se fue, volvió a dejarme. Ya estaba notando en mi mano como un líquido caliente la recorría sin que mis fuertes embestidas parasen. A su vez, la mano de mi coño hacía lo mismo, consiguiendo que de mí salieran una cantidad ingente de flujos. Manchaba su mano, mis piernas y hasta el suelo. No podíamos aguantar más y ambas caímos al suelo después de aquellos impresionantes orgasmos.
Respirando agitadamente, con mis piernas completamente abiertas, noté como besaban mis muslos. Era Laura. Tendida boca arriba, besaba y lamía mis muslos, limpiando lo que yo había manchado. Había sido un orgasmo espectacular, pero ni siquiera así era suficiente para aplacar a unas zorras como nosotras. Cuando su lengua se acercó a mi empapado coño, no lo dude. Sacando fuerzas de donde no sabia que las tenía, me incorporé, quedando de rodillas, con las piernas abiertas y la cara de Laura debajo de ellas. No tardo mi amiga en comenzar a lamer mi abierto chochito. Disfruté dejando que su lengua recorriera mi intimidad, de punta a punta, intentando entrar en mi interior. Yo mientras veía como ella se retorcía, levantando su desnudo sexo. Quería llamar mi atención. Quería mimos por mi parte. Y se los di, pero no lo que esperaba. Acaricié su chochito brillante y cuando ella comenzó a bajar el ritmo de su lengua al disfrutar de mis caricias, una sonora toba fue directa a tal sensible zona de mi amiga. Eso la hizo despertar y volver a comerme el coño como debía. Me sentía poderosa. Haciendo a mi amiga temblar de placer golpeando suavemente su hinchado coño. Eso fue hasta que su lengua consiguió llevarme al momento de excitación máxima.
Entonces mi lado sumiso me conquistó, haciendo que mi cuerpo se doblara y mi boca fuera directa a saborear lo que antes había golpeado. Al primer contacto con mi lengua, su cuerpo se estremeció. Comenzamos un 69 lésbico como la mejor película porno. Laura levantó mi falda, descubriendo su cara y mis intimidades. Notaba mis agujeros abiertos por mi posición superior y como el aire se paseaba por ellos. Me empeñe en su clítoris, haciendo que mi lengua tuviera cortos movimientos sobre él. Eso la volvió loca, sus piernas se cruzaron sobre mi cabeza, atrapándola. Sus manos abrieron mis nalgas, dejando mi ano bien expuesto. Yo casi no podía respirar, pero no paraba de trabajar sobre el botoncito salado de mi amiga. Ella llevo un dedo a mi culo, jugando por entrar. Quise decir que no, que eso no era suyo. Que era para mi Amo. Pero no podía, sus piernas no me soltaban, no podía respirar, menos hablar. Aquella falta de movimiento y de aire hizo que mi orgasmo estuviera de nuevo en puertas. Su dedo entro en mi culo y mis labios absorbieron su clítoris con fuerza. Apretaba y chupaba como queriéndolo tragar. Ella metía su dedo en mi virgen agujero de la misma manera. Fuerte, haciendo que me doliese. Esa mezcla de dolor en mi ano, placer en mi coño y mi falta de aire me iba a hacer correr. Pero no, no iba a ser la segunda vez que me corriese con mi mejor amiga. Ni la primera. Todo esto solo había sido mi imaginación. Que trabajaba sola y en una realidad alternativa, de la que solo salía de una manera: con la voz de mi Amo.
- Ya es la hora zorras. Terminar.
Desperté y allí estaba él. La mano que notaba en mi culo en la fantasía, no era la de Laura, era la suya. Aparentemente tenía la otra en el culo de mi amiga. Como si ese punto de apoyo fuera suficiente para sostenernos a ambas, nosotras nos separamos. Volvía a tener a mi amiga frente a frente. Roja como un tomate, por la vergüenza y la excitación, supongo que igual que yo. Aun con nuestros coños invadidos por los dedos de la otra, nos miramos a los ojos. Le sonreí, comiéndome la vergüenza de haber sido masturbada casi hasta el orgasmo por ella. Pero feliz de haberlo hecho. No me arrepentía de nada de aquella noche. Eso llegaría mañana. Ella me devolvió la sonrisa. Al unisonó, ambas terminamos de sacarnos los tangas, soltando un suspiro. Me sentí vacía de nuevo. Había pasado media noche con el coño relleno y la otra mitad deseando tenerlo.
Sosteniéndolo con dos dedos, ofrecí el tanga empapado de Laura a mi Amo. Ella copio mi acción ofreciéndole el mío. Alejandro se quedo mirándolos. Pero sin tocarlos. Estaban muy manchados. Entendí que él no quería mancharse con nuestros flujos. Lo comprendía, a pesar de lo humillante de aquello. Ya que nosotras los habíamos llevados metidos por ellos. Para mancharlos por aquellos hombres. Y ahora no querían ni tocarlos.
- No los cojáis con dos dedos, como si os dieran asco. Que hace un momento estabais follando la una a la otra. Estirarlo bien, que los veamos. – dijo Alejandro.
Nosotras obedecimos. Estirando con ambas manos aquellos minúsculos trozos de tela. Que no eran más que dos triangulitos y las gomas que lo sujetarían a nuestros cuerpos. Rafa se levantó a verlo de cerca como su amigo. Nosotras exhibimos el resultado, cada una el tanga de la otra. A la vez que exhibíamos nuestros cuerpos, pues ni siquiera habíamos reparado en colocarnos los vestidos. Ya daba igual. Aquellos hombres podían hacer con nosotras lo que quisieran, que importaba que nos vean desnudas.
Después de escudriñar con la mirada nuestros asquerosos tangas por un largo tiempo, se retiraron a deliberar. Nosotras quedamos tal y como nos dejaron. La una frente a la otra, con los vestidos subidos y los tangas empapados de la otra en las manos. En realidad, no creo que tuvieran que deliberar nada. Como mucho, Alejandro le estaba explicando el siguiente paso a tomar. Pues él era el director de aquella película que tenía a sus dos actrices completamente volcadas con su papel. Yo miraba lo que sostenía y lo que sostenía Laura, intentando averiguar cual de los dos estaba más manchado. Pero era imposible. Ambos eran un trozo de tela pegajoso, que seguramente mañana tendríamos que tirar. No había forma de decidir cual lo había mojado más.
Nos mantuvimos en nuestras absurdas poses hasta que volvieron los chicos. Rafa se sentó y comenzó a prepararse uno de sus cigarros especiales. Alejandro en cambio, dio un trago a su copa aún de pie. Todo hacía esperar que llegaría el momento final. Donde mi Amo dictaría un resultado. O de alguna manera proclamaría quien era la más zorra. Podría ser el instante previo a pasar a tener a mi dueño para mi sola. Pero también ocupaba en mi mente la idea de que Laura consiguiera arrebatarme lo que tanto deseaba. Mi estómago era un mar de nervios. Ni siquiera me importaba estar completamente desnuda de cintura para abajo, ni sostener con mis manos el manchado tanga de Laura. No podía aguantar la tensión de la espera. Fue el trago más largo de mi vida. Mis ojos seguían el camino de aquel líquido, pasando por sus labios y bajando por su garganta. Dejó la copa sobre la mesa y mirándonos, nos dijo:
- Señoritas, lo hemos pensado mucho. Ha sido una decisión muy difícil. Ambas lo habéis hecho muy bien. Os habéis esforzado mucho en que esos tangas estuvieran muy mojados. Hasta el punto que es imposible saber cual ha mojado más el suyo. No obstante…
- Como te gusta hacerlo interesante Ale.- interrumpió su amigo, diciendo lo que todos pensábamos.
- Como decía… No obstante, Tamara, pon a Laura su tanga al cuello. En gesto de medalla, pues se lo ha ganado con creces.
La sonrisa de mi amiga no tardó en aparecer. Los nervios de mi estómago se convirtieron en un desasosiego infinito. Alejandro había decidido que Laura era la ganadora. Y no contento, tenia que humillarme siendo yo quien le colocara tal asquerosa medalla. Creo que fue la orden que más me costó obedecer. Tarde mucho más de lo que debería en hacer algo tan sencillo. Pero al final lo hice. Con todo el dolor de mi corazón, pase por su cuello su pringado tanga, asegurándome que rozara bien sus sonrientes labios. Odiaba a mi amiga, esa misma que hace un momento me había dado tanto placer y yo a ella. Si pudiera, la ahorcaba con su ropa interior.
- Felicidades Laura. Te lo mereces. Eres una zorra increíble. – dijo Alejandro.
- Muchas gracias Alejandro. Estoy muy contenta que hayáis sabido ver lo zorra que soy. – dijo mi amiga, verdaderamente orgullosa de su premio.
- Ahora tú, Laura. Coloca a Tamara su medalla. Pues ella no se queda atrás en cuanto a ser una zorra. Ha demostrado estar a la altura de todas las pruebas. Merece tener una medalla tan bonita como la tuya.
La felicidad me inundó. Quería eso decir que no había perdido. Yo también tenia mi medalla, al igual que Laura. Mire al techo suspirando aliviada. Momento en el que mi amiga aprovechó para pasar mi tanga por mi cuello. Ella me devolvió el detalle de hacerme saborear mi prenda, cosa que hice con gusto a pesar de lo asqueroso que era. Pero entonces ¿quién había ganado?
- Entonces… ¿Quién es más zorra de las dos? – preguntó Laura, leyéndome la mente.
- Bueno… Antes de hablar de eso. Quiero reseñar lo orgullosos que estamos de la manera que habéis luchado la una contra la otra. Lo que parecía que iba a romper una amistad, acabó fortaleciéndola aún más. Por ello, creo que merecéis esto también.
Según terminó ese discurso, agarró el elástico del tanga que colgaba sobre mis pechos y lo pasó por el cuello de Laura. Seguidamente hizo lo mismo con el de ella, pasándolo por el mío. Quedamos unidas por nuestros collares al cuello, haciendo que nuestras caras estuvieran pegadas la una a la otra.
- No podemos decidir cual de las dos es más zorra ni esta más cachonda por vuestros tangas. Pero tenemos una solución. Para ello, necesitamos que os desnudéis del todo. Y como sois tan buenas amigas, queremos que lo hagáis así, unidas del cuello, la una a la otra. Y miraros a los ojos mientras lo hacéis.
Aquello que pedía era imposible. No solo era dificilísimo quitarnos el vestido la una a la otra estando tan pegadas. Pero el hecho de mirarnos a los ojos… ¿Cómo íbamos a hacer eso, si teníamos nuestras caras pegadas al máximo? Ambas lo intentamos y lo máximo que conseguimos era quedar nariz contra nariz, labio contra labio… vale. Ya lo entendía. Quería que nuestros labios estuvieran juntos mientras nos desnudábamos. Este hombre era un pervertido. Pero un pervertido muy morboso.
Así lo hicimos. Notando la humedad de los labios de Laura en los míos, comencé a bajarle el vestido. Ella hizo lo mismo con el mío. Gracias a la sencillez del suyo, pronto tuve sus pechos al aire. A ella le costó un poco más, pero no tardó en ir bajando mi ajustado escote hasta mi cintura. Pronto sus dos enormes tetas tenían atrapada a mi pobre seno derecho, mientras el izquierdo se aplastaba de lado contra el suyo. Cada movimiento por intentar bajarnos los vestidos, hacia que nuestras tetas se rozaran grotescamente. No había espacio alguno entre nuestros cuerpos, no cabía ni el aire. Pude notar el sudor de su canalillo recorriendo mi pecho hasta mi pezón. Ella tenia que estar notando la dureza de los míos también, pues ambas estábamos muy excitadas. Esta vez fue Laura la primera que consiguió que mi ropa acabara en mis tobillos. Pero sus manos no se apartaron de mi cuerpo. Volvieron a mi cintura, para después acariciar mi desnudo trasero. Mientras disfrutaba de sus suaves manos, conseguí hacer lo mismo con el suyo, dejando su cuerpo completamente desnudo también. Notaba el calor de su sexo junto al mío. Aquello me excito sobremanera, haciendo que mis manos copiaran las suyas. Agarre sus redonditas nalgas con fuerza, incluso abriéndolas un poco. Estaba perdida en aquella lujuria lésbica. No pude contenerlo, mis labios se entreabrieron y pronto saboreé su saliva. Ella hizo lo mismo y nos acabamos fundiendo en un beso húmedo, mientras nuestras manos recorrían nuestras nalgas en busca de esa zona caliente que ambas sentíamos de la otra.
- Muy bien zorras. Parar. Es el momento de decidir quien esta más cachonda de las dos. – sonó la voz de Alejandro, interrumpiendo nuestro pasional beso.
Ambas nos detuvimos a regañadientes, para que él pudiera liberarnos de nuestras ataduras. Dejándonos aún a cada una su medalla. Vi como Rafa se levantaba y apartaba la mesa de centro, dejando vía libre al sofá. Alejandro fue a por Laura, cogiéndola en brazos como si no fuera más que una niña de veinte kilos, la llevo hasta el vacío sofá. Cuidadosamente la tumbó en un lado. Con un cojín para que estuviera cómoda, colocó su cabeza apoyada en el reposabrazos. Coloco otro cojín bajo su espalda, haciendo que su pelvis quedara levantada y expuesta. Después levantó su pierna derecha, apoyándola en el respaldo del sofá, quedando ahora sí, abierta y expuesta del todo. Volvió a por mí. Cuando noté como levantaba del suelo mi cuerpo desnudo y me llevaba volando hasta el sofá junto a Laura, me sentí como una princesa de película cuando su amado la lleva hasta la cama en brazos. Pero no era él mi compañía, era de nuevo Laura. Ambos cojines en cabeza y espalda. Mi pierna izquierda apoyada en el respaldo y entrelazada con la de mi amiga. Nuestros sexos separados por poco más de diez centímetros. Rafa colocó de nuevo la mesa, esta vez bien pegada al sofá, mientras Alejandro sostenía nuestras piernas de ese lado, para después apoyarlas en ella. Quedando en una cómoda posición y, sobre todo, bien abiertas la una frente a la otra.
- Como dije. No hay manera de saber cual esta más cachonda de las dos por vuestros tangas. Por lo que la única manera es esta. Ver quien de las dos se corre antes. Las reglas son muy sencillas, no hay ninguna. Cuando yo lo diga, empezareis a tocaros y la primera que llegue al orgasmo, será la que este más cachonda y, por lo tanto, ganará. ¿ Todo claro, zorras?
- Si, Alejandro. – dijimos las dos al unisonio.
No podía imaginar que acabaría masturbándome en el sofá de Laura junto a ella, ni esa noche ni nunca en mi vida. Pero después de todo lo que había hecho, era lo de menos. Siendo sincera, lo deseaba. Por fin mi calentura serviría para algo. Ahora mi cometido era simplemente tocarme como una perra en celo y correrme antes que Laura. Sabía que ella estaba muy cachonda. Quizás tanto como yo. Puede que no fuera sencillo ganar. Pero lo iba a conseguir. Era mi momento. El que llevaba esperando como loca. Tener un orgasmo. Y hacerlo encima del coño de Laura no me iba amedrentar, al contrario,me ponía aún más cachonda.
- Preparadas, listas… ¡YA!
Como si el inicio de una carrera se tratase, Alejandro nos dio la orden de comenzar. Tontamente, lamí mis dedos antes de llevarlos a mi coño. Era lo que solía hacer, para lubricarme. Pero ahora mismo no me hacía falta, tenía lubricación para mí y para mi amiga. Aunque ella tampoco lo necesitaba. Su mano ya estaba frotando frenéticamente su pepitilla del placer. Podía ver su cara, tras sus enormes y despanzurrados pechos. Tenia los ojos cerrados y jadeaba ya a un volumen increíble.
No podía perder el tiempo. Mis dedos aumentaron la velocidad de su baile sobre mi desesperado clítoris. A su vez, con mi mano izquierda comencé a estimular mis pechos, centrándome en mis pezones. Vi que Laura se copiaba de mí, llevando su mano a los suyos. Eso me hizo entender que ella también me estaba mirando. Lo que aumentó mi excitación al saber que mi amiga me observaba mientras buscaba correrse. Pronto mis caricias y pequeños pellizcos pasaron a ser fuertes apretones en mis pezones. Estaba muy salida y necesitaba correrme muy rápido. La habitación se inundó del olor a sexo y al sonar de nuestros flujos salpicando por el movimiento de nuestros dedos. Pronto noté esas salpicaduras en mis propios muslos. Y no eran mías. O eso quise pensar. Me ponía más cachonda pensar que Laura me estaba mojando a mí. Y yo quería hacer lo mismo, por lo que comencé a frotarme con aun más rabia.
Solo se escuchaban nuestros gemidos y nuestros coños. Estábamos ambas desbocadas. Me faltaban manos para todo lo que quería hacerme. Comencé a mover mi cadera con unos movimientos casi involuntarios. Buscando un mayor contacto aún. Y lo encontré, no solo con mis dedos, también con los glúteos de ella. Ahora nuestros culos estaban tocándose, notaba como ella también movía sus caderas, haciendo que nuestras nalgas se acariciaran. Cada vez estaba más cerca mi sexo del suyo. Ahora si que notaba como me salpicaba. Incluso como sus flujos que escurrían entre sus nalgas, acababan en las mías. Comencé a sentir mi ano mojado. Y no solo era mío, allí también había parte de mi querida amiga.
Vi a Rafa colocarse tras de Laura. Le dijo algo al oído a lo que esta le dijo que si, casi suplicando. Entonces el hombre agarro sus pechos, uno con cada mano, acariciando y amasando los melones de mi amiga a su antojo. Ella quedo con una mano libre, que no tardo en ir hacia su coño. Tres dedos fueron directos a su vagina. Estaba muy excitada y como yo, necesitaba más. Su mano derecha frotaba y la izquierda follaba su coño. Pero con cada embestida, golpeaba el mío. Notar de nuevo su mano en aquella zona aumentó, si eso podía ser posible, mi calentón.
A pesar de eso, ella tenía la ayuda de tener a un hombre jugando con sus tetas. Miré suplicante a Alejandro. Agarré mi pecho derecho y lo apreté con todas mis fuerzas, mientras seguía frotándome como una mona. Aplasté mi moreno meloncito y cuando lo solté, las marcas de mis dedos estaban en él. Quería que mi Amo viese lo que podía hacer con mis tetas. Agarré el pezón y después de estirarlo bien fuerte, lo retorcí hasta que una lágrima salió de mis ojos. Pero no había dolor que me bajara el calentón, al contrario. Iba a volver a hacerlo con mi otro pecho, cuando noté su mano. Se había apiadado de mí. Mi Amo me ayudaría a ganar aquella carrera,así no podía perder.
Mientras que Rafa amasaba y jugaba con los enormes melones de Laura. Alejandro era todo un maestro. Él no se dejaba sorprender por el tamaño o la dureza de mis tetas. No estaba allí para conocerlas ni para disfrutar de ellas, no era ese el momento. Estaba para ayudarme a correrme. Y sabia como hacerlo. Después de acariciar ambos pechos suavemente, los agarró por la base y los apretó con fuerza. Haciendo que mis tetas se hincharan por fuera de su mano de una manera grotesca. Lo que hizo que perdiera hasta las fuerzas y acabé deslizándome hacia Laura. Ahora su coño y el mío solo estaban separados por su mano. Me di cuenta que yo también tenia mi mano libre. Por lo que no dude en hacer como ella, y follarme como una loca mientras mi Amo jugaba con mis tetas.
Nuestras manos se golpeaban entre ellas. Mientras Alejandro había comenzado a jugar con mis pezones, acariciándolos con la yema de sus dedos. Un suave juego de arriba a abajo y de lado a lado, pequeños círculos y cuando estaban bien erectos, apretón de su pulgar e índice sobre ellos. Fue así, de esa manera. Mientras él mantenía bien fuerte sus dedos en mis pezones, como llegue al momento de no retorno. Mi mano penetradora quedo bien incrustada en mi interior con tres dedos allí. En cambio, la que frotaba como si hubiera una mancha rebelde en mi vestido favorito, esa se volvió loca. No la controlaba. No controlaba nada de mi cuerpo. Mi pelvis se frotaba contra Laura como poseída. Ella también lo hacía. Pareciese que ella estuviera en el mismo punto que yo. Cuando comencé a escuchar sus gritos, porque eso ya no eran jadeos. Lo supe. Se estaba corriendo. Yo también, lo tenia en la punta. Quería salir, pero no podía. Laura gritaba como una loba. Yo lo hacía, pero de desesperación. ¿Por qué no podía correrme? Necesitaba correrme. El orgasmo ya estaba. Mi coño estaba encharcado e hinchado. Lo notaba. Iba a explotar, pero no podía. ¿Por qué?
- ¿Puedo correrme, Amo?- grité a los cuatro vientos.
- Si, perrita. Córrete. – me contestó Alejandro, con su tranquilidad habitual.
Un fuertísimo ¡Aaaahhhhh! Salió de mi boca en cuanto mi Amo me dio permiso. Eso era lo que necesitaba. Su permiso explícito justo antes de hacerlo. Y eso provocó el mayor orgasmo de mi vida. Notaba que Laura me salpicaba aún con el suyo. Pero yo la inundé. De mi coño comenzó a salir flujos disparados hacia el suyo. Yo diría que llegaron hasta las manos de Rafa, que aún seguían en los melones de ella. Era un orgasmo larguísimo y super intenso. Tanto que pensé que si no paraba me desmayaría. Retire ambas manos, dejando mi coño vacío de atención. Entonces noté como Laura se frotaba en los estertores de su propio clímax contra mi sexo encharcado. Eso unido a que Alejandro no soltaba mis pezones, hicieron que mis convulsiones no parasen. Incluso se acrecentaron. En un momento estaba frotando mi coño contra el de mi mejor amiga, uniendo nuestros orgasmos en uno solo. Yo aullaba como una perra mientras me corría directamente dentro del coño de Laura y con mis pezones apretados bajo aquellos potentes dedos. Mis ojos eran dos lunas, completamente abiertos y en blanco. Mire a Laura y estaba igual que yo. Con sus ojos en blanco, frotándose contra mí y con sus largos y duros pezones retorcidos.
En un momento, pensé que me había desmayado. Sentí como liberaban mis pezones y un fuerte dolor iban a ellos. Mi orgasmo se iba apagando y mis convulsiones bajando de intensidad. Ya no salía ningún sonido de mi boca, mi voz había desaparecido. Por fin terminó, pero no se fue del todo. Mis piernas temblaban inconscientemente. No podía controlar mi cuerpo. Mi coño había quedado pegado al de Laura, unidos por nuestros flujos. Mi cabeza cayo hacia detrás, apoyándome en Alejandro. El masajeaba suavemente mis pechos, sin tocar mis doloridos pezones. Como haciendo circular la sangre de nuevo. Estaba en la gloria. Por debajo, la calidez del coño de Laura. En mis pechos, la de las manos de mi Amo. Mi cabeza apoyada en él. Cerré los ojos. Podía dormir ya mismo.
No tengo claro el tiempo que estuve así. Pero juraría que llegue a soñar. Abrí mis ojos y vi la cara de mi Amo, acariciando la mía. Laura estaba en una posición semejante a la mía, siendo acariciada por Rafa. Éramos literalmente dos perras agradecidas por la atención de sus dueños. Vi como Rafa asentía a algo que le decía mi Amo. Entonces se puso de pie. Cogió el tanga que tenia Laura al cuello y tirando de él hizo que mi amiga se separase de mi sexo, quedando ella a cuatro patas en el suelo.
- Vamos guarra. Vas a descubrir la zorra que de verdad eres. – le dijo Rafa a mi amiga.
Ella no contestó. Solo se dejo guiar por los tirones del improvisado collar que llevaba. Y sin ponerse en pie, sino a cuatro patas como la zorra que era, siguió a Rafa hacia fuera del salón. Mi vista se perdió en el culo de mi amiga caminando como un animal,pensando en todo lo que aquel hombre le haría a continuación.
Al volver mi cabeza, me encontré con algo duro que chocaba contra mi mejilla. Cuando me di cuenta que era la polla de mi Amo, instintivamente abrí la boca y traté de cazarla con mi lengua. Pero no llegaba. Solo golpeaba en mi mejilla con ella, como si yo fuera una perra y aquello mi juguete favorito. Tan real como la vida misma.
- ¿La quieres perrita?
- Si, Amo. Dele a su perra su salchicha, por favor.
- Aún te queda algo por hacer para ganártela.
- Haré lo que me pidas, Amo.
Siento mucho el retraso en publicar. Me gustaría disponer de más tiempo para escribir, pero como a todos, me faltan horas en el día. Muchas gracias por leer mi historia. Y más si cabe a todos aquellos que dedican su tiempo en escribirme. Es mucho más agradecido invertir tu tiempo cuando te hacen saber que merece la pena. Como siempre, encantado de saber sus opiniones o cualquier comentario sobre mi relato.
Saludos.
Manacor.