Haré lo que me pidas 4
Cuarta entrega de la historia de Tamara. Es el momento de salir de la discoteca, pero no lo harán solos. Primero debe pasar la prueba que su Amo a dispuesto por ayudar a su amiga. Y después dejar a esta en su casa. ¿Qué fácil verdad?
Haré lo que me pidas. Capítulo 4.
Lo sé. No tiene lógica. Soy una mujer moderna, inteligente, luchadora, feminista y con unos valores propios de los que me enorgullezco. ¿Cómo era posible que en una sola noche me hubiera vuelto una zorra estúpida que se dejaba mangonear por un hombre al que ni siquiera conocía? Un simple momento de calentón me había hecho bajar la guardia de tal manera como para convertirme en una sumisa. ¿Sumisa? Ni siquiera me había planteado serlo. Vale… puede que en mis fantasías hubiera algo de sexo duro, alguna esposa… tonterías así. Pero ¿sumisa? ¿YO? Ni de coña. Se lo pueden preguntar a mi novio que dará fe de mi genio y mi autoridad. Si, ese mismo que dentro de poco tendría unos cuernos dignos de colgar en la pared. Porque en cuanto nos deshiciéramos de mi amiga, yo sería suya. Para lo que él quisiera. Eso si no me volvía la lucidez, que parecía que había dejado junto a mi ropa en casa de Laura.
- Algo que debes saber de mí es que me gustan las mujeres inteligentes y autosuficientes. Que seas mi sumisa no es simplemente obedecer órdenes sin más. Me gusta que sean capaces de cumplir una orden salvando las adversidades, por sus propios medios e imaginación. Y odio las excusas falsas.
- Entendido, Amo. No le pondré excusas falsas, de verdad.
- Bien. Quiero aclararte que ambos estamos a prueba. Yo como Amo, pues puedes decidir no seguir en cualquier momento. Y tú como sumisa, toda orden será una prueba a superar.
- Si… Ya me he ido dando cuenta... – le dije con tranquilidad, como si hablara con un amigo.
- ¿Y cuál será mi siguiente prueba, Amo? – le pregunté con curiosidad y excitación a partes iguales.
- Como toda la discoteca ya sabe, vas sin ropa interior. – me dijo, devolviéndome a la realidad de mi semi desnudez.
- Lo sé Amo… No encontré mi tanga. Y no fui capaz de alcanzar el sujetador… Espero no haber fallado en eso.
- Tranquila, estas desnuda bajo ese vestido porque yo lo he querido así. Pero ahora quiero que eso cambie.
- Entiendo, no quieres que los demás vean lo que es solo suyo ¿verdad? – le dije, con voz sumisa y pícara a la vez.
- Al contrario. Me encanta que vean lo que es mío y ellos solo pueden soñar.
- ¿Qui.. quieres decir… que me desnude… aquí? ¿Para que vean que soy suya? – le pregunté, aterrada por la posible respuesta.
- Todo lo contrario. Quiero que vuelvas a llevar ropa interior. Pero no la que te quitaste para mí. Quiero que te pongas la que lleva tu amiga ahora mismo.
- … si… Amo… Pero… es que … si ella me da su ropa interior… será ella la que irá desnuda. Y su vestido es tan corto y ajustado como el mío.
- Lo sé. Es tu problema convencerla para que te ceda su tanga y su sujetador y que ella salga de la discoteca y venga conmigo con la misma pinta de puta barata que tienes tu ahora. Será su forma de pagar que la lleve a casa.
- Si… Amo… Lo haré. – le dije, intentando sonar convincente sin estarlo.
- Pues vamos. Saldrás tres pasos tras de mí, con las manos entrecruzadas a tu espalda y la vista en el suelo, hasta llegar al ascensor. Bajaremos juntos, aunque tú saldrás en la primera planta. Y seguirás hasta la planta baja por las escaleras. Mantendrás esa posición hasta que encuentres a tu amiga. Cuando hayas conseguido cumplir tu misión, me mandas un mensaje.
- Si Amo, entendido. – le contesté para a continuación agachar la mirada y llevar las manos a mi espalda.
- Muy bien. Vamos perrita.
Él comenzó a andar y yo esperé en esa posición a que diera el tercer paso. Cuando lo hizo, emprendí mi camino tras él mirando al suelo. No podía ver a nadie, no sabía cómo me estarían mirando. Si alguien notaría que aquello era deliberado. Que yo era su sumisa y por eso iba marcando pezones y sacando pecho detrás de él. Pues las manos a mi espalda forzaban una postura donde caminaba erguida, como si mis pechos apretados en aquel vestido no llamaran la atención lo suficiente. Era extraña esa sensación de privarme prácticamente del sentido de la vista, sin tan siquiera cerrar los ojos. Como un caballo cuando solo le permiten mirar hacia delante para que no se asuste. Eso era yo, un animal siendo adiestrado.
Cuando se detuvo supe que habíamos llegado al ascensor. Quedé a su espalda, hasta que brindándome su mano me invitó a ponerme a su lado. Me rodeo la cintura con su brazo y esperamos así al ascensor. Parecíamos una pareja de enamorados. O un cliente y su puta que iban en busca de un motel. La mayoría de la gente optaría por la segunda opción. ¿Yo? En ese momento no tenía preferencias. Sería lo que él quisiera. No quería pensar mucho o quizás me diera cuenta de la locura que estaba cometiendo.
El ascensor llegó y la puerta se abrió. Estaba lleno y todos salían allí por ser la última planta. Un acto reflejo fue apartarme para dejar salir, pero me detuvo. Al menos 10 personas que había en el amplio ascensor, todas, sin excepción, miraron de arriba abajo cada centímetro de mi cuerpo. Y todas tuvieron que salir esquivándonos a nosotros que nos encontrábamos en medio de la puerta. Fui completamente el centro de atención por unos segundos. Cuando hubo pasado la avalancha de mirones pervertidos y mujeres poniendo mala cara, quedó vacío, a falta del trabajador que se encargaba de dar a los botones y controlar que nadie hiciera ninguna maldad allí dentro. El mismo tipo con cara de salido, al que yo había rechazado la invitación a entrar cuando subí. Si los demás me revisaban entera, este tipo parecía que tenía rayos x, he intentaba ver lo poco que no mostraba mi ajustado y transparente atuendo.
Siguiendo a mi Amo, entramos juntos. Tras nosotros, tres hombres y una pareja lo hicieron también. Ni siquiera noté que había más gente esperando con nosotros. Hasta ese punto me inhibía de la realidad. Se cerraron las puertas y descubrí que todo el ascensor era un espejo gigante en sus cuatro paredes. Sentí todas las miradas en mí. Encerrada allí, con 6 personas más mirándome desde todos los ángulos, me perturbó. Me sentía incómoda, mucho más de lo que me había sentido saliendo desnuda en el baño o mostrando lo que escondía mi vestido en las escaleras. A diferencia del resto de la discoteca, aquello estaba muy bien iluminado. Lo que hacía que mi vestido casi transparente perdiera el casi. Era como estar desnuda, pero peor. Porque iba vestida, pero como una puta, enseñándolo todo. En el espejo de la puerta se me veía de frente. Se marcaba perfectamente mis pechos, mis pezones, incluso la aureola de estos. Tan ajustado y fino que hasta dejaba apreciar mi rajita, delatando que no llevaba bragas bajo él. Si no lo hubiera llevado completamente depilado, todos allí lo sabrían. Si antes había sido el centro de atención, ahora era como tener un foco alumbrando solo a mí y 4 cámaras enfocándome. Mi corazón se revolucionó. Pensé que no podría aguantarlo. Que iba a salir corriendo en la siguiente planta. Pero entonces, él me abrazó desde atrás. Colocó sus brazos por encima de mis hombros, tapando con ellos mis pechos. Y sus manos, una sobre otra, descansaban directamente sobre mi iluminada entrepierna. Por detrás su cuerpo cubría el mío completamente. Como si me hubiera echado una manta por encima, pasé de estar completamente desnuda a estar cubierta por un calor humano encantador. Todos mis males pasaron. Mis latidos se normalizaron. Ni siquiera pensé que sus manos estaban en mi coño, por primera vez. No era un contacto sexual. Todo lo contrario. Era casi paternal. Me sentía protegida, segura, a salvo.
Como si de un acto de animal marcando lo que le pertenece, parece que todos entendieron que era suya. Las miradas desaparecieron. O al menos, ya no eran directas. Hasta el lascivo ascensorista tuvo que dejar de mirarme con descaro y aguantarse haciéndolo disimuladamente. Para mí aquello ya era más que suficiente. En sus brazos, podían mirar lo que quisieran. Me daba igual. Si, estaba desnuda bajo ese vestido de putón. ¿y qué? Soy suya, no vuestra. Vosotros no importáis. Solo importa él.
- Gracias, Amo. – le dije susurrando.
- No hemos acabado, perrita. Conmigo siempre hay más.
Llegamos a la siguiente planta y las puertas se abrieron. Los tres chicos bajaron y subieron… creo que 5 más. No me fijé, me daba igual. Yo estaba en la gloria sintiendo los grandes brazos de mi Amo sobre mis partes más íntimas. Y justo eso fue lo que sentí cuando se cerraron de nuevo. Pero esta vez sin tela de por medio. Uno de sus dedos, yo diría que el corazón, se había adentrado bajo mi corto vestido. Si, exacto. Tenía uno de sus dedos acariciando suavemente mis labios mayores. Paseándome por mi rajita desde mi agujerito hasta mi clítoris. Despacio, tranquilo, sin prisas. Desesperándome y sacando mi mente de la realidad de nuevo.
Delante tenía a una chica, de unos 20, 21 años como mucho, a escasos 10 centímetros de mí. Si diera un pequeño paso hacia atrás, su culo iría directo a mi actual mimado coñito. Mi mente volvió a dejarme indefensa. Esta vez se centró en disfrutar aquel dedo tan hábil y placentero, mientras me deleitaba con el culo enfundado en unos leggins de cuero rojo de aquella niña. Era un culo precioso, parecido al mío. Quizás un poquito más grande, parecía durito. Si mi Amo me lo hubiera ordenado se lo hubiera tocado con gusto. Estaba completamente ida. Jamás me habían gustado las mujeres. Sabía reconocer cuando una mujer tiene un buen cuerpo y eso. Pero no me atraían sexualmente. ¿Ahora? Me Moría de ganas por pasar mi lengua por aquel barato símil de cuero, mientras mi Amo seguía acariciando mi mojada entrepierna.
Sin darme cuenta la puerta se abrió y entró más gente. Lo supe cuando la chica, cómplice de mis fantasías lésbicas, quedó pegada a mí. Completamente. Las caricias de mi amo se detuvieron, pero sin salir de debajo del vestido. Mis pechos, ahora libre de los brazos de mi Amo, estaban siendo apretujados contra la espalda de aquella rubia. Y si mi Amo no hubiera mantenido sus manos, mi coño estaría mojando aquel culo de infarto. Entendí porque mi Amo había parado. Él estaba tocando aquel culo con el dorso de su mano, a la vez que su dedo se mantenía en la entrada de mi agujero sin moverse. El morbo era terrible. Saber que su mano tenía a la vez el culo que a mi tanto me ponía y mi desesperado y hambriento coño, conseguía que este pareciera un grifo mal cerrado. Notaba mis muslos manchados. Deseaba y maldecía a la rubia a la vez. Me encantaba notar la presión de mis tetas sobre su espalda. ¿Pero por qué no se movía un poco? Solo un poco. Lo justo para que mi Amo pudiera continuar con su escondido jueguecito en mí.
Ahora era mi culo el que notaba una presión. No puedo confirmarlo. Mi mente estaba borracha y pervertida. Pero juraría que notaba la polla de mi Amo crecer entre mis nalgas. Sí. Sí, sí, sí, sí. Ahora lo tenía muy claro. Notaba la forma fálica apretarse contra mis glúteos. Notaba la presión. La presión pasó a ser más fuerte, tanto que avancé sin querer, el miserable centímetro que faltaba contra el cuerpo de la rubia. Y a su vez, como acompasado. Como si de un solo movimiento se tratara. Como si fuera el culo de ella el que empujaba su mano, aquel dedo entró en mí.
Mis ojos se abrieron tanto que pude notar como se secaban. Estaba siendo penetrada por mi Amo. Solo era un dedo, un dedo inmóvil dentro de mi encharcada cueva. Pero ese contacto físico, junto al contacto de su polla en mi culo, mis tetas en la espalda de una chica y saber que la mano de él estaba apretada entre mi sexo y el culo encuerado de ella… Jamás había sentido tanto morbo junto a la vez. Notaba como mis flujos viajaban aún más allá de mis muslos descendiendo ya por mis piernas. Iba a acabar formando un charco allí. Si no fuera porque si lo movía, la rubia lo notaría en su culo, seguro que hacía que me corriera allí mismo. Delante de todos. No hubiera necesitado mucho. Unos pocos movimientos y estaría aullando allí como la zorra que soy. Espera. Se mueve. Lo está moviendo. Muy despacio, pero lo mueve. ¡Dios! ¡Me está follando con su dedo en el ascensor!
Pero cómo podía ser que la rubia no lo notara. Era unos movimientos lentos, pero es que ella tenía la mano de mi Amo aprisionada con su culo. Notaba la fuerza que hacía su trasero en ella directamente en mi coño. Tenía que notar ese suave entrar y salir de mi interior. Espera. No puede ser. Tiene que ser mi imaginación de guarra pervertida. ¿Ella se está moviendo también? Está rozando su culo contra mí, haciendo que ese dedo me folle. No, no. Imposible. Son imaginaciones mías. No lo sé. Me da igual. Noto el tacto del pantalón de otra mujer en mis muslos. Su espalda en mis tetas. Siento la dureza entre mis nalgas. Mis manos continúan a mi espalda como él me ordenó. Quisiera bajarlas un poquito para agarrar su polla. Pajearle hasta que se corriera en mi culo. ¡Si! Que se corriera en mi culo al igual que yo me iba a correr en el culo de aquella rubia. Luego saldría a la discoteca con mi culo lleno de su leche y que todo el mundo supiera que se me habían corrido encima.
No podía más. Jamás había llegado al orgasmo con un movimiento tan lento. Y menos con penetración y no frotando el clítoris. Pero iba a llegar. Me iba a correr con aquella presión en mi culo. Casi la misma que sentía que la rubia ejercía con el suyo en mí. ¿O era yo quien me restregaba con ella? Me da igual. Nadie se quejaba. No sé si nos veían. Si todo el ascensor sabía que me iba a correr en los pantalones de aquella niña. Nada importaba. Mi orgasmo llegaba, mi boca se acercó peligrosamente al cuello de la chica. No llegue a tocarla, pero tenía que sentir mi respiración entrecortada. Si, claro que lo sentía. Su culo se pegó más a mí. Me corro, voy a correr. ¡Nooooo! ¿Por qué? ¿por qué haces eso? ¿Por qué lo sacas? Quise gritar, pero no podía. Por no montar un espectáculo y porque él ya me había demostrado que hacía lo que quería conmigo. Pero mal, muy mal. Me dejo a las puertas del orgasmo. Sacó su dedo y dejó su mano sobre mi vientre, sujetando el vestido.
Mi coño estaría ahora al descubierto de no ser por la rubia, que ocupó el espacio de la mano que me había dejado vacía. Un momento. Ahora mi coño desnudo estaba directamente en contacto con el suave cuero rojo de aquella jovencísima rubia.
- Adelante, la siguiente es tu parada. Aprovecha los segundos que te quedan. – susurro mi Amo en mi oído.
No contesté. No podía. Era cierto, solo eran unos segundos. Si lo pensaba perdería la oportunidad. Y si lo pensaba me daría cuenta que me estaba frotando con una mujer a la que no conocía. De la que ni siquiera podía estar segura que ella se diera cuenta de lo que estábamos haciendo. ¿no? ¿Esa rubia no se daba cuenta que me estaba masturbando mi Amo en su culo? ¡Venga ya! Por muy borracha que fuera se tenía que dar cuenta. Si cada vez apretaba más fuerte. Esa niñata era una guarra como yo. Quizás no tanto. Pero una guarra, al fin y al cabo. Si lo hubiera pensado un segundo. Si mi mente funcionara como siempre, jamás me frotaría como una perra con el culo de una mujer a la que ni siquiera había visto la cara. Pero ya sabemos que no era este el caso. Por eso lo hice. Comencé a rozar mi hinchadísimo coño contra aquel cuero que cubría ese culito. No pensé en nadie. Ni en el resto de gente ni en la dueña del culo. Solo en mí frotándome con una mujer. Fue increíble. Húmedo, muy húmedo. Y corto, muy corto. La puerta se abrió y mi Amo retiró la mano de mi vientre.
- Es tu planta. Cumple con tu misión y no te distraigas.
- Si, Amo. – contesté entre sollozos.
El movimiento casi involuntario de mi pelvis contra la de aquella chica continuó un par de segundos más. Al final tuve que reaccionar corriendo y salir pidiéndole permiso a mi pareja lésbica para poder hacerlo antes de que cerraran la puerta. Note que me tocaban el culo al salir, descaradamente. No un roce. Me tocaron intentando agarrar mi cachete. Nunca supe si fue mi Amo, la rubia o cualquier espectador cachondo de aquel show.
Dos pasos después de salir del ascensor me detuve. No podía con la curiosidad. Me di la vuelta para ver el rostro de la chica rubia que tanto morbo había provocado en mí. Había mucha gente. No podía reconocerla. Busque sus pantalones. Los encontré. Pero cuando quise seguir sus piernas con mi mirada, las puertas se cerraron, dejándome allí frustrada. Frustrada por el orgasmo no logrado y por no descubrir el rostro de mi primera y única relación lésbica de mi vida. Aquella noche estaba siendo toda una innovación en mi vida sexual.
Respire un segundo. Repasé mentalmente lo que tenía que hacer. Brazos a mi espalda, mirada al suelo. Bajar las escaleras para encontrarme con Laura. Y nada… convencerla para que se quite su ropa interior y me la ceda a mi para que me la ponga. Poca cosa. Algo muy normal entre amigas. No tenía ni idea de que inventarme para convencerla. Da igual. No podía perder tiempo. Le mandé un mensaje diciendo que ya estaba bajando, que me esperara en la puerta. Me contestó rapidísimo. Se notaba que estaba nerviosa. No le contesté más. Tenía órdenes que cumplir.
Era solo un tramo de escaleras y cruzar el hall, con el típico photocall habitual en las grandes discotecas y estaría en la puerta. Esa era la parte fácil. Lo difícil sería inventarme una excusa creíble para convencer a Laura en quitarse el tanga. Llevar la mirada en el suelo no era un problema para bajar los escalones. Lo que sí lo era, fue el hecho de que aquella noche en mi cabeza se cruzaban tantos pensamientos y sensaciones, que vivía abstraída del mundo que me rodeaba. Y en una macro discoteca como aquella, el mundo era muy poblado. Por lo que cuando quise darme cuenta que las risas del grupito, que había justo al final de mi bajada, eran por mí, era tarde para llevar una cuenta exacta de los que habían visto entre mis piernas aquella noche. Quizás fue sin querer, por mi apresurada salida del ascensor in extremis o como empezaba a sospechar, perversamente planeado por él. Pero mi vestido había quedado milimétricamente remangado, cuando lo mantuvo sujeto con su mano para que yo me frotara contra aquel culito que me había vuelto loca.
A tres escalones del final fue cuando caí en la cuenta de esto. El vestido tapaba justo, justísimo, el límite que formaba mis ingles y mi vulva. Pero claro, inmóvil como lo estaba en ese momento. Al andar… no lo sabía. No lo había visto. Pero al juzgar por lo estratégicamente que estaba colocada la frontera que formaba la tela… Era imposible que no se viera nada. Lo que sí tenía mucho más claro, es que mi posición elevada favorecía sin duda la vista de todo aquel que estuviera más abajo que yo en las escaleras. Ese grupo de 2 chicas y 3 chicos estaban viendo perfectamente mi depilado y casi seguro que brillante abertura.
Era fácil. Solo tenía que separar las manos que tenía en la espalda y colocarme el vestido. ¿Qué fácil verdad? ¿pero podía hacer eso? No lo sabía. No tenía claro si en un caso así podía hacerlo. Sus órdenes eran claras. Mantener esta postura hasta encontrarme con Laura. No parecía que hubiera ninguna cláusula donde indicara que podía retirar mis manos de donde él me había ordenado ponerlas, ni para tapar lo que, por otra parte, ya se había encargado que enseñara en varias ocasiones.
Tenía que decidir. Y decidí ser sincera conmigo misma. Con todo lo que ya había hecho hasta entonces para saber dónde estaba mi límite. Esa palabra era la clave. El límite. Mi vestido se encontraba justo en él. De verdad iba a desobedecer una orden, cuando mi ropa no había traspasado ese límite. El problema era mío. Yo tendría que andar con cuidado de que se mantuviera en el lugar que mi Amo había decidido. Y si no lo conseguía, pues lo pagaría mostrando lo más privado de mi cuerpo al afortunado que tuviera la providencia de mirar hacia allí. No sé qué tipo de alcohol sirven en esta discoteca, pero había conseguido que mi manera de pensar cambiara completamente. Prefiero echarle la culpa al alcohol a reconocer que un hombre había conseguido convertirme en una zorra sumisa en unas pocas horas.
Por lo pronto, ya era hora de seguir mi camino y dejar de mostrarles a esos 5 mirones como tenía el chochito de mojado. Seguramente habían pensado que soy la más guarra de todas, pues no solo iba enseñándolo, sino que me había parado allí, dejando que se deleitaran tranquilamente. A lo hecho pecho. No servía de nada lamentarse ahora. Por lo que eso hice. Bien erguida, sacando pecho, pero con la vista como él quería, continúe mi camino bajando los escalones que faltaban y pasando entre medias de aquel grupito. Sus risas cesaron cuando me dirigí hacia ellos y tuvieron que abrirme paso. Mi seguridad de ir hacia ellos después de estar enseñando mi intimidad les debió dejar aturdidos. Y así seguí yo mi camino, vencedora. Una guarra orgullosa que caminaba sacando pecho. Eso sí, con pasos cortos, tratando de mantener la fina frontera que separaba mi escasa decencia.
- ¡Joder! ¿Dónde te metes? Has tardado una eternidad. – dijo Laura sorprendiéndome.
Mi ya habitual limitación visual y mis esfuerzos por caminar con delicadeza no me permitieron verla. Con tantas distracciones no había podido pensar aún una buena excusa para ella. Tendría que improvisar. Intentando hacerlo disimuladamente solté las ataduras imaginarias de mis manos y coloqué el vestido de la manera más decente posible.
- Perdona Lau. Es que esto está lleno. Estaba en la última planta y para llegar aquí…
- Da igual. Vámonos tía. Ese cabrón me ha jodido la noche. Como me ha timado. Por cierto… vas sin sujetador. ¡¿Qué has hecho zorrón?!
- Eso… te quería comentar Laura…
- Cuenta, cuenta. No me lo puedo creer. Yo pensaba que estabas bien con Alberto.
- No es lo que piensas. Tengo que pedirte un favor. Te va a sonar raro, pero es muy importante.
- No te preocupes. Me lo puedes contar. No le voy a decir nada a tu novio de que le has puesto los cuernos. Ya lo sabes, tonta.
- Que no. Que no le he puesto los cuernos. Pero si es por él. Me ha parecido ver a su primo aquí. Y si me ve sin ropa interior… se lo puede contar a él… - le dije, con lo primero que se me ocurrió en el momento.
- Bueno si nos vamos ya. Qué más da. – me contestó, desmontando en un momento mi plan.
- Ya… claro… Pero ¿y si me ha visto ya así? Si se lo dice a Alberto y llego yo a casa sin nada debajo del vestido… Como mínimo va a pensar que he estado zorreando toda la noche. – intenté desesperadamente convencerla.
- Pues lo que has estado haciendo, nena. Y desde que te he dejado sola más, si has perdido mi sujetador. Pero no te preocupes cariño. En casa tienes el que traías. Vamos a mi casa y te vistes con tu ropa. Además, yo pensaba que dormirías en mi casa y ya te irías cuando pasáramos la borrachera.
No había manera. Mis excusas no se sostenían por ningún lado. Y aún tenía que decirle que no nos íbamos solas. Que uno de los chicos que nos habían colado para entrar, nos llevaría en su coche. Y que después iba a ser suya y obedecer todas las órdenes y perversiones que quisiera hacerme. Bueno eso último no tenía que decirlo realmente. Pero lo demás…
- Laura… nos van a llevar en coche. Un hombre. – le revele, intentando pensar cómo continuar.
- ¿Un hombre? Él mismo que te ha perdido el sujetador ¿no? Al final sí que eres una zorra, cariño. – me dijo con una sonrisa cómplice que da una amistad de toda una vida juntas.
- Por favor. No me juzgues. Y te pediría que no me hagas más preguntas. Ahora mismo tengo mil cosas en mi cabeza y tengo que ponerlas en orden antes de poder justificar esto. Te prometo que serás la primera a quien daré explicaciones. Pero por favor, haz lo que te pido. – le dije, dejando que la sinceridad encubriera lo que no podía tan siquiera explicar.
- Joder Tami. No entiendo nada. Pero no te preocupes. Yo te apoyo en todo lo que hagas. Pero dime qué es lo que quieres. Porque no te sigo… Has perdido el sujetador… vale. ¿y que tengo que hacer yo entonces?
- Necesito que me des la ropa interior que llevas. – le solté, como quien quita una tirita, rápido y de golpe.
- ¿Cómo? ¿Para qué? Si ya estás marcando pezones. Y a saber el tiempo que llevas así. No entiendo nada.
- Lau… por favor. Sin preguntas. Confía en mí. Sabes que si no fuese importante no te lo pediría. Necesito ponerme la ropa interior que llevas antes de irnos.
- Mira Tamara, no sé si estas borracha. Si es una broma. O qué coño te pasa. De verdad no entiendes que, si te lo doy, quien iría desnuda seria yo. Como voy a ir en el coche de un tío, sin sujetador debajo de este vestido. Si me lo ha visto toda la discoteca de las veces que se me ha bajado. ¿Quieres que le enseñe las tetas a tu ligue?
- Si. Es eso. A ver… no es que yo quiera. Es el precio por llevarnos a casa. Te acuerdas de los chicos que usamos para colarnos. Pues… digamos que al final he pactado con uno de ellos que esa sería la manera de pagar los favores que nos han hecho. Yo le di mi ropa interior por dejar que pasáramos con ellos. Y ahora quiere que me ponga la que tu llevas para llevarnos a casa.
- Joder Tami pues dímelo de un principio tía. Que morbo ¿no? La verdad es que esos tíos no estaban nada mal. Y seguro que son más de fiar que el carbón, que después de… bueno que da igual. Que me ha timado. Entonces tengo que quitarme el sujetador y me llevará a casa. Bueno, si a ti no te importa que tu ligue se distraiga con estas…- me dijo Laura agarrándose las tetas.
- En realidad… no solo el sujetador. Y no es solo que te lo quites. Es toda la ropa interior. Y me la tengo que poner yo. Y por favor vamos a hacerlo ya que debe estar fuera y no podemos hacerle esperar.
- ¿Qué quieres que me quite el tanga para ponértelo tú? Tía no te da asco. A ver… tú sabes que llevamos toda la noche bailando y tal con un montón de tíos. Y que me fui con el cabrón este al baño no… no se si me entiendes.
- Si, lo sé. Como tú dices, es un tío muy morboso. Pero ya sabes. Me ha retado a que no me atrevería y sabes como soy yo. Si fuera el de otra pues no. Pero eres tú Lau. Qué más da.
- No sé tía. Es cierto que tiene su morbo. Pero es un poco lésbico todo esto ¿no?
- Que no tía. Además, soy yo quien se lo pondrá. Tu solo tendrás que ir desnuda debajo del mini vestido de puta que llevas. – le dije riendo.
Al final lo conseguí. Parece mentira, pero la manera más fácil de hacer que una mujer haga una locura, es jugando con su morbo. Y Laura tenía mucho por lo que se ve. Lo que no sé es porque no me había dado cuenta después de todo lo que había hecho yo. Lógicamente no podíamos hacerlo allí. Y como teníamos que salir ya cambiadas, fuimos al baño, esta vez en el de mujeres.
Por desgracia el baño de la planta baja era mucho más pequeño. Por lo que la fila para entrar en el de mujeres era considerable. Esta vez no podíamos ir al de hombres. Una cosa es compartir un tanga mojado entre amigas. Y otra hacerlo las dos juntitas en el baño de tíos. Pero tampoco íbamos a esperar. Cogí a Laura de la mano y la arrastré dentro del baño, poniendo la excusa a las pacientes meonas, de que íbamos solo a retocarnos.
-Venga tía. Quítatelo todo. – le dije a Laura bromeando.
-Pero ¿aquí en medio? – me contestó mirando a dos chicas que hablaban apoyadas en el lavabo mientras esperaban para entrar a hacer sus necesidades.
- Qué más da tía. Si no te van a ver nada. Y tenemos prisa.
-No me importa que me vean las tetas o el culo. Lo que me da vergüenza es que vean que me quitó el tanga y luego te lo pones tú. – me dijo bajito, para que no nos escucharan las mujeres.
-Venga tiaaaa. Que nos está esperando. Qué más te da lo que piensen esas dos.
-Joder Tamara como te tiene ese tío. Estas desesperada. – dijo ella llevándose las manos a la espalda.
Laura soltó el broche del sujetador y al no tener tirantes, no tuvo que hacer más que meter un dedo en su canalillo para tirar del sujetador y dejar sus tetazas libres a la gravedad. Tenía unos pechos preciosos. Mayores que los míos, no por mucho, pero mirándonos las dos frente al espejo se podía notar la diferencia. Sus tetas dejaron de ser perfectamente redondas, para tener una ligera caída ovalada. Aun así, se mantenían bastante erguidas para su tamaño. Las mías, un poco menos exageradas en comparación, destacaban por su firmeza, haciendo parecer que eran operadas. Pronto el roce del vestido contra su pecho desnudo, o el morbo de pensar que tendría que salir así, hizo que sus pezones comenzaran a endurecerse y a destacar sobre el liso escote palabra de honor. Cruzamos nuestras miradas reflejadas en el espejo y nos vimos las dos, con nuestras tetas libres y empitonadas. No pudimos evitar la risa cómplice al pensar ambas la pinta de putas que teníamos.
Sin dejar de mirarse en el espejo, llevó sus manos bajo el vestido y deslizó el tanga por sus piernas, bajo la atenta mirada de aquellas mujeres y por su puesto de la mía. Todo esto comenzó por la excitación que me producía pensar en ella haciéndole una mamada a un tío. Y ahora iba a tener la oportunidad de sentir la suya. La de su coño, en el mío. Cuando lo tuvo en su mano, comencé yo a ponerme su sujetador. No había podido dejar de mirarla mientras se despojaba de la ropa. Y ahora ella no quitaba ojo de cómo me lo ponía yo. Abroché el sujetador a mi espalda y bajé los tirantes del vestido. No me quedaba otra que bajar el vestido para colocar las copas en mis senos. Podía haberlo hecho de manera que no se me viera nada. Pero sentir la mirada de Laura a través del espejo, me hizo dejarme de moralidades. Saqué mis dos tetas del vestido, dejándolas de la misma manera que las tuve en otro baño no hacía demasiado. Coloqué el sujetador en su sitio, asegurándome que mis pechos estuvieran bien puestos y atractivos. Aún sin subirme el vestido, me puso el tanga frente a mi cara. Nos reímos. Era una broma, pero pude notar su olor por unos segundos. Lo cogí y entonces noté su humedad. Las chicas que estaban dentro de los aseos salieron y nuestras espías tuvieron que entrar a hacer su pis correspondiente, perdiéndose como me agachaba dejando ver mi culo para ponerme el tanga empapado de mi mejor amiga.
Y si, lo estaba. Y no podía ser de cuando estuvo trabajando con su boca el miembro de aquel hombre. Estaba demasiado mojado para ser desde entonces. Nos miramos sin decirnos nada, todo a través del espejo. Entonces vi que la puerta de detrás nuestra estaba abierta. El pulso se me aceleró al ver aquellos pantalones.
- Hola Tamara. Veo que ya no llevas el coño al aire. – dijo ella.
- ¿Os conocéis? – preguntó Laura extrañada por las confianzas.
- Hemos coincidido en el ascensor. – contestó ella, mientras yo no podía articular palabra.
- Bueno pues si has terminado, paso yo. Que me meo toda. – dijo Laura sin poder imaginar lo que había sucedido en aquel ascensor.
La jovencísima rubia salió y Laura entró en el baño a hacer orinar. Yo estaba petrificada. ¿Cómo sabía mi nombre la niñata con la que me había frotado el coño en su culo? Rápidamente, se abalanzó sobre mí, arrinconándome contra el lavabo. Su mano fue directa a mi coño, esquivando el tanga de Laura desde arriba con extrema habilidad. Yo no supe reaccionar. Me estaba tocando el coño a la vez que su boca se quedó a unos centímetros de mi la mía. Después fue a mi oído y me dijo susurrando.
- He estado hablando con tu Amo. Me ha pedido que te de una cosita. Es difícil negarle algo a ese hombre. Pero cuando me ha dicho lo que quería que hiciera… Ummm – me dijo lamiendo mi lóbulo al terminar la frase.
La rubia metió un dedo en mi agujero. Una mujer me estaba penetrando con su dedo. Yo no terminaba de asimilar todo aquello. No sabía qué hacer. Estaba petrificada. Ella movió su dedo dentro de mí, como explorando mi interior. Luego lo retiró de allí para estimular mi puntito secreto. Entonces ya me perdí. Ella me besó y yo la acompañé. Nos besamos como dos lobas pérdidas en la lujuria que daban aquellos baños. Fueron solo unos segundos. ¡Pero que segundos!
Retiró su mano y la usó para darme la vuelta con brusquedad. Con la otra mano empujó mi espalda y quedé con las tetas sobre el frío mármol del lavabo. Levantó mi vestido descubriendo mis nalgas y las acarició con su suave y pequeña mano.
- Pronto esto será mío. -me dijo todo lo lascivo que podía decirse una frase.
Noté como pasaba su dedo húmedo, supongo que de saliva, por mi nalga derecha. Como si escribiera algo en ella. O eso me pareció a mí, que para estas alturas ya estaba acostumbrada a que hicieran con mi cuerpo lo que quisieran, sin ni siquiera yo ser consciente. Con la otra mano separó mi cachete izquierdo y pude notar algo duro en la entrada de mi culito. No, no era su dedo. Quedé aterrada. No sabía que tenía, pero me lo iba a meter en el culo.
- Si por mí fuera, esto iría aquí. Pero por desgracia no soy yo quien manda. Todavía. – dijo, recalcando el todavía, con aquello presionando en mi ano.
Recorrió con aquel instrumento misterioso el camino que separaba un orificio del otro. No era muy grueso, poco más que un dedo. Y como el suyo, entró sin problemas en mi vagina. Hizo unos pocos movimientos de meter y sacar. Yo diría que más por gusto de follarme con aquello, que por necesidad para que entrase. Y lo dejó allí, colocándome el tanga de Laura a modo de seguridad para que no saliera mi nuevo intruso. Con un azote en la misma nalga donde había escrito con aquello que ahora tenía dentro de mí, dio por terminada la escena lésbica.
- ¡Vaya! Debió ser un viaje en ascensor muy interesante. – dijo Laura desde la puerta del aseo.
- Hoy tu amiga se ha dejado llevar. Y pronto descubrirá las consecuencias. – contestó la rubia.
De un salto recompuse mi postura completamente avergonzada. Aquella niñata que me había usado a su antojo, salió del baño con un caminar chulesco y sexy. Sin que yo pudiera dejar de mirar su culo, hasta que desapareció por la puerta. No sabía lo que había llegado a ver Laura. Si solo fue el azote en mi culo desnudo. O lo había visto todo. No me atrevía ni a mirarla. Por suerte ella notó mi vergüenza y no hizo ningún comentario más. Solo me colocó mi vestido, que había quedado ligeramente subido y me dijo que nos fuéramos. Que nos estaban esperando y no podíamos hacerle esperar. Ni siquiera entendí la indirecta en esa frase.
Laura me agarró de la cintura y salimos las dos de aquel baño, conmigo nuevamente cachonda. Pero esta vez apretando mi vagina y mis muslos para que no saliera aquel objeto. Mis pasos eran comprensiblemente cortos por aquello. Y los de Laura eran rápidos, como queriendo evitar en lo posible la vergüenza que sentía al recibir todas esas miradas en sus grandes senos bien marcados.
Para alivio de mi amiga, salimos pronto a la calle. Ni siquiera escuché los comentarios obscenos de los que estaban en la puerta. Solo pude fijarme en él. Allí estaba mi Amo, fumando un cigarro apoyado en su coche. Él me sonrió y casi se me sale lo que llevaba dentro de mí. Apretando aun más mis muslos mojados en abundancia, lleve a mi amiga hacia él.
- Tú debes de ser la bellísima Laura, ¿no? Tamara me ha hablado mucho de ti - saludó mi Amo a mi amiga.
- La misma. Y tú debes de ser el morboso Alejandro ¿verdad?
- Así es. Veo que Tamara también te ha hablado de mí.
Mis ojos se abrieron de par en par. Como sabia Laura su nombre, si ni siquiera lo sabía yo. Mi cara no podía expresar más claramente mi asombro. ¿Se conocían? Habría estado Laura zorreando con él. ¿Le habría hecho a ella lo mismo que a mí? En mi mente se cruzaron todos los sentimientos posibles. Duda, miedo, celos, irá…
- Que va. No me ha contado nada. Solo sé lo que he deducido por el precio del viaje – dijo bajando la mirada hacia sus pechos empitonados- y por lo que tiene escrito en el culo mi querida Tami.
Ahora lo entendía todo. Mi Amo había mandado a la joven rubia para que me escribiera su nombre en mi nalga. Por ende, ya sabia lo que tenia alojado entre mis piernas. Lo que no sabia es que más había visto Laura. Si sabia que llevaba una especie de rotulador en mi coño o si me había visto liarme con aquella niña casi menor de edad. Mi vergüenza era máxima. Al menos mis conspiraciones contra Laura se desvanecieron. Casi pase por alto la manera de ella de pegarse al pecho de mi Amo restregando sus tetas. Eso me daba igual. Yo era la única a la que él había elegido para ser suya esa noche. Laura podía enseñarle sus melones todo lo que quisiera, que serian los míos los que acabarían en sus manos. O donde el quisiera.
Llego la hora de partir. Con un poco de suerte en menos de media hora dejábamos a Laura en su casa y yo me iría a vivir la aventura de mi vida. Como un caballero, mi Amo, el que ahora sabía que se llamaba Alejandro, abrió la puerta trasera del coche para que mi amiga entrase. Después hizo lo propio con la del copiloto, para que lo hiciera yo.
- Vaya dos bellezas que tengo el placer de llevar a su casa.
¡Su amigo! Ni me acordaba ya de él. Por otra parte, era lógico que hubieran venido en un solo coche y no le iba a dejar aquí tirado. Lo que no entendía entonces es porque me había abierto la puerta del copiloto, si su amigo estaba sentado al volante. Alejandro entro en el coche sentándose junto a Laura detrás de su amigo. El desconcierto y los celos volvieron a inundarme.
Alejandro hizo las presentaciones oportunas. Se llamaba Rafa. Le di dos besos sin mucha gana, pues andaba absorta en mis celos. En cambio, los de Laura si fueron más entregados. Cosa que me aliviaría si ella acababa tonteando con Rafa. Pero saber que mientras se levantaba de su asiento y cruzaba su torso hacia la parte de delante, dejaba ver la desnudez que llevaba bajo su vestido… eso no ayudaba a mi desatada inseguridad hacia todo aquello.
No entendía porque mi Amo me había sentado allí, lejos de él. Lo había hecho todo bien. Había cumplido todas sus órdenes. Porque se sentaba entonces con Laura dejándome a mi con su amigo. ¿Querría disfrutar del cuerpo de Laura durante el viaje a sabiendas que el mío lo tendría después? O simplemente era otra de sus pruebas. Que yo le llevase a mi buenorra amiga semi desnuda y tener que aguantarme mientras él disfruta de las vistas. Cualquiera de esas opciones me valía. No me importaba. Mi preocupación era que prefiriese a Laura antes que a mí. Pensar aquello me volvía loca.
Comenzamos el viaje, con mi mirada perdida en la carretera pensando todo aquello. Ellos hablaban tranquilamente. Rafa también tenia mucha labia como mi Alejandro. Pero le faltaba ese toque. El toque de que cada frase que salía de la boca de mi Amo, pasaba por mi oído y bajaba directa a mi relleno coño. Laura hablaba distendidamente con ambos. Siguiendo a Rafa cuando le tiraba la caña con descaro. Pero escuchando atentamente y respondiendo como una niña tonta cuando lo hacía Alejandro. Aproveché cuando Rafa saco un porro y no dudo en encenderlo a pesar del ser nuestro conductor. Me lo ofreció a mi la primera, pero rehusé, pues no era algo que me gustara mucho. A Laura tampoco, pero ella si que lo acepto de buena gana. Mi Amo tampoco quiso cuando ella se lo ofreció. Por lo que estuvieron pasándolo de Rafa a Laura cada poco. Yo aproveche la ocasión. No podía más con mis crecientes celos y saqué mi móvil para escribirle.
-He hecho todo lo que me ha ordenado, Amo. ¿He fallado en algo?
-No perrita. Lo has hecho muy bien. Estoy muy contento contigo.
-Entonces porque me sienta aquí, con su amigo. ¿Por qué no puedo estar con usted?
- ¿Éstas celosa, perrita?
- Un poco. Me has ordenado ponerme el sujetador y el tanga de Laura para que yo me tape y ella se quede desnuda. Y ahora te sientas con ella… es normal, creo yo.
- No deberías desconfiar de tu Amo. Lo primero, porque si yo quiero ver a tu amiga desnuda, tu le quitaras la ropa para mí. Y lo segundo porque ya deberías saber que tú Amo siempre tiene un plan para todo.
Cuando leí aquel último mensaje, volví a sentir aquel calambrazo de excitación. Pensar en desnudar a Laura por orden de mi Amo, para que él la viera y la usara a su antojo, me ponía. No lo entendía. Sentía celos de Laura, en cambio me ponía cachonda pensar en entregársela a él. Y saber que tenía un plan hacía que mis nervios crearan un nudo en mi estómago.
-Perdónenme Amo. Me he puesto celosa. Pero usted sabe como ponerme cachonda. Estoy deseando descubrir su plan.
-Tranquila. Pronto lo descubrirás. Rafa es mi mejor amigo y de total confianza. Espero que no me dejes mal y seas obediente.
-Por supuesto Amo. Soy tu perrita. Obedeceré.
Mucho más tranquila al saber que mi Amo no había cambiado de opinión sobre mí. Y nuevamente caliente y a la espera de órdenes de mí Amo. Comencé a entrar en la conversación, animada por el humo que salía de aquel cigarro artesanal. Mientras Rafa seguía tonteando con Laura y ella estaba receptiva, quizás aún más por ese cigarro. Alejandro intentaba vender a su amigo de la mejor manera.
- No me dirás que no es un tío atractivo Rafa. ¿verdad Laura? – decía mi Amo.
- Pues sí. La verdad que hemos tenido suerte de que nos lleven a casa dos tíos tan guapos como vosotros. – contestó ella.
- Se puede decir que hoy nos han salvado, primero para entrar en la discoteca y luego para salir de ella. – contesté a mi amiga.
- Pues sí. Son unos héroes. Pero bueno, han recibido su premio por ello. – dijo Laura.
- ¿Qué premio? Yo no he recibido nada. – contestó Rafa.
- Yo he tenido que quitarme la ropa interior para que se la pusiera Tami, porque ella iba sin nada bajo el vestido. Supongo que la suya la tenéis vosotros.
- ¿Es posible que sea esta? – dijo mi Amo, sacando de su bolsillo mi tanga.
- ¡Uy mira Tami, me parece que eso huele a ti! – grito Laura riendo.
- A ver que yo me entere. Así que Ale tiene el tanga de esta preciosa morena, que ahora esta cubierta por la ropa interior de la preciosa rubia, que se sienta con Ale. Y el que conduce soy yo ¿Dónde está mi premio? – todos reímos la reflexión de rafa, sin imaginar que sería el inicio del plan de mi Amo.
- Tengo que darte la razón amigo. ¿Qué te parecería que Laura te diera su teléfono?
- Me parecería perfecto. Pero mejor le doy yo el mío, que estoy conduciendo y con el teléfono sin batería. – contestó Rafa.
- Yo encantada. Dime tu numero y te mando un mensajito con amor ahora mismo, para que tengas el mío cuando lo enciendas. – dijo Laura, mientras sacaba su teléfono del bolso.
- Uy no. Mi móvil se acaba de morir en mis manos. – continúo diciendo ella, mostrando como se apagaba la pantalla de su teléfono.
- Bueno pues a la antigua. Apunta su numero con un boli. – resolvió Alejandro.
Laura buscó en su bolso, pero por su puesto no llevaba nada con que apuntar. Resultó que en el coche no había ni un bolígrafo ni un papel donde hacerlo. Iba a ofrecerme a mandarle un mensaje a Laura con el número, para que lo recibiera cuando lo cargara. Pero mi Amo tenía otros planes.
- Tamara, tú seguro que llevas algo para escribir ahí dentro ¿verdad? – dijo mi Amo, con el tono de voz que yo tan bien conocía.
Inmediatamente supe que no se refería a mi bolso. Sí tenía algo dentro. Y como había sospechado antes, era algo con lo que podía escribirse. Pero estaba dentro de mi coño. Como lo iba a sacar sin que su amigo me viera. Y como saldría de mi interior, si no había dejado de empapar el tanga de Laura desde que me lo puse.
- Si… Creo que sí. – dije tímidamente, girando la cara hacia mi Amo.
- Pues sácalo. No querrás dejar a estos tortolitos sin poder conocerse después de hoy. – dijo él, diciendo eso con sus palabras y diciéndome, sácalo de tu coño, perrita; con su mirada.
- Si, A…Alejandro. – conteste yo tan turbada por lo que me pedía que casi descubro nuestro secreto.
Miré a Rafa, que me miraba a mí de medio lado mientras conducía, con una sonrisa cómplice. ¿Sabría él de donde tenía que sacarlo? Mi corazón volvió a acelerarse. Mi coño parecía que quería ayudarme con la tarea lubricándose aún más. No podía hacer otra cosa que obedecer. Puse mi bolso sobre mis piernas. Como queriendo hacer ver que lo sacaría de allí. Pero era un bolso demasiado pequeño para tapar nada. Nerviosa y sin atrever a mirar a Rafa, abrí mis piernas y llevé mi mano entre ellas. Al igual que en la discoteca quería escurriese fuera de mí, ahora el maldito intruso estaba bien metido en mi interior. Metí un dedo y pude escuchar el inconfundible sonido de la lubricación de allí dentro. Quería morirme. Pensaba que todos lo habían escuchado. Lo estaba tocando, pero no podía sacarlo. Tenia que meter otro dedo. Lo hice, esta vez más despacio. Lo que tocaba era de plástico y con relieve, creo que era la tapa. Sosteniéndolo con las puntas de mi dedo índice y corazón, intenté sacarlo lo más despacio posible, evitando que se destapara dentro de mí y para que el sonido de mis flujos al moverlo no me delatara. No se si lo conseguí, pues en mi cabeza resonaban como si me estuvieran taladrando el coño. Cuando lo tuve entre mis dedos, fuera de mí, confirmé lo que ya imaginaba. Estaba completamente pringado de mis flujos. Lo limpié como pude con lo único que tenía, mi vestido. Me gire para devolverle el rotulador indeleble, que mi Amo había ordenado meter en mi coño a aquella rubia de 20 años. Al hacerlo pude ver el bulto en el pantalón de nuestro conductor. No había duda, lo había visto todo. Sentí vergüenza, pero también cierto orgullo por haberle puesto la polla dura a Rafa. A toda mujer le gusta sentir ese poder cuando un hombre no puede controlar su excitación por ella. Le entregue el rotulador sosteniéndolo con mis dedos de la misma manera que lo había sacado.
Aquí tienes, Alejandro. - dije con toque de sumisión y enfatizando su nombre.
Muchas gracias Tamara. Siempre me sorprende la de cosas que podéis llevar las mujeres ahí dentro. – contestó él, sabiendo yo que no se refería al bolso precisamente.
Entonces no tenemos papel ¿no? - pregunto él.
No. Pero mejor. Que el papel luego se pierde. Escríbeselo en la piel. Así no tendrá excusa para no llamarme. – Dijo su amigo.
Buena idea. ¿y dónde te lo apunto, Laura? – preguntó mi Amo.
Tienes mucha piel donde elegir. Quizás quieras hacerlo en el mismo sitio que tiene tu nombre la golfa de mi amiga. – dijo ella, medio en broma, medio zorreando.
No es un mal sitio. Pero Rafa es más de tetas que de culos. – contestó sin titubear mi Amo.
Bueno, pues creo que aquí tienes espacio suficiente para apuntar su número y su nombre. – escuché a Laura decir desde mi asiento.
Parecía que el alcohol y lo que estaba fumando consiguieron que Laura perdiera cualquier atisbo de pudor. Estaba irreconocible. No podía verlo. No sabia si de verdad mi Amo estaba escribiendo el número de su amigo en las tetas de Laura. Quería darme la vuelta y mirarlo. Me moría de ganas, pero no me atrevía a girar la cabeza.
- Déjalas al aire hasta que seque, no se vaya a borrar y manchar ese bonito vestido.
- Que considerado Rafa. Muchas gracias por preocuparte por mi ropa. – contestó Laura con voz de gata.
No me lo podía creer. ¿De verdad que lo había hecho? Rafa ajustó el espejo interior para no perder detalle. Y entonces lo vi. Laura tenía el escote del vestido bajado y sus pechos al aire. Efectivamente, el número de teléfono que le había dictado Rafa a mi Amo estaba escrito en su teta Izquierda. Y el nombre de RAFA, bien grande, en su más que amplia teta derecha. Mi amiga tenia las tetas fuera, con el cinturón de seguridad atravesando entre ellas. Aquello era digno de una película porno. Como conseguía aquel hombre que una mujer se desnudara con aquella facilidad.
- Aún creo que no estoy siendo justo con mi amigo. Yo tengo el teléfono de Tamara. Pero también tengo su tanga.
- Pues no Ale, no es muy justo. Yo también quiero un recuerdo así. – contestó Rafa.
- Te lo daría encantada guapo. Pero es que resulta que no lo tengo yo para regalártelo. – dijo mi amiga, separando sus rodillas y subiéndose el vestido hasta el límite de su intimidad.
- Creo que en eso también te puede ayudar tu amiga. Tamara, guarda el rotulador donde lo tenías y devuélvele la ropa a tu amiga para que pueda darle un recuerdo a Rafa. ¿no te parece? – dictó mi Amo, como si de verdad preguntara mi opinión.
- Si es lo que quieres, Alejandro. Yo encantada de complaceros. – contesté, mientras recogía de su mano el rotulador.
Laura estaba con las tetas fuera de su vestido, botando en cada badén, al lado de mi Amo y parecía que el único problema con tener el coño al aire era que no tenía que regalarle a Rafa. Ya no era la única que se estaba volviendo una zorra allí. No podía dejar que mi mejor amiga me comiera la tostada y Alejandro pensara que se había equivocado de zorra. De vuelta con mi peculiar consolador en mis manos, lo tuve claro. Mi Amo quería que fuera una zorra delante de su amigo. Pues lo sería. Laura estaba justo detrás de mí, por lo que no me vería. Y si lo hacia ¿qué? Ella seguía mostrando sus melones aún y no parecía que tuviera prisa por tapárselas. Pues iba a demostrar a Alejandro y a su amigo que, a mí a zorra, no me gana nadie.
Levantando mi culo del asiento, bajé el tanga de Laura por mis muslos. No me lo quite en el momento, quería que aquellos dos hombres lo vieran bien. Separe las piernas todo lo que me lo permitía la prenda en mis rodillas. El vestido se había quedado remangado al volver a sentarme, aún así, lo subí más. Ahora tanto Rafa como mi Amo podían ver mi coñito brillante y mojado. Pensé en que mancharía el asiento del coche con mis flujos, pero bueno, otro recuerdo para el dueño. Mirando a mi Amo a través del espejo, lleve el rotulador hacia mi orificio. Podía haberlo metido sin problemas, pero quería hacerlo más interesante. Recordé como aquella rubia lo había hecho antes conmigo. Como con lo joven que era, tenía tal habilidad con sus manos en el sexo de una mujer. Repetí lo que me hizo, pasando el pequeño cilindro entre mis empapados labios. Consiguiendo que pronto volviera a estar tan lubricado como cuando lo saqué. No podía llevarlo a mi culo por estar sentada, pero con tal lubricación quizás hubiera entrado en mi virgen agujerito sin querer. Fui entonces al que ya tanto conocía, yo y otros muchos esa noche. Laura debió sospechar al ver a los dos hombres pendientes de mí, en completo silencio y me interrumpió cuando tenía mi pequeño consolador apuntando hacia mi cueva.
- Que pasa Tami, tan mojada estas que se te ha quedado pegado y no te lo puedes quitar.
- Eso parece. Creo que lo tuyo se ha juntado con lo mío y tengo tu tanga pegado al chochito.
Laura quedó en silencio también. Con mi contestación le había dejado claro que era mi momento de atención. Mi momento de ser la zorra en aquel coche. Tuvo que aguardar, resignada y con sus melones a la vista, hasta que yo acabase con mi espectáculo. Continúe con lo que estaba, casi sin darme cuenta entró por completo. Pensé en que sería capaz de meterme ahí con lo lubricada que estaba. Mi excitación se disparó pensando en que cosas utilizaría mi Amo para penetrarme. Como el había dicho, le sorprendía lo que se podía guardar aquí. ¿Utilizaría mi vagina como su trastero? Solo pensar en que la parte más íntima de mi cuerpo, fuera un simple bolsillo más para lo que mi Amo quisiera guardar, me ponía a mil. Sin darme cuenta me estaba follando con aquello, al igual que hizo aquella rubia del culito de infarto. Tuve que parar, primero porque mi Amo no me había dicho que pudiera masturbarme, solo guardarlo. Y segundo, porque si no lo hacía, me correría encharcando el asiento del coche.
Me aseguré que quedara bien metido, empujando con dos dedos todo lo que pude. Cuando los saqué estaban completamente cubiertos de mi flujo. Fui a limpiarlos en el tanga, para que Rafa tuviera un recuerdo también de mí. Pero el tanga ya tenia más que de sobra de las dos. Por lo que, mirando de nuevo a mi Amo a través del espejo, llevé mis dedos a mi boca y los lamí. Pase mi lengua sobre mis dos dedos juntos, como si de una pequeña polla se tratase. Para luego meterlos en mi boca y terminar de limpiarlos mientras veía la sonrisa de satisfacción de mi Amo.
- Venga Tami, devuélveme mi tanga que se lo quiero regalar yo personalmente. – interrumpió mí, cada vez menos, amiga.
No tuve más remedio que dejar mi peculiar mamada para terminar de quitarme el tanga. Con un dedo lo sostuve por el hilo que había estado tanto en mi culo como en el suyo aquella noche. Doblando el brazo lo lleve hacia detrás y lo deje colgando de aquella manera a la vista de mi amiga y de mi Amo.
- No tengo claro si Rafa tendrá más recuerdo de ti o de mí. – le dije, desafiando a mi mejor amiga.
Podía ver la cara de Laura, aun en toples, mirando su tanga completamente empapado. Había claras manchas de aquella mezcla de sus flujos y los míos. Pero lógicamente lo más reciente era mío. Mi coño estaba completamente desatado. No había parado de lubricar desde que conocí a Alejandro en aquel baño. Y ahora, aquel minúsculo trozo de tela daba buena cuenta de ello. Si se lo hubiera tirado a la cara se le hubiera quedado pegado en ella. Laura quería ganar esta inusual batalla entre amigas, pero ahora tenía lo que tan insistentemente me había pedido, lleno de mí. Me sentía orgullosa. Una guarra orgullosa de nuevo. Había vencido a mi querida amiga en aquella guerra por demostrar quién era más zorra.
- Vaya, veo que Tamara es toda una experta en regalar grandes recuerdos – dijo mi Amo, dejando un, quizás no tan sutil, desafío en sus palabras.
Alejandro poso la palma de su mano bajo mi intimo regalo y yo se lo entregue. Siguiendo la escena desde el espejo retrovisor, vi como él se lo ofrecía a Laura con su media sonrisa. Señal de que sabia que el juego no había acabado. Mi amiga no pudo hacer otra cosa que recibir en sus manos la prenda empapada de su rival en esta guerra. Era una victoria, mi amiga tenia que sostener aquello, para entregárselo a Rafa. Habiendo demostrado yo, que por mucho que ella lo intentara, no me ganaría en esta nueva modalidad de competición olímpica entre nosotras. Mi Amo no quería que esto acabara así. Y al ver que Laura no encontraba revancha ante mi ataque, tiro otra piedra a la ventana de mi querida amiga.
- Bueno Laura, ¿le darás ya el regalo a Rafa? Aunque creo que tu “Tami” se ha ocupado de dejar su esencia para él
- Si, así es… - dijo ella, pasando sus dedos sobre la prenda.
- Pero claro, ella lleva todo el viaje con el coño lleno. Y el mío en cambio lleva mucho tiempo vacío. Demasiado. – continuo.
- No creo que lleve tanto, si eso fuese así, debería estar tan desesperado como el de Tamara. – increpó Alejandro.
- Te puedo asegurar que está desesperado. Muy desesperado. – contestaba ella, sin ningún tapujo en estar hablando con mi ligue- Amo.
- ¿Tu que opinas Rafa? ¿Cuál crees que está más desesperado? ¿El de Laura o el de Tamara?
- A ver, déjame ver. – contestó Rafa a su amigo.
Contemple como fue mi Amo quien, con un ligero movimiento de cuello, indicó a Laura que le entregase el tanga al conductor. Rafa lo cogió con una mano, mientras mantenía la otra en el volante. Con su dedo pulgar, testeo la prenda, como si quisiera saber su calidad. Pero el tanga ya no importaba. Aquello solo era una prueba para ver cual de las dos estaba más cachonda en aquel coche. Mi intimidad y la de Laura estaban siendo observada y tanteadas por todos, incluidas nosotras mismas. En cualquier otro momento de mi vida, hubiera sido la situación más humillante. Dos chicos desconocidos, jugando con un tanga en sus manos, tocando mis flujos recién salidos de mí, junto con los de mi mejor amiga debajo de ellos. Me sentía como una mercancía. Nos estaban evaluando a ambas, a ver quien estaba más cachonda. Y lo peor de todo, que ese acto tan denigrante conseguía que me pusiera aún más.
- Esta claro que hay mucho más de la morena que de la rubia. – sentenció Rafa, que ya ni nos llamaba por nuestros nombres.
- Pero claro, la morena a estado jugando con el rotulador en su coño. Que no veas como te ha puesto el asiento. – continuo Rafa descubriendo a mi amiga lo que había hecho con el mismo rotulador que había escrito en sus pechos.
- Bueno no te preocupes, ya aprenderá a limpiar todo lo que manche. Lo importante es que esto debe ser justo. Y si Tamara a tenido ventaja, no me parece justo que Laura no pueda demostrar que ella lo puede hacer tan bien o mejor que su amiga.
Aquellas palabras de mi Amo nos dejaron a todos expectantes. A mí, por lo pronto, me acababa de enterar que era el asiento de mi Amo el que estaba manchando con mi excitación. No parecía enfadado, al contrario. Lo dijo casi contento, como dándole la oportunidad de dejar caer que tendría que limpiarlo. Mi mente se fue de nuevo al limbo, imaginándome a mí, con el vestido por la cintura, lamiendo el asiento, saboreando lo que había salido de mi coño, mientras Alejandro me taladraba desde fuera del coche. Eran tan fuertes las embestidas que mi cara chocaba violentamente contra el cuero del asiento, mientras yo me afanaba en sacar mi lengua como podía para no dejar de lamer como él me había ordenado. Tenia que dejarlo todo limpio antes de correrme, pero me follaba tan profundo y fuerte que no sabia si me daría tiempo. Casi no podía respirar entre mis jadeos y mi lengua aplastada contra el asiento. Eso me ponía más cachonda. Me faltaba el aire, pero seguía lamiendo. Por suerte, su voz hacía que, como la alarma del despertador, dejara mi sueño y volviera a la realidad.
- ¿No estás de acuerdo Laura?
- Pues claro. Yo no sabia que la guarra de mi amiga se había estado metiendo eso en el coño delante de Rafa. Así es fácil pringar un tanga de esa manera. – contestó mi amiga.
- Me gusta ser justo. Y si estas segura que eres capaz de hacerlo como Tamara, merece la pena que tengas la oportunidad. – continuó Alejandro.
- Y mejor. No os podéis imaginar las ganas que tiene mi conejito de comer una zanahoria. – dijo Laura, completamente ida entre las drogas, el alcohol y la lujuria.
- Ahora lo comprobaremos. Tamara, saca a tu amigo el rotulador que tiene trabajo.
- Si… A…Alejandro.
Ahora si que estaba alucinando. Si no hubiera sido porque su frase era una orden tan clara, que casi se me escapa un Si, Amo. No hubiera creído lo que me estaba pidiendo. Yo también tenia la mente un poco turbada por toda la noche y por el olor de aquel porro. Pero si había entendido bien, quería que me sacara el rotulador de mi vagina, para que fuera Laura quien se masturbara con él. No podía ser. Mi amiga no haría eso. Como iba a compartir un consolador recién usado con mi mejor amiga. No podía hacer otra cosa que obedecer. Y ver expectante como acababa esto. Saqué, esta vez sin ningún disimulo, el improvisado consolador de mi interior. Nuevamente estaba completamente inundado de mis flujos. Como si aquello fuera una prueba más de mi valía. Lo mostré tal y como salió a mi Amo y demás pasajeros de aquel curioso viaje.
- Ya lo tengo fuera, Alejandro.
- Fíjate como lo has puesto. No pensarás dárselo así a tu amiga. Límpialo, pero esta vez no lo hagas con tu vestido, que esas manchas salen fatal.
Estaba claro que hasta la posición de cada uno en el coche estaba milimétricamente planeado por él. Desde su asiento, detrás del conductor, podía controlarme perfectamente y saber lo que había hecho en cada momento. Además, tenía acceso a Laura, sin que ella haya podido verme a mí. Seguro que, hasta el cambio de posición del espejo interior por Rafa, había sido planeado por él antes. Ahora tenia una nueva orden que cumplir. Y si no podía limpiarlo con mi vestido, que era la única tela que tenía… Vi como Rafa no dejaba de mirarme, apartando la vista de la carretera cada pocos segundos. Él también sabia lo que Alejandro quería. Y ya… ¿ Que más daba? Si mi suposición era cierta, una vez limpio iría directo al agujerito de mi amiga. Al menos seria ella quien se metería el rotulador de segundas, pues la virginidad de aquel pequeño falo, la perdió conmigo. Lleve el mini consolador, que también servía para escribir, a mi boca. La mirada de Rafa era ahora total para mí. Me dio miedo tener un accidente, pero no podía darle una chupadita y ya. ¿Qué pensaría mi Amo? ¿ Que no se hacer una buena mamada? Lo más rápido que pude chupe con ansia aquel minúsculo falo. Lo metí más de la mitad hasta que casi toca mi campanilla. No era plan de tener una arcada con algo tan pequeño ¿Qué iban a pensar? Comencé a sacarlo y meterlo en mi boca, colocando mis labios en forma de O. Dejando que aquello se deslizara por el pequeño agujero que formaba mi boca y saboreando mi propio néctar. No podía entretenerme. Por lo que, sacándolo de mi boca, lo puse frente a mi cara y lamí de abajo a arriba, girándolo tres veces para asegurarme de dejárselo bien limpio a mi querida Laura.
- Ya esta limpio, Alejandro. – dije yo entregándoselo.
- Buen trabajo Tamara. Me encanta esta habilidad tuya. – contestó, recogiéndolo con sus manos.
- Bien Laura. Es tu turno. ¿Podrás hacerlo tan bien como Tamara?
- Bueno… quizás para Tamara sea lo normal. Pero yo estoy acostumbrada a cosas más grandes. Si ninguno tenéis nada mejor que ofrecerme, me conformaré con esto. – dijo la zorra de mi amiga, robando el rotulador de las manos de mi venerado Alejandro.
- De momento veamos como te apañas con esto. Y luego ya se verá. – contestó Alejandro.
Para entonces Rafa era un mero espectador. Allí quien manejaba la situación era mi Amo. Su amigo solo era la excusa para que nosotras compitiéramos en aquella lucha por ser la más zorra. Y Laura estaba a punto de demostrarnos a todos, a mi incluida. De lo muy zorra que era.
Desabrochando su cinturón de seguridad, se acomodo bien en el asiento. Apoyo su espalda sobre la puerta y quitándose los zapatos, llevo uno de sus pies encima del asiento. Para entonces, su vestido ya estaba más que subido, mostrando lo que todos sabíamos, que no llevaba nada debajo. Ahora estaba completamente desnuda en aquel coche. Con sus tetas escritas aún al aire. Sus piernas completamente abiertas, mostrando su coño y su culo a poco más de 20 centímetros de mi Amo. Comenzó a acariciarse suavemente con su mano derecha, para luego darse unos pequeños golpecitos en él, demostrando a todos como de mojada estaba ya.
- Espero que estéis disfrutando de las vistas. Alejandro puede ver como de contento esta mi coñito de saludar. Tu Rafa, ten cuidado con la carretera. Si te gusta, lo mismo puedes verlo de cerca más tarde. – dijo mi amiga, sin dejar de acariciarse.
- Bueno, realmente, para la prueba deberías llevar puesto esto. – dijo Alejandro, mostrando su tanga.
- Pero claro, con lo manchado que lo ha dejado Tamara, sería difícil definir de quien es cada uno. – continúo diciendo.
- Puedes limpiarlo en mí. Pero no me manches el vestido, por favor. – jadeo mi amiga, más que hablar.
Para sufrimiento de mis celos, Alejandro acepto su petición. Sujetando el tanga con dos dedos, justo en el triangulito que había tapado nuestros sexos, fue recorriendo la pierna de la guarra de mi amiga. Ella dejo de acariciarse para comenzar a usar el rotulador. Fue mucho más directa que aquella rubia y que yo, pues rápidamente lo metió todo lo que su escasa longitud permitía. Para luego sacarlo y volverme a meter más lentamente, mientras mi Alejandro subía acariciando su pierna hacia donde ella jugaba con aquella sucia tela.
Mi cara tenia que reflejar mi odio hacia Laura. Mi Amo, aquel por el que me había quedado completamente desnuda en aquel baño. Por el que había dejado que media discoteca me viese vestida de puta sin ropa interior, e incluso por debajo de mi falda. Estaba acariciando el cuerpo de mi mejor amiga, mientras ella se masturbaba con lo que yo había llevado dentro de mí toda la noche. Siendo literales, él no estaba tocando su piel. Sus dos dedos lo hacían a través de la tela. Podía notar la frustración de Laura, la misma que había sufrido yo, al tener que follarse con aquel minúsculo objeto. Y tener la mano de aquel hombre tan cerca y que no llegase a tocarle. Justo lo que había sentido yo toda la noche. Ella lo estaba sintiendo en un momento. Mis soplidos no llegaban a ser audibles solo por que el chapoteo y sus jadeos inundaban todo el habitáculo de aquel coche.
La mano de Alejandro llego a la altura de la fuente de aquel ruidoso chapoteo. Quería morir. Por suerte, olvidándose de la zona que estaba siendo penetrada y haciendo caso a la petición de Laura, salvó el vestido que estaba todo recogido en su cintura. Su mano entonces fue directa a los senos de mi desenfrenada amiga. Que al notar como la tela recorría la parte baja, primero de un pecho y luego del otro, redobló la velocidad de su mano ejecutora. Para entonces yo ya perdí la visión de aquella pantalla rectangular que emitía una película porno en toda regla. Pero no iba a perderme aquello. Soltando también mi cinturón, me giré en mi asiento y seguí la escena en primera vista.
Alejandro dibujaba la redondez de los grandes pechos de Laura con el tanga, extendiendo por ellos mi esencia. En ningún momento hizo intención de ir hacia los pezones de ella, que estaban grandes y erizados como nunca había visto ninguno. No podría asegurar si lo hizo para torturarla, pues es lo que ella deseaba a tener su mano tan cerca de aquella zona tan erógena. O simplemente para no borrar lo que había escrito a su alrededor.
Mi amiga jadeaba como una loba, mientras se follaba a si misma con aquel minúsculo consolador. Alejandro retiró la prenda de sus pechos, continuando el camino desde su esternón hacia su cuello. Subió lentamente por él, llegando a la barbilla. La muy puta de mi amiga, que no había dejado de aullar, abrió la boca. Estaba tan fuera de si, que no era suficiente con que su cuerpo oliera a mi coño. Quería saborearlo. El rotulador entraba y salía a una velocidad de vértigo. Se iba a correr. Estaba en ese punto en el que te da igual que te hagan. Que deseas todo lo que pueda darte aquel hombre para que tu orgasmo sea lo más intenso posible. Yo no podía ver como Laura se iba a correr con las caricias de mi Amo. No aguante más.
¡Eso no vale! Se va a correr y yo no lo he hecho. Donde esta la justicia. – dije gritando.
Tranquilízate perrita. Aquí ninguna os vais a correr hasta que yo lo diga. Además, ya hemos llegado. – dijo mi Amo, llamándome por el nombre con el que me había bautizado.
Ni siquiera me había dado cuenta que el coche se había detenido. Rafa estaba como yo, viendo la escena en primera línea. Cuando mi Amo retiro el tanga de los labios de Laura, esta entendió que el juego había terminado. Dejó el rotulador clavado dentro de si y con una cara de frustración digna de inmortalizar, podía notar como su mente intentaba reaccionar para que aquello no acabase.
-¿Ya? ¿Se ha acabado?
-Claro Lau, estamos en tu casa. Puedes terminar allí y así duermes relajadita. – le dije yo con toda la maldad que puede salir de la boca de una mujer celosa.
-Efectivamente. Ya estamos aquí. Es una pena. Ya teníamos el tanga limpio y listo para la prueba. – dijo la voz autoritaria de Alejandro.
-Pero… pero… no os vais a ir ¿no? Podemos subir a mi casa a tomar la última. ¿O es que queréis quedaros sin saber quien gana? ¿Te quieres quedar sin tu regalo Rafa? Mira como estoy y dime que no quieres tu premio por traerme a casa. – decía la desesperara de mi amiga.
-Hombre… una ultima copa no suena mal ¿no, Ale?
-Cierto es, que no es muy justo que después de hacer todo esto. No tenga la posibilidad de luchar por la victoria. – contestó mi Amo.
-Tampoco es justo que ella se haya follado como una loca el coño. Así es normal que este empapada. – dije yo, perdida en mi indignación.
-Tu has estado toda el viaje con el tanga puesto y esto metido en tu coño. ¿Ahora porque lo tengo yo un par de minutos te vas a quejar? Lo que tienes es miedo. – decía furiosa mi mejor amiga, sacando el rotulador de su cueva y mostrándolo a todos como estaba.
-Tranquilizaros señoritas. No quiero peleas entre amigas. Esto lo vamos a resolver de una manera justa para ambas. – dijo mi Amo.
-Esto se pone interesante. Cuéntanos que se te ha ocurrido. – añadió Rafa.
-Nos tomaremos esa copa en casa de esta señorita, rubia natural, por cierto. – dijo mirando la fina línea de vello púbico que coronaba la vulva de Laura.
-Y para resolver quien de las dos es la que está más cachonda después de esa copa, cada una llevara su propio tanga. – dijo sacando el mío de su bolsillo.
La sonrisa de Rafa solo era igualable a la de Laura, que seguía completamente abierta de piernas con su chocho rubio apuntando a mi Alejandro. Mi cara… no sabia ni lo que expresaba mi cara. Por un lado, era el enfado más animal que había sentido nunca, por ver como otra hembra quería arrebatarme a mi macho. Y por otro, sucumbía a la curiosidad de descubrir que era lo que esa mente perversa tenía preparado para nosotras.
-Pero para que sea más rápido, ya que es tarde… creo que poneros el tanga seria un atraso. Es mucho mejor que directamente lo llevéis dentro de vosotras. – continuo con su explicación, haciendo que 6 ojos se abrieran de par en par.
Buenísima idea Ale. Como siempre, tienes la solución a todos los problemas. – aprobó, como no, su amigo.
¿Estáis de acuerdo señoritas?
Si… Alejandro. Lo que tu digas. – contesté yo.
Claro que sí. Puedes meterlo tu mismo si quieres. – dijo ella, separando sus labios y abriendo su cueva para él.
No. Creo que lo justo seria que fuese Rafa. Pues es quien a conducido hasta aquí. – dijo mi Amo, devolviéndome la sonrisa al ver como rechazaba a Laura.
¡Si! Es lo justo. Que nos ha traído sanas y salvas. – dije yo, casi gritando de alegría.
Me parece bien. – dijo ella, con menos ilusión que yo, pero volviendo a acariciarse.
-Pues venga, todos fuera del coche.
Todos obedecimos esa orden. Laura salió con las tetas y el coño al aire. Le daba igual estar enfrente de su casa. Fue ya fuera del coche, delante de los dos hombres, donde se colocó el vestido, tapando lo poco que él tapaba. Pensaba como yo que iríamos a su casa y allí seguiríamos con aquella lucha, esta vez con nuestros tangas no tapando, sino dentro de nuestros sexos. Pero volví a subestimar a mi a Amo.
- Venga. No podemos perder tiempo. Cuanto más rato llevéis los tangas dentro vuestra, mejor será el resultado. Pero antes… Tamara, quítate el sujetador de tu amiga. Vamos a hacerlo lo más justo posible.
No entendía nada. Porque no se esperaba a subir a casa de Laura. Bueno eso me lo imaginaba. Por el morbo de tenernos en mitad de la noche, exhibiéndonos en la calle. Lógicamente, no iba a empezar a desobedecer ahora. Por lo que mostrando por unos segundos las tetas a cualquier vecino mirón, me despojé del sujetador de Laura. Sentí el frio aire de la noche en mis pechos y estos reaccionaron en el acto. Entregue la prenda a mi Amo y espere, junto a mi rival, la siguiente orden sutil de mi Amo.
- Para que luego no haya reclamaciones. Ambas debéis empezar en iguales condiciones. Por lo que hay que dejar la zona desde cero. Abrir las piernas.
Al juzgar por la cara de Laura, ella tampoco sabia lo que pretendía. Pero ella no dudó en obedecer. Por supuesto yo tampoco. Ambas abrimos las piernas, dejando que el frescor de la noche acariciase nuestras intimidades. Alejandro tomo una de las copas del sujetador por su mano y doblándola, dejando el interior ahora por fuera, vino hacia a mí. Mirándome a los ojos, llevo su mano entre mis piernas. Con el acto menos sexual y más humillante que un hombre me había hecho, limpio mi sexo con el sujetador que le acababa de entregar. No pude aguantar la mirada y la llevé al suelo muerta de vergüenza.
Cambiando a la otra copa del sujetador, repitió lo mismo con Laura. Que, al juzgar por su quejido, ella si lo tomo como algo más sexual. Como si estuviera desesperada por que alguien le tocara en esa zona. Empecé a dudar de mi victoria.
Alejandro se retiró, entregándole el tanga de Laura a Rafa. Este caminó hasta estar frente a mi excitada amiga, que abrió aún más las piernas. El hombre no perdió el tiempo, doblo la escasa tela de la prenda todo lo que pudo, haciendo que abultase poco más que una pequeña bola. Sin que perdiera esa forma, lo llevo entre las piernas de ella. Laura no conocía la vergüenza ni la decencia, por lo que llevo sus manos a allí abajo también. Y separo sus labios, volviendo a dejar bien abierto su intimidad, esta vez a Rafa. Él agradeció el gesto de aquella zorra que era mi amiga y colocando la bola de tela en su entrada, fue empujando hacia su interior. No le costó nada entrar, a pesar de que acababan de limpiarnos a conciencia. Pero ello no evitó que mi amiga soltara un gemido y se colgara del cuello del hombre con sus brazos.
- Me acabas de llenar el coño guapo. Espero que luego te ocupes de sacarlo. – dijo ella.
- Esta noche no se puede predecir nada. Ahora deja que continúe con tu amiga. – dijo mi Amo, sosteniendo mi tanga en su mano.
No lo había pensado. Creí que seria él, mi Amo. Quien se ocuparía de hacer lo propio conmigo. Pero parecía ser que no. Que como hizo con la rubia, delegaba en otros el penetrarme con objetos. Espero que eso cambiase cuando no fuese algo inerte lo que entraba en mí. Bastante decepcionada, pero a la vez excitada de que ese hombre, tan seguro de si mismo, fuese capaz de permitirse el lujo de delegar en su mejor amigo el rellenarme el coño. Al final, todo aquello volvía a hacerme sentir como una puta. Un objeto que el podía prestar para su uso. Era lo más humillante que se podía hacer con una mujer. Sin embargo, su mirada de seguridad al verme allí, con mi vestido levantado y mis manos abriendo mi coño para su amigo. Sabía que le hacía sentir orgulloso de mi comportamiento. Y yo de hacer que se sintiera así. Mientras su amigo metía mi antiguo tanga con sus dedos en mi coño, pude leer en sus labios:
- Muy bien perrita. Sigue así y serás mía.
A lo que yo le contesté sin voz:
- Haré lo que me pidas, Amo.