Haciendo cositas en la excursión
Beto y Dulce salen al campo junto con sus compañeros, y la hora de la siesta da para muchas travesuras...
-¿Qué hacen esos dos….? ¿No están….? ¡Agh, macho, ¿está morreándose con el Beto?!
-¿No sabías que estaban juntos?
-¡Ni idea! Por Dios, pensaba que esa chica tendría mejor gusto… vale, ya cuando la mandaron a Inspección fiscal, supuse que muy lista, no era, ¡pero esto! Tío, qué estómago… bleghs… se me va revolver la tortilla, ¡pero si a ese tío le falta un hervor!
-La verdad es que sí, pero bueno, eso como a todos los de Hacienda, ¿o conoces a alguno que se medio salve de todos esos pringados…?
-En eso tienes razón, ni uno… - Los dos tipos ya iban a echarse a reír a carcajadas, pero la voz que sonó a su espalda, les heló la risa.
-A LO MEJOR… se puede medio salvar Zorro Carvallo. – Quien había hablado, era el propio Carvallo, que a veces hablaba de sí mismo en tercera persona, y que era uno de los más (si no el que más) temidos inspectores de Hacienda. Se llamaba Luciano, pero la verdad es que hasta el chico del bar que les subía los cafés, le conocía por Zorro Carvallo, pues tenía cara de tal. Siempre estaba con la guardia alta, se jactaba de su altísimo sentido del deber que haría que ni su madre estuviera a salvo de él si descubría que era una defraudadora, y tenía razón, no exageraba un pelo. Hasta sus compañeros y aún los superiores se cuidaban de estar a bien con el feroz inspector, aún sabiendo que en caso de una investigación, eso no iba a salvarles… pero por lo menos, no darle motivos para iniciar una. Los compañeros que habían hablado no eran de Hacienda, pertenecían a Obras Públicas y Urbanismo, uno de los ministerios más odiados por Carvallo, porque el dinero era como si se esfumara en la nada; no importa las veces que investigara y a los muchos corruptos que enchironara, siempre aparecían otros dispuestos a recoger el testigo, siempre quedaban más… no por eso se rendía, pero ello le había llevado a mirar con perenne antipatía y sospecha a cualquiera que procediera de ese ministerio. Los protagonistas lo sabían y poco menos que se pusieron firmes.
-Así que riéndose a espaldas de un compañero… - dijo Carvallo. A los dos tipos les pareció que les olfateaba como hubiera podido hacerlo un animal de presa, y no se equivocaban. – Qué bonito. Qué compañerismo… hasta yo tendría más si tuviera que soltar barro sobre alguno de vosotros, porque lo haría de cara. A lo mejor al bueno de Beto le falta "un hervor", como decís, pero a Carvallo le cargan los que se creen muy listos y se han pasado de cocción. Puede que Beto no sea de vuestro ministerio, pero sigue siendo un compañero, y sobre todo una persona con sentimientos. Y si en Hacienda nos enteramos de que alguien ha herido a un colega, podemos ponernos… algo tensos. Y vosotros, no querréis que el Zorro Carvallo se moleste, ¿verdad?
Los dos negaron vigorosamente con la cabeza, uno de ellos hasta sudaba, "No, no, claro que no… nunca, nunca haríamos algo así…", balbucearon.
-Bien. Pues hale, a disfrutar del día de campo, y no lleguéis tarde al partido… queremos ganaros por goleada, no por abandono, ¿mmmh…? – Carvallo se los quedó mirando, sonriendo con los ojos achinados, lo que le daba un aspecto más zorruno aún. Los dos tipos salieron prácticamente huyendo, intentando no correr demasiado, y sólo cuando el inspector se dio la vuelta y volvió con su familia, respiraron algo más tranquilos.
-Macho… Si tengo ganas de algo, es de que ese tío se jubile… hasta que no esté haciendo viajes por la costa a setecientos quilómetros de nuestras oficinas, no estaré tranquilo.
Eso había sido por la mañana, ahora eran ya casi las tres… La parejita estaba lo bastante lejos de allí como para no haberse enterado de nada, pero lo cierto es que de haber estado más cerca, lo más fácil es que no hubieran enterado tampoco. Beto y Dulce habían colocado la manta en la cual se sentaban un poco apartada de los demás, se habían juntado con los otros a la hora de la comida, pero después… todos los compañeros entendían que llevaban apenas un mes juntos, era normal que quisieran estar un poquito solos, aunque fuese día de partido, el inicio de la temporada. Dentro del edificio de oficinas donde trabajaban, había representaciones de varios ministerios, del ayuntamiento y de las asociaciones de vecinos, y los responsables de cada grupo humano habían decidido años atrás fomentar lo que ellos llamaban "el deporte y la buena camaradería", y conforme llegaba el otoño, iniciaban una liga de fútbol entre todos, de modo que salían al campo, jugaban el partido, comían allí y por la tarde-noche, cada cual a su casa. Desde los propios ministerios ponían furgonetas o microbuses para los que quisieran, y los que no, llevaban su propio coche. Esto se hacía así, porque las furgonetas no solían ser muy grandes y había quienes llevaban a su familia o amigos para estar con ellos. Carvallo por ejemplo, siempre llevaba a su mujer y antes había traído a sus hijos, ahora estos eran ya adolescentes y no solían venir… salvo el día de la final, ése Carvallo no lo perdonaba porque el equipo de Hacienda, "Los Incorruptibles", rara era la que se perdía, y él era el entrenador. Ése era otro motivo por el que desde los otros ministerios le tenían tanta rabia: Carvallo era un fiera entrenando y amaba ganar por encima de todo, para él era casi algo personal… y sabía inculcar eso a "sus muchachos".
La verdad es que el partido había sido un éxito, cuatro a uno a favor de Los Incorruptibles de Carvallo, y Beto había marcado uno de los goles, el del desempate. Éste sonrió al recordarlo con algo de apuro aún… Sabía que jugaba fatal, porque siempre tenía miedo de romperse las gafas, por eso sus compañeros siempre le pasaban los balones bajos y los del equipo contrario usaban los pases altos, sabiendo que a poco que lo viera oscuro, Beto se agacharía para evitar el balón, que era de lo que se trataba, porque jugar, jugaba de pena, pero fuerza tenía toda la que quisieras, y como disparase, el chut no lo paraba nadie. El caso es que el partido estaba en plena tensión, uno a uno, y el público lleno de compañeros, familiares y amigos animando, incluso Dulce se había traído a un par de amigas a animar, pero ellas habían hecho amistad con varios del otro ministerio, igual que algunas otras chicas que habían venido acompañando a otros compañeros de Hacienda. Los Incorruptibles subían constantemente al ataque, pero Los Buitres de Urbanismo habían preparado una defensa férrea y cortaban todos los avances. Dulce estaba en defensa, en una de las ocasiones recuperó el balón y se lo pasó a Jimeno, que era exterior, éste empezó a avanzar decididamente mientras Beto corría hacia el área contraria. Dulce miró a Carvallo, y éste la hizo una seña pasándose el pulgar por el pecho, de abajo arriba, la joven sonrió, miró a sus amigas que estaban entre el público y repitió la seña. Y allí mismo, las dos chicas y todas las amigas que habían venido con los de Hacienda pero habían hecho amistad con los de Urbanismo, se quitaron las camisetas al unísono y en sujetador o bikini, se pusieron a chillar como locas y a dar botes:
-¡BUI-TRES, BUI-TRES, BUI-TRES! – gritaban saltando con tanto frenesí, que más de una tuvo que recolocarse el sostén entre risas. El "espontáneo" espectáculo pilló desprevenidos a los de Urbanismo que aflojaron el ritmo para mirar, momento que aprovechó Jimeno para pasar el balón a Beto, que estaba ya cerca de la portería, éste pegó un soberbio patadón, y el portero de los Buitres se lanzó en plancha, pero no para intentar atrapar el balón, sino para intentar esquivarlo.
-¡OLÉ, BETOOOOO! – gritaron todos los compañeros y se lanzaron a abrazar al funcionario que daba saltos en el aire con su encantadora sonrisa de tontorrón. Dulce, presa de un arrebato, cruzó todo el campo en menos de dos segundos y le placó estampándole un beso en la boca que más de uno de los que miraba se quedó sin respiración. Cuando el abrazo en grupo por fin quedó disuelto, debajo de la pila de jugadores todavía Dulce seguía sin soltarle la boca. Cuando se levantaron, la joven ahogó un grito y le ayudó a sacarse la camiseta por fuera de los pantalones para disimular un poco el bulto que hacían éstos.
-¡Dulce, bien está que lo incentives, pero no le pongas tanta pasión, mujer, que me lo desconcentras…! – se había quejado Carvallo, y más de uno de los contrarios había intentado poner nervioso a Beto hablándole de su involuntario presenten armas, pero no lo lograron… bastante tenían con intentar concentrarse ellos mismos mientras una docena de chicas descamisadas botaba, gritaba sus nombres y cada vez que las miraban se cogían de los pechos y les ponían ojitos relamiéndose. El entrenador de los Buitres había pedido al árbitro que las hiciera despejar, o al menos volver a ponerse las camisetas, pero éste contestó que si sus jugadores no tenían autocontrol, no era culpa del público, que lo que podía hacer, era poner a sus jugadores orejeras en la cara, como las de los caballos de las corridas de toros, y así mirarían sólo al frente. Ese era un motivo más de antipatía hacia Carvallo, no hacía nada realmente ilegal ni que pudiera clasificarse como trampa... pero éticamente, alguien podía poner reparos a su proceder.
"Lo que les molesta a los de Urbanismo, no es que Carvallo se pase de listo, sino que la idea no se les haya ocurrido a ellos antes", eso le había explicado Dulce a Beto. Ahora, la joven estaba adormilada sobre él, mientras los otros terminaban de comer. Era normal que estuviera muy cansada, se dijo Beto. Se habían levantado a las seis y media porque la furgo pasaba a las siete y cuarto a por ellos, y anoche se habían acostado tarde preparando la comida… y jugueteando un poco, si bien no habían llegado al final porque Carvallo siempre insistía que el sexo antes de un partido desgastaba mucho, había que dejarlo para después, "como alguno de mis jugadores estrella no me rinda, SABRÉ que la noche anterior se habrá pasado de vueltas, y que desoigan los consejos del entrenador Carvallo, pone de muy mal humor a Carvallo… El que se atreva, que se prepare a entrenar dando vueltas al campo hasta que se le gasten los pies hasta las rodillas". Después, el calentamiento y el partido, en el que Dulce se había esforzado muchísimo… era más que normal que estuviera cansada, por eso había querido comer nada más terminar el juego mientras los demás celebraban un poco, y luego, en principio había dicho que no quería dormirse, que la siesta la atontaba, pero se había ido acodando, acodando, y… A Beto no le importaba, le encantaba eso de tenerla dormida en su hombro. No quería ni moverse por temor a despertarla…
-¡PÁSALA! – pero no hizo falta que lo hiciera él. Dulce brincó y se deslizó sobre su pecho por el susto. Los niños de Jimeno se habían hecho con el balón y estaban jugando por allí a grito limpio.
-¡Benito y Francisco! ¡No quiero tener que levantarme! ¡Aquí a comer AHORA MISMO! – voceó su padre desde lejos. El tono no admitía réplica y los niños cogieron la pelota y corrieron hacia sus padres, pero Dulce ya se había despertado.
-Mmmh… ¿llevo mucho dormida? – preguntó, estirándose como un gato "qué bien le sienta el chándal rojo… cómo se le elevan los pechos cuando se estira…", pensó embelesado Beto.
-No mucho, menos de media hora. Te despiertas cuando empiezan a dormirse los demás. – observó él, y Dulce sonrió.
-¿Vamos a dar un paseíto… los dos solos? – a Beto eso de ir "solos" le sonaba a segundas intenciones y las de Dulce siempre iban por los mismos derroteros, pero no tenía por qué tener vergüenza, estaban en el campo, no había ningún sitio para… es más, la furgo de Hacienda sólo tenía una llave, y la llevaba él mismo, Carvallo se la había dado precisamente por eso. "No creo que nadie intente la tontería de meterse aquí a... pero, por si acaso, te quedas tú la llave, sé que puedo confiar en ti. No le des la llave a nadie, ¿de acuerdo?" le había dicho. "De acuerdo." Había contestado él "Pero, si no le doy la llave a nadie, ¿eso significa que a la vuelta, tengo que conducir yo?" Carvallo simuló darle un puñetazo en el estómago y le dijo que era incorregible con sus guasas… en realidad, el Zorro Carvallo sabía de sobra que no eran guasas, sino que Beto realmente pensaba así, pero le parecía más educado tomárselo a broma que en serio.
Desde luego, Carvallo sabía que la furgoneta estaba segura teniendo Beto la llave… con lo que no contaba, es con que era Dulce la que tenía a Beto. Mientras todos los demás terminaban de comer y se adormilaban, ellos dos echaron a andar lentamente. Dulce echó una mirada al feroz inspector y entrenador del equipo, pero éste estaba tirado sobre la manta, con la cabeza apoyada sobre la chaquetilla doblada del chándal y una gorra sobre los ojos, respirando acompasadamente. Su esposa, sentada a su lado, daba cabezadas cada vez más evidentes y el libro que intentaba leer se le había deslizado de las manos.
Beto tomó a Dulce de la mano con una sonrisa adorable. Ella se sintió invadida de ternura y le cogió el brazo para que se lo pasase por los hombros y ella le agarró de la cintura. El funcionario pareció un poco azorado, pero se dejó llevar como lo haría un perrito fiel, y no sólo en el gesto, sino en todo el camino, Dulce fue fijando el itinerario del paseo, hasta llegar al extremo más alejado, donde estaban aparcados los vehículos, y la furgoneta de Hacienda.
-Beto… ¿verdad que Carvallo te dio la llave de la furgo? – Beto asintió, orgulloso. - ¿Todavía la llevas encima, verdad?
-Sí.
-Ah, menos mal, porque verás… me he dejado dentro el móvil, y tengo miedo de que llame mi madre y no pueda cogérselo, ya sabes que siempre se pone muy nerviosa, y me preguntaba si podrías abrirme para que lo buscara.
Beto sonrió y de inmediato echó mano al bolsillo para sacar la llave pero de pronto, se detuvo y miró a Dulce con sospecha.
-No. No, no. – dijo, negando con la cabeza - ¡Qué bobo! He… he estado a puntito de caer.
La joven estuvo a punto de insistir o lamentarse, pero ella sabía que era más lista que Beto, no podía dejarle saber que tenía razón.
-¿Caer… en qué?
-No quieres buscar tu móvil. Carvallo me previno que me podrían dar excusas… ¡pero no pensé que tú….!
-Beto, corazoncito, explícate, no te entiendo… - le tomó de las manos y las colocó en sus caderas – puedes registrarme, te aseguro que me he dejado dentro el móvil.
-…No podrás sobornarme con tus encantos… - intentó mantenerse frío, pero la voz le temblaba delatoramente y sus dedos reptaban hacia las nalgas de Dulce sin que pudiera evitarlo – Sé qué quieres… quieres convencerme para que nos metamos dentro de la furgo, y allí… hacer cositas. – bajó la cabeza.
-¡Beto….! – gimió Dulce con voz compungida - ¿Cómo puedes pensar eso de mí….? ¿Me crees realmente capaz de ponerte en ese compromiso, sabiendo que Carvallo te ha hecho custodio de la llave, precisamente para evitarlo…? ¿Que sería capaz de pensar en desnudarte lentamente entre caricias dentro de una furgoneta fría y juguetear con nuestros cuerpos bajo el canto de los pájaros en un sitio donde pueden descubrirnos? Oh, Beto… yo creía que tenías más confianza en mí. Me has hecho sentir dolida…
El pobre funcionario quiso que se le tragase la tierra, y apretó a su novia contra sí.
-Dulce, perdóname – dijo de inmediato – no te enfades, no te pongas triste, por favor. Siento haber sospechado de ti, lo siento mucho. De verdad que confío en ti, de verdad… ¿Qué quieres que haga para que se te pase el disgusto?
-…Bueno… si me dejas entras a por mi móvil, me demostrarás que confías en mí.
-¿Si te dejo, me perdonarás?
-¡Claro!
No hacía falta decir más; Beto se sacó la llave del bolsillo y abrió la puerta trasera de la furgoneta para que Dulce pudiese entrar a buscar su teléfono. La joven subió rápidamente y se agachó por el habitáculo oscuro alfombrado de mantas, donde viajaban sentados en el suelo, pues el viejo modelo no tenía asientos detrás.
-Debió deslizárseme del bolsillo y caer por aquí… ¿Quieres ayudarme a buscarlo, Beto? – El citado subió a la furgoneta y se arrodilló él también, palpando las mantas a la búsqueda del teléfono – dame, yo te las guardo hasta que salgamos. – Maquinalmente, Dulce le tomó las llaves y Beto no opuso resistencia alguna, siguió mirando por el suelo. La joven sonrió y se dirigió a la puerta, la cerró y echó la llave por dentro. Beto ni se volvió. A él le habían dicho que sólo quería buscar su móvil, y para él, el que ahora estuvieran encerrados no era motivo de sospecha en absoluto.
Dulce se arrodilló nuevamente y gateó hacia su novio. Si éste hubiera podido verla, hubiera tenido algo de miedo del brillo hambriento de sus ojos, pero como estaba ocupado rebuscando por el suelo, no se dio cuenta hasta que ya fue demasiado tarde y estaba junto a él. Se había quitado la chaquetilla del chándal y estaba a punto de quitarse la camiseta.
-Uf… a pesar de estar aparcada a la sombra, hace calor aquí dentro, ¿no crees…? – Beto intentó no mirar el sostén rojo que elevaba graciosamente los pechos de Dulce - ¿No tienes calor?
-Du… Dulce – balbució – tú… tú me dijiste que no querías… que no íbamos a…
-Y no "vamos a", Betito… - contestó ella, haciéndose la inocente – de verdad que sólo es que tengo calor… no sé, para mí que eres tú el que quiere seducirme… ¡Hah! – la joven ahogó un grito y se tapó la boca con las manos. Beto no tuvo necesidad de preguntar qué pasaba, y se tapó la entrepierna con la camiseta, le hacía un bulto enorme el pantalón. – Beto, no… sé que quieres que hagamos cositas, sé que tienes muchas ganas, pero por favor, aquí no… Mira qué nerviosa estoy, fíjate cómo me late el corazón.
Rápidamente, tomó la mano de su novio, la llevó a su pecho izquierdo y le hizo apretarlo. Beto se puso colorado y se sintió un poco culpable "ella quiere que yo sepa lo nerviosa que esta, y yo sólo veo que le estoy tocando un pecho… y es tan blandito…".
-Beto, no me mires así… me estás desnudando con la mirada, por favor… - Beto realmente no se daba cuenta de eso, ¿de verdad lo hacía?
-Lo… lo siento… ¿cierro los ojos? – preguntó, desconcertado. Por un momento, Dulce pareció entre fastidiada y divertida, pero enseguida llevó su mano libre a la nuca de su novio.
-Eres… eres un seductor… me has traído aquí con malas artes y me has seducido… pero no puedo resistirme a ti, ¡cedo, rufián! ¡Hazme tuya! – Y le atrajo hacia ella para besarle voluptuosamente. Beto no acababa de entender qué había pasado, pero estaba claro que la pobre Dulce era inocente, ella sólo había querido buscar su móvil, y él, con su terrible erección y sus miradas ardientes, la había provocado hasta el punto de no poder dominarse… ¿qué clase de aprovechado era él? Intentó pedirla perdón por haberla seducido, pero la joven le calló metiéndole la lengua en la boca y se dejó recostar, con él encima, metiéndole las manos por dentro de la camiseta y bajo el pantalón, apretándole las nalgas.
Las manos de Beto parecían pensar solas cuando acariciaron la cintura de la joven y de ahí empezaron a subir lentamente… Dulce giró para ponerle debajo y empezó a lamerle el cuello hasta las orejas, sabía que eso le gustaba muchísimo. Efectivamente, el funcionario dejó escapar un suspiro con una sonrisa mientras su novia, apresando el lóbulo entre sus labios, tiraba del pantalón del chándal y los calzoncillos para bajarlos.
-Beto… corazón… Ya que yo he cedido a que hagamos cositas aquí… me gustaría mucho hacerte algo un poco especial, ¿me dejas? – preguntó en voz baja. Antes de que su novio abriera la boca, ella ya había visto la respuesta en sus ojos brillantes de deseo.
-Lo que quieras, Dulcita, hazme lo que tú quieras – el pobre Beto tiritaba como si tuviera fiebres de lo excitado que estaba, él nunca había hecho el amor fuera de su casa, para él, eso de estar en un "espacio semiprivado" era totalmente nuevo y le excitaba muchísimo, a la vez que le daba un poco de corte. Y no sabía que dentro de nada, iba a sentir muchísimo más corte…
Dulce sonrió y besó la nariz de su querido Beto, pasando de inmediato a bajarle del todo los pantalones, hasta dejárselos en los tobillos. "Un día tengo que conseguir que se quite los calcetines para hacerlo" pensó ella, y tenía razón, Beto era bastante friolero y solía dejárselos puestos para que no se le enfriaran los pies. Mientras la joven le sacaba una pernera del chándal sin quitarle las deportivas, recordó que antes, un detalle de tan mal gusto en un tío la habría hecho salir huyendo sin mirar hacia atrás,… pero el tontorrón de Beto, quién sabe cómo, la había conquistado de tal modo que ese detalle ahora le parecía entrañable y denotativo de la confianza que sentían el uno hacia el otro.
"¿Qué pretenderá…?" Pensaba Beto, divertido, dejándose quitar sólo una pernera del pantalón de deporte "Quizá quiera besarme la tita, pero eso ya lo ha hecho otras veces, no lo llamaría "algo especial"…". El funcionario, pese a que había estado casado, no era muy experimentado con respecto al sexo. Por eso se sorprendió cuando Dulce le agarró de la pierna desnuda y la elevó para abrazársela y empezó a besar y lamer la zona trasera de la pantorrilla, bajando lenta, pero decididamente.
-Mmmh… me gustan tus besos… - dijo, con su vocecita tímida. Dulce le miró con los ojos entornados y Beto se sonrojó. Sabía que estaba prácticamente desnudo, con la camiseta subida hasta el cuello y, como hubiera dicho él mismo "con la tita al aire", pero fue esa mirada la que le hizo darse cuenta de que no llevaba ropa y en un movimiento reflejo, agarró lentamente la tela de la camiseta y se cubrió con ella la cara hasta la nariz, desviando la mirada, incapaz de sostener la de su novia.
"¿Cómo puede ser tan adorable…?" Pensó ella, bajando más en sus besos y lamidas "Tan dulcemente vergonzoso… chiquitín, voy a darte motivos para tener vergüenza, pero vas a disfrutarlo como un loco…". La lengua de Dulce hacía círculos en el vello de la pierna de Beto, hasta llegar a la corva, zona limpia y muy sensible. El funcionario saltó ligeramente de excitación y gustito cuando ella lamió y presionó con la lengua en la articulación. Gemía dulcemente mientras ella se agachaba y seguía bajando, lamiendo en círculos y besando. Se estremecía deliciosamente conforme la lengua de su novia bajaba con besos húmedos por su muslo…. Las cosquillas se comunicaban hacia su sexo, enhiesto y ansioso, en una espera maravillosa.
Beto sentía la parte trasera de su muslo húmeda por los besos, el ambiente le daba frío en las zonas mojadas, pero le gustaba. La boca de Dulce empezaba lamiendo muy ligeramente una zona, sólo con la punta de la lengua, para luego ir dando lametones más evidentes, y finalmente los labios apresaban el punto elegido y succionaban, acariciando con la lengua y dando pequeños mordisquitos con los dientes… a veces, la boca se separaba con un divertido sonido de ventosa, otras el beso iba parando lentamente hasta que los labios se separaban de la piel con una caricia suave, tan suave… y cada beso, bajaba un poco más. Beto quería a la vez que llegara y que no llegara, porque estaba ansioso por sentir esa boca pequeña y cálida en su tita, pero también quería que le siguiera besando la piel, se sentía muy bien… Cada vez estaba más tirada en el suelo para llegar, cada vez se iba acercando más… Beto temblaba y le daba la sensación de que se le iba a salir el corazón, la lengua estaba muy cerca, estaba ya muy cerca de sus bolitas…
Dulce, tan impaciente como el mismo Beto, pero retrasando aposta el momento, se acercaba a la entrepierna de él. El olor a sudor era aquí mucho más fuerte y acre, pero a ella le parecía salvajemente erótico y tenía que reprimir el impulso de morder. Cuando llegó al punto donde el muslo se unía con la piel, Betó respingó y ella no pudo evitar la tentación de acercar los dedos y hacerle cosquillas, sólo para oír su risita de tontorrón complacido que tanto le gustaba.
-¡Mmhjijijiji, para… no, para, jajaja! ¡Para, por favor! – pidió entre risas, estremeciéndose de cosquillas y placer. Dulce volvió de nuevo a usar la lengua y golpeó con la punta muy ligeramente los testículos, produciendo más convulsiones en su novio, pero esta vez, enteramente de placer.
"Ha llegado… ya ha llegado", pensó Beto, y se preparó para recibir la descarga de gusto que sentiría cuando ella lamiera su tita… pero su preparación se reveló insuficiente cuando notó que en realidad, Dulce no había llegado… pasaba de largo, seguía bajando… ¡iba hacia… hacia el trasero!
-Dulce… ¿qu-qué me estás haciendo…? – Beto tenía la mirada fija en el techo de la furgoneta, ni se atrevía a mirar a su novia, temeroso de leer en sus ojos la respuesta que temía.
-Dije que te quería hacer algo especial… - el vaho de su voz pegaba muy cerca de su piel – relájate… te va a gustar, y te va a gustar mucho.
Si Dulce lo decía, tenía que ser verdad, pero… ¡en el culo! Por Dios, qué vergüenza, qué corte, no, no… Se estaba acercando… le estaba lamiendo el borde de la nalga, acercándose cada vez más al agujerito. Beto quiso contraer el músculo inconscientemente, pero Dulce le tenía agarrado de los cachetes, separándoselos, y no se lo permitió. Su traviesa lengua daba golpecitos alrededor del esfínter, acercándose cada vez más. Beto jadeaba y sentía que se derretía… sin darse mucha cuenta de lo que hacía, se agarró la pierna elevada para dejarle más sitio a Dulce, porque, quisiera reconocerlo o no, le estaba resultando muy bueno lo que sentía.
Los toquecitos húmedos y cálidos se aproximaban más y más, y el miembro de Beto parecía querer estallar, se movía solo, pegado al vientre de su propietario, y finalmente, la lengua de Dulce tocó el centro exacto de la rosada estrella. Beto gritó sin poder contenerse al sentir un feroz espasmo eléctrico recorrer su espina dorsal y estallar en su cabeza, sus piernas temblaron violentamente y su tita no aguantó más, explotó dejando escapar un abundante chorretón de esperma que saltó hacia el techo, mientras el miembro se le contraía, y sus nalgas hacían lo propio, atrapando entre ellas la lengua de Dulce, que se movía en lentos círculos, dispuesta a hacerle disfrutar, a exprimir lo más posible el orgasmo.
Beto jadeaba. Se sentía avergonzado, pero tan a gusto… se había corrido enseguida, ella no había podido disfrutar nada, sólo esperaba que no se enfadara mucho con él, no había podido evitarlo, había sido demasiado rico, nunca había sentido nada igual… sentía el culo mojado, pero no era incómodo… aaay, qué buenísimo había sido… qué bien se sentía… mmmh… le parecía que todavía podía sentirlo… eh, bueno, es que sí lo sentía aún. Se medio incorporó sobre los codos, y entre sus piernas, ahora las dos en el suelo, podía ver a Dulce, aún con la cara metida entre sus nalgas, que no dejaba de lamer, y su tita, quizá por eso, seguía erecta. Beto tenía miedo de que luego le fuese a doler si no se le bajaba ahora, pero lo que sentía era demasiado agradable para renunciar… y era más que obvio que Dulce no estaba enfadada, de lo contrario no seguiría lamiendo, ni le miraría otra vez con esos ojos entornados. La joven dejó un momento su trabajito con la lengua para hablar.
-No te pregunto si te ha gustado, porque me ha quedado claro que sí, picaroncete… - Beto sonrió y de nuevo no pudo sostener la mirada. – mira cómo te has puesto de semen, hasta me has manchado un poco a mí… - y era cierto, un par de gotas habían resbalado por su cara, de pura suerte no le habían caído en el pelo, y Beto tenía el pecho empapado, y no digamos el miembro, todo le había caído encima.
-Lo siento… - dijo compungido.
-No importa, tiene arreglo. – y sin decir más, Dulce se alzó y lamió el reguero de esperma que tenía su novio en el pecho. No es que aquello le gustase gran cosa en realidad, pero era más romántico que usar kleenex y sobre todo, al bueno de Beto le daba un poco de corte que lo hiciera, y estaba tan adorable con esa carita de vergonzoso… y también sabía lo mucho que a él le gustaba sentir su lengua. Una vez limpio el pecho, pareció a punto de dirigirse a su tita, pero entonces se lo pensó mejor y se bajó los pantalones, que hasta entonces había llevado puestos. – Perdóname, corazoncito, yo quería hacer hoy algo especial para ti, darte gusto a ti solamente, pero es que… no puedo resistir, quiero tenerte.
Beto sonrió, lo de la lengua le había gustado muchísimo, pero lo de estar dentro de ella, le gustaba más todavía, ¿porqué querría ella darle gustito sólo a él? A él gustaba mucho más cuando podía mirar cómo se corría ella, era tan bonito… juntó bien las piernas y asintió cuando ella se arrodilló sobre él y empezó a botar, ay, ay, qué rico,… mmmh… y no hacía ni dos minutos que había terminado y ya tenía ganas de hacerlo otra vez…
-Beto… Betitoo…. Qué bueno, cuánto me gustas…. – Pero Dulce tampoco parecía capaz de resistir mucho más, dando saltos sobre su tita, sudando… "Debe de estar cansada…" pensó Beto, y con las manos, la atrajo hacia él.
-¡Hey! – Dulce rio, alborozada, cuando Beto, con un ágil bandazo, cambió las tornas y se colocó encima de ella… con los pantalones de ella en los tobillos, no llegaba a estar bien dentro, así que, como pudo, apoyándose en las manos, metió las piernas entre las suyas, mientras ella lo ayudaba, riendo. "¡Ha tomado una iniciativa!" pensó, llena de felicidad "¡Se ha atrevido a ponerse encima…!"
-He-he pensado que… podrías querer descansar… un ratito… N-no es que quiera dominarte, ni nada así, ¿eh? Ni que no me gustara lo que me hacías, me gusta mucho, pero ya estabas sudando y…
-Betito.
-¿Qué?
-Calla… - Beto obedeció, sonriente y se dejó abrazar, mientras empezaba a empujar, profundamente, con mariposas en el estómago; era la primera vez que, con Dulce, era él quien estaba encima… con su ex mujer siempre estaba encima porque ella nunca tenía ganas de participar, le usaba como una especie de dildo viviente, y a él no le quedaba otra porque nunca se cuestionó ninguna otra posibilidad, él obedecía y nada más, pero ahora… ahora lo estaba haciendo así porque era él quien lo quería, quería sentirla debajo de él, era como si todo su cuerpo gritase que Dulce era suya… y la primera que lo admitía, era la propia Dulce - ¡así… así…. Soy tuya! ¡Tuya!
Dulce sabía que en ocasiones, Beto sentía ganas de llorar o directamente se le escapaba la lágrima cuando hacían el amor por lo feliz que se sentía, era tan sensible… pero ahora era ELLA la que estaba a punto de llorar de felicidad… hasta ahora, Beto simplemente se había dejado llevar como el hombre dócil que era, y eso a ella le gustaba, era encantador como un tierno peluche, pero… pero ahora, estaba empezando a participar, estaba dando su propia opinión… estaba pensando en ella. Hasta entonces, él pensaba en ella, pero no se le ocurrían maneras de satisfacerla realmente, había pasado toda su vida sin conocer realmente el sexo, pero ahora estaba empezando a descubrirlo, y, como en todos los aspectos de su vida, era bueno, era generoso,… era atento y encantador, ¡estaba loca con él!
Las embestidas de Beto se hacían rápidas y cada vez más profundas, a Dulce le escocía un poco, su novio era un poco superior a la media en tamaño y grosor, y estando debajo la penetración era aún más profunda, pero el placer era inenarrable, ¡qué calor, qué delicioso calor le recorría el cuerpo con cada empujón…! Le abrazó con las piernas, apretándole contra ella, y Beto gimió como si se le escapara el alma, estaba a punto… a punto como ella, los restregones feroces dentro de su cuerpo la enloquecían, ya no podía más… sintió la ola de calor empezar en un punto dentro de su vagina, crecer y finalmente estalló, abrazándose fuertemente a su novio, las convulsiones la hicieron temblar de placer y sonreír con los ojos cerrados, jadeando el nombre de éste en medio de los electrizantes estertores… Beto luchó por mantener los ojos abiertos, porque apenas ella empezó a estremecerse, él supo que estaba gozando y le resultó tan erótico que no pudo contener su propio placer y también él sintió el gusto maravilloso inundarle el cuerpo desde la nuca hasta los dedos encogidos de sus pies, y una nueva descarga, no por más escasa menos placentera, se escapó de su cuerpo dulcemente…
Dulce apenas podía respirar con Beto sobre ella, pero el tenerle encima le gustaba, le gustaba mucho… los dos jadeaban, felices, en la gloria. La joven sabía que el rato de la siesta de los demás habría pasado de sobra, tenían que volver y deprisita, antes que nadie sospechara, y menos aún, que pudiera sospechar Carvallo,… pero se estaba tan a gusto así… sólo dos minutos más, ¡sólo dos minutitos…!
-Luciano… ¡Luciano! – Gema, la colaboradora habitual de Carvallo, estaba frente a él, intentando despertarle. Zorro Carvallo se quitó la gorra de los ojos y miró a su alrededor, su mujer seguía dormida, Gema había sido prudente al acercarse, y la interrogó con la mirada. - La parejita aún no ha vuelto, hace ya más de media hora que se fueron, en dirección a las furgos.
Carvallo sonrió con aire de satisfacción.
-Dile a Jimeno que hemos ganado la apuesta; Beto se ha atrevido y lo ha logrado.
-Eres un canalla… - susurró Gema, comiéndose al inspector con los ojos – ¡tú mismo le diste las llaves a Beto, delante de Dulce! Les pusiste la ocasión en bandeja…
-Cierto, pero eso Jimeno, no lo sabe… y si quieres tu mitad de los cien euros, seguirá sin saberlo. – Zorro Carvallo cerró de nuevo los ojos, con lo que daba por terminada la conversación. Gema se dio la vuelta para ir a hablar con Jimeno, que tendría que pagar la apuesta acordada. Sin duda, pondría pegas, querría pruebas… pero mira, precisamente, por ahí venían Beto y Dulce. Si quería pruebas, que les mirase la cara que traían, con eso, no hacían falta más pruebas.