Haré lo que me pidas 6

Continúa la lucha entre amigas por conquistar a aquel hombre dominante. Sin saberlo, su rivalidad les une cada vez más, pero no se darán cuenta hasta que sea demasiado tarde.

Pero no. Solo la mantenía allí. Sin dejarme probarla. Rozando mis labios de vez en cuando, pero nada más. ¿ Por qué no me la metía hasta la garganta? ¿Por qué no me dejaba que le hiciera la mejor mamada de su vida hasta que se corriera por toda mi cara? Después saldría así, para que me viera Laura y le diría que no. Que yo soy la más zorra. Que era su zorra y lo sería hasta que él quisiera. ¿Cómo podía ese hombre aguantar la tentación de tener la polla dura delante de la cara de una mujer joven y guapa como yo, y no meterla en su boca? No era normal. ¡Dioooos! Haría lo que fuera por probarla. Lo que fuera.

- ¿La quieres? Si te rindes, no la tendrás.- me dijo.

- Sí, sí, sí. La quiero. No me rindo. Seguiré. Dámela, por favor. Seguiré. Seré tuya. - le contesté casi sin cerrar la boca, como un animal fuera de sus cabales.

- ¿y qué vas a hacer para ser mía?

- Haré lo que me pidas.

Haré lo que me pidas. Capítulo 6.

Al decir eso, Alejandro tiró de mi pelo hacia arriba, obligando que mis piernas se estiraran y mi culo se levantara del ridículo asiento donde estaba. Su erguido pene se clavaba ahora en mi tripa, muy cerca del ombligo. Si hubiera tenido las manos libres, ya hubieran estado allí dirigiendo aquello hacia mi húmeda entrada. Pero no, estaba indefensa. Con mis manos atadas a la espalda y siendo sostenida por mi pelo con su fuerte brazo izquierdo. Su mano derecha fue a mi mejilla. La acarició con cariño, me deshice. No llevaba bragas, pero de haberlas llevado ya estarían en mis tobillos. De repente, ¡Plas! Un bofetón en mi cara me hizo despertar.

-          Has estado a punto de rendirte. Eso me decepciona.

Me quedé helada. ¿Cómo podía pasar de la caricia más tierna a darme una bofetada? Había sido un golpe certero. No fue demasiado fuerte. No había sido el dolor lo que me había dejado así. Fue la sorpresa. Y después de decirme eso, la tristeza por no haber estado a la altura me invadió.

-          Lo… siento, Amo. Yo quería seguir siendo suya. Pero… pensé que usted no … que yo no… que Laura era mejor opción…

-          Tu falta de autoestima no es justificación. Tu deber es dar lo mejor de ti. Si crees que otra lo está haciendo mejor, esfuérzate más. Pero si te rindes, no solo has perdido. Me habrás decepcionado, como tantas antes que tú. Pensé que eras diferente. ¿ Me estoy equivocando?

-          No, Amo. No se equivoca. Soy diferente. No volveré a decepcionarle. Por favor, perdóneme y deje que le demuestre que yo no soy como las demás. Que…

No pude continuar hablando. El dedo índice de la mano de Alejandro fue directo a mis labios, haciéndome callar. Los recorrió sensualmente, sin prisa. Sabiendo que eran suyos y que yo agradecería cualquier contacto físico que él me regalara. Mi boca estaba entreabierta. Lo que le permitió introducir su dedo en ella. No hizo falta orden alguna. Sabía lo que tenía que hacer. Mi cuerpo lo sabía sin que mi mente tuviera que autorizarlo. Allí estaba yo, con las piernas abiertas a cada lado de la taza del wáter, mi vestido levantado mostrando mi desnudez más húmeda y un pecho fuera del escote, del cual podía sentir la dureza de mi pezón. Y así, de esa manera tan patética, yo chupaba uno de los dedos que me acababan de abofetear la cara.

-          ¿Quieres ser mi perra?

Por nada del mundo dejaría de chupar aquel dedo. Por lo que me limité a asentir con la cabeza, mientras seguía mamando mirándole a los ojos.

-          Buena chica. Tengo que adiestrarte. Es muy sencillo. Si haces algo bien, tendrás tu premio. Como lo estás teniendo ahora ¿verdad? – me preguntó. Volviendo yo a asentir sin dejar de chupar.

-          Lógicamente, si haces algo mal, tendrás tu castigo. – dijo él, retirando su dedo de mi boca.

Dejó su dedo ensalivado a unos centímetros de mi cara. Intenté alcanzarlo con mi boca de nuevo, pero sujetando mi pelo impidió que llegara a él. Con los ojos abiertos como platos, como a un perro que le quitan su juguete, le miré buscando su perdón.

-          Lo entiendo, Amo. Y lo acepto con gusto. Le pido perdón. Le prometo que no volveré a fallar. Me esforzaré en ser la mejor, sin importar lo difícil que sea. Y no me rendiré. Seré suya hasta que usted considere que ya no merezco la pena. Esa decisión es suya, no mía. Mía es la obligación de que no llegue a pensar eso nunca.

No podría explicar como aquellas palabras habían salido de mi boca. Pero fue así, sincero. Sin pensarlas. Solo las dije. Él debió notar mi completa sinceridad, pues fue terminar mi sumiso discurso y su dedo volvió a mi boca.

-          Estoy seguro que no me equivoco contigo. Pero dime ¿Crees que has recibido el castigo justo por tu falta?

Aquello si que tuve que pensarlo. Me había dado un bofetón en mi cara. Nunca había permitido que nadie me pegara. Pero claro, tampoco hubiera pensado que, si eso pasaba, seguidamente estaría chupándole el dedo como una actriz porno. Si algo sabía de aquel hombre, es que la sinceridad lo era todo. No era una pregunta de conocimiento o de experiencia en este mundillo extraño. Era una pregunta únicamente personal. ¿Consideraba yo que había recibido el castigo necesario? Una bofetada. Es cierto que no fue una caricia, pero no me dolía la cara. El ligero picor que había notado segundos después de recibirla, ya había pasado. ¿ Era suficiente? No. Siendo sincera conmigo misma, no lo era. Y así se lo hice saber, por supuesto, moviendo mi cabeza de lado a lado sin dejar que ese dedo escapara de mis labios.

-          Me gusta que seas sincera conmigo y contigo. Pues dime, ¿cuál piensas que sería el castigo justo? – me preguntó, retirando el dedo de mi boca para que pudiera hablar.

-          Yo diría… que la bofetada que me ha dado, no es suficiente. Para que esta perra aprenda la lección, debería salir de aquí notando el picor en su cara. Pero aceptaré lo que mi Amo decida. – le dije, sincera pero asustada a sabiendas que volvería a ser abofeteada como una niña.

-          Sí. Creo que ese es un castigo justo. Pero a mi no me gusta el dolor. Y golpear una cara tan bonita no me apetece nada. Aunque si tú consideras que necesitas un recordatorio de tu falta, lo tendrás.

Mi Amo me hizo girar sobre mí misma, quedando de espaldas a él. Sin soltarme el pelo, tuve que agacharme hacia delante, dejando mi culo en pompa. Mi cara estaba de nuevo frente al agujero de la taza. Pero esta vez, el agua estaba mezclada con lo que yo había dejado allí. Noté como acariciaba mi nalga derecha y entendí lo que venía a continuación.

-          Cuántos crees que deberías recibir para ser justos con tu falta. – me preguntó, mientras acariciaba cariñosamente mi nalga, al igual que había hecho con mi mejilla antes.

-          Hasta que esté rojo y uno más. Para que cuando me siente recuerde lo estúpida que he sido. – le dije, perdida en la excitación que nunca sospeché que podía darme recibir una azotaina.

-          Así será, perrita.

Cuando las caricias cesaron, supe que se venía el primer golpe. El chasquido contra mi piel se escuchó claramente, junto con un pequeño quejido de mi boca, mezcla de dolor, susto y aunque me cueste reconocerlo, excitación. El segundo fue rápido, tan solo unos segundos. Esta vez la sorpresa fue menor, incluso el dolor, pero mi jadeo mayor. Aparté mi vista del interior de la taza y vi la puerta abierta. No se escuchaba hablar a Rafa ni a Laura. Seguro que estaban en silencio escuchando la escena. Mi cara se enrojeció más que mi culo. Y fue peor cuando supe que no lo estaba haciendo bien.

-          Debes contar cada azote y darme las gracias por ello.

-          Pero… Amo… me van a escuchar. – le dije con miedo a que le molestara mi queja.

-          Te dije que me gustan que mis sumisas solucionen sus problemas por si mismas para cumplir mis órdenes. Te he ordenado que cuentes y agradezcas cada azote. Si no quieres que te escuchen, busca una solución.

Pero que solución. Cerrar la puerta no estaba en mi mano, de hecho, nada lo estaba gracias a sus ataduras. Deje de mirar hacia la puerta, pues de ahí no conseguiría nada. Con la mirada de nuevo al frente, se me encendió la bombilla. Gracias a Laura tenía la solución. Doblé aún más mi torso hacia la taza y metí completamente la cabeza dentro del wáter. Ahora si que estaba cerca del agua que yo misma había ensuciado. Sentí como se mojaban más mis muslos. Aquello me ponía cachonda. Tener la cara metida en el wáter con mi meada, para amortiguar los gemidos que yo misma soltaba con sus azotes… era una zorra pervertida. Lo había descubierto esa noche cuando me puse cachonda al pensar en mi amiga mamando una polla. Y este hombre me estaba enseñando que aquello solo era el principio de mi perversión. Necesitaba más, necesitaba compartirlo con él. Que él fuera partícipe de mi humillación.

-          Amo, puede cerrar la tapa para que no se escuche como gimo de placer con sus golpes. Y por favor, si ve que aún así no es suficiente para que no se escuche a su perra gimiendo, tire de la cadena. Se lo agradecería mucho.

- No me equivoco contigo, estoy seguro.

Alejandro liberó mi pelo de su firme agarre, para después bajar la tapa sobre mi espalda nuevamente, esta vez despacio, apoyando la fría cerámica con suavidad sobre mí. Seguidamente recibí un nuevo azote, ahora en mi nalga izquierda. Gemí, sin contemplaciones, dentro de aquel wáter. Notaba como mi culo comenzaba a picar. Y no fue lo único. Una de sus manos, no podría decir cual, acariciaba mi expuesto coñito. Al principio eran unas caricias recorriendo con las yemas de sus dedos mis labios. Un par de azotes después, esos dedos jugaban dentro y fuera a su antojo. Acariciaban suavemente, sin prisa, para luego entrar unos segundos, examinándome por dentro y volvían a salir. Yo seguía contando y dándole las gracias a cada azote, llevaba ocho. Y fue allí donde sus dedos se centraron en el punto más hinchado de mi expuesta zona.

Ahora sí que me fue difícil contar y dar las gracias. Llevaba diez y las palabras casi no me salían. Notaba como me faltaba el aire allí dentro de tanto jadear. Me sentía como una vulgar puta, humillada como nunca había imaginado que se podría humillar a una persona. Y lo peor de todo, que había sido idea mía. Mi mente estaba tan pervertida, que había sido yo misma quien le había pedido a ese hombre, meter la cabeza en el wáter para poder contar y agradecer cada azote. No sentía asco por tener mi cara allí con la boca bien abierta en cada jadeo. No me importaba el olor. Al revés, todo ese sufrimiento me ponía aún más cachonda.

Lo mismo me ocurría con el tratamiento que estaba recibiendo de Alejandro. El placer que me daba con una mano se unía al dolor y la humillación que recibía con la otra. Y aquello conseguía que mi calentura se disparara. Notaba como me picaba las nalgas, pero quería más. Quería más placer y más dolor. Ambos sentimientos iban unidos. No quería que ninguno desapareciera. Nunca pensé que ser azotada me pondría tan cachonda. Ahora solo quería explotar con la cabeza allí metida y poder recordar ese orgasmo cada vez que me sentase.

Y eso iba a ocurrir muy pronto.Doce y un gracias salió de mi boca junto a un gran gemido que retumbó en toda la taza.Trece y pensaba que me iba ya mismo. Ese dedo giraba rodeando y presionando mi botoncito rápidamente. Los golpes tardaban más, pero con cada uno tenía un pequeño orgasmo.Catorce y el gracias no salió de mi boca, me iba a correr. Ya solo gemía de placer. Noté como su mano acariciaba la dolorida piel de mi culo. Se apartaba y volvía a acariciar. Estaba tentando con su golpe y yo lo esperaba para mi orgasmo. No quería correrme antes de recibirlo, tampoco se si podría. Era como si mi coño fuera esclavo de su mano. No quería explotar hasta que no lo hiciera su pareja en mi nalga. Mis jadeos debían estar escuchándolos hasta en el salón, a pesar de tener la cabeza allí metida. Me daba igual. Me iba a correr con la cabeza metida en el wáter de Laura. Y lo pensaba disfrutar como la puta que soy. Su mano castigadora acarició una vez más, haciendo palpable que esa zona ya estaba dolorida. Cuando se separó, no sé por qué, pero supe que sería la última vez que lo hacía antes del golpe.

-          Dame fuerte. ¡¡¡Fuerte, por favor!!! – le grité desde allí dentro.

Y así fue, un azote seco se estrelló contra mi cachete izquierdo. Yo grité por el golpe, pero sobre todo por el orgasmo que saldría de forma inminente desde mi clítoris hacia todo mi cuerpo. Llegaba al punto de no retorno con sus dedos mágicos. Grite como la escandalosa puta que deseaba ser en ese momento. Pensándolo ahora, seguro que él también esperaba ese instante. El momento en que mi boca se mantuviera completamente abierta gimiendo como una zorra para hacerlo. Sentí como mi orgasmo iba a salir, cuando todo se inundó. El agua volvió a recorrer alrededor de mi cabeza, pero esta vez con mi cara mucho más cerca del agua que con Laura. Y sin poder, ni querer cerrar la boca por el orgasmo que ya llegaba. Pero no llegó. Su mano se apartó de mí en el momento exacto, un toque más y mi coño hubiera dejado en ridículo a aquella cisterna. Pero no. Él no quiso. El dueño de mi cuerpo, mi mente y mi placer, así lo decidió. Pensé que aun así llegaría, pues estaba tan cerca que casi podía correrme con solo concentrarme en ello. Pero el agua consiguió despertarme cuando la sentí cubriendo mi cara completamente. Aquello terminó de cortar mi placer. Y también mis gemidos. Fueron solo unos segundos, pero unos segundos cubierta del agua del wáter.

Mis piernas me temblaban. Cuando el agua terminó noté como Alejandro estaba sujetándome con su mano en mi vientre. Y su polla aún dura y fuera de cualquier tela que la cubriera, estaba apoyada en mi coño. Toda su longitud atravesaba mi rajita, desprendiendo un calor reparador. La tapa se abrió. Mi Amo me estaba liberando de la prisión que yo me había auto impuesto. Manteniendo una de sus manos en mi vientre, llevo la otra a mi pecho y me ayudó a incorporarme. Tomé aire, con la cara por fin fuera de aquello, pero completamente mojada. Me dejó así un tiempo reponiéndome de aquello. Sujetando mi cuerpo con sus manos abiertas en vientre y pecho, pegada a su espalda y con su polla sobresaliendo de entre mis piernas. Si existía el cielo, así serían sus baños.

Cuando mi respiración se relajó, no pude evitar atrapar el mástil que sobresalía por debajo de mis piernas. Comencé a frotarme apretando los muslos para sentir ese trozo duro de carne en mi desesperadísimo sexo. Un movimiento errático y patético debido a que aún mis piernas me fallaban. Alejandro me dejó hacer, como el toro deja a la mosca que se pose sobre él. Era como si aquel hombre fuera de hielo y nada que yo le hiciera pudiera sacarle de sus casillas. Seguí tratando de llevar un ritmo que le diera placer al hombre que más me lo había dado a mí en mi vida. Pero él, tan tranquilo, comenzó a hablar.

-          A juzgar por tus gemidos, no sabría decir si ha sido un castigo o una recompensa.

-          Una recompensa, Amo. Muchas gracias. Aunque es cierto que noto el picor y el calor en mi culo. – le dije, sin dejar de frotarme contra su miembro.

-          Bueno, fue el castigo que tu elegiste. Hasta que estuviera rojo y uno más. Si hubieras dicho dos más, te habrías corrido con la cabeza dentro de la taza.

-          Soy una perra novata, debí haber pedido más azotes. Quería correrme de esa manera. Correrme así de humillada… por ti… para ti… - le dije, jadeando de nuevo.

-          No era el momento perrita. Tengo pensado otra cosa para ello.

Según dijo eso, se apartó de mí, deslizando su polla por el exterior de mi exhausto sexo. Con unos rápidos movimientos, soltó mis ataduras. No me di cuenta de la incomodidad de la postura hasta que pude volver a mover los brazos. Mientras yo hacía movimientos de hombros para estirarlos, mi Amo guardó su preciosa y apetitosa herramienta en sus pantalones. Cuando cruzó mis nalgas con ella pude notar lo mojada que estaba. Le había empapado la polla sin siquiera entrar dentro de mí.

Alejandro me dijo que me diera una ducha, pero que no me entretuviera. Que mandaría a Laura para ayudarme y hacerlo más rápido. Después se fue sin cerrar la puerta. Me tenía que desnudar para ducharme, pero no necesitaba intimidad para eso. Todos los que allí habían ya me habían visto desnuda. Sentí como me faltaba ese beso. El beso que me daba después de utilizarme y que conseguía que estuviera deseosa de volver a hacerlo. Cuando me miré en el espejo, entendí la razón por la que no me besaba. Bastante que se había acercado a mí. Estaba hecha un desastre total. Pero lo normal cuando tiran de la cadena con tu cara metida dentro. El vestido también estaba manchado. No solo por el salpicar del agua. Había inconfundibles manchas de mi humedad en la parte inferior. Me lo quité y lo dejé sobre el toallero, esperando a que secara con el calor del verano.

Entré en la ducha de mi amiga y abrí el agua. Que sensación más placentera recibir en mi cuerpo aquella agua tibia. Me hubiera gustado estar allí durante una hora, pero no tenía tiempo. Lavé mi pelo rápidamente, no podía salir oliendo como lo hacía después de haber recibido todo aquello. Ahora entendía a mi novio cuando decía que no tenía que tardar dos horas en lavarme el pelo. En poco más de 5 minutos estaba lista. Limpie bien mi cuerpo, haciendo especial atención a las zonas que más uso habían tenido esa noche. Y que con suerte volverían a ser usadas. Aunque con cuidado, pues cualquier roce me hacía recordar lo que acababa de vivir y no sabía si sería capaz de parar si empezaba a tocarme.

En eso estaba, pasando mi mano entre mis piernas, cuando vi a Laura en la puerta del baño. Miraba fijamente donde yo me estaba lavando. No era la primera vez que me veía desnuda. Me había duchado muchas veces en su casa o en el gimnasio con ella. Pero si la primera vez con tanta tensión sexual. Me aclaré rápidamente y salí de la ducha. Ella ya estaba allí con la toalla abierta. Fui a cubrirme con ella, pero me dijo que no. Sin más palabras por su parte, comenzó a secarme delicadamente todo el cuerpo. Cuando se puso de rodillas para secarme de cintura para abajo me sentí la reina de aquella casa y Alejandro era el rey. O quizás yo era la puta y él mi chulo, daba igual. Lo importante era que tenía a mi rival secándome el chocho, dulcemente, sin atreverse a mirarme. Recorrió mis piernas hasta mis pies, dejando mi piel seca. Hizo lo mismo por detrás y con mi pelo, lo justo para que no fuera goteando.

-          Ven. Alejandro me ha dicho que te vista y te ayude a maquillarte. Tenemos que hacerlo rápido.

No me molesté en contestar. Solo sonreí contenta y la seguí a su habitación. Salí del baño completamente desnuda, pero no me importó. Si no había entendido mal, Alejandro le había dicho que tenía que hacer todo aquello. Ese era su castigo por lo que me había hecho. Y comparándolo con el mío, era mucho peor.

Ya tenía un vestido preparado sobre su cama. Era un vestido veraniego de flores azules, con una falda no tan corta, pero con bastante vuelo. Laura lo cogió y yo me deje hacer. Ella fue quien lo pasó por mi cabeza y lo bajó por mi cuerpo. Yo solo tuve que pasar los brazos por los tirantes, que ella ajustó para que mi escote quedará perfecto. Laura tenía mucha ropa muy sexy. Y este vestido, sin ser tan escandaloso como el que llevaba antes, tenía bastante escote y una falda que con cualquier brisa de aire dejaría tu ropa interior al descubierto, si es que eres de las que usan ropa interior, claro.

Me llevó a su tocador y me invitó a sentarme. Al hacerlo di un pequeño respingo. Con tanta emoción por ver a mi amiga tan sumisa, no había recordado que mi culo estaba rojo como un tomate. Ella tenía que haberlo visto, al menos cuando me secó esa parte. Pero también lo tuvo que escuchar. Me dio vergüenza, pero era mayor la satisfacción de que tuviera que asistirme por orden de mi Amo.

En un momento mi amiga me había maquillado increíblemente bien. Terminó de pintarme los labios de un rojo escarlata y se paró a mi lado reflejándonos las dos en el espejo de su tocador. Me había dejado guapísima. Con un escote de infarto gracias al ajuste tan certero de los tirantes del vestido. Y un maquillaje recién hecho que contrastaba con el suyo más gastado por toda la noche. No podría decir cuál de las dos era más guapa. Las dos lo somos y ya es cosa de gustos personales elegir a una u otra. Pero ahora mismo, en ese momento,  yo lo era sin duda.

-          Si estás satisfecha, los chicos nos esperan. – me dijo mi amiga.

-          Espera. ¿ Crees que estoy más guapa que tú? – le pregunté con toda la maldad.

-          Sí.

-          Un sí, no me vale. Ya sabes cómo lo quiero. – le recriminé

-          Sí, Tamara. Estas mucho más guapa que yo.

-      Ahora si estoy satisfecha. Podemos ir con los chicos. – contesté con una alegría desbordante.

-      En realidad, queda una última cosa. Alejandro me dijo que quería tu culo tal y como él lo había dejado. Pensé que se refería solo a su nombre que te escribió la niña aquella. Pero… después de verlo al secarte, no lo tengo tan claro.

Mi cara cambió rápidamente de la alegría más ruin, por dejar a mi amiga por debajo. A la vergüenza de volver a mi lugar como la zorra que me estaba volviendo, delante de mi mejor amiga. Sin pensarlo me giré y levantando la falda del vestido, miré mi culo reflejado en el espejo del tocador. Efectivamente, el nombre de Alejandro, que aquella rubita había escrito en mi nalga, estaba casi borrado por la ducha. Pero no era eso lo que más me avergonzaba. En mi nalga, justo donde esas letras empezaban a perder color, lo ganaba mi piel. Un círculo rojo se concentraba dónde estaba el nombre de mi Amo escrito. Toqué la zona con mi mano y aún me dolía un poco. Laura sacó de su canalillo el rotulador que había provocado nuestra propia guerra civil. Con una sonrisa me lo entregó y cruzando sus brazos bajo sus pechos, haciendo que estos resaltaran aún más y adoptando una pose chulesca, se quedó mirando.

No entendía a qué venia aquel cambio de actitud, hasta que destapando el rotulador intenté repasar el nombre de mi Amo. Era imposible. Por mucho que quisiera forzar mi cadera, no podía escribir en mi culo. Al menos no correctamente como para seguir las letras que aquella joven había dibujado en mi nalga. La sonrisa de Laura era aún mayor al ver mis intentos fallidos y mi cara de agobio por no poder cumplir con los deseos de Alejandro. Ahora lo entendía. No me quedaba más remedio. Tragando mi orgullo recién ganado, tuve que pedírselo a mi rival.

-      ¿Me ayudas?

-      ¿Qué te ayude a qué?

-      A escribir en mi culo, Laura. Yo sola no puedo.

-      Bueno si me lo pides por favor…

-      Por favor Laura…

Laura recogió el rotulador que mi mano le ofrecía y yo apoyé las mías sobre la madera del tocador. Desde el espejo pude ver como Laura disfrutaba de tenerme así. De nuevo habían cambiado las tornas. Ahora era yo quien tenia su culo expuesto. Y cuando ella levantó mi falda, también desnudo. No lo hizo rápido. Se recreo mirando mi trasero y mi sexo. Puede que me lo hubiera visto más veces, sobre todo aquella noche. Pero nunca tan de cerca. Quien me iba a decir a mí, al principio de la noche, que estaría con el culo en pompa y sin ropa interior, esperando que mi mejor amiga escribiera el nombre de mi Amo. Todo aquello era inverosímil. Como podía estar cayendo en aquella cadena de sucesos humillantes y lujuriosos con Laura de coprotagonista.

Al notar la punta comenzando a escribir, mis pensamientos se esfumaron. Al menos los que dominaba la razón y la cordura. Volvieron aquellos que me había hecho llegar hasta allí. Esos sucios y tan depravados que habían conseguido ponerme cachonda, pensando en mi amiga chupando una polla. Ahora la tenía con su rostro a un palmo de mi zona más húmeda. Seguro que podía oler mi sexo. Mi amiga de la infancia oliendo mi coño. ¿Cómo podía ponerme cachonda aquello? Sin darme cuenta había curvado más mi espalda, adoptando una posición donde mi culo quedaba aún más expuesto. Miré mi cara en el espejo y comprobé lo que ya sabía, una mezcla de vergüenza y excitación por la escena y por mi comportamiento.

Laura se puso en pie, por lo que debía de haber acabado de escribir en mi culo. Tarde en darme cuenta de que debía de recuperar mi postura erguida. Quizás por eso, o puede que ya lo tuviera ella pensado, el rotulador fue de nuevo hacia mi zona más íntima. Como había hecho la joven rubia, ahora otra rubia amenazaba la virginidad de mi agujero trasero con aquello. Mis ojos se abrieron como si hubieran tocado un botón que los hiciera reaccionar. Note una presión en mi ano. Estaba tremendamente cachonda. Y pensar que Laura me iba a meter aquel objeto por el culo, no hacia más que aumentar mi excitación. Pero también estaba asustada. Por un lado, por el dolor y por otro por perder la virginidad de esa manera.

-          ¿ También quieres que haga esto como la niñata esa del baño? – me preguntó Laura.

-          ¿Alejandro te ha dicho que lo hagas?

-          No. Él solo me dijo que quería tu culo exactamente igual que como él lo había dejado.

-          Entonces quita ese rotulador de mi ojete. No eres tú quien lo estrenará. – le contesté desafiante.

-          Vale, vale. No te pongas así. No pensé que nunca te hubieran follado el culo. Pobre Alberto, tan estrecha con él… Y mírate como estas por otro.

-          Por favor, no saques ese tema. – le pedí, aun con mi culo en pompa y mirándola desde el reflejo del espejo.

-          Vale, vale. Bueno… ¿y que hacemos con lo otro?

-          ¿Qué otro? – le pregunté extrañada.

-          Con la rojez de tu culo. No tengo claro si Alejandro se refería solo a su nombre o también a eso.

-          ¿Qué le pasa a la rojez de mi culo?

-          Pues que cuando saliste de la ducha estaba mucho más rojo. Ahora casi no se nota. Eso te pasa por tener el culo tan morenito.

Me había contagiado su duda. Recompuse mi postura y volví a mirar mi culo en el espejo. El trabajo de Laura había sido excelente. Había repasado el nombre de Alejandro exactamente como lo había escrito aquella muchacha. Justo ahí se podía notar aún un ligero color rojizo, pero es cierto que no era exagerado. No había visto el resultado de mi trasero después de los azotes, pero por el picor que sentía en ese momento y ahora no, debía ser mucho más. Ya iba conociendo a mi Amo. Y su mente siempre iba tres pasos por delante de los demás. ¿ Podría ser que él supiera que las marcas de mi culo ya habrían desaparecido para cuando estuviera lista? Si había alguien que pudiera tener la situación tan controlada, era él. Pero también podría ser una jugada de Laura para devolverme el castigo que había sufrido conmigo teniendo que secarme, vestirme y maquillándome más guapa que ella.

-          Bueno no te preocupes Tami. Tampoco es tan importante. Además, como ibas a poder hacer que tu culo siguiera rojo, sin alguien que te azote.

Aquella frase me hizo confirmar lo que temía. Hubiera sido idea de Alejandro o de Laura, el caso es que tenía que tomar una decisión. Si me arriesgaba a no tener en consideración los azotes que mi Amo me había propinado, de la manera más humillante y placentera de mi vida. ¿Pudiera ser que él no tuviera en cuenta aquello? Que después de dejarme el culo rojo, por mi propia petición, no quisiera asegurarse de que lo mantuviera así… Mi, recién estrenada, conciencia sumisa me decía que no. Que aquel hombre había demostrado que tenía todo controlado en su perversa mente. Pero podía equivocarme. Como fuera, o me arriesgaba a no hacer caso a al aviso de Laura, o tendría que pedir a mi amiga y rival, que me azotara hasta dejármelo rojo de nuevo. Si lo hacía, tenía que pasar por la humillación de ser azotada como una niña por Laura. Pero de no hacerlo, seguro que ella se encargaría de decir que me avisó y yo no hice caso. Era una partida de cartas, donde Laura había lanzado un farol, jugando con mi necesidad de complacer a Alejandro. O arriesgaba todo para no perder ante ella. O aumentaba mi capital y arriesgaba a no ganar nada, pero aseguraba la partida. Decidí lo mismo que llevaba haciendo toda la noche, desde que me sorprendió un desconocido en el baño de hombres. Jugarme toda mi dignidad por ganar la partida y su premio.

-          Laura, necesito que lo hagas tú.

-          ¿Qué haga qué? – respondió ella, haciéndose la tonta.

-          Que me azotes. – contesté con toda la vergüenza del mundo.

-          ¡Jajajajajaja! ¿Quieres que te azote yo? De verdad te estas volviendo loca por ese hombre.

-          ¿Acaso no lo estás haciendo tú? Te recuerdo que llevas tu coño, igual que yo, relleno de tu tanga. Que acabas de secarme con la toalla mi cuerpo desnudo. Y que has escrito en mi culo su nombre. Sabias perfectamente que tendría que pedírtelo. Es lo que quieres. Pues ya lo tienes. Azótame hasta dejarme el culo tal y como estaba en tu baño. Disfruta todo lo que quieras y diviértete pegando en el culo a tu mejor amiga. Ahora ganas tú, pero yo me llevaré el verdadero premio.

-          ¿Sí? Bueno no estés tan segura de eso. Pero sí de que voy a disfrutar azotándote como la niñata guarra que eres. Aunque antes, pídemelo.

-          Laura, puedes azotar mi culo hasta dejarlo rojo de nuevo, por favor. - le rogué a mi mejor amiga, tragando saliva y mi orgullo antes de poder hacerlo.

-          Claro Tami. Azotaré tu culo morenito. Pero no llores, ser una zorra duele.

Ya había hecho la parte más difícil, o eso creía. Después de decir esa última frase con todo el rencor acumulado saliendo de sus carnosos labios, los relamió. Pude verlo desde el espejo. Donde la veía detrás de mi culo desnudo y en pompa, aun con el rotulador jugando sobre mí desnudez. Lo hizo una ultima vez, partiendo desde mis labios más húmedos y recorriendo la senda entre mis glúteos. Una última presión en mi agujero más pequeño y el objeto fue directo a mi boca.

-          Para que mis vecinos no te escuchen quejarte. Puedes chuparlo, sabe a ti.

Quise cerrar los ojos para no ver aquella humillación. Pero no podía. Quedé hipnotizada en el reflejo de mi cara, perfectamente maquillada. Estaba preciosa. Preciosa y con un rotulador en mis sensuales y rojos labios, que verdaderamente sabía a mí. El primer azote llegó. Cerré los ojos por un segundo por la sorpresa, para después abrirlos y ver tras mi rostro sexy y humillado, el suyo. Ella también estaba preciosa. Esa sonrisa de diversión y lujuria conjuntaba con sus ojos azules. Llego el segundo y el tercero. Laura no tenia la destreza ni la contundencia de las manos fuertes y grandes de Alejandro. Pero lo resolvía con unos golpes más fuertes y con más rabia, sobre la pobre piel morena de mi nalga.

Todos fueron al mismo sitio, justo donde ella había repasado el nombre del culpable de todo lo acontecido esa noche. Y eso me encantaba, me excitaba, me ponía como una perra en celo. Mi mejor amiga golpeaba mi culo con toda la rabia acumulada y yo callaba, chupando aquel pequeño falo que había estado dentro de nosotras un poco antes. Ella se esforzaba por hacerme aquello lo más duro posible. Se le veía en la cara, en el brillo de sus ojazos y en la sonrisa de lujuria que mostraba antes de cada golpe. Cogía impulso y su pequeña mano chocaba con mi glúteo haciéndolo temblar. Al igual que lo hacían sus tetas libres de sujeciones con el vaivén de su brazo hacia mi expuesta zona.

Sus azotes eran más dolorosos que los de mi Amo. Mucho más. Me di cuenta todo lo que se tuvo que contener Alejandro. Pues si la pequeña Laura golpeaba con más fuerza que un hombre de su envergadura, es que él prácticamente no estaba usando ninguna fuerza en golpearme. Me sentí agradecida y a la vez desilusionada. Agradecida porque Alejandro no quisiera hacerme daño. Pero desilusionada porque pensara de mí que no podría soportar una buena azotaina. La misma que estaba soportando de mi mejor amiga, sin emitir ningún ruido. Ella había ganado teniendo la oportunidad de tenerme así de humillada. Pero no le daría la oportunidad de que saboreara la victoria escuchando mis quejas. Continué lamiendo con mi lengua el rotulador, mientras mis labios lo sujetaban firmemente. Sabia a mí, pero había estado dentro de las dos. Y ya me daba igual reconocerlo. Laura me ponía cachonda. Mi amiga de la infancia era el motivo del calentón que me llevó a aquel baño. Desató mi lujuria y desde entonces… ya nada era igual.

Sus redondos y preciosos pechos salieron completamente del escote palabra de honor que llevaba. Si antes se balanceaban, ahora podrían haber golpeado mi nalga con ellos. No sé cuántos azotes llevaba, yo ya no sentía la zona. Solo un amargo picor y entumecimiento. Al menos llevaba 10 o 12, más que suficientes para devolverme el color rojo a mi nalga. Pero no la detuve. Ella disfrutaba teniendo a su amiga así. Y yo viendo su cara de lujuria y sus tetas botando cuando su mano chocaba con mi culo. Deje que fuera ella quien decidiera cuando terminaba mi castigo.

Parecía que no quería que acabara hasta que escuchara salir de mi boca algún quejido. No le daría ese placer. Me concentre en mi sexo, en como lo notaba hinchado. Aprete aun más mis muslos, que si bien ya lo estaban por la tensión de estar siendo golpeada, ahora buscaban algo más. Quería frotar contra ellos aquello que encerraban. Y lo conseguí. Mi excitación era tal que cualquier mínimo roce en mi sexo era suficiente para llevarme al cielo. Y con aquella presión que me había procurado, podía notar cada golpe en mi nalga reflejándose en mi coño. Ahora no era solo el morbo de tener a mi amiga disfrutando azotándome con las tetas al aire. Me estaba dando placer, poco, pero placer, al fin y al cabo, directamente en mi coño. Fue entonces cuando mis labios se aflojaron, el rotulador calló y de mi boca salió un sonido. No fue un grito, ni un quejido, fue un gemido de placer.

Laura paro con una sonrisa en sus labios. Pensó que lo había conseguido. Yo deje que lo creyera, mientras la miraba sonriente y cansada por el ejercicio físico que había hecho conmigo. Sus pechos se agitaban con su respiración. Mirando en el espejo vi que los míos también, bajo aquel escote. Con mi postura, mis tetas colgaban mostrándose completamente en el reflejo. La fuerza de la gravedad me mostró que mis pezones también apuntaban al suelo, con dureza. Mi nalga me ardía. Ahora sí que la debía de tener roja. No me moví de mi posición , estaba cachonda. Me sentía una perra sumisa delante de Laura. Quería seguir disfrutando de su pose de amazona en toples, detrás de mi culo en pompa. Ni siquiera lleve la mano donde tanto me ardía. Mantuve mis manos sobre la madera, dejando que ella contemplara su obra. Era su momento, que lo disfrutara.

-          Bien, creo que lo tendrás rojo por el resto de la noche. ¿No me vas a dar las gracias? Que lo mío me ha costado. – dijo ella, mientras guardaba sus pechos en el vestido y mostraba su mano abierta.

Con bastante dolor, abandoné aquella posición tan humillante pero sensual, en la que llevaba un buen rato y giré para quedarme frente a mi amiga. Notaba el calor de mi nalga, pero no lleve mi mano. Fui a la suya. Cogí su mano derecha con la que me había estado azotando como una profesora de los años 40 y miré. Si su palma estaba de ese color, como estaría mi culo… La miré a los ojos y después bajé la mirada de nuevo a su mano, para acompañarla con un beso lento y sensual en su dolorida palma.

-          Gracias Laura por dejarme el culo rojo. Te lo agradezco muchísimo. Eres la mejor amiga que se puede tener.

Su cara no podía disimular su confusión. Ella que sentía que había conseguido dejarme por debajo de ella, que era la ganadora. Pero Laura no entendía aquello. Aún no había conseguido saber de que se trataba aquel juego, aquella lucha. Yo ahora sí. No tenia que quedar por encima. Justo se trataba de ser la que más abajo estuviera. Esa, la que más humillada y vejada fuera. La que más sumisa fuera de las dos y peor lo pasara esa noche. Ella seria quien ganara aquella guerra. Y gracias a Laura, yo iba en cabeza.

-          Creo que es hora de que vayamos con los chicos. Tenemos que sacarnos los tangas y ver quien lo ha manchado más. Tengo ganas de pasar a cosas más importantes con Alejandro. – le dije a mi amiga, ante su falta de respuesta a mi beso y agradecimientos.

-          ¿ Por qué estas tan segura de que conseguirás a Alejandro? – me preguntó ella, con cara de preocupación sincera.

-          Porque haré lo que me pida.

Muchas gracias por leer mi historia. Espero que haya sido de vuestro agrado. Agradecer especialmente a todos aquellos que se toman su tiempo en escribirme para comentar mi relato, lo que sienten con la historia o darme ánimos para continuar. Muchísimas gracias por esas muestras de apoyo. Como siempre, encantado de recibir cualquier crítica.

Saludos.

Manacor.