Halong bay

Vietnam es un pais exotico, sus bellos parajes y su increible gente nos arrastrarán, a Eva y a mí, a un mundo donde nuestras emociones llegarán a traicionarnos.

Un intenso olor a especias flotaba entre los apretados puestos del mercado. Eva y yo caminábamos por un empinado camino rodeados de frutas, tenderetes llenos de sedas y cantidades ingentes de artesanía perfectamente trabajada. Nos encontrábamos en Sapa, en el norte de Vietnam. Los vendedores se acercaban ofreciéndonos su mercancía, pero, al contrario de lo que nos ocurrió en Egipto, lo hacían con una educación y respeto exquisitos. Hoy era día de mercado, y la gente de las aldeas vecinas se había congregado ahí para comprar o vender mercaderías de lo más variadas. Ocasionalmente nos cruzábamos con algún turista, pero debido la reciente apertura a occidente del gobierno Vietnamita, el turismo todavía no estaba muy extendido en la zona.

Desde la aldea, situada en la ladera de una montaña, podíamos ver como un precioso valle verde se extendía bajo nuestros pies. Los campos de arroz superpuestos formaban balcones como si de inmensas piscinas se tratara y en ellos, en la lejanía, podíamos ver como arcaicos arados tirados por bueyes labraban los campos junto al cauce serpenteante del río.

Cada minuto que permanecía en ese país me enamoraba más de su cultura y de su gente. La mayoría eran ancianos, tras su oscura tez labrada por la edad y las inclemencias del tiempo, sus ojos huidizos ligeramente rasgados y sus sonrisas que nos mostraban sus desvencijadas dentaduras, se escondía una gente amable, servicial y con una vida feliz a pesar de su falta de recursos. Alejado de mi mundo, donde lo más importante es el trabajo y donde la creencia más extendida es que la felicidad se mide por los bienes materiales que posees, estar rodeado de este ambiente hacía que me encontrara en un estado de bienestar y relajación que necesitaba más de lo que yo me imaginaba.

  • Oscar, mira esto, es precioso.- la voz de Eva me saco de mi letargo. Estaba delante de un puesto y sostenía en sus manos una figurilla de metal.

  • Pregúntale cuanto pide.- dijo sin dejar de inspeccionar la pieza.

Miré al anciano y le hice un gesto frotando los dedos pulgar e índice de mi mano derecha. El viejo me entendió a la primera y moviendo las manos adelante y atrás varias veces con los dedos extendidos dijo algo que yo obviamente no entendí. Al ver la cara que puse se giró y llamó a un joven que estaba cerca y repitió la frase. El joven se volvió y dijo:

  • Thirty thousand Dong.

  • ¿Treinta mil Dongs?.- gritó Eva ofendida.- ¿Pero este tío esta loco?.- El viejo la miró sorprendido ante la reacción de mi mujer.

  • Cariño.- dije yo mirándola intentando contener la risa.- ¿tu sabes cuanto son 30.000 Dongs?

  • Pues……. mucho.- contesto ella forzando un gesto de ofensa consciente por mi cara que había metido la pata.

  • Es algo más de un euro.- dijo una voz junto a nosotros. Al girarnos vimos a una pareja que ojeaba la mercancía. Ambos miraban a Eva sonrientes.

Él era un chico bastante alto, pelo y ojos castaños de complexión delgada. Ella era bajita, su pelo negro como la noche cerrada era largo y rizado y tenía unos grandes ojos verdes que me llamaron la atención. Yo les eché poco más de 20 años y formaban una pareja bastante atractiva.

  • No te preocupes, es normal que al principio te líes un poco con el tema del cambio, pero pronto te será coser y cantar.- dijo el chico. Todos comenzamos a reír.

  • Si es que no se me puede sacar de casa.- replicó Eva mirando al suelo avergonzada.

  • Mi nombre es Oscar.- dije mientras me adelantaba alargando mi mano.- y esta metepatas es Eva.

  • Fernando.- contestó el estrechándome la mano.

  • Lucía, encantada.- dijo la chica mientras besaba a mi mujer.

Tras las presentaciones, Fer, como el me dijo que le llamara, y yo comenzamos a charlar mientras las chicas miraban todos los puestos. Seguramente puede parecer una tontería, pero cuando llevas unos días en otro país intentando comunicarte con la gente sin hablar el idioma, es una satisfacción encontrarte con alguien que hable cristiano. Supe que eran de Cádiz, se habían casado hacía 4 días y que estaban ahí de viaje de novios. La verdad es que me sorprendió pero congeniamos inmediatamente, y más teniendo en cuenta que pronto me confesó uno de sus defectos; era del Real Madrid ;) .

Al final pasamos todo el día juntos. Las chicas estaban emocionadas, iban agarradas como si se conocieran de toda la vida asaltando todos los puestos. Ahí me dí cuenta que los hombres somos una compañía de emergencia en cuanto a las compras se refiere, y que cuando una mujer encuentra a otra que la acompañe se olvidan de nosotros y rápidamente nos convertimos en meros percheros para sujetar las bolsas. Cuando cayó la noche paramos a cenar en el "hotel" en el que nos hospedábamos.

  • ¿Mañana que hacéis?.- dije mientras degustaba un plato de arroz fuertemente condimentado.

  • Íbamos a coger el tren que lleva a Hanoi.- contestó Lucía.

  • Nosotros bajamos a Hanoi pasado mañana.- dije yo. Eva me miró pensativa.

  • Podíamos adelantar el viaje y llevarlos nosotros.- dijo. Ellos me miraron intrigados.

  • Hemos alquilado un todoterreno y tenemos pensamiento de cruzar el país hasta Ho Chi Ming.- contesté.- Si os apetece podéis venir con nosotros. La verdad es que, puedo decir por experiencia, que estos viajes son más divertidos cuando se hacen en grupo.

Fer se giró hacia Lucía y esta le imploró con la mirada que dijera que si.

  • Pero solo si pagamos la gasolina a medias.- dijo Fer sonriendo sin hacerse de rogar.

Las chicas se abrazaron dando gritos de alegría y comenzaron a planear todas las cosas que íbamos a hacer.

Pasaron los días y nuestra amistad se fue consolidando. Habíamos pasado por Hanoi, la capital de Vietnam, habíamos visitado sus parques, sus innumerables templos budistas, habíamos visto a sus gentes haciendo tai chi, volando cometas... Asistimos al famoso teatro de marionetas en el agua. El viaje estaba resultando apasionante y sentíamos como si estuviéramos en otra dimensión distinta a la nuestra.

Una vez salimos de Hanoi nos dirigimos hacia la bahía de Ha-Long. En la agencia de viajes, cuado estábamos organizando la ruta, nos dijeron que sería lo más interesante del viaje. La bahía de Ha-Long es una zona donde el mar ha penetrado tierra adentro sumergiendo todo a su paso y convirtiendo las montañas en improvisadas islas. Patrimonio de la Humanidad está considerada una de las maravillas naturales de nuestro tiempo.

Cuando llegamos al puerto nos dispusimos a buscar el barco que previamente habíamos contratado para un "crucero" de dos días por las islas. Mientras andábamos por el embarcadero permanecíamos callados absortos ante la imponente visión de las montañas que se vislumbraban en el horizonte. Era algo verdaderamente indescriptible, montañas y más montañas que salían del mar creando pasadizos de agua entre ellas.

Por fin llegamos a nuestro barco. Era una embarcación de madera rojiza de dos pisos y unos cuarenta metros de eslora. Unas velas de llamativo color naranja la coronaban y su proa terminaba en forma de cabeza de dragón. Posteriormente el dueño del barco nos comentó que por una superstición local era tradición pintar grandes ojos blancos a los lados de la proa para así ahuyentar a las criaturas de las profundidades.

Un hombre de unos cincuenta años nos esperaba sonriente al otro lado de la pasarela. Cuando nos vio la cruzó raudo para ayudarnos a pasar. Representaba perfectamente el estereotipo del varón vietnamita; piel oscura parecida al cuero, de no más de 1.55 de altura y de pelo negro. Una vez todos a bordo nos hizo señas para que le siguiéramos, constantemente se paraba y se volvía sonriente hablándonos sin parar como si nosotros conociéramos su lengua a la perfección. Cada vez que volvía a mirar hacia delante los cuatro nos mirábamos tapándonos la boca haciendo verdaderos esfuerzos para contener la risa. Las reverencias eran constantes y el personajillo nos cayó fenomenal desde el principio.

Subimos unas escaleras de madera que llevaban a la planta superior, ahí entramos en un pasillo central rematado por tres puertas a cada lado y otra de cristal al final por la que entraba suficiente luz como para iluminar perfectamente la estancia. El hombre se paró junto a la primera de la derecha, la abrió y, mirándonos a Eva y a mí, hizo un gesto para que entráramos e hizo lo mismo con Fer y Lucía en la contigua.

El camarote no era lujoso, pero en el se podía respirar un ambiente acogedor que daba fe de lo exótico de la zona y que representaba fielmente el estilo austero de la cultura Vietnamita. Sus paredes y suelos de madera rojiza habían sido barnizados en innumerables ocasiones y desde su inmenso ventanal podíamos ver el precioso paisaje que nos ofrecía la bahía. Una cama de matrimonio, una mesita y un pequeño armario eran los únicos muebles que lo decoraban. Cuando prácticamente habíamos acabado de colocar las cosas, la cabeza de Lucía apareció al otro lado del ventanal.

  • Eva, - dijo haciendo aspavientos con las manos – ven, sal aquí afuera, esto es precioso.

La puerta acristalada del fondo del pasillo daba paso una la terraza, en ella había una gran mesa con varias sillas alrededor.

  • Venir, por aquí, si os ha gustado esto, lo que vais a ver a continuación os va a encantar.- dijo Lucia. Corría dando saltitos como una niña emocionada que le enseña a sus amigos su escondite secreto. En los laterales de esa planta había unos estrechos pasillos con una pequeña barandilla que nos protegía de caer al agua, caminamos por uno de ellos que pasaba por delante de nuestros camarotes hasta que al llegar al la zona de popa vimos unas escaleras nos llevaban a la parte alta del barco. Al subirlas nos encontramos ante un gigantesco solarium que cubría gran parte de la embarcación. En el centro se erigían dos inmensos mástiles con las velas recogidas y en un lado, tumbado en una hamaca nos esperaba Fer con una mueca de felicidad en la cara..

Durante la partida del embarcadero permanecimos ahí arriba mirando en todas direcciones mientras disfrutábamos de las bebidas que nos había traído el hijo del dueño del barco. Su nombre era Mon y nos sorprendió al ser el primer vietnamita que se dirigió a nosotros en español. Posteriormente nos contó como su gobierno le había enviado a estudiar a Cuba, "el país hermano" como el lo llamó y como ahí había aprendido nuestra lengua.

El puerto se cruzaban constantemente de una manera aparentemente caótica gran cantidad de barcos de todos los tamaños; turísticos, pequeños barcos de pesca, e incluso una especie de minúsculas embarcaciones en forma de cuenco en las que navegaban los niños mientras jugaban a ser pescadores. Poco a poco los barcos fueron quedando atrás, el paisaje fue cambiando y comenzamos a navegar entre las montañas. La sensación era indescriptible, nos sentíamos tan insignificantes ante la magnitud de las paredes verticales que nos rodeaban que cualquier otro recuerdo de grandiosidad que afloraba a mi mente, quedaba empequeñecido ante semejante espectáculo de la naturaleza.

Pasamos la mañana navegando entre los canales que se abrían paso entre las islas hasta que al medio día paramos el barco en una pequeña ensenada en forma de herradura. Estábamos casi rodeados por montañas llenas de vegetación que majestuosas se erigían ante nosotros. Infinidad de aves cruzaban por encima de nuestras cabezas en dirección a las montañas desapareciendo a continuación en su espeso follaje. Aprovechamos la situación para darnos un baño antes de comer. Fer se quitó la camiseta dispuesto a darse un chapuzón mostrándonos su fibroso torso. Su delgado cuerpo mostraba sus perfectamente marcados músculos. Junto a él Lucía se quitó el pareo. Fue la primera vez que la vi en bikini. Su pálido cuerpo contrastaba con su negro cabello, suaves curvas recorrían su anatomía. El tamaño de sus pechos era normal, pero su forma redondeada me excitó al instante. Su culo respingón fue lo que más me llamó la atención, no demasiado grande pero acorde con el tamaño de su menudo cuerpo, era lo que los hombres normalmente llamamos un culo perfecto. Ante la inminente erección que se habría paso bajo mi bañador no tuve mas remedio que lanzarme al agua con premura. Ahí estuvimos disfrutando del baño mientras jugábamos y nos reíamos sin parar.

La madre de Mon nos obsequió con una comida digna de un rey, platos de gambas, cangrejos similares a las nécoras y las cigalas inundaban la abarrotada mesa. Posteriormente nos sirvieron deliciosos rollitos vietnamitas, arroz y carne de buey, todo aderezado con infinidad de salsas. Tras la opípara comilona decidimos irnos a dormir un rato la siesta.

Una vez en el camarote, mientras mi mujer se desvestía, me di cuenta que me había dejado el reloj arriba en la terraza por lo que fui en su busca. Mientras caminaba por el pasillo junto a los camarotes me asomé con cuidado para ver a mi mujer desde la ventana. Ella estaba tumbada boca arriba en la cama vestida solo con una de mis camisetas, tenía los ojos cerrados y con uno de sus dedos acariciaba su muslo derecho dibujando remolinos imaginarios en él.

  • Uiuiui, esta me parece que quiere guerra.- pensé mientras una sonrisa maléfica se dibujaba en mi cara.

Me apresuré para llegar lo antes posible a mi camarote, pero aunque no me considero una persona fisgona, al pasar por al lado de la ventana de nuestros amigos un irrefrenable impulso me obligó a echar un vistazo furtivo. La escena que se materializó ante mis ojos me dejó petrificado. Fer estaba tumbado en la cama boca arriba y Lucía, de espaldas a mí completamente desnuda, estaba sentada sobre su sexo. Tenía los brazos hacia atrás apoyados en el colchón y movía su pelvis lentamente hacia delante y hacia atrás. No podía ver ni su cara ni sus pechos, pero desde donde me encontraba tenía una visión directa de su espalda. Blanca como el mármol, comenzaba en sus preciosos hombros, se estrechaba vertiginosamente en su cintura volviéndose a ensanchar en sus caderas simulando la forma de una guitarra española. Las ondas de su oscuro pelo se balanceaban de un lado al otro siguiendo los movimientos suaves de su cabeza.

No podía ver la cara de Fer, pero sí como sus manos acariciaban sensualmente sus muslos y su espalda, era una visión de lo más excitante y mi pene decidió dar muestra de ello, pero aunque algo dentro de mí deseaba quedarse ahí viendo lo que hacían nuestros amigos, el sentido común y el miedo a ser descubierto me hicieron continuar en dirección a mi camarote.

Al llegar abrí la puerta y me encontré a mi mujer sonriente con la oreja pegada a la pared. Me miró llevándose un dedo a los labios advirtiéndome de que no hiciera ruido y me hizo señas para que me acercara.

  • ¿Los oyes?.- dijo con una risita nerviosa - están follando.- Pegué la oreja a los tablones de madera que separaban los dos camarotes y comencé a escuchar leves jadeos.

  • Así….., despacio……. , me encanta como me lo estas haciendo, mi amor.- oí decir a Fer. La respiración acompasada de Lucía se oía perfectamente, miré a mi mujer, tenía los ojos cerrados, concentrada en amplificar al máximo la sensibilidad de su oído. Sin dudarlo me arrodillé detrás de ella, levanté la camiseta y comencé a bajarle las bragas desde atrás. Ella no hizo ni un movimiento, lo que interpreté como un consentimiento.

Con sus manos y su oreja pegadas a la pared, dio un pasito hacia atrás poniendo su culo en pompa y abrió ligeramente las piernas. Eso en su lenguaje era una invitación en toda regla, así que abriendo su culo con ambas manos comencé a lamer su vulva. Por lo empapado de su sexo detecté que la situación le había excitado mucho. Poco a poco su respiración comenzó a hacerse mas sonora y acompasada. Después de un rato saboreando su hinchado clítoris, comencé a penetrarla con dos dedos mientras ella empujaba su culo hacia atrás para que llegara más adentro. Mientras hacía esto usé mi lengua para jugar con su ano, haciendo círculos alrededor de él y haciendo fuerza en un vano intento de penetrarla.

Eva estaba disfrutando de lo lindo y al mismo tiempo que los jadeos en la habitación de al lado subían de volumen, mi mujer comenzó a convulsionar en un sonoro orgasmo. En semejante estado de clímax hincó sus uñas dejando unas ostensibles marcas en la barnizada madera de la pared. Tras esto se giró sonriente y me dio un apasionado beso.

  • Me ha encantado lo que me has hecho.- dijo. Yo, agarrando mi miembro con la mano y mostrándoselo desafiante le dije:

  • Ahora creo que te toca a ti compensarme.

  • Uff cariño, es que ahora me has dejado muy relajada, y, entre esto y la comilona que nos acabamos de dar, lo único que me apetece ahora es dormir un rato. Esta noche te compensaré con creces, te lo prometo.- dijo poniendo cara de buena, y tras decir esto se metió en la cama y se dispuso a dormir.

  • ¡La madre que la parió! – pensé.- ¿Y ahora que hago yo con esto?- la sentía hinchada como un globo a punto de estallar. El baño estaba al fondo del pasillo y no creí conveniente salir en semejante estado por miedo a ser descubierto, así que debería de dejar el desahogo para otro momento.- la próstata ya me pasara la cuenta por estas cosas dentro de unos años- pensé.

Al despertar de la siesta decidimos salir a la terraza para disfrutar del espléndido día. Mon nos obsequió con un delicioso té acompañado de unos dulces típicos del país. Eva estaba radiante, bajo la luz del sol su tez resplandecía como un diamante. Su pelo caoba ondeaba suavemente mecido por la brisa y la expresión de su cara delataba el estado de profunda relajación en el que estaba inmersa. Sentí que el pequeño trabajito que le hice en la siesta era una de las razones de la mueca de felicidad que se dibujaba en su rostro.

Al rato aparecieron Fer y Lucía cogidos de la mano y juntos pasamos la tarde charlando animadamente hasta que la noche nos envolvió. Mon y su padre prepararon la terraza superior y nos invitaron a subir. El espectáculo era inenarrable. En el centro del la cubierta superior habían puesto una gran mesa redonda, alrededor de la cual se erigían seis postes coronados por sendas antorchas que daban al lugar un aire acogedor a la vez que exótico y sobre nuestras cabezas se había extendido un manto de estrellas como jamás había visto. El hecho de estar tan lejos de cualquier lugar civilizado hacía que no existiera la más ínfima muestra de contaminación lumínica que ensombreciera la visión del firmamento. La luna se alzaba sobre nosotros como un inmenso disco plateado iluminando la ensenada y el contraste de las sombras y reflejos de las montañas que nos rodeaban resultaba casi hipnótico.

La sensacional comida del medio día quedó ensombrecida por la cena con la que nos sorprendió la madre de Mon. Al acabar el padre sacó una botella de licor y dejándola en la mesa se despidió de nosotros hasta el día siguiente. Serví el líquido en unos cuencos, cogí el mío y lo acerque a la nariz. El olor era fuerte, similar al aguardiente que se hace en Galicia, y sin pensármelo dos veces di un sorbo. El licor descendió por mi garganta e inmediatamente una oleada de calor invadió mi cuerpo. Resultaba bastante fuerte incluso para mí, que estaba acostumbrado a los brebajes caseros que traían mis familiares a Barcelona.

  • Jooder, como baja esto.- espetó Fer al dar el primer sorbo.

Lucía y Eva no fueron ni siquiera capaces de protestar en voz alta y se limitaron a hacer aspavientos moviendo la cabeza de un lado a otro mientras agitaban sus manos con frenesí. El segundo cuenco entro mejor, el tercero incluso me pareció suave y a partir de ahí la sensación de quemazón desapareció dejando paso a una gran cantidad de aromas y matices que el alto porcentaje de alcohol de la bebida había ocultado hasta ahora. Estaba realmente bueno y pronto comencé a sentir esa sensación de desinhibición que el alcohol provoca. Permanecimos así un rato en silencio disfrutando del momento y del increíble paraje en el que nos encontrábamos.

  • Fijaros que cielo.- dije- jamás pensé que hubiera tal cantidad de estrellas. Sin dudarlo me quedaría toda la noche observándolas.

Todos se recostaron sobre sus asientos y miraron el firmamento.

  • Seguro que Fer y Lucía no lo estarán disfrutando del todo, deben de estar muy cansados, ¿no ves que no han dormido nada la siesta?- dijo Eva con una sonrisa picarona en la cara mirando de reojo a nuestros amigos.

  • ¿Se nos oía mucho?.- respondió Lucía avergonzada.

  • Cariño, que aquí las paredes son de papel- dijo Eva.- que con menudo recital de jadeos y suspiros nos habéis deleitado.- todos rompimos a reír.

  • Pues que quieres, por lo menos nosotros disfrutamos del viaje, que se de otros que lo único que vieron de su luna de miel fue la habitación del hotel.- dijo ella en tono sarcástico.

  • Yo no se vosotros, pero con el calorcito que me está entrando con este licor mi cuerpo me pide a gritos un baño.- comentó Fer mientras se levantaba quitándose la camiseta.

  • Me apunto.- dije yo.

Los cuatro nos lanzamos al agua al cobijo de la noche. La temperatura era perfecta, ni caliente ni fría, y nuestras cabezas, que sobresalían del agua, brillaban con destellos plateados bajo la luz de la inmensa luna. Los cuatro permanecimos un buen rato flotando como cuerpos inertes, boca arriba con los brazos y las piernas extendidas mirando el firmamento. La voz de Fer me sacó del trance;

  • Lo siento chicos, pero yo no me iba a ir de Vietnam sin bañarme en pelotas.- dijo en tono serio mientras nos mostraba su bañador con el brazo en alto.

Las chicas comenzaron a reír, pero solo un instante después pude ver como Eva desaparecía bajo el agua, volviendo a aparecer inmediatamente con su bañador en la mano.

  • Ya sabía yo que Eva era de las mías.- dijo Fer con entusiasmo mientras lanzaba su bañador a la cubierta del barco.

Lucía no se hizo de rogar despojándose del suyo con toda celeridad y lanzándolo con fuerza por encima de la barandilla. Tras hacer esto todos se giraron con miradas inquisitivas.

  • Venga rajao, que solo faltas tú.- gritó mi mujer entre risas.

Por un momento tuve el impulso de seguirles la corriente, pero la simple visión de las chicas desnudándose frente a mí había hecho que una tremenda erección invadiera mi bañador. Aunque la luna iluminaba la bahía con una claridad inesperada, no era suficiente como para poder haber visto sus hermosos cuerpos bajo el agua, pero el mero hecho de imaginarlas desnudas tan cerca me había excitado.

  • Yo paso, no vaya a ser que salga un bicho de esos de las profundidades y confunda mi pene con un pez elefante. Si lo hubierais dicho antes le habría pintado un par de ojos a mi polla para ahuyentarlos.

  • Menos lobos Caperucita.- contestó Lucía acercándose.

Contemplé con nerviosismo como se colocaba frente a mí y sin dudarlo agarró el bañador y me lo sacó de un solo tirón. Pude notar como, al salir de su prisión, mi erecto miembro golpeó su antebrazo. Ella, al notarlo, se quedó parada frente a mí. En su preciosa cara iluminada por la luz de la luna relucían sus increíbles ojos como dos esmeraldas y mirándome fijamente con una media sonrisa dibujada en su cara levantó su brazo mostrando el trofeo a Fer y a Eva. Ellos la vitorearon mientras chocaban sus manos en señal de victoria, pero Lucía permaneció un instante más mirándome fijamente en total silencio con esa expresión pícara en la cara consiente de lo que le había rozado el brazo, tras lo cual se giró hacia los otros llevándose mi bañador lejos de mí.

Estuvimos nadando un rato hasta que Eva dijo entre risas:

  • La gracia ha estado bien, pero a ver como salimos ahora del agua.

  • Puff, a mi no me da ninguna vergüenza.- contestó Fer mientras subía por la escalerilla mostrándonos su cuerpo desnudo. Una vez en cubierta, cogió una toalla y comenzó a secarse sin hacer ningún esfuerzo por tapar su semierecto miembro.

  • Así se habla Fer.- dijo Eva saliendo del agua.- Yo me voy a tomar otra copa de ese licor, que se me esta empezando a pasar el puntillo.- girándose hacia mí dijo.- ¿te vienes?.

  • Yo me quedo un rato más, ve que ahora te sigo.- dije con la esperanza de que la erección se rebajara lo suficiente como para salir del agua.

  • ¿Y tú?.- dijo Fer mirando a Lucía.

  • Yo también me quedo un rato, el agua esta increíble.

Cuando desaparecieron de nuestra vista, Lucía se giró y comenzó a nadar despacio hacia mí. La llegar a mi lado sonrió.

  • No he podido evitar observar que el pequeño show con el que te hemos deleitado te ha gustado bastante.- dijo volviéndome a mirar fijamente a los ojos.

  • No se a que te refieres.

  • Pues al estado de tu amiguita.- respondió haciendo señas en dirección a mí entrepierna.

  • Es que, aunque no te lo creas, lleva unos días que no le dan la atención que necesita.- dije entre risas.

  • Eso no me lo creo- respondió ella- no me puedo creer que Eva pueda estar más de un día sin disfrutar de un cuerpazo como el tuyo, yo sería incapaz.

  • ¿Estás intentando seducirme?- dije en tono burlón.

  • Yo nunca intento las cosas, las hago.- y acto seguido me besó. Pude sentir el contacto total de su cuerpo con el mío, como sus erectos pezones se hincaban en mi pecho y como mi sexo y el suyo se rozaban mecidos por las suaves olas. Traté de agarrarme a la escalera para no hundirme. Intenté separar mi boca de la suya sin mucha convicción, pero el suave roce de su lengua contra la mía hizo que desistiera de mi empeño.

  • Espera, esto no esta bien,- dije sin dejar de besarla.

  • Es verdad, no debemos hacerlo.- respondió mientras bajaba su mano y comenzaba a acariciar mi pene.

  • Estamos casados.- continué diciendo yo agarrándola fuertemente por el culo y atrayendo su vagina hacia mi henchida polla.

  • Y nos podrían pillar en cualquier momento.- dijo soltando un leve gemido cuando mi miembro comenzó a entrar dentro de ella.

  • Debemos de ser sensatos y no dejarnos llevar por el alcohol.- dije agarrándome fuertemente a la escalera con las dos manos mientras ella cabalgaba sobre mí abrazada a mi cuello.

  • Si, no debemos hacer algo de lo que después podemos arrepentirnos.- prosiguió ella con la voz entrecortada por los gemidos.

Ahí permanecimos unos minutos dándonos miles de razones para no hacer lo que estábamos haciendo mientras gozábamos el uno del otro. El roce de su sedosa piel sobre la mía, el sonido de su respiración junto a mi oreja, el sabor de su boca en la mía …. todo eso, unido al increíble escenario en el que nos encontramos estaba convirtiendo esa experiencia en una de las más excitantes de mi vida. De repente Lucía paró en seco.

  • ¿Qué pasa?, ¿Por qué paras?.- dije yo incomodo ante la inesperada interrupción.

  • Tranquilo, esto no ha hecho más que comenzar.- y acto seguido se separó de mí y comenzó a subir las escaleras. No me lo podía creer, era la segunda vez en el mismo día que me dejaban a medias.

  • Lucía por Dios vuelve al agua. – supliqué.

  • Confía en mí tonto.- dijo ella sonriente y haciéndome una seña dijo:- Ven, sígueme.

Salí del agua y agarré una toalla para intentar ocultar mi erección. Lucía, al ver los estériles intentos por disimularla, dijo riendo:

  • A ver tontorrón, no sé de que te avergüenzas, que narices te crees que han estado haciendo estos dos mientras tú y yo estábamos en el agua.- dijo mientras subía las escaleras en dirección a la terraza superior.

En ese momento sus palabras cobraron sentido en mi cabeza. ¿Podía ser verdad que todo esto no hubiera sido más que un plan urdido para tener sexo con nosotros?. Ese razonamiento invadió mi mente. Me paré en seco mirando a Lucía, ella se giró totalmente desnuda con una sonrisa cándida en su rostro. No me entraba en la cabeza que una chica como ella, tan menuda, con esa cara de niña inocente, escondiera una mente perversa capaz de manipularnos de tal manera. Solo había una manera de salir de dudas y saber si todo era un farol, así que comencé a subir las escaleras con decisión.

Al llegar arriba Lucía se detuvo, y una sonrisa de satisfacción iluminó su cara, al llegar a su lado pude observar el espectáculo que tenía lugar frente a nosotros. Fer estaba recostado en una hamaca y Eva, arrodillada frente a él, estaba deleitándole con una de sus increíbles mamadas. Lucía me cogió de la mano y comenzó a caminar en su dirección. Yo no podía quitar la vista de mi mujer y andaba como un autómata guiado por la Gaditana. Al llegar a su lado Lucía se giró frente a mí y con un movimiento suave cogió la toalla que cubría mi cuerpo y la extendió en el suelo. Se tumbó boca arriba en ella incorporando ligeramente su cuerpo apoyándose sobre sus codos. Ahora su cuerpo brillaba como si estuviera cubierto por polvo de oro ante el brillo amarillento del fuego de las antorchas. Las miles de gotas de agua que resbalaban por su precioso cuerpo brillaban como lentejuelas y su largo pelo negro caía en mechones ondulados sobre su rostro. Realmente era una mujer preciosa.

Eva se giró sonriente sin dejar de chupar la polla de Fer y con un leve gesto de cabeza me hizo una señal para que fuera con Lucía. Yo no me hice de rogar y me tumbé junto a ella besándola apasionadamente. Comencé a acariciar su suave cuerpo hasta llegar a su entrepierna. Sin dejar de besarla comencé a masturbarla lentamente y su respiración comenzó a hacerse más acompasada. Poco a poco fui besándola en la oreja, luego en el cuello y así hasta llegar a sus pechos. Sus rosados pezones eran suaves y me dediqué a lamerlos en círculos alternando entre el derecho y el izquierdo. Por la cara de placer que tenía estaba disfrutando mucho, así que decidí seguir bajando, lamiendo su barriga, su ombligo hasta llegar a su sexo. Estaba loco por degustar sus jugos así que no me detuve en preámbulos y comencé a chupar su clítoris con avidez mientras ella encorvaba su cuerpo retorciéndose de placer. Mientras succionaba le introduje dos dedos en su húmedo coño para aumentar su placer.

Eva se había puesto a cuatro patas y Fer, tras ella, estaba acomodando su inmensa polla en la entrada de su vulva. Cuando la tuvo embocada comenzó a penetrarla lentamente. Por la cara de Eva deduje que el grosor del pene que la estaba llenando era bastante mayor de lo que ella estaba acostumbrada y cuando Fer comenzó el mete saca, sus inmensas tetas comenzaron a bambolearse hacia adelante y hacia atrás. El la agarraba con fuerza por las caderas y con violentas sacudidas de su pelvis la penetraba de manera violenta.

Comencé a sentir una sana envidia y recordé el maltrato al que habían sometido a mi pobre polla, por lo que decidí que era el momento de darle el protagonismo que tanto se merecía. Me senté sobre la toalla y le hice una señal a Lucía para que se sentara encima mía. Ella se levantó y, pasando una pierna por encima de mí, agarró mi pene y lo condujo hacía la entrada de su sexo. Con lentitud, casi diría que deleitándose en cada movimiento, comenzó a bajar dejando que mi miembro penetrara en su interior. Una vez dentro comenzó a cabalgarme con un ritmo lento y acompasado.

Tenía su preciosa cara frente a mí mirándome fijamente a los ojos y, con sus carnosos labios a menos de dos centímetros de los míos, intercambiábamos nuestro aliento sin llegar a rozarnos. Mientras ella se movía sobre mí pasé una de mis manos por su espalda, y con dos de mis dedos comencé a acariciar su columna vertebral, llevándolos desde el cuello hasta el rabillo hasta que noté como se erizaba toda su piel. La distancia entre nuestros labios desapareció y nuestras bocas se fundieron en un apasionado beso. Había tenido más de un encuentro amoroso con otras mujeres, pero hasta ahora no había sentido tal deseo por ninguna como el que estaba sintiendo por ella.

Sin dejar de moverse encima mía, alargó su mano agarrando el cuenco de licor que reposaba sobre la tumbona, dio un sorbo sin dejar de mirarme y tras dejar de nuevo el cuenco se recostó sobre mi para besarme. Junto a su lengua, el líquido entró en mi boca y mientras parte de él rebosaba por la comisura de nuestros labios, bebimos el resto de la boca del otro. De nuevo pude degustar el sabor del excelente licor en mi boca, pero esta vez acompañado por el suave roce de la lengua de Lucía.

Volvió a separarse de mí, recostándose hacia atrás haciendo que mi verga penetrara aún más dentro de ella. Al tirar su cabeza hacia atrás pude ver su esbelto cuello y como sus pechos, en cada bocanada de aire que daba, subían y hacia el estrellado firmamento.

Alargué mi brazo acariciando con mi mano su barriga y subiendo poco a poco, pasándola entre sus juveniles pechos hasta llegar a su cuello. Bordeándolo la así por la nuca y la atraje violentamente hacia mí para volver a besarla.

  • Veo que estás disfrutando mucho, mi querido culé, pero ahora me toca a mí gozar un rato de mi queridísima mujercita.- aunque cuando dijo eso Fer estaba justo a nuestro lado, su voz sonó lejana, como si Lucía y yo estuviéramos solos dentro de una burbuja y alguien nos intentara decir algo desde el exterior. Era tal mi estado de excitación y tan fuerte el vinculo que nos unía en ese momento que parecía como si ella y yo fuéramos las únicas personas sobre la faz de la tierra.

Tras decir esto, Fer agarró de la mano a su mujer y la separó de mí. Lucía le seguía en dirección a la tumbona caminando de lado sin dejar de mirarme. Sentía como si nuestros ojos estuvieran unidos por una fuerza irrefrenable que nos impedía zafarnos de ella. La cara de Eva apareció frente a mí rompiendo el hechizo y sacándome del trance.

  • ¿Recuerdas que al medio día te dije que te compensaría con creces?. Pues ahora ha llegado el momento de cumplir mi palabra.- y tras decir esto se sentó en mi cara e inclinándose hacia delante comenzó a chupar mi polla. Su dilatada vulva sabía a sexo y sin dudarlo comencé a recorrer cada rincón de ella con mi lengua. Hasta ahora nunca había chupado un coño que hubiera estado ocupado tan recientemente por el miembro de otro tío, pero eso, lejos de provocarme repulsión, me excitó aún más.

Eva sabe perfectamente cual es mi postura favorita, por lo que no tardó en quitarse de encima mía y ponerse a cuatro patas ofreciéndose como un animal en celo. Me incorporé sin dudarlo y, colocándome de rodillas tras ella, comencé a penetrarla salvajemente. Delante de mí, a escaso dos metros, estaban nuestros amigos. Fer, tumbado sobre ella, la penetraba lentamente y ella con los ojos entornados por el placer nos miraba con atención. Fer tensó sus músculos y, tras sacar su pene del interior de Lucía, comenzó a correrse encima de su tripa.

Una extraña sensación invadió mi cuerpo. Primero me pareció que era excitación, pero poco a poco sentí como una furia controlada invadía mi cuerpo. ¿Podría ser verdad?. ¿Podría ser que estuviera sintiendo celos de Fer?. Ante semejante pensamiento mis embestidas cada vez comenzaron a ser mas violentas. Sin saber muy bien porque, agarré del pelo a Eva y, tirando de él hacia mí, hice que se incorporara sin dejar de penetrarla por detrás. Comencé a morderle con fuerza el cuello, dejando marcas sobre su delicada piel, pero ella, lejos de molestarse, comenzó a gemir con una intensidad desconocida para mí hasta ahora. La agarré del cuello presionando con fuerza sin dejar de mirar a Lucía hasta que su cara comenzó a ponerse roja. Aflojé un poco la presión y le introduje dos de mis dedos en su boca. Ella los lamía con pasión, jadeando excitada entre los sonidos que producía los brutales choques de mi pelvis con su culo.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo y como si de electricidad se tratara, la atravesó a ella también. Juntos explotamos en un sonoro orgasmo y ríos de mi esperma inundaron su coño.

De repente sentí como si me hubieran quitado un velo que cubría mis ojos. Cuando la excitación remitió volví en mí sin entender lo que me había pasado. Frente a mí, Fer, que me miraba con cara de sorpresa comenzó a aplaudirme en tono burlón. Eva estaba en el suelo, recostada de lado mirándome con una sonrisa de incredulidad en la cara.

  • ¿Pero qué te ha pasado? ¿Nunca te había visto actuar así?- dijo- Sin dudarlo ha sido el mejor polvo que me has echado en los 18 años que llevamos juntos.

Mientras oía las palabras de mi mujer miré a Lucía. Fer y Eva hablaban entre risas de lo ocurrido, pero Lucía permanecía tumbada en el suelo mirándome fijamente a los ojos con cara de preocupación. En ese momento sentí que podía leer su mente, estaba confusa, tan confusa como yo, y, aunque los otros no se habían dado cuenta, esa noche había habido algo más que sexo entre nosotros dos. No sabía muy bien que pensar, ni que ocurriría entre nosotros a partir de ahora, pero una cosa estaba clara….. tendría todo el viaje para averiguarlo.