Haré lo que me pidas 5
Continua la lucha entre las dos amigas por aquella curiosa competición. Pero esta vez, en la intimidad de la casa de una de ellas. Si en un coche pudieron hacer aquello, que no podrán hacer entre cuatro paredes.
Espero que sepan disculpar la demora. Siempre falta tiempo en el día entre obligaciones y entretenimientos. Intento dedicarle todo el escaso tiempo libre a escribir, pero no siempre es suficiente. Quisiera que entiendan las horas que se necesitan, al menos en mi caso, para escribir cada relato. Supongo que con la experiencia iré acortando ese tiempo. Muchas gracias de nuevo por todos los mensaje de apoyo, tanto por correo como en los comentarios. Sepan disculpar si me demoro en contestar, a todo aquel que dedica su tiempo a hacerlo. Sobre todo, en los comentarios de la web, pues no suelo entrar hasta que publico de nuevo. Procuraré prestar más atención a partir de ahora.
Espero que sea de vuestro agrado. Un saludo.
Manacor.
Haré lo que me pidas. Capítulo 5.
Increíblemente, aquel minúsculo trozo de tela, que tan poco tapaba por fuera, ocupaba bastante más de lo que podría haber imaginado cuando lo llevas metido dentro. Sinceramente, esa reflexión no la había hecho nunca, jamás pensé en como sería llevar un tanga, hecho una bola, metido en la vagina. Y al parecer por los andares de Laura, ella tampoco. Ambas intentábamos caminar lo más sexi posible hasta el ascensor de su casa, pero me temo que no lo conseguimos. Aún no nos habíamos acostumbrado a usar nuestro coño como bolso. Y eso que, en mi caso, acababa de hacer un cursillo acelerado con aquel rotulador. Pero a diferencia de aquel objeto, el tanga no intentaba salir. Y por primera vez en horas, notaba mis ingles secas. La tela absorbía mi humedad. O quizás se me había acabado por estar toda la noche chorreando.
Pasamos al ascensor, nosotras primero y ellos detrás. Era un cubículo bastante pequeño, más de lo normal en un ascensor moderno. Y por supuesto, ni comparación con el de la discoteca. Por ello, al pasar detrás nuestra los dos hombres, nosotras quedamos frente al espejo, notando su cuerpo pegado a nuestras espaldas. Rafa al de mi amiga y por suerte, Alejandro a la mía. En lo que si se parecía más al ascensor de la discoteca, era en la luminosidad. No es que fuera tan exagerada, pero la luz fluorescente era mucho mayor de la que estábamos acostumbradas desde que salimos de este mismo lugar. Por ello, quizás marcada por la extraña sequedad de mi entrepierna, la incomodidad, y verme reflejada con todo mi cuerpo completamente marcado y casi transparente del vestido, fue un golpe de realidad demasiado duro. A juzgar por la tez seria de la cara de Laura, la que hacía un momento se estaba masturbando hasta casi correrse, sufría de algo parecido a lo mío.
Estábamos vestidas como unas vulgares putas. En el ascensor, camino de su piso, con dos hombres mayores a nosotras y completamente desconocidos. Pero hasta ahí, podría ser hasta normal. Lo que no era normal es que estuviéramos compitiendo entre nosotras para demostrar quién era la más puta. Y justamente por ello, íbamos acompañadas hasta el piso de Laura por aquellos dos hombres. Simplemente por ese dato. No habían demostrado ninguna intención más que esa. Tomarse una copa esperando a ver cuál de las dos tenía el tanga más manchado cuando lo sacásemos de nuestro interior. Dejaré a parte todo lo que yo había hecho esa noche para complacer a un hombre, por el mero hecho de que me permitiera chuparle la polla. Por ganarme el título de chupapollas.
¿De verdad era necesario todo esto? Es cierto que había vivido la experiencia más morbosa y excitante de mi vida. Pero… ¿y ahora qué? Ya no solo había metido a mi mejor amiga como cómplice secreta en mis perversiones. Ahora la había incluido en ellas como partícipe. Y encima luchando contra mí. ¿Como iba a mirarla mañana a la cara? ¿Cómo volvería a casa con mi novio? No solo estaba deseando a otro hombre. Me había entregado completamente a él, para que hiciera conmigo lo que quisiera. ¿Sé puede ser más infiel que eso?
Quizás el alcohol empezaba a perder efecto en mi organismo y dejaba que mi mente volviera poco a poco a la realidad. Pero aquella borrachera no traería solo una resaca, aquello podría traer el final de mi relación con Alberto y posiblemente con mi mejor amiga de toda la vida. No podía ser. Una aventura no merecía tanto la pena. ¿Qué tipo de polvo me tendría que echar Alejandro para que esto tuviera sentido? Todo esto tenía que acabar. Al menos por mi parte. Si Laura quería seguir, lo haría sola. Ella al menos estaba soltera. Si olvidábamos nuestra competición, lo que ella hiciera era cosa suya. Se acabó. En cuanto entráramos por la puerta de su casa, le diría a Alejandro que me había equivocado. Me vestiría con mi ropa, que tenía tirada por la habitación de Laura y me iría a casa, aunque fuese andando. Yo no soy así. No soy ninguna zorra. No voy a dejar que un hombre me trate como una, por su simple capricho. ¿Qué se había creído? No voy a ser la zorrita de nadie y mucho menos para que me permitan chuparle la polla. ¡Anda ya! Se iba a enterar este chulo putas. A otra con ese rollo de Amo y sumisa. Note sus manos en mis caderas. Se deslizaron despacio y suave, pero sin detenerse. Una quedo apoyada en mi bajo vientre, y la otra sobre mi ombligo. Pensé que iría a meterme mano. Que, ya que había delegado en su amigo meterme el tanga en el coño, ahora querría hacerlo. Pero no, se detuvo ahí. Un casto beso en el cuello consiguió que mi piel despertara.
- Estas preciosa . – me susurró al oído con su voz de chulo putas.
- Gracias, Amo. – le contesté yo, ronroneando como una gata.
No tengo ni idea de lo que le dijo Rafa a Laura, pero por la sonrisa que despertó en su cara, debió haberle prometido matrimonio o algo parecido. El ascensor llegó a su destino y los hombres salieron dejándonos a nosotras guiarles hasta la puerta correcta. Ambas lo hicimos con una sonrisa en nuestro rostro y caminando contoneando nuestros traseros, sabedoras que sus ojos debían estar allí clavados. ¿Por qué ese cambio de actitud? Yo ya no me preguntaba esas cosas. Ese hombre tenía algo, un embrujo, una droga, o simplemente sabía tratar a una mujer. Lo que fuese, le funcionaba a la perfección. No merecía la pena intentar evitarlo, mucho menos comprenderlo.
Pasamos al piso de Laura, que se basaba en un amplio salón con cocina americana y un corto pasillo donde había un baño, la habitación de Laura y otra más, ahora mismo usada como ropero-gimnasio de mi amiga. No hubo ocasión de enseñar la vivienda. Ambos se sentaron en el sofá de tres plazas, Alejandro encendió un cigarro y Rafa comenzó a elaborar uno de esos artesanales. No preguntaron si se podía fumar allí. Pero tampoco habían preguntado si nos podían tratar como zorras. Y allí estábamos nosotras, afanándonos en preparar rápidamente unas copas para aquellos hombres.
Mientras que yo despegaba los malditos cubitos de hielo, Laura aprovechó para preguntar a nuestros invitados si querían que pusiera algo de música, para dar un poco de ambiente.
-Claro que sí. Así será como en la discoteca, pero con camareras más guapas y que enseñan más carne.- dijo Rafa.
Laura aplaudió la ofensiva comparación de su “probable” pareja y puso música, a un volumen bastante bajo para que los vecinos no se molestaran. Al menos dejaba descansar nuestros oídos después de toda la noche.
Servimos las copas, con una lucha disimulada por ser la más sensual. Disimulada era un eufemismo, porque si bien yo me agaché más de lo necesario para enseñar canalillo al servirles. Laura fue capaz de hacer lo mismo, pero dándoles la espalda, mostrando lo que ya había más que mostrado en el coche.
-¡Que ganas tengo de quitarme estos tacones! ¡ Me están matando! – dijo Laura, consiguiendo que me alegrara por fin, de algo que salía de su boca desde que salimos de allí.
-Dejaros los zapatos. Las camareras llevan tacones. Son sexis y os hacen un culo espectacular. – dijo Alejandro.
Como dos niñatas al que el malote de la clase les había dicho un cumplido, ambas asentimos sonriendo su “petición”. Mis pies me dolían una barbaridad. Hubiera dado dinero por descalzarme y apoyar la planta del pie en el frío suelo. Pero era suficiente con que a él se le antojara que siguiéramos con ellos, para que mi mente entendiera que mi incomodidad era completamente necesaria.
-Además, habéis puesto música para bailar para nosotros ¿no es así? – continuó Alejandro.
-Mucho mejor veros mover esos culos con tacones. – secundó su amigo.
No solo teníamos que aguantarnos con los zapatos, que además teníamos que bailar para ellos. Ambas sonreímos a su demanda y comenzamos a bailar. Al principio fue algo un poco triste, pues Laura, como yo, debía estar agotada. Me sentía ridícula bailando mientras ellos fumaban sentados en el sofá mirándonos. Más que ridícula, me sentía una bailarina de estriptis. Y por mi atuendo, no andaba muy lejana a esa comparación. Según iba siendo consciente de lo degradante que era bailar mientras nos miraban aquellos dos hombres, fui animando mi ritmo. Pronto la rivalidad latente aquella noche volvió a aparecer. Laura convirtió su baile en algo parecido a la danza del vientre mezclado con el típico perreo de reguetón. Por supuesto, yo intenté superarla.
-Así me gustan a mí que se muevan las mujeres. – comentó Rafa.
-Seguro que se me daría mejor si bailara contigo. – le contestó Laura.
-Quita, quita. Yo estoy muy cansado. Prefiero estar aquí sentado disfrutando del espectáculo.
-Pero es mucho mejor si tengo a alguien con quien frotarme. – le dijo la zorra de mi amiga.
-Sois dos bailando. Enseñarme como hacéis para poner cachondos a los tíos en la pista de baile. – intervino Alejandro.
-¿ Te refieres entre nosotras? – le pregunté yo.
-Eso es. Primero una hace de hombre, mientras la otra baila para calentarlo. Y luego cambiáis. Haber a cuál se le da mejor excitar con sus movimientos. – dijo mi Amo, volviendo a retarnos entre nosotras.
-Empiezo yo. Pero que sepáis que imaginaré que sois uno de vosotros. Pero a vosotros,os la pondría dura en dos minutos. – aseguró Laura.
Alejandro,nuevamente había conseguido que la mayor bobada, como podía ser bailar, se convirtiera en una prueba para seguir con nuestra competición. Laura no tardó en pegarse a mi cuerpo. Puso sus manos en mi cintura y comenzó a mover sensualmente la suya como una serpiente. Yo seguía manteniendo el ritmo de la música con mis piernas, pero adopté una aptitud más sumisa, como la que suelen mantener los tíos cuando una mujer le baila de esa forma.
Mi amiga no tardó en darse la vuelta, dándome la espalda. No era esa parte precisamente la que mantenían fijos mis ojos. Laura movía su culo bien marcado en el vestido con mucha sensualidad y acompasado con le ritmo de la música. Tenia que reconocer que se le daba muy bien hacer aquello. Llevaba toda la noche entrenando. Pronto se fue acercando a mí, de espaldas, hasta que topó con mi cuerpo. Sin parar de contonearse, bajo su torso, dejando su culo en pompa frotándose contra mi pelvis. Seguramente los dos hombres estaban viendo como sus pechos colgaban intentando salir del escote. Mantuvo esa posición un tiempo, bailando, o más bien, fingiendo que estaba siendo penetrada por mí. Sus movimientos cada vez eran más hacia delante y detrás, que un baile en si mismo. Notaba su culo chocar contra mis muslos. De no ser por la tela que tenía dentro de mi coño, seguramente estaría mojándome de nuevo.
Laura recuperó su postura erguida, sin separarse un segundo de mí. Su trasero seguía moviéndose en círculos, presionando con ritmo mi pubis. Sus hombros desnudos aplastaban mis pechos. No pude evitar recordar el momento del ascensor con aquella jovencita rubia. Volvía a estar frotándome con una mujer, esta vez con mi mejor amiga. No sabía si por ese recuerdo o por la acción misma, pero me estaba volviendo a excitar con una mujer.
Sus manos fueron a mi cuerpo, rozaron mis muslos para ir subiendo hacia mis caderas. Todo esto de espaldas, sin dejar de frotarse contra mí. Laura encontró mis manos y las agarró, para llevarlas a su cadera. No me soltó, obligándome a tocar su cuerpo mientras ella seguía con ese pseudo baile. Agarrándome con fuerza, volvió a colocarse con el culo en pompa. Ahora si que era evidente que simulábamos que yo la penetraba desde atrás. Su vestido se había ido levantando con el baile y ya mostraba más de la mitad de sus nalgas. Me hubiera gustado apartarme de ella. No quería ayudarla a quedar como una buena calientapollas. Pero Alejandro había dicho que tenía que hacer de hombre. Y ningún hombre se hubiera retirado cuando podría estar clavándole su espada entre esas dos bonitas y redondas nalgas prietas. Tengo que reconocer que estaba excitada. Toda la noche lo había estado y ahora, tener a mi mejor amiga con el culo en pompa, rozando su piel directamente con mi coño solo cubierto por la fina tela… ¿me estaría volviendo bisexual? ¿ o simplemente estaba cachonda como una perra y me daba igual cualquiera? No lo sé, pero ahora era yo, como cualquier hombre que se encontrara en esa tesitura, quien estaba golpeando su culo desnudo con mi imaginaria polla dura.
-Veis chicos. Así se pone cachondo a un tío. Y hasta una tía. Si tuviera polla ya se hubiera corrido sobre mi culo. – dijo Laura, sin dejar de ser imaginariamente, penetrada por mí.
- Tengo que reconocer que lo has hecho muy bien. – dijo Alejandro, dando un trago a su copa.
-¿Muy bien? A mí me la ha puesto dura sin tocarme. ¿Luego me bailarás a mí así? – preguntó Rafa.
Claro guapo. Y lo haré mejor. Pues cuando noto algo duro golpeando mi culo, me pongo a mil. – contestó Laura, dando unas últimas embestidas de su trasero contra mi sexo.
Es hora de ver que sabe hacer Tamara. – dijo u ordenó Alejandro.
No sabía como superar a Laura. Siempre se le había dado mejor bailar que a mí. Yo de hecho ni sabia hacerlo. Solo me movía un poco. Con los tíos era fácil. Con ver moverse tu cuerpo ya no se fijaban en nada más. Pero Alejandro no era un tío normal. No le valdría con contonear un poco las caderas y hacer que mis tetas botaran. Y mucho menos después del espectáculo prácticamente sexual de Laura. Lo que ella no había pensado, es que me había excitado. Y eso, unido a mi deseo inexplicable por agradar a mi Amo, era un arma demasiado potente para cualquier zorra que quisiera robarme mi título.
Con mi pareja de baile en posición y su vestido colocado como debía estar toda la noche. Miré, primero a Rafa y después a mi Amo, como queriendo dedicarles lo que iba hacer a continuación. Nosotras estábamos enfrente de ellos, detrás de la mesa donde descansaban las copas. Le di un buen trago a la mía y fui directa a por mi presa.
Cruce mis brazos sobre el cuello de Laura. Mi mayor altura hacía que mis pechos quedaran casi en línea con su boca. Comencé a bailar, dando prioridad al tren superior. Quería que ella viese en primera línea como se balanceaban mis tetas libres de sujetador que las retuviera. Lo hizo, sus ojos se clavaron en mi amplio escote. No solo ella, los dos hombres miraban como la piel de mis redondos pechos se tambaleaba al ritmo de mi cadera.
Deshice el nudo que tenía sobre su cuello con mis brazos y fui bajando ambas manos por su pecho. Con las yemas de los dedos fui recorriendo su torso, despacio, pero sin pausa. Como lo haría en el pecho de un hombre. Pero no era igual. Sus melones eran más blandos y redondos. Al acariciar con mis dedos sus pezones, pude notar su dureza y el respingo que dio ella ante mi atrevimiento. No me detuve, seguí mi camino hacia el sur de su cuerpo. Uniendo mis dedos en su ombligo y continuando así hacia donde escondía su ropa interior. Estoy segura que note sus labios y hasta su clítoris hinchado con mi índice derecho. Pero no me detuve. Cuando había acariciado suavemente la totalidad de su sexo por encima del vestido, separe las manos para continuar por el interior de sus muslos.
Para entonces yo ya estaba en cuclillas, moviéndome como buenamente podía al ritmo del reguetón que sonaba. Notaba como mi vestido había perdido la frontera con mis nalgas por detrás. Y mirando a los ojos de mi amiga, por delante no tapaba nada. Abrí más mis piernas, dejando que mi amiga de la infancia viese como era mi chochito abierto. A la vez,subí con mis manos hacia su culo. Cuando ella estaba perdida intentando penetrar con su vista en la oscuridad de mi sexo, agarré con fuerza sus glúteos y los usé de asidero para levantarme de golpe contra ella.
Quede frente a mi amiga. Empujando su culo con mis manos hacia a mí, conseguí moverla para que quedara pegada a mi cuerpo. Nuestros pechos fueron lo primero que toparon. Acercando mi cadera, conseguí rozarme también por debajo. Mi cara estaba a un centímetro de la suya. Podía notar su respiración en mis labios. Comencé a bailar restregándome con ella. Nuestras tetas parecían unidas por los pezones, moviéndose juntas a mi voluntad. Sus manos fueron a mi culo. Me lo agarro con fuerza. Yo lo hice más aún. Ahora ambas nos frotábamos. Nuestros labios se rozaron una vez. Al poco volvieron a hacerlo. Yo lamí el mío con mi lengua de forma sensual, para luego morderlo morbosamente. Noté como ella entreabría los suyos. Juraría que estaba esperando que la besara. Solté mi mano derecha de su nalga y la llevé a su barbilla. La hice levantar la cara, dejándola ahora a mi altura. A la altura de mis labios. Mi mano fue a los suyos. Pase dos dedos acariciando su labio inferior. Ella abrió más la boca. Sin retirarlos de allí, saqué mi lengua y lamí mis propios dedos. Gire la mano y deje que mis dedos mojados por mi saliva tocaran sus labios. Laura los besó. Primero fue un beso tímido, después otro más firme y finalmente abrió la boca y yo dejé que besara el dorso de mis dedos. Laura estaba fuera de si. Besaba con sus labios mis dedos, como si fueran otros labios. Pude notar su lengua. Las manos en mi culo me apretaron con fuerza. Una me levantó el vestido y volvió a agarrarse, esta vez sin tela de por medio. Laura tenía los ojos cerrados, sus labios besando mis dedos con el sabor de mi boca y sus manos magreando mi culo desnudo. Había ganado y así se lo hice saber a los hombres.
- A ella se le hubieran corrido en el culo. Pero yo podría hacer que me comiera el coño aquí mismo. Mirad como desea usar su lengua.
Laura abrió los ojos y dejó de besar mis dedos. Sus manos aflojaron la presión de mis glúteos, que ya deberían estar rojos. Pero no terminó de retirarlas aún. Nos quedamos con nuestros cuerpos unidos, esta vez sin movernos. Esperábamos el veredicto.
- Creo que esta claro. Si Laura fuera un tío cualquiera, se hubiera corrido en sus pantalones. – sentenció Alejandro.
- Estoy de acuerdo. Ha conseguido que Laura desee besar a su amiga. Si hace eso con una mujer, que no hará con un hombre. – confirmó Rafa.
Al oír aquello, deseche a mi compañera de baile, como lo haría con un tío al que ya le había puesto cachondo, pero no me interesaba. Ella guardó silencio. En su cara veía como la vergüenza por haberse dejado llevar por sus instintos, daba paso al enfado por haber perdido esta batalla.
- Muy bien Tamara. Me gusta como has conseguido superar la prueba. Enhorabuena .- dijo mi Amo.
- Venga, terminaros las copas que tenemos que averiguar a lo que hemos venido. – dijo Rafa, dando una abundante calada a su porro, mientras acariciaba descaradamente su abultado paquete.
Laura cogió su copa enfadada. Nunca le había gustado perder. Y parece que delante de aquellos chicos, mucho menos. Yo le di otro trago a la mía, cierto es que tenía mucha sed, pero no tantas como ganas de orinar. No lo había hecho desde mi pillada en el baño de hombres. Y aunque solo me había tomado una copa más que esta desde entonces, no aguantaría mucho. No tenía claro si debía preguntar a mi Amo si podía ir a hacer pis. Era una tontería. ¿Cómo no iba a poder hacer mis necesidades cuando quisiera? ¿Qué tipo de persona tiene que pedir permiso para mear? Tengo que reconocer que pensar que necesitaba su permiso hasta para algo tan íntimo y esencial como eso, me excitaba. Aunque ahora no notase esa excitación haciéndose agua en mi entrepierna. Era todo muy extraño y nuevo. Extraño y excitante. Perder el control de tu cuerpo y de tu voluntad. Entregárselo todo a otra persona. Sonaba absurdo. De loca. Increíblemente me sentía bien haciéndolo. Mi confianza hacia aquel desconocido era total. Como si él supiera mejor que yo lo que necesitaba. Y hasta el momento, así lo había demostrado.
- ¿No bebes, morena? – me preguntó Rafa.
- La verdad es que me estoy haciendo pis. – le contesté sonriendo, ocultando mi vergüenza.
- Ve. Puedes hacerlo, Tamara. – intervino mi Amo.
- Gracias, Alejandro. – dije yo, sabiendo que ese Alejandro significaba otra palabra para él y para mí.
Solté mi copa en la mesa contenta como una niña de colegio a la que dejan salir de clase para ir al baño. Pero con la picardía de una adolescente que esperaba que esos alumnos se les fueran los ojos a su trasero.
- Espera, espera. No me fío. Porque no has ido en el baño de la discoteca como yo. Tú tramas algo.
- Pero que dices Laura. Me meo. A ver si ahora no voy a poder mear cuando quiera. – le contesté yo, mirando después a mi Amo y bajando la mirada para que entendiera que eso no se aplicaba a él.
- Vas a tocarte. Que no soy tonta. Así te aseguras la victoria. – contestó la que era mi mejor amiga.
- Te esta sentando fatal el alcohol Laura, no sabes beber. – le contesté con prepotencia.
- Estoy lo bastante lúcida para ver tus intenciones. ¿Quieres mear? Pues voy contigo.
- Pero qué coño vas a venir conmigo, tía. ¿De qué vas?
- ¡Ves! Si fueras a hacer pis no te importaría. Te he visto mil veces. Tú quieres tocarte para estar más mojada que yo. Te he pillado, admítelo.
- Pero que tonterías dices Laura. Voy a hacer pis y punto. No seas paranoica.
- Ni paranoica, ni mierdas. Harías cualquier cosa por ganar. Eres una…
- No discutáis señoritas.- interrumpió Alejandro, dejándonos a ambas en silencio.
- Dudo mucho que Tamara fuera a hacer trampas. Su cara refleja sinceridad. Es como un libro abierto. – continuó mi Amo, llenándome de alegría por su confianza y apoyo hacia mí, en contra de mi amiga.
- Aun así, entiendo la desconfianza de Laura. Ambas os habéis esforzado mucho. Y si estamos aquí, es para que sea lo más justo posible para las dos.
- Pero A…Alejandro. No voy a tocarme, te lo juro. Solo quiero hacer pis. No me aguanto más.
- Lo sé, Tamara. Sé que no me mentirías.
- Pues ahora que lo decís, yo también me meo. Mientras que solucionáis esto, ¿el baño? – dijo Rafa.
- Permítame que le acompañe caballero. – dijo la zorra de mi amiga.
Yo aquí, sin poder aguantar las ganas de ir al baño y el cabrón de Rafa coge y se cuela. Claro, la ocasión perfecta para que Laura aprovechara para estar a solas un rato con él. Y si lo que iban a hacer en el baño no era mear. Los antecedentes de Laura dejaban claro que cuando entraba en el baño con un hombre, acababa con la boca bien llena. Eso no la iba a hacer mojarse ¿no? Me estaba poniendo de una mala leche esa niña... Si Alejandro no nos hubiera detenido, no sé hasta donde hubiéramos llegado. Me sentía humillada teniendo que esperar a que Rafa acabase, si es que iba a hacer eso. Y encima a solas con Laura. Laura me miro sonriendo al salir de la mano de su pareja. No pude más que mirarla con odio. Me había quedado a solas con Alejandro en el salón. Espera, estaba a solas con mi Amo. En cuanto salieron fui hacia él, me puse en cuclillas junto a sus piernas, para estar a la misma altura que él sentado y le dije bajito para que no nos escucharan:
- Amo, de verdad que no iba a tocarme. Se lo juro.
- Lo se perrita. Nunca te tocaras sin mi permiso.
- No, Amo. Usted decide cuando me toco. Ya lo sabe. – le dije, sorprendida de lo que eso suponía. Pero también excitada por sentir su control.
- No te preocupes. Encontraré una solución para que tu amiga quede complacida y tu puedas demostrarme tu entrega.
- Si, Amo… Me va a ordenar hacer pis con ella ¿verdad?
- ¿Te da vergüenza? Laura ha dicho que no sería la primera vez.
- No es vergüenza. Y es verdad. Pero… después de enfrentarnos, que ella acabe consiguiendo lo que quiere… ella gana…
Su mano fue directa a mi barbilla y me hizo alzar la vista para mirarle a los ojos. Sabía que eso significaba algo importante. Algo que haría que mi mente deseara hacer cualquier cosa que salieran de sus labios, por muy dura que fuera para mí.
- ¿Crees que después de esta noche, será ella quien gane? Eso solo pasará, si piensas que ella es tu enemiga. Y no es así. Ella es tu herramienta para conseguir lo que quieres. ¿Qué es lo que quieres?
- Complacerle, Amo. Hacer lo que me pida. – le contesté, casi como un auto reflejo.
- Buena perrita. No falles ahora. Estás muy cerca para echarlo a perder por no saber controlar tu orgullo.
- Si Amo,no le fallaré. Me comportaré y haré lo que usted diga, aunque eso conlleve humillarme ante Laura.
- Nunca me decepcionas. Tu amiga estará ahora mismo sujetándole la polla a Rafa mientras mea. Luego se la sacudirá. Y seguramente use su boca para asegurarse de que queda bien limpia. – narro mi Amo, como si suyo fuese el guión de esa escena de porno fetichista.
- Pero… es trampa… seguro que se excita haciendo eso. – le dije yo, alucinando de mi misma por reconocer que aquello era algo excitante.
- Tenlo por seguro. Por eso te lo cuento. Para que aún sabiendo eso, quiero que cuando vuelva Laura, le pidas perdón. De la manera más creíble y sumisa que pienses que puede funcionar. Y cuando ella te perdone, que lo hará, le darás un beso en sus labios. Quiero que confirmes por ti misma lo que te he dicho.
- Si… Amo… ¿Pero porque cree que me va a perdonar y dejar que la bese? Estaba muy enfadada.
- Confía en mí. Yo confío en ti.
- No le fallaré, Amo.
Casi tengo que tragarme la última palabra, pues los dos tortolitos aparecieron por la puerta. Laura iba por delante con una sonrisa de oreja a oreja. No era menor la de Rafa, que marcaba un inconfundible bulto en su pantalón. Todo hacia sospechar que lo narrado por mi Amo era cierto. Era mi turno. No sería fácil. Y no me refería al hecho de tener que besar los labios de mi amiga, después de que los hubiera usado para limpiar el pene del sonriente hombre. Ni siquiera pensaba en eso todavía. Lo que me traía de cabeza era humillarme pidiendo perdón a mi amiga, por acusarme de hacer trampas. Justo cuando volvía de hacerlas ella. Para ponérmelo aún más difícil, Laura me miró con cara de desprecio y dijo:
- ¿Ya has conseguido que esta meona tramposa entre en razón?
- Verás… Lau… Eso te quería decir. – intervine yo, aunque la pregunta iba dirigida a Alejandro.
- Quería pedirte perdón. Entiendo que desconfíes de mí. He sido demasiado competitiva contigo esta noche… Y es normal que puedas pensar que haría trampas. Pero de verdad que no lo haría. Eres mi mejor amiga y no te haría eso. -le dije, a pesar de tener casi toda la seguridad de que ella las acababa de hacer.
- Esta bien que lo reconozcas. Pero no me vas a convencer para dejarte ir sola al baño. Tus palabras están bien, pero eso no cambia lo zorra que te has vuelto.
- No, no. No busco que me permitas ir al baño sola. Solo quiero que me perdones, sabes que te quiero y me siento fatal por haberte hablado de esa manera. Lo siento mucho Laura. - le dije, de la manera más sumisa que pude.
- No sé Tami… ¿Reconoces que te estas portando como una puta y que harías cualquier cosa por ganarme? – preguntó mi amiga, hablándome duramente.
- Si.
- No me vale con un simple, sí. Quiero que lo digas claramente.
- Sí, Laura. Reconozco que me estoy portando como una puta y que haría cualquier cosa por ganarte. Perdóname por favor. No volveré a hacerlo. – le dije yo, sumisa y aguantando las ganas de lanzarle mi mano a su cara. Pero a la vez, sintiendo un cosquilleo en mi bajo vientre.
- Está bien Tami, te perdono. Si eres mi mejor amiga. Como no voy a perdonarte porque seas una putilla. Ven anda. – me dijo abriendo sus brazos para que fuera hacia ella.
Debí haber estudiado interpretación, pues al final había conseguido mi cometido. Ya solo quedaba una cosa por obedecer en las directrices de Alejandro. Aproveché que Laura me estaba invitando a abrazarla para hacerlo. Fui hacia ella y nuestros pechos volvieron a aplastarse entre sí. Después de esta noche no podría quitarme esa fijación cada vez que abrazara a una mujer. Unos segundos de abrazo fraternal y me separé, con mis manos en sus caderas. La miré a los ojos y le di las gracias por perdonarme. Ella fue a decir algo, pero no le dejé. Mis labios cerraron los suyos. Fue un simple pico, pero más largo, más intenso. Necesitaba adivinar el sabor, confirmar si lo que había dicho mi Amo era cierto. Laura no se apartó, ni siquiera cuando mis labios se abrieron para volverse a cerrar atrapando los suyos. La punta de mi lengua recorrió fugazmente su labio inferior. Lo noté. No podía asegurar a que sabía, pero era un sabor familiar. Sabor a sexo. Suficiente para entender que Alejandro no se había inventado aquella escena que me había relatado. Abandoné a mi amiga y le miré a él, asintiendo con la cabeza en señal de que confirmaba que mi amiga era una limpiapollas.
- Bueno, ¿ya habéis decidido si la morena puede ir a mear sola o si tiene que ir acompañada? Yo puedo ir a vigilarla si queréis. -dijo Rafa bromeando, sabiendo todos que no era tal cosa.
- No será necesario. Ya han hecho las paces. Por lo que vamos a mantener su derecho a la intimidad. Y a la vez, cubriremos la desconfianza de Laura para asegurar que no tiene posibilidad de hacer trampas. – contestó Alejandro.
- ¿Qué se te ha ocurrido? No puedo ni imaginar que será, pero seguro que algo divertido. – le contestó su amigo.
Alejandro ni siquiera se molestó en contestar a su amigo. Solo sonrió y se levantó del sofá. Tenía razón Rafa, no había manera de saber que se le había podido ocurrir a aquel hombre, pero más que divertido, yo diría que sería morboso. Era una fábrica de crear situaciones morbosas. Y yo solía ser la mano ejecutora y a su vez, la víctima de todas ellas.
Mi imaginativo Amo fue directo hacia nuestros bolsos, que colgaban del perchero. Dejó los bolsos en la mesa de comedor, pero antes había soltado sus correas. Con ellas en sus manos, vino hacia a mí. Mi cuerpo temblaba, no de miedo. Era una mezcla de nervios, curiosidad y excitación. Alejandro me ordenó que me dejara hacer. Y así lo hice. Llevo mis manos a mi espalda. Cruzo mis brazos entre ellos, dejando mi mano derecha agarrando mi antebrazo izquierdo y viceversa. Con las cintas de los bolsos fue dando vueltas, primero a una muñeca. Y luego la otra en el lado contrario. No hizo ningún nudo, simplemente usó los enganches que tenían para unirlos. Parecía que estuvieran hechos a medida. No apretaban en exceso, pero no estaban flojos. Me pidió que intentara soltarme. ¡Y no podía! Estaba atada con la correa de mi bolso. Con las manos a media espalda estaba completamente indefensa. No podía deshacerme de las ataduras, a pesar de que mis dedos estaban libres. Alejandro se puso frente a mí. Mi cara debía estar roja de la vergüenza por sentirme tan indefensa, tan vulnerable, tan en sus manos.
- ¿Te molesta? – me preguntó, acariciando mi mejilla con sus manos.
- No… Nada. – le dije yo, tímida y cohibida por cómo me sentía en aquel momento.
- Bien. Pues estas lista. Ya puedes ir al baño.
Mientras decía eso, su mano bajó deslizándose de mi mejilla por mi cuello, siguiendo por mi escote. Casi sin tocar, como guiando el camino por mi cuerpo. Era su manera de decirme que no podía hacer nada si su mano hubiera querido tocarme. No es que me hubiera quejado si eso pasara… Pero es cierto que no podía hacer nada. Si cualquiera quisiera tocarme las tetas, subirme el vestido o lo que quisieran, no podía defenderme.
- Pero que buena idea. Con las manos así no podrá tocarse. Estas en todo. – dijo mi amiga llena de satisfacción.
- Pues venga. Al baño. Que yo ya me he acabado la copa y hay que resolver esto. – dijo Rafa, dando el último trago a su bebida.
Como en estado de shock, salí lentamente hacia el baño. Un azote en el culo por parte de mi amiga, me hizo aligerar el paso. En un momento me encontraba atada, simplemente para poder ir a mear. Era surrealista. ¿Como podía dejarme hacer estas cosas por él? Y encima delante de mi amiga. Por suerte mis ganas por orinar eran tan extremas, que no me dejaron seguir pensando aquello. Me daba igual hacerlo con las manos atadas, delante de Laura o de Rafa, solo quería poder hacerlo de una vez.
Llegué al baño, entre y cerré la puerta. No pensé en como la abriría después hasta que quise echar el pestillo. Daba igual, primero me aliviaría y después pensaría como solucionar ese problema. La taza estaba levantada, señal inequívoca de que lo había usado un hombre. Necesitaba bajar el aro para poder sentarme. Intente hacerlo con mis pies, pero mi estabilidad era casi nula entre los tacones y la borrachera. De espaldas, bajé mi cuerpo intentando alcanzar la pieza con mis manos. Lo conseguí, la tapa cayó a su sitio, pero yo también. Perdí el equilibrio y con un golpe más humillante que doloroso, quedé en el suelo tirada junto al retrete.
Me entro la risa tonta. No sé por qué. Estar allí tirada, espatarrada sin ropa interior y con mis brazos atados a mi espalda, me hizo estallar en una carcajada de loca. Con aquella risa intenté ponerme en pie, pero no podía. Era como una tortuga que intentaba darse la vuelta. Incorporaba mi torso y volvía a caer. Lo intentaba con mis piernas y lo mismo. Así estuve un buen rato, riéndome de mi misma. No sé si por aliviar toda la tensión que tenia acumulada en mi cuerpo. O bien para no pensar en lo patética que yo estaba siendo aquella noche. Cuando mi vejiga se deshizo de mi tontería, conseguí ponerme de rodillas contra la taza. Aún no podía levantarme, pero ya había conseguido erguirme un poco. No tenía fuerzas en las piernas para hacerlo sin apoyarme en nada. Saque el cajón del armario que estaba enfrente del inodoro para usarlo de apoyo con mis manos. Un último intento para levantarme. Lo estaba consiguiendo, pero entonces el cajón se cerro de golpe y fui directa hacia la taza del wáter.
Mis pechos se llevaron la mayor parte del golpe contra la cerámica. Por suerte era muy poca la distancia y no fue doloroso. No tuve tanta suerte cuando la tapa cayó sobre mi espalda, dejándome encerrada con mi cara y mis tetas dentro de la taza.
- Pero que haces, tía. – sonó la voz de Laura.
- ¡Ayudameeee! – le pedí desde dentro de la taza.
No escuché contestación, solo su risa descontrolada. No se si fueron unos minutos o unos segundos, pero a mi se me hizo eterno. Cuando por fin noté que levantaba la tapa. La miré con odio y vergüenza a partes iguales. Ella seguía riéndose en mi cara. Vale que era una escena cómica, pero podía haberme hecho daño. Y era mi amiga. No se deja a una amiga con la cabeza metida en el wáter mientras te ríes. Siguió un poco más, riéndose en mi cara, no se si con malicia o por no poder controlarse. Cuando por fin pudo dejar de reír para hablar, me dijo:
- Pero tía, al menos tira de la cadena.
Fui a decirle que no había tenido oportunidad de hacer pis todavía. Pero la tapa volvió a cerrarse sobre mi espalda. ¡Laura había bajado la tapa de nuevo! Escuchaba como se reía desde fuera, hasta que deje de hacerlo. El agua me impedía escuchar sus risas. ¡Había tirado de la cadena la muy zorra! Intenté sacar la cabeza, pero ella sujetaba la tapa para impedirlo. Me revolví como una loca con mis piernas, fue inútil. El agua hizo su trabajo, recorriendo toda la taza, salpicando mi cara y mojando mi pelo. Tuve que aguantar la respiración, no porque me fuese a ahogar, sino por miedo de que entrara en mi boca el agua del wáter. Cuando terminó, Laura levantó la tapa. Si antes mi cara era de odio, ahora era de estupefacción. Completamente mojada y con mi pelo hecho un desastre casi seguro. Y ella, sonriendo. Si no tuviera las manos atadas, la hubiera abofeteado. ¿Cómo podía haberme hecho eso? ¿Mi mejor amiga? No entendía nada.
- Que guapa estas así, con todo el maquillaje corrido y el pelo empapado. Muy sexy.
- ¿Es eso? ¿De verdad que es eso Laura? Has tirado de la cadena con mi cara dentro, ¿para qué no esté guapa? ¿Para que les de asco y ganes tú? Estas enferma tía. Eres mi amiga. Como puedes hacerme esto. – le dije, al borde del llanto.
- ¿Yo estoy enferma? ¿Pero tu has visto todo lo que has hecho hoy? – me contestó Laura.
- Pues como tú. ¿O tú has sido una monja hoy? Yo no he hecho nada en contra tuya. - le repliqué furiosa.
- ¿Y de Alberto? Te recuerdo que es tu novio. Y mi amigo. Así que no me des lecciones de moralidad. Tu eres mi mejor amiga. Y siempre estaré contigo. Tómalo, como un castigo por tu mal comportamiento. Y no me lo tengas en cuenta, mujer.
Aquello me dejó callada. Hacia mucho que no había pensado en Alberto. Tanto, que al ver que ella se había acordado de él y yo no, me hizo sentir aún peor persona. Ni siquiera tenia remordimiento por lo que estaba haciendo. Estaba tan ocupada en mi lucha contra Laura y en complacer a Alejandro, que no pensaba en nada más. Mi enfado paso a un segundo plano. Ahora era mi conciencia la que me preocupaba.
- ¿Entonces no has meado aún? Pues yo voy a hacerlo mientras te explico algo.
Laura levantó su vestido y pasando una pierna por encima de mi cabeza, se sentó en la taza. Tenia las piernas bien abiertas, conmigo arrodillada justo enfrente. No habría más que unos centímetros de separación entre su sexo y mi cara. Mis ojos podían haberla mirado a ella, pero no, estaban fijos en aquella línea rubia de su pubis y en lo que tenía debajo. Su mano fue hacia mi pelo. Empujo suavemente mi cabeza e hizo que me acercara más aún. Acabé con la barbilla apoyada en la taza, entre sus piernas. Comenzó a acariciar mi pelo mojado y entonces habló.
- Mira Tami, lo que estoy viviendo esta noche no lo he vivido en mi vida. Y no soy tonta. Todo este morbo lo está provocando Alejandro. Rafa esta muy bien, esta bueno, es guapo… Pero es el premio de consolación. Quien tiene ese don para ponernos tan cachondas como para que estés aquí, con tu cara pegada a mi coño, mientras meo, es él. - dijo mi mejor amiga, comenzando a orinar.
- Se que lo has visto tu primero y eso. Pero ya no somos niñas. Además, si se ha inventado este juego para ver quien es mas guarra, es porque quiere elegir a la mejor para sus perversiones. Y esa seré yo, cariño. Lo siento. Tu tienes pareja. Un buen novio. Al fin y al cabo, te estoy haciendo un favor. Si quieres, puedes follar con su amigo. Yo no le contaré nada a Alberto. Pero si lo haces con Alejandro, te vas a pillar. Vas a romper tu relación, una buena relación. Por tu lujuria. Soy tu amiga. Y creo que debía decírtelo. Puede que haya jugado sucio, pero es por tu bien.
Escuchar a mi amiga, dándome lecciones de moral, mientras orinaba prácticamente en mi cara, era lo más surrealista que nadie pudiera imaginar. Quien se iba a pensar, al principio de la noche, que estaría viendo a un centímetro como sale el pis de Laura, mientras me dice que me va a robar a mi ligue, por mí bien. Y lo peor, es que tenía sentido. Todo lo que había dicho mientras aliviaba su vejiga , era cierto. Yo tenía un novio maravilloso. Al que había olvidado en unas horas por unas pocas palabras y unos momentos de lujuria. Que no haría si acababa follando con Alejandro. Seguramente quedaría locamente enamorada de él. Si es que no lo estaba ya. No podía saberlo, ni siquiera me lo había planteado. Pensé que solo era sexo y morbo a raudales. Pero… jamás había vivido algo así. En cada ocasión que mi mente volvía a recuperar algo de lucidez, llegaba él y con unas palabras volvía a perder el norte. Él lo llamaba ser sumisa. Pero el resto del mundo lo llama amor. No sé si será lo mismo o no. Y si no lo es… ¿cuál era más fuerte? ¿Podía estar enamorada de Alberto y sentirme sumisa de Alejandro?
- Bueno. Me tengo que limpiar. O prefieres hacerlo tú con tu lengua. – dijo Laura, despertándome de mis pensamientos.
Levanté la cara de la taza y quedé erguida de rodillas, mientras Laura cogía papel y se limpiaba. Al levantarse, su entrepierna quedo aun más cerca que antes de mi cara. Debería haber sido un segundo, lo justo para retirarse de allí. Pero no. Sus manos volvieron a mi pelo mojado y manteniendo esa posición, conmigo de rodillas y ella de pie, con su coño en mi cara, dijo lo que me temía.
- Hazme caso. Cuando salgas de aquí. Hazlo como quieras, pero que Alejandro vea que no eres lo que esta buscando. Se que no puedes arreglarte el pelo, ni maquillarte por tus ataduras. Aun así, no busques ninguna manera de quedar por encima de mí. Alejandro será para mí. No lo hago por mi misma, lo hago por ti, Tami.
Después de aquel ultimátum encubierto, retiro su desnudez de mi cara. Se bajo el vestido y me ayudo a levantarme para poder sentarme en la taza. Antes de poder hacerlo, levantó mi vestido, quedando completamente desnuda de cintura para abajo. ¿Y qué? Eso ya no importaba lo más mínimo. Con mi mirada perdida y mi coño al aire, me senté en el wáter bajo su atenta supervisión. Eran tantas las ganas, que no pude evitar que se me escapara según apoyé el culo. Ni siquiera espere a que Laura saliera del baño. Al final, después de tanto esfuerzo, había acabado haciendo pis delante de ella, como mi amiga quería desde un principio. No perdió la oportunidad de recalcármelo antes de salir con una sonrisa de vencedora.
Vi mi reflejo en el espejo del baño. De nuevo, aquel objeto conocedor de la verdad. El que no miente. El que siempre te muestra la realidad por dura que sea. Y no podía ser más dura. Estaba sentada en el wáter, con toda la cara con el maquillaje corrido. Mi pelo empapado y alborotado. Incluso con mechones pegados a mi cara. No sabia como, pero mi teta derecha se había salido del escote. Y no podía arreglar nada de eso, seguía con mis manos atadas a mi espalda. Laura se había encargado de que perdiera cualquier atisbo de sensualidad. Daba igual cual fuese las intenciones de Alejandro en un principio. El caso es que tenía a mi preciosa amiga Laura deseando sus huesos. Y que yo estaba hecha un asco. No podía competir. Ni siquiera podía limpiarme el chocho o bajarme el vestido. Tendría que salir así, hasta el salón y que aquellos dos hombres me vieran. Era imposible que después de verme de esta manera me eligiera a mí y no a ella. Laura había vencido esta guerra antes de la batalla final. Si lo hacía por mí o por ella misma, ya daba igual. No podía hacer nada. ¿Mi mejor baza? Rendirme. Llamar a Laura para que volviera al baño y me ayudara a limpiarme y colocar mi ropa. Tendría que decirle que aceptaba la rendición y que le diría a Alejandro que abandonaba. Al menos, me ahorraría la vergüenza de salir de esta guisa. No había otra elección. Con la voz entre cortada, grite su nombre. Había dejado la puerta abierta, por lo que me escucharía sin problemas. Cerré los ojos y me preparé para arrodillarme delante de mi amiga.
- ¿Pero que te ha pasado pequeña? Estas hecha un desastre.
Al oír su voz, gire mi cabeza de golpe hacia la puerta. No podía ser, había venido Alejandro. Justo lo que trataba de evitar. Me estaba viendo de la manera más patética y menos sexy del mundo. Me quería morir.
- No me mires por favor. Que venga Laura. No quiero que me veas así.- le supliqué, sin atreverme a mirar.
- Laura esta ocupada sirviendo unas copas.
- Por favor, Alejandro, vete. No quiero que me veas. Doy pena. Doy asco. – le dije, luchando porque mis lágrimas no escaparan de mis ojos.
Él se colocó delante de mí. Con sus dedos apartó los pelos mojados que estaban pegados a mi rostro. Esta vez no levantó mi cara hacia la suya. Fue él quien se puso a mi altura, doblando sus rodillas y colocándose en cuclillas.
- Estas preciosa. Sexy y morbosa. No vuelvas a decir que das pena o asco. No a mí. Yo no soy un hombre normal. Por eso estas aquí y por eso estas de esta manera. Verte así no hace más que aumentar las ganas de hacerte mía.
- Pero… si acabo de tener la cabeza dentro del wáter. Tengo el maquillaje corrido. Ni siquiera he podido limpiarme al hacer pis. Por favor, Alejandro, no me mientas. No quiero darte pena. Suelta mis brazos y deja que me limpie. He fallado, lo sé. Pero ahórrame la humillación por lo menos.
Alejandro se puso en pie. Pensé que iba a hacer lo que le había pedido. Todo había terminado. La aventura de mi vida acababa conmigo sentada en una taza. Pero sus manos no fueron a mis ataduras. Fueron a las suyas. A las de su pantalón. Soltó el botón y bajó la cremallera. Pronto apareció un bulto cubierto por la tela gris de su bóxer. Mis ojos se abrieron como dos platos.
- Si no confías en las palabras, quizás lo hagas con los hechos.
Después de decir eso, bajó sus calzoncillos, dejando que su miembro me saludara a muy poca distancia. Empezó a acariciarse esa bonita herramienta de trabajo con su mano. Si pensaba que estaba dura cuando salió, no podéis imaginar como se puso con unos pocos movimientos de su gran mano. Aquel hombre estaba masturbándose en mi cara. Y yo no podía hacer nada porque tenia las manos atadas. Volví a notar como me mojaba. La tela que tenia dentro no era capaz de retener más. Me moría de ganas porque acercase aquello tan duro y bonito unos centímetros. Lo justo para que entrase la punta en mi boca. No se cuando lo hice, pero yo ya la tenía abierta. No solo estaba babeando por mi entrepierna, también por mi boca. Alejandro se acercó a mí, recogiéndome el pelo con sus manos. Al hacerlo, su polla golpeo contra mi mejilla. Quedo allí, notando su calor en mi cara, sin que yo pudiera hacer nada por llevármela a la boca. Lo intenté. Saque mi lengua queriendo llegar a ese helado que habían puesto cerca de mis labios, pero no podía. Cuando mi Amo tenía mi pelo, aun mojado, en sus manos, hizo una coleta y dando una vuelta sobre su mano, tiro de él.
- Ahora dime. ¿Quieres que desate tus brazos y rendirte?
- ¡ No! No, no, ¡no! Quiero tu polla. Quiero ser tu chupapollas, Amo. – le dije fuera de mí.
- Abre bien la boca. – me ordenó.
Lo hice en el momento. Sin dudar, sin pensar. Solo lo hice. Mi boca estaba abierta como si el doctor fuera a ver mi garganta. Con suerte, este doctor lo haría, pero con un palito mucho más gordo y apetitoso que mi médico de cabecera. Mi Amo mantenía mi cabeza sujetada tirando de mi pelo. No podía abalanzarme sobre mi comida. Me mantenía continuamente a unos escasos milímetros de aquello tan delicioso. Me estaba desesperando. La quería ya. Necesitaba tragármela entera. Aunque muriera ahogada sentada en aquella taza. No cerré la boca, mis babas se desbordaban por la comisura de mis labios hacia mi cuello. Había vuelto a mi lugar de partida. Pero esta vez no podía aguantar más. Comencé a mover mi lengua salvajemente dentro de mi boca abierta. Intentaba alcanzar, aunque fuera con la punta, mi premio. No lo conseguía me moría de hambre. Era como un animal famélico al que le muestras una salchicha jugosa. Ya no pensaba, ya no hablaba. Solo mantenía mi boca abierta y mi lengua luchando por alcanzar la salchicha que me quitaría todos los males.
Mi mente me abandonó. No era capaz de soportar tanta frustración y voló a su mundo alternativo. Aquel, donde aquella polla rozaba mis labios. Con mi lengua recorría fugazmente la punta y saboreaba lo que allí tenía. Se acercó, esta vez pude chupar un poco. Volvía de nuevo y la atrapé con mis labios. Chupaba con fuerza, absorbiendo para que no pudiera retirarla. Si no fuese mi Amo, hubiera clavado los dientes para asegurar a mi presa. Pero no podía, era su perrita. Y una perrita nunca muerde a su Amo. Me limité a presionar con mi boca lo más fuerte que podía, cerrando mis labios y chupando con ansia. Podía saborear el manjar que era para mí el líquido preseminal de aquello. Lo había conseguido, ya no intentaba retirar su polla de mi boca. Había vencido, podría mamársela. Espera, ahora va más hacia dentro. Me afano en saborear cada centímetro que va entrando. Pero no puedo abarcar más. Ya esta en mi garganta, mis babas desbordan mi boca, mis ojos me lloran. La saca y me deja respirar unos segundos. Imagino que me pregunta si me rindo. Le digo que no. Que soy suya. Que la quiero toda. Entera, pase lo que pase. Vuelvo a sentirla penetrando mis labios, me va a follar la boca, voy a resistirlo. Aguantaré las arcadas cueste lo que cueste. Tiene que poder follarme la boca como quiera. Hasta que se corra dentro. Que lo haga en mi garganta, bien al fondo. Que vaya todo directo a mi estómago. Quiero sentir como me ahogo…
Pero no. Solo la mantenía allí. Sin dejarme probarla. Rozando mis labios de vez en cuando, pero nada más. ¿ Por qué no me la metía hasta la garganta? ¿Por qué no me dejaba que le hiciera la mejor mamada de su vida hasta que se corriera por toda mi cara? Después saldría así, para que me viera Laura y le diría que no. Que yo soy la más zorra. Que era su zorra y lo sería hasta que él quisiera. ¿Cómo podía ese hombre aguantar la tentación de tener la polla dura delante de la cara de una mujer joven y guapa como yo, y no meterla en su boca? No era normal. ¡Dioooos! Haría lo que fuera por probarla. Lo que fuera.
- ¿La quieres? Si te rindes, no la tendrás.- me dijo.
- Sí, sí, sí. La quiero. No me rindo. Seguiré. Dámela, por favor. Seguiré. Seré tuya. - le contesté casi sin cerrar la boca, como un animal fuera de sus cabales.
- ¿Y que vas a hacer para ser mía?
- Haré lo que me pidas.
Agradecer de nuevo a toda esa gente que te anima a continuar y que te hace saber que tu esfuerzo vale la pena. Sin ese apoyo sería difícil invertir tanto tiempo en esto. Que sepan que cada persona que me escribe demostrándome que les interesa mi historia, son la razón por la que está aquí publicada.
Un agradecimiento especial a esa personita que no solo me anima, también contribuye activamente, para que el relato sea más adecuado para estar aquí escrito. Dicen que la esperanza es lo último que se pierde, nunca he deseado tanto que eso sea cierto.