Hada y su operación de pecho

Hada por fin ha reunido el dinero para ponerse las tetas que siempre ha querido. En el hospital privado un enfermera quiere jugar con ella y ser la primera que disfrute de los nuevos pechos.

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Soy enfermera, lo que a pesar de los morbos y fantasías que hay por ahí a mí nunca me había causado ningún problema ni tampoco provocado casi ninguna aventura sexual.

Pero ese día llevaba el uniforme mas viejo y lavado con lejía que tenía. Un pijama blanco prácticamente traslúcido. Y para colmo, lencería sexi, un conjunto de encaje blanco, unas bragas pequeñas casi un tanguita y un sujetador bastante trasparente.

Ni había pensado en ello de forma consciente hasta que ya en mi planta algunas miradas provocativas, lascivas más bien, me hicieron darme cuenta de lo que me había puesto.

Decidí ignorarlo y continuar con el trabajo sin distracciones hasta que encontré su habitación. Estaba muy recuperada, le iban a dar el alta uno de esos días. Las cicatrices se habían cerrado bien y sirenas eran marcas enrojecidas en su suave piel. Solo el dinero que pagaba por la habitación de ese caro hospital privado la mantenía allí.

Sus ojos burlones recorrieron mi cuerpo desnudándome en cuanto crucé la puerta que cerré a mis espaldas, con seguro. Solo tenía que tomarle la temperatura y la presión. Nada importante.

Ella se abrió el camisón enseñando sin pudor los dos perfectos pechos que mi jefe había hecho casi desde la nada. Y usando algo de silicona evidentemente. No pude evitar fijarme en ellos mientras me inclinaba sobre ella.

Hada también deslizó sus ojos por mi escote. El escote en v de mi chaqueta había caído al inclinarme dejándole ver mi sujetador. Sonriendo lasciva alabó el buen gusto de la prenda.

  • Llevas una lencería preciosa, demasiado cara para venir a trabajar parece.

Le di las gracias, puede que algo coqueta, devolviéndole la sonrisa, asombrada al ver aquella cara tan femenina a pocos centímetros de la mía.

  • Gracias. Eres muy amable. Me gusta de este tipo, creo que me sienta bien.

Naturalmente tenia acceso al historial y sabia que apenas tapado por la sábana entre los largos y torneados muslos había un pene. Órgano que por cierto yo no había tenido ocasión de ver todavía.

Le ayudé a quitarse el ligero camisón abierto que usan los pacientes para poder recrearme con el trabajo de mi jefe. En ella por cómo se marcaban en la fina tela parecía haberse esmerado especialmente.

Un poco curiosa y aún más profesional comencé a examinarle los pechos palpándolos y acariciándolos.

  • ¡Oh! Te queda de maravilla. Se te ve muy sexi.

Un gesto en su cara me hizo preguntar si le dolían.

  • ¿Te he hecho daño?

  • No, para nada. Es más me está gustando. Creía que perdería sensibilidad.

  • Eso es por que pocos son tan buenos como mi jefe. Hace maravillas.

Respondió que todo lo contrario, aquello le gustaba, lo sentía placentero. Pellizqué sus pezones para comprobar su sensibilidad y me di cuenta de que se excitaban y endurecían, igual que los míos, detalle que tampoco pasó inadvertido.

De lo que yo si me di cuenta es de un movimiento bajo la sábana y puesto que sus manos estaban a la vista solo podía tratarse de una erección.

El imaginar que probablemente no era mi cuerpo sino mi lencería y mis manos, mis caricias la excitaban hizo que yo misma entrase en calor. Mi braguita se humedecía por momentos.

Despacio retiré la sábana de sus muslos descubriendo una buena polla, no un pene monumental pero si de un tamaño razonable e indudablemente bien duro. Muy bonito, recto, con un glande morado con la forma de una fresa. Como ya estaba mejor parecía que se había depilado esa misma mañana.

Ella alargó la mano hasta mi cintura justo por encima de la cinturilla del pantalón sobre mi piel desnuda lo que hizo que sintiera un estremecimiento.

Y yo misma deslice mis dedos sobre su polla acariciándola y apreciando su suavidad, su dureza. s

Su piel depilada con láser, como ella misma me dijo más tarde cuando compartimos confidencias.

Nuestros rostros estaban tan juntos que cuando mis labios se posaron en los suyos el beso fue algo natural. Su lengua se abrió camino dentro de mi boca, juguetona, respondí con la mía salivando por la excitación. Nuestras babas se mezclaban mientras abría mi chaquetilla para librarme de ella.

Solo nos separamos para que Hada terminara de deslizarla por mis brazos. Lo que aprovechó para apoderarse de mis pechos con su boca bajando el sujetador con los dientes y mordisquear mis pezones con sus suaves labios.

Tuve que pararla un momento para quitarme también el pantalón del pijama. Me quedé unos segundos de pie ante ella exhibiéndome en el sensual conjunto de lencería que tanto había llamado la atención.

  • Pensaba que solo te gustarían los chicos.

  • Nena, si tu no me gustaras estaría ciega.

La expresión lasciva de su cara me decía que le estaba gustando. Volví a la cama donde ella me esperaba con los brazos abiertos.

Aparte de un polvo rápido con un joven médico en prácticas y ni siquiera me había tumbado, sino solo apoyado, era la primera vez que iba a follar con alguien en una cama de hospital.

Volvimos a besarnos, con ansia, pura lascivia en nuestras lenguas. Mi saliva incluso resbalaba de mi boca a la suya. Sus manos empezaron a acariciar mi cuerpo. Los notaba suaves y dulces recorriendo mi piel.

Haya que las yemas se deslizaron bajo mi tanguita. Buscaron los depilados labios de mi vulva y entre ellos el clítoris. A esas alturas mi coñito chorreaba. Se me escapó un gemido.

Yo pensaba en aprovechar más el bonito par de tetas nuevas que estaban a mi alcance. Me incliné a besarlas y lamer sus pezones con cuidado de no lastimarla. Sus suspiros alagaban mis oídos, así que deduje que le debía de estar gustando.

No solo me dediqué a sus pechos, seguí lamiendo sus axilas que alguna compañera habría lavado un rato antes. Continué por su vientre plano, clavando las lengua en el ombligo y llegando por fin a la bonita polla. Miembro por cierto que no había dejado de acariciar con suavidad con una mano desde un rato antes.

Olía a limpio, lo que me confirmó que se había aseado poco antes. Chupé los huevos suaves, incluso me los metí en la boca. Antes de subir por el duro tengo con la lengua pegada a su piel.

  • Cielo, si sigues así me voy a correr enseguida. Ni siquiera me he tocado desde la operación.

Le sonreía lasciva desde su cadera. Quería su lefa.

  • No te preocupes por eso. No pienso dejarlo.

Como antes de la operación le habíamos hecho un montón de análisis sabía que estaba sana como una manzana. Me metí el glande en la boca y seguí chupando sin dejar de acariciar sus huevos. Efectivamente poco después me llenaba la boca con su semen.

Suponía que no tendría muchos complejos, así que me incorporé y volví a besarla dejando caer su propia lefa en su lengua. Cruzarla con la mía y mezclarla con nuestras salivas.

Me recibió con tanto morbo como yo le estaba poniendo. Y respondió al beso.

  • ¿Se volverá a poner dura?

  • Con el morbo que tienes, estoy segura de que sí. No te va a costar nada. Pero antes déjame tus tetas.

Me ayudó a quitarme el sujetador que aún tenía puesto. Y tiró de mi para besar mis tetas. Ya son miedo a lastimarla me libré del tanga y me subí sobre sus piernas.

Notaba su polla aún blanda y húmeda de mi saliva pues la había dejado bien limpia rozando los labios de la vulva. Mis rodillas apoyadas a ambos lados de su cadera. Su cabeza entre mis pechos lamiendo mi piel. Llegando a mis pezones y hasta las axilas y la cara interna de los brazos.

Sabía cómo excitarme, o mejor dicho mantenerme excitada. Y arrancar de mi boca gemidos que tenía que contener para que nadie que pudiera pasar junto a la habitación por el pasillo me oyera.

  • Sube más, quiero lamer tu coñito.

Así que llegue a ponerme de pie sobre el colchón, dejándole el xoxito al alcance de su boca. No le pareció bastante.

  • Gírate.

Lo hice y así podía llegar con la lengua no solo al coño, también al culo. Lamía de mi pubis a la rabadilla sin dejar ningún rincón. Me chupaba el clítoris con cierta fuerza o clavaba la sin hueso en el ano.

No tarde en correrme. Mis jugos bajaron a su lengua y volví a sentarme en sus muslos para besarla y compartir mi sabor. Para entonces el nabo ya empezaba a coger cierta consistencia. Acariciándolo con los húmedos labios de mi vulva, solo adelante y atrás sin penetrarme terminó de ponerse duro.

  • ¿Lo ves?

  • Lo noto.

Le dije sonriendo. Me levanté lo justo para qué su polla entrara en mi interior. Era yo la que me movía con suavidad. Notándola muy dentro cada vez que bajaba la cadera.

Estábamos muy excitadas, aunque subía y bajaba despacio no tardaríamos en corrernos. Alguien debía estar buscándome fuera. Y deseaba su semen en mi coñito.

Nuestras bocas no se habían separado. Las lenguas enredadas y sus manos amasando mis tetas. Ah si y las mías en sus preciosos pechos.

Estaba tan cachonda que me corrí antes que ella. Aunque claro no iba a parar y dejarla a medias. Así que seguí subiendo y me volví a correr justo cuando ella eyaculaba en mi interior.

  • Tenemos que repetir esto. Pero con más tiempo y tranquilidad.

Tenía que seguir la ronda y ver a otros pacientes. Le devolví el camisón y recuperé mi lencería. No tenía otra cosa que ponerme, así que salí con lo mismo que había entrado, mi pijama traslúcido. Pero ahora me importaban menos las miradas lascivas. Al fin y al cabo estaba bien follada.

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