Hacker: Hola, Cyntia (ADVERTENCIA:GORE)
Nunca te fies de internet. Hay Hackers sueltos que llamarán a tu puerta.
ADVERTENCIA: Este relato puede herir sensibilidades. Contiene escenas de violencia, violación y muerte. Esto no significa que se justifique de ningun modo en la vida real. Por favor, sólo comentarios constructivos. Gracias, que disfruten del relato.
Publicado: Dom Sep 11, 2011 9:41 am
Hacker: Soy verdugo de doncellas, pero... ¿dónde está mi doncella? Responde y nos veremos en el patíbulo.
Publicado: Mar Sep 13, 2011 8:28 am
Cyntia: ¿Pero de qué vas, tío? No sé qué te has creído, pero me pareces un payaso. Vete con tus tonterías a otra parte, seguro que eres uno de esos frikis que se pasan el día delante del ordenador y no tienes otra cosa que hacer que darle a las teclas. Deja sitio a los hombres de verdad.
Martes, 13 de septiembre, 10:49 pm
Estaba agotada. Aquel día había sido demoledor. Aún en la ducha podía oír el teléfono sonar en su cabeza, ya dolorida por los gritos y malas formas de su jefe. Maldito gilipollas… en cuanto pudiera conseguiría un curro en condiciones. Pensaba en esto mientras cerraba el grifo y dejaba que las últimas gotas cayeran sobre su pelo, una larga melena que gustaba de mimar, ya que ese color negro como el azabache le encantaba; sabía que eso, sumado a su delgadez y, cómo no, a su más o menos buena delantera, volvía locos a los hombres. Pero todavía no había encontrado ninguno que pudiera catarla, no ninguno lo suficiente bueno, y sólo sentía sobre su piel la caricia de la toalla y el albornoz al secarse.
Suspiró, viendo en un reloj lejano la hora, se le había hecho tardísimo. La verdad es que no tenía gran cosa que hacer: no tenía hambre, ni ganas de prepararse nada. Y la sola idea de pensar en hombres, allí, en la ducha, le había provocado una mezcla de sentimientos, entre soledad, tristeza, y ganas de darse un poco de placer, qué demonios. Se miró delante del espejo, escrutándose a ella misma con la mirada. No, no estaba nada mal, tenía 28 añitos y los efectos de los 30 todavía no pasaban por ella… pero parecía que los tíos le tuvieran alergia. Se giró y se miró por detrás. “No, Cyntia, sabes que no es eso… sabes que lo pasa es que no puedes contar tu secretito” Se sonrojó frente al espejo. Sí, era cierto: hola, me llamo Cyntia, y me encanta que me estrangulen, ¿qué tal si pones tus manos sobre mi cuello? Extraña presentación, sin duda, pensarían que estaba zumbada, pero… sus manos pasaron a acariciar su cuello, sus uñas rasparon delicadamente su piel. Realmente estaba deseando experimentar todo lo que las chicas del foro hablaban, lo que veía en los videos y las fotos… joder, ¿cuándo tendría la oportunidad? Acercó la banqueta del baño al centro del cuarto, cerca del espejo, y se sentó allí. Abrió lentamente su albornoz, enseñando sus tesoros al reflejo, y sus manos se trasladaron a sus labios secretos, abriendo más las piernas. Cerró los ojos y comenzó a gemir, mientras se imaginaba siendo la protagonista de aquellos videos, viendo su cara amoratada, su lengua asomar entre sus labios… comenzó a frotarse con fuerza, echó la cabeza hacia atrás, gimió con más fuerza. Sí, sí que le gustaría eso… quizás luego se pasase la cuerda del albornoz por el cuello… ¿o qué tal el tubo de la ducha?
Tin-ton.
Se paró de golpe, y la calentura se esfumó de igual forma. ¿Quién llamaba? ¿Qué hora era? Pero si cuando miró el reloj casi eran las 11. ¿Sería el viejo de González? La otra noche llamó también, para “pedirle azúcar”. Viejo asqueroso, no paró de mirarle las tetas, y no supo cómo no le cerró antes la puerta en los morros. Intentó quitar de su mente la imagen del vejestorio, y se dispuso a concentrarse otra vez, sus manos volvieron a su rajita… ¿por dónde iba?
Tin-ton… Tin-ton, tin-ton, tin…
- ¡Ya va! – Gritó, levantándose de muy mala gana de la banqueta, apartándola a un lado de una patada. Iba a matar a ese viejo verde. Hizo una fuerte lazada en torno a su cintura para que el albornoz no mostrase nada, aunque sus pechos amenazaban con asomarse de un momento a otro. Se echó el pelo hacia atrás antes de abrir, pero no estaba dispuesta a mostrarse amable con ese tipo, así que abrió la puerta de un manotazo y se echó encima del inoportuno visitante - ¡Vaya horitas de llamar, ya se puede estar acabando el mundo o te…!
No era el señor González. Un hombre, al parecer, un ejecutivo de oficina, la miraba desde el otro lado de la puerta, pasmado también por cómo había salido la chica. “Tierra, trágame”, pensó Cyntia, que enseguida quiso pedir disculpas al desconocido, que no pudo evitar sonreír. Era joven, aunque mayor que ella, ¿quizá 35? Buen cuerpo por lo que dejaba ver el traje, muy caro al parecer. En la mano traía una botella de vino y dos copas.
- Siento las horas, me he confundido de puerta. Discúlpame.
- N-no, perdona… pensé que eras otra persona.
Él la miró de arriba abajo, lo que hizo que se sonrojase aún más. El desconocido soltó una risilla queda y la miró directamente a los ojos.
- Lo mismo digo, yo buscaba a Cyntia.
- Bueno, yo me llamo Cyntia, pero… - Sonrió, extrañada – No te conozco.
Entonces, el extraño sonrió de nuevo, y alzó la botella y las copas.
- Bueno, ¿qué tal si hacemos por conocernos?
Cyntia se quedó en un principio estupefacta, pero luego no pudo evitar echarse a reír. Estaba bueno, y un polvo ahora estaría muy bien, pero… era un desconocido, aquella era su casa. Se lo pensó. Bajó tímidamente la cabeza. Alzó un poco la mirada, hacia sus ojos, hacia su sonrisa. Él la miraba como un perrillo abandonado. Se rió, traviesa. Le hizo un poco de paso, finalmente.
- Y esa Cyntia que buscas… ¿dónde se supone que está? Quiero decir, no recuerdo que en el bloque viva ninguna Cyntia más.
- Bueno, es que verás… - Entró dentro, y ella aprovechó para cerrar la puerta – Nos conocimos por internet. Llevamos hablando mucho tiempo, y después de muchas conversaciones, me dio esta dirección, y me dijo que ya era de conocernos. Y mira, he venido todo lo rápido que he podido, no he podido ni pasar por casa para cambiarme – Se paró delante del sofá, miró a Cyntia, ella le hizo un gesto para indicarle que podía sentarse y él tomó asiento, y comenzó a abrir la botella – Y aquí estoy, dispuesto a… celebrar mi amor por internet con una desconocida – La sonrió de vuelta, no se notaba reproche ni problema en su voz. – La verdad que esta Cyntia me gusta. – Dijo, destapando la botella, y provocando una risita por parte de Cyntia.
- Seguramente cogería la dirección del listín telefónico, ¿no crees?
- Es probable… soy muy confiado. – Dijo, vertiendo el vino en una de las copas. Ella se sentó a su lado, y cogió la copa que le ofrecía. Le miró. Olía genial. A perfume de los caros. Seguro que ese tipo tenía mucha pasta.
- Aún no me has dicho tu nombre… - Él hizo un gesto con la cabeza, como de negación.
- Déjalo así. No cambiaría nada. Sólo importa que… - Se sirvió el vino – Estoy sentado en un mullido sofá y acompañado por una bella señorita. – Dejó la botella en la mesa, y tiró de la corbata un poco - ¿Te importa si me pongo cómodo? – Se desanudó el nudo, aflojándolo un poco, con manos expertas. Aquella habilidad manual hizo que ella se preguntase si sabría usarla para otros cometidos – Bueno, mi desconocida y hermosa Cyntia – Tomó su copa - ¿Qué tal si brindamos?
Cyntia estaba ya caída a los pies de aquel desconocido, es como si le hubiese caído del cielo. Galante, con una buena copa de vino, aparentemente educado. No pudo más que sonreírle, esperando que lo que hubiese debajo de los pantalones también mereciese la pena. Ella alzó su copa.
- ¿Y por qué crees que debemos brindar?
- ¿Qué te parece… por los encuentros inesperados? – Ella soltó una carcajada.
- Por los encuentros inesperados, entonces – Y sus copas chocaron, resonando por el piso.
Bebieron. Sus ojos se cruzaron. La magia estaba en marcha. Las manos se pusieron en movimiento. Las de ella en las rodillas de él. Las de él en su mejilla. Dejaron las copas. Qué importaba el vino. Podían saborearlo en sus labios. Se besaron apasionadamente. Se separaron. Volvieron a unirse. Las manos de ella ya habían subido hasta su paquete. Se abultaba por momentos. Las de él se abrían camino por el hueco del albornoz hasta sus pechos. Cuando le dio un pellizco en uno de los pezones, ella se echó hacia atrás y dio un gemido. La boca de él viajó hacia su oreja, la lamió, y se alejó para susurrarla con voz grave a causa del deseo.
- ¿Piensas que soy un hombre de verdad?
Ella se sonrió, y fue a contestarle, pero entonces un pensamiento cruzó rápido por su mente.
Cyntia. Internet. Hombre de verdad.
Aquel payaso que se hacía llamar Hacker.
Fue a separarse, pero él se agarró a su pecho como si en vez de manos tuviese garras. Le hizo daño. Ella gritó. Trató de alejarse. Él la aprisionó con el otro brazo mientras le magreaba las tetas salvajemente.
- ¡Basta! ¡Suéltame! ¡Me haces daño! – Se acordó de sus vecinos. Hasta el baboso de González podría ayudarla. Gritó a todo pulmón.
Se vio de pronto en el hueco entre la mesa y el sofá, en el suelo. Sólo oía un pitido. Le ardía la mejilla. La había pegado. Miró hacia arriba. Hacker la miraba fijamente. Apartó la mesa, volcándola. Era muy fuerte. Su gesto había cambiado completamente, frío como un témpano de hielo. Ella entonces se dio cuenta de la tontería que había hecho, al dejar entrar a un desconocido a esas horas de la noche en su casa. Qué había hecho. Qué iba a ser de ella. El albornoz se estaba empapando de vino. Vio que se quitaba la corbata poco a poco.
- ¡qué vas a hacer, desgraciado!
- Yo soy tu verdugo. Y tú eres mi doncella.
Y sin apenas dar tiempo, se echó encima de ella, que volvió a gritar, pero esta vez de puro terror. Notó cómo la obligaba a despojarse del albornoz, la tenía ladeada en el suelo y sentía todo su peso encima de ella. Lloró, lloró como nunca había hecho. Hasta suplicó que se marchase y que la dejara en paz. Entonces, notó que algo la penetraba con mucha fuerza. Dio un grito agudo de dolor. La estaba violando. Ese cabrón la estaba violando. Embistió de nuevo, se la clavó hasta el fondo. Ella trató de darse la vuelta. Él la agarró el pecho derecho, y clavó sus uñas en él. Si Cyntia hubiese mirado, vería que pequeños ríos de sangre corrían por él. Pero ella tenía clavada la mirada en el suelo, donde buscaba los restos de la botella para poder defenderse, pero no habían caído cerca. Gritó que parase, que la dejase en paz, que dolía… pronto no pudo gritar nada. Notó algo en torno a su cuello. Y ese algo comenzó a apretar su garganta. Y se apretó más de golpe. Sus manos fueron allí. “Es la corbata… el hijo de puta me está estrangulando con la corbata”
Peleó con todas sus fuerzas. Su cuerpo trató de incorporarse. Sus uñas se clavaron en lo que dio del cuerpo del hombre. Pero la fuerza no remitió. Es más, la tela cada vez se clavaba más. Las embestidas la estaban destrozando el coño, pero ese dolor no era nada comparado con el de su cuello. Uno de sus pensamientos fue que iba a rompérselo si apretaba más. ¿Dónde quedaba el placer del estrangulamiento? Aquello que había deseado que le pasase estaba pasándole. Pero el dolor que experimentaba no se semejaba para nada a los gestos de aquellas mujeres en los videos, en las fotografías… las mujeres del foro decían que era placentero, que lo practicaban sus parejas. Pero claro, aquel cabrón no era su pareja, sino un violador. No había sitio para el amor, todo era violencia. Lloró en un silencio obligado mientras notaba que la falta de aire comenzaba a hacer estragos. Notó la saliva caer desde su boca. Notó el calor por la condensación de la sangre en la cara. Notó que la visión comenzaba a fallarle.
Cuando pensó que iba a morir pronto, y ya empezaba a cerrar los ojos y cerrar, notó que el hombre la tiraba con fuerza al suelo, bajando la presión de la corbata. Ella sólo tuvo fuerzas para rodar un poco por encima del albornoz, quedando boca arriba y toser. No paraba de toser, y con mucha fuerza. Sus manos iban a ir al cuello para retirar la corbata, pero el extraño se lo impidió. Cogió sus muñecas juntándolas con una sola mano, y tiró fuerte hacia arriba, hasta que se contentó de verla de rodillas. Volvió a coger la corbata con fuerza y la acercó hasta su miembro.
- Si no muerdes, me pensaré si dejarte vivir. Una mamada o la muerte, tú decides.
Y sin decir nada más, le metió la abultada boca en la polla. Más que morder, Cyntia tenía ganas de vomitar, y además la tos no le había remitido todavía. Sólo quería que le dejase en paz, así que se dejó hacer. La follaba la boca con extrema violencia, notaba que todo su cuerpo se balanceaba por los impulsos, y apenas podía respirar. La corbata apretó un poco, pero no tanto como la otra vez. Cyntia sólo rogaba en su interior que no la matase. Las embestidas cada vez fueron más rápido. La golpeaba los carrillos por dentro. Cuando creía que el hombre iba a terminar en su boca, notó que la sacó de golpe y se contuvo, para sorpresa de ella. ¿Ya había terminado todo?
- No, no es aquí donde quiero terminar – Dijo, y con la corbata la obligó a darse la vuelta, quedando a cuatro patas con él a sus espaldas.
- ¡No, por favor, he hecho todo lo que me has dicho! – Repuso entre sollozos.
- Bueno, pero todavía te queda algo por hacer – Tiró fuerte de la corbata, ahora una improvisada correa de perra, y notó que su polla se apretaba contra su culo.
Ella fue a gritar que por ahí no, ya que nadie se lo había hecho así antes, pero de nuevo notó la mordida de la corbata evitando que las palabras salieran, muriendo en su garganta. El tirón fue muy fuerte y la cortó la respiración de golpe, pero más duro fue notar el miembro de él abriéndose paso hacia sus entrañas. Cyntia creía que, si sobrevivía a aquello, se volvería loca. Qué gran error abrir la puerta aquella noche… qué gran error.
Las embestidas continuaron por un par de minutos, pero Cyntia ya no oponía resistencia. Se dejaba hacer, sin queja aparentemente. Apenas se movía, pero no por la falta de aire, aunque eso también hacía efecto. Cuando Hacker, con un gemido casi animal, llenó el culo de Cyntia con su semen, hizo que se voltease para que la mirase. Y vio que estaba ida, como en otro lugar. Apenas respiraba. Sonrió, y la acarició la mejilla, el cuello, los pechos. Bajó un poco su cabeza, hasta quedar cerca de su oído, aquél que había lamido con tanto ardor hacía media hora.
- Allá donde vayas, mi querida doncella, habla sobre los hombres de verdad.
Y la corbata volvió a apretarse en torno al cuello de Cyntia, que emitió un débil gemido. Hacker apretó esta vez con todas sus fuerzas. En una mano un extremo, en otra otro. Y entre sus miradas, sólo un crujido que marcó el final de la vida de Cyntia.
Hacker se levantó, y hurgó en el bolsillo de su pantalón. Sacó su móvil último modelo. Abrió las aplicaciones. Buscó la cámara. Enfocó el cuerpo tendido de Cyntia. Un flashazo inundó la habitación. Enfocó a su cara amoratada. Otro flashazo. A sus ojos desorbitados. Otro. A su boca semiabierta, que dejaba entrever su lengua. El último flashazo.
Cerró la cámara. Cerró las aplicaciones. Bloqueó el móvil. Lo volvió a guardar. Se agachó, desenroscó la corbata del cuello de Cyntia, se acercó a un espejo, se ajustó la corbata correctamente, se atusó el pelo, se vistió correctamente. Giró hacia Cyntia, la dedicó una última mirada, y susurró, mientras se acercaba a la puerta.
- Un placer, Cyntia.
Publicado: Mier Sep 15, 2011 01:41 am
Hacker: He conocido a una doncella. Su nombre es Cyntia.
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