Haciendo sudar a mi hijastra de 18 años

Cuando tu hijastra te pide que la pongas en forma,y solo se te viene una cosa a la cabeza mientras ella pone todo de su parte, solo queda darle el rabo que tanto anda deseando.

Antes de empezar con este relato tengo que hablaros de Nuria la hija de mi última mujer, con la que llevo ya 4 años casado y como me pasó con la anterior, ya no queda ni las mas mínima chispa de lo que nos hizo enamorarnos. Este último año, follar,era una cosa que se podía contar con los dedos de una mano, yo ya estaba harto de esa sequía que tenía mis huevos llenos desde hace un par de meses.

Encima ver pasearse a su hija Nuria en ropa interior por casa no mejoraba la cosa. Nuria era rubia, mediría 1,75 mas o menos y era de las típicas tías que venían con un tío diferente cada semana, su melena lacia por debajo de los hombros y esos ojos azules con destellos amarillos junto con esos labios creados para el pecado, la hacían una adolescente digna de las fantasías sexuales de cualquier cuarentón como yo.

En una de las pocas cenas en las que podía coincidir con ella me dejó caer la idea de venir a entrenar conmigo, ya que yo era entrenador personal en uno de los gimnasios del barrio en el que vivíamos, y quien mejor que un familiar para supervisar su entrenamiento.

Pues lo dicho, un par de días más tarde, a las 8 de la tarde mientras yo estaba supervisando el grupo de señoras que con sus ya 50 años intentaban ponerse en forma, apareció ella dejando poco a la imaginación, con sus leggins negros apretados y esa camiseta de sisas que se le pegaba a su cuerpo dejando todo el contorno de su cuerpo bien definido, contoneándose y sonriendo apoyada en el marco de la puerta de la sala donde yo estaba.

No pasaron más de 10 minutos hasta que conseguí despachar a las putas viejas, para centrarme únicamente en Nuria.

Yo estaba ya con la camiseta sudada por las 7 horas que llevaba en ese infierno de menopausia, y para poneros en situación me voy a describir un poco.

Yo mido 1,82 soy bastante moreno gracias a los días de playa que me tiraba en la costa alicantina, con el pelo corto, con los laterales rapados dejando caer mi cabello hacia atrás engominado con unas ligeras canas. Y mi cuerpo era bastante fornido por los años de entrenamiento, eso si, completamente depilado menos brazos y piernas.

Cuando Nuria se acercó a mi sonriendo, con esa sonrisa, que me ponía a mil cada vez que la veía, no pude evitar ponerme nervioso mientras intentaba contener mis instintos más primarios.

—¿Vamos a darle duro entonces? — me dijo mientras se apoyaba en uno de los cristales que coronaba la sala.

—Hasta que no puedas más. — le dije mientras intentaba mantener la compostura.

Entonces le indiqué que se tumbase en una de las colchonetas.

—Quiero que hagas unos abdominales. — me puse en sus pies y la agarré para que tuviese buen apoyo.

Y allí estaba yo, con esa diosa delante mía mientras podía ver como su cuerpo se contraía al ritmo del ejercicio, podía ver como su ojos no dejaban de clavarse en los míos cada vez que me tenía a tiro.

La tía se acababa de hacer 54 abdominales hasta que empezó a dar señales de flaqueza, su respiración se agitaba cada vez más según seguía, soltando pequeños jadeos del esfuerzo, hasta que al llegar a 60 quedó recostada en la colchoneta.

Y ahí fue cuando nuestros cuerpos se pegaron por primera vez esa tarde, cuando le ofrecí mi brazo para que se levantase, se pegó lo suficiente a mi para notar como jadeaba a la altura de mi cara mientras me ponía una cara de loba que me sacó de mis casillas. Y esa cara ya la había visto más de una vez en casa, al verla salir de follar con alguno de sus “novios” en su habitación y nos cruzábamos por el pasillo mientras me guiñaba un ojo.

Le aparté uno de sus mechones sudados de la cara. — Ahora que ya estas caliente. — frase que dije totalmente a posta, para que quien aún lo dude. — Vamos a la cinta y te pegas unos kilómetros.

Ella me miró de reojo mientras se dirigía a una de las cintas de correr.

Me apoyé en una de las maquinas justo enfrente de ella mientras veía pasar los minutos, viendo botar sus enormes tetas al ritmo de sus zancadas, dios, se podía ver como sus pezones se marcaban en la tela de su ropa. Eso si, yo aguantando como un campeón, mi polla morcillona, lo suficiente para poder disimularla.

Cuando vi que ella soltaba un pequeño grito, me acerqué y apagué la máquina como pude. Cuando la vi dejarse caer en el suelo agarrándose el muslo mientras no podía evitar poner una mueca de dolor me acerqué a ella.

—¿Estas bien? — no pude evitar poner mi mano encima de la suya.

—Me duele mucho. — me miraba con esa cara de perro herido que me hizo preocuparme realmente por ella.

Y os juro que por un momento que se me quitaron de la cabeza todas las perversiones cuando le levanté la pierna y me puse a masajearla, mientras ella dejaba recaer su cabeza contra la lona mientras me miraba con los ojos entrecerrados.

—¿Te duele aquí? — mis manos ya estaban a la altura de su muslo.

—Un poco más arriba. — Su mano se posó en la mía y me hizo colocarla encima de su coño por encima de la tela mientras se mordía los labios, consiguiendo que mi polla diese un respingo dentro de mis boxers.

No pude evitar mostrarle una sonrisa pícara. Y sin cortarme un pelo me recosté encima de ella apoyando mi entrepierna en su coño. — Con que querías entrenar ¿Eh? — deje rozar mis labios por su cuello níveo.

Ese gemido que soltó me puso cachondo de cojones. Encima entrelazó sus piernas a mi cintura apretándonos aún más.

—Tu sabes las ganas que tenía de esto. — me dijo con la boca pegada a mi oído.

—No más que yo. — le di un bocado en el cuello .

Cuando me separé de ella me quitó la camiseta y me dejó con el torso al aire.

Su cara era la de una perra en celo y joder, las ganas de empotrarla me estaban superando. Le arranqué la camiseta de sisas dejándola ante mi en sujetador, que podía ver como le apretaba las tetas pareciendo como le iban a estallar de un momento a otro. Y dejando ver ese abdomen cincelado por una diosa griega.

Empecé a besar su cuello de cisne, subiendo hasta sus mejillas para acabar en su boca que estaba buscando mis labios. Mordiendo su labio inferior, para después introducir mi lengua en su boca profanándola hasta lo más hondo.

Yo estaba completamente fuera de si cuando pasé mis brazos por su espalda y la levanté para ponerla a horcajadas sobre mí. Como pude la llevé hasta una de las maquinas que estaban cerca nuestra y la senté. Para poder bajarle los pantalones, y mientras ella se quitaba el sujetador para dejar ante mi esas tetas que estaba deseando comer. Me agaché para ponerme a la altura de estas y empecé a pasar mi lengua para después llevármela a la boca mientras los movimientos de mi mandíbula envolvían el contorno de sus pezones.

Cuando ya me vi saciado de sus enormes tetas empecé a bajar por su vientre devorando cada rincón de este. Para luego acabar en el limite de sus bragas de encaje que parecían elegidas para el momento.

Atrapé con mi boca la goma de estas para empezar a deslizarlas por sus piernas dejando su coño a mi entera disposición. Y sin más dilación introduje mi lengua por este para jugar con su húmedo clítoris. Sus mano se enredó en mi pelo mientras sus labios no paraban de emitir unos gemidos que sonaban a la par que su cuerpo se arqueaba. No os puedo decir el tiempo que se lo estuve devorando hasta que sus gemidos me indicaban que tenía que pasar a otro escalón.

Me alcé y aún con mi boca llena de su líquido, le di un morreo que nos dejó a ambos sin oxigeno, para bajarme los pantalones y dejar mi polla completamente tiesa ante ella. Y sin darle muchas vueltas empecé a pasar mi glande por su chocho húmedo. Para empezar a metersela empujando poco a poco dentro de su ser, consiguiendo que soltase unos gemidos que me incitaron a clavársela por completo. Y dentro de ella empecé a sacarla muy despacio ante sus suspiros, y volver a metérsela de golpe, empujando con mi cadera hasta que se volviese a meter hasta el fondo. Un mete y saca que hacía que su cara mostrase lo mas erótico que había visto hasta el momento en toda mi vida.

Los minutos pasaban y cada vez mis estocadas eras más y más violentas, hasta que ella me agarró de la nuca dejando su boca cerca de mi oído.

—Humm… — me daba pequeños besos en el lóbulo de la oreja mientras se corría. — Quiero que-que te corras en mi cara.

Cuando oí eso fui yo el que me puse nervioso, y le cogí de la barbilla para poder ver su cara con rastros de sudor que pedía eso con desesperación. Cuando saqué mi polla a punto de correrse de su coño, mientras ella se sentaba en el suelo poniendo su dulce cara a la altura, empecé a pasar mi glande por sus labios mientras ella lo lamia con su lengua dando pequeños lametones. No pude evitar gemir como nunca antes a la vez que soltaba unos chorros de lefa que golpeaban las mejillas y la comisura de los labios de Nuria, que relamía mientras yo acababa ese orgasmo delirante.

No quedamos mirándo unos minutos hasta que pudimos reaccionar y volver a recomponernos de la situación.

—Eras tal y como imaginaba. — me dijo cuando se acabó de poner la ropa y se quedó casi pegada a mi boca.

Le comí la boca para después volver a quedar a la misma distancia. — Espero que lo repitamos algún día.

Su único gesto fue sonreírme pícaramente mientras se mordía los labios. — No tengas dudas.

Y que más deciros…

Que a raíz de esto y los gestos que nos mandábamos cada vez que coincidamos en casa, hicieron que mi matrimonio fuese más llevadero.

Y por supuesto no fue la última vez...