Hacker: Hola, Patricia (ADVERTENCIA:SNUFF)

Dedicado a mis seguidoras que han dejado comentarios en mis anteriores relatos. Gracias por vuestros consejos y vuestro apoyo. La primera parte del relato es sado, puede disfrutarla cualquiera hasta que se acaba la escena de sexo. Que la disfrutéis, y recordad: sólo es fantasía.

Publicado: Dom Sep 11, 2011 9:41 am

Hacker: Soy verdugo de doncellas, pero... ¿dónde está mi doncella? Responde y nos veremos en el patíbulo.

Publicado: Mar Oct 18, 2011 11:14 pm

Vaca: ¡Vamos, POR FAVOR!!!!! Como si no se notase que es un montaje, jijijiji. ¡Éstas sí que son de verdad! (Dice mientras junta sus brazos para remarcar más sus tetas)

Miércoles, 19 de octubre, 9:30 pm

  • ¡Vamos, niños, se acabó la clase, salid rápido y a los vestuarios!

El pitido que retumbó en la piscina y los gritos de los monitores le resultaban molestos. Vaya forma de enseñar a unos mocosos, aquello parecía la mili… se encontraba en un centro de entrenamiento de alto rendimiento para los hijos de los dueños de grandes multinacionales y poderosas damas con mucho dinero en los sujetadores. Todos pijos, ¿cómo iban a salir los hijos? Bueno, pues acostumbrados a los inhumanos horarios de los padres, ¿qué niño normal iba a dar natación a esas horas?

Pero bueno, ya había terminado todo el espectáculo. Ya apenas quedaban niños en la zona. Se levantó de las gradas donde se encontraba, y tomó su maletín. Guardó en el bolsillo interior de su chaqueta un bloc de notas que había repasado antes de ponerse en marcha. Se ajustó las gafas de sol que llevaba, miró abajo. Una monitora, según su ficha, 21 añitos. Con novio más o menos formal, mala estudiante. Atlética, con el pelo largo y rizado sin recoger, ¿para qué? Era la entrenadora, pero no tocaba el agua. Lo que sí parecía tocar era los huevos a sus compañeros , a los que parecía profesarles un cariño no compartido. Ahora mismo ella se encontraba hablando con otro monitor, entre susurros a pesar de la presencia de los pequeños pijines, y el otro chico no sabía dónde meterse. Y no, no era su novio, para más inri del cornudo. Unas tetas enormes amenazaban con salirse por el bañador uniformado del centro. Se balanceaban de un lado a otro casi hipnóticamente. ¿Era normal aquel tamaño? O mejor, ¿era una mano lo que fue a la zona púbica del chaval? Sí, y directa a masajear sus huevos. Se le subieron todos los colores, se apartó un poco de ella, pero aquella súcubo insistió. El monitor no tendría más de 18 años, a esa edad debería estar supersalido como para rechazarla. Hacker se rió para sus adentros mientras bajaba las escaleras de las gradas. La verdad es que el chico recatado le importaba un comino. Había venido por la pequeña súcubo.

Al llegar al pie de la piscina, reparó en la presencia de un niño que se había quedado rezagado del grupo de entrenamiento. Era rubio como él y eso le llamó la atención. Recogía sus cosas con un poco de esfuerzo. Durante las clases había detectado que no era muy hábil, más bien era torpe, le costaba aprender y era el blanco de las burlas de la monitora y de sus compañeros, que le habían bautizado como “Enriquín”. Pero el chaval se esforzaba. Aquella rabia contenida acabaría saliendo por alguna parte tarde o temprano. Ah, no, la pequeña súcubo no le caía nada bien… Se arrodilló a la altura del muchacho mientras ella retozaba con su víctima, y le revolvió el pelo dejando el maletín en el suelo.

  • Ey, lo has hecho muy bien, Quique, sigue practicando. – El niño le miró receloso, con algo de temor – Puedo llamarte así, ¿verdad? No me acaba de gustar Enriquín. – Le guiñó un ojo. El niño sonrió tímidamente, pero no se atrevió a decir nada más.

  • Disculpe, ¿está esperando por mí? – Oyó una voz detrás del niño. Era ella quien hablaba. El chico reaccionó dando un respingo. El monitor acosado salió por patas aprovechando la distracción. Hacker se incorporó entonces, con calma.

  • Puede, ¿es usted Patricia? – Dejó que su mano derecha se acomodase en el bolsillo de su pantalón, conservó la otra encima de la cabeza del chaval, tranquilizadoramente.

  • Sí, así es… - ella le lanzó una mirada cautivadora. Hacker sonrió de vuelta, y su otra mano fue al bolsillo libre.

  • Quique, ve al vestuario, se te va a hacer tarde. – El niño

asintió con la cabeza, cogió sus cosas y salió corriendo. Hacker no avanzó hacia ella hasta que le vio desaparecer por las puertas. Aprovechó para recoger el maletín del suelo, quitarse las gafas de sol y dejarlas en el bolsillo de la chaqueta, un poco a la vista. – Verá, señorita, soy el padre de Quique, bueno, de “Enriquín”. Han cancelado una reunión de última hora y he aprovechado para recoger al chico. Normalmente viene el servicio.

  • Ya decía yo que no nos conocíamos… - Le tendió una mano y se dieron un fuerte apretón – Encantada.

  • Lo mismo digo. Mi hijo me dijo que usted era guapa, pero… ha superado mis expectativas.

  • Lo mismo puedo decir de usted, señor… euh…

  • No, prefiero no darle mi nombre, con ser el padre de Enriquín estará bien – Sonrió amablemente.

  • Está bien. – Aquello no debía de ser algo raro, entre los pijos se estilaría el anonimato. Cruzó los brazos por debajo de sus pechos, parecía que con cada respiración le crecieran más las tetas. - ¿Y para qué quería verme?

  • La verdad, quería saber cómo le iba a mi hijo, pero viendo su entrenamiento, detecto que le va tan mal como en todo lo demás. No es muy listo, ¿sabes? Oye, no te importa que te tutee, ¿verdad?

  • Para nada, lo prefiero. - Le sonrió sugerentemente – No os parecéis en mucho, la verdad.

  • No me hagas decir a qué se debe. – Ella entonces se rió.

  • Comprendo. – Ella hizo un gesto, como señalando a otra parte – Oye, si vamos a hablar sobre su rendimiento, ¿por qué no vamos al despacho? Estaremos más cómodos que aquí.

  • Dime, ¿en ese despacho habrá más monitores? ¿O, por casualidad, sólo estaremos tú y yo y habrá cerrojo en la puerta?

  • Vaya, eres un chico directo.

  • No tanto como tú. A saber dónde habrá corrido el chaval al que estabas magreando. – Aquel comentario le provocó una risilla maliciosa a ella. Él sonrió de vuelta, una media sonrisa un tanto amenazadora que pareció ponerla aún más cachonda.

  • Vamos.

Un golpe contra la puerta. Ella tirándose directamente hacia él, de un salto abrazó las caderas de él con sus piernas. Se besaron apasionadamente, como se besarían los animales si pudieran. Él cerró la puerta de una patada y la subió a la mesa del despachito, de un manotazo tiró todo al suelo, pero dejó el maletín cerca, en la mesa. Quiso lanzarse de nuevo hacia ella, pero le separó.

  • Espera, espera, estamos armando mucho escándalo… - Estiró la mano a una radio cercana, sintonizó una emisora de música y subió a tope el volumen. S&M, de Rihana. Él no pudo evitar reírse.

  • Muy apropiado. Quiero que sepas que he venido preparado para todo, nena.

  • Creía que venías a hablar de tu hijo…

  • Mejor hablemos de tu ninfomanía y de la forma de curarte. – Sin decir nada más, le agarró los tirantes del bañador y tiró de ellos con fuerza, rasgándolos, dejando las tetas completamente al aire, los pezones apuntaban directamente a él – Te voy a dar tan fuerte que se te va a quitar la tontería de ir tirándote a cualquiera. – Le cogió de los pechos con fuerza – Joder, son tan grandes que no me caben en la mano.

  • ¿Te gustan? Ahg-mmmmm… estoy muy orgullosa de ellas.

  • Sí, ya te he visto, banboleándolas de un lado a otro, como una perrita en celo.

  • Mmmm, deja de hablar y sigue magreándome así, me encanta… aaaaahhhhh…

  • ¿Y te gusta esto? – Apretó con fuerza sus pezones, arrancándola un gritito.

  • Uuuuh, sí… hazlo otra vez.

  • Lo que yo te diga, una auténtica puta – Le apretó de nuevo con más fuerza, el grito fue mayor.

De pronto, el monitor de la piscina abrió la puerta y les descubrió, seguramente alarmado por el ruido y la música alta. Hacker no le dio tiempo a reaccionar.

– ¡Cierra esa jodida puerta, imbécil! – El chaval, que no sabía ni dónde mirar, resultó muy obediente y les dejó solos. Ella se echó a reír – Nena, no te desconcentres, espero mucho de ti – Estiró la mano al maletín, dejando sus senos, y lo abrió, descubriendo su contenido: toda suerte de sogas, látigos, consoladores, condones…

  • ¡Uauh! ¿Pero qué es todo eso?

  • Es que trabajo en un TupperSex… - dijo con sorna - ya te dije que venía bien preparado. Y ahora… - Hurgó en el maletín y sacó unas pinzas unidas por una cadenita - ¿lista para meterte caña?

  • N-no, oye, no estoy muy segu… ¡aaaAAAAAHHHHH!! – Ya tenía una mordiéndole el pezón izquierda – Auuuh, duele, quítamela – La mano de ella fue a quitársela, pero la de él reaccionó a tiempo de atraparle la muñeca.

  • Chst, más te vale estarte quietecita. Esto te pasa por ser tan guarra y tan calientapollas. No se puede ir por el mundo así. – Le ancló la otra pinza en el otro. Ella volvió a gritar, estaba a punto de llorar – Vamos, ¿no decías que estabas orgullosa de tus tetas? Sólo las estoy adornando un poco.

  • Por favor, no lo aguanto, no lo aguanto… - Forcejeó con él, que la agarró con más fuerza, atrapó sus muñecas entre una de sus manos y con la otra siguió rebuscando en el maletín.

  • Cuando haya placer lo aguantarás, pero sólo habrá placer si eres una buena chica… de momento, me estás obligando a esto – Sacó unas cuerdas de color rojo.

  • ¿Vas… vas a atarme? – Él sonrió, extendiendo la cuerda con una sola mano.

  • Chica lista. Voy a soltarte. No se te ocurra quitarte las pinzas, o te aseguro que cogeré esa puerta y te dejaré aquí tirada, con todo el calentón, ¿entendido?

  • ¡No, no te vayas!

  • Entonces, pórtate bien. – Le soltó las manos, y ella aguantó estoicamente la mordida de las pinzas en sus pezones, cerrando los ojos, alzando la cara al techo y respirando fuertemente. – Vamos, nena, no es para tanto. Gírate, voy a hacer que esas tetas tuyas crezcan aún más. – La desnudó, y tiró los desechos del bañador directamente a la basura. Comenzó a atarla siguiendo el estilo japonés, haciendo rombos en su cuerpo, metiendo las cuerdas en su rajita, rodeando y apretando sus tetas. A cada movimiento que ella fuera a hacer, notaría la cuerda metiéndose más dentro de ella. Terminó atando sus manos a sus antebrazos, por detrás de la espalda, y tiró de su hombro para que se diera la vuelta – Con lo puta que eres, no me creo que sea tu primera experiencia sado. Te vendrá bien un poquito de humildad. Ahora, de rodillas.

Ella se sorprendió al oírle, pero más al ver cómo se sacaba de golpe la polla de la cremallera del pantalón. Gorda, dura y levemente mojada. Era de buen tamaño, aquello la excitó sobremanera. Comenzó a agacharse, pero notó que la cuerda se le metía en el coño y en la raja del culo. Se levantó de golpe.

  • ¿Y ahora qué te pasa?

  • Se me está metiendo la cuerda – Dijo, temblando. Lo que más lo estaba notando era su clítoris.

  • Ya, y qué pasa, ¿no te gusta?

  • Sí… justo es que… si me agacho creo que me voy a correr.

Él soltó una risa sardónica.

  • Qué exagerada. – Tomó su hombro y presionó hacia abajo, obligándola a ponerse de cuclillas.

  • Aaaaaahahhhhhhhnnnnnn…

  • No tengas tanta prisa por correrte, que ya te daré lo tuyo. Pero ahora cumple con tu parte y chupa. Ésta tiene que crecer más.

Y ella comenzó su tarea. Gemía en todo momento, su balanceo hacía que las pinzas se menearan, provocándola dolor, pero también hacían que la cuerda rozase toda su rajita, y eso la excitaba. La mezcla de sensaciones hacía que se afanase en chupar, provocando sonidos húmedos y de succión que a él le estaban poniendo a mil. Además, se notaba que era toda una experta. La retiró de golpe. Si seguía así, se iba a correr, y no podía permitírselo. Se obligó a serenarse.

  • ¿He sido una buena chica? – Se sorprendió al oírla preguntar aquello. Sonrió hacia ella, arrodillada en el suelo, intentando no caerse por no poder apoyarse en las manos, atadas ahora a su espalda, relamiéndose los labios y mirándole directamente a los ojos.

  • Sí… lo has sido. – La cogió de la cintura y la obligó a levantarse – Muy buena chica. – Sin previo aviso, cogió la cadenita y tiró hacia abajo secamente, arrancándole las pinzas. Ella metió un buen aullido.

  • ¡¿Se puede saber a qué viene eso?!

  • Ey, ése era tu premio. ¿No te molestaban las pinzas? – Sus manos viajaron de nuevo a sus tetas, dándoles un masaje y un fuerte sobeteo. Aquello la reconfortó, haciendo que la sangre volviera de nuevo a circular por sus pezones. Enseguida volvió a gemir. – Y, como te has portado tan bien, vas a tener otro premio. Túmbate sobre la mesa.

Ella corrió a hacerlo, obediente. Hubo unos momentos en que nada parecía ocurrir, la puso nerviosa, miró de reojo hacia él. Y de pronto, notó que sus dedos separaban los labios de su rajita, dio un suspiro al notar su lengua abriéndose paso entre ellos.

  • Oh, sí, me gusta eso… - Pensó que era el beso más íntimo que le habían dado nunca. Ojalá no terminase nunca esa sensación.

  • Yo pretendía mojarte un poco más, pero veo que ya estabas servida.

Le oyó alzarse y, ¡zas! La tenía dentro.

  • ¡¡¡¡AAAAAAHHH!!! Uuuugggh, joder, ¡qué rico!

  • Calla, que me desconcentras. No dejas de ser una puta ni un solo momento.

Comenzó a moverse con fuerza. La cogió con fuerza de la cintura, forzándola a echarse atrás para que las embestidas fueran más profundas. Ella estaba viendo las estrellas, no paraba de moverse en pleno éxtasis, parecía que estuviera loca. Él pensó que sería porque estaba a punto de correrse.

  • Ah, no, ni de broma – De pronto paró de golpe.

  • ¡¡Uuuuggggh, no, por favor!! ¡¡AH!! – Un grito entrecortado salió de su boca al notar una nalgada. De nuevo hubo otro al caer sobre su culo un segundo manotazo.

  • Voy a tener que meterte menos caña. Eres de orgasmo fácil.

Y volvió a retomar la follada, pero a un ritmo torturadoramente lento. Ella no paraba de suplicarle que fuese más rápido, movía sus caderas contra él para acelerarle, pero él la paraba sujetándola con fuerza de los brazos atados a su espalda.

  • Es que ni por éstas. Vamos a ver si… - Le oyó rebuscar en el maletín, le temía cuando hacía eso.

  • ¿Qué-qué vas a hacerme?

  • Sólo te recomiendo que respires hondo.

Notó algo apoyado en su culito. Algo que él empujaba para…

  • ¡No, por favor, nunca me lo han hecho por ahí!

  • Para todo siempre hay una primera vez – Y finalmente entró. Fue un golpe seco, y le dolió, pero no supo por qué no gritó esta vez. Él comenzó a moverse casi inmediatamente, llenándole el coño a la vez que tenía el culo taponado – A ver si así duras más.

Pero la verdad que el que estaba excitado era él, y la dio sin piedad. El dolor gracias a las embestidas de él fue desapareciendo, y se sentía completamente llena, con los dos agujeritos rellenos por completo. Todo fue más rápido, hasta alcanzar un ritmo frenético. Él no pudo aguantar más, metió las manos entre la mesa y sus tetas, las cogió con fuerza y la levanto, forzándola a estirar la espalda hacia él, emitiendo un grito profundo y gutural. Y entonces, él se corrió en su rajita. Cuando notó la leche de él manando dentro de su coño, dejó aflorar el orgasmo tanto tiempo retenido, y se vino como nunca. Él se retiró, manchando el suelo de goterones de lefa, que resbalaban también entre los muslos de ella.

Ahora respiraba fuertemente tendida sobre la mesa, con los ojos cerrados, disfrutando de aquel extraño placer recién descubierto. Dio un grito al notar que él le retiraba el consolador del culo. Pudo notar cómo se volvía a cerrar poco a poco su culito. Estaba en la gloria.

  • Eh, despierta, bella durmiente. Vamos a lavarte.

Y la sacó completamente de sus ensoñaciones. Se notó impulsada hacia arriba, forzada a caminar, proyectada hacia la puerta, ahora abierta.

  • ¡¡No!! ¡No, nos verá alguien!

  • No a estas horas. Camina.

  • Pero, ¡¿dónde me llevas?!

  • Te lo he dicho, voy a lavarte, que estás muy sucia.

Entonces, a trompicones, se dio cuenta de lo que tramaba: llegaron a la piscina. Ella trató de resistirse, pero estaba atada, y no podía competir contra la fuerza de él. Le suplicó que no lo hiciera, pero se vio proyectada al agua. Se hundió hasta el fondo. Tenía atada las manos, pero no las piernas, por suerte. Cogió impulso y salió a la superficie, cogiendo aire a bocanadas, impresionada.

  • ¡Hijo de puta! ¡¿Cómo te atreves?!

  • Tranquilízate, acabamos de empezar – La vio intentar impulsarse hacia el bordillo – Ah-ah, yo no haría eso. Mejor quédate donde estás. – La dejó de piedra al ver que hurgaba en uno de los bolsillos del pantalón y sacaba una especie de aparato similar al de los policías, accionó un botón y aparecieron los pequeños rayos indicadores de voltaje y electricidad – Te presento a mi amiga, la picana eléctrica. Por lo que he podido averiguar de ti, no eres muy buena estudiante, pero seguro que eres lo suficientemente lista como para saber que la electricidad y el agua se llevan muy mal. Como te acerques al bordillo, te tostaré, ¿entiendes bien lo que te digo?

Ella lo miraba ya completamente sin entender. ¿Quién era ese hombre? ¿Y qué quería de ella? ¿Qué iba a hacerle? Siguió pataleando en el sitio, ¿cuánto tiempo podría aguantar así?

  • ¿Cómo que “lo que has averiguado sobre mí…”?

  • Mmm, veamos – Metió la mano en el bolsillo interior de la chaqueta y sacó una pequeña libretita – Ah, aquí estás. Patricia, 21 años, monitora de natación, con pareja. Te sorprendería de lo que puede encontrar uno en las redes sociales. No se pueden dejar tantos datos al aire libre, nena.

  • ¡Pero no puse dónde trabajaba!

  • Bueno, eso ya me costó un poco más. Pero tampoco fue difícil dar contigo. Sobre todo porque te puede esa boca tuya por internet.

  • Por… ¿internet?... – Entonces, cayó en la cuenta - ¡Oh, NO!!! - Él guardó la libreta y se rió quedamente.

  • Oh, sí, “vaquita” mía, y sí, esas tetas tuyas no son ningún montaje. Y, como verás en cuanto esas piernas tuyas tan sensuales se agoten, lo mío tampoco lo es. Pero si te gusta la asfixia erótica, también puede que disfrutes del ahogamiento. Además, ¿te gusta el agua, no?

Ella comenzó a ponerse histérica. Ese cabrón iba a matarla. Iba a matarla, iba a…

  • Por cierto, el nick muy bien escogido.

  • ¡No vas a matarme, cabrón! – Nadó con fuerza hacia el bordillo. Él suspiró teatralmente al verlo.

  • Mala decisión.

En cuanto se acercó, le sacudió con la picana en el hombro. Ella gritó y se echó instintivamente hacia atrás.

  • Prueba de nuevo. Te quedan 2 intentos.

Ella siguió echándose hacia atrás, saliendo de su alcance. Era exactamente igual que una medusa, o que varias avispas picándola a la vez. Le miró llena de odio.

  • Piensa que a tu novio le dolerá más enterarse de todas tus “travesuras”. No le has contado que andabas tonteando con cualquiera, ¿verdad? Ah, por tu cara entiendo que no. Muy bien. – Le vio meterse de nuevo la mano en otro bolsillo.

  • ¡¿Qué pretendes?! – Comprobó que sacaba un teléfono - ¡no, no lo hagas, desgraciado!

  • Calla, mujer, que no me dejas… ah, sí, aquí está. Le he llamado “Cornudo”. La vaca y el cornudo, ¿no te parece gracioso? – Apretó una tecla y se lo llevó a la oreja.

  • ¡No te atrevas a hacerlo! – Nadó con rapidez hacia el bordillo de nuevo. Le faltó tiempo para notar la picana otra vez. Entre el esfuerzo extra y el dolor se le estaban acabando las fuerzas. Comenzó a llorar de pura impotencia.

  • Y van dos. Te queda un intento. Por cierto, ya se oyen los tonos, ¿tu novio tarda mucho en contestar normalmente?

  • Eres un cabrón hijo de puta… ¡¿por qué a mí?! – Él la miró perplejo.

  • Creía que lo sabías. Tú contestaste a mi mensaje, ¿recuerdas? “Yo soy tu verdugo y tú eres mi doncella”… aunque tú lo de doncella lo pierdes, nena, aunque estás de muy buen ver. Me encanta tu pelo, sobretodo. – Colgó el móvil – Vaya, no lo coge – Observó la pantalla del móvil - Enhorabuena, ya llevas dos minutos pataleando. ¿Esas tetas tuyas te sirven de flotadores?

  • ¡Déjame salir de aquí! ¡¡DÉJAME!! – Entonces, cayó en la cuenta de que, al gritar, su voz reverberaba por la piscina, y comenzó a gritar a todo pulmón ayuda.

  • Oh, sí, continúa, esfuérzate más, pierde el control. Lo estoy deseando – Le dedicó una sonrisa sádica – Aquí no hay nadie, Patricia, sólo tú y yo. Y, dentro de poco, sólo yo. – Ella volvió a perder los nervios y estalló en hipidos, de pronto se hundió más de la cuenta, tragó un poco de agua, luchó por permanecer a flote. Él la observaba pacientemente. - Creo que durarás… unos cuatro o cinco minutos más. ¿Tú que crees?

  • Vete a la mierda… - Él entonces se echó a reír.

Pero su risa se cortó pronto. Se oyó una puerta. ¿Cómo? ¿Había alguien?... ¿La habrían oído? Estaba en problemas.

Y entonces, reconoció la cabecita rubia que asomaba por la puerta de los vestuarios, tímida.

  • ¡Ah, Quique! Qué susto me has dado.

  • ¿O-ocurre algo?

Ella se precipitó como por obra de un resorte hacia el bordillo.

  • Enriquín, ¡Ayúda…! - El brazo de él fue más rápido, de nuevo una descarga que le hizo gritar de puro dolor.

  • Para nada, tu profesora y yo estábamos jugando. – Se giró hacia ella – No creerías en serio que era mi hijo, ¿verdad? Vaya forma que tienes de tratar al chaval, ya te vale. – Se giró de nuevo hacia el niño – No te asustes, tu profe gritaba porque le da rabia perder. Ya lleva tres intentos. – La cogió violentamente del pelo para evitar que se echase hacia atrás. – Quique, aun no entiendo qué haces aquí tan tarde, deja que recojamos el juego y no te preocupes. Ve fuera.

  • Pero…

  • Vamos, Quique, no me hagas decírtelo dos veces. Todo está bien. Ve a recoger tus cosas. – Se oyó un “no” ahogado por parte de ella, pero el miedo le impidió alzar la voz para hacerla audible para el niño.

  • Está bien… - Se marchó y cerró la puerta, aunque no se le veía muy convencido.

Se mantuvo escuchando las pisadas y los ruidos hasta que no oyó nada. Entonces su atención volvió a centrarse en la atemorizada Patricia, que temblaba de arriba abajo presa de los espasmos musculares.

  • Buf, vaya susto, ¿eh, Patricia? ¿Y qué has intentado? – La tiró fuerte del pelo, ella respondió con un chillido agudo pero corto – Bueno, ya da igual. Has gastado tus tres intentos. ¿Tienes algo que decir?

  • ¡No, por favor, por favor, por…!

  • Un placer, Patricia.

Y la sumergió con violencia en la piscina. La mantuvo agarrada por los pelos para evitar que sacara la cabeza. Ella se resistía como una condenada. “Vaya, ni siquiera se ha movido así de fuerte mientras me la tiraba”, se dijo para sí, provocándole una sonrisa. Estaba seguro de que, de tener las manos libres, ya le habría clavado las uñas.

  • Eso es, mi sirenita, chapotea, chapotea. – Canturreó mientras seguía manteniéndola bajo el agua con fuerza.

Ella no podía oírle bajo el agua, por supuesto, y tenía otras cosas de las que preocuparse. Del dolor atenazante en su pecho. Del agua que había comenzado a tragar. Ese cabrón lo había conseguido. Iba a matarla. Y estaba siendo doloroso. Muy doloroso… Pronto, notó que sus piernas dejaban de reaccionar, que su mirada se quedaba clavada en las ondas de la superficie, en el brazo que se hundía en el agua, ahogándola. Pronto, su tez se tornó pálida, y dejó de tragar agua. La superficie fue tranquilizándose. Unas pocas burbujas escaparon por su nariz. Pronto, dejó de notarlo todo, porque estaba muerta.

Ante la falta de resistencia, Hacker la soltó. El cadáver permaneció allí, sin subir ni bajar, sencillamente a flote en vertical. Se sentó con calma en el suelo, relajándose después de aquella lucha. Se miró el traje, sobre todo la manga del brazo que había hundido. Joder, le había puesto perdido. Hurgó en su bolsillo. Sacó su móvil último modelo.

  • ¿Ves? Lo que te dije… cinco minutos. Ocho en total. No está nada mal, Patricia.

Abrió las aplicaciones. Buscó la cámara. Enfocó al cuerpo sumergido de Patricia. Un flashazo inundó la piscina. Enfocó a su cara azul, ahora deformada por efecto del agua. Otro flashazo. A sus ojos petrificados, que le miraban fijamente. Otro. A su boca semiabierta, que dejaba entrever su lengua y de la que salían de vez en cuando algunas burbujitas. El último flashazo.

Cerró la cámara. Cerró las aplicaciones. Bloqueó el móvil. Lo volvió a guardar. Echó una última mirada a Patricia y se incorporó. Se encaminó a la puerta de los vestuarios. Salió a la calle. Se encontró a Quique esperando, con la bolsa de deportes, a la puerta del pabellón. Ya era noche cerrada. Le miró cuando se acercó a él. Unos padres demasiado ocupados, ¿eh? Sonrió al chaval y le revolvió el pelo, como la primera vez que le vio.

  • Buf, tu profesora es dura de pelar. Casi casi no la gano. Oye, ¿te apetece un helado? – Y le guiñó un ojo. El niño sonrió y le siguió a un puesto de helados cercano.

Cuando sacó la billetera para pagar mientras el niño escogía, rozó también el móvil y sonrió. Lo sacó y pulsó el botón de rellamada.

  • Sí, hola, ¿conoces a Patricia? Sí, la de las tetas grandes… sí, veo que sí… ¿Qué eres su novio? ¡No me digas! Pues escucha, yo también era su novio, pero no llamaba para eso, es que verás… ha habido un accidente… será mejor que vengas cuanto antes al pabellón...

Publicado: Mier oct, 19, 2011 11:41 pm

Hacker: He conocido a una doncella. Su nombre es Patricia.

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