Haciendome un dedo
De cómo me doy placer tras un duro día de trabajo, cosa muy frecuente en mi, lo de darme placer.
Hoy era de esos días en que estresada después de un duro día de trabajo llego a casa, totalmente mojada pues tras una de las reuniones que mantuvimos, nos fuimos a tomar un café y salió el tema del sexo, a mi se me pusieron los pezones duros como piedras, y estaba caliente como yo sola, mantuve el tipo sin que nadie se diera cuenta durante el resto de la jornada.
En casa traté de calmarme, pero no tenía con quién desahogar mis necesidades calenturientas, así que decidí ayudarme de un espejo, es muy excitante observar tus partes íntimas cuando te introduces los dedos para alcanzar los orgasmos, os podéis imaginar que no es la primera vez que disfruto de esa escena.
Bien, antes que nada comencé acariciándome los duros pezones, que estaban bien erectos, siempre por encima de la ropa, viajaba con mis dedos hacia mi entrepierna, cuyos pantalones impedían que tocara directamente mi sexo, ahí me acariciaba por lo alto (esto lo suelo hacer con frecuencia, sea en el trabajo, en el medio de transporte o en cualquier lugar, es tan efectivo como a quien le tranquiliza fumarse un cigarrillo), obteniendo leves grados de placer.
Aunque estando a solas, no hacía falta disimular, me arremetía con la mano entera agarrándome todo mi sexo haciendo que se mojara, y apretándome los senos, pero siempre con delicadeza, despacio me desnudé la parte superior, mis tetas estaban locas por que las mimara, por lo que una mano la dedicaba a mis pezones, areola y el resto y la otra a mi zona vaginal.
Tras un rato calentándome de esa manera, decidí desnudarme también la parte inferior, para estar totalmente libre de ropas y alcanzar el grado máximo de placer.
Después de unos segundos observándome en el espejo, acariciándome los pezones, las tetas y examinándome el pubis entero, con la vagina totalmente depilada para que ningún pelo me estorbase durante mis caricias ni mi reconocimiento me acerqué al espejo para tener un buen plano de mi centro de placer y bien abierta de piernas, comencé a estudiarme los labios, me encanta mirarme, acariciándomelos, separándomelos, viendo donde se encontraba hace años el himen, precioso himen que me destrozaron una noche de furor durante una acampada.
Estando en esa tarea mi sexo empezaba a palpitar, así que comencé por tocarme nuevamente por toda mi zona más sensible y placentera, labios arriba, labios abajo, con lentitud, cuando notaba que la humedad invadía todo el lugar, me atrevía a meterme sólo la puntita de mi dedo corazón, el más largo, con tranquilidad refregaba todos los líquidos que emanaban de mi vagina y llegaba al clitoris, ahí me deleitaba con cierta lentitud.
Mientras me acariciaba esa parte tan sensible notaba como se abrían y cerraban los labios, por mucho que tratara de relajarme, tomaban vida propia y solitos continuaban con su labor de abrirse y cerrarse, enre tanto me metía el dedo entero en la vagina, al relajarme, mi esfinter trasero, también se abría y podía sentir como la ligera brisa que por alguna razón corría por ahí abajo, me excitaba el ano, para no desaprovechar tal agujero, tomé un bote de esmalte de uñas y lo coloqué de manera que la parte más delgada me penetró analmente, eso me hizo alcanzar un alto grado de placer mientras continuaba acariciándome el clítoris.
Después de un rato dedicándome tranquilamente a masajear el clítoris, puse sobre todo mi sexo los dedos y haciendo círculos me lo acariciaba completamente, la mano estaba totalmente mojada, así me llevé un rato largo, mi respiración también se empezó a acelerar por momentos, mis piernas estaban empezando a abrirse y cerrarse, era superior a mi, no podía mantenerme quieta esta vez, el orgasmo estaba cerca, de nuevo introduzco mi dedo entre mis labios, sintiendo como estos parece que no quieren que lo saque de ahí y están como dando pequeños bocaditos, para atrasar el orgasmo, abandoné mi vagina durante unos segundos, preciosos segundos que dediqué a mis tetas, las cuales seguían con los pezones erectos.
Por su parte, mi ano, estaba siendo bien tratado con el tapón del bote que hacía su trabajo de darme placer anal.
Cuando supe que podía aguantar un poco más, comencé de nuevo a acariciarme el clítoris, y con la otra mano metiéndome dos dedos en la vagina, de nuevo sentía que me venía el orgasmo, así que saqué mis dedos chorreantes y tras acariciarme un poco el ano, previamente había sacado el botecito de esmalte, me atreví a sentir como otras tantas veces mi dedo bien dentro, con facilidad invadió mi agujero trasero, moviéndolo de afuera adentro al mismo tiempo que mi otra mano hacía lo mismo en mi vagina, la respiración se aceleró al máximo, mis piernas se abrían y cerraban y por fin, alcancé el orgasmo tan ansiado, mantuve mis dedos en sus agujeros durante unos minutos, mis piernas hacían de cepo, para evitar sacarlos.
Después de ese rato, descansé durmiendo como los ángeles... hasta el día siguiente.