Haré lo que me pidas 3

Tamara se encuentra desnuda y sola, sin saber si todo aquello era real, una estafa o una venganza. Sea lo que fuere, la realidad es que tenía que salir si quería recuperar su ropa. ¿Salir desnuda en el baño de hombres de una discoteca?

De nuevo, muchas gracias por la buena aceptación. Y más aun a todos aquellos que han invertido su tiempo en mandarme un mensaje de ánimo. Es una incentivo infalible para dedicarle cada resquicio de tiempo libre a dar forma a mi imaginación. Un placer escribir para lectores tan entregados y agradecidos.

Haré lo que me pidas. Capítulo 3.

Cuando la puerta se cerró recibí una bofetada de realidad en toda la cara. ¿Qué había hecho? ¿Como había dejado que aquel hombre me humillara de aquella manera? ¿En qué problema me había metido al acabar desnuda y con la ropa fuera de mi poder en una discoteca? ¿Cómo saldría de esta? Era estúpida. No podía confiar en alguien que no conocía de nada. Ese tío podía haberse llevado mi ropa, simplemente para fardar delante de su amigo, de que había dejado a una de las tías que se habían aprovechado de ellos para colarse en la entrada. Todo podía ser una venganza. Una venganza fría y calculada. Muy fría, para él. Muy caliente para mí. Había jugado conmigo, me había enseñado que hay tíos a los que no se les puede calentar y pasar de ellos. Me había demostrado que él esta por encima de eso. Podía haberme hecho lo que quisiera, pero no. Él sabia que yo me moría de ganas porque me tocara, porque me follara… Por chupársela. Y no. Me había dejado así. Como había podido ser tan tonta. Tonta no era la palabra. Mi mente sabía que esto podía ser así desde el minuto 1. Pero no quise escuchar. No era tonta. Era una guarra. Había dejado que mi calentón, mi perversión, se apoderara de mí.

Y lo seguía haciendo. Estaba enfadada. Con él y sobre todo conmigo. Por sentirme tan usada, tan humillada, tan frustrada. Y a la vez terriblemente cachonda. Tanto, que quería más. No lo entendía, pero así era. Sino por qué seguía arrodillada, en la posición de ofrecimiento que me había enseñado. Sacando pecho, con las piernas todo lo abiertas que podía y mi bolso sujeto con la boca. Y por qué seguía frotándome el coño con mi mano derecha sin parar…

Tenia que dejarme de gilipolleces. Levantarme y salir corriendo al otro baño. Coger mi ropa y vestirme lo más rápido que pudiera para salir de allí sin mirar a nadie. Eso si mi vestido estaba donde él había dicho. Donde mi Amo había dicho que me lo dejaría. Sí… mi Amo. Cada vez que repetía esa palabra en mi mente, mi coño palpitaba. Había ido a regañadientes a esa discoteca, fastidiada por no poder quedarme en casa con mi novio. Y ahora, estaba desnuda y masturbándome como una perra en celo pensando que tenia un Amo, un dueño. Ni siquiera había parado a pensar lo que eso suponía. No tenia ni idea. Solo sabia que me excitaba pensar que le pertenecía a un hombre. No aun hombre cualquiera. A ese que me había tenido a su disposición como no me había tenido ninguno. Y me había dejado allí, desnuda y cachonda.

Vale… ese tío sabía como poner cachonda a una mujer. Por eso me había ordenado que siguiera tocándome. Cada segundo que pasaba arrodillada en aquel wáter frotándome, estaba más cachonda. Deje de pensar que aquel hombre era un estafador y que se había llevado mi ropa. Pero aun quedaba la posibilidad de que alguno de los chicos, que posiblemente me había visto en esta posición al abrir la puerta, cogiese mi vestido y este esperando que salga con él en la mano.

¿Qué haría si eso pasara? Si otro desconocido tiene mi ropa y con ello el control. Podría chantajearme. Hacer que fuera su polla la que chupara y no la que tanto deseaba. O follarme. ¿Lo haría? ¿Mi Amo querría que lo hiciera? ¿Me querrá solo para él? ¿Y entonces Alberto? ¿Tendría que dejar a mi novio para ser en exclusiva la perra de él? ¿De verdad me estaba planteando dejar a mi novio desde hacia 4 años por un desconocido? Mi cabeza era un mar de dudas y de ideas que en cualquier otro momento me quitaría hasta el aire. Pero en cambio no eran capaces de que dejara de tocar mi clítoris con mis dedos, cada vez más rápido. Cada vez esta más cerca de llegar al orgasmo. Pero no podía. Por un momento mi mente se puso en blanco y sabía que estaba cerca. No podía correrme, pero tampoco podía parar. Mi única opción era salir ya. O fallaría a mi… Amo…

Necesitaba valor. Pero no tenia de eso. Era imposible sacar valor para abrir la puerta del baño de hombres mientras que estas desnuda. Y más en esa posición de ofrecimiento. Valor no. Pero excitación tenia para regalar. Imagine que abría la puerta y que habría al menos 10 tíos pajeándose en frente. Esperando que abriera para correrse todos encima de mí. Que intentaría salir, pero sus pollas duras no me lo dejaban. Recibí en mi cuerpo, en mis tetas, en mi tripa… sus corridas. Uno froto su polla contra mi culo cuando intentaba entrar en el baño de al lado. La puerta estaba cerrada. Noto como esa polla intenta entrar entre mis nalgas, pero no lo consigue. Lo tengo muy cerrado. A cambio se corre allí, en mi agujerito. Se abre la puerta, voy a por mi vestido, pero hay otro hombre. Lo tiene en la mano, la misma con la que se esta pajeando. Lo intento coger, pero agarro su polla. Lucho por soltar mi vestido de su miembro. Alguien me empuja y tengo que doblar mi espalda. El chico que se pajea con mi vestido me agarra del pelo y mantiene en esa posición. Muchas manos empiezan a tocarme bruscamente por detrás. Abren mi culo y meten sus dedos en mi coño. Salen y entran. Alguien intenta hacer lo mismo con mi culo. Sigo forcejeando con el dueño de mi vestido. Sigo pajeándole sin querer. Algo se abre paso en mi ano. Consigo el vestido, pero no dejo de pajearle. Se va a correr y no puedo dejarle así. De su polla sale disparado una ráfaga blanca hacia mi cara. Noto que fuerzan mi culo, me duele, me gusta, abro la boca para gritar y saboreo el semen de aquel hombre… Me voy a correr. Es el momento.

Aparto mi mano rápidamente de mi coño y la llevo al pomo de la puerta. Abro y mi fantasía vuela para dejar paso a la realidad. No quiero mirar a nadie. Se que hay varios hombres. Intento ponerme en pie, pero mis piernas no funcionan. Me miran. Yo solo veo sus piernas, no me atrevo a levantar la cabeza. Tengo que levantarme. Imposible. No a tiempo. Da igual. Mi Amo quiere una perra, lo seré. Con mi bolso colgando de mis dientes, puse mis dos manos en el suelo y salí a cuatro patas de allí. Por suerte el camino fue corto, la puerta estaba cerrada. Giré el manillar y pude entrar. Cerré inmediatamente la puerta tras mi espalda y respiré. Quede allí, arrodillada, con mi culo apoyado en mis talones y mirando tontamente la taza del wáter.

Allí no había nada. No podía ser. Me la había jugado. Mi corazón empezó a latir sin control. Estaba desnuda y abandonada. Pensé en llamar a Laura ¿pero que le diría? Aunque tuviera que explicarle todo ¿Qué iba a hacer ella? Era verano, no llevábamos abrigo alguno. Toda nuestra ropa estaba en nuestros cuerpos. Y era muy escasa como para compartirla. ¿por qué tuvimos que vestirnos como unas putas? Maldita sea yo por ser una guarra pervertida. Le llamaría a él. ¿para que se riera en mi cara? Si había hecho eso, es que quería vengarse. No le daría esa satisfacción. ¿Y si le daba pena? Podía llamarle y pedirle perdón. Llorar y suplicar por que volviera a buscarme con mi ropa. Le ofrecería dinero. Dinero y sexo. Lo que quisiera. Le pagaría por chuparle la polla. Le ofrecería mi culito virgen. Le daría todo el dinero que tenía porque me rompiera el culo allí mismo. Lo que fuese. Pero le necesitaba. Necesitaba su ayuda.

Tenia que recomponerme antes de llamar. Respiré profundo e intenté relajarme. Más tranquila intenté ponerme en pie. Tuve que apoyar mis manos en la taza para poder hacerlo. Pero que mas da, ya las había paseado por el suelo. Conseguí levantarme y me asusté a notar algo en mi pelo. Miré hacia arriba y allí estaba.

Mi ropa colgaba del techo. Al menos mi sujetador y mi vestido. Había usado mi sujetador como percha, sujetándolo en el foco encastrado en el techo. Entre las copas del sujetador descansaba mi trapito de tela que tampoco me parecía que tapaba, pero que ahora sentía como si fuera un abrigo de plumas. Lo cogí corriendo de la punta y me lo puse más rápido que Clark Kent en una cabina de teléfono. Con el fino y ajustadísimo vestido cubriendo mi cuerpo, intente alcanzar el sujetador. Pero era imposible. Subí a la taza, pero el foco estaba alejado y seguía sin llegar. En cambio, desde esa posición podía ver lo que ocurría fuera. Quizás no eran 10 como en mi fantasía, pero unos 7 hombres esperaban mirándome expectante por cual seria mi siguiente show. Bajé corriendo de la taza y di por perdido el sujetador de Laura. Busqué, lo poco que se podía buscar allí, el tanga. Ni rastro. No había muchos sitios donde esconderlo. Pero tampoco tenia tiempo para entretenerme buscándolo. Tenía que salir.

Pensé en usar la misma técnica de antes para atreverme a salir. Pero él no me había ordenado tal cosa. Al menos ahora iba vestida. Bueno… vestida tampoco era la palabra. Mis tacones, mi bolso y aquel trozo de tela que Laura llamaba vestido. Un vestido que, si antes marcaba todo, ahora que no llevaba nada debajo, debería ser lo más parecido a un atuendo porno que hubiese llevado nunca. No tenia espejo, ni pensaba salir a usar el de fuera. Sea como fuere, tenia que salir. Tragué saliva, alisé mi pelo con mis manos y di un último retoque a la falda y el escote de mi vestido. Coloqué bien mis tetas, ahora oprimidas solo por la fina tela y abrí la puerta.

Un paso fuera y espere los piropos, por llamarlo de alguna manera, de aquellos hombres. Nada. Solo se escuchaba la música. Ninguno dijo nada. Todos me miraban, pero nada. Ni un guapa, ni un zorra, ni nada. Continúe andando despacio, creyendo escuchar el retumbar de mis tacones, cosa imposible por la música. Nada. Ninguno dijo, ni hizo nada. Solo me miraban y sonreían. Ni un triste: ¡Guarra! Después de todo lo que había hecho. No entendía nada. Pero no iba a preguntárselo. Salí sin mirar atrás de aquel baño del pecado.

Una vez en la discoteca las miradas no cesaron. Mi premonición sobre el vestido sin ropa interior debía ser cierta. Quise entrar al baño de mujeres y verme en el espejo. Pero no me atreví. Necesitaba alejarme de allí lo antes posible. Caminé abriéndome paso entre la gente. Note que nadie se apartaba, mucho menos los hombres. Si siempre es normal rozarse en una discoteca, yo diría que ahora estaba siendo descarado.

Después de no se cuantos manoseos por mi cuerpo al descuido, de los que yo no hice ni caso. A estas alturas que me rozaran unas manos mientras me abría paso me daba lo mismo. Llegue donde me había separado de Laura, pero no estaba. Saque el móvil y tenia 23 mensajes de Laura y otras tantas llamadas. Abrí la aplicación, pero antes de leer sus mensajes, vi la conversación anterior. Una imagen. Y el nombre del contacto era Mi AMO. Lo abrí y vi que se había mandado desde mi móvil una foto de las que me había hecho. Solo una. Solo salía mi cara sonriendo. Me había hecho un book de fotos porno y se había enviado la única foto en la que no se veía nada. Este tío era muy raro. Muy especial diría yo. Tenia que avisarle que ya había salido. Y así lo hice.

Luego mire los mensajes de Laura. Al principio me preguntaba donde estaba. Decía que estaba preocupada. Y los últimos decía que se iba con un hombre que había conocido. Que él estaba esperando en el parking y que se tenía que ir ya. Que no podía esperarme. Que le avisara que estaba bien. Joder con mi amiga. Parece que no soy la única que había perdido las bragas por un tío esa noche. Le contesté que estaba bien y que tuviera cuidado. Al menos ya había cumplido la orden de mi Amo de despedirme de mi amiga.

Envié otro mensaje a Mi AMO, como ponía en mi móvil, diciéndole que estaba sola. Que mi amiga se había ido. Vi que tenia 5 mensajes de Alberto. ¡Puf! No tenia fuerza moral para leerlos ahora. Llego un nuevo mensaje de mi Amo. Un nuevo cosquilleo paseó en mi ventilado chochito.

Bien hecho perra. Vuelves a poder decidir. Ya se lo que decidirás, pero quiero que entiendas que tienes esa posibilidad. Puedes dejar todo esto aquí, yo te pediré un taxi y lo dejare pagado para que te lleve a tu casa. O puedes quedarte conmigo. Si decides quedarte conmigo, quiero que te pidas una copa y vengas con ella, sin probarla, a la ultima planta. Sube por las escaleras. Que no se derrame nada.

Voy a por la copa, Amo. Espero no tardar mucho en estar en la terraza.

Fue mi contestación. Con todo lo vivido, no podía dejarlo ahora. Pedí la copa. No sabia si era para mi o para él, pero como no tenía más instrucciones, me pedí un gin-tonic. Le dije a la camarera que no lo llenase demasiado, no se si no me escuchó, pero después de mirarme las tetas y reírse, la lleno hasta el borde la muy puta.

Estaba en el segundo piso, por lo que tendría que subir tres andando. Pase por delante del ascensor, que siempre suele estar hasta arriba y en ese momento solo había dos personas. El hombre que controla el ascensor me dijo que pasara con una sonrisa lasciva. Muy a mi pesar, tuve que decirle que no y encaminarme escaleras arriba. Si ya era difícil subir escaleras con estos tacones, llevando una copa en la mano sin derramar nada era imposible. Coloqué la palma de mi otra mano sobre ella para evitar lo inevitable y comencé mi ascenso.

Mi ritmo era lento, por ambas razones. Pero eso no invitaba a la fila de tíos que llevada detrás de mi a adelantarme. Solo las mujeres me adelantaban riéndose a mi paso. Hasta que una me dijo, no tan amablemente como cabria esperar, que me bajara el vestido que lo estaba enseñando todo. Recordé la ausencia de mi tanga. Paré y mi sequito paró tras de mí. No me atreví a mirarlos, la vergüenza me mataba. Intente separar la mano que tapaba la copa, pero ya estaba empapada. Si la quitaba, algo se derramaría seguro. No sabía hasta qué punto se había subido el vestido, pero adiviné que bastante cuando vi un flash a mi espalda. Me estaban sacando fotos. Me sentía toda una actriz porno. Bueno no, ellas cobran por estas cosas. Yo me acababa de gastar 11 euros en la copa para que otros saquen fotos a mi culo y posiblemente algo más.

Ya todo daba igual. Continúe mi camino sintiendo como la tela iba descubriendo a cada escalón más centímetros de mi piel. Me abstuve de pensar en mis voyeurs actuales, intentando hacer memoria de los tíos que me habían visto desnuda esa noche. No podía saberlo, ya que no me atreví a mirar en el baño, al igual que no lo estaba haciendo en las escaleras. Al menos sirvió para que mi inagotable calentura volviera a aflorar y consiguiera hacer más llevadero aquella procesión tan morbosa. No me atrevería a asegurarlo, quizás por miedo a confirmar que tengo un problema grave. Pero diría que hasta disfruté de tenerlos allí, mirándome y sacando fotos de mis intimidades.

Por fin llegue a la terraza. Habría por lo menos 20 personas allí, pero solo le vi a él. Estaba solo, junto a la barandilla que separaba el suelo de la discoteca y la oscura noche de la ciudad. Eso estaba dentro de un reservado. Me dirigí hacia allí y el puerta que controlaba la cuerda de terciopelo la abrió sin preguntar.

Mi Amo me sonrió. Acudí junto a él lo más rápido que pude sin derramar nada. No había sufrido lo indecible en las escaleras para cagarla ahora. Extendió su mano y yo le entregué la copa.

-          No sabía si era para ti, o para mí. Por eso he pedido un …

-          Para los dos. – me interrumpió sin dejarme terminar la frase.

No hay cosa que me moleste más que me interrumpan en medio de una frase. Sorpresivamente, me contuve. Aplaqué un ligero resquicio de ira, que se convirtió en placer. Me daba placer que ese hombre me hiciera callar. Para quien me conozca, era algo imposible de asimilar.

-          ¿No tienes sed? – me preguntó.

-          La verdad es que sí. – le dije con la lengua seca de haber subido tantos escalones.

-          ¿Y a que esperas?

Me invitaba a beber, pero no me ofrecía la copa. La tenia en sus manos y se la llevaba a los labios de vez en cuando. Esos labios que me moría por volver a besar.

-          Veo que tienes tu mano empapada de ginebra.

-          Tuve que taparla para que no se derramara. No cayo nada. Pero… en mi mano a quedado un poco. – me exculpé, pensando que había fallado.

-          Pues bebe. – me dijo.

Entendí lo que quería. Y lo hice. Llevé mi mano hacia mis labios y sacando la lengua lamí la palma de mi mano. Un primer lengüetazo mirándole a los ojos. Pude ver su cara de satisfacción. Con un movimiento de ojos entendí que quería que siguiera, así lo hice. Seguí lamiendo mi mano como una perra. Lo que él quería que fuera. Y lo que cada vez más estaba consiguiendo que yo también quisiera. Dejando la copa sobre una pequeña mesa, se colocó tras de mí. Mi cuerpo se tenso y mis pezones se erizaron de nuevo. Note sus dedos en mis piernas, despacio, suave. Un aire frio recorría mis nalgas, desplazándose a su antojo entre ellas y cruzando mi coñito que aun debía estar brillante. De repente, un calorcito agradable cambio aquello. Me estaba bajando el vestido, tapando mi culo. Una buena parte de mi culo, al juzgar por el cambio de temperatura que noté. ¿Pero cuanto se había subido? ¿Cuánto había enseñado e inmortalizado en las escaleras? Por suerte no los había mirado, por lo que mi cara no había salido en las fotos. Me sentí una guarra por haber estado todo ese tiempo enseñándolo todo. Y agradecida porque él hubiera remediado eso con sus manos. Aunque mi exhibición hubiera sido planeada por él.

-          Gracias, Amo. – le dije cuando terminé de limpiar mi mano con la lengua.

-          ¿Quieres decirme algo? Lo que quieras. – dijo, recogiendo su copa y volviendo a su posición frente a mí.

-          Tengo mil preguntas. – contesté con total sinceridad.

-          Adelante.

-          Ahora no sabría por donde empezar… - le dije como una estúpida.

-          Tranquila. No te preocupes. Es normal. Tendrás tiempo para preguntar y para decirme lo que quieras. No quiero que te guardes nada para ti. Todo lo que sientas, pienses o hagas, lo quiero saber.

-          Si, Amo. – le dije, extasiada por lo que aquella frase conllevaba, por un lado, tranquilidad y por otro, total falta de intimidad. Me excité.

-          Se me ocurre una pregunta... Amo. – le dije casi olvidando llamarle como lo que es.

-          Hazla, Tamara. – me autorizó con una sonrisa.

-          ¿Tengo que llamarle de usted?

-          Suele ser lo normal. Pero ya iras descubriendo que yo no soy un Amo muy normal. Tengo mi propia forma de hacerlo. Puedes tutearme siempre. Cuando hablemos como amigos o como Amo y sumisa. Salvo cuando hayas cometido una falta y te estés disculpando o cuando quieras pedir un permiso especial.

Sumisa… esa era la palabra. Esa era yo. No era esclava. Era sumisa. No sabía la diferencia, pero sonaba mejor. Estúpidamente me sentía honrada de serlo. Como cuando me llamo soplapollas, pero más. No sabía todo lo que conllevaba eso. Pero si yo era su sumisa y el mi Amo. Yo era suya. Estaba loca. De psiquiatra. Pero me fascinaba. Note una de sus grandes manos en mi cadera. Como si volase guiada por él, me llevo hasta la barandilla. Ahora si que notaba el aire entrar por debajo de mi falda. Él se colocó tras de mí, pegado a mi cuerpo, nada obsceno, nada sexual. Con la mano que me había invitado a llegar hasta allí, rodeo mi cintura. La otra la uso para ofrecerme la copa. Yo la cogí con ambas, por miedo a que los nervios la hicieran caer. Con su mano libre aparto el pelo del lado derecho de mi cara, descubriéndome el cuello. Me derretí en un instante cuando se acercó por detrás hacia mi parte ahora descubierta.

-          Como te dije, sabía que eras especial. Y no me has decepcionado. Aun es pronto. Pero te has ganado el derecho a que corra el riesgo. Lo más importante en toda relación es la confianza. Y en una relación como esta, lo es todo. Confianza en ambos sentidos, aunque no te lo parezca. Puedes pensar que solo tú corres el riesgo. Pero no es así.

Cada palabra acariciaba mi cuello y el lóbulo de mi oreja y hacía que la piel de todo el cuerpo reaccionara. Conseguía meterse dentro de mí, mucho más haya que si me estuviera penetrando. Mi nivel de excitación era máximo. Pero esta vez no era sexual. Era algo más. Excitación por lo nuevo, lo misterioso, lo prohibido. Por conocerle y por conocerme a mi en sus manos. No quiero decir que, si se hubiera desabrochado la bragueta en aquella terraza, no me hubiera tirado de rodillas y zafándome con las manos a su trasero, me hubiera tragado su rabo como si no hubiera comido en días. Claro que sí. Estaba cachonda como nunca en mi vida. Pero era algo más.

-          Conmigo sufrirás. Te haré mil perversiones y tendrás que superar muchas pruebas. Te putearé de las maneras más morbosas e imaginativas que no sabes ni que existen. Serás castigada. Y no te gustará. Pasaras momentos malos, que te harán pensar si merece la pena todo esto. También disfrutarás como no lo has hecho con nadie, ni lo harás nunca más. Lo que vivirás conmigo no lo podrás repetir, porque una vez que eres mía, jamás podrás ser de otro. Lo podrás intentar, pero tu cuerpo y tu mente jamás le pertenecerá. Te cuidaré siempre. Sentirás dolor, desesperación, frustración, vergüenza, humillación… pero siempre estarás protegida. ¿Qué te parece la oferta?

¿Qué que me parece la oferta? ¿En serio? Le sueltas eso a una mujer y tu conclusión es preguntarle ¿qué te parece la oferta? ¿Nos vamos a Sigüenza este finde? ¿Qué te parece? ¡Nooooo tío, no! Eso no va así. No puedes pedirme que me convierta en tu puta particular así tan fácilmente. Crees que ponerme cachonda como una mona y ahora agarrarme la cintura a la luz de las estrellas mientras me hablas al oído, haciendo que si llevara bragas se me cayeran. ¿Vas a poder convertirme en tu puta para hacerme todo lo que quieras?

-          Si, Amo. Lo estoy deseando.

A todos os ha pasado que pensáis una cosa y decís otra ¿no? Pues eso, no juzguéis y no seréis juzgados. Ese hombre había entrado en mi mente y no era el único sitio donde quería que entrara.

-          Bien, pues vámonos. Esta noche será la primera de tu nueva vida.

-          Si Amo. Gracias Amo. – le contesté nerviosa apurando la copa, que sin darme cuenta me había bebido entera mientras escuchaba su oferta.

-          Amo… ¿puedo hacerle una pregunta más antes de irnos?

-          Claro. ¿Qué es lo que te preocupa?

-          En realidad… y aunque no lo entienda, no me preocupa nada. Es otra cosa…

-          Me alegra escuchar eso. Pues dime ¿Cuál es tu pregunta?

-          ¿Puedo saber su nombre, Amo? – le pregunté, con tono de niña vergonzosa.

-          Claro que puedes saberlo, pero creo que te está sonando el móvil.

Efectivamente, algo sonaba en mi bolso. Por mi como si la orquesta de mi pueblo estaba allí dentro, que no lo hubiera oído. Toda mi atención estaba en él, en lo que me había dicho y en lo que pudiera decirme. Me daba igual mi móvil, solo quería escuchar su nombre. Quería saber el nombre de aquel misterioso caballero, que me trataba como la más vulgar puta. Y a la vez conseguía que me sintiera como la mujer más importante de todas.  Asintiendo con su cabeza, me dio a entender que quería que cogiera el móvil. Por más que mi deseo fuera olvidarme del inoportuno aparato y escuchar su nombre, algo me impedía desobedecer, aunque fuera algo tan trivial y personal como contestar a una llamada de mi teléfono. Frustrada por no poder seguir la conversación, pero con una extraña sensación de bienestar por “joderme y aguantarme” a su capricho, saque mi móvil del bolso. 5 llamadas perdidas de Laura y otros tantos mensajes.

Tamy tía, que este tío me ha vacilado. Me ha dicho que tenía el coche en reserva y que no tenía suficiente para ir hasta mi casa. Que se le había perdido la cartera. Le he dejado los últimos 20 euros que me quedaban para que fuera echar gasolina mientras esperaba que me contestaras, pero no viene. Le llamo y esta apagado. ¡¡¡Me ha timado tía!!! Y no tengo dinero. Por favor dime que no te has ido.

Ese mensaje y unos cuantos pidiéndome desesperada que le cogiera el teléfono inundaban su conversación. ¿Qué podía hacer? Tenía que ayudarla. Se lo conté a mi Amo mientras miraba en mi cartera. No tenía dinero en efectivo. Tendría que esperar el taxi con ella y que se cobrase con mi tarjeta. Aunque me quedaría yo sin dinero. Con un desconocido que era mi Amo y sin nada de dinero. Me daba igual. Si había confiado en él para quedarme desnuda en el baño de hombres… Él vio mi cara de desesperación y me preguntó que me pasaba. Se lo conté, esperando que no se enfadara por estropearle el plan que tuviera para nosotros.

-          No te preocupes. Tienes que ayudar a tu amiga.

-          Pero no quiero estropearte el plan. Seguro que ya lo tienes todo pensado. – le contesté.

-          Tranquila, se me da bien improvisar. Llama a tu amiga y dile que no se preocupe, que tienes quien la lleve a casa.

-          ¿Quieres decir que la vas a llevar tú?

-          Nosotros. – contestó, aliviándome sabiendo que yo seguía en su mente.

-          Gracias Amo. Muchas gracias por ayudar a Laura.

-          No te saldrá gratis. Tendrás que hacer algo a cambio.

-          Haré lo que me pidas, Amo.

Si has venido directamente al final, muy mal. Todo tiene un comienzo por un motivo. No está bien saltarse las normas.

Muchas gracias de nuevo a todos los que han llegado aquí. Intentaré publicar el siguiente capitulo lo antes posible. Como siempre, acepto cualquier crítica, comentario o idea que quieran compartir conmigo.