Hans

Un hombre ingresa a la vida de una familia adinerada y desde el sexo, los somete a sus instintos mas bajos, conviertiéndolos poco a poco en marionetas. Madre, padre, hijo, hijastro, sobrino, amigo, jardinero y todo un gran circulo de placer y dominio.

Hans

Introductorio

La brisa de verano hizo que me erizara. Me dió placer ese pequeño escalofrío que caló mi piel jóven, desnuda y húmeda. Pensé por un momento en no secarme el cuerpo y quedarme con su olor de hombre durante toda la vida, porque a la edad que yo tenía, todo era para siempre o para nunca jamás.

Cuando volví mi mirada, pude verlo dirigiéndose al sauna que tenemos al lado de la piscina, sus gluteos firmes se marcaban a cada paso, mientras en una mano llevaba la toalla y en la otra la crema con la que esparció todo mi cuerpo. Desnudo. Ese cuerpo había sido mío por unos minutos. Su ancha espalda al sol de la tarde que cae, era la imágen de los cuerpos perfectos de Roma, el camino de bellos que tiene en el pecho, como un árbol soberbio, me hacía alucinar. El era un luchador Romano, siempre me convencía de eso. Su cuerpo, como un dibujo perfecto me hacían perder los estribos y olvidar la buena educación que me habían dado mis padres y el colegio caro, donde nadie terminaba de conocerme y a pesar de ello, me odiaban.

Odio que aprendí también a tener yo. La vida era simplemente odiosa. Tenía 14 años, economicamente superior a cualquiera en esa pequeña ciudad tirada al Norte de la república Argentina, y sobretodo, muy inteligente, cosa mal vista por mis compañeros y maestros, quienes jamás me pudieron pescar algún error para disminuir mis altas calificaciones.

Entonces, también odio. Odio ser siempre el mejor, el mas educado. Odio no poder ser mujer, para ser la esposa de Hans, el guerrero Romano que llegó de Alemania y conoció a mi madre, una mujer 20 años mayor que el. Odio a mi madre por ser su esposa, y ser con la que el duerme. Odio a mi padre por permitir un divorcio tan fácil que le allanó el camino para contraer matrimonio. Odio a mi hermano que apenas pudo se fue a vivir a Buenos Aires dejándome con esta angustia y este sabor de placer vacío. Odio a Sandra, la chica de la limpieza, por capturar a Hans cada tanto y dejar que entre en su pequeño cuerpo ese enorme y bello pene rubio, arrancándole suspiros y quejidos que se pueden escuchar por toda la casa. También odio a Jorge, el jardinero y el encargado de la seguridad de la casa, porque aunque muchas veces se niega y logra zafar de las manotas de Hans, otras veces se entrega y se arrodilla en la puerta del sauna y se mete el trozo venoso, blanco y succiona desesperadamente, luchando contra sus instintos y lo correcto, mientras el guerrero romano lo toma del pelo con seguridad para que siga el ritmo que a el le gusta, sin importarle el placer del pobre Jorge que jamás se imaginó que perdería la hombría por la pasión de un hombre que cada vez que quiere lo utiliza como un pedazo de carne y cuando tiene ganas de humillarlo, lo levanta, le arranca el pantalón de un zarpaso y lo penetra intentando que por el espejo Jorge pueda verle la cara a quien le povoca ese placentero dolor que lo atraviesa.

Odio mi vida. Pero amo a Hans.

No tendría que hacerlo. Sé que es impropio y que tendría que encontrar a alguien de mi edad o unos dos o tres años mayor que yo. Tendría que amar a algún actor de la tele o algún cantante de moda. Pero no. Desde que Hans entró en mi vida esa noche de primavera de dos años atrás, le juré amor eterno y como si el lo supiera, hizo lo que quizo conmigo hasta tenerme en el lugar donde a el legusta tener a la gente. Arrodillado frente a el.

Esa noche yo cumplía 13 años, mamá se había empeñado en festejármelo. Ella es una mujer muy bella que supo hacer bien las cosas, a los 17 resultó embarazada por mi padre, cuatro años mayor que ella, mi abuelo paterno los obligó a casarse y a el le heredó toda la fortuna que había amasado por esas pampas. Hans y mamá ya eran amantes, todavía no lo sabía, pero cuando lo ví aparecer lo intuí. Con mamá somos tan parecidos que no cabía lugar a dudas. Mi padre lo había contratado para que analice la proyección de crecimiento de las exportaciones de la empresa, le había prestado un departamento que teníamos frente al río en la costanera y en ese momento lo invitaba a la fiesta de cumpleaños de su hijo.

La fiesta era terrible, muchos amigos de mis padres, mucho lujo y algunos conocidos que me habían obligado a invitar. La casa brillaba por las luces que se habían preparado para tal majestuoso evento. Todos los menores bostezábamos mientras el show de magía transcurría. En ese momento lo ví entrar, le abrió Juana, la que ahora es empleada doméstica de papá. El, con esa altura extraordinaria que tiene, su pelo renegrido y sus ojos celestes la conquistó, como lo hacía con todos los que se iban cruzando a su lado y que mamá atentamente presentaba. Yo me fuí. Me dió mucho miedo seguir mirándolo y no poder evitar la evidencia que me enloquecía las hormonas revolucionadas. Pero el me encontró detrás de la pileta, justo donde ahora esta el sauna y el gimnasio que colocamos hace unos meses, para que Hans pueda entrenar allí. Me miró mientras tomaba de su copa y avanzó con paso lento, su cara amigable fue sonriendo y desde lejos se presentó. Yo volví a ser el chico correcto que siempre soy, pero cuando me levanté del sillón mi pene estaba totalmente fuera de si. El lo notó, y me dijo "Oye tendrás que controlarlo a tu amigo". El reía sin burla y yo enrojecí. Tenía terror. Quería huir. Desaparecer. Pero el me hizo un cariño en la cara y me dijo que no me preocupe, pero que cada vez que me pase eso, debía de pensar en una comida fea. Automáticamente pensé en el caviar y mi pene disminuyó su tono. "Así esta mejor", sentenció el, mientras me abrazaba y me decía cerca del oido, "tu madre te busca para cortar la torta". Nuevamente mi pene reaccionó y nuevamente lo calmé un poco con la imagen y el sabor del caviar.

Corté el pastel, recibí los regalos y los fuí abriendo, mientras observaba como mi madre y Hans se cruzaban miradas lascivas de deseo. Yo también lo deseaba y lo miraba con el mismo fulgor que ella, pero no obtenía la misma respuesta. En ese momento también pude notar como mi primo Victor lo miraba curiosamente desde el otro lado del salón. Victor también trabaja en la empresa de mi padre, conocido por sus amores homosexuales, silenciados por su mujer.

Y como una mala película de Hoolywod, en menos de lo que canta un gallo. Mamá pidió el divorcio, mi hermano salió huyendo cuando comenzaron los litigios legales, papá terminó en el departamento de la costanera, compartiéndolo por unos meses con Hans, mientras mamá concluía una faraónica redecoración de la casa. Y en ese momento, entró Hans a casa, como el Amo y señor de cada cosa del lugar.

Capítulo 2. Mi mamá, Hans y el jardinero

Desde que Hans se mudó con nosotros me convertí en un fantasma dentro de la casa, siempre escuchando detrás de las puertas, escondido en lugares estrégicos intentando estar en cada paso que daba por la casa. Al principio creí que eran los celos por ocupar el lugar de mi padre, pero luego entendí que el, me revolucionaba tanto, que necesitaba tenerlo todo el tiempo lo mas cerca que pudiera. A los meses comencé a robar su ropa interior del cesto de la ropa sucia y olerla con anhelo imaginándo que todo ese aroma a hombre me pertenecía, masturbñandome compulsivamente, sufriendo por ese imposible.

Mi madre, las horas que estaba en casa estaba agotada, una parte por su trabajo y otra parte por las horas de sexo que Hans le hacía vivir. Yo los escuchaba lejanamente ya que mi habitación se encontraba del otro lado de la casa, pero los quejidos que le arrancaba Hans eran imposibles de sofocar, cuando le hacía el amor en la piscina era mucho peor, por momentos pensaba que la estaba matando, pero el tono de placer se alcanzaba a sentir y me hacía hervir la sangre.

A los ocho meses de su estancia en mi casa, llegaron las vacaciones, y con ellas tuve mas tiempo para disfrutar de la casa, de la pileta y de Hans, el se comportaba conmigo como un verdadero amigo, compartíamos largas conversaciones sobre diferentes temas, pero me costaba mucho prestarle atención a sus palabras, ya que siempre me detenía en su imagen, en su cara, en el bulto que le hacían sus pantalones en la entrepierna que avisaban de la buena herramienta que portaba. Ahora comprendo que lo notaba, pero en ese momento, me mortificaba con esos pensamientos.

Una noche anterior a las fiestas, estaba mi madre y Hans conversando en el jardín mientras tomaban una bebida refrescante y escuché desde mi escondite, cercano a los árboles de limones y naranjas, que mi madre le confesaba que mas de una vez se había acostado con el jardinero. Hans se rió mucho y mientras le besaba el cuello y su mano se deslizaba por entre la falda llegando hasta su coño, le dijo.

-¿Porque no lo invitas entonces a nuestro lecho?- su tono era seguro y calmo mientras comenzaba a masturbarla- sabes que no soy celoso- le dijo mientras observaba su reacción.

  • ¿Te parece?- dijo mi madre en su tono ronroneante, embargada en los movimientos de los dedos de hans sobre su sexo.

  • No es que me parece- contestó el , mientras le enterraba los dedos en su vagina con fuerza, mientras ella lanzaba un gemido sordo- Quiero que lo hagas, ahora- sentenció el, y de un solo movmiento retiró su mano, se levantó del sillón y le dijo- los espero en la habitación.

  • ¿Y Germán?- preguntó mi madre ofuscada por los borbotones de placer interrumpidos que había acabado de sentir.

  • Germán no tiene porque darse cuenta- dijo el en un tono ya mas agresivo- tu hijo seguramente estará durmiendo- dijo el mientras se alejaba rumbo a la escalera que conduce a las habitaciones.

Mi madre se fue a los minutos rumbo a la casa de los empleados que quedaba cruzando el jardín.

Había una forma de observar la escena, era muy arriesgada, podía terminar envuelto en un terrible lío, pero ya estaba tan, pero tan exitado que dudé solo unos instantes y luego me embarqué en trepar uno de los muros de la casa, hasta llegar al balcón de la habitación de mi madre, desde allí, si tenía suerte que no cierren la persiana, sería muy fácil poder observarlo todo.

Cuando logré llegar al balcón, pude escucharlo a Hans cantando saliendo del baño. Estaba completamente desnudo, era la primera vez que podía verlo con detenimiento, sin sentir que en cualquier momento podía ser descubierto, estaba oculto detrás de un plantero enorme y desde allí, el enorme ventanal de la habitación era un escenario con vista de lujo para mis ojos y para mi pene que estaba tan pero tan erecto que sentía que en cualquier momento estallaría. El pene de Hans estaba casi muerto, pero aún así se deslizaba por sus piernas peludas y musculosas como un víbora peligrosa a punto de dar batalla. Cuando el volvió al baño, yo me adelanté hacia otro macetero que si bien, no me daba la misma vista, si me permitía escuchar lo que estaba sucediendo dentro de la habitación. Cuando Hans volvió a salir del baño, mi madre entraba con Jorge que tenía una cara de terror muy graciosa. Nuestro jardinero es mas bien petiso, pero bien morrudito, con un cuerpo bien marcado por los trabajos que debía de hacer en la casa y aparte porque le gustaba mucho jugar al futbol, como todo petiso tenía una cola increiblemente parada y firme, el mes anterior había cumplido sus 32 años, era separado y trabajaba con mi madre desde muy jóven. En ese entonces, era un jóven sin rumbo y mi madre le dió la oportunidad para cambiar.

  • Vé a tomar una ducha- le ordenó Hans a mi madre de una forma muy grosera, mientras lo miraba fijamente a los ojos a Jorge que tenía su vista clavada en el piso- y rápido

  • Si Hans- dijo ella, en una actitud sumisa que jamás le había conocido

Una vez que mi madre entró en la ducha, Hans se acostó en la cama, abrió sus piernas y dejó nuevamente a su pene que comenzaba a reaccionar descansando en una de sus piernas.

  • Que te dije apenas llegué a esta casa?- preguntó Hans a Jorge que seguía parado en el mismo lugar.

  • Que tenía que hacer lo que usted me dijera- dijo el, tragando saliva- porque sino, me hacía echar.

-Muy bien - dijo Hans- Sacate la ropa- ordenó en seco

Jorge lo hizo automáticamente, se lo veía colorado de la vergüenza pero lo hizo muy rápido hasta quedar completamente desnudo. A comparación de Hans, el miembro de Jorge era algo mas grande que lo normal, sus huevos se los veía hinchados, su cuerpo era digno de admirar, aunque Hans apenas lo miró, simplemente se limitó a encender el televisor y poner el canal erótico. Los gemidos que salían del televisor sin duda perturbaban a Jorge y lentamente, aunque sin moverse del lugar comenzó a exitarse con ellos.

  • Estas enamorado de mi puta, ¿no?- dijo Hans mirándolo con desprecio, Jorge intentó balbucear alguna excusa pero estaba consternado- no te preocupes- le dijo Hans- te la voy a prestar- y se rió.

Mamá entró a la habitación completamente desnuda, Hans se paró y le hizo una seña a mi madre para que se acueste en la cama, ella obedeció sin decir palabra alguna.

  • Quiero que le digas a Jorge quien manda en esta casa- dijo Hans, mientras yo observaba de cerca su culo firme ya que estaba parado cercano a la ventana- quiero que sepa de tu boca quien es el dueño.

  • Vos Hans, todo lo que ordenes, va a ser cumplido- dijo mi mamá en un estado que me dejó perplejo, estaba mansamente sometida por Hans.

  • Entonces, si no se porta como yo quiero, puedo decirle que esta despedido ¿no?- interrogó Hans

  • Si, mi vida- dijo mi madre dubitativa

  • Y si me hace enojar, podemos encerrarlo para que aprenda en la carcel lo que es la obediencia, ¿no?, podríamos decir que nos robó algunas joyas o planeaba nuestro secuestro- volvió a interrogar Hans, mientras Jorge ya estaba evidentemente nervioso.

  • Si mi vida- contestó mamá un poco preocupada por lo que decía Hans.

  • Estuviste en un reformatorio - acuso Hans mientras se acercaba a Jorge que estaba morado y avergonzado por la situación que estaba viviendo- ella me lo contó- aseguró mientras le regalaba una sonrisa a mi madre y avanzaba hasta ponerse al lado de Jorge- Seguramente sabés como se complace a un hombre- y apenas terminó de decir la frase Jorge rompió en un llanto histérico incontenible, mi madre intentó levantarse pero Hans le hizo una seña con la mano para que no se moviera de ahí.

  • Señor por favor, no me haga sufrir- imploraba Jorge sumido en llanto- yo, yo le prometo que voy a hacer lo que usted quiera- dijo mientras caía al piso de rodillas- se lo suplico, no me eche.

  • ¿Sabés como se complace a un hombre?- preguntó Hans con una mirada de desprecio por la persona que tenía arrodillada a sus pies- Es lo único que te va a salvar de la cárcel- afirmó.

Pero Jorge lloraba sin parar, su desesperación lo llevó a tomar con sus manos las musculosas piernas de Hans y suplicaba, aunque poco se entendía de sus palabras. Hans sonreía mientras observaba a mi madre que desde la cama estaba perpleja.

  • Me dijiste que iba a ser dueño de todo lo que te rodeaba y que siempre iba a poder disponer de todo- le dijo Hans mientras Jorge lloraba- soy tu dueño y voy a hacer uso de todo lo que me corresponde, es la única forma de que yo este a tu lado- continuó Hans mientras mi madre asentía con la cabeza- vas a ver que la vamos a pasar muy bien- su sonrisa era francamente perversa.

Mientras decía eso, tomó por los pelos a Jorge, quien se estremeció, y lo acercó a su pene que comenzaba a despertarse.

  • Jorge, abrí la boca- dijo mientras miraba fijo a mi madre- abrí bien la boca- prácticamente lo ordenó y Jorge la abrió- ahora vas a probar mi miembro.

Con la mano que sujetaba los pelos lo condujo hasta su pene que apenas ingresó a la boca terminó de ponerse tieso y fue controlando el mete y saca lentamente. Jorge estaba entregado, sus arcadas por no poder abarcar tremendo instrumento, se mezclaban con su llanto que intentaba controlar. Mi madre comenzó a tocarse, pero Hans nuevamente le hizo una seña para que se detenga.

  • No te preocupes, ahora esta puta te va a hacer gozar- le dijo Hans.

Mi cerebro explotaba por lo que estaba viendo, mi pene estaba a punto de estallar entre mis pantalones, no podía creer realmente el dominio de la situación que tenía Hans.

Luego de unos minutos, Hans comenzó a acelerarle el ritmo a la chupada, Jorge tenía los ojos desorbitados por la velocidad y en un segundo, Hans aumentó su respiración, lo tomó por la nuca con las dos manos y con un hilo de voz ordenó

-Tomala toda- evidentemente por su respiración y unos hilitos de transpiración que salían de su frente, Hans derramó todo su esperma dentro de la boca de jorge quien luchaba con las arcadas y obedecía ciegamente a lo que se le había ordenado.

Mi madre comenzó a ronronear, como pidiendo atención. Hans un poco mas repuesto, le sonrió, y llevó de los pelos a Jorge hasta donde mi madre, le indicó a ella que abra las piernas y colocó la boca de Jorge en su sexo.

-Seguí trabajando- le dijo con desprecio, mientras el se acercaba a mi madre para besarla- ¿estas caliente, putita?- preguntó mientras mi madre se contorsionaba por la traviesa lengua de Jorge que le recorría el sexo con desesperación.

  • Si papito, estoy calentita- dijo ella en un delirio sexual

Hans se levantó, acomodó a Jorge sobre la cama, para que quede totalmente boca abajo mientras seguía chupándole la vagina a mi madre que estaba senatada en la cabecera, le abrió las piernas y en ese momento Jorge dió un respingo, seguramente sabía lo que podría suceder e intentaba evitarlo.

  • Señor no, por favor- Suplicó Jorge

  • Silencio- dijo mi madre- seguí haciendo lo que te mando el señor- dijo mi madre mientras lo miraba a Hans que acariciaba el culo firme con verdadera dedicación- el señor puede hacerte lo que quiera, ¿entendiste?- preguntó.

-Lo que usted diga- dijo Jorge apesadumbrado y yendose nuevamente hacia el sexo de ella para continuar su labor

-Lo que yo diga no- dijo mamá- lo que diga el señor.

En ese momento Hans comenzó a untarle lentamente una crema muy líquida que se esparcía por los gluteas de Jorge que eran verdaderamente fabulosos. Pero el estaba notablemente incómodo y a medida que la mano de Hans se acercaba mas y mas a su ano, sus movimientos de cintura por evitarlo obligaron a que Hans le de un sonoro chirlo en los gluteos

-Quieta puta!- exclamó Hans con un enojo que congeló a mamá y a Jorge- te voy a coger por las buenas o las malas- afirmó mientras yo veía como su pene volvía a exitarse.

Desde ese momento, Jorge no se atrevió a moverse, Hans llegó con facilidad hasta el ano y comenzó a jugar con el, dilatándolo muy despacio mientras se podían escuchar los gemidos de mi madre y el sollozo apagado de Jorge. Poco a poco fueron entrendo dos dedos, no sin trabajo y dedicación.

-Ya estas listo- dijo Hans- ponéte en cuatro.

-Por favor señor, yo no soy homosexual- sollozaba Jorge mientras se iba poniendo en cuatro- se lo ruego, no me quite la dignidad.

Mi madre y Hans reían divertidos de las súplicas de Jorge. Pero ya era tarde. Podía ver en los ojos de ese guerrero Romano que no había forma de volver atrás, ya estaba decidido que sería desvirgado en ese momento. Mi madre también alucianaba, sus ojos salían de sus órbitas por la exitación de ver a su hombre penetrar al jardinero.

Fue secuencial y bestial. Una mano se acomodó a un lado de la cadera, la otra en el otro extramo. Mi madre con sus delicadas manos, fue abriendo los gluteos para que Hans pueda entrar sin obstáculos, Jorge seguía llorando.

-Vamos, ya escuchaste al señor, relajate dulce- le dijo mi madre con un tono comprensivo.

Pero no recibió respuesta, ni tuvo tiempo de volver a suplicar. La espada de carne de 21 centímetro comenzó su escabación por las entrañas del jardinero a paso lento y firme. Los aullidos de Jorge eran desgarrados a medida que centímetro a centímetro el poste se adueñaba de el con violencia y afán de humillación, mientras mi madre y Hans se besaban locamente haciendo caso omiso a las suplicas, lamentos y pequeños desbanecimientos del jardinero que era salvajemente atravesado.

Cuando entró todo el inmenso pedazo de pene de Hans, mi madre abrió las piernas, se recostó, tomó de los pelo a Jorge para que de una pequeña vuelta con su cuello y así pueda lamerle su vagina y si previo aviso, el caballero Romano comenzó a cabalgarlo de forma salvaje. Entrando todo su pene y sacándolo bañado en sangre y alguna marca de crema y escremento, la destrucción interior, los gritos sofocante de Jorge y los gemidos de mamá hacían de esa faena un cuadro violento y bizarro. Pero poco a poco los gritos del jardinero se fueron apagando y comenzó a lamer con desesperación el sexo a mi madre y esos quejidos sonoros fueron transfromándose en breves suspiros de resignación. Mi madre lanzó dos o tres orgasmos en los diez minutos que duró la violación al cuerpo de Jorge, pero Hans aún conservaba las ganas. cuando se le sacó el pene del ano, lo hizo con la misma brutalidad con la que lo penetró, Jorge cayó rendido, casi desmayado. Hans fue al baño, se lavó por arriba, le ordenó a mi madre que abra sus piernas y sin importarle que Jorge estuviera tirado a su lado, sangrando y llorando con profundo desconsuelo, el la penetró con frenesí y furia mientras ella, como una gata en celo suplicaba por mas, a los minutos, los dos tuvieron un sonoro orgasmo y los tres cuerpos quedaron en una digna quietud post coito.

Pero Jorge aún no había acabado y tampoco lo haría. Luego de unos minutos, Hans le dijo que se levante, este apenas si se podía mantener en pié. El caballero romano se puso de pié, ofreciéndome a mi vista ese culo redondo y musculoso, le dijo a mi madre que lo acompañe a Jorge hasta su habitación y salió al balcón.

En ese momento, toda mi exitación se evaporó de un soplo. Hans no tardaría nada en darse cuenta que yo estaba ahí. Pero era tarde, observar la faena tendría su costo y yo suponía que comenzaría a pagarlo en ese mismo momento.