Haré lo que me pidas 2
Continúa la historia de Tamara en los baños de una discoteca, con un hombre al que ella había utilizado y que ahora se muere de deseo porque sea él quien la use. Segunda parte de la historia, imprescindible leer la primera.
Muchas gracias por la buena aceptación del primer capítulo y por todos los que se molestaron en mandarme un mensaje agradeciendo o animándome a continuar. Para quien haya entrado de nuevas, esta es la segunda parte por lo que es necesario leer la primera para entenderlo. Espero no defraudar con la continuación. De nuevo, muchas gracias por vuestro apoyo.
Haré lo que me pidas. Capítulo 2.
- Sabía que responderías eso. Veremos si es cierto y no acabas siendo una decepción como la mayoría.
Aquello, lejos de desanimarme, me convenció para ser quien le sorprendiera y demostrara que yo no era una cualquiera. Siempre había sido bastante competitiva. No en todo. Pero si quería hacer algo, lo hacia bien. Y en estos instantes, lo único que me importaba era chupar aquella polla con la que había tenido el mejor orgasmo de mi vida, sin tan siquiera poder verla. Si solo con su tacto a través del pantalón había conseguido que mi mayor meta fuera conseguir el título de chupapollas, que no conseguiría cuando la tuviera dentro de mí.
- No lo seré. Yo no soy como las demás. – le dije, perdiendo un ápice de ese aire de sumisión.
- Así me gustan a mi las mujeres. Seguras de si mismas hasta cuando están arrodilladas sobre el meado de cien tíos.
Era cierto, acababa de sentirme orgullosa de prometer que sería una guarra y una zorra a un tío, mientras estaba arrodillada en el sucio baño de la discoteca con mis tetas por fuera del vestido y del sujetador. Y lo más asombroso, es que era así. No me sentía mal. Me sentía humillada, un trozo de carne, una puta. Pero no me sentía mal. Era como si con aquel hombre las normas de la moral no existieran. Como si lo normal fuera esto, y todas las demás mujeres que no lo hicieran fueran unas aburridas, cobardes y unas estrechas. Jamás había pensado así. Es cierto que nunca he sido una monja y que he disfrutado de mi sexualidad. ¿Pero siendo vejada de esta manera? Nunca. Ni siquiera pensé que se pudiera disfrutar haciendo esto. Pero si lo pienso de verdad, creo que tiene más que ver esto en mi excitación constante que el hecho de chuparle la polla a este desconocido.
- Desnúdate. – me ordenó, de golpe y sin previo aviso.
Al escuchar esa orden, un cosquilleo apareció en mi estómago y parecía que se dirigió hacia mis zonas erógenas. Mis pezones se endurecieron y mi coño volvió a mojarse, si es que había dejado de hacerlo en algún momento. No es que me sorprendiera que me ordenara eso, era lo “normal”, dada la situación y lo de menos después de lo que ya había hecho. Lo que si me impactó es que me entrara una extraña vergüenza al tener que estar desnuda delante de él, a pesar de que ya me estaba viendo los pechos y el sexo en este momento. Aun así, me fui a poner en pie para cumplir su orden cuando me detuvo colocando un dedo sobre mi cabeza. Inmediatamente volví a mi posición de rodillas. Era increíble como mi cuerpo reaccionaba a sus antojos. Como me controlaba con un solo dedo, sin tan siquiera articular palabra.
- Cuando te dé una orden, contestaras con un “Si, Amo”. Así sabre que has escuchado y entendido lo que he dicho.
- Si, Amo, perdón. Así lo haré. – le contesté, tontamente avergonzada por haber fallado en algo que ni siquiera sabía.
- No te preocupes, ya iras aprendiendo. Una perra no se adiestra en un día. Ahora sí, desnúdate.
- -Si, Amo.
Contenta por su comprensión a mi desconocimiento, me levanté como pude, apoyándome en las paredes del baño. Con todas las copas que había bebido y el tiempo que ya llevaba arrodillada ante él, mis piernas no reaccionaban como deberían. Aun así, conseguí erguirme sobre mis tacones y quedarme parada frente al que desde hacia unos minutos, era mi Amo. No conseguí levantar la vista para mirarle a la cara. No puedo aclarar si por vergüenza o por respeto. Pero con la mirada en el asqueroso suelo donde habían estado descansando mis piernas, comencé a desnudarme. La verdad es que tenia poca tarea. El vestido salió rápidamente sobre mi cabeza. Quede solo con la ropa interior, que realmente no cubría nada de lo que tenia que cubrir. El sujetador seguía bajado, dejando mis grandes pero firmes pechos apuntando hacia él. Más aun con mis pezones erguidos como lanzas. Mi tanga había quedado apartado a un lado, de cuando me masturbé, mostrando mi rajita brillante. Y por detrás el hilo que se escondía entre mis nalgas no es que fuera impedimento alguno para ver mi trasero.
El misterioso desconocido extendió su mano y yo entendí que tenia que entregarle mi vestido. Así lo hice. No espere a que me ordenara que me quitara la ropa interior. Su silencio era suficiente para saber que esperaba más. Llevando las manos a mi espalda solté el broche del sujetador, que quedo colgando de los tirantes en mis hombros. Me deshice de ellos con un movimiento deliberadamente lento, intentando ser sexy, intentando agradarle. Como si no fuera bastante estar obedeciendo sus caprichos para poder hacerle una mamada.
Le entregué el sujetador y fue el turno del tanga. Nuevamente quise hacerlo de manera sexy. Y creo que así fue, al menos hasta que llegué con mi tanga a los tobillos. Por evitar que tocara el pringoso suelo, tuve que levantar primero un pie y después otro. Las mujeres sabrán que mantener el equilibrio en tacones borracha no es para nada sencillo. Acabe haciéndolo con una mano apoyándome en la pared y ofreciéndole una pose bastante más cómica que excitante. Su sonrisa en la cara al verme de esa manera tan poco sensual, me reconfortó. Con mi tanga en su poder y yo completamente desnuda a excepción de los zapatos, me sentía como un ser inferior. Él todo vestido, con esa sonrisa de ganador y con toda mi ropa en sus manos y yo como una vulgar puta. Desnuda, con mis piernas manchadas de mis flujos y de los de vete a saber cuantos. Y, sobre todo, pendiente de que él decidiera que tendría que hacer. Recordé entonces los zapatos. No pensé que tuviera que quitármelos, pero había dicho que me desnudara. Por lo que fui a hacerlo cuando él me detuvo, esta vez con su voz.
- Déjate los tacones. Estas muy sexy completamente desnuda únicamente con ellos.
- Si, Amo. Gracias. – le contesté contenta de que me considerara sexy.
Como cambia el cuento de un momento a otro. Hacía no más de media hora, me consideraba una de las mujeres más sexys de toda la discoteca. Capaz de volver loco a cualquier hombre y de jugar con él a mi antojo. Y ahora, justo él. El primero de mis numerosas víctimas de aquella noche en la discoteca, me tenía a mí desnuda y con suerte, pronto de nuevo arrodillada a sus pies.
- Cuando te vi salir del taxi me pareciste preciosa. Cuando te acercaste a mi como una amazona, segura de ti misma, de lo que vales. Sabía que dabas el perfil. Estas acostumbrada a no dejarte pisar. A que nadie te someta. Defiendes tus ideas y no dejas que nadie te doblegue. Y la realidad es esta. Eres sumisa. Te encanta que otro decida sobre ti, sobre tu cuerpo. Que te quite esa responsabilidad de decidir. De lo que esta mal o bien. Posiblemente no lo sabías. Quizás lo sospechabas. Pero por tu cara, no lo habías probado. Seguro que tienes un novio que te trata como una princesa. Pero eso no te vale. No cuando de hacer que te mojes como la guarra que eres se trata. – me dijo, para después levantar mi cara con sus dedos en mi barbilla haciendo que mis ojos se enfrentaran a los suyos.
- Tengo la sensación de que dices la verdad. De que no eres como las demás. Tamara, demuéstrame que no me equivoco y haré que descubras lo que es el placer. – me dijo, haciéndome mantener la mirada en sus ojazos marrones y profundos.
Quise contestar, pero su boca me lo impidió. Esta vez no fue con una orden. Fue con un beso. La mano en mi barbilla bajó recorriendo mi espalda hasta mis caderas, para después acercar mi cuerpo al suyo con sus brazos y dejarme indefensa a sus labios, que fueron sin titubear a los míos. Fue un beso lento y apasionado. De esos de película Disney al final. Con la diferencia de que estábamos en un wáter y yo completamente desnuda. Pero consiguió hacerme olvidar todo eso. Mi mente voló por un segundo de allí. Era como si estuviéramos en el paisaje más idílico posible, lejos de la música y de la gente. Eso sí, yo seguía desnuda y él completamente vestido. Como si mi mente ya diera por perfecto que la situación tuviera que ser así. Mi piel se erizó, no solo mis pezones, que para entonces se tenían que estar clavando en su pecho. El roce de su mano sobre mi cadera, sin intención de bajar hacia mi culo ni ninguna otra parte intima. Podría haberme sentido rechazada al estar desnuda para él y que ni siquiera me tocara el culo al besarme. Pero él no lo necesitaba. Sabía que me tenía. Que podía hacer lo que quisiera, cuando quisiera. Como coño había conseguido aquel tío volverme tan loca por sus huesos. No tenia ni idea. Daba igual. No era el momento de pensarlo. Mañana ya tendría una severa charla con mi conciencia y decidiría que clase de zorra infiel era. Ahora solo quería disfrutar de dejarme llevar y descubrir hasta donde era capaz de hacer por aquel hombre desconocido.
Cuando terminó de besarme se apartó, dejándome con una sonrisilla tonta de niñata enamorada. Abrí los ojos y me volví a encontrar los suyos. Mi sonrisa se acentuó aun más. Él también sonrió por unos segundos. Pero luego su mirada cambió. No puedo explicarlo. No dejó de sonreír, pero era diferente. Había vuelto el Amo. Agaché la mirada de nuevo. Y esperé intrigada que sucedería después.
Metió su mano en mi pequeño bolso, que colgaba del pomo de la puerta. Sacó mi móvil y colocándolo frente mi rostro lo desbloqueó. Nota mental: desactivar esa función de seguridad. Casi sin darme cuenta, me hizo una foto tal y como estaba, o sea, completamente desnuda. Por suerte era mi móvil y no el suyo. Si, se que es un poco hipócrita que me importe que ese hombre tenga fotos mías desnuda y no que tenga un video de mi mejor amiga haciendo una felación. Tampoco tengo claro si le hubiera parado los pies si esa foto hubiera sido hecha con su móvil y no con él mío. Eso me hizo pensar ¿Cuándo le pararía los pies? ¿hasta dónde estaba dispuesta a hacer por ser una chupapollas? Y lo más importante y la verdadera pregunta ¿Que trauma mentar tenía yo para que esto me embriagara tanto, como para autoconvencerme de que necesitaba ese “título” con tanta ansia?
Tomó varias fotos mías de frente, juraría que alguna fue solo de mi cara. Después me ordenó darme la vuelta. Por primera vez le mostré mi parte posterior. No es que me molestara, estoy muy orgullosa de mi culo. Casi me alegré de poder enseñárselo por fin. Pero siempre queda esa duda y esa pequeña vergüenza de cuando muestras algo nuevo y esperas no decepcionar. Y más cuando para ti, su aprobación lo es todo en ese momento. Mientras miraba la pared y dejaba que aquel hombre fotografiara a su gusto mi espalda y mi culo, vino a mi mente la posibilidad de que se estuviera tocando. Pensé que aprovechando que no podía verle, se había sacado su pene y con un movimiento lento se estaba masturbando a unos centímetros de mis nalgas. Mi mente se entretuvo con la posibilidad de que comenzara a pajearse rápidamente, de que su polla se rozara con mi culo con cada embestida de su mano. Hasta que no pudiera aguantar más con la imagen de mi culo en pompa y acabara corriéndose sobre él, manchándome con su semen mis nalgas desnudas y dejándome como la guarra que estaba claro que era. Como un auto reflejo, mis caderas se movieron intentando acercar mi trasero a donde yo imaginaba que estaría su polla. Pero no, lo único que conseguí es que él pensara que estaba posando.
- Sé nota que no es la primera vez que te hacen fotos así. Muy sexy. Mírame sin darte la vuelta, quiero que salga tu carita de niña buena a la vez que ese culo de zorra que tienes.
Lógicamente para estas alturas, lo hice. Esperaba encontrar con que mi fantasía era cierta y que tenia una mano ocupada con mi móvil y otra con su arma, pero no. Aquel hombre era de hielo. Cuando se iba a dejar sucumbir por la tentación de tener a una mujer como yo a su merced y hacerme suya. Aunque en realidad… creo que nunca había sido más de nadie que de ese hombre y sin haberme tocado. Deje que me inmortalizara sonriendo a cámara con el culo casi en pompa.
- Vuelve a tu sitio. – me dijo él.
- Sí, Amo. – le contesté.
Con duda, pero sin querer que él lo notara, me arrodille en el suelo. Con su sonrisa supe que había acertado. ¿Mi sitio? De rodillas en el suelo, claro. Todo encajaba. Ahora me grabaría mamando su polla al igual que había hecho con Laura. Mi corazón empezó a latir más fuerte, los nervios apretaron mi estómago y la excitación consiguió que volviera a notar como el interior de mis muslos se mojaba. Levanté la cara y le miré mientras me mordía el labio inferior, poniendo cara de zorra que esta deseando que la usen. En la suya vi satisfacción, le gustó mi gesto. Me hizo una foto de esa manera y me dijo:
- Tengo que enseñarte algunas posturas. Ahora estas en espera, sin saber que tienes que hacer hasta que yo te lo diga. Por lo tanto, además de estar arrodillada ante mí, pon tus talones apoyados en tus nalgas. Separa las piernas. Cabeza alta mostrándome el rostro, pero mirada en el suelo. Espalda recta. Manos sobre tus muslos con las palmas hacia arriba.
Fui adoptando la posición según me iba corrigiendo. Cuando terminé, dejé que me fotografiara de aquella manera tan sumisa. Notaba mi sexo abierto por la posición de mis piernas a escasos centímetros de aquel asqueroso suelo. Comencé a pensar en mi chochito. ¿Estaría bien depilado? Siempre lo llevo arreglado, pero claro… no pensaba que esta noche acabaría mostrándoselo a mi Amo… Quería verlo, pero con la cabeza alzada, por mucho que quisiera bajar la vista solo alcanzaba a ver sus zapatos negros. Él veía cada centímetro de mi cuerpo desnudo y yo solo podía ver sus pies … ¿Por qué me ponía aquello tan cachonda?
- Muy bien perrita. Estas preciosa así. Ahora ponte en ofrecimiento. Mirada al frente. Abre más las piernas. Manos tras la nuca. Saca pecho. Abre la boca. Perfecto.
Si antes pensaba que le estaba mostrando todo, ahora… Mis generosas tetas estaban en su mayor esplendor, con los pezones tan duros que podía notar un ligero dolor. Mi coño goteaba, seguro que él podía verlo. Y mi boca volvía a estar abierta, esperando por fin mi recompensa. Después de otra tanda de fotos en esta posición, se entretuvo haciendo algo con mi móvil. Espere pacientemente notando como de mi boca comenzaba a deslizar saliva por la comisura de mis labios. Literalmente ese hombre hacia que me derritiera por él. Guardó el móvil en mi bolso. Cogió el bolso del pomo de la puerta, llevo el asa a mi boca y con un gesto de su dedo sobre mi barbilla me la hizo cerrar. Mientras que yo sujetaba con mis dientes el bolso y mi cara no podía reflejar más desconcierto, volvió a hablar.
- Veremos si es cierto lo que has dicho. Voy a salir y dejar tu ropa en el baño de al lado, donde estaba tu amiga hace un momento. Cerrare la puerta y me iré a tomar una copa. Puedes salir cuando quieras. Pero mientras te decides no puedes moverte, salvo tu mano dominante, para masturbarte. Quiero que estés así hasta que te decidas a salir y recuperar tu ropa. Cuando lo hagas, me escribes y te daré instrucciones. Ve pensando una excusa para tu amiga, ya que nos iremos de aquí y te mostraré lo que es ser sometida y el placer que ello te procurara. Te daré unos minutos para que lo pienses. Si no te ves capaz, te daré la ropa, borrare mi número de tu teléfono y no volverás a saber de mí. Aquí nunca ha pasado nada y tu podrás seguir con tu vida. Serás libre. Pero perderás la oportunidad de ser mía. Piénsalo.
No me lo podía creer. Quería dejarme allí, completamente desnuda y dejar mi ropa fuera. Que yo saliera así, en el baño de hombres. ¡¿Estaba loco?! ¿Y mi premio? Había hecho todo lo que me había pedido y nada. Intente decírselo, pero no podía hablar mientras sujetaba el bolso. Lo pensé. Increíble, pero tuve que pensar si lo hacía o no. Y no me refiero a lo que me había ordenado. Tuve que pensar si quitaba el bolso de mi boca para poder hablar. Como había calado aquel hombre en mí. Le miré, necesitaba decirlo. Pero me costaba abandonar la posición donde tan milimétricamente me había dejado él. Entonces fue él quien sujeto el bolso liberándome de aquella mordaza tan sutil y efectiva.
- Dime. Que has decidido.
- No es justo. – le dije. Debí decirle que se fuera a la mierda. Que ya tenia que haberse sacado la polla para que le hiciera la mejor mamada que le habían hecho en su vida. Pero no, solo dije eso.
- ¿Justo? Que quieres decir con eso. Habla. Habla tranquilamente. – me contestó, con su tranquilidad habitual y pasmosa.
- He hecho todo lo que has querido. Me tienes completamente desnuda. Me has prometido que si te obedecía podría chuparte la polla… - le dije, perdiendo fuerza en mis palabras según me iba dando cuenta lo estúpida que era intentando hacerme la indignada con todo esto.
- ¿De verdad lo que quieres es comerte una polla? Tienes decenas de hombres aquí que estarían encantados de ello. ¿Preguntamos? – me contestó, llevando su mano a la puerta.
- No… No los quiero a ellos. Te quiero a ti. – le dije, con vergüenza por la sinceridad de la respuesta.
- Vale. Cambiare mi propuesta. ¿Quieres chuparme la polla ahora mismo? Puedes hacerlo. Borrare mi numero de tu móvil. Haces lo que quieres y me iré. No volveremos a vernos y todo quedara entre estas cuatro paredes. – me dijo, tranquilamente mientras volvía a coger mi móvil.
- ¡No! No por favor… no quiero eso…
- Solo debes decidir si confías en mi o no. Si crees que me iré con tu ropa y no te la dejaré donde te he dicho. Si te quedarás desnuda aquí o si por el contrario tendré todo controlado para que no te pase nada.
Lo que decía era cierto. Todo. No le conocía de nada e iba a dejar que saliera de allí con toda mi ropa. ¿Y si se la lleva? Me quedaría desnuda. ¿Le denunciaría? ¿A quién? No se quien es. ¿Qué iba a decir? ¿Que después de hacer todas las perversiones que me había pedido me había chantajeado con no poder comerle la polla si no lo hacía? Ni siquiera eso era cierto. Como mucho, que me había engañado y se había llevado mi ropa. Me gustaría ver la cara del policía al contárselo… No sé qué me daría más vergüenza si quedarme desnuda o tener que reconocer que era estúpida. Nada … todo esto no tiene ni pies ni cabeza. Era un riesgo muy grande y mi única opción era confiar en un desconocido. Un desconocido que podía hacerme lo que quisiera allí mismo, pero solo me había tocado para besarme. Le mire a los ojos, baje mi mirada al frente y volví a abrir la boca. El coloco mi bolso de nuevo allí y yo lleve mi mano derecha a mi expuesto y mojado coñito.
- No te arrepentirás. Eres mía y yo cuidaré de ti.
Abrió la puerta. Pude ver a un hombre en el urinario de enfrente y a muchos más reflejados en el espejo. Aun con la puerta abierta. Me recordó que no podía dejar de tocarme, pero que no me corriera. Y que mantuviera mi posición de ofrecimiento hasta que abriese la puerta para salir. Me sonrió y cerro. Allí quede yo, frotando mi coño lentamente, desnuda, sin mi ropa. Ya no había vuelta atrás. ¿Me habría equivocado? ¿Saldría de ese baño y mi ropa no estaría? ¿Pero… y si sí? ¿Después qué? Que me esperaría siguiendo las ordenes de aquel hombre, del que no sabía ni su nombre. Solo que le había prometido que haría lo que él me pidiera. No sabía si me arrepentiría de ello. De lo único que estaba segura es que estaba más excitada de lo que había estado nunca.
Muchas gracias a todos los que han llegado hasta aquí. Se que el contenido de sexo explicito es muy bajo. Todo llegará. Hay cientos de relatos con más sexo, por lo que no me considero en la obligación de incluirlo. Mi intención es crear una historia lo más real posible, desde mis vivencias y con la suficiente fantasía para que nadie se dé por aludido en ella. Por supuesto agradezco todos los comentarios y críticas al respecto. Todas las opiniones son importantes para mí, pero yo decido. Un saludo y muchas gracias por su tiempo, espero que lo hayan disfrutado.