Hans, yo y papá (2)

Germán relata como día a día va cayendo en la cuenta que Hans tenía sometido sexualmente a todo su entorno y como, poco a poco el será sometido.

  1. Papá, yo y Hans

Salió con un cigarrillo encendido, estaba completamente desnudo, bellamente exhibía su cuerpo para mi maravillosa vista privilegiada, detrás de la plantera. Dió dos o tres pitadas, yo amaba ese aroma a cigarrillo negro que salía de su boca, luego posó su mirada hacia donde yo estaba y me dijo.

  • Tendrías que irte antes que regrese tu madre- su tono cómplice no hizo mas que congelarme mas de lo que estaba, juro que en ese momento solo quería morir- vamos Germán, reaccioná- dijo el, mas amigable que nunca mientras yo sentía que me orinaría encima.

El me tomó del brazo sacándome de mi escondite, me sonrió y yo sin pensarlo salí corriendo deseperadamente hacia mi cuarto. Al llegar allí, toda la culpa y el miedo me había evaporado las sexuales viviencias que había tenido segundos antes. Durante toda la noche, entre pesadillas y sueños, fueron mezclándose lo vivido. Cuando desperté por la mañana, estaba completamente destruído. Sabíaque nunca mas podría mirar a los ojos a mi madre, mucho menos a Hans o a Jorge que seguramente esa mañana estaba mucho peor que yo.

A las nueve, Sandra me trajo el desayuno a la mañana como le había pedido, cuando se acercó pude detectarle el perfume de Hans y mi repulsión fue total. El único hombre del que me había enamorado era el imposible mas grande en toda mi vida. Luego de unas horas de reflexiones y torturas mentales, salí mi balcón, desde allí pude ver a Hans acostado en el borde de la pileta tomando el sol de la mañana con el torso desnudo y una sunga negra que le marcaba su miembro, seguramente descansando del post coito que había tenido con la empleada. Al que no se veía era a Jorge, quien habitualmente a esa hora limpiaba la pileta y arreglaba el jardin.

No salí de la habitación hasta escuchar que Hans se había ido a buscar a mi madre a la oficina. Sin pensarlo, puso algo de ropa en una mochila como para unos días. Le escribí una nota a mi madre que le dejé sobre la cama, llamé a un remis y me fuí a la casa de mi padre. Sin duda, nunca mas iba a poder vivir con ellos, porque me hacía sufrir la idea de no poder tener a Hans y ese sufrimiento me llevaba a hacer cosas impropias como las que jabái hecho la noche anterior.

Mi padre me recibió extrañado pero contento por mi visita, cuando le pedí quedarme unos días, accedió sin preguntar. Algunas veces creo que mi padre tiene tanto miedo de mi, que jamás cuestiona nada, siempre accede, como si realmente no le importara.

A las pocas horas llamó mi madre desesperada, pero yo intenté calmarla diciéndole que quería pasar un tiempo con mi padre que estaba solo y compartir unos días con el. Ella accedió, pero supe que estaba mortificada, en la conversación me preguntó si era por Hans, o por algo que me habúia ocurrido, pero yo lo negué.

Así los días fueron pasando, no tenía la pileta a mano, pero si me bañaba en el río. La empleada de papá preparaba comidas mucho mas ricas que Sandra y era muy atenta conmigo, papá salía constantemente y trabajaba hasta tarde, asi que pocas veces podía verlo, a veces, compartíamos algún programa nocturno por tevé. Pero seguíamos manteniendo la misma relación de siempre. Nula.

Luego de una semana, una mañana muy temprano sonó el timbre. Yo me desperté naturalmente pero no me levanté a atender. Al parecer la empleada de papá no estaba, porque fue el quien atendió medio dormido, cuando abrió la puerta, escuché el saludo de Hans. De un salto salí de la cama y entreabrí la puerta de mi dormitorio que me permitía ver el living.

  • Hola ¿como estas- dijo papá mientras se estrechaban la mano

  • Tu empleada- preguntó Hans mientras no le soltaba la mano a papá

  • Día libre- contestó con una pícara sonrisa

  • Tu hijo?- preguntó Hans mientras llevaba la mano de mi padre hacia su entrepierna

  • Duerme, como un tronco- dijo mi padre relamiéndose los labios.

Y en ese momento, el poco ánimo que había conseguido esas semanas se evaporaron. Podía ver con claridad como mi padre se agachaba sumiso, bajaba el pantalón deportivo de Hans y se metía con golosas ganas, toda la espada de carne en la boca, sin dejar un centímetro fuera. Hans tomádolo de los pelos dirigía la acción, como lo hacía siempre.

Estaba completamente desilucionado, pero no podía evitar que mi pene se exite ante tamaño espectáculo. Me derretía por Hans, verlo nuevamente, ver su pene y esa seguridad macabra me hacía hervir la sangre, pero no podía quitar de mis ojos a mi padre que chupaba el pene de Hans con un empeño asombroso mientras se baja el pantalón piajama y usaba un poco de su saliva para untárselo en el ano, preparándose para lo que vendría.

En ese mismo lugar, Hans empujó a mi padre para que cayó al piso boca abajo. Y como si fuese un perro, mientras mi padre intentaba acomodarse, Hans hizo su primera estocada, penetrándole una buena porción de ese mountroso pedazo de carne. Antes que pudiera emitir cualquier sonido, el guerrero Romano tapó la boca de mi padre, mientras empujaba nuevamente para seguir atravesando el ano de mi padre que, al parecer, bien entrenado estaba.

Fue tan brutal como con Jorge y tardó mucho mas, en ningún momento le sacó la mano de la boca a mi padre, que estaba rojo y respiraba agitado.

  • Te gusta perrita- sentenciaba Hans mientras hacía círculos con su cadera para que los 6 cm de grossor de su pene, hagan espacio en el ano- gemis como una perrita de la calle

  • Si, si- balbuceaba papá undido en éxtasis.

De repente mi padre comienza a arquear su cuerpo y veo como va teniendo un orgasmo sin siquiera tocarse. Mis ojos me dolían por lo que estaba viendo, pero mi corazón latía al compás del frenesí en el que estaba envuelto.

Hans sacó de un golpe todo su pene, volvió a tomar de los pelos a mi padre, lo hacercó hasta el bestial mastil de carne y lo obligó a comerselo todo, hasta que acabó.

Luego de un rato de relax, Hans se levantó los pantalones, mi padre fue al baño y yo volví a mi cama. Quedé por largos minutos acostado boca abajo, pensando e intentando controlar mi erección. No podía masturbarme pensando en como mi padre había sido cogido por Hans, pero tampoco podía evitar exitarme con ello. Dentro de ese pensamiento, sentí que la puerta de mi cuarto se abría. En la posición en la que estaba simulé estar dormido.

Poco a poco fuí sintiendo la presencia de alguien que se acercaba hasta mi cama, podía oler la piel de Hans y me enloquecía. En ese momento quería asesinarlo y sacarlo de mi vista, pero también quería besarlo y entregarme a el como lo hacen todos, dóciles y sumisos

Hans se sentó a un lado de la cama, su mano me tocó suevmente. El contacto de su piel con la mía me dió un esclaofrío que casi me saca de la actuación que estaba haciendo. Luego pasó toda su mano por mi espalda hasta llegar a mi boxer, inconscientemente levanté mis glúteos, el suspiró un poco. En ese momento me dí cuenta que estaba entregado, pero que debía oponerme a mi entrega. Hice un gesto de que me estaba despertando, luego otro, pensaba que Hans me sacaría la mano, pero no, el seguía acariciándome.

  • German- dijo el con tu tono amistoso- vine a llevarte a casa- aseguró

  • Pero -intenté protestar como si estuviera muy dormido

  • Pero nada- contestó el con seguridad, sin dejar de acariciarme- tu madre te quiere de vuelta y yo también.

Abrí los ojos y me encontré con los suyos. No podía oponerme a nada. Era igual que todos los que el poseía.

Me dijo que me esperaba en el auto, salió de la habitación, saludó a mi padre y cerró la puerta. Luego de unos minutos, yo bajaba totalmente sometido y perturbado. Y aunque no hablamos nada en el camino, la tensión que reinaba era enloquecedora, me obligaba todo el tiempo a respirar profundo y mirar hacia adelante prestando especial atención en no volver mi cara y encontrarme con la suya.

Al llegar a la casa, mi madre festejó mi vuelta, me llenó de besos y me prometió que cuando vuelva de la casa de mi abuela, me llevaría de compras. Yo estaba feliz, avergonzado, dolido y extasiado.

Cuando terminamos el almuerzo, la acompañé a mi madre hasta el auto, ayudándola con un par de cajas que debía llevar, en ese momento lo ví a Jorge que estaba con la cabeza gacha barriendo le vereda. Sería la primer imágen que se repetiría constantemente. Jorge había dejado de levantar la mirada, desde aquella vez con Hans, el jardinero se había transformado, hablaba menos que antes, parecía atemorizado todo el tiempo y su mirada estaba siempre clavada en el piso. No sé si alguien lo notaba, pero era claro que a nadie le importaba demasiado.

Aprovechando que el guerrero Romano supuestamente estaba tomando un descanso en su habitación aprobeché la siesta para meterme en el agua. El contacto del agua pura y fresca, fue relajante y motivador, a medida que daba brazadas para llegar al otro lado de la pileta, mis pensamientos se diluían, hasta que toqué el borde y ví como Hans acercaba dos reposeras.

Yo fuí hacia una de ellas naturalmente, no podía fingir nada. Estaba decidido a entregarme al destino, cualquiera que sea, que Hans quisiese para mi. Era evidentente que no podía oponerme.

  • Tomemos sol desnudos- propuso con una sonrisa de oreja a oreja debajo de sus lentes para el sol- así no quedan marcas- y me miró por arriba de los anteojos.

  • Es que soy muy tímido- le dije comenzando a dudar de aquello que me había dicho de entregarme al destino- no sé- balbucee

  • Quedamos solo los varones- dijo, al hacer ver que ni mi madre, ni Sandra estaban- ¿de que tendrías vergüenza?.

  • De vos- contesté apenado

  • Vemos, sacate la sunga- dijo ya en un tono menos amable.

Y así lo hice y el no tuvo ningún reparo en mirarme de arriba abajo, pero nada mas que eso, se quitó su sunga, se recostó en la reposera y preguntó

  • Esta cerca tuyo la crema bronceadora?.

  • Si- le dije, mientras la tomaba de arriba de la mesa.

  • Poneme en el cuerpo- ordenó, sin nigún tipo de vergüenza.

Comencé a temblar y dudé por un segundo. Quería sobreponerme, quería decidirme, entre mandarlo al carajo o hacerlo como una perfecta puta. Pero quedaba en el medio y desde esa mitad, todo era confuso.

  • Porque siempre dudas de todo German?- preguntó el imperativo

  • No lo sé- suspiré yo- quizás no sé lo que es correcto y lo que no.

El se rió muy fuerte, estiró su mano hasta alcanzar mi brazo, me empujó delicadamente para si, me obligó a mirarlo a la cara y dijo

  • Eso es trabajo mío, tu ponme la crema en el cuerpo.